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ANTOLOGÍA POÉTICA. PREMIO DE POESÍA JAIME SABINES.

1988-2008

De más antes miraba los


todos muertos

1998
JEREMÍAS MARQUINES

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ANTOLOGÍA POÉTICA. PREMIO DE POESÍA JAIME SABINES. 1988-2008

1A

Más atrás de los toros adornados y al centro de tres


filas de circunstantes, van a corta distancia varios
sacerdotes incensando al Señor, las devotas damas,
desde sus balcones, arrojan sahumadas flores y
aguas olorosas a la difunta. Así suben las almas en
obsequio del santo de los santos, el día en que de
lluvia es la mortaja de los quienes mueren.

HAY QUIENES de amores buscan quedarse a riesgo del


[verdadero olvido.
Su insistente corazón aternurado,
huecón ya sólo lleno de plumas calcinadas queda.
Los aromas de penetrante hastío;
las voces reducidas a lo que desecha el viento;
los tibios reductos que de pieles suaves adolecen inútiles
[alas de palomas
en el arco cóncavo y oscuro de la luna que canta
a quienes la lluvia adormece con sonaja de Dios triste.

Así todo acongojado,


el día con su pico de pájaro tornasol nos alma de tristuras.
Entonces me veo acontecido y no, en el valle de los que
[pasan al oriente del mar.

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–Es con agua de sahumadas flores y al atardecer, cuando la


[luz es transparente, se ven los espíritus, le dijo.

–¿Es la soledosa estancia por donde animales de mítico 4


[acento nos conducen?
Sí, pero ni la pielecilla del ave que en el ojo anida nos cubrirá Afuera llueve. Unas mujeres colocan flores de
[el polvo de huesos violentados. nomeolvides y azucenas sobre el cuerpo núbil de
la muchacha. Los hombres han sacado una bote-
No sé: lla de aguardiente que entre risa y rezos beben a
hay quienes de amores buscan quedarse a riesgo del olvido. sorbos, para que no entre en sus cuerpos vacíos
lo de espanto y desamparo.
Cuando se mira ante la crueldad de las lámparas,
se recuerda alzada y blanca
como un sueño a los ojos del amante. No está aquí, pero todas las cosas tienen que ver con Ella:
las piedras labradas a golpes de relámpago y ventisca,
las campanas que seres diminutos tañen en nuestro
[corazón autófago
los días en que el desamparo es un puño de sal en la
[herida abierta.

Ella no está aquí, pero nos consuela el viento.

Todo nos recuerda que todo está perdido,


que lo que suena en nuestro corazón
no son más que astillas de dientes,
banderas que del viento—,
risas que van a perderse cuando la tarde—.

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JEREMÍAS MARQUINES ANTOLOGÍA POÉTICA. PREMIO DE POESÍA JAIME SABINES. 1988-2008

Todo nos recuerda que todo está perdido,


que no nos pertenecemos,
que nadie se pertenece así mismo,
que nos miramos al espejo a riesgo de perder el rostro 5
en cualquier terrosa oscuridad de sombras.
Es penoso el silencio para los que no se han ido.
Ella pregunta si todas las cosas Pero así debe ser, dijo el otro que fumaba un
estarán aquí de nuevo, cuando la luz, cigarrillo junto a la puerta. Uno como que así
como un ciervo errante, nada más escucha el viento que de la sal viene.
vuelva ante sus ojos. —Quién sabe.

¿POR QUÉ afuera hace mucho ruido?


¿Por qué los muertos se inquietan con la lluvia?
—No los nombres, dice la abuela.
Ellos han estado aquí, hundidos en la matriz de la luna,
pegados a los espejos;
girando la rueda infinita que los llama cuando desde el mundo.

No sé, hay algo en esto de la muerte que no entiendo,


que da lástima.
Su ese venir rengueando de tan lejos,
la su soledad vacía, los constantes desvelos
que la han vuelto irritable, brutal y descarnada.

¿Por qué no se va y deja que cada quien se muera?


¿Por qué siempre tiene que venir y sin invitación previa
se sienta en nuestra mesa, come y bebe,
y cuando menos lo pensamos nos destaza?

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Mejor que se muera.


Que se vaya mejor por el su hueco del espejo,
que se lleve su vendaval de tristura entre sus huesos.
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Su cuerpo como junco herido
se inclina al estanque de los nenúfares. La lluvia transparenta las miradas de quienes
¿Mentiría la desnuda agua cortada entre sus manos? aguardan la subida del difunto. Un perro se
revuelca en su sombra, aúlla y parte corriendo
para esconderse abajo de las camas; alguien dice
que es porque ha visto la llegada de la lluvia,
pero otro dice que no: que sólo es la humedad
que brota de la tierra.

Afuera se oyen ruidos


pero sólo son rasguños del ese animal que hemos
[confundido con la lluvia.

—Pero también el bocarrón del trueno.


—No temas, es la voz que dice a Lázaro ¡ven fuera! y al
[gusano le muestra sus caminos.

—Sí, también Ella vendrá desnuda de lo escondido de la luz


pero no verás su rostro porque el ojo que la veía se disipará
[en visión nocturna.
—¿Como las aguas que sirven de refugio a los que duermen?
—Sí, como la llama eyecta es fuego consumidor de huesos
[descarnados.

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-¿Entonces es precisamente el agua?


Se vuelve tan blanca en la claridad del ojo que hace
[imposible la liberación de la luz.
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La han vestido con tela de gasa y algodón crudo.
En cada ojo un escapulario de cobre con cadena de plata. Entonces dijo que de los difuntos nos queda sólo
Al fondo, el Santo Niño observa a San Miguel Armado. la esperanza del último suspiro. Por eso la pres-
Alguien recuerda entre las risas… tancia de que no se les escape el viento, entre
más velas, más aluzada el alma queda y no se
pierde, nos decía.

La muerte es una mujer que se desnuda en los brazos del


[primer amante.
Se nos da tras una búsqueda que a fuerza tiene qué pasar
[por las palabras.
¿Qué pueden nombrar de lo que no existe las palabras?
¿Qué pueden decir sobre sí mismas sin mentirse?
¿La muerte? Las palabras.

—Para hablar de la muerte es necesario hablar de las palabras.

¿Los amantes? No. las palabras.

Uno poco tiene que decir frente a la muerte.


¿Para qué sirven las palabras a los muertos?
¿Para qué decir de los que nada dicen si no es por las palabras?.

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Quiero decir: hablo de la muchacha desde el oscuro silencio


[en el que todos los amantes se pierden a sí mismos.
Quiero decir: nada de palabras para llenar un hueco donde
[ayer por la tarde sólo amenazaba lluvia. 8

Dice que ya no va a llorar, Las mujeres sahuman las cuatro esquinas de su


porque encontró el espejo cuerpo y le dicen a la muy hermosa: cuando
donde se asoma al río. llegue el juicio final que a todos nos alcanza, tú
como la más preciosa de las mujeres serás la
preferida, puesto que te negaste a encarnar el
polvo y los gusanos.

PERDONA QUE te invoque pero he sido forzado por la lluvia.


La complicidad del grillo que me trae la infancia de tus piernas
donde duermen ruidosos caimanes almizclados.
El tu andar aéreo de bañista;
el tu cuello como alta palmera donde el viento canta sus quejas
y la noche indecisa se convierte en cómplice de amores
[fortuitos y criminales.

Perdona pero ha sido el duro hocico del viento que nos ladra
desde las colinas donde los muertos cantan al calor de
[las hogueras.

Ha sido este desorden de la sangre,


este párpado de nube que nos sitia al extremo del desamparo bien-
hechor de los que duermen en la fermentación de la noche, que
nos trae este recuerdal que no pueden matar las palabras.

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Perdona por la tanta noche: insurrección perlífera donde


[los astros fornican con la hierba
sin más preocupación que el ritmo fabril de lo insectos.
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Hay en este yacimiento de labios cortados por la sal,
el recuerdo de la sangre en su primer espanto; El habitáculo es el recinto donde el cuerpo del
el temblor que antecede el movimiento de herrajes marinos difunto espera entre flores y algunos objetos per-

con que la noche protege lo angosto de su sexo. sonales. A la muchacha, sus vestidos de fiesta y

Pubis mecido en los largos azares de las olas. un diminuto pájaro Qüity le han sido colocado a
sus pies, dicen, para que nunca la visiten los

Tocaron su sexo y pidieron al cielo que las ocho demonios que turban el sueño. Otros dicen,
para que no se destrabe la mandíbula que ata el
guardase de las tentaciones.
viento velamen, gorjeo de palmeras.

NADIE TEME a la muerte, sino a morir


uno de esos días en que la claridad estalla en todas partes,
y el sonido de las cosas y los grandes pájaros
y el agua cubre de oriferas escamas lo que toca.

—Nadie teme a morir, sino al olvido:


ojo almenado de pájaro y cisterna.

—Nadie teme a la muerte, sino a lo amado:

“Descubre tu presencia
y mátame tu vista y hermosura,
mira que la dolencia
de amor que no se cura
sino con la presencia y la figura”.

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Sácame entonces de esta la estrechez adolescente de mis


[huesos que me amatan,
del este insomne sueño aprisionado en el ojo iracundo
[del espejo: 34

Si mi corazón se va de mí, Cuando se la llevaron no pudieron arrancar su


¿cómo viviré en esta larga ausencia? Dice. sombra que huidiza toda iba entre las cosas, por
eso la abuela utilizó legaña de perro el día en
que los santos bajan. Dicen que la vieron los
nueve días de conjuro, hasta que cenizas la
papalota negra.

Aquejumbrado el rostro, quebrúntulo los huesos de


[animal sombrío.
Vínose allegando como de a saltitos propios de la sangre,
cuando nos cerca algo más que el miedo.
Ya entonces toda Su nos deja en semejante voluntad de muerto.

De ahí entonces lo que no regresa: el número siete vuelto


[al revés
da la certeza de lo que mira en su estar el ojo.
—¿Como el animal que encierra un animal en su laberinto?
—Sí como el grano de arena que forma una tormenta que
[no existe
y para cuando lo sabemos ya estamos de vuelta al otro
[lado del espejo.
—¿Como la insatisfacción que del amor nos queda?
—No. Como el deseo que lo mueve.

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Por eso la flor busca ser avecilla y la muchacha verse en


[los espejos
cuando las llamas cifran de arabescos el rostro del que
[muerto asoma. 25

—¿Y dónde queda el agua? Sucede cuando las vigilias, nos decía, el ojo
coronado en sombras se aluza con las llamas que
—Justo ahí, en el vértice que va de las piernas de la muchacha del viento vienen; asemejan la lluvia; los más
al promontorio donde los pájaros enfrentan al viento chicos llegan al sonido de campanillas de plata;
[inútiles banderas. un día se van y vienen los grandes y se sientan
todos a la mesa entre aromas de flores, caldo de
Por eso como de a saltitos quebrada el agua queda; pollo y pan fresco.
ya no la bolsa marsupial del muerto, sino la saliva del ojo,
señuelo de la noche.
DE MÁS antes miraba los todos muertos.

Se contempla y reclama a la Así, en la calladez de estar ensimismado gota adentro me


abuela que el vestido que le
[voy viendo,
como quien se ve en medio de los charcos y se sorprende
pusieron no es de su gusto.
[de ser otro.
¿Y por qué San Miguel Armado
se ha dormido? Dice.
Este era mi cuento de todos los santos;
mi legañal trayendo visiones de lo que está perdido,
mi visionarla toda Su como una muchacha
que abre las rendijas de su corazón para tragarnos.

—Con viento suben los muertos y bajan con lluvia, repetía.

—¿Con lluvia? ¿
Como un pájaro de agua cuya presencia humedece hasta el
[último polvito de castigados huesos?.

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—Por friolenta es que da miedo.


Es decir: así mi legañal trayendo lo que sólo el ojo adentro ve.
—Como el pájaro que ahora trae en el pico una ramita de
[verde sauce. Epílogo
Como la muchacha que sólo aromas trae el viento. Del amor sé que no sé nada de la muerte
Ya entonces mi rutinario ver se va enfocando a lo que el
[viento y sus ganas de voltearlo todo.
I
—Por eso llueve.
CON EL agua llegaron los secretos aromas de la tierra;
Pero la calladez es de la gota donde el avecilla anida. la estación donde los pájaros quedan azorados en las ramas
Entonces sólo están los todos santos, y por las calles rueda el eco de los pasos perdidos de la lluvia.
ya uno solo, todos santos.
Es por eso que la lluvia viene tan así a entristecernos entre De vez en cuando la risa de los niños se filtra por las
[palomas de lamento. [rendijas de la puerta.
De vez en cuando el rezo por alguien que se ha muerto y
Qué luz ha hecho enfermar [no se quiere morir,
mis ojos que repetidos van aferrándose a los sitios, a los aromas, al sonido de las cosas,
como cortejo de alunados peces. [al recuerdo de lo que ya no existe.

(Una muchacha habla del color de sus medias; de cómo no


halló algo más apropiado para la ocasión. Junto a ella las
ancianas buscan bajo la tierra y continúan la plegaria):

Dios te salve
María
llena eres de gracia…

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—¿Qué fue de la muchacha abuela? En serio.


—Dicen que fue la luna. Quién sabe…
Vuelvo entonces a la lluvia.
Afuera la lluvia sigue llenando el ojo de los perros. Al su rompidero de cristales cuando cae en el ojo de
De pronto el aullido, la confesión de miedo hiriendo el viento. [los perros.
Al su chipichipi en el charco del alma entristecida,
-Es el mero Diablo lo que ven, ellos saben que los muertos a otras cosas tristes que aún sé cómo se llaman.
[no se han ido. Entonces digo: la lluvia también nos habla de la muerte.
Si te pones legaña de perro en los ojos el día de las ánimas
[verás el alma de todos los difuntos. —Cuando veas la papalota negra pegada en la puerta y se
[apaguen las veladoras…
—Quién sabe…
No sé, pero son estas cosas de la lluvia lo que espanta.
Yo prefiero la lluvia:
su esa forma de venir tan lejos sin más premisas que volverse
charco donde los gatos buscan las luces claras de sus ojos.
No sé, es esto de la muerte lo que espanta;
el su llegar desde el fondo del silencio
como lo ya sabido, aceptado y lanzado al mar cuando
[nadie nos miraba.

De verdad.

Es esto de la muertesola lo que espanta.


El andarse escondiendo de ella en las palabras;
en el bullicio de las plazas;
en el correr por veredas que van a dar directo entre las
[piernas de una mujer fantasma.
El andar las calles solititas llenas de gente.

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Esos seres de miradas vidriosas,


de andar entristecidos por las playas.
Esos que no tienen un boleto de tren,
II un sitio donde dormir,
un perro con quien hablar mientras pasa el lloridero del
velorio,
LUEGO VINO el lloridero, los rezos, los ensalmos, mientras se gastan las velas y los rezos.
las veladoras bajo la cama,
el ruido de los muertos como la respiración de las cosas Digo:
[gastadas, Pero para qué.
como el sonido del agua en los espejos. Para qué volver sobre los que saben que no vuelven.
Es mejor que se regresen, mejor que se vuelvan
Yo no sé por qué vuelven los muertos. por el su hueco en el espejo.
Aquí nadie los quiere,
que se regresen por donde vinieron. En fin;
Aquí es el miedo lo único que puede soportarlos. para qué decirles que aquí nadie los quiere.
Para qué hacerles recordar canciones tristes.
De verdad. No valen la pena los recuerdos tristes. Los muertos,
sus pequeñas voces dejadas aquí, colgadas allá
Para qué los quieren. como sombra de lluvia en los estanques.
El retrato de aquella que mató la luna:
la que hacía de las cosas objetos de desolación De verdad.
y traía enredos de pájaro en el pelo. Esto tengo que decirlo aunque nos duela,
aunque pierdan su rumbo las palabras,
Pero para qué, aunque no vuelen pájaros sobre esta playa de nostalgias,
para que se vayan, bajo este cielo de polvo y sombra,
que se vuelvan por donde vinieron. bajo esta sombra de polvo,
bajo este polvo digo:
la muerte es un asunto solitario.

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Entonces los grillos vuelven a tener sentido por eso de la


[lluvia y las clepsidras.

III Sin embargo, la paradoja está en el agua,


en su ser persistente de callada gota en los espacios
[disímiles del mar en las botellas.
LOS PERROS ven el fondo de la muerte en los candiles.
Se asemejan girándulas los ojos que se prenden sobre oscuro. A través del mar llegamos a los ojos de los perros.
Se apacienta la noche, se aguarda bajo alas de pájaros En los ojos de los perros se multiplican las proyecciones del
[nocturnos. [prisma hidromántico del mago;
Se aduerme. el mago en esta ocasión es un hipoglifo por eso de la
[relación semasiológica de las palabras.
–Veo el cuerpo de la muchacha en medio de la casa.
–¿Por qué se llevan el cuerpo de la muchacha?
Las velas, el rezo de las ancianas, –¿Es cierto que los muertos van al corazón del agua por la luna?
el trajín de las palabras pudriéndose en lo bien adentro de
[las bocas. Será que la descomposición llega desde lo adentro de los
Atrás de la casa los grillos improvisan canciones fúnebres cuerpos donde fluye el latido oscuro de la sangre y parecie-
[a ritmo de luceros. ra que el corazón es un cristal; el espejo donde las vírgenes
peinan sus cabellos rotos.
Alguien dice:
No canta el grillo. No... He visto en el ojo de los perros que ven el fondo de los ojos
Mientras la lluvia. [de la muerte,
una historia de mercaderes que trafican con latas vacías
Ahora tengo que decir algunas cosas de la lluvia, [de cerveza—.
es decir: Una procesión de gatos que llevan el óvulo gastado de una
la lluvia es algo así como un animal que se niega a [virgen negra.
[permanecer A la mujer que diluye en su sexo negrísimo peces y caracolas.
bajo la sombra de paraguas húmedos.

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La he visto así, desde la penumbra de las cárceles


donde el caracol es el custodio de las horas;
la mano que llega desde el límite del mundo con esa carta
[que no terminas de escribir; VII
con el sueño que dejaste a medias la otra noche y que sin saberlo
las hormigas edifican en lo de adentro de los párpados.
EN VERDAD, sé muy pocas cosas de la muerte.
Entonces digo: Cosas tristísimas como la lluvia en las ventanas
como los parques donde esperan los que saben que no
¿Y si fuera un mar lo que se ve tras las ventanas? [esperan nada
¿Y si esto que entristece no es la lluvia? como las calles pobladas de gente solitaria.
¿Y si escapa del retrato la muchacha muerta?
Como las calles.
Entonces tendremos que volver desde el principio:
aclarar algunas cosas en el ojo de los perros, Ahora sé que la muerte es como las calles que van a dar a
buscar la evidencia del agua en los cristales, [ningún lado.
es decir: Sin embargo, prefiero compararla con los barcos.
averiguar qué pasa con esto de la muerte.
No sé.

Esto es sólo un pensamiento;


una vaguedad de tercas nostalgias marineras.

Un pretexto para no decir que la muerte


es algo más que un puñado de tristosos en alguna retinta
[calle solitaria.
Algo más que el ancho mar que se me aviene entre los ojos.
Un poco más que lluvia;
poquitito más que los adioses nunca dichos.

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JEREMÍAS MARQUINES

Me repito.

En verdad sé muy pocas cosas de la muerte


cosas tristísimas como eso del amor que nos destaza:
un desconocido lugar común para esconder tristezas;
para llorarnos en medio de la soledad de las palabras,
en medio de todos los gritos y ayes del suicidio.
Entonces digo:
del amor sé que no sé nada de la muerte.

JEREMÍAS MARQUINES CASTILLO

Nació el 15 de agosto de 1968 en Villahermosa, Tabasco. Hizo estudios de


filosofía y letras hispanoamericanas. Radica en Acapulco, Guerrero, donde
ejerce el periodismo. Tiene publicados los siguientes libros: El ojo es una
alcándara de luz en los espejos, editado por el Fondo Editorial Tierra
Adentro en 1996; es coautor del libro Los frutos de la voz, ensayos sobre la
obra de Carlos Pellicer, editado en 1997 por el Fondo Editorial Tierra
Adentro, México 1997.

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