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Los 4 enemigos más intimidantes del Líder Juvenil / Por Luis Fernández Jr.

Basado en un email escrito a mí equipo de liderazgo.

Quizás este escrito ya sea un poco tarde para muchos de ustedes, pero aunque sea tarde es mas
importante escribirlo que quedarse callado y no decir nada al respecto. Al leer algunos últimos correos
electrónicos de mis compañeros me siento motivado a abrir una conversación de los 4 enemigos que
más intimidan a los líderes juveniles, y quizás al liderazgo en general. Y cuales serán estos enemigos.
¿Será la división? No creo. ¿La pornografía? Tampoco. ¿Será la envidia o celos? Menos. ¿Las 3 F:
Falda, Fama y Finanzas? Tal vez… pero no. Aunque muchas de estas cosas son luchas, todavía son
enemigos externos. Los enemigos que les quiero identificar son aun más poderosos, más crueles y sin
compasión.
Estos son: el conformismo, la baja autoestima, depresión y el cansancio.

El conformismo:
Debemos luchar en contra de conformarnos a nuestra realidad. Debemos saber que Dios aún tiene más
para nosotros. Debemos entender que Dios aún no ha terminado con nosotros. Debemos dejar de
conformarnos con la misma rutina religiosa que nos aparta de una relación genuina con El. Debemos
dejar el conformismo que nos acomoda y nos queda tan bien que se nos hace difícil despojarnos de el.
El conformismo te destruye, te quita la visión y debilita tu liderazgo.

La Baja autoestima:
Debemos luchar en contra de la baja autoestima que nos cohíbe y nos amarra a hacer lo que otros dictan
por nosotros quitándonos nuestra autenticidad. La baja autoestima es sutil y nos mantiene en reacción y
nos quita la acción. Quizás pensamos que la baja autoestima no afecta a líderes. Pero la verdad es que
nos afecta tanto como a cualquier otra persona. Ciertamente el orgullo es un enemigo fuerte, pero la baja
autoestima puede también ser letal para un líder juvenil.

La Depresión:
Debemos luchar en contra de la depresión que nos empuja y nos golpea en la cara recordándonos de
todo lo que no hemos logrado profesionalmente, espiritualmente, emocionalmente y aun físicamente. Es
la depresión la que nos recuerda que los jóvenes se nos escaparon de las manos, lo que NO hemos
alcanzado por dedicarnos al ministerio o lo que seriamos si NO hubiéramos trabajado tanto para Dios.
La depresión nos quita las ganas de vivir, nos quita el alma y nos destruye poco a poco. Y como no
tenemos “ministerios de depresión” en la iglesia, entonces mejor lo callamos aunque muramos por
dentro.

El cansancio:
Debemos luchar en contra del cansancio que nos visita cada vez que hacemos algo bien o mal en el
ministerio, que nos invita a renunciar y a convertirnos en una estadística más del ministerio juvenil.
Debemos romper el ciclo de dar, dar y dar y luego entonces paramos para luego dar más y luego parar.
Es mas conveniente si priorizamos nuestras actividades y logramos mantenernos frescos aunque
estemos trabajando. Hacer menos a largo plazo, en vez de hacer mucho en poco tiempo y no
permanecer. Un líder una vez me dijo, “Si el enemigo no puede pararte, tratara de cansarte.” El
ministerio juvenil es una carrera de resistencia no de velocidad.

En lo personal he luchado con cada uno de estos intimidantes enemigos. Y la verdad es que diariamente
todavía lucho con cada uno de ellos. Pero podremos luchar en contra de ellos, si primeramente
identificamos que existen. Luego debemos unirnos con otros líderes que nos apoyen y nos entiendan,
lideres con los cuales poder abrir el corazón. El liderazgo puede ser un lugar muy solitario, pero todo es
posible para el que cree. Podemos luchar y ponemos ganar. Dios esta apostando en ti. Sí, se puede!

Delegar / por Felix Ortiz


"Así pues, los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y al ver a Jesús,
le adoraron, aunque algunos dudaban. Jesús se acercó a ellos y les dijo: -Dios me ha dado toda autoridad
en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced mis discípulos a todos los habitantes del mundo; bautizadlos
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñadles a cumplir todo lo que os he
mandado. Y sabed que yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." (Mateo 28:16-20)

Uno de los grandes retos de todo pastor de jóvenes es delegar. Delegar es dar a otros parte de nuestra
responsabilidad y también, parte de nuestra autoridad.
Delegar es estar dispuesto a perder el control, a no tomar las decisiones, a dejar, no solamente que otros
las tomen por nosotros, sino asumirlas como propias y seguir el liderazgo de otros en aquellas áreas que
hemos delegado.
Delegar es potenciar, es dar alas, es crear posibilidades para el crecimiento y el desarrollo de otros.
Delegar es también permitir el fracaso, entendiendo que el fracaso es imprescindible para poder crecer,
perfeccionarse, conseguir maestría en cualquier campo de la vida.
Delegar es mostrar confianza, es transmitirle a la otra persona nuestra creencia en ella, su potencial, sus
posibilidades, su futuro. Delegar es tener la íntima convicción de que la gente puede hacer las cosas y
tan sólo necesita la oportunidad, la confianza la creencia.
Delegar es el gozo de ver que los dones se multiplican para la gloria de Dios y la extensión de su reino.
Delegar es ver a las personas como Dios las ve, ver no lo que son, sino aquello que pueden llegar a ser.
Delegar es el privilegio de colaborar con Dios, de ser un instrumento en sus manos para el trabajo
sobrenatural que Él desea hacer en la vida de otras personas.

Delegar es un reto para todo líder sea cual sea su área de ministerio. Delegar produce miedo en muchos
de nosotros.

Algunos de los matices de este miedo son totalmente irracionales. Van muy ligados con nuestra propia
inseguridad. Nos preocupa que si delegamos la gente lo haga bien. Consecuentemente, si lo hace bien,
crezca y nosotros podamos llegar a perder nuestro status delante de los jóvenes.
Precisamente porque nos da miedo que sea capaz de hacerlo bien, nos escudamos en que lo hace mal
para no delegar. El miedo es irracional y cuando caemos en la irracionalidad somos capaces de justificar
lo injustificable.

Otros miedos son, digámoslo así, más presentables en sociedad, incluso reales, auténticos.
Si delegamos el trabajo la tarea no será hecha con la calidad que nosotros la haríamos y que debería ser
hecha. Es cierto, nadie puede objetar contra eso. Sin embargo, si no delego siempre tengo que hacer yo
la tarea, nadie puede reemplazarme, nadie puede alcanzar mis estupendos niveles de calidad porque
nadie puede aprender sin fallar y, cuando alguien está en el proceso de aprendizaje, la calidad a corto
plazo puede resentirse aunque a medio y largo plazo mejore.
Si delegamos perdemos más tiempo explicando cómo hacer las cosas que haciéndolas por nosotros
mismos. Cierto, somos más rápidos, más ágiles, pero siempre estaremos solos si no invertimos el tiempo
necesario en capacitar a otros. A veces pienso que precisamente es eso lo que queremos, tener nosotros
todo el control.
Si delegamos, en muchas ocasiones, perdemos un montón de tiempo en arreglar los “desperfectos” que
otros han creado. Cierto también, pero ya sabemos que forma parte de la lógica del aprendizaje, del
proceso natural. Si no se siembra no hay fruto. Es verdad que entre la siembra y la cosecha hay tiempo y
trabajo duro por en medio. Pero la segunda no es posible sin la primera.

Pienso si en el fondo delegar no será ante todo, y sobre todo, una lucha contra mí mismo, contra mi
tendencia y necesidad humana de tener el control de todas las cosas.
Necesito, en este tema, como en tantos otros, recobrar la perspectiva correcta. No puede haber
crecimiento, desarrollo, madurez en la vida de los jóvenes sin delegación de responsabilidades.
También me doy cuenta que la delegación necesita tener ciertas cualidades para que sea de bendición en
la vida de los jóvenes con los que estoy trabajando.

He de delegar con la motivación correcta. Es una tentación muy humana hacerlo para demostrar que el
delegado no sirve, no es capaz, no es confiable.
He de delegar con el propósito correcto. La finalidad de delegar es ayudar al desarrollo, la madurez, el
crecimiento del joven. La delegación no tiene ningún sentido si no está relacionado con este fin último.
Necesito recordarme que no delego para tener menos trabajo, eso es utilitarismo. Delego para ayudar al
otro a crecer y, en ese proceso, como resultado tengo menos trabajo.
He de delegar en la proporción correcta. Si el reto es ínfimo la persona no crecerá. Si el reto es
abrumador puedo hundirla para siempre. Necesito la sabiduría para delegar en la proporción que le
permita ejercer su fe y tener que enfrentar un desafío.
He de delegar proveyendo los recursos correctos. No puedo delegar sin ofrecer al delegado todos los
recursos para poder llevar a cabo con éxito su misión.
He de delegar con la supervisión correcta. No puede haber delegación sin supervisión. La delegación
carente de supervisión no tiene ningún valor pedagógico. No debo olvidar que cuando no ofrezco la
supervisión necesaria todos los posibles errores son culpa mía.
He de delegar asegurando que existe una evaluación correcta. La delegación también pierde su fuerza
educativa y transformadora si no soy capaz de proveer evaluación. Si no soy capaz de sentarme con el
joven y valorar qué ha ido bien y por qué. Que ha funcionado mal y por qué.
He de delegar con la libertad necesaria. No puedo delegar sin ofrecer libertad para fallar. Sin proveer un
ambiente de gracia en el cual, el fallo es posible y aceptable y no afectará al valor, dignidad o posición
de la personal. He de delegar proveyendo un ambiente de segundas oportunidades.

MI ORACIÓN
Señor ayúdame a delegar. Ayúdame a creer en la gente. Ayúdame a considerar aceptable una pérdida de
calidad en las actividades y las tareas, una pérdida de mi tiempo para explicar, supervisar y evaluar a los
jóvenes, a fin de que éstos puedan desarrollar todo su potencial, pueden crecer, puedan ejercer sus
dones.
Dame valor para sacrificar mi presente en aras del futuro de ellos. ayúdame a estar dispuesto a perder el
control.
Señor, permite que sepa delegar bien, con la motivación y el propósito correctos. Ofreciendo los
recursos y la supervisión necesaria. Evaluando fielmente con los jóvenes. Señor, permite que delegue en
un ambiente de libertad, gracia y segundas oportunidades.
Finalmente, Señor, ayúdame a ser lo suficientemente coherente con mi delegación para saber aceptar y
seguir el liderazgo de los jóvenes en aquellas áreas que he sabido delegarles.
Todo ello, para tu gloria.

TU REFLEXIÓN
1. ¿Te cuesta delegar? Si tu respuesta es afirmativa, ¿Por qué te cuesta delegar?

2. ¿Estás dispuesto a tolerar una cierta pérdida de calidad en las tareas, tu tiempo en explicaciones y
supervisión a fin de que otros puedan crecer?

3. ¿Contiene tu delegación los elementos necesarios para hacer de la misma una experiencia
transformadora para los jóvenes?

4. ¿Creas cuando delegas un ambiente de libertad, gracia y segundas oportunidades?

5. ¿Estás dispuesto a seguir el liderazgo de los jóvenes en aquellas áreas que has delegado? ¿Delegas la
autoridad junto con la responsabilidad?

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