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Sou Odo Marquard MK HAR ac ADIOS A LOS PRINCIPIOS ESTUDIOS FILOSOFICOS ‘Traduccién del alemén y notas por Enrique Ocafia oon, a E to a es 2000 Abschied vom Prinzipietlen. Reelam, 1995 Para Traute y Felix © Del avter 2000 © De esta etcién Diputaci6 de Vale Tnstituci6 Alfons ol Magninim 2000 LS.B.N. 84-7822-306-1 Depésito legal: V-2616-2000 ‘Traducién y notas: Enrique Oca Disofio cubiera: Paco Bascufiin nents Rose, 8.1, Santander, 3 46017 Valencia ADIOS ALOS PRINCIPIOS UNA INTRODUCCION AUTOBIOGRAFICA La filosofia —escribe Arist6teles— es la «ciencia teorética de os primeros fundamentos y causas» ': se pregunta por los princi- pios y —en su principalidad suma— por el primer principio, Decir adi6s a los principios: significa quizés decir adiés a la filosoffa? Esta pregunta equivale a la cuestién de si los escépticos son 0 to fil6sofos; pues la formulacién del titulo que encabeza este opisculo y su introduccién no prociaman un racionalismo eri- tico —cuyo dogmético antidogmatismo me disgusta—, sino que subraya el giro hacia el escepticismo. Este giro traza hasta el momento el Camifio y el trabajo de mi filosofia: dar noticia sobre ellos —conténdolo con gesto demorado? Seminarrativo— parece ser una tarea con sentido para la introduccién a un libro que com- pila algunos documentos tempranos, relativos a esa andadura, Este informe se articula en tres apartados: 1. Generacién escépti- ca; 2, Desobediencia retrospectiva; 3. Escepticismo y finitud. (1, Generacién escéptica. El escepticismo es un asunto anti- guo'y naturalmente "perience a la historia de la filosofia: como escepticismo pirrénico y académico en la época helénica; como escepticismo moralista en Montaigne y Charron; como escepticis- mo ilustrado en Bayle y Hume; como escepticismo antropotégico en Schulze (Enesidemo) y Plessner; como escepticismo histérico ‘en Burckhardt y como escepticismo anti-historico en Liwith, Se Arius, Mecafsica A 2 982077 35. ‘trata, por tanto, de una antigua tradiciGn filoséfica facilmente reconocible: ,cdmo fue a parar precisamente un hombre de mi sgeneracién a esa tradicién, sin tenet, €n principio, conocimiento agiioce urcoMeNT— ‘Helmut Schelsky intent6 ofrecer una respuesta en Ia primera edicién de su libro La generacién escéptica (1957). Para mi _generacién —nacf en 1928 y al comienzo del periodo comprendi- do entre 1945 y 1955 (ef. p. 5) habta dejado de ser nfo, sin por ello alcanzar la madurez. (cf. p. 16 ss.)—, el giro hacia el escepti- cismo no Alemania occidental precisamente un hecho extraordinario, sino una circunstancia normal. Segtin Schelsky cabe distinguir, a partir del cambio del siglo, tres «fases de Ia his- toria contemporénea» y «figuras generacionales de In conducta juvenily: «1, 1a generacin del movimiento juvenil; 2. la genera- cin de la juventud politica y 3. 1a juventud alemana en los afios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, para la cual hemos ele- ¢gido provisionalmente la designaci6n de “generaciéa escéptica”» (©. 57). Asf pues nos encontramos, en primer lugar, con la gene- racién protoverde que hace suya la méxima-MeiBner: excursio- nismo, guitamas y flautas dulces; después le sucedié —en el petiodo de entreguerras— Ia generaci6n de la militancia politico- ideoldgica radical, vocada a mejorar el mundo; a Ia postre se for- mé, tras la Segunda guerra mundial, la generacién_escéptica Segiin propia interpretacin de Schelsky, su exeepticismo reacci6n a la «generaci6n de la juventud politica» y al descalabro en gue se precipit6 y que trajo como consecuencia la respuesta a su autocompromiso; segiin la experiencia de los mis viejos (dis- ccatida, discutible) la izquierda se rindi6®; mientras la experiencia de los mas j6venes (con espantosa evidencia, indiscutible) denun- ciaba que ia derecha habia contribuido a la catéstrofe. Tal expe- riencia se impuso como un shock desengafiador; Jas consecuen- cias fueron «procesos de alejamicato de la politica y pérdida de ideologfa en la conciencia juvenil» (p. 84): por ello ia conciencia 7 TL Schelsky, Die sheptsche Generation, Bine Seniolugie der dewischen Jugend, DitsseldorffKttn, 1957; citado agut segin la cuartaedicion do 1960. 3 Ci. M, Spesber, Die vergebliche Warming, Wien, 1973, p. 165 58. 2 social de esa generaciGn [...] fue mAs critica, esosptica, suspicaz, descrefda 0 no tan iluisa como el resto de generaciones juveniles anteriores» (p. 488). «Hse desencanto espiritual nos libera de cual- quier obstéculo para desarrollar en Ja juventud un inusitado senti- do de la habilidad». En su conducta privada y social, tal genera cién es mds acomodaticia, cercana a Ia realidad, dispuesta a intervenir y de éxito mas seguro que cualquier otra juventad ante- tlor» @bidem). Con su que habfan asesinado al padre «revocaron su acto prohibien- do la muerte del t6tem, sustitucién del padre, y renunciaron a recoger los frutos de su crimen, rehusando el contacto sexual con Jas hembras, accesibles ya para ellos» (p. 173); la «religién toté- mica», al igual que la conciencia moral, «surgié de la conciencia culpable de los hijos, como tentativa de apaciguar ese sentimien- to y reconciliarse con el padre ofendido gracias a la obediencia retrospectiva» (p. 175), La rebelidn exitosa contra el padre fue sustituida retrospectivamente por el respeto ante la figura que ocu- pésu lugar. A mi juicio, en la Repiiblica Federal Alemana, desde finales de los afios cincuenta, sobre todo como reposicién espec- tacular en los lamados «movimientos estudiantiles» a finales de los afios sesenta, se consumé justamente el proceso contrario: la reyuelta contra el dictador (el padre de la «sociedad huérfana» #2), casi ausente durante el periodo nacional-socialista comprendido entre 1933 y 1945, fue restituida provisionalmente por la rebelién ccontra el sistema que en 1945 labia ocupado el lugar de la dicta- dura, Por ello precisamente se sacrificaron y devoraron los «Tétems» y se violaron los tabées: tras Ia ola de voracidad mate- rial Lleg6 la ideoldgica. Dispersa Iibremente en el ambiente, nacié ‘una nececidad cuasimoral de fndole revoltosa que andaba siempre buscando Ia oportunidad para desahogarse; se dirigfa, segdn la I6gica de la retrospectividad, ocasional y arbitrariamente contra el % 0. Marquard, Uber die Depotensierung der Transzendentalphilosaphie. Einige hilosophische Motive eines neueren Paychlogizs i der Philosophie, Trabajo de oposcion univers, Mtnster, 1963. Brut, Tote snd Tabu (1912), clado segin: S. Ry Cesammelio Wek in “ozelbioden e, po A. Freud entre oes), 09, Frankfurt. M, 1968 ® CE A. Mitecherlich, Auf dem Weg zur vaterlasen Gesellschaft. Ideen zur Sozialpsychologie, Mitnchen, 1968, —a— Status quo del momento: contra la Repiiblica Federal, es decir, contra un Estado democritico y liberal digno de conservarse, Como reflexién no es sino una tonterfa notable —lo formulo tajantemente, siguiendo la méxima de Goethe: «no hay nada que despierte més intransigencia que los errores enmendados»— Jugarse ese estado de cosas en favor de un principio revoluciona- rio; pues no hay garantia alguna de que no empeoraremos las cosas, y menos atin recurriendo a esa filosofia de la historia revo- Jucionaria que promete panaceas mediante su ideal de progreso®, En nuestra época y lugar todos tenemos mucho més que perder que s6lo nuestras cadenas *. La protesta restrospectiva ignora todo esto; de este modo una democracia se toma en meta revolu- cionaria retrospectiva de una rebelién tardfa contra la dictadura totalitaria: tamafio absurdo se oculta en Ia extraordinaria retros- ectividad de esa conducta rebelde, Para describitla disponemos e un concepto paralelo a la nocién freudiana de , IN del] "* B. Brecht, Gesammelte Werke, ed. por Ia editorial Suhtkamp en colaboracién con EB. Hanptmann, vol. 12, Frankfurt. M., 1968, p. 375 3. —20— | ala época de la violencia) que dice «no» slo tras haber pasado la época de la violencia. Esta historia —objeto de mi contribucién tardia al sexto Coloquio (1972) del grupo «Poetik und Hermeneutik»” al que pertenezco desde 1966 (grupo ciryo motor fue y es Hans Robert JauB)— parece interpretable en el sentido {que os atafie: constituye Ja parébola de la desobediencia retros- pestiva, cuyo iiltimo capitulo atin esta ibir, “Todo esto cabe en una introdacciOn autobiografica, puesto que se basa en Ia introspecci6n, es decir, en un anélisis de miactitud conformista con elm: i hacia Ta renuneia, hacia una nepacién de la negacis perienecs @ este capitulo Ta sospecha de que, en mi caso, ese giro, iniciado ex 1967 —me percato tarde de las cosas, pues no dis- pongo de buenos frenos—, encgntré un apoyo en la recuperacién, respecto al mero escepticismo precedente, del sentido para lo con oreto. Pues entretanto Tabla dado paso desde la «preexistencias hacia la «existencia»: el paso consistente en desposarse (1960) ¥ convertirse en padre, en vex de obstinarse en la reflexion des- medida y en el virtuosismo del desenmascaramiento; en satisfacer Ja necesidad institucional de las oposiciones universitarias (1963) ¥ 1 asumir los deberes profesionales de la enseflanza académica, en primer lugar como profesor no titular en Minster, después —a partir de 1965— en GieBen como Director del Seminario y como profesor titular y mas tarde —tras Ia reforma de los Institatos de ensefianza superior— como profesor que habfa dejado de ser titu- lar; finalmente, como decano, irremediablemente obligado a des- empefiar més de una fancién inherente a la administracién cienti- - fice, ala politica escolar y universitaria, funciones a las gue nome "CEH, Weinrich (€4,), Positionen der Negativiti, Minchen, 1975, (Poet und Hermenestit, vol 6), p. 557 ss. ® CE H.v, Hofmannstahl, «Ad me ipsum» en Aufeeichnungen (Gesammelte Werke fs Bincelausgaben, ed., por H, Steiner), Frankfurt a, M, 1959, p. 211 #5, Constituye el trdssto desde Ia esfera de Ia eexistenoa estética», donde cada ser ‘mumano se considera winiooy, al er eético»abierio alos ots: «quedo fugarme ini vida, puedo nn toda seviedad gastar bromaa oon sui vida: con Ja ajeaa nom, 5. Kietkegaard, Philosophische Brocken (1844), en: S. K., Gesammelte Werke, ed. or E, Hirsch y H. Gerdes, seccién 10, Disseldort, 1967, p.6. —2— a terete ecemuemnmmeenesmameermermermeoseeeeeeccoees | he sustraido. Por lo demés, lo que Armand —el personaje de Gide— dice en la novela Lex faxxmonnayeurs sobre su familia: «. 3 CEM, Mofdeuser, Soin und Zale, Malle, 1927, p. 235 58. MIP. Sate, etre et le néant, Paris, 1943, p, 638: ele chotx gue je suism, —4— les de nuestra vita brevis hay ansias de fandamentaci6n, no debe- ‘mos buscar el fundamento de la «no eleccién, sino justificar ‘nuestra sleccién (la transformacién): el peso de la prucba recae sobre quien emprende la transformaci6n. Al asumir esta regla, consecuencia de la mortalidad humana, el escepticismo se inolina hacia lo conservador, El conoepto de «conservaciény no debe en absoluto en un sentido ‘été | bien ha de en sent iio ‘ctiando los cirujanos ponderan sit ible infarven conservando» el érgano o si es ‘necesario extirpar los rifiones, un diente, un brazo o un intestino, Lege artis se recurre al escalpelo s6lo si resulta necesario (si exis- ten razones que obligan a ello); si i se corta todo, No hay to conservador, pues ‘D0 es posible extirpar a un hombre completo. Qiit ‘aborrecen, el concepto de conservacién tienden, con intencién o sin ella, a ‘Pasar por alto este detalle. De modo anflogo no cabe transformar todo ni, por ello, tampoco cabe convertir los azares inmutables en objeto de acusacién. Por esta razén, tanto los filésofos de la his- { toria como los fildsofos de la ética discursiva, responsables de «ana hipertribunalizacién* de Ia realidad», provocan algo distinto de lo que pretendian. He intentado demostrar esta idea (con vistas “tla conselaci6n iniial de este asunto) en el ensayo «Der ange. Hagte und der entlastete Mensch in der Philosophie des 18. Jahrhunderts» [Bl hombre acusado y el hombre exonerado en la filosofia del siglo XVII], impreso como tercer capitulo, Los filésofos de la hipertribunalizacién no fundan la racionalidad absoluta, sino que practican una «evasiGn hacia Ia inimputabili- * Es obligads le referencia, esi primer lugar, a M. Kricle, Theorie der Rechisgevinnung, Berit, 1967; N. Luhmann, «Status quo als Azgument» on H. Baler (e.), Stadenten in Opposition. Beiardge zur Sotiologie der Hochschule, Bielefeld, 1968 (p. 78: econservadurismo involumtaio por complelidads), H Lilbbe, Ceschichisbegrif und Geschicktsinteresse. Analyte und Pragmat der Historte, BasoStutgast, 1971, p 329 ss. "El voceblo acutiado por Marquard es «Obertdbunalisierungy, tan extraio en le sadn como en castellann su equivalente dizocto, Otra posible uaducclon Gel lex. ‘alo seit ehiperjudicilizasiéns, cuyas comotaciones actuales no se alejan ‘demasiado de esprit jacobino que inspira Ia invenciga del autor. [N. del] 25 — dad», hacia la inmunidad critica, ocupando el Tugar de las liberta- des que, antes de cualquier fundacién de principios, nos constit jy ‘Pero junto a ellas se encuentran las usanzas”*, Necesitamos } egstumbres demasiada pronto para emprender transformaciones tots } damentaciones absolutas. Asi pues los escépticos, conscientes de "su mortalidad, tienen en cuenta la inevitahilidad de las tradigio~ ‘Bes; tienen conciencia de aquello que —usualmente y con el esta- ‘us de usanzas 0 costumbres— se sabe de forma consuetudinaria, } ]Por-ello.los.eseépticos no son en absoluto aquellos. que, por.prin- >. | cipio, no saben nada; tan $6lo no saben nada que pueda elevarse.a 4 io: el escepticismo no es la apoteosis de la perplejidad, sin tan s6lo vn sberaue dios al ‘adids a los principios. ~~ Frente a este escepticismo, la filosofia fandamentalista quiere un saber fundamentado en principios. Por ello se pregunta por los principios y por el principio originario. Independientemente de cedmo sea pensado, ese principio absoluto, que, por asf decirlo, es la conciencia moral que la realidad debe tener, transforma la realidad féctica en su totalidad en algo dependiente, contingente, injustifica- do que debe ser redimido de su ausencia de principios o de su reluc- tancia a los principios; redencin lograda gracias a una fandamen- tacién o a una transformacién que afirme nuevos principios. Al «transformam» la realidad en algo necesitado de justificacién, como ‘ribunalizacién tendenciosa de la misma, la flosofia fundamentalis- ‘ta proporciona un ejemplo radical del ansia de transformacién, Pero si, debido al condicionamiento que supone nuestra mor- talidad, el peso de la demostracién recae sobre la filosofia trans- formadora, entonces (puesto que la facticidad es el a priori de los principios, y precisamente gracias a su caducidad) Ia filosofia fundamentalista no tiene a la facticidad como objeto principal de su justificacién, sino que, en primer lugar, debe justificarse a si misma”. Sin embargo, ambas justificaciones de la filosofia % D, Hume, Ax Enquiry concerning Human Understanding (1748), Sece, V acus- tom or habit», # Ch O. Marquard, «Uber dic Unvermeidlchkeit von Ublichkeiter> en W. citer (e4), Normen und Geschichte, Padesvorn, 1979 (Mattias para Una discusién sobre normas, vol, 3), pp. 332-342, 26 — fundamentalista —Ia justificacién del principio frente a lo fécti- Co y la justificacién de lo fictico frente al principio— resultan 0 | demasiado hueras o Iegan demasiado tarde, a saber: como res- , Buesta infinita a un ser finito, no puede llegar sino tras la muer- te. En el caso de que Ja liebre transcendental —cosa improba- ble— legase realmente a toda prisa portando la nueva de Ja filosofia fundamentalista (y diera noticia no de la nada, sino de algo real), el erizo finito estarfa ya desde siempre muerto, La via hacia los principios es larga, la vida efimera; no podemos aguar- dar a que Jos principios nos concedan permiso para comenzar a / vivis pues nuestra muerte es siempre més veloz. que los princi | pios: précisament despe s | Sto el Hombre finito debe vivir —por el m moral provisional, mas, en todo caso, hasta su muerte— sin justifica- cin mediante principios (de tal modo que la conciencia moral se encuentra siempre més préxima a Ta soledad que a la universali- dad; mayorfa de-edad es ante todo capacidad para la soledad), El hombre debe existir contingentemente y a partir dé confingen- cias, que no son altemativas elegibles a voluntad, sino (como la sano eleccién» que él es) destinos incontrolables de los que no cabe zafarse. Pues el hombre es un ser que se ve obligado a enla- zar con tradiciones y que no se sittia ante ellas como el asno de Buridan frente al rhont6n de heno, sino que se encuentra inmer- 80 en ellas, sin poder apenas sustraerse a su pasado, Por tel moti- Yo, el principio absoluto del dios monoteista desplaz6, cierta- mente, desde el punto de vista teoldgico-metafisico, al destino; mas él sino desplazado retomé inmediatamente —como muy tar~ de, tras la «anuerte de Dios» en virtud de la cual surgic la moder- nidad—, a saber: como «imposibilidad de controlar los antece- dentes» 0 como «imposibilidad de controlar las consecuencias». Sobre estas cuestiones versa el cuarto capitulo, un ensayo de 1976 titulado ] intenté(siguiendo las buellas de sriento abssluto, porque toda Hlosofe se haya enmarafiada en una Blumenberg) mostra: la validez den siguiente tests: seribreno Yes na dffockoot fore para alcanzar certidumbre absolutn consiste en tener penmiso para narrar de forma «monomitica» una sobre sf misma, «La vida —dive un refrén— es dura, pero ejerci- sola historia, sino en conservar de forma «polimitica» un acervo ta. Soe todo: nos prepara para aceptar —more sceptico— su psacias también a la divisidn de aguellds poderes que epresentan Jas historias. Si frente a esa mulliplicidad y variedad se requiriese * % CEM, Hossenfelder,Intoduccién a: Sextus Eapltious. Grundsige der pyrroni chan Skepss, Frankfurt a, M, 1968, espcislmentep. 4288. % H. Blumeaterg, Arbeit am Mythos, Frankfurt a M., 1979; of. O. Marquard, ‘dLauéatio anf Hans Bhumenberg» en Jabzbuch der doutochen Akademie fr Sprache und Dichtung 19801, Heidelberg, 1981, pp. 53-56. % Cf. 0. Marquard, «Einleitng zur Diskussion von H, Blumenberg, Witdicheltsbegrtf und Wisungspotental des Mythor» en M. Fuhrman (ed) ‘error und Spiel. Probleme der Mytherrezeption, Minchen, 197, (Poetie wd Bearmenoutik vol 4), p, 527-530. 28 —

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