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La pelota vasca: Una "novedad" del siglo XIX.

No hay duda que la pelota es el juego/deporte vasco más destacado, dentro y fuera del país.
En todas las culturas se conocen juguetes esféricos de diversos tamaños y materiales. La
pelota vasca, en cambio, no hunde sus raíces en Euskal Herria, si no en juegos de su entorno,
sobre todo de Francia. En París y otras ciudades se levantaban edificios específicos para jugar
a pelota. Por ejemplo, la Revolución Francesa comenzó en el Jeu de paume, el juego de
pelota, donde los representantes del Tercer Estado se reunieron y realizaron el juramento de
no salir hasta dotar a Francia de una Constitución política nueva.

Cuando en Francia la pelota comenzaba a declinar, a lo largo del siglo XVIII, en Euskal Herria
ganaba importancia. En 1755 cuatro guipuzcoanos fueron hasta Cartagena (Murcia) y ganaron
a los mejores jugadores de España de la época.

La pelota no era una mera diversión popular, sino que gozaba de gran prestigio. En 1834, en
Lesaka (Navarra), entre los actos de homenaje al Pretendiente Don Carlos, se organizó un
partido de pelota con los mejores jugadores del país.

Las noticias sobre partidos, pelotaris y nuevas modalidades de juego son cada vez más
frecuentes. Entonces se empezó a jugar a ble, es decir, contra la pared. Hoy día no nos
imaginamos una localidad vasca sin frontón, pero eso es un invento del XIX, criticado en su
día. Las primeras paredes se levantaron para cerrar las plazas de juego, no como parte del
mismo. De hecho, jugar contra la pared era cosa de niños, porque el amplio espacio de las
plazas era ocupado por los adultos. A medida que las pelotas de caucho, más dinámicas, se
fueron extendiendo, comenzaron a emplearse las paredes traseras para dificultar el juego a los
contrarios. Poco a poco, y no sin protestas, se admiten las paredes dentro de las normas de
juego, surgiendo así nuevas modalidades, evolución de las más antiguas. La evolución era
constante: los originales guantes de cuero, sin otra función que la de proteger la mano, se
fueron alargando y la pelota pasó de resbalar sobre ellos a ser retenida (atxiki) aunque fuera un
instante. Del cuero se pasó al mimbre, más ligero y barato. Todos estos cambios no se hicieron
sin protestas de purismo, que acusaban a las novedades de ser "juego sucio".
Tal vez el mejor ejemplo de la autoctonización de la pelota en el solar vasco sea el partido
jugado el 9 de agosto de 1846 en Irun (Gipuzkoa). Como ocurría también en otras
competiciones, tanto pelotaris como público se dividían en dos bandos irreconciliables.

El partido fue a rebote, de origen foráneo, pero desarrollado en el país, como demuestra la
inclusión de pared trasera. Los jugadores no eran profesionales, uno era boyero, otro cura, otro
molinero, otro contrabandista... Eso sí, se jugaba mucho dinero, tanto por parte de los
jugadores como del público. Participó en este partido el más famoso jugador del momento, el
laburdino "Gaskoin". Bastantes años después, el escritor Gratien Adema describió así el
ambiente: En nuestra Euskal Herria se habla largo y tendido, y con mucha vehemencia, del
partido de rebote jugado en Irun entre españoles (vascos guipuzcoanos) y franceses (vascos
laburdinos). Es conocido como el partido de Irun, sin fecha u otra referencia, porque para los
vascos fue el mayor acontecimiento deportivo del siglo.
Antes de las diez, doce mil hombres (Irun contaba entonces con menos de cinco mil
habitantes) se amontonaban en las quince gradas levantadas a cada lado de la amplia plaza.
Todos los balcones y todas las ventanas de las casas de circundantes estaban a rebosar de
gente. Los árboles se doblaban bajo el peso de los racimos humanos, y hasta los tejados
estaban llenos.

La victoria de los laburdinos, cómo no, fue cantada en versos. Más llamativo es el hecho de
que este partido tuviera eco en el Journal du Havre, un periódico del Norte de Francia. Ésta es
la primera crónica deportiva dedicada a la pelota vasca, lo que demuestra el grado de
reconocimiento que ya había comenzado a tener fuera de Euskal Herria.

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