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Artículo publicado en la revista LiberAddictus.

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Tratamiento psicoterapéutico grupal de


adictos en recuperación depresivos1

Andrés Cuauhtémoc Tovilla Sáenz2

El trastorno depresivo y su relación


con la recuperación de la adicción
La depresión es un cuadro clínico característico en una época en que
cada vez menos personas toleran la frustración de percibir la brecha
entre los anhelos creados por un ideal del Yo reforzado socialmente y la
realidad individual. Son tiempos en los que la desintegración familiar, la
incorporación de la mujer al mercado de trabajo, los abandonos y maltratos
reales y percibidos, se han constituido en variables que, en su momento,
dan lugar a síntomas depresivos que habrán de paliarse con sustancias
adictivas u otras compulsiones. Son momentos de culpa y vergüenza
en los que las personas tratan de encontrar remedios inmediatos a las
desazones afectivas. Surgen con mayor frecuencia, en las personas,
estos pensamientos, que reflejan ideas de incapacidad y que llevan a
despreciarse por no ser como se quisiera ser: “...el desaliento, la culpa y
las ideas delirantes de desprecio por sí mismo dominan el pensamiento
de una persona...por lo común se trata de exageraciones y distorsiones
de lo que cualquier adulto normal sentiría tras un fracaso personal o una
pérdida seria.” (Cameron, 1982).
El individuo queda hundido en una preocupación constante sobre su
poca valía y la incapacidad de salir de la mala situación que percibe. “…la
autocondena alcanza situaciones delirantes. La sensación de no valer nada
y de culpa persiste a pesar de lo que digan o hagan los demás”.
El apoyo puede reforzar la sensación de rechazo que percibe el
psicótico depresivo. No se tiene la capacidad de proyectar la agresión,
sino que, por el contrario, se introyecta. Se somete a maltratos que
justifiquen su propia autodevaluación. Se da la bienvenida a agentes
maltratadores.
1
Aceptar las pérdidas es una tarea imposible para quien está profundamente
deprimido. De ahí que la adaptación a un medio que se percibe hostil no se
presente.
Hay una vuelta —regresión— emocional a niveles infantiles muy primitivos,
en aquel estadio donde el infante era capaz de “controlar” las pérdidas y
las frustraciones. Hay una negativa a salir de los estados de gratificación,
del destete (Poissonnier, 1998), no hay una renuncia a ello y se pretende
regresar a ese momento de gran satisfacción.
La ganancia del auto sacrificio se debe precisamente a la necesidad de
llegar a un punto de indefensión. Se provoca la agresión, pero se le teme
y existe un comportamiento querulante, de reclamo constante por sentirse
siempre objeto de los malos tratos, aunque claro, el delirio le dice que lo
merece, que las puertas se le cierran porque así es la vida.
Pudiera decirse que la depresión psicótica en individuos con trastornos
graves de personalidad, como el fronterizo, adquiere connotaciones agudas,
en episodios delirantes constantes.
Algo que constantemente ilustra la compulsión a la repetición en el
tratamiento de sujetos adictos es la reacción terapéutica negativa, muy
característica en el sujeto borderline. Una consecuencia de este evento es
precisamente la recaída, que puede interpretarse como una vuelta al síntoma
del sujeto derivada de una relación paciente-terapeuta viciada, impregnada
de elementos negativos no procesados, que han sido depositados en primera
instancia en el analista y luego reintroyectados por el paciente.
La adicción, en sus manifestaciones graves, queda aparejada a una
psicosis depresiva. El adicto deprimido está necesitado de una sustancia
que impulse un delirio de omnipotencia: “El psicótico depresivo no expresa
su desprecio contra sí mismo para hacer que los otros lo contradigan...”
(Cameron, 1982). De alguna manera, el consumo de sustancias permite
al depresivo paliar su padecimiento, automedicándose con sustancias que
elevan la neurotransmisión de dopamina, lo cual es imitado por los fármacos
recetados.
En los padecimientos adictivos, sobre todo en las dependencias de
sustancias, siempre existe la tendencia a la recaída, que es precisamente
una “compulsión a la repetición”, concepto que introdujo Freud en 1919,
que daba cuenta de cómo en los estados neuróticos había una propensión
a cometer actos lesivos contra sí mismo de manera continuada. Se trataba
de “enigmáticas tendencias masoquistas del Yo” que se contraponen a la
lógica del principio del placer.
La intención de ser devaluado, el temor al éxito, el sabotaje constante contra
sí mismo, el socavamiento de las metas personales, el abandono y provocación
a las relaciones significativas, son ejemplos de esta compulsión a la repetición,
que se refleja en los cuadros clínicos depresivos. Existe, en las palabras de
Green (1983: 257), “una vuelta masoquista sobre el Yo”, amenazante, que
provoca un gran monto de angustia, donde “la inconciencia de la muerte se
hace inconciencia de la aspiración a morir”. La depresión, para este autor,
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viene a ser el precio que se paga por el apego a los objetos que dan la alegría
de vivir.
La cuestión aquí es cómo cambiar la percepción de una persona tan
perturbada mediante un esfuerzo psicoterapéutico. En primer lugar sí debe
considerarse paralelamente el tratamiento psicofarmacológico, aunque hay
que observar su evolución con cuidado, sobre todo la forma en que se
redirige la energía lograda mediante los cambios neurofisiológicos que los
fármacos proporcionan.
La relación existente entre la personalidad depresiva y el consumo de
sustancias tiene que ver con el hecho de que la aflicción, que es percibida
por el individuo, es cada vez más controlada y apaciguada por medio de la
ingesta de sustancias (Solomon, 2001), puesto que la persona no es capaz
de soportar el dolor, y éste resulta el causante de un deterioro significativo
en todas o casi todas las áreas del individuo, quien se cree incapaz de seguir
el rumbo de su vida, y ésta es la manera de tener el control de sí mismo por
medio de la ilusión efímera que proporciona cierta sustancia. Es sorprendente
el incremento de la población que consume drogas para paliar la angustia
depresiva, en la que el Yo clama una solución (Portillo, 2004).
En un enfoque tradicional, el síntoma adictivo es explicado como una
compulsión regresiva que tiende a la resignificación de la gratificación oral,
para enfrentar montos de angustia que se consideran devastadores por un Yo
enfermo, débil. La personalidad adictiva se caracteriza por una nula tolerancia
a la frustración, puesto que busca por medio de la alucinación una satisfacción
inmediata e intensa; se preocupa por el ahora, en alejar de sí las sensaciones
desagradables producidas por la angustia, que pueden traducirse también en
una sensación subjetiva de vacío y no en las consecuencias que puede producir
esta intoxicación en el futuro. La persona experimenta un gran rechazo de sí
mismo y reniega de su realidad, con una sensación subjetiva de vacío en la
que busca por medio de los tóxicos una aceptación fantasiosa de sí mismo,
puesto que se crea la idea de omnipotencia al consumir la droga, y percibe su
medio más satisfactorio y gratificante.
Durante su infancia, el futuro adicto experimenta el rechazo de sus
progenitores; percibe el entorno carente de cariño; vivencia una relación
inconsistente con los padres, lo que propició una escasa confianza básica
o seguridad de sí mismo, por este motivo busca en el futuro gratificantes
“objeto-sustancia”, o una seguridad ilusoria depositada en la sustancia que
le brinden el cariño y la protección artificial que necesitaba de pequeño.
En un trabajo anterior (Tovilla, 2001) exponía los síntomas característicos
asociados a la depresión que presentan como manifestación de las defensas
maníacas (Seagal, 1962), los adictos en recuperación, en especial los que acuden
a grupos de doce pasos. En este documento retomo dicha sintomatología en
aras de explicar con mayor claridad las manifestaciones depresivas y adictivas
de los pacientes adictos que se encuentran en tratamiento.
Síntomas obseso-compulsivos. Tienen que ver con la defensa maniaca
de control en un enfrentamiento del Yo con sentimientos de devaluación.
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• Pensamiento mágico: hay un gradiente que va desde
el momento en que el sujeto pudiera creer que tiene
una solución exclusiva, divina, omnipotente hacia una
participación en una ilusión grupal. “Si no vienes, recaes”.
Existe una idealización, una sociabilidad sincrética, procesos
de identificación apuntalada.
• Colecciones: hay una obsesión por reunir cosas, con el
pretexto de realizar un hobbie, aunque en ocasiones pudiera
tender a la perversión. El vínculo se ha de procurar en rituales
que probablemente tengan ciertas reglas entre los integrantes.
Hay una serie de llaveros y monedas que se otorgan según el
tiempo que se va cumpliendo.
• Compras compulsivas: también relacionado con el trastorno
maniaco-depresivo. Esto puede llevar a un endeudamiento
francamente autodestructivo.
• Comer compulsivamente y otras formas de gratificación oral.
La “curva de la recuperación”.
• Ciberadicción: como ejemplo claro de una intersubjetividad
anónima, carente de contacto real, en donde se pueden
cristalizar las más diversas fantasías eróticas. Ya hay cibergrupos
de autoayuda.
• Compulsión por la práctica —más bien la recitación—, de
los Pasos. Este tipo de comportamiento es común y hace que
se proyecte una imagen del miembro de estos grupos como
alguien no comprometido con su tratamiento.
• Fantasías masturbatorias y sexuales excesivas: en este sentido
pueden darse ideaciones perversas que pueden llevarse como
contenido discursivo a la sesión grupal y con ello se pretende
evitar el paso al acto, los relatos de esta clase se escuchan con
un alto monto de culpa. En la masturbación se trata de llenar un
hueco sentido. Muchos tratan de realizar sus fantasías sexuales
con otros compañeros. En el tratamiento psicoanalítico grupal,
sería importante diferenciar las fantasías que provienen de esta
manifestación defensiva de las que son representaciones más claras
de las fijaciones preedípicas, que el paciente estaría manifestando
en la situación regresiva promovida por el encuadre grupal.

Síntomas maníaco depresivos. Estos síntomas tienden más bien a


resolver defensivamente las sensaciones depresivas o bien a perpetuarlas
para obtener cierto tipo de ganancia secundaria.

1. Síntomas maniacos. No hay que olvidar que provocar un estado


maniaco constituye, en esencia, una operación antidepresiva
del adicto; se sustituye la sustancia por una actividad frenética,
a fin de evitar la apabullante sensación depresiva. Muchas de
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las actividades alrededor del grupo de autoayuda pueden estar
favoreciendo el surgimiento de estos rasgos.

• Service Junky: se trata de la adicción a prestar servicio no


remunerado, que aleja al adicto de otros vínculos productivos. La
actividad de servicio, “llevar el mensaje a otros adictos”, es una
de las tareas que se cumple como grupo de trabajo y que tiene
una función terapéutica adicional, que apoya la identificación
necesaria para el advenimiento del insight característico de
estos grupos. Sin embargo, no hay que descuidar que esta
tarea puede convertirse en una manifestación maniaca,
defensiva. Si bien es loable que una persona dependiente
haga algo por los demás de manera desinteresada, en ciertos
estadios de la recuperación, el sujeto no se considera digno de
recibir una retribución justa por el trabajo empleado.
• Adicto al trabajo o a los estudios: se desarrolla patológica-
mente una compulsiva actividad laboral o por la adquisición de
conocimientos, relacionada con las mismas fijaciones orales,
que en muchas ocasiones lleva a un desgaste energético
severo, somatizaciones, desórdenes endocrinos, consumo
excesivo de cafeína y, de no detenerse, la recaída en
sustancias psicoactivas. En el relato y en las relaciones
planteadas acerca de estas actividades, no se visualiza
afectividad alguna, si bien pudiera manifestarse un deseo
constante de reconocimiento de tipo narcisista.
• Compulsión sexual: se busca la aceptación de la pareja
con esfuerzos de eficacia sexual. Se tiene fantasías
masturbatorias constantes, con otras manifestaciones
relacionadas con la participación en chats de Internet o
visita compulsiva de páginas pornográficas, uso excesivo
de pornografía, relaciones con personas desconocidas.
• Compulsión por comprar: que se encuentra también relacionada
con el comportamiento obseso-compulsivo. Esta manifestación es
demasiado tentadora, pues en muchas ocasiones el éxito en un
tratamiento psicoterapéutico puede ser medido falazmente por el
éxito material, por lo que el adicto tendería a construir para sí una
imagen de sí mismo, un falso self, a partir de los elementos que
le proporcionan las identificaciones que la mercadotecnia y la
moda ofrecen. El adicto en recuperación consumista es un sujeto
que comúnmente aparece en los grupos de recuperación y su
máscara estará siempre asociada a gratificaciones narcisistas
pospuestas durante las fases más crudas de la adicción activa.
• Lugar común: estudiar especialización en adicciones o
convertirse en terapeuta. En este sentido algunos adictos
buscan ponerse por “encima” de los demás, ejerciendo la
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defensa maniaca omnipotente del triunfo sobre otros que le
generan aparentemente ansiedad.

2. Síntomas depresivos

• Queja constante (“búsqueda de apapacho”, “autoconmi-


seración”): el sujeto busca anaclíticamente a sus pares
en el grupo, llega a las sesiones ávido del abrazo, de la
escucha, pero también opone el pretexto de su impotencia,
calificándose inferior.
• Inhabilidad laboral: existe un vacío en el pensamiento que
inhibe la capacidad laboral, se trata de miembros que se
colocan en una posición anaclítica, expectante, como si los
demás miembros del grupo adivinaran qué le sucede.
• Discurso pesimista: que aleja a los seres queridos. Miedo
al éxito que es constantemente manifestado como tal, con
un tono desesperanzado.
• Ideaciones suicidas: a las que el grupo reacciona muchas
veces aterrorizado.
• Reacción de duelo anormal: las vicisitudes existenciales
son magnificadas y se utilizan como justificación para la
inacción y no asunción de responsabilidades.

3. Síntomas sadomasoquistas. Estos síntomas tienen que ver


con la llamada pulsión fanática, donde existe una compulsión a
la repetición o bien con situaciones de prueba contrafóbica, en
la que el adicto trata de repetir, mediante un desplazamiento,
la conducta autodestructiva, para demostrarse a sí mismo que
puede controlar la situación.
En el grupo de autoayuda y otras intersubjetividades que
maneja el adicto en recuperación, pueden surgir estas actitudes
y el intercambio de la pulsión tanática no se hace esperar; sin
embargo, no hay que olvidar que la compulsión a la repetición y
la prueba contrafóbica son síntomas de todo trastorno neurótico
y no es exclusivo de la adicción. También existirán conductas
sintomáticas que tienen que ver más con el castigo, derivado
de la culpa excesiva.

• Relaciones destructivas: con alto grado de abusos


psicológicos y físicos, íntimamente relacionadas con la
necesidad de castigo común en los depresivos.
• Reparaciones compulsivas: otra vez, generadas por la culpa,
esto se hace muchas veces en situaciones de identificación
con otros miembros del grupo que realizan este tipo de
actos. El abatimiento de la culpa mediante estas acciones
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se convierte en patrón de identificación, como elemento útil
que conjura el riesgo a la recaída.
• Someterse a prácticas de recuperación que implican
sufrimiento moral y físico.
• Someterse o cometer abusos sexuales: se trata de una
descarga agresiva; muchas veces se realiza con compañeros
elegidos narcisísticamente.
• Abusar económicamente de los recién llegados al grupo
de autoayuda: miembros experimentados del grupo,
pueden desarrollar una conducta sociopática consistente
en explotar a los nuevos integrantes, quienes con una
gran necesidad de pertenencia y acompañados de la
depresión, pueden someterse.
• Entrar en la competencia grupal de autodevaluarse, a fin
de no aparecer como “soberbio”: “Es tanto lo que me han
exigido, que creo que no podré…”
• Prácticas sexuales francamente sadomasoquistas y
conductas sexuales riesgosas.
• Culpa excesiva derivada de una autodevaluación constante
propiciada por la dinámica de grupo.

4. Síntomas narcisistas. La gratificación omnipotente que


el adicto en recuperación busca frenéticamente se hace
manifiesta en el funcionamiento grupal, sobre todo en
situaciones en las que se adquiere el liderazgo del grupo.
En el grupo de autoayuda, el liderazgo no está definido en
absoluto, a diferencia del grupo terapéutico, lo que implica
normalmente disputas por el poder y el surgimiento de rasgos
agresivos vinculados con la personalidad sociopática, que se
caracterizan por los siguientes rasgos:

• Falta o escasez de empatía: no existe una respuesta


emocional hacia el otro, solamente se está hambriento
del reconocimiento externo.
• Existen grandes esfuerzos por exhibirse y su necesidad por
los demás es muy intensa, se cambia de ropa y aspecto.
• Preocupación egoísta por la recuperación, que incluso se
alimenta en la intersubjetividad grupal cuando se les dice a
los miembros “este es un programa egoísta”.
• Deseo patológico de sustitución de la gratificación que
proporcionaba el síntoma adictivo. Poder acceder a una
posición de poder permite esta satisfacción, aunque nunca
se encontrará satisfacción.
• Demanda de que la pareja “se recupere al parejo”, tratando
de imponerle acciones para que “se recupere”.
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• “Yo y los que me rodean”. Preocupación por obtener
posiciones de poder, que hace manifiesta una gran necesidad
de reconocimiento. El grupo puede estar en condiciones de
ofrecer esta retribución.

Todos los síntomas citados anteriormente, tienen su reflejo en una


“turbulenta forma de relación interpersonal” (Fonaggy, 2005).

Tratamiento
Actualmente, cuando se busca la salud mental inmediata, se espera la cura
por medio de la receta del psiquiatra. Thase (2004) señala ciertos beneficios
de la psicoterapia con respecto al tratamiento psicofarmacológico:

• No hay efectos colaterales, aunque siempre se corre el


riesgo de la iatrogenia psicoterapéutica.
• Los beneficios persisten en el largo plazo después del
tratamiento.
• Existe un alivio emocional por la seguridad que da un setting
instituido previamente que asegura la rehabilitación.
• Se desarrollan nuevas habilidades para prevenir problemas
futuros.
• Se logra la empatía y el cuidado de un profesional.
• Se desarrolla el optimismo. Esto es muy importante en el
caso del tratamiento de la depresión.
• Se dice además también que para el caso de la depresión,

“…la restricción de la experiencia depresiva que se consigue


por medio de sustancias químicas no equivale a una cura…
es peligroso en extremo dejar de lado la psicoterapia, pues
ésta permite a las personas encontrar sentido a la nueva
identidad que han alcanzado con la medicación y aceptar la
pérdida de la identidad existencial durante la crisis (Solomon,
2001: 131)”.

Yalom (1985) considera que el tratamiento grupal tiene una


serie de elementos que le constituyen en una “experiencia
emocional-correctiva”, que desde mi punto de vista es útil
principalmente en el tratamiento de desórdenes afectivos:
• Una fuerte expresión emocional que es dirigida
interpersonalmente, partiendo de un riesgo asumido por el
paciente al incluirse en el grupo.
• El apoyo grupal suficiente que permite tomar dicho riesgo.
• Una prueba de realidad que permite al paciente examinar
los hechos con la ayuda de una validación consensual de los
miembros del grupo.
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• El reconocimiento de lo apropiado o inapropiado de ciertos
sentimientos y comportamientos, efectuados o evitados.
• Permitirse a sí mismo o a otros interactuar con mayor
profundidad y honestidad.

La experiencia grupal, desde el punto de vista psicoanalítico, da lugar


a una serie de eventos en la psique del individuo, que tiene que ver con
la reconstrucción controlada, a partir de la regresión que este dispositivo
promueve y en virtud de las afectaciones del grupo interno, por parte de un
grupo externo en una condición transferencial, de vivencias en las que el
recuerdo encontrará la resolución afectiva debida, trayendo a la conciencia
los eventos traumáticos y elaborándolos.
Bien puede decirse que esta propuesta se sale de la postura psicoanalítica
grupal más tradicional, en la medida en que se pudiera servir en ciertos
momentos del apoyo, en forma de la ayuda que los miembros del grupo se
dan entre sí, sobre todo dentro de los límites de la sesión. Impulsados por
el terapeuta o por sí mismo, los miembros del grupo interpretan de una
manera distinta las percepciones depresivas del paciente adicto. Se dice
que es un enfoque un tanto salido de los parámetros tradicionales.
El apoyo no se entiende aquí como una forma de sugestión o de
reforzamiento de las defensas, sino como el reforzamiento yoico a través
de intervenciones verbales, tanto del terapeuta como de los compañeros
de grupo, del cual el paciente se beneficia cuando se encuentra involucrado
en la intersubjetividad.
El concepto de apoyo no es entonces el que se entendería como un
reforzamiento de las defensas o de las condiciones egosintónicas, sino
más bien de las condiciones yoicas que protegen específicamente al yo de
impulsos de consecuencias dañinas, como los autodestructivos en el caso
de la depresión, en los momentos en que el riesgo es apreciable; además
de que se tienda a promover la resiliencia, la protección contra la recaída
y el crecimiento.
La introducción de modificaciones a la técnica psicoanalítica que se
traducen en el apoyo propuesto, —“tienden a apartar al terapeuta de la
posición de neutralidad, incluyen el establecimiento de límites, condiciones
particulares para continuar el tratamiento y consejos y prohibiciones para
proteger la vida del paciente, la de otras personas y la sobrevivencia
del tratamiento...” (Kernberg, 1998: 42)—, pudieran considerarse
formas de apoyo que el psicoterapeuta psicoanalítico proporciona de
manera temporal, como parte del encuadre. En su propuesta para el
tratamiento de pacientes fronterizos, grupo dentro del cual existen
deprimidos-adictos, Fonaggy (2005) postula que el punto crucial del
valor de la psicoterapia con trastorno límite de la personalidad es “la
experiencia de otras mentes humanas que tienen en consideración la
mente del paciente”, en esto basa su “terapia de mentalización”; puede
decirse que en el grupo, se da un proceso de conocimiento donde los
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pacientes interactúan y comprenden cómo funciona el psiquismo del
otro, retroalimentándole y permitiéndole así tener un aprendizaje, una
comprensión de sus actuaciones y finalmente iniciar un proceso correctivo
que tienda a instalarse en el grupo interno.
La interpretación que ha de realizarse en este ejercicio terapéutico
grupal tiene muchos campos, que bien podrían ir incluso más allá
de la verbalización de los contenidos inconscientes por parte del
psicoterapeuta. En este sentido, la interpretación en el setting grupal
es un constructo complejo, que se da en un marco de intersubjetividad
muy distinto al del psicoanalista-paciente individual. Cabe agregar aquí
la concepción de algunos autores sobre la interpretación (Etchegoyen,
1988; Coderch, 1993) y la manera en que aplica en el esquema de
tratamiento propuesto para la generación de un insight que tienda a
convertirse en la experiencia que detone la corrección deseada para un
mejor funcionamiento del paciente.
La idea de continuum apoyo-interpretación proviene de la propuesta
que retoma Wallerstein (1989), proveniente de los resultados del
Proyecto Menninger de Investigación en Psicoterapia, donde concluye
que incluso la más interpretativa de las terapias incluye elementos de
apoyo (supportive). Por ello, la psicoterapia psicoanalítica —y en general
la psicoterapia psicodinámica— operan en un continuum interpretativo-
de apoyo (interpretive-supportive) y el uso de mayores intervenciones
interpretativas o de apoyo depende de las necesidades del paciente.
No hay que olvidar que el método psicoanalítico hace consciente lo
inconsciente. Analizar el síntoma, no curarlo. El compromiso es con el
análisis y no con la cura del síntoma, pero éticamente hay que resolver
el síntoma.
El enemigo aparente a vencer es el síntoma, pero se tiene la necesidad
de la progresión, del crecimiento con base en el cambio en la estructura
caracterológica, de manera que se enfrente a la enfermedad en un sentido
más profundo. Entonces, aunque se esté en abstinencia del síntoma
más evidente, el que instituye al grupo, se reconoce la existencia de
otra sintomatología que solamente mediante dicho “cambio profundo de
personalidad”, es posible abatir. Los integrantes de este singular vínculo
grupal se autodenominan “adictos en recuperación” —aunque han sido
seleccionados también por sus recurrentes síntomas depresivos— definidos
como aquella persona que decide seguir un tratamiento debido a su
patología por dependencia de sustancias psicoactivas, como síntoma
primordial. Normalmente, se trata de personas que aceptan obtener una
abstinencia completa de sustancias que alteren el estado de ánimo. La
noción de vínculo en psicoanálisis lleva a la idea del desamparo originario,
falta básica y su intento de relleno mediante una nueva familia, constituida
en la transferencia grupal, que da paso a la existencia de una búsqueda
de fusión en toda configuración vincular, bajo nuevas bases, en las que
puede haber una experiencia emocional correctiva.
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Se dice que los integrantes de un vínculo son capaces de establecer
acuerdos respecto a sus expectativas a nivel de proceso secundario, en
este caso el abatimiento de toda la sintomatología relacionada con la
patología, condición de eficacia en lo que hace a la realización del proyecto
compartido, que llegará a incluir otra clase de vincularidades, ya no
enfocadas específicamente a la “autoterapia”, llegando incluso a relaciones
de pareja, negocios, etcétera.
Hablando de los síntomas que estos grupos pretenden abatir, además de
la compulsión más evidente, pueden clasificarse en obseso-compulsivos,
maníaco-depresivos, sadomasoquistas y narcisistas. El despliegue de estos
síntomas se hace manifiesto en las distintas intersubjetividades en las
que ahora participa el adicto en recuperación. El grupo que se propone es
homogéneo, con un encuadre psicosocial, con fantasías primitivas que están
relacionadas con la omnipotencia. Presenta características isomórficas en
donde hay un estricto criterio de inclusión, la abstinencia completa durante
un tiempo determinado y un cierto grado de conciencia de enfermedad.
En el dispositivo propuesto, el concepto de grupo interno pretende
dar cuenta de la descripción y funcionamiento de la representación
interna del grupo al que pertenecen determinados sujetos agrupados,
relativa a la fantasía inconsciente y a la constitución del aparato psíquico
a partir de la experiencia grupal. El grupo externo, en este caso el
terapéutico, tenderá a superponerse al grupo interno y a reconvertir las
representaciones internas, dándoles un mayor sentido. En una situación
de fijaciones orales, con un aparato psíquico escindido, que se presenta
en los pacientes adictos deprimidos, el grupo tenderá a favorecer, en un
momento dado, la progresión del paciente a posiciones menos voraces y
a integrar el self, aceptando aquellas partes de sí mismo que aparecían
tan inaceptables, generando un pensamiento más positivo sobre sí
mismo, alejándole de las ideaciones depresivas.
El tratamiento en grupo puede ser una solución para mejorar la
sintomatología del paciente adicto en recuperación que se ha deprimido.
El tratamiento que aquí se propone está orientado a ciertas vicisitudes
específicas que caracterizan al sujeto deprimido con un trastorno grave
de la personalidad.
Didier Anzieu (1972) ha propuesto que los grupos, para sostenerse en un
sentido longitudinal, han de cumplir con una doble tarea:

• La satisfacción de las necesidades adaptativas de sus


integrantes (como sobrevivir en su ambiente, realizar sus
posibilidades), y
• Contener, permitir y favorecer el despliegue de sus respectivos
mundos fantasmáticos.

A continuación, se presentan algunas recomendaciones específicas, que serían


focos de atención durante el proceso grupal con esta clase de pacientes:
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• En primer lugar, deben confrontarse las ideaciones suicidas, a la
luz de la dinámica grupal, retroalimentación respetuosa por parte
del grupo.
• Es importante conocer las expectativas —que tienen que ver
con las percepciones— de cada miembro del grupo y del grupo
en general al iniciar el proceso. Es decir, cada miembro del
grupo va conociendo al otro en cuanto a lo que percibe de sí
mismo y lo que desea.
• Incrementar el ámbito en el que la prueba de realidad se
desenvuelve en lo percibido por los demás sobre sus vivencias
propias y el contexto social y cultural, será una tarea que
permitirá el cambio de perspectiva.
• Atacar la ambigüedad (Bleger, 1997), mediante la inter-
pretación de la escisión, es un trabajo complicado que rinde
frutos en la medida en que la angustia por “ser descubierto”
en una posición contradictoria por el grupo, permite al sujeto
una adaptación paulatina a la crítica familiar y social por esa
clase de conductas. Durante el proceso grupal, el paciente
se va dando cuenta de cómo su comportamiento ambiguo ha
generado rechazos y frustraciones.
• Mejorar la capacidad de vincularse o cohesionarse con tareas
comunes, en este caso el crecimiento adaptativo, cada vez con
menos riesgo de recaída y con mayores logros en las distintas
facetas existenciales. Es pertinente que el terapeuta de
manera constante puntualice esta meta, dándole mayor peso al
crecimiento y aprendizaje significativo de las experiencias vitales
que a la simple prevención del comportamiento adictivo.

En el esquema propuesto es necesaria una intervención en la que los


pacientes hagan en el grupo una revisión de las relaciones significativas,
buscando tanto las fortalezas como las debilidades, las soluciones que se
han dado a las relaciones problemáticas, llegando a ligar los eventos más
representativos con la aparición de síntomas depresivos y las soluciones
que se ha pretendido darles para mejorar las sensaciones sufridas, es
decir, se trata de identificar la aparición de las defensas maniacas y su
influencia en los patrones para relacionarse.
Con dicha estrategia, las relaciones más significativas serán evaluadas
en sus aspectos negativos y positivos, los cambios deseados y cómo han
existido pérdidas y duelos atribuibles a las relaciones que han influido
para disparar comportamientos depresivos. Existirán situaciones en el
afrontamiento de situaciones difíciles en las relaciones que es necesario
analizar profundamente y motivar al grupo para que ayude al sujeto a clarificar
los patrones que se manifestaron con mayor claridad. Esto permitirá al sujeto
desarrollar habilidades para enfrentar nuevos problemas vinculares con mayor
eficiencia, tolerando y superando la depresión que pudiera sobrevenir.
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Notas
1
Ponencia presentada en el VII Congreso Nacional de Especialistas en
Adicciones “Depresión, ansiedad y trastornos del sueño asociados al
consumo de drogas”. 17, 18 y 19 de agosto de 2006 en Durango, Dgo.
2
Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo, A.C. (AMPAG),
Universidad Iberoamericana.

Referencias
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1988.
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