LA FLECHA EN EL CORAZON
DEL PRESENTE
Acerca de la conferencia de Foucault sobre
«<2 Qué es la Iustracién?» de Kant
El fallecimiento de Foucault nos ha sorprendido de modo
tan imprevisto yanonadante que apenas puede uno evitarel
pensamiento de que aquise documenta la vida ya doctrina
de-un filésofo en el puro acontecer yla contingencia brutal
de su muerte repentina. También en la lejania se experi-
rmenta la muerte de este hombre de 57 afios como un acon~
tecimiento en cuyainoportunidad se manifesta la violencia
yyla crueldad del tiempo, el poder de lo fctico que aniquila
sin sentido y sin triunfo el significado trabajosamente arti-
culado de la vida humana. Para Foucaultla experienciadela
finitud se ha convertido en una espina filos6fica. Interprets
el poder de la contingencia que, al final, habia identificado
‘con el poder sin més como un guifioestoico en lugar de h
cerloa partir del horizonte dela experiencia ristiana Y, sin
embargo, en él el rasgo estoico del observador capaz de
sguardar una distancia superexacta, obsesionado porla obje~
tividad, estaba imbricado de modo peculiar con el elemento
contrario de la participacién apasionada y autodestructiva
enla actualidad del instante historico.
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Conoci a Foucault el afo pasado y quizé no le com-
prendi bien. Sélo puedo decirlo que de él me impresioné.
Y fue esa tension que escapa a las eategorias descriptivas
convencionales entre una intensa reserva cientifica del
erudito serio que se preocupa por la objetividad por un
lado y la vitalidad politica del intelectual vulnerable, sub-
jetivamente ilusionable y moralmente sensible del otro.
‘Me imagino que Foucault revolvia los archivos con la
tenaz energia de un detective en biisqueda de huellas.
Cuando en marzo de 1983 me hizo la propuesta de que
znos reuniéramos con algunos colegas americanos en no-
vviembre de 1984 en una conferencia a puerta cerrada para
debatir sobre el ensayo que Kant escribié hace 200 afios:
Gontestacin ala pregunta Qué esta luseracién? no sabia yo
rnada de una conferencia que Foucault habia pronunciado
éentonces sobre tal tema. Por supuesto, entendl su oferta
como una invitacién a una discusién en la que debatiria-
1mos (con Hubert Dreyfus, Richard Rorty y Chaeles Tay-
lot) sobre diversas interpretaciones de la Modernidad a
partir de un texto que, en cierto modo, inaugura el dis-
curso filoséfico de los modernos. Tal no era exactamente
la intencién que llevaba la invitacién de Foucault; pero
sélo me di cuenta de ello cuando en mayo de ese afio se
publicé un extracto de la conferencia de Foucault.
En ella no se encuentra el Kant conocido del Orden de
1as casas, el critico del conocimiento que, con su andlisis de
Ja finitud abrié las puertas a la era del pensamiento antro~
pol6gico y de las ciencias humanas. En esa conferencia en-
‘contramos a otro Kant, Kant como precursor de los jove~
nes hegelianos, el primero en romper seriamente con la
herencia metafisica, el primero en separar la Filosofia de
9la Verdad y de la Eternidad y el primero en concentrarse
en lo que hasta entonces habia parecido a los filésofos
como lo no conceptual, el no ser lo absolutamente casual
yyefimero. Foucault descubre en Kant al contemporineo
que convierte ala filosofia esotérica en una eritica del pre~
sente que responde a las provocaciones del momento his-
‘rico. En la respuesta de Kant a la pregunta de ¢Qué es
Ja Tustracién?, Foucault ve una «.
El fil6sofo se convierte en contemporsneo; sale del ano-
nnimato de una empresa impersonal yse daa conocer como
tuna persona de earne y hueso ala que ha de referirse toda
investigaci6n clinica del propio presente con el que se en
frenta. El periodo de la Ilustracién sigue pareciendo re-
‘trospectivamente bajo la descripeién que ha dado de si
‘misma: sefiala Ia entrada en la Modernidad que, a su vez,
se ve condenada a agotar su conciencia y su norma en si
Aunque esto sélo sca la parifrasis del propio curso
‘mental de Foucault, se plantea la pregunta de cémo se
ajusta este tipo de comprensién afirmativa de los moder-
znos en un filosofar orientado hacia nuestra actualidad ¢
inscrito en nuestro presente con la inflexible eritiea de
Foucault ala Modernidad; esto es, cbmo se compadece la
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conciencia propia de Foucault como un pensador en la
tradicién de la Ilustracién con la inequivoca eritica de
Foucault esta forma de conocimiento dela Modernidad.
«Acaso a filosofia de la historia de Kant, la especula-
«i6n sobre la Constitucién de la libertad, sobre la ciuda-
dang universal y la paz perpetua, lainterpretacién del en-
tusiasmo revolucionario como un simbolo del progreso
histérico hacia lo mejor, aaso cada linea de Kant no hu-
biera tenido que suscitar el sareasmo de Foucault, el te6~
rico del poder? {No se ha quedado rigida la historia des-
de el punto de vista del arquedlogo Foucault, convertida
en un iceberg cubierto por las formas crstalinas de forma
ciones discursivas caprichosas? (Asi lo ve en todo caso el
amigo Paul Veyne.) Puede que desde el punto de vista del
genealogista Foucault este iceberg se ponga en movi-
‘miento en forma distinta a como desearia el pensamiento
actualizador de la Modernidad, sinicamente como un ir y
venir sin sentido de procesos anénimos de superacién en
el que lo que siempre aparece es el poder y slo el poder.
En el Orden de las cosas, Foucault descubria en Kant de
‘modo ejemplar la peculiar dinimica de aquella voluntad
de verdad para la que cada frustracin tinicamente es un
‘nuevo aguijén para una produccién cientifica aumentada
y denevo fracasada. La forma de conocimiento dela Mo~
ddernidad se earacteriza por la aporia de que el sujeto cog-
noscente, cuyo centro es él mismo, se recupera de entre
las ruinas de la metafisica para prescribirse a sf mismo,
consciente de sus fuerzas finitas, un proyecto que exigi-
ria una fuerza infinita. Como demuestra Foucault, Kant
transforma esta aporia precisamente en un principio de
construccién de su teoria del conocimiento en la medida
13‘en que reinterpreta las limitaciones de la eapacidad finita
de conocimiento en las condiciones trascendentales de un
conocimiento que avanza hacia lo infinito. El sujeto so-
brecargado estructuralmente queda atrapado en la forma
antropocéntrica de conocimiento y el terreno es entonces
‘ocupado por las ciencias humanas, en las que Foucault ve
‘en operacién una fuerza disciplinada disimulada, Con sus
vvanas pretensiones, nunca demostradas, estas ciencias eri-
igen Ia peligrosa fachada de un saber de validex universal
tras de la cual se esconde la facticidad de la pura voluntad
que desea ser el poder del conocimiento. Solamente en la
estela de esta voluntad de saber sin limites se constituyen
tanto la subjetividad como la autoconciencia de las que
parte Kant
Cuando, provistos de estos recuerdos, retornamos al
texto de la conferencia observamos en verdad algunas me-
didas cautelares contra contradiceiones excesivamente vi-
sibles. Por supuesto, para nosotros la Tlustracién, que
inaugura la Modernidad, no significa tinicamente un pe-
rfodo caprichoso de la historia del espiritu. Foucault pre-
viene frente a la actitud santurrona de aquellos empeiia~
ddos en conservar los restos de la lustracién. Foucault
establece (aunque sea entre paréntesis) de modo expreso
la relacién con los andlisis anteriores. Hoy no podemos
considerar que nuestra tarea consista en mantener prez
sentes la Tustracién y la revolucién como modelos; antes
bien, de lo que se trata es de averiguar los impulsos histo
ricos particulares que se imponen y se ocultan al mismo
tiempo en el pensamiento universal desde fines del si-
glo xvi, Foucault se vuelve contra los pensadores del or-
den, que toman pie en la teoria del eonocimiento de Kant;
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‘como estin siempre Ia bisqueda de las condiciones uni-
vversales bajo las cuales pueda decirse que los enunciados
sean verdaderos 0 falsos sin mas, estos pensadores se en-
‘cuentran apresados en una «analitica dela verdad». A pe~
sar de estas precauciones sigue siendo una sorpresa que,
por otro lado, los pensadores subversivos que tratan de
comprender la agtualidad de su presente, ahora aparecen
como los herederos legitimos dela critica kantiana. Estos
repiten el diagnéstico fundamental de una Modernidad
{que busca su propia seguridad y que Kant fue el primero
en plantear, en las condiciones diferentes de su presente.
Foucault se considera a si mismo como prosecucién de
esta tradicién. Para él, el reto que yace en los textos de
Kant reside en que se trata de descifrar aquella voluntad
‘que una vez se traicioné en su entusiasmo por la Revolu-
cidn Francesa. Esto es, en realidad, aquella voluntad de sa~
ber que no puede admitir la «analitica de la verdad, Si
bien hasta entonces Foucault slo habia encontrado esta
voluntad de saber en las formas modernas de dominacié
con el fin de denunciarl poder, ahora lo muestra bajo una
luz distinta, esto es, como el impulso critico digno de con-
servacién y de renovacién que une a su propio pensa-
:iento con los comienzos de la Modernidad.
De todos los que en mi generacién han realizado el
diagndstico de nuestra época, Foucault es quien ha defi-
nnido mejor el espiritu del tiempo, en parte muy conside~
rable gracias ala seriedad con. que ha perseverado en las
contradicciones productivas. Unicamente un pensamien-
to complejo hace surgir contradicciones rcas de conteni-
do, Es instruetiva la contradiccién en la que se enredé
Kant cuando consideré que el entusiasmo revolucionatio
45cera un signo de la historia que permite observar una mues-
tra inteligible dela especie humana en el mundo de los fe-
‘némenos. Igualmente instructiva es la contradiecién en
que se enreda Foucault cuando contrapone su critica del
poder, orientada hacia la actualidad, con el anlisis de lo
verdadero, de modo tal que aquella critica pierde las pau-
tas normativas que tendria que tomar prestadas de éste.
Quid sea la fuerza de esta contradiccién la que ha recu-
perado Foucault en este su tiltimo texto, siempre dentro
del Ambito mental de la Modernidad que él trataba de
trascender.