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Luciano Lutereau Elidioma de los ninos Lo infantil en nuestra €poca Letina textes [undamentales del psicoanalisis Lutereau, Luciano El idioma de los nifios : Lo infantil en nuestra época ~ 1* ed. — Buenos Aires : Letra Viva, 2014 77p.;20x13 cm. ISBN 978-950-649-550-3 1. Psicoandlisis. I. Titulo CDD 150.195 © 2014, Letra Viva, Libreria y Editorial Av. Coronel Diaz 1837, (1425) C. A. de Buenos Aires, Argentina info@imagoagenda.com © 2014, Luciano Lutereau llutereau@googlemail.com Direccién editorial: LEANDRO SALGADO Primera edicién: Septiembre de 2014 Queda hecho el depésito que marca la Ley 11.723 Impreso en la Argentina - Printed in Argentina Queda prohibida, bajo las sanciones que marcan las leyes, la reproduc- cién total o parcial de esta obra bajo cualquier método de impresién incluidos la reprografia, la fotocopia y el tratamiento digital, sin previa autorizacion escrita de los titulares del copyright. Indice El idioma. de los nifos. Lo infantil en nuestra época ... Prefacio. gCémo conversar con un nifio? .. . El] juego de la ficcibn. ... 2.0.2... Los cuentos dehadas......... Cuando los nifios se accidentan?. El “egoismo” de losnifos ....... Los (malos) hébitos .......... Los (video) juegos Ninos sin limites?.........2.. El diagnostico escolar... . Infancia triste............. éQuéesunnifio?.........022. 15 21 .20 ol 85 41 47 53 59 .67 .78 ae u 9 S nH 5 AY °o me 8 AY < “La infancia goza de una oscuridad que sélo iluminan los actos libres.” Mikel Dufrenne Prefacio El titulo de este libro padece de cierta ironia. Por un lado, remite al ensayo “El idioma de los argentinos” (1927) —por el cual Jorge Luis Borges obtendria en 1929 el Segundo Premio Muni- cipal-; por otro lado, al mas reciente El idioma de los lacanianos (1995) de Jorge Banos Orellana. Tanto por una via, como por la otra, se apunta a lo mismo: lo infantil es un modo de hablar, y es a partir de la relacién que el nifio mantiene con el lenguaje que pueden reconocerse esos modos de vivir y de ser que llamamos “infancia”. Los ensayos breves aqui reunidos tienen una procedencia especifica. La mayoria de ellos fueron publicados como notas periodisticas en diferentes medios graficos (Pagina 12, Clarin, El Litoral) con el formato de articulos de divul- gacion, que debian responder a cuestiones concretas y cotidianas. Desde hace algun tiempo mi interés principal, en la ensefianza del psicoa- nalisis, radica en el intento de transmitir los 11 5 } { Luciano LUTEREAU conceptos mas arduos sin apelar a tecnicismos. Hoy en dia, considero mas importante el retorno a la experiencia analitica antes que el esclareci- miento de obras particulares. Por eso, al redactar y revisar estas paginas siempre tuve en mente los esfuerzos de F. Dolto y D. W. Winnicott por llegar al publico amplio sin concesiones a partir de sus comunicaciones publicas (para “padres”) y conversaciones radiales. La rigurosidad no puede estar en los términos utilizados, sino en las encrucijadas clinicas delimitadas. Asimismo, en el conjunto de estos textos se destacan dos complementos. Los capitulos “Los cuentos de hadas” y “;Qué es un nino?” fueron escritos como prélogos para dos libros de Liora Stavchansky: Los nivios y la literatura infantil y Bordes de lo infantil, ambos publicados por Letra Viva. Es a esta autora —y a Alejandra Taboada Lobato— a quien quisiera agradecer, no solo por la invitacié6n a presentar sus libros, sino por la ocasion de dictar un seminario, con el titulo “El idioma de los nifios”, en el Colegio de Psicoana- lisis Lacaniano (México), los dias 2 y 3 de octubre de 2014. Esta circunstancia fue una preciada prueba de fuego para exponer que las intui- ciones compiladas en este libro pueden llevar el tono de la divulgacién sin implicar vulgaridad. Muchas veces esta ultima se encuentra mas en los escritos que aparentan academicismo 0 se esconden detras de una jerga especializada. 12 EL IDIOMA DE LOS NINOS Para concluir, un ultimo agradecimiento a Enrique Butti, editor de El Litoral, por la promo- cién de la seccién “Espacio para el psicoanalisis” en dicho periddico, donde a través del inter- cambio con lectores se gest6 la idea de este libro. Luciano Lutereau 13 jews “pre ner eeegner i } ig ee ag eg oe _ ee Hine EO iy Ri a RL i eI i ii tl ei aie Silly end baci Ee aR Hi a Ta Como conversar con un nino? En términos generales, podria decirse que la infancia es un modo de hablar. Mas alla de cual- quier precision cronolégica, la posicion infantil se caracteriza por un modo particular de relacion con el adulto: la pregunta. Asi lo afirm6 el psicoa- nalista Jacques Lacan en diferentes ocasiones, por ejemplo en el seminario Los cuatro conceptos fundamentales del psicoandlisis (1964): “Todos los por qué del nifio no surgen de una avidez por la raz6n de las cosas —m4s bien cons- tituwyen una puesta a prueba del adulto, un jpor qué me dices eso? resucitado siempre de lo mas hondo —que es el enigma del deseo del adulto.” En efecto, en absoluto se trata de que estas preguntas se dirijan de modo concreto (en tanto dichos), sino que el decir tenga la forma de una inclinacién por el deseo del adulto. Este ultimo 15 iota tee (a OE A a Reda Lear Luciano LUTEREAU aspecto se verifica en lo dificil que es desdecirse con un nifio —ellos mismos suelen inquietarse al respecto: “Pero vos me prometiste...”, esto es, el decir toma incluso el estatuto de un acto, como en la promesa—, pero mucho mas en una situacién que casi todos hemos vivido alguna vez: encontramos a un nifo en la calle, entu- siasmado con algun juguete, y nos acercamos, le tocamos la cabeza y preguntamos: “,Como te llamas? 3A qué estas jugando?”. Imaginemos por un momento que alguien se acercara a nosotros en un viaje en transporte publico, nos tocara y preguntara: “;Qué estas leyendo?”. Nuestra respuesta seria seguramente la de un rechazo radical. Sin embargo, los nifios no rechazan a los otros, sino que de forma mas 0 menos inme- diata se instalan en una conversacién animada ~y, de hecho, cuando un nifio es retraido o timido produce algun tipo de preocupacién—. En ultima instancia, es a los nifios a quienes se dice “jNo hables con extrafios!”. Ahora bien, esta ultima indicacién permite ubicar una primera forma de responder al modo de hablar de los nifos. Curiosamente, esta actitud dista mucho de la del educador. Pienso, por ejemplo, en el caso de un nifio que, luego de que le propusiera dejar de jugar por ese dia para concluir la sesién, me dijera: “Pelotudo”. Frente a mi sorpresa ante el insulto, él agrego: “Es la primera vez que digo una mala palabra”. kn 16 EL IDIOMA DE LOS NINOS este punto, el insulto valia como don 0 regalo a] analista. Un educador, o bien cualquier figura adulta que hiciera consistir un saber Propio, habria reprendido al nino: “Decir malas palabras no es correcto”. Sin embargo, desde la posicig, analitica es notable ubicar una primera cond}. cion para conversar con un nifo, esto es, no sancionar moralmente los dichos del nino, sing advertir su referencia al decir. A partir de lo anterior, pueden ubicarse do, consideraciones. Por un lado, la posicién gg] analista en la clinica con nifios implica un, suerte de suposicién de saber invertida, esto es, es el nifio quien suele ensefar al adulto aquello que mas le interesa. Esta cuestion es de part;- cular importancia, y suele acarrear cierto Alivio, a la hora de entrever que el analista con Nifios no necesita ser un especialista en Juegos infan_ tiles ni en series animadas, sino que debe ung completa atencién a las posiciones subjetivas dg} nifio, cuyo saber se concentra en lo que Freyg llamaba “teorias sexuales infantiles”. Por otro lado, la clinica con nifios no es una clinica de la divisién subjetiva en el sentido qe las formaciones del inconsciente. En el caso de un adulto, la puesta en marcha del tratamient, consiste en instaurar esa forma de divisiOn entre lo dicho y el decir, entre lo dicho y aquello que se quiso decir, que suelve resolverse del mod, siguiente: “Qué quiere decir este fendmeno?”. y 17 Luciano LUTEREAU asi, desde un lapsus, hasta un suefio, y el sintoma mismo, quedan interrogados por su sentido, mientras seria ridiculo esperar que un nifo se pregunte qué quiso decir... en el momento de - jugar. En efecto, el juego es la formacion del inconsciente privilegiada en la infancia, pero su textura es de otro orden, ya que no interpela respecto de su sentido e invita menos a un desci- framiento que a una puesta en acto. Este aspecto es particularmente relevante a la hora de pensar las intervenciones en la infancia. Esta ultima circunstancia implica que la posi- . cién del analista ante el sintoma en la infancia no se dirime en una mera consolacién ni, mucho menos, en una especie de competidor de lo que los padres ignoran del padecimiento de su hijo. Un analista no ensefia a ser mejores padres. En todo caso, puede colaborar para que estos puedan tener una relacién menos sufriente con la respuesta sintomatica de sus hijos. Justamente, suele ocurrir que sean los nifos quienes puedan interpelar a sus progenitores. No pocas veces en el tratamiento de adultos suele ocurrir que los mejores interpretadores sean los hijos. Después de todo, desde la Antigtiedad es sabido que los nifios y los locos son quienes dicen la verdad... Por ultimo, si a través del juego un analista soporta ser el interlocutor de un nino, desti- tuido de saber, dejandose ensefiar, en desmedro 18 : z & ¥ B : EL IDIOMA DE LOS NINOS de imponer una autoridad impostada, es posible que el padecimiento se oriente en una direccién saludable. En definitiva, no hay posicién menos sufriente para un nifio que la de no tener con quien hablar. 19 El juego de la ficcién El juego nunca es lo que parece. Al menos, hay cierto aspecto del juego que desafia la intuicién. Por lo general, cuando creemos —cuando se nos presenta como evidente— que un nifio juega, ahi no esta pasando gran cosa. Y, por el contrario, es en ciertos margenes casi imperceptibles donde cobra mayor relevancia la actividad lidica. Podria ilustrar esta cuestién con una breve anécdota personal. Tengo un vecino de alrededor de nueve anos que suele jugar en la terraza de su casa, sobre un techo que tiene vista al living de la mia. Hace un tiempo, mientras me prepa- raba para salir y me peinaba frente al espejo, iniclamos una conversacion: —i Qué estas haciendo? ~—Me estoy peinando. —Ay, jqué coqueto! —Bueno, cada uno tiene lo suyo. 21 LUCIANO LUTEREAU —{Por qué no te rapas? —Me gusta usar el pelo largo. —jQué coqueto! _Es cierto, cuando sea mds grande ya se me > va a pasar. Después de este breve intercambio, mi vecino volvié a entretenerse con la rama de un Arbol en la terraza de su casa. Nuestro encuentro fue un claro ejemplo de lo que llamaria “secuencia lidica”. En primer lugar, porque el juego implica una actividad que pone en cuestién el ser de los participantes. Esto es algo que puede notarse en la curiosidad que motiva las preguntas surgidas; a partir de ese momento, estamos dispuestos a que no sea evidente quienes somos, sino que es mucho mas importante interrogarnos en lo mas nimio y trivial (por ejemplo, el pelo). Llamaria a esta condicion el “rechazo del ser” de los ninos. En efecto, no hay injuria mds dolorosa en la infancia que quedar fijado en un ser especifico —“el que lo dice lo es”, suelen decir— sin interesar tanto de qué se trate como del hecho de serlo. Esta misma puesta entre paréntesis del ser puede compro- barse en las preguntas del “por qué” infantil, donde no se trata tanto de una inquietud epis- témica como de interrogar quién cree que es aquella persona que habla. Este modo de relacion (con el ser) que implica el juego lleva a una segunda consideracion: Sl 22 - FESR RE TR RN Tear EL IDIOMA DE LOS NINOS no se trata del ser, es porque en la experiencia lidica vale mas hacerse. He aqui un aspecto del que suelen quejarse los padres: “se hace el tonto”, “melo hace a proposito”, etc. En ultima instancia, estos reproches parentales indican un prejuicio habitual, la confusién del fingimiento infantil con la mentira. Los primeros juegos (hacerse el dormido, el distraido, etc.) siempre apuntan a comprobar que el adulto no sabe tanto como podria creerse. La ficcién no es el engafio, y es un error rebajar el goce de la simulacién —que _ tanto fascina a los nifos—a una actitud taimada. . En todo caso, cabria preguntarse mejor por qué los adultos tienen tantos pruritos para dejarse capturar por el mimetismo que tanto divierte a los nifios, al punto de sancionarlo con una condena moral. Estos aspectos son notorios en la secuencia presentada. Cuando mi vecino pregunta qué estoy haciendo, me invita a suponer que estoy haciendo algo mas que peinarme frente al espejo; incluso se burla un poco de mi, al espetarme clerta “coqueteria”, pero antes que un agravio en sus dichos insiste algo que no se dice: he aqui el motivo de su “por qué”, donde la pregunta por la causa habla mas de él que de mi. Después de todo, es él quien lleva el pelo rapado, debido a las veces que contrajo piojos —y hasta lo pude oir correr algunas veces para esconderse y no ir a peluqueria—. Por cierto, podria haberle respon- 23 | 5 a | A 4 | Luciano LUTEREAU dido: “Cuando vos seas grande, hacé con tu pelo lo que te plazca”; sin embargo, los nifios no estan dispuestos a este tipo de atribucién yoica. El “yo” siempre pone en cortocircuito la capacidad de jugar —en el caso de los adultos, hasta produce agresividad que se nos interpele de ese modo-. En la secuencia, en cambio, aunque hablo de mi le estoy hablando a él. Yo (mi “yo”) no soy mas que una excusa para continuar con su juego. {Qué le estoy diciendo? jVaya uno a saber! jQué importa! jNuestro juego no es mas que la parodia de una conversacién! No obstante, eso no le quita seriedad. A partir de lo anterior, pueden concluirse algunas observaciones en torno a la ficcidn en la infancia. Por un lado, la ficcién instaura un mundo de irrealidad. Lo “irreal” no debe ser entendido como “no real”, sino como un comple- tamiento de lo real a través de zonas donde lo que es puede ser puesto en suspenso, por ejemplo, en vistas del disfrute estético o el aprendizaje. Por otro lado, una segunda acepcion de lo ficticio remite al fingir y el goce de la simulacion, que permite reconocer el juego mas alla de la diver- sién y el entretenimiento. Por ultimo, la ficcién también indica una fijeza, la de aquello que mas preocupa a un nifio y que sélo puede compartir con alguien si éste esta dispuesto a dejarse enganar. | 24 5 BNE DGS RRR RT pg ih POEM Los cuentos de hadas La Infancia es un territorio en el que ocurren cosas. Sin embargo, estos eventos no tienen la estructura causal que encontramos en nuestro mundo cotidiano. La ley de determinacion de los fenémenos, su articulacién en términos de causa y efecto, es un aspecto propio de la vida entre adultos. Por eso la infancia no es un mundo. sino mas bien pn compas de suspensi6n. : ntre la cau ino i duce una hiancia, {Como len olan ado?" duce yo al mundo? éDénde queda el cielo?”, “Falta mucho para llegar?”, etc. En cierta ocasién —recuerdo— una sobrina me pregunto respecto de mi esposa: Ella es lamamé de Joaquin?”. “Si” le respond: a lo cual agreg6: “;Por qué?”. Cualquiera que haya estado del otro lado frente a estas preguntas sabe que no hay respuesta posible para satisfacer al nifio que se Proponga en funcién de establecer una relacién 20 LuciANo LUTEREAU de determinacién. Siempre se estara hablando de otra cosa. La infancia es Ofra cosa. Con los‘nifios, inmediatamente corroboramos la distancia entre lo que pensamos y lo que decimos, entre lo que queremos decir y lo que dijimos, entre lo que hemos dicho y lo que se entendio, etc. La infancia es esa distancia. Un territorio. He aqui el hueco en que “algo” puede ocurrir. “Algo”, gqué? {Quien sabe? Los psicélogos evolu- tivos acostumbraban a llamar “animismo” _vinculdndolo con la mentalidad de sociedades llamadas “primitivas’— a este modo de proceder. Sin embargo, en lo fundamental esta designa- cién no es del todo precisa: el encantamiento del mundo en que consiste la infancia no consiste sélo en dotar de magia y vida —la magia de la vida misma— a aquello que pareciera no tenerlo, sino que lo encontramos en un modo de relacio- narse con las palabras y el lenguaje. En ultima instancia, la infancia es un modo de hablar. Un tiempo atrés una nina me hablaba de una actriz que yo no conocia. Le pregunté en qué pelicula habia trabaj ado. Frente a mi desconoci- miento, ella pregunto: “zNo viste Harry Potter? ‘No tuviste infancia!”. En efecto, yo no tuve infancia. Dicho de otro modo, la infancia no es algo que se tiene, aunque si se la puede perder (como la inocencia); en todo caso, la infancia siempre se tiene en pasado, pero en un tiempo pretérito que nunca ocurri6. 26 Ah SL ABR OREO PL Aa he he PI ARG HRD AS AG RIED BN A ea ie os SS ke fe RE [ Bs fe ue ri EL IDIOMA DE LOS NINOS ‘No tuviste infancia”, un reproche bastante habitual —y no sélo entre los nifios—, remite a algo diferente que una edad cronolégica. Asimismo “No tuviste infancia” no es lo mismo que decir “No fuiste nifio”; porque, por cierto, son cada vez mas hoy en dia los nifios sin infancia, que dilapidan la posibilidad de jugar a expensas del aburrimiento y el afan de estar entretenidos cuando no tienen que salir a trabajar y lidiar - con un mundo que solo evita expulsarlos a condi- cién someterlos. La etimologia de esta tltima palabra lo indica: infans es el que no habla... pero, {no querra eso decir que es quien no habla... como los adultos? No tuviste infancia”, en el caso de esta nifa ? es decir otra cosa, algo diferente a la indica- cién de un pufiado de ajios. Pero, {qué es lo que dice? jImposible saberlo! Aunque sea total- mente cierto, porque también es un saber sobre lo imposible. “No tuviste infancia” podria ser un equivalente a “Con vos no se puede hablar, no te das cuenta de que no importa ver una peli- cula para que podamos hablar, sélo los adultos tienen que estar seguros de lo que dicen y nece- sitan verificar sus dichos”, o bien “;Por qué me hacés explicarte lo que quiere decir lo que digo? jParecés mi mamé o un profesor!”. En cualquier caso, u otro posible, se trataria de una rectifica- cion del Otro, porque —en definitiva— se estaria tratando de una rectificacién de esa Otra cosa. 27 Luciano LUTEREAU La infancia radica en el acontecimiento de Otra cosa. Esto es algo que se comprueba en la actitud corriente de los nifios ante las histo- rias que les contamos. ““¥ qué paso después?”, “Qué mas?”, nos preguntan, como Si la formula “Colorin, colorado, este cuento se ha terminado” (o la promesa de felicidad en el futuro) fuera mas una clausula para que los adultos detengan ese poder de alteridad que caracteriza a los nifios que un verdadero interés de estos ultimos. Por lo demas, esta dimension de la Otra cosa, esta inquietante inminencia —este “compas de suspensién”— en que transcurre la infancia, también se aprecia en el sintoma fundamental de los nifios: el miedo. La estructura del miedo se resume en la frase: “Algo va a pasar”, y las diversas respuestas, los diversos miedos que cada nifio puede tener son una forma de inter- pretar esa estructura sintomatica fundamental. “] caballo me va a morder”, “el lobo me va a comer”, etc., son maneras de ilustrar que lo monstruoso esta siempre en el corazén de las historias que atrapan a los ninos. Los llamados “cuentos de hadas” no son un tipo especifico de literatura 6 un género. En muchos casos, ni siquiera incluyen hadas como personajes, sino que son una forma particular de narracion. En el libro célebre de B. Bettel- heim sobre el tema —cuyo titulo original es “Los usos del encantamiento”, publicado en 1976— 28 | id eA PEPER TNE NE. Sag eR RT Foe EE EL IDIOMA DE LOS NINOS se reflejan de modo preciso los conflictos que los cuentos de hadas implican para que el nifio pueda proyectarse y, segun sus ingquietudes crecer. Cada uno de estos cuentos, el interés que por ellos se tenga, habla mas de cada nifio que del cuento. Por eso, no hay estética de los cuentos de hadas que no sea un estudio de las formas del sujeto que promueven. Como bien nos recuerda J. L. Borges, la literatura infantil es literatura sin mas, porque el modo en que usan los nifios el lenguaje es lo propio de la literatura cuando ue resiste a ser una simple comunicacion 0 un mero ~ intercambio de informacion. . He aqui diversas figuras para cernir esa dimension de la Otra cosa que alienta en el terri- _ torio de la infancia; al igual que en el andlisis del suefio, esa Otra cosa suele encontrar algun - punto de figuracion: el “Hombre la bolsa” -o, en su clasica versién freudiana, el “Hombre de arena”. La “bolsa” indica esa distancia, ese mds alla lindante que, en otras circunstancias, se ubica debajo de la cama o en algun otro lugar (la vereda de enfrente, un jardin del fondo, etc.) La literatura infantil delimita espacios para ese territorio cuyos acontecimientos estan fuera del tiempo, en una tierra de Nunca jamds, en el compds pausado del “Erase una vez”. 4 29 | s : 3 i p e E & E ,Cuando los ninos se accidentan? Es un lugar comtin —incluso entre profesio- nales—afirmar que los nifios que se caen, golpean o lastiman con cierta frecuencia requieren limites. Noes mi interés sostener lo contrario, sino indicar que se trata de una afirmacién cuya verdad es parcial y que supone mas de lo que explica. Por un lado, quienes suelen realizar esta interpretacién de los accidentes infantiles se refieren, por lo general, a la “torpeza” de los nifios. Estamos hablando de nijios que “rebotan”, “viven con chichones” o también se han realizado cortes profundos sin darse cuenta del dafio sufrido. Asi, es que suele ser un adulto quien advierta la circunstancia y se acerque a preguntar: “i; Qué te pas6 ahi?”. Esta coyuntura permite apreciar una primera vertiente para pensar los accidentes en los ninos; me refiero a los casos en que estos no regis- tran el dolor, es decir, la vivencia de situaciones 31 LuclaNo LUTEREAU penosas no imprime un compas de espera en sus actividades. Porque el dolor no es una sensacioén objetiva, sino un factor variable en las diferentes personas —Y, en particular, en los ninos— relacio- nado con el tiempo: el dolor implica un momento de recogimiento en que reflexivamente volvemos sobre nosotros mismos para pensar nuestros actos. De ahi que lo que se encuentra danado en este tipo de nifios es mucho mas que la imagen corporal o el calculo de las distancias al moverse. Estos aspectos, en realidad, dependen de uno mucho mas importante, que es la capacidad simbélica en sus origenes (que permite distin- guir el tiempo para cada cosa). Por eso, frente a estos nifios es importante no culpabilizarlos (o bien intentar que acusen recibo de las consecuencias de lo que hacen a través de reproches u otras medidas mas o menos punitorias), sino invitarlos a detenerse por un momento, introducir la importancia de la pausa. Un nifio no empieza a pensar si antes no aprendié a descansar; y uno de los prejuicios més corrientes en nuestros dias es considerar que estos habitos son instintivos o naturales. Por esta via, entonces, este tipo de accidentes se explica por cuestiones relativas a los cuidados tempranos, vinculados principalmente con el uso del tiempo. Sin embargo, éste no es el tinico tipo de acci- dente que encontramos en los nifios. Fn muchas 32 3 : i & : speaggrnite gene ‘eee Anarene a Rae EL IDIOMA DE LOS NINOS otras circunstancias también es frecuente que los padres inmediatamente queden anoticiados por el grito o llanto del nino; y, en particular, noten que el accidente se produce en algin momento “oportuno”, sea cuando aquellos estan por salir o bien al dar alguna indicacién que propone una distancia con ese nifio. Se trata de esos casos que podriamos resumir del modo siguiente: ninos a los que no se les puede quitar la mirada, porque si eso ocurre... algo pasa. En estas situaciones, los padres sienten que ~ los accidentes les estan “dirigidos”, en ocasiones hasta pueden anticiparlos (pero una vez ya ie ocurridos: “Sabia que esto iba a pasar”); y este ee sentimiento singular es el que permite expli- carlos. Antes que una dificultad con el tiempo, - podriamos decir —con un juego de palabras— que son nifios que les han tomado el tiempo a sus padres. Sin embargo, no es cuestién de suponer una mala voluntad 0 capricho en estos nifios, sino la expresién dramatica de un dolor que no pueden manifestar mas que llamando la atenci6n. Lamentablemente, en casos como estos Ultimos no puede ofrecerse una consigna tera- péutica que permita orientar a los padres de antemano, ya que en cada caso seria necesario detenerse a pensar las coordenadas familiares de este sintoma. En resumidas cuentas, es importante destacar que los limites que puede buscar un nifio cuando 33 Luctano LUTEREAU se accidenta no tienen que ver con la imposicién de conductas rigidas o reprensiones. No es cues- tin de flexibilidad o falta de reglas. La situacién es mas compleja, en cualquiera de los dos tipos de casos que hemos presentado en estas lineas, donde hemos demostrado, en principio, que los accidentes no son algo univoco. 34 SELLS PRT et STE TES _ esearch ee ie * Se TR El “egoismo” de los ninos En su novela El mapa y el territorio (Premio ~ Goncourt 2010), Michel Houellebecq se refiere a _. losnifios ymenciona “su egoismo natural y siste- -_. matico, su desconocimiento original de la ley, su -- inmoralidad absoluta que obliga a una educa- ~ cién agotadora y casi siempre infructuosa”. En ~ cierto sentido, su diagnéstico es convergente con el del psicoandlisis freudiano en varios aspectos. Veamoslo. Por un lado, la “inmoralidad” de los nifios ~como también destacara el autor de Tres ensayos de teoria sexual (1905)— radica en su capacidad para transgredir el pudor y la vergiienza. Por eso Freud nombraba al nino como un “perverso polimorfo”. La infancia es ese momento de la vida en que la sancién moral de nuestra conducta es vivida de manera extrafa. Sélo cdén el tiempo es que notamos que la mirada de los demds —al punto de que llegamos a pensarnos a nosotros mismos desde 35 LucIANO LUTEREAU esa mirada ajena— comienza a condicionar nuestra forma de vivir. La adultez comienza con esa capacidad para estar fuera de uno mismo que llamamos “hacer caso” o “cumplir”. Por otro lado, es en este ultimo sentido que puede considerarse en los nifios una actitud que, por definicion, seria transgresora. Sin embargo, este desconocimiento de la ley no quiere decir que estén al margen de la misma. No es que los nifios no la conozcan, sino que no “cumplen” con ella. En todo nifio campea el interés por mostrarnos como se hacen las cosas. Ellos insti- tuyen su propia legalidad. Los adultos tenemos la costumbre de denominar este rasgo con el término “capricho”. Sin embargo, eso no hace mas que denotar la profunda incomprension desde la cual atendemos a lo infantil, el prejuicio adapta- tivo con que escuchamos a los ninos. En ultima instancia, es el primer rasgo mencionado en la referencia anterior, el egoismo, el que permite esclarecer los otros dos (la inmora- lidad y la trasgresi6n) y, esta vez, hacerlo desde un punto de vista positivo. Kn su articulo “Intro- duccion del narcisismo” (1914), Freud se referia a esta particular coordenada de la vida psiquica infantil con las siguientes palabras: « wna sobrestimacion del poder de sus deseos y de sus actos psiquicos, la ‘omnipotencia de los pensamientos’, una fe en la virtud ensalmadora 36 ANE EE TE NEEM Re MEE I Be TURE MET aE a) Soa ee pei cacy ETT ie en eames EL IDIOMA DE LOS NINOS de las palabras y una técnica dirigida al mundo exterior, la ‘magia’...” En cierta medida, la descripcién freudiana retoma puntos semejantes a los indicados por Houellebecq. A decir verdad, el inventor del psicoanalisis fue quiza el primero en insistir en que educar es una tarea imposible —tal como lo dice en su libro El malestar en la cultura (1930). Sin embargo, no se trata de extraer de esta circunstancia una conclusion pesimista 0 apoca- liptica. En todo caso, la cuestion radica en cernir -.- elalcance del narcisismo en la infancia a partir 2 de sus modos de manifestaci6n; en primer lugar, - para no tildar de “egoista” cualquier conducta que no se adapte a nuestras expectativas; en _ segundo lugar, para ubicar las condiciones en ~ que es posible el didlogo con un nifo (especial- _ mente, para que la conversaci6n no sea una mera _instancia de reconocimiento temeroso de la auto- ridad del adulto). Por lo general, los adultos suelen hablar con los nifios como si estos tuvieran una capacidad menor a la que realmente poseen. No me refiero solamente a que imposten la voz o afecten la gestualidad; incluso en los casos mas atentos puede notarse que siempre se presupone que el nifio no sabe: “;Sabés cémo hacer X (lavarse los dientes, ordenar la cama, etc.)? Dejame que yo te muestro”. He aqui otro aspecto singular: 37

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