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Maritza se asegura de cerrar en silencio la puerta al salir con el mayor cuidado del

dormitorio y se acerca a la luz del hall del segundo piso. Por la forma cmo aprieta la
boca yo creo que sali como preocupada, como esperando lo peor. Del bolsillo de su
piyama saca con delicadeza una hoja y antes de abrirla respira fuerte. Felipe, su esposo,
le haba dicho que no era nada, que era una vieja carta de un supuesto primo:
As fue Felipe, no exagero cuando te digo que demoraron dos semanas en llegar
con la ayuda. S, dos semanas, y lo ms raro es que en ninguno de esos das se
me bajaba la fiebre. Todos los das me tomaban la temperatura y siempre el
mismo 40 y medio, dicen que as reacciona normalmente el cuerpo cuando ha
pasado por todo lo que el mo pas. Bueno, la cosa es que la tortura no acababa
ah: Si por las maanas la fiebre me haca delirar, por la noche el fro me
retorca los pocos huesos que an me quedaban enteros. Es que la carpa en la
que nos hicieron dormir a todos los heridos estaba hecha de una tela tan
delgada que ms bien pareca una red. Es ms, era tan, pero tan delgada que
incluso durante una noche alcanc a ver a travs de ella la luz encendida de una
lucirnaga pululando por todo el campamento. Bueno, ojal haya sido una
lucirnaga y no otro de esos episodios delirantes. Pero lo que s rallaba en lo
surreal durante el da era cuando sonaba la maldita sirena del almuerzo: Los
ingenuos voluntarios hacan hileras al frente de los almacenes para ayudar a
repartir los vveres y te juro que haban ms voluntarios que alimentos. Bueno,
por lo menos el hambre me distraa del dolor.
Bueno Felipe, tengo que dejar de escribirte porque la noche se acerca y no creo
que ninguna lucirnaga se d una vueltita justo por mi cama. Lo nico que te
vuelvo a pedir es que esto no lo vea Maritza, es mejor que siga pensando que me
mat bajando las escaleras. Por cierto Le dijiste que fue en las escaleras,
verdad? Si hay alguna peticin que no me puedes negar ahora que estoy muerto
para mi esposa, es por lo menos permitirme inventar mi propia muerte. S, yo s
que es raro, pero caer de unas gradas tiene mucha metfora. Algo as tambin
fue nuestro matrimonio, un tropiezo desde el segundo piso.
Maritza, aprieta an ms fuerte su boca, sus dientes rechinan. Quizs slo comente de
esta carta en el desayuno con Felipe y luego se olvidar de todo. O quin sabe.

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