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cia de sentido privativa y excluyente, todo lo contrario, hibridizan dichas diferencias, entretejen_ compulsiva- mente las sugerencias. Sugerencias que, dicho sea de paso, se adelantan al compactamiento cognitivo y sen= sible del lector, un adelanto que pro- duce una regi6n de lo imprevisto en medio de ese compactamiento. Si la escritura, en su performan- cia poética, convierte a las palabras en las marcas del entrecruzamiento y Is indiferenciacién, gqué. ocurre cuando un grupo muy particular de estas son sefialadas y dispuestas ala orden de una légica metapoéti- 2, como por ejemplo el «escribir, el sdecir», Ia «palabra», el «papel, a santas, lr smanes © cualquier otra parte de la corporalidad representa- da del enunciador, la nociém misma de epoesiar? Son palabras que des- encadenan una doble escritura en medio del poema, puesto que dan vids a una especie de contra-forma tuna forma que ataca a las demis formas, una forma que las deforma. Vale decir, son palabras que desmar- can a las otras palabras, neutralizan— do el primer nivel de referenciali- dad que portan y direccionando su simbologia hacia una significa cién autocritica. Es ahi donde son remarcadas en un segundo nivel de referencialidad, convirtiéndolas en el lenguaje autorreftexivo del Len- guaje. Aplicaré estas dltimas consi- deraciones al poema *Pufio y letra» de Como Dios manda: Pon Inlet cen el puio: Escribe,escribe, esribe, conza viento y mates,2 contrsombra, contr toda esta horrible mascarada que cruza diariamente nuestros ojo. Pon el psio enla letra borra, borra, borra la sangre que nos cela sombra decramada sobre el alma ya espantosa ‘que pucbla el rostro de la caridad, Golpes con ls letra Pon, laboca en el fondo de este pozo:Y canta, canta, canta verdades que te quepan en un pufio’, “El texto desarrolla una combi- natoria interesante que,escenifica la tensién entre das materializaciones: Ia Tetra consistente, obsesivamente asentada (la letra que golpea), y la corporalidad del receptor interpela- » do’, quien, debido a un tratamien- to sinecdéquico, es expuesto en el centro del poema a través de Ja su gerente imagen del puiio. De este modo, poner la letra en el pufio es diferente a poner el pufio en la letra, La primera situacién ilustra un acto de escritura que se proyecta como la desestabilizacién de los engranajes simbélicos la chorrible mascara- dar con los que los hombres transi- tan la realidad. La escritura pretende otra vez, tal y como ocurrié en el primer poema analizado, represen tar el cuerpo del agente de turno como la zona de contacto que di namiza el choque entre la realidad y el lenguaje.Al respecto, el puio es tuna metafora llamativa de la que se desprende algo mis que la idea de tuna resistencia, pudiendo ser acaso Ia corporalidad que encama el gesto poético de encerrar al mundo con el lenguaje. Encerrarlo para volverlo. corpéreo, és decir, latido, agitacién, sudoracin, para vivificarlo en el movimiento subversor de las pala~ bras. Es una metifora extrafda de la observacién més natural: la imagen de la mano escribiendo es la de un pufio a punto de cerrarse. La segunda situacién, el. pufio en la letra, plantea la posibilidad de reescribir aquella reclidad que se ha codificado desde la violencia, el do- lor y el abandono. El acto de bo- rrar asume la performancia de esta reescritura poética, pues toda bo- rradura desbarata una significacién preexistente y, al mismo tiempo, © Romualdo, Op. Cit, p. 139, 9) Eljuego del poema consiste en levarnos por viviat opciones: et un receptor inter= pelado o el ensneiador poético hablindose para construir una imagen de sf que pondré 2 prueba en el accionar de le escritura 0, por 4406 no,ambas peoyecciones materalizindo- se hasta dejar Constanca de los divesos te ‘ortidos dela enuneiacién yen consecyen- tla, de lor recorrdos por ellengua. marca lo que al inicio de este ensayo describiamos como la sensacién de caida de una significacién que atin no ha tocado la superficie del poe- ‘ma. Esto tiene que ver también con el hecho de que se hable de escri bir en las primeras lineas y de can- tar en las tiltimas, pero no se sabe realmente cudles son las expresiones tesultantes de tales actos. La légica autorreferencial del texto se resu- me, entonces, en una incursién en el lenguaje desde signos tan deses- tabilizadores como «Letray, «pufion, sescribe», eborrar y «cantar. Son los signos de la contra-forma, toda vez que desmarcan y remarcan a todas lis demés palabras, para inscribirlas en la conciencia de ese poeta que es interpelado como las revoluciones de un lenguaje que quiere medir su gravitacién cognitiva y social desde su deconstruccién estética. ‘Tras el anilisis de los tres poe- mas arribo a una premisa por ahora concluyente:|a poetizacién, desde la estética que plantea Romualdo, es una manera de ejercer una fuerza deconstructiva en el lenguaje para sacarnos momentineamente de esta dimensign y reintroducignos desde una sensacién de aparente no posi- cién y no posesién del sentido, acaso para ensayar con nosotros la tentati- va de un aprendizaje y, por ende, la recuperacién de un asombro. Desde la poesia, el lenguaje nada dice ain, y por eso todo lo dice. Alex Morillo Sotomayor (Lima, 1984). Licenciado en Literatura por la Univers- dd Nacional Mayor de San Marcos. Do- cente en el Departamento de Lierstira de Ja Faculiad de Lets y Ciencias Humanas ‘Universidad Nacional Mayor de San Mascos y en ba Escuela de Artes Escénicas y Litertura de la Universidad Cinta Gel Sur, Es micmbro del comité editorial ‘Revi Cia de Litertuat Contes, pubiescion del Departamento de Lite- rata de ly UNMSM. Ha publicado el ppocmario Fragidad dlr vine (2008) y la lnvestigacin La pote nodal EI mudo ys Fundametacin ets en la poesia eta de “Jog Eduardo Bieber (2014). cuando el hombre no es un hombre para el hombre, como tii y yo, tus ojos y mis ojos, vemos al pueblo seguir como un rio de Ligrimast* Bl decir es el acto que estructura odo el texto y llega a la representa ién como el mecanismo de la ex- ralimitacién, porque exhibe como an profundo desfase 1a expectativa de sentidos de las palabras puestas en cuarentena a través del entreco- millado, El entrecomillado es el pri- mer gesto de un posicionamiento objetivador y subversive que deja sin efecto el funcionamiento de los rérminos en su calidad de construc- ciones gue resguardan y transmiten Jos sentidos encomendados por una prictica social, mostrindolas ahora solo como los traz0s que hacen pre~ sente una ausenciat lo que de por si ¢s intraducible e inoperante en ellos. Son trazos motivados por este decir para que atenten contra st anclaje en el dominio de lo poético, y de esta manera rompan ¢l revestimien- to metaférico que les demanda pro- liferar una significacién afianzada en Ja fértil sugerencia, Lo Gnico que se Jes esti permitido referir es que son la materializacién de lo que ya no puede sex nombrado ni conocido:Y Jos recursos que desencadenan la vi- sibilizacion de dicha imposibilidad son los signos de interrogacion. Desde esta perspectiva, el decir libera toda su performancia sobre los signos objetivados para despojarlos dde su condicin de palabras, Esto es, cl decic que cuestiona y sospecha de Jo que nombra deconstruye la légi- ca que entrelaza todas las marcas que componen el poema hasta invertir sus valores, de modo que las palabras ddevienen trazos y los trazos objetiva~ ores ls comillas,se convierten en la -verdadera escritura, debido a que ter- minan concentrando la més intensa significacién del tesco: el hombre ha deslfabetizado sus practicas lingiisti- cas hasta desnaturalizalas en medio del msido generalizado moderno que precariza sas interacciones. La objetivaci6n llega, entonces, por medio de un enunciador que 7 Remaslde, Op. Cit p. 120, poetiza induciendo la desestabi~ lizacién de su posicién en el len- guaje. Desde la remocién donde problematiza, desde ese no lugar, el enunciador coge las palabras sospe- chosas -los traz8¥ sobre los que se ha escrito la sospecha- y los pone a contraluz para constatar su apa rente vaciamiento de sentidos. Lo interesante de esta objetivacién es que nos volvemos a encontrar con diversos grados enunciativos que la potencializan. De este modo, en las tres estrofas el vocative «amor mio» revela Ia dinamizacién de wna pri- ‘mera persona que comparte la ob- jetivacion con una segunda persona, instalindonos en un escenario inti- mo que contrasta muy bien con el hecho de repensar Ia naturaleza y la fancién de los términos interroga- dos en la esfera pblica, en tanto pa trimonio lingtiftico colective que deberfa garantizar el contrato social gue hace posible 1a convivencia en~ tre los ciudadanos. No es gratuita, al respecto, la seleccién de las palabras justicia, dibertad» y samors, como Jas marcas vulnerables de ese con- trate incumplido. Después tenemos luna combinatoria que pluraliza los grados enunciativos anteriores en el poxesivo «nuestro pueblo», ima~ ‘gen que amplia Ia objetivacién para que se pueda advertir en la proble- matizacién de unas cuantas palabras toda una realidad lingiistica que torna incompatible el discurso de los hombres y su experiencia vital Finalmente, las alusiones al mismo thombres en Ja tercera estrofa evi- Gencian un tercer grado de enun- Ciacién gue signa eriticamente el {desfase significativo de dicho voca~ blo, taido abajo desde su pretensi6n mis genetalizante: «cuando el hom- bre no es un hombre para el hom- bre», Como vemos, los tres grados dan cuenta de los miiltiples accesos gue se genera el lenguaje para au- torreferitse como una operatividad dispuesta al rigor de una significa- cién que ensaya, en el terreno de Js fieci6n, su teconfiguracién y su reposicién en la conciencia de-un receptor sorprendido también en su necesidad de salir del lenguaje para repensatlo creativamente . En suma, los accesos representa- dos en la forma de un enunciador poético grafican una clara interven- cién metalingiistica, pues es el Jen- guaje volvigndose mis lenguaje al cercar sus entrampamientos 0 pun tos ciegos. Esto adquiere la fuerza de un abordaje metapottico cuando se muestra que 1a esencia de dicha deconstruccién lingiistica es creati- vat fundir y refundar el Ienguaje es un acto de ereacién, por lo que el ‘mfnimo asomo de una problemati- zacién es un gesto pottico. Por ello, Jas palabras entrecomilladas, al final de cuentas, no dejan de ser palabras, solo padecieron el trinsito de ser trazos durante su sefialamiento en el poema. La poetizacién construy6 la simulacién de su fundicién hasta su condicién de materializaciones objetivables, y desde esa informidad nos interpela ~porque las interroga- ciones Megan hasta nosotros~ para restituirles su anatomia. ‘A estas alturas, las reflexiones de Gilles Deleuze pueden servir para comprender mejor el tipo de escri- tura que Romualdo disefia desde la poesia. La escritura literaria, segan Deleuze, es un devenir en el que Jo que importa no ¢5 alcanzar una forma, sino mis bien encontrar una zona de vecindad, de indiscernibi- lidad o de indiferenciacién’. El de~ venir se contrapone a Ia forma para Deleuze. Si pensamos a la escritura desde la forma nos quedaremos en el nivel de las representaciones, que son, en rigor, cercos que se imponen a la significacién; mientras que si la pensamos desde el devenir nos en- focaremos en el gesto de la disemi- nacién de los sentidos, el gesto que marca a las palabras como puntos de ‘apoyo para mostrar al lenguaje en un. movimiento regenerador. Cuando Deleuze advierte que el gesto escri- tural literario nos eva a una zona de vyecindad se refiere a cémo las pala- bbras estin marcadas ~surcadas~ por clentrecruzamiento de sentidos que su naturaleza estética le demanda. Estas palabras son, ademis, las marcas de la indiferenciacién en la medida de que no albergan ninguna diferen- 7 Gilles Deeuse. Cray nice Barcelo sa Anagram, 1996, pp. 1-13. se produce una situacién de significa ‘adn euyas coordenadas nos indican ‘que la accion sefialada es en la medi- da de que exth didéndose. Dicho esto, se puede observar que no se trata de ‘una realidad nombrada poéticamente, es mis bien un posicionamiento au- torreferencial que fragmenta su ado- samiento con el lenguaje para signar el acto de nombrar principalmente. Un nombramiento no consumado, sino hadéndose en la entinciacién. Pienso, al respecto, en dos hipétesis: © el enunciador poético propone el acto de nombrar como la realizacién deconstructiva maxima de la realidad, cb tinicatealidad de la que @l puede jactarse es precisamente este acto de Inn tuncidn de la primera hipéte- sis ls realidad es eprodigiosas porque es mucho mis que tna predetermi- nacién absoluta e inabareable que, si quiere © no, se somete parcialmen- te al juego de la nominacién. Lo es porguie se muestra viva —spresentes, vertiginosar, vardienter- cuando alcanza una corporalidad lingiisti- ca con tendencia a la diseminaci6n, rehaciéndose apenas adopta la ana- tomia de una palabra y friccionan- do con la corporalidad parlante del enunciador representado, Friccionar ‘es deconstruir, por ello el poema se empecina en entrelazar secuencias de palabras que van zigzagueando entre verso y verso, como la cadena besow, «consteuyor y samarror que intersecta la cadena «golpeor, «des- ‘trozo y slibero». Ambas secuencias contienen las acciones especificas de un mecanismo deconstructivo, acciones que revelan, dicho sea de paso, a un enunciador que toca con ‘el nombras, y este tocar nos acerca mejor a la idea de un lenguaje des- montable y recreable, con miras a su ininterrumpida reinvenci6n, en una espiral de nombres y renombres. 5 Las Mew acerca de ls enunciacidn per formativa lr ecojo de Derrida, quien 2 5 vez problematiza lor portulados de Austin, tobre la diferencia entre lot enunciados alo dios y los denominados consatatives. Estes ‘ikimos se limitan + desribir os hechos, el esado de las cons, descripciones que estin fexpuesta 4 criterior de verdad y flsedad debido a 1 condicion de cormborable. Derrida, Op. Gi, pp.362-369. En un sentido inverso, los pares decdnstructives aludidos exhiben Ih corporalidad comprometida del enunciador, debido a li acelera~ cién pottica del lenguaje. Entonces, atendiendo a la segunda hipétesis, si hacer lenguaje es besar o golpear, el cuerpo del enunciador se erige en la construccién que dinamiza el cho- que entre la realidad y el lenguaje. ‘Nombrar es corporizar el lenguaje, y por ende corporizar la realidad, hhacerla cuerpo en la consistencia gue se propone nombrarla, El acto de nombrar reparte el mismo esta- ALEJANDRO ROMUAIDO Iatorce de los alucinados eleuerpo que mines mar de fondo expat elemental [poesia conerett ‘edieiin extracedinaria | com dion mand “are mun | ek movimiento ye! suefio enti extension de ki palabra POESIA INTEGRA ‘Alejandro Romualda, Poeste Inter (1986) llido de vida ardor, delitio, creci- miento~ tanto para el poeta como para la realidad que convoca. Sumando y restando ambas lec- turas, surge una tercera hipétesis: aqué es lo que se nombra realmente fen el poema? El gran efecto de la nominacién poética es la neutral zadién de todas las fijaciones pasivas {que llegazon a su superficie “las cua- lidades enumeradas de Ja realidad, siendo «muda» curiosamente la pri- mera, acaso para destacar la fuerza de sentido que trae consigo la libe~ racién sonora del nambrariento- Ja neutealizacién supone seialarias* como las materializaciones de una expectativa de sentido, convirtién- dolas finalmente en el insumo para una forma y una signifcaién mayores que se imponen en el poema y Io desbordan: la operatividad del len- guaje. De modo que el despliegue .ducto del engranaje el despliegue ritmi- Jas enumeracio- lonstrucciones el despliegue simbélico pro de las imigenes. co provocado por fesvalternadas y 138 foricas, asi como ana igue, dspone especialmente Sivas palabras como «desechar Giese yon los extados de la expre vrai goa operatividad de Ja que SM piere hablar en el fondo. Ayu- se wrest propésito Ia variaci6m de Jos grados enunciativos, la primera Persons al inicio y Ia segunda pet- Pere en el fragmento final, porque ie Consttuyen en las diferentes en~ teadas 2 exe lenguaje que se busca Gbjetivz Con Ia primera persona Scesdemos a la operatividad desde el enunciador que nombra, mientras {que con lz segunda accedemos a la operatividad desde lo nombrado. EI texto, para sintetizar, nos deja esta vision: si la poesia, como vernos, deconstruye las condiciones de sig- nifiacion que la sortienen en el pla- hho de las epresentaciones, es para repensar st aleance estético y repo- tenciarse como la manifestacién bi- sagra del lenguaje: la énica manera de posicionarse sensiblemente en este es entrando y saliendo desde los poemas : Un texto que ejemplifica muy bien cémo la eseritura poética de Romualdo arremete contra el alean- ce cognitivo y social del lenguaje es @lsitulado «Qué cosa quiere decir justicia?s de Edicién Extraordinari. Qué cosa quiere deci "justi", 2Qué cosa quiere decir “justicia” "libertad", cuando ti y yo sufrimos cada dia Jo que vemos sufrir en nuestro pueblo? 2Qué cosa quiere decir “cielo”, 2Qué cosa quiere decir “cielo” © “infierno”, “paraiso” “mundo libre”, cuando bajo Ia luz de las esrellas, de las estrellas del cielo, nuestros hombres sufren el infier- wo dela explotacién? f Por ilkimo {Qué cota quiere decit “amor”, amor mio? 2Qué cosa de este mundo quiere ecir"“amor”, ™ sociales caracterizadas por la inme- diatez y el practicismo, con la meta~ conciencia apenas adquirida y dise- ada para descentrar aquella Logica instrumental ¢ intervenirla desde los ‘mas transgresores recursos de Ja in vencién poética Especifico un poco mas de qué modo las objetivaciones del decir y de la palabra se ponen al servicio de Ia légica autorrefencial del lenguaje, en medio de la préctica poética. La operatividad del lenguaje esti sei ada y potencializada en los milti- ples grados del devenir enunciativo: decires concentrados en formula- clones corpéreas extrayendo de si corporalidades lingiiisticas, palabras. Las formulaciones corpéreas del decir se desglosan en los conoci- dos niveles de la primera, segunda y tercera persona, y en combinato- rias de singularidades y pluralida- des. Aqui vuelvo a preguntar: zcual es el valor de estas marcas para el gjercicio autorreferencial poético? Responderé evocando una proble- mitica ya conocida en los estudios literarios respecto a la naturaleza de Jas enunciaciones que construyen el discurso poético. La categoria «suje- to liricos (brisches Ich) que plantea Dominique Combe puede ser ctil para esclarecer dicha problemética. ‘Combe sostiene que, en términos generales, toda expresiGn denomi- nada lirica da cuenta de la subjeti- ‘vidad o la orientacin introspectiva de una voz que enuncia,¥ para cal- cular el peso de dicha subjetividad contrapone dos paradigms: por tun lado, el paradigma romintico, donde se asumia que el poema se stransparentabay para dejar apreciar el mundo interior del yo creador- pragmitico. Bajo este horizonte, el acto poético se circunscribia atin al orden de lo mimético, registrando la dimension afectiva de la experiencia vital del autor, volviendo sospecho- so su estatuto ficcional.Y por otro lado, el paradigma posromintico, a partic del cual el yo poético fue asumido como una representacion ‘que trasciende la dimensién subje~ tivo-empirica, rompiendo la ligazén mimética,y la dimension subjetivo- intima, dejindose apreciar en su despliegue etranspersonals, eensan- chindose» hasta encarnar un «am- pio Nesotros inclusive», La despragmatizacion y la desper- sonalizacién acentésen la riqueza del sujeto Ifrico representado, toda vez que este se materializa en diversos niveles enunciativos con el fin de brindar més accesos hacia la inte- Hioridad del Jenguaje. El sujeto liri- co estalla en miiltiples voces, y estas voces dan vida a las modalidades ‘enunciativas que signan la opera tividad del lenguaje y lo objetivan para poner a prueba su alcance re- ferencial y comunicativo. En efecto, son modalidades con la fuerza de posicionamientos -unas voces ha- cia~ que convierten lo referido en el impulso necesario para dar con el revés de las palabras, ahi donde se trama sus expectativas de signifi- cacién, ahi donde estas mismas ex- pectativas son fragmentadas y deses- tabilizadas para vigorizar la idea de una escritura que libera al lenguaje de su imagen de una rutina sensi- ble y cognitiva, trazindola mis bien como un camino a recorrer desde su concientizacién mis creativa, la poética. ¥ todo esto no escapa de tuna atrayente paradoja: dar con el revés de las palabras, y por ende con Ia interioridad del lenguaje, es una ‘manera de desaparecer dicho revés y dicha interioridad. En el espacio del poema, tanto las representaciones ‘como sus légicas y mecanismos su- feen el mismo grado de exposicién, se enfrentan en iguales condiciones ala intemperie. Finalmente, son estas representa ciones de la palabra y de los actos de la escriara y del decir los que re- ccrean una representacion més:la del mismo enunciador poético, quien se muestra en su rol de operador del Jenguaje, y por lo tanto generador rno solo de un conocimiento desde el lenguaje —el artifice de un des- pliegue simbélico sugerente-, sino sobre todo de un conocimiento sobre el lenguaje desde el lengua- J Dominique Combe. La referencialidad Gesdoblada: el sero lirica eat ba fica Ys autebiograSse. Fernando Cabo (comp). "Teras sobre le rica. Madeid, Arco/ Libros SL, 1999, pp. 128-146. je. Solo desde este segundo aleance 1h carga significance dispuesta en el poema puede filtrar sensiblemente Ih realidad que lo rodea. Aqui. son ccruciales las referencias a 1a corpo- alidad comprometida, puesta en riesgo, del agente que interviene en 1, situaci6n de lenguaje que plantea 12 poesia, puesto que desencadenan tuna serie de contrastes con has otras materializaciones expuestas, como es el caso de la palabra misma. Lo que sigue seri un intento de orquestar las ideas anteriores 2 par- tir del anilisis de algunos poemas de Romualdo. Citaré, para comenzar, tun par de Sragmentos del texto G- tulado «La prodigiosa realidads, per~ teneciente al conjunto El cuerpo que i iluminas Mud, presente, extitica, y sin embargo viva, y sin embargo cilida, torl, ver ginow form, la forma compact, audible, ardiente, [a forma que esti aqui, que yo beso y golpea, ¢ yo derz0z0 ¥ Consuye, que yo amaro y libero con sdlo nombre ce nombre surge iamune como una nueva tor que te devuelve como oi en a nombre: deshecha en silabas de amor que yo uno al Oh lamar, nombrarte:migica inuguaciia aya. de lo creado con ua soplo, dicha adinica que ererniza ox ein sto y te rev. EL poema plintea una incursiéa en el lenguaje desde un proceder me- tapoético que coastruye un no higar wun fuera de, on frente aun cerca de aquella dimensiOn- gracks a b fuerza performitica del enunciacién repre- sentada. Una enunciacién performa- tiva signa una circunstancia particule donde el decir revela un hacer, doade 2 Algandso RemesMle, Presi invgre Lia, Eduorial Grifca Labor, 1986, pp 61 9 62. Alejandro Rromusldo, Fotografia: Carlos Dominguez /Jestis Ruiz Durand construcciones simbélicas para re~ Vitalizarlas desde una no posicién: un no control, una no aprehensién del sentido, lo que sin duda es también una manera subversiva de construir sentidos, Romualdo crea el efecto de un no lugar en el lugar removido del Ienguaje gracias 2 la interven- cién de una escritura poética que se desdobla. Esa sensacién de no estar, y por lo tanto de no poser y no disponer del sentido que las palabras buscan concentrar en sus formas, ¢s | experiencia de significacién dew constructiva que nos lleva a reconfi- gurar todo tipo de instrumentalidad y reposicionarnos como los dinami- zadores de una realidad signica que nos colectiviza’, ‘Me guio de Jacques Derrida para preci- sar que wna opericién deconstructiva se basa en invert y en desplazar un orden concep- tual. Jacques Derrida. Miigenes de la flo Madnid, Citedra, 1994, p. 371. En eite esto, Ja inversi6n y el desplazamiento aleanzan su mayor radicalidad no en el lenguaje poéti- co en, que Se esta natwrabuente a partir de estos mecanismos cuando interviene el En la poesia de Romualdo en- contramos también una orientacién clave que entrelaza los factores re- presentados del decir y la palabra: Jas enunciaciones marcadas y obje~ tivadas en el dominio de lo po co permiten, como en el caso de la escritura desdoblada, repensar el al- cance cognitivo y social del lengua- je. Esto ocurre cuando tales repre- sentaciones se ponen al servicio de una légica autorreferencial del lene guaje que hace que este mismo es- timule su puesta en perspectiva cri- tica. La légica autorreferencial torna visible al lenguaje desde los niveles mis diversos y tensivos de significa~ cin que puede llegar a generar. De este modo, para el lector de poesia, el lenguaje no es el estado iltimo 0 consagrado de una operacién suge- tente con los sentidos, es mis bien material lnguistico comin, sino mis bien en la disposicién autocritica de ese lengua- Je, cuando es capaz de autorreferise y pro- Dlematzar su naturaleza, sur elementos y a1 foncionamiento. 1a operatividad misma luchando por un momento de representacién en 1a superficie del poema y con el po~ der de reposicionar creativamente a este sujeto frente al mismo material lingiiistico que le sirve para edificar sus simbolizaciones ordinarias. Lo gue obtiene este lector en la poesia ¢s un material extralimitado y sub vertido debido a la incursién de una fuerza de significacién que objetiva al lenguaje, de modo que antes de experimentar un empleo de este, la sensacién es que se esti frente a él, vera de él, cerca de él Es una situacién, que lo obliga a construir la posicion de un aparente mo-lenguaje, pre mente para aligerar la numetizacién, el adosamiento, la compactacién, respecto a aquello de lo que se dis- uncia, Esta posicién de no-lenguaje supone reconocer el desapego en cuestién como un nuevo apren- dizaje lingifstico, una experiencia que lo obliga a contraponer la con- Ciencia instrumental, ya adquirida y aplicada en las dindmicas expresivas AL PIE LA PALABRA: °. DE LA POSTURA METAPOETICA DE ALEJANDRO ROMUALDO Alex Morillo Sotomayor id Nacional Mayor de San Marcos ones. Con etiquetas como Lotta sociale, la critica ha queri- jo explicar una propuesta estética fanci6a de la postura ideolégica del aucor, y con eso dedujo que esta escritura poética se reducia a una plataforma —bisicamente temitica— para algin tipo de militancia'. Ea as generale, 1 ba consdenndo a con ls eadicéa simboisa de :onincines ~La tr de kes alc nades (1945-1949), Camans Lents (1950) y_ EL cuerpo que i duminas (1950)- y bas ex~ Perimenteiones relacionadas con bi dspo- Sicida visa! de las palabra, por ejemplo, de be reposiiones ~E) moviviens zaehs 9719 En le tein del plas TET son la mejor endencia de bs ee cursor extncos dearroladon por el au%0e tients que la prodscosn intermedia ~ aque agropa 3 Pasa cone (1952), Eb Exccovicara (1938) y Come Dict mands (1987) a sido caicads come la que = ‘on cago exéicosssame debi sl scri= -nsayo no me propongo negar pernencia de lo ideolégico en ha escritura, pero si plantearla de un punto de vista totalmente erence a través de lo que, desde mi apreciacion, se constituye en uno de los valores miximos de la ob. del integrante de la generacién del cincuenta: me refiero a la incursién en el lenguaje desde una conciencia ética que aborda criticamen- una serie de factores convertides en los blancos de la representacién, tales como la palabra: los actos de 1a escrieura, la lectura y el decir; as corporalidades comprometidas del enunciador y del receptor; y la mis- slut Sin embargo, no se ha tomado ba sds umportanca a ls ampliaciéa del re- [Estzo linguisnco y del repertorio temiaco pienso mmediatamente en el poems «La sega), ni a Is recurrente preyecade me- zrmedia, Raigot ‘mo eitor poscea una riquezs estévca que snot demands by dinamizsoén de les con- ceptuluzaciones de lo estético que estamot ‘empleanda en el mareo de ls emudios sobre Allpie de ls palabra, creo y hablo. Y luck y cant, al pie de la espenenze, Alejandro Romualdo ma nocién de poesia. Para decirlo otra manera, quiero proponer ‘otro tipo de realizacién ideologica en la poesia en cuestién, una que le dicta a Romualdo jugarse ef lenguaje en la apuesta de la reinvencién so~ cial y cognitiva que le offece el ejer-

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