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El gato negro

Edgar Allan Poe

- Hijo, he venido para que confieses en esta ltima hora, tus ofensas al Seor y
pueda as absolverte.
- Pero Padre todava no, la ejecucin se va a retrasar, mi abogado esta
- Tranquilamente dormido en su casa.
- No! no!
- No hijo, es intil, ser mejor que te resignes y confes en la bondad de nuestro
Seor.
- Pero le juro que no fui yo, fue el espritu de la perversidad el que me indujo, el
que dirigi todos mis actos.
- Regulo, no dije eso, no tenemos mucho tiempo.
- Padre, acaso usted no se ha sorprendido una y cien veces cometiendo una
accin tonta o malvada por la simple razn de que no deba cometerla?, sus
hbitos han librado a su alma de ese insondable anhelo por vejarse a s misma,
por violentar su propia naturaleza, por hacer mal, por el mal mismo.
- Regulo, si continua no, podre confesarlo.
- No Padre por favor, necesito que alguien me escuche no espero ni pido que
me crea, pero lo que le voy a contar no es un sueo. Tal vez su inteligencia
reduzca mis fantasmas a lugares comunes, oh cuando menos, logre disminuir
mi terror ante ante, lo que me espera.
- Habla hijo, tratar de ayudarte.
- Desde la infancia me destaque por la docilidad y bondad de mi carcter, la
ternura que abrigaba mi corazn era tan grande, que llegaba a convertirme en
objeto de burla para mis compaeros, me gustaban especialmente los
animales, y pasaba los momentos ms felices a su lado, ese rasgo de mi
carcter creci conmigo y cuando llegue a la virilidad se convirti en una de
mis principales fuentes de placer. Hay algo en el generoso y abnegado amor de
un animal que llega directamente en el corazn de aquel que con frecuencia ha
probado la falsa amistad, y la frgil fidelidad del hombre.

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