La verdad, del mismo modo que la bondad y la belleza, es uno de los temas más
importantes de la filosofía en general, y de la Teoría del conocimiento, en particular. Ha
sido por ello un problema filosófico abordado permanentemente y desde diversos enfoques
a lo largo de la historia de la filosofía. Es, pues, desde la filosofía que nos planteamos
racionalmente y de modo serio la cuestión de la verdad.
1) LA NOCIÓN DE VERDAD
Acerca del origen de la idea de verdad pueden distinguirse dos grandes corrientes,
a partir de las cuales pueden elaborarse dos concepciones distintas: una procedente de la
cultura hebrea y la otra de la cultura griega.
Realidad verdadera. En este caso entendemos que la verdad se opone a las apariencias,
lo verdadero a lo aparente, y que la verdad se identifica con el ser mismo de las cosas, con
su realidad efectiva. Por ejemplo: decimos de una sustancia que es “oro verdadero”,
contraponiéndolo a algo dorado que “parece oro”, pero que no lo es realmente,
verdaderamente.
1
Tomado y adaptado de: SADABA, J. Filosofía contada con sencillez, MAEVA, Madrid, 2002.
2) ALGUNAS TEORÍAS DE LA VERDAD
Objeciones:
La idea de adecuación es vaga y general. ¿Cómo puede establecerse una relación de
este tipo entre cosas tan dispares como un juicio o una proposición, y un hecho real?
Está teoría da como supuesto que las cosas tienen en sí mismas una realidad (una
verdad real), independientemente de nuestro conocimiento, estable de manera
ingenua. Supone, pues, que esta realidad “exterior” puede ser conocida tal como es en
sí misma (Realismo ingenuo).
Supone (ingenuamente) que es posible relacionar directamente las proposiciones con
los hechos.
A pesar de estas dificultades, esta teoría es difícil de rechazar. Todas las teorías de la
verdad que se han propuesto posteriormente toman la teoría de la correspondencia como
punto de referencia.
La verdad y la falsedad son propiedades de las proposiciones. Por tanto, el uso adecuado
de los términos “verdadero” y “falso” consiste en atribuirlos como predicados a las
proposiciones:
Un segundo nivel superior es aquel en el cual hablamos, no ya de las cosas, sino del
lenguaje con el que hablamos acerca de las cosas Este nivel se denomina Metalenguaje:
cuando decimos “el hielo es agua solidificada” es verdadero. Esta teoría, se limita a
proponer una definición de la verdad en la cual no se dice nada acerca de la relación entre
las proposiciones y la realidad.
2.3) La verdad como coherencia
Coherencia y Ciencia: esta teoría se ajusta mejor a los sistemas formales, a los sistemas
deductivos en la lógica y en las matemáticas. En el caso de las ciencias empíricas, ya que
poseen contenido factual; sus enunciados se refieren a la realidad. La verdad no puede
consistir en la mera coherencia interna de la teoría; la teoría ha de acomodarse de algún
modo a los hechos que pretenden explicar. Por ello, es lógicamente posible que un sistema
sea coherente y sea, sin embargo, falso.
* La realidad es racional:
Nada hay que no tenga una razón de ser.
La realidad es cognoscible racionalmente, mediante la razón.
CIENCIA DE LA VERDAD2
La ciencia, que tiene por objeto la verdad, es difícil bajo un punto de vista, y fácil bajo otro.
Lo prueba la imposibilidad que hay de alcanzar la completa verdad, y la imposibilidad de
que se oculte por entero. Cada filósofo explica algún secreto de la naturaleza. Lo que cada
cual en particular añade al conocimiento de la verdad, no es nada, sin duda, o es muy poca
cosa, pero la reunión de todas las ideas presenta importantes resultados. De suerte, que
en este caso sucede a nuestro parecer como cuando decimos con el proverbio; ¿quién no
clava la flecha en una puerta? Considerada de esta manera, esta ciencia es cosa fácil.
Pero la imposibilidad de una posesión completa de la verdad en su conjunto y en sus
partes, prueba todo lo difícil que es la indagación de que se trata. Esta dificultad es doble.
Sin embargo, quizá la causa de ser así no está en las cosas, sino en nosotros mismos. En
efecto, lo mismo que a los ojos de los murciélagos ofusca la luz del día, lo mismo a la
inteligencia de nuestra alma ofusca las cosas que tienen en sí mismos la más brillante
evidencia.
... En fin, con mucha razón se llama a la filosofía la ciencia teórica de la verdad En efecto,
el fin de la especulación es la verdad, el de la práctica es la mano de obra; y los prácticos,
cuando consideran el por qué de las cosas, no examinan la causa en sí misma, sino con
relación a un fin particular y para un interés presente. Ahora bien, nosotros no conocemos
lo verdadero, si no sabemos la causa. Además, una cosa es verdadera por excelencia,
cuando las demás cosas toman de ella lo que tienen de verdad, y de esta manera el fuego
es caliente por excelencia, porque es la causa del calor de los demás seres.
En igual forma, la cosa, que es la causa de la verdad en los seres que se derivan de esta
cosa, es igualmente la verdad por excelencia.
…Esto se hará evidente, si definimos lo verdadero, y lo falso. Decir que el ser no existe, o
que el no-ser existe, be aquí lo falso; y decir que el ser existe, que el no-ser no existe, he
aquí lo verdadero.
2
ARISTOTELES, Metafísica, en Obras Completas de Aristóteles, Tomo II, libro II y libro IV, traducción de P. de Azcárate, El
Amauta: Buenos Aires, pp. 79, 80 Y 129.
EL TÉRMINO VERDAD
Para muchos intentos actuales esta fórmula constituye el punto positivo de partida y
referencia por cuanto quieren esclarecer, precisar con exactitud y profundizar la
comprensión de la verdad allí formulada. En esta dirección piensan las actuales teorías de
la correspondencia, la teoría semántica, la teoría de la evidencia. Además esa fórmula se
presupone siempre que se habla de verdad sin reflexionar explícitamente sobre el
concepto implicado de verdad. También, para aquellas concepciones de la verdad que no
se entienden como explicación ulterior o profundización de la fórmula de la adaequatio, esa
fórmula constituye el punto negativo de partida o referencia, por cuanto ellas sólo se
explican de hecho o pueden explicarse mediante una delimitación frente a la idea de
adecuación o mediante una referencia a la misma. Cabe mostrar además que toda teoría
de la verdad presupone e incluye un concepto de adecuación corregido, convenientemente
interpretado.
Con ello la fórmula de la adaequatio se presenta como una fórmula estándar. Esto
no es casual si se tiene en cuenta la evolución del problema de la verdad en el
pensamiento occidental. Pues, efectivamente, en esta historia la adaequatio desempeña la
función de una fórmula en la que desemboca la evolución del concepto de verdad y, por
cierto, de tal manera que dicha fórmula, por su vaguedad, de un lado apenas es refutable
y, de otro, apenas resulta satisfactoria.
Esto significa que el criterio de verdad no puede ser exterior al concepto de verdad.
Como una formulación excelente de esta tesis fundamental, pueden aducirse aquellas
frases que reproducen la concepción del primer empirismo lógico acerca del criterio de
sentido. Si en estas frases sustituimos la palabra «sentido» por la palabra «verdad»,
tenemos exactamente la concepción aquí defendida: «El sentido (la verdad) de una frase
es la manera de su verificación.»
Para crear claridad hay que distinguir entre medio de la articulación de la verdad,
contenido definitorio de la verdad y ámbitos de objetos. Lo lógico (en el sentido más
amplio) como el medio de la articulación de la verdad es presupuesto por toda teoría sobre
la verdad. De todos modos este medio no ha de tomarse como una unidad indeterminada,
pues él es entendido y matizado inmediatamente en una forma determinada, por cuanto se
aplica de antemano un método concreto, se sigue una perspectiva determinada, breve-
mente: se usa un modo determinado de articulación. La tematización del medio es también
una tarea principal de la reflexión filosófica. Por lo demás esta tematización se relaciona
estrechamente con el contenido definitorio de la verdad, aunque se trata de dos di-
mensiones que han de distinguirse estrictamente. La verdad trascendental, la pura o
lógico-especulativa y la semántica tienen su valor metódico en la dimensión del contenido
definitorio de la verdad; pero no representan el contenido definitorio o sentido de la
verdad, sino que son en cada caso momentos estructurales del concepto integral de
verdad.
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Discusión:
Veo por ejemplo, que 2 más 2 hacen 4, y que hay que preferir el amigo al perro, y estoy
convencido de que cualquier hombre en el mundo puede verlo tan bien como yo. Ahora
bien, no veo estas verdades en el espíritu de los demás, al igual que los demás no las ven
en mi espíritu.
Es pues necesario que haya una razón universal que me ilumine y a toda inteligencia
existente. Pues si la razón que consulto no fuese la misma que contesta a los chinos,
evidentemente no podría yo estar tan seguro como lo estoy de que los chinos ven las
mismas verdades que yo veo. Así, la razón que consultamos cuando entramos en nosotros
mismos en una razón universal. Digo cuando entramos en nosotros mismos porque no
hablo aquí de la razón que sigue un hombre apasionado. Cuando un hombre prefiere la
vida de su caballo a la de su cochero, tiene sus razones, pero son razones particulares
que todo hombre razonable rechazará con horror. Son razones que, en el fondo, no son
razonables, porque no son conformes a la soberana razón o a la razón universal que todos
los hombres consultan.
F. ENGELS (1820 – 1895), Anti-Duhring
---Yo (Protágoras) digo, efectivamente, que la verdad es tal como he escrito sobre ella, que
cada uno de nosotros es medida de lo que es y de lo que no es: y que hay una inmensa
diferencia entre un individuo y otro, precisamente porque para uno son y parecen ciertas
cosas, para otro, otras. Y estoy muy lejos de negar que existan la sabiduría y el hombre
sabio, pero llamo precisamente hombre sabio a quien nos haga parecer y ser cosas
buenas, a algunos de nosotros, por vía de transformación, las que nos parecían y eran
cosas malas… Trata de comprender más claramente lo que quiero decir. Recuerda lo que
decía poco ha, que al enfermo le parece y resulta amargo el alimento, mientras que al
sano, le sucede todo lo contrario. Ahora bien, ninguno de los dos debe considerarse más
sabio que el otro, lo cual no sería posible, ni tampoco se debe decir que el enfermo sea un
ignorante porque tiene tal opinión, diferente a la de aquél, sino que es necesario trastocar
el primer hábito por el segundo, porque el segundo es mejor. Así, también en la educación
es necesario cambiar un hábito con otro mejor, sólo que mientras el médico ayuda el
estado del enfermo con medicinas, el sofista lo transforma con discursos. Por eso yo niego
que sea posible que uno crea lo falso y otro le haga creer después lo verdadero, porque no
es posible opinar lo que no es, ni opinar diversamente de lo que se ha probado: lo que
entonces es siempre verdadero, por eso. Sino que creo que aquel que opina cosas
conformes a un mal hábito de ánimo, un hábito útil del mismo ánimo, lo haga opinar cosas
distintas: las que algunos, por ignorancia, llaman verdaderas, en cambio, yo las denomino
unas mejores que otras, pero de ninguna manera más verdaderas. Y a los sabios… para
los cuerpos, los denomino médicos: para las plantas, agricultores (…). Los sabios y buenos
oradores hacen parecer como justas a la ciudad, las cosas útiles en lugar de las malas.
Porque las cosas que le parecen justas y buenas a cada ciudad, lo son también para ella,
mientras que las crea tales. Pero el sabio hace ser y parecer (justas) las cosas útiles, en
lugar de aquellas que les son perjudiciales.
B). COMPLETAR EL SIGUIENTE CUADRO:
Bibliografía