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El cuento describe cómo una anciana llamada Doña Margarita convirtió la terraza de su departamento en un exuberante jardín con árboles y plantas. Los vecinos se quejaron del jardín, pero cuando ocurrió un terremoto, el edificio de Doña Margarita fue el único que se mantuvo en pie, protegido por las raíces de las plantas de su jardín. Los vecinos celebraron a Doña Margarita como su salvadora y el alcalde prometió que cada nuevo edificio tendría un gran jardín en el
El cuento describe cómo una anciana llamada Doña Margarita convirtió la terraza de su departamento en un exuberante jardín con árboles y plantas. Los vecinos se quejaron del jardín, pero cuando ocurrió un terremoto, el edificio de Doña Margarita fue el único que se mantuvo en pie, protegido por las raíces de las plantas de su jardín. Los vecinos celebraron a Doña Margarita como su salvadora y el alcalde prometió que cada nuevo edificio tendría un gran jardín en el
El cuento describe cómo una anciana llamada Doña Margarita convirtió la terraza de su departamento en un exuberante jardín con árboles y plantas. Los vecinos se quejaron del jardín, pero cuando ocurrió un terremoto, el edificio de Doña Margarita fue el único que se mantuvo en pie, protegido por las raíces de las plantas de su jardín. Los vecinos celebraron a Doña Margarita como su salvadora y el alcalde prometió que cada nuevo edificio tendría un gran jardín en el
altos edificios, uno al lado del otro, para venderlos y ganar dinero. Pero de todos los miles de departamentos que vendi, guard uno para regalrselo a una ta que viva sola en el campo. La ta que se llamaba Margarita - aunque era pobre, viva feliz entre sus rboles, gallinas y flores, lejos de la ciudad; por eso fue que ruando le lleg la noticia del regalo, en vez de alegrarse se turb y no supo qu hacer. Pero fue tanto lo que sus vecinos la animaron, envidindole su suerte y dicindole que a su edad era mejor vivir cerca de doctores y clnicas por si se enfermaba, que un buen da ella hizo sus maletas, se despidi tristemente de su Inicuo y de sus amigos y parti a vivir a la ciudad.
Cuando doa Margarita lleg al barrio en que
estaban las cien torres, casi se cae de espaldas: mirara donde mirara lo nico que se vea era gente, paredes de cemento y ventanas. Ni un solo rbol, ni un solo matorral, ni una brizna de pasto! Cmo voy a vivir aqu - se pregunt - sin nada verde que tocar, ver y oler? Aunque cuando el mayordomo la llev a conocer su departamento que estaba en el piso de ms arriba y ella vio que ste tena una inmensa terraza, su corazn se reanim:
- Voy a convertir esta horrible terraza pelada
en el jardn ms bonito de la ciudad! - se dijo. Y apenas se instal, se puso manos a la obra. Poco a poco, como una hormiga, fue cubriendo las baldosas con jardineras de todos los tamaos, llenndolas con la mejor tierra y plantando en ellas flores, helechos, enredaderas, arbustos y hasta unos rboles de hojas azules que nadie antes haba visto crecer en lo alto de un edificio. Y trabaj, trabaj, maana, tarde, verano e invierno. Pasaron los aos, y mientras las otras torres se llenaban de antenas de radio y televisin y avisos de bebidas y colchones, la de doa Margarita lleg a tener un verdadero oasis florido en el techo. Tanto as, que si a las dems torres del barrio se las segua llamando por su nmero - torre 36, torre 37, torre 38...- a la de ella todo el mundo le deca el "Oasis". Pero sucedi que los habitantes de los departamentos que estaban bajo el de doa Margarita, comenzaron a hacerle la guerra: -Seora: necesitamos el techo para colocar antenas! - Seora: los pjaros de su jardn no nos dejan dormir con sus cantos! - Los bichos, seora, los bichos!
Slo los nios del "Oasis" se sentan
privilegiados y felices de poder subir al techo y explorar ese jardn maravilloso, que ya casi era una selva. Los reclamos fueron poco a poco convirtindose en insultos y amenazas, pero doa Margarita segua adelante como quien oye llover. Ella tena ya ms de noventa aos y su jardn haba crecido de tal modo hacia arriba, hacia los lados y
hacia abajo, que el edificio pareca un bosque
con puertas y ventanas. Un da, cuando los habitantes del "Oasis" estaban reunidos y manqueaban, furiosos, una manera de librarse definitivamente de doa Margarita, alguien lleg gritando:
- Terremoto! La radio anuncia un terremoto
para pasado maana!
Todos se miraron aterrorizados, pues la ciencia
de los terremotos estaba ya entonces tan avanzada que los cientficos podan pronosticar un temblor con la misma exactitud con que ahora calculan los eclipses de la luna. Y as fue cmo no haba pasado una hora cuando llegaron el jefe de polica y el alcalde, para comunicarles que los habitantes deberan abandonar de inmediato las cien torres: - Estos edificios son muy viejos y el peligro de derrumbe es enorme!
Al da siguiente, los miles y miles de familias
empacaron sus ropas, adornos, platos y televisores, y unos llorando y otros en silencio, abandonaron sus departamentos para irse a un campamento de emergencia que la Municipalidad haba instalado sobre un cerro. Y nadie, nadie se acord de doa Margarita que, bajo los rboles azules, regaba y desmalezaba plantas.
Lleg as el da anunciado para la catstrofe y
el barrio de las cien torres pareca un cementerio en el que no volaba una mosca. De pronto se oy un ruido sordo, como el de unos caballos salvajes que vinieran galopando bajo la tierra; aument; la tierra se puso a corcovear y, uno a uno, como unos jinetes viejos y ya dbiles, los cien edificios del barrio cayeron hechos pedazos en el polvo. Desde el cerro en que estaban refugiados, los habitantes de las torres vieron derrumbarse sus hogares y un solo grito de espanto se alz desde sus gargantas. Pero, apenas se fue limpiando la inmensa nube de polvo, los lamentos fueron interrumpidos por los gritos de sorpresa y de alegra de las familias del "Oasis". Porque all lejos, en medio de los escombros de las otras noventa y nueve torres, la de doa Margarita se levantaba intacta, mecindose apenas, como se mecen los rboles con la brisa: abrazada y sostenida por los cientos de races, ramas y enredaderas de su jardn, se haba salvado del terremoto!
Los habitantes del Oasis bajaron corriendo el
cerro, llegaron corriendo a su torre, subieron corriendo las escaleras y, entrando al departamento de doa Margarita, le pidieron perdn y la aclamaron como la salvadora de sus hogares. Ella los miraba con los ojos como palos porque, metida entre sus plantas, rboles y pjaros, no se haba dado cuenta de lo que haba sucedido! Ms tarde lleg el alcalde de la ciudad y ante todos los vecinos prometi que se levantaran otra vez noventa y nueve torres, pero que en el techo de
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cada una - en vez de avisos y antenas - habra un
jardn tan grande y maravilloso como el de doa Margarita.