perder su individualidad
-Amado Nervo.
Por la noche, en el verano, a partir de las doce pueden regarse
los tiestos.
Se supone que a las doce y se supone mal nadie pasar ya
bajo los balcones enmacetados de Madrid; pero si pasa, y ese
abrupto en riego helado cae sobre su cabeza, ni tiene derecho a
quejarse, ni vale la pena, porque el agua, aun as, es bienvenida
en pleno agosto.
Las flores, por su parte, es indecible lo que gozan con ese
riego nocturno, cuya frescura se perpeta, sobre todo en los
balcones de Luis, que miran al Poniente, hasta bien entrada la
maana.
El otro da, a las doce, sobre el ptalo aterciopelado de una
rosa, como sobre la tela de un estuche, radiaba an una gruesa
gota de agua. Haba pasado all buena parte de la noche, fresca
por excepcin, dejndose penetrar por la luna.
Un viento suave la balanceaba en su hamaca olorosa de seda.
Pero avanzaba la maana. El dios traspona ya el meridiano, y
una saeta de oro del arquero divino hiri en pleno corazn a la
gota, tocndola en chispa maravillosa.
Luis, que de antao comprende el lenguaje del agua, como el
sultn Mahmoud comprenda a los pjaros, oy quejarse a la
gota, la cual deca entre suaves quejumbres:
Tengo miedo, ay!, tengo miedo. Siento que empiezo a
evaporarme... Oh sol, no me beses, por Dios! Tus besos hacen
un espantoso dao. Me penetran toda, me abrasan, me
disgregan... Yo no quiero deshacerme, no quiero volatilizarme...
No quiero perder mi individualidad!... Entiendes, oh sol? No
quiero perder mi individualidad.