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Lumen Fidei

Pregón de Semana Santa


para la
Fervorosa Hermandad Sacramental y Cofradía Penitencial
de
La Sagrada Entrada de Jesús en Jerusalén,
Nuestro Padre Jesús Nazareno,
Cristo de la Sangre, Santo Entierro,
Nuestra Señora de los Dolores y Soledad de María.
de la localidad de Manzanilla,
provincia de Huelva.

Domingo 15 de Marzo del año del Señor 2009.

Por

Manuel Jesús Almonte Hijón.


Manzanilla Cristiana
Sí, es verdad, y no me cabe la menor duda de mis creencias. Está probado
que Jesús de Nazaret sufrió un castigo inhumano y después de ser coronada
su cabeza con espinas le clavaron en una cruz, donde su costado fue
traspasado por la lanza romana y, tras perdonar a sus vejadores, encomendó
su alma al Padre y recibió la muerte.
Sí, es cierto. Recibió la muerte y la venció. La venció porque nada ni nadie
puede más que Dios y es El quien con su infinito amor, decidió enviarnos a
su hijo a este mundo para mostrarnos su benevolencia y cariño a los
hombres. Fue tanto su amor hacia nosotros, que permitió que lo
sacrificaran.
Sí, es verdad, y lo creo no porque esté demostrado lo que acabo de decir y
sea este mi mérito, no. Lo creo porque así me lo enseñaron mis padres, así
me he criado y porque es la base de mi vida y el modo de vivir. Y lo creo
porque es verdad.
“Dichosos los que creen sin haber visto”.
No pretendo con esto ser mejor ni peor que nadie. Este pregonero sólo
quiere transmitir aquí lo que para otros muchos es verdad innegable. Y lo
hago aventurándome en un terreno en el que, por más que me guste, no soy
el más indicado para hacerlo. Otros más preparados que yo lo han hecho y
no han salido muy bien parados. Pero me veo en la necesidad de
corresponderte y lo hago ahora de este modo. Como no sé. Veo que esta
tarea que me he puesto no es la más idónea por mi corto dominio del
lenguaje, de la poesía, de la emoción de las palabras, pero ¿que reto sería si
no supusiera un esfuerzo?
Tú te mereces esto y más de lo que por mi boca va a salir. Buscaré la mejor
forma de alabar tu nombre y, dentro de mis limitaciones, darte mayor
Gloria de la que puedo darte y para ello me encomiendo a ti, para que me
des luz y no fallar en este propósito.
Quiero que mis palabras se unan al viento en un abrazo infinito para que
lleguen hasta el rincón más alejado del mundo.
Quiero que mis palabras sean como un rayo de sol de primavera: Tenue y
templado que es bien acogido por los que lo necesitan.
Quiero que mis palabras sean la voz de los sentimientos de todas las
personas de bien.
Quiero que mis palabras sean la voz de todas las palabras de pasión no
pronunciadas porque no las dejaron pronunciar.
Quiero que mis palabras sirvan de recuerdos y de añoranzas por las
ocasiones vividas con júbilo.
Quiero que mis palabras sean las del trovador que difunde la buena nueva.
Quiero que mis palabras sean el jardín de dónde se escojan las más bellas
flores para vestir tu gloria.
Quiero que mis palabras sean como el rocío fresco en la mañana.
Quiero que mis palabras llenen de fragancias los sentidos.
Quiero ser el sembrador que deposita con todo su cariño la semilla en la
tierra fértil para que germine.
Quiero ser el viñador que recoge con sudor el fruto por el que fluye tu
sangre divina.
Quiero ser el papel en que escribas tus palabras verdaderas.
Quiero que mis palabras no sólo se queden en eso, en palabras de un día
especial que hablan de ti, sino que se tengan en cuenta toda la vida y nos
hagan reflexionar sobre tu mensaje.
Y quiero empezar hablando de mi pueblo. O mejor dicho, de ti. Porque mi
pueblo eres tú. Mi pueblo es vino y es trigo. Mi pueblo es tu sangre y es tu
cuerpo. Mi pueblo es Manzanilla.
¡Que nombre para un vino! Blanco, joven, afrutado, generoso. Rico al
paladar y suave en la garganta. Buen compañero de guisos y tertulias.
Amigo de fiestas y verbenas. ¡Que mejor nombre se le iba a dar a mi
pueblo que el de un caldo que convertiste en tu sangre, Manzanilla! Porque
Manzanilla es un pueblo dócil, tranquilo, amigo de sus amigos. Aquí, todo
el que viene en paz es bien acogido. Sus gentes son alegres, con historia,
valientes en el campo de batalla y fieles a sus creencias. Aquí nacieron
nobles, militares, clérigos, toreros. Todos somos distintos pero todos con
un mismo común, ser hijos de Dios.
Pero, como he dicho antes, también Manzanilla es parte de tu cuerpo.
Manzanilla es tierra de trigos y con el trigo se elabora el pan, pan que
convertiste en tu cuerpo en la última cena que tuviste con los apóstoles. Pan
que alimenta el alma y sacia el hambre de ti. Pan que habita en el hombre y
lo hace merecedor de contenerte.
Este pueblo te respira por los cuatro costados. En todos los caminos y
calles hay pequeñas capillitas de cruces, como estaciones de un devoto Vía-
Crucis, a cuyo alrededor, la multitud se reúne durante los crecientes días
del mes de Mayo para celebrar tu victoria sobre la muerte. Aquí hay una
calle con tu nombre, Santo Cristo, y que acoge una capilla que rememora tu
niñez. La calle es pequeñita pero intensa, con una sinuosa pendiente que
simula el camino del Gólgota que culmina en una coqueta plaza y que a su
vez, une las calles principales del pueblo con el sagrado templo donde se
puede escuchar y meditar tus palabras, a la vez de recibir tu cuerpo en la
Sagrada Eucaristía. Este pueblo te quiere, y tú lo quieres.
Y de tu Madre también se acuerda. Y por ello se le dedican varias calles y
barriadas a las distintas advocaciones: Bda. Ntra. Sra. del Valle, Bda. Ntra.
Sra de la Victoria, Bda. Ntra. Sra. de la Purificación, Calle Pilar, Calle
Santa María.
En este pueblo se la quiere y ella también lo quiere. Es un amor
correspondido desde siglos. Ya en el XVI quiso quedarse con nosotros
cuando, de camino a la vecina localidad de La Palma, respiró el aire de esta
tierra y dijo:

“De aquí no me muevo.


Aquí estoy como en mi casa.
Y aquí quiero que me edifiquen una Ermita
para que el que venga a verme
no sólo me vea a mí, sino también a mi hijo.
Que sirva de refugio a todo el que me necesite.
Yo sabré darle consuelo.

De aquí yo no me muevo.
Que a esta bendita tierra
La quiero y la protejo.

Deseo que en este valle


Mi hijo crezca corriendo,
Jugando con los niños
Y con todos los que vengan
Estén cansados, hambrientos o enfermos.

De aquí, yo no me muevo.
Que hagan una fiesta
Que sea la envidia del mundo entero.
Que vengan caballistas, juglares y toreros.
Que sea punto de encuentro,
se diviertan y disfruten
Los lugareños y forasteros.
Pero también que me recen.
Que todo lo que me pidan
De buena gana lo concedo.

Yo de aquí no me muevo.
Quiero que me veneren
Las personas de este pueblo.
De los afligidos
Ser guía, pie y sustento.
Todos los que me busquen,
Aquí me encontrarán sonriendo.
Quiero reír en sus alegrías,
Quiero jugar con sus juegos.
Además de madre ser amiga
De todos los manzanilleros.
¡Que no! Que yo de aquí no me muevo.
Venid, venid todos a verme
Y dadme esta alegría
Que todos los que a mí vengan
Su recompensa tendrán un día.
En coche, a caballo o andando
Pero visitadme,
Que aquí, en esta casa,
Os estoy esperando.
¡que gozo! ¡que felicidad!
¡que ganas de vivir se siente aquí!

De aquí no me muevo.
Ya terminé mi peregrinaje.
Ya estoy aquí y soy tu Madre;
¡Soy yo! La Virgen del Valle”.
Señor Cura Párroco y Director Espiritual de la Hermandad.
Excelentísimo Señor Alcalde y autoridades civiles de Manzanilla.
Señor Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Hermandad de Nuestro
Padre Jesús Nazareno.
Señores Hermanos Mayores de las distintas hermandades asistentes.
Señoras y señores aquí reunidos.
Amigos todos.

Gracias Paco por las palabras tan amables que has dicho de mí y por la
presentación que has hecho. Se que no te ha sido fácil, pero lo que has
escrito, lo has hecho de corazón y eso se nota. Como todo lo que tú haces.
Son tan emocionantes tus palabras que se me ha hecho un nudo en la
garganta y estoy muy emocionado. No sé si seguir en este atril o pedirte
que el pregón lo sigas dando tú.
Gracias de nuevo.

Todavía resonaban en el eco silencioso del pensamiento las tristes


campanadas de duelo por la muerte.
El repiqueteo de júbilo por la resurrección fueron portadas a través de las
golondrinas por todos los rincones del pueblo.
El calor trajo consigo las fiestas por la victoria de la carne en la adusta
madera.
Los caminos llenaron de polvo los Simpecados que, fieles a su cita,
ansiosos cumplían con el precepto de peregrinar ante esa Blanca Paloma y
el Pastorcito Divino en la Pascua de Pentecostés.
Los trajes de marineritos y princesitas le precedían junto a las insignias de
las Hermandades, en la visita del Sagrado Cuerpo de Cristo de nuevo por
las calles.
Las casetas engalanadas se enorgullecían al ver caminar a nuestra Madre
delante de ellas y fueron testigos de la alegría de los mayores y del disfrute
de los más pequeños.
Los calores del día fueron dejando paso al peregrino con báculo, capa y
perro para que limpiara las llagas de las heridas en lo más profundo de
nuestras almas.
La Inmaculada esparció la Gloria de su ascensión por todos los rincones y
plazuelas de la villa.
Quiso Dios de nuevo, mandarnos a su hijo en las frías noches de invierno.
Y se produjo. Esa reunión de la Junta de Gobierno de esta Hermandad
donde, en el capítulo de ruegos y preguntas se me encomendó el ser el
Pregonero de 2009 de esta Semana Santa. Nuestra Semana Santa. Mi
Semana Santa.
Es un orgullo muy grande para mí, pregonar a los cuatro vientos, las
maravillas de tu Gloria.
Y se hacen cárceles. Estas cuatro paredes que nos acogen, son cárceles que
intentan impedir que la voz de la verdad se esparza por los recodos de las
calles.
Pero aquí estáis ustedes, que sin saberlo, llevareis este mensaje. Llevaréis
la voz y la sembraréis, mejor que nadie, al abrigo de los males.

¿Y qué puedo decir?


En pocos amaneceres todo será distinto.
En pocos amaneceres la luz se apagará para volver de nuevo con el brillo
de la eternidad.
Sólo faltan días para que todo se vuelva a cumplir.
Con el ambiente embriagado de azahar.
Con los Lirios pregonando su frescor.
Con los campos preñados de vida.
Con las golondrinas revoloteando nerviosas de acera a acera.
Con la dulce melancolía de la mañana.
Con la frágil hermosura del recuerdo.
Con los sentimientos que se rizan en cada imagen que la gubia talla sobre
la noble madera.
Con la pasión nazarena creada y recreada en esta cofradía.
Con los suspiros de vida que exhalan nuestros pulmones y se elevan
acompañados de olores y fragancias.
Con las hojas de este libro en blanco, la historia se repetirá. La historia que
esta Hermandad representa incansablemente siempre igual. ¡Pero siempre
distinta! ¡Como si se estuvieran viendo por primera vez! Como si la
viésemos con los ojos de los niños que descubren extasiados imágenes
maravillosas que se les quedarán grabadas en su memoria.
Así, con esta mirada veremos que, milagrosamente, un borriquillo estará
atado a la entrada del pueblo y será dócil portador de la esperanza.
Así, con este sonido, oiremos el único mandamiento que Jesús nos dejó:
“…Que os améis, como yo os he amado”
Así, presenciaremos como el Sanedrín se volverá a reunir para conspirar
ante Caifás.
Judas cobrará las treinta monedas de plata y tras dar nuevamente el beso
acusador, arrepentido, se quitará la vida.
Poco después, la debilidad del hombre se hará presente en la figura de
Pedro cuando, tras ser reconocido, tres veces negará su amistad con el
maestro nazareno.
Pronto, la plebe enaltecida pedirá la liberación de Barrabás; y Pilatos,
cobarde e impotente, se lavará las ensangrentadas manos en la palangana
vítrea.
De nuevo será azotado, le colocarán la corona de espinas, cargará con el
madero y le crucificarán.
El que ha manifestado ser el propio Hijo de Dios, aquel que reunía a las
multitudes y arrastraba tras sí a los discípulos, morirá solo, abandonado e
incluso negado y traicionado por los suyos.
Pero lo más importante, nuevamente resucitará.
Esta es la base fundamental de nuestra fe. Jesús de Nazaret, vivió como
cualquier otro hombre salvo en una sola cosa, en el pecado. Y murió igual
que cualquier otro hombre, pero al igual que su vida se diferenció de las
demás, su muerte también se diferenció en una cosa, la resurrección.
Jesús muere para vencer a la muerte. Para dar testimonio de poder sobre
nuestros temores. El, que es fuente de vida, no puede morir. Y nosotros, si
bebemos de su agua, tampoco moriremos.

Pueblo blanco de blancas casas.


Tierra de vides y olivos,
Que por calles y caminos
se siente el aire de la vida.

Pueblo blanco de blancas casas.


Tierra de sudores y suspiros,
De trabajo y olvido
Que por su piel trasmina.

Pueblo blanco de blancas casas,


Que guardas la esencia del tiempo.
Que acaricias la vida en silencio,
Y esperas salir de la rutina.

A ti, pueblo blanco de blancas casas


Con piel curtida por el sol
Y orgullo de tus gentes
Van dirigidas estas rimas.

A ti, pueblo blanco de blancas casas


Que desde tiempos perdidos en la historia
Eres fiel discípulo de la memoria
Y maestro de cátedra propia.
A ti, pueblo que me vistes nacer
Y distes color a mi vida,
Cobijo a mis amores
Y hogar a mi familia.

A ti, pueblo blanco


Que vives, escuchas y calla.
Que sufres en el dolor,
Y ríes en las alegrías.

A ti, pueblo blanco


Con calles de adoquines.
De jornales de labranza
y de mayores en la plaza.

A ti, pueblo blanco


De juventud enamorada.
De promesas a destajo
y pasiones renovadas.

De paseos los Domingos


Y despertares antes del alba.
De ferias, fiestas y Rocío,
Y sonidos saeteros en la garganta.

Pero, también pueblo blanco de pesares,


De rencores heredados
Tras guerras no libradas
En los campos de batalla.

De negocios millonarios
Que se cobran vidas humanas
Los truhanes y bandoleros
Que trafican marihuana.

A ti, pueblo mío de blancas casas,


Que con tanto trabajo sales adelante
Con tus penas y tus risas
Pero siempre triunfante.

Eres mi pueblo querido,


Y no me avergüenzo de ello.
Pues por ti camina mi Cristo
Acompañado con respeto.

En ti encuentro refugio.
Y en ti tengo mi vida.
Eres tú, pueblo mío
Un pueblo blanco, ¡MANZANILLA!

Los Preparativos
Ya esta hermandad empieza a sacar brillo a la plata, preparar los enseres,
las jarras, los faldones. Se cuida con esmero la ropa que vestirán las
imágenes. La cera se ha encargado y se han escogido las flores que, con su
colorido y fragancia, vestirán los altares y los pasos.
-¡Oye, hay que preparar los cultos con el cura!
-Sí, pero de eso se encarga Josemi.
-¿se ha encargado la cera?
-la ropa, ¿estará preparada no?
-¡que guapa vamos a poner este año a la Virgen!
-no me cabe la menor duda.
-a los costaleros que no les falte de ná. Hay que comprar bastante comida.
Que se lo merecen.
-las bandas de música, estarán avisadas ¿verdad?
-Andrés David, ¿Cómo estamos de dinero este año?
-hay que llevarle al tallista la canastilla, el respiradero, lo que sea.
Que trajín. Cuantos detalles hay que tener en cuenta para sacarte a la calle,
Dios mío.
Pero que a gusto nos quedamos cuando, al salir por la puerta de la iglesia,
la gente te hace palmas y lloran de alegría por verte de nuevo recorrer
nuestras calles, tus calles.
Eres tú, señor, quien nos das las fuerzas para trabajarte todo el año. Con
que ilusión venimos a trabajarte, a dar lo que de nosotros puede salir y a
veces, que tristes nos vamos cuando por los motivos que sean, nos
enfadamos unos con otros. Pero no te preocupes señor, son riñas de un día.
Al día siguiente, todos estamos donde tenemos que estar y con más ilusión
que antes. Somos parte de un engranaje en el que cada pieza es
indispensable y no puede funcionar si alguna falla.
Escribió Antonio Burgos, en su columna del periódico, que el cofrade
llega a la Semana Santa cansado. Yo, la verdad sea dicha, no lo entiendo
pero lo comprendo y me explico. Cansado llega uno a todos los sitios
después de trabajar o de realizar alguna actividad fuera de lo normal, pero
cuando se llega a casa y se encuentra uno con la familia, parece como si
desaparecieran las dolencias y nos ponemos a disfrutar de los niños,
hermanos, amigos. Igual nos pasa a nosotros, estamos trabajando casi
diariamente para la hermandad y sí, es cierto, que con el paso de los días y
de los problemas, uno se va quemando, pero cuando se ven salir los pasos
por las puertas, después de tantos y tantos problemas, se quitan todos los
pesares y viendo como disfrutan las personas de nuestras imágenes, vemos
que nuestro trabajo ha merecido la pena y ya estamos pensando en lo que
vamos a hacer para el año que viene; que vamos a cambiar; que vamos a
mejorar; que nueva idea se nos ocurre para recaudar fondos, etc. Creo que
sí, que el cofrade llega a la Semana Santa cansado, pero es de ganas por ver
a nuestros titulares rodeados de la multitud por las calles de este pueblo. De
ver, que buena acogida recibes de tus gentes. De lo bella que vas vestida
este año Virgen de la Soledad. Que cada año que pasa eres más guapa.
Sí, llegamos cansados sí, pero cansados de la espera. Cansados de no verte
sentir el aire en tu rostro. Cansados de pedirte que no tarde en llegar otra
vez la tarde del Miércoles, pues queremos con nuestras lágrimas, limpiarte
las tuyas, señor.
Cansados de esperar tu visita.
Cansados de mirar hacia arriba. Cansados de …, de nada señor. No nos
cansamos porque trabajamos para ti. Trabajamos con todas nuestras fuerzas
para preparar tu camino. ¿Cómo puede un hijo cansarse de trabajar para
que su padre no tenga necesidad? Así nos sentimos señor, como el
agricultor que trabaja desde la salida del sol para que los frutos que cuida
alimenten a sus hijos.
Sí, ya se acerca la hora. Tú serás de nuevo ajusticiado y nosotros
volveremos a sentir, cuando salgas a la plaza, ese suspiro de campanas que
nos entristece el corazón, volveremos a tener el hormigueo por todo el
cuerpo hasta que no entres de nuevo en tu casa. Pero mientras, hasta que no
entres, estarás dándonos tu mensaje por las calles y esquinas. Recibiremos
tu palabra y enjugaremos las lágrimas de tu madre, de nuestra madre. Serán
testigos los rayos de sol, los pajarillos y luceros del cielo. Se levantarán las
actas con la música y el notario lo escribirá en el incienso. Serán las gotas
de cera derramadas, pobre consuelo para tus doloridos pies, pero es con lo
que te podemos aliviar. ¡O no!. Podemos y debemos mejorar nuestro
comportamiento para así, con cada nueva buena acción, quitarte una espina
de tu corona hasta convertirla en la que siempre debió ser, de oro y piedras
preciosas.
Para con cada buena acción, sanarte una llaga de tu cuerpo.
Para con cada buena acción, quitarte un clavo de tus pies o manos.
Para con cada buena acción, quitar una palabra en tu contra.
Para con cada buena acción…….en definitiva, parecernos un poco a lo que
nos enseñaste y un poco más a ti.

Al abrirse las puertas de la Iglesia la tarde del Miércoles Santo, es como si


se abrieran las del cielo. Está bajando el hijo de Dios, de nuevo, para
fundirse al calor de sus gentes.
Al abrirse esas puertas, una corriente de sueños inundan los sentidos.
Al abrirse esas puertas, un vergel de buenos sentimientos se descubre en
nuestras almas.
Al abrirse esas puertas, la eternidad de un año, a un suspiro se asemeja.
Cuando se abren esas puertas, el aire se enmudece y nos lleva a tu vera.
Cuando se abren esas puertas, el misterio de nuestra Fe se hace presente y
viaja.
Cuando se abren esas puertas, el camino de la victoria, comienza y nos
salva.
No sé que tienen esas puertas, que cuando se abren, a todos nos emparienta.
Que tienen esas puertas que cuando se abren, la alegría se une a las penas.
Que tienen esas puertas que al estar abiertas, un río de Paz sale de ellas.
¡Pero que tienen esas puertas, Dios mío!, que es sólo acercarse a ellas y
el brillo de tu Gloria da luz a nuestra ceguera.

Lux aeterna
Los hombres estamos llamados a la libertad y a la solidaridad para superar
las necesidades de este mundo y para evitar que el impulso de la vida se
pierda en la muerte y la nada.
Decía Hans Jonas: “Dios limita su poder porque respeta nuestra libertad”
Joseph Moingt añade: “Dios no sólo se limita, sino que se niega a
intervenir en la historia de los hombres mediante actos de poder, milagros u
otras cosas de ese tipo. El hombre debe hacerse libre por sí mismo y
aprender a vencer a la muerte, liberándose de los apegos terrenales,
asumiendo todos los aspectos de su existencia, creciendo en vida espiritual.
Todo esto se realiza con el hombre llamado Jesús, que se hace a un tiempo
servidor de Dios y servidor de los hombres: su Espíritu, “difundido en toda
carne”, como dice la Biblia, fermenta la pasta humana y hace germinar
hijos de Dios, llamados como El a la libertad.
Dios no quiso humillar al hombre, sino mostrar respeto por su libertad,
asociarlo a su propia salvación. El hijo de Dios se hizo hombre para que el
hombre se salvara por sí mismo. Dios nos creó y nos invita a trabajar para
liberarnos nosotros mismos de los lazos de la muerte.
Todo hombre que avanza en el sentido del amor, avanza en la dirección de
la vida. Los que viven en el amor se convierten en miembros vivificadores
de la comunidad del Dios vivo, que no cesa de crear Vida, que es la vida.”
A esto añado yo:
Señor, Tú tienes que ser sacrificado. Tienes que cumplir con las escrituras
y con los deseos de tu Padre. Vas gustoso a la muerte, porque de ello
depende la salvación del hombre.
El hombre es débil, porque nuestra carne es débil. ¿Acaso no somos hijos
de Eva? ¿Cuántas manzanas del árbol prohibido nos comemos al día?
No nos podemos comparar como hombres, a la figura de nuestro señor
Jesucristo. Él es el hijo de Dios y por la Santísima Trinidad, es Dios.
Dios todo lo puede y es creador. Creó el cielo y la tierra. Creó lo visible y
lo invisible. Creó la vida y la muerte. Por lo tanto es el único capaz de dar
la vida y vencer a la muerte. Tan sólo a través de Él, podemos albergar la
esperanza de algún día, vencer nosotros también a la muerte.

La plaza te está esperando


Vestida de traje de gala,
Y en silencio está recordando
Cuando de niño, en ella jugabas.

La plaza te está esperando


Desde el Domingo de palmas
Cuando te vio sonriendo
Seguido de blancas almas.

La plaza te está esperando


entre balcones y palmeras,
¡entre pajarillos volando,
entre azules de primavera!

La plaza te está esperando


Impaciente y nerviosa.
Entre dos luces cayendo
La noche más penosa.

La plaza te está esperando


En la sombra de tu mirada,
Entre niños correteando,
Entre sonidos de campanas.

La plaza te está esperando


Impaciente y nerviosa.
Sus gentes la van llenando
De miradas angustiosas.

La plaza te está esperando


A que llegues en silencio.
Con el paso humillado,
Con la cruz padeciendo.

La plaza te está esperando


A que llegues en silencio.
Por un flagelo abrazado,
Con espinas rigiendo.

La plaza te está esperando


En la tarde creciente y serena,
Al abrigo del pueblo blanco,
Sin refugio ni consuelo de penas.

La plaza te está esperando


Y entre sombras y murmullos
Lentamente vienes caminando
Por este pueblo que es tuyo.

La plaza te está esperando


Con la boca llena de rezos.
Que con la música sonando
A mis oídos parecen besos.

¡La plaza, la plaza te está esperando


Entre lirios azules terciopelo.
Que ya estás procesionando
tras un rosario de nazarenos.!

El peregrino

Por cada calle que pasas, por cada esquina, vas dejando un trozo de Ti.
Cada piedra respira tu gloria, pues es la Gloria quien ha venido a pasar por
aquí.
Es tu presencia, dulce ambrosia y el maná de la tierra prometida.
No estas predicando en el desierto. Son tus gentes, tierra fértil que el
labrador prepara para recibir tu agua de la vida.
Y caminando, quieres llegar a la casa de tu Madre. A esa casa que está en
la otra parte del pueblo. A la que cuando visitaste, fuiste tan bien recibido,
que allí te quisiste quedar. Pero todo el pueblo es egoísta y te quiere
contemplar y quiere que visites sus calles, que pasees por delante de sus
puertas e incluso te quedes a descansar.
Todos quieren darte consuelo y aplacar la agonía que te espera.
Ya no es un trozo de madera lo que vemos, sino al hombre que fue enviado
para salvarnos.
Ya no es madera lo que pisan sus pies desnudos, sino el amor de los
hombres hecho camino de flores.
Ya no es madera lo que corre por tus venas, son ríos de oraciones y
plegarias de esta Manzanilla eterna.
Ya no es madera tu figura derrotada, son lágrimas de belleza que un
pañuelo no seca.
Ya no es madera el paso que te porta, sino Ángeles venidos para difundir tu
palabra.
Ya no es madera donde entregarás tu vida, sino el trono donde nosotros te
debemos sentar.
Ya no es madera porque no ha sido la mano del hombre quien te ha tallado.
Eres Tú quien está reflejado en esta cofradía.
Ya no llora tu madre de dolor, sino de alegría al ver que tu pueblo te quiere
de verdad.

En una pequeña Ermita


Rodeada se sus gentes,
Vive la Virgen María
Con mirada sonriente.

Son sus ojos luceros


Que brillan en la noche.
En sus brazos, un mozuelo
Que Manuel lleva por nombre.

Eres bella entre las bellas,


Y bendita entre las mujeres.
Eres la madre que siempre espera
Y consuela nuestros temores.

Cuando sales a la calle


Para recibir nuestros vítores,
Una salva de cohetes
Te saludan con honores.

Los luceros y las estrellas


No se cansan de mirarte,
Y pasan la noche en vela
Para cantarte y alabarte.

Es tu andar la carretera,
Y hermanos Machado en parte,
San Sebastián entera
Y después de Ventoso, tu calle.

Eres gracia y armonía,


Y eres pureza en los detalles.
Eres tú, Virgen María,
Quien cura todos los males.

Estás vestida de Gloria,


Y tienes el mundo a tus pies.
Doce estrellas te coronan
Y nos guían en la fe.

Que alegría verte en la calle.


Que alegría poderte acompañar.
Yo quisiera poder abrazarte
Y al mundo, tu nombre gritar.

Ya estás de nuevo en casa


Después de tan larga noche.
Ya estás de nuevo en casa
Y a tu lado,… está San Roque.

El Nazareno
El nazareno comienza su Estación de Penitencia en la intimidad del antifaz,
que sólo revelará su anonimato para que su única palabra sea el Amén al
recibir el cuerpo de Cristo en la comunión que alimenta su alma y lo limpia
de pecados.
Después, en el cortejo procesional, le acompaña cual escolta para recibir,
sin miedos, la penitencia impuesta voluntariamente. Alumbrará el camino
con su cirio de cera, triste emulación de quienes en la tarde de aquel jueves,
fueron en la busca y captura del Redentor.
Otros, cargaran con su cruz y caminarán tras El en su promesa particular.
Voto de silencio, descalzos o sin alimentos.
Y los más pequeños, pero no por ello menos importantes, le irán abriendo
camino con sus báculos de metal con la insignia de la cofradía.
Nunca, en ninguna otra época del año o tipo de cofradía, se ven a tantos
hombres y mujeres vestirse de silencio, enclaustrarse con esparto y castigar
sus cuerpos de esa forma tan altruista.
Sacrificios voluntarios para pedirte el perdón por las ofensas no confesadas.
Los hay quienes no pueden apenas andar, quien no sabe rezarte de otra
manera que con su sufrimiento. Te van acompañando en tu sacrificio que
ya no es sólo tuyo; cada paso que das, es un paso que da el penitente. Tú
cargas con nuestra cruz y el penitente carga con su conciencia.
También, quienes empiezan vistiendo la túnica por acompañar a un amigo
o amiga y termina dándose cuenta de la magnitud de tu gloria.
Quienes empezaron a salir para hacerle a esta Hermandad casi un favor,
para que ese año hubiera un nazareno más, y continúan haciéndolo año tras
año, pero ahora con otros motivos de mayor calado y que no se pueden
explicar con palabras a quienes no lo han sentido.
Y todo para que pongas bueno a ese familiar. Para que le ayudes en ese
problema de dinero. Para que esos exámenes que se avecinan no se les
atraganten. O para pedir un favor, el que sea, trabajo, amor,…da igual.
Pero también para acompañarte en tu dolor. Para sentir en carnes propias,
un trozo del sufrimiento que padeciste. Para terminar con una vida que no
les satisface y seguir con la nueva que comenzó en la Cuaresma y que sea
reflejo de Ti.
No pesa, no. Ese camino que hace el nazareno, es un camino tortuoso, pero
que al finalizarlo, se siente que hemos estado a tu lado y el dolor ya no es
tanto dolor, pues se ha compartido contigo y Tú les has aliviado.
¡Cuántas promesas te ofrecemos, Señor!
¡Cuánta penas oscurecen nuestras vidas!
Señor, ayúdales y compláceles en lo que te piden. Son gente humilde y de
buen corazón y Tú lo sabes. Quien si no Tú conoces nuestras
imperfecciones y sabes que en el fondo, todos nuestros problemas son
producidos por la debilidad del hombre.

Sonriente desde la lejanía


Y con la paz entre sus manos,
Viene Jesús con alegría
En busca del Domingo de Ramos.
La multitud lo acerca
Y lo acompaña por el camino.
¡Mira que contento llega
Montado en un pollino!
¿De dónde vienes Tú,
Divino Rey de los Cielos,
Que nos quitas la inquietud
Y nos llenas de consuelo?
¿De dónde vienes Tú,
Precioso niño moreno,
Con tanta felicidad y juventud
Derramándola por estos suelos?
¿Por qué vienes a mí
Lozano y sonriendo
A entregarme tu amistad
sin esperar nada a cambio?
La multitud que te acompaña
Desde tan lejos gritando
Va contigo ilusionada
Y se pierde en desvelos.
Te veo venir tranquilo
Sin posar pies en suelo.
Y te veo venir por el camino
Cargado con un madero.
Eres hombre y eres Dios.
Eres vida y eres agonía
Te mueres solo y abatido,
Pero mi fe en ti confía.
Vente tranquilo. Descansa.
Y habla de paz suprema,
Que tus palabras son esperanzas
De los pueblos que te esperan.
VENTE TRANQUILO AQUÍ
Y REPARTE TODA TU ALEGRÍA
QUE EL PUEBLO TE ESTÁ ESPERANDO
¡SÍ, ESTE PUEBLO, MANZANILLA!
La Oración
Me viene a la memoria cuando de niño me perdía por las calles y en cada
esquina a ti te encontraba. Jugando con los amigos y ahí tú estabas.
Paciente, silencioso, a la espera de mi llamada…, que nunca se producía,
pero ahí tu estabas y siempre estarás, lo sé, lo siento aunque tu voz no
escuche, pero aquí estás.

De niños, por la inocencia, estamos más cerca de ti. Te hablamos con la


naturalidad de quien lo hace con otro niño más. Para ellos, el rezar no se
hace de otra forma que como pedirle a otro que juegue con nosotros. Se
hace sin saber qué se está haciendo ni que se está pidiendo. Muchos te
hemos confundido con los Reyes Magos y te hemos pedido los juguetes
que le hemos visto a nuestros amigos o en la televisión.
¿Será por eso por lo que dijiste: “…dejad que los niños se acerquen a mí”?
¿Porque en el corazón de los niños no existe ni la maldad ni la
desconfianza?
¿será porque el pensamiento de los niños no es complicado, sino sencillo,
directo y rápido?
Las puertas del banquete incomparable están abiertas y hay que tomar la
decisión de entrar o no, rápidamente. Sólo teniendo la rapidez mental de un
niño con la respuesta acertada, podremos entrar. Pues si lo pensamos o lo
dejamos para mañana… será tarde.
A medida que nos vamos haciendo mayores y los pensamientos se van
rondando por otros menesteres, te vamos dando de lado y sólo nos
acordamos de ti cuando los problemas nos acosan o no nos sale lo que
teníamos pensado. Empezamos a dudar, a tener vergüenza por habernos
distanciado, o mejor dicho, por que somos nosotros quienes nos hemos
distanciado de ti. Dejamos de hablarte con la misma naturalidad de antes y
cada vez es más grande la distancia en el tiempo en la que lo hacemos. Son
otras y creemos que más importantes, las ocupaciones de nuestros
pensamientos.
Sin rezar, casi ni nos atrevemos a entrar en tu casa. Y no sé por qué, pues
siempre estás dispuesto a atendernos y confortarnos. Cuando rezamos
queremos que nos perdones, pero para ello también debemos perdonar. Si
no perdonamos, ¿cómo pretendemos obtener el perdón?
Siempre eres ese amigo con el que se puede contar, eres el que sea la hora
que sea, estas preparado para escucharnos y nunca nos defraudas.
Para otros, los que estamos en una cofradía, no se si es porque seguimos
siendo niños con ganas de jugar o no sé qué, lo cierto es que este modo de
vida que hemos escogido y compartimos con nuestros hermanos, nos colma
de satisfacciones y nos sentimos bien al ser como somos. Somos alegres,
nuestras vidas no están vacías y creo que transmitimos esa alegría a los que
nos rodean. Quizás sea por tenerte siempre en nuestros pensamientos, pues
nuestro afán es que cada año procesiones con mayor dignidad, si cabe, para
que estrenes algo nuevo, para que los cultos que te ofrecemos sean cada
vez de mayor solemnidad y sean cada vez más los fieles que vengan a
escucharlos, en definitiva, para que nuestro trabajo sea merecedor de tu
aprobación.
Pero necesitamos más de ti. Y queremos que estés más tiempo con
nosotros. Siempre es a través de la oración y necesitamos algo más.
Queremos estar junto a ti, y para ello realizamos las procesiones, para de
algún modo sentirte cercano físicamente a nosotros.
Pero también tenemos que perdonar. No por estar en una cofradía somos
superiores a nadie ni estamos inmunes al pecado. También nosotros
necesitamos del perdón y para que nos perdones, debemos perdonar.
Como humanos que somos, sentimos la debilidad de nuestra carne y
padecemos sus imperfecciones. Unas veces voluntariamente y otras sin
poder poner freno, nos sometemos al pecado. Es como si quisiésemos
cruzar un lago andando y no mojarnos. Imposible. Siempre, y eso tu lo
sabes, en mayor o menor medida nos mojaremos. Podremos utilizar
artilugios o inventos para evitarlo, pero al final siempre alguna minúscula
gota nos cae encima. Pues así es el pecado. Pondremos el mayor de los
esfuerzos para no caer, pero siempre habrá uno que se nos cuele. Y también
buscaremos artilugios o excusas para engañarnos y convencernos de que no
hemos pecado. De pensamiento, de palabra, de obra, de omisión. Y el más
importante… el del AMOR. El del amor a Dios por encima de todos los
sentimientos y las cosas.
Si a nuestros padres o familia la queremos y respetamos hasta el punto de
no permitir que nadie hable mal de ellos pues les debemos la vida, ¿cómo
deberíamos de amar a Dios? Es por El por quien estamos aquí. El nos creó,
nos dio la vida y es por El por quien iremos a su presencia.
Todos somos hermanos porque todos tenemos un mismo padre. Entonces,
¿por qué no somos capaces de perdonar o pedir perdón a los demás?
En el amor a Dios y en su infinita misericordia y con la certeza de saber
que sólo a través de Jesucristo llegaremos a su presencia, la vida en este
mundo tiene sentido y será más llevadera.

Recuerdo las tardes de cielo encarnado,


donde las negras agujas de los capirotes
iban ganándole terreno al color.

Recuerdo los nervios de las horas


y la ilusión en las miradas de los que en ti confían
deseando ver abiertas las puertas del valor.

Allí donde la calle se hace mar de cirios y gente.


Allí donde el penitente sufre sus esperanzas.
Allí donde se doran los silencios.
Allí donde se forjan las palabras.
Allí donde se tallan los sentidos.

En el altar ambulante de este Templo que es tu pueblo


Navegando con pies de esparto y faja enlutada
Aguantando la chicotá de tu vida;
Triste caminar de costalero amoroso
Sobre lágrimas de cera que al cielo eleva su aroma.

Otra calle te espera y otra te llora.


Tarde de Marzo, de Abril, de penas.
Angustias en los pasos contados.
En los labios, deseos de Paz infinita.
Promesas en los cansados pies descalzos.
Y la derrota de los mayores tras las ventanas.

Recuerdo el perfume de tus manos;


El aroma de tu mirada perdida.
El destello de la vida quemándose en tus labios,
Y la flor que nace de tus heridas.
El tañir de las campanas destempladas
Y que el viento su lamento esparcía.

¡cuántos compromisos contraídos!


¡cuántas horas de desvelo tenía!

Oraciones de quien no sabe hablar,


Son los pasos del que te da compañía.
Silencios que prestan tristezas.
Tristeza que derrama lágrimas,
Lágrimas que son de Pureza,
Que aliviaban nuestro pesar y agonía.

Recuerdo los fríos de las noches


Jugando en la puerta de la iglesia,
Mientras se adornaban tus pasos con flores
Y mi ilusión crecía y crecía.
No sabía si eran ganas de jugar
O deseo de estar a tu vera,
Pero era mi desvelo, vestir el antifaz
Y hacer la Estación de Penitencia;
Acompañarte y poderte ayudar
Si Tú me lo pedías.
La amistad y el trabajo continuo
De todos es sabido que la felicidad suele durar poco tiempo, pero esta
Hermandad lleva viviendo siete hermosos años de felicidad e ilusión.
Para mí, todo este lío empezó por casualidad. Como suelen empezar casi
todas las grandes historias.
Era una mañana del mes de Mayo del año 2002, cuando visité por motivos
de trabajo, el Bar Machuca. Realizando las labores propias de mi faena,
empezamos a hablar de la lástima de no celebrar con procesiones la
Semana Santa aquí en este pueblo. Que somos de los pocos pueblos en los
que no salen pasos a la calle.
Mantuvimos una buena y esperanzadora conversación que, la verdad sea
dicha, creí que todo sería papel mojado, que sería una conversación más
sobre un tema cualquiera. Que no habría continuidad. ¡Yo, apenas si te
conocía!
Al despedirme, te dije, mecánicamente, casi sin ilusión ni esperanza en la
conversación, que si esto seguía para delante, podías contar conmigo.
Y pasaron los días y aquella conversación se perdió en mi memoria como
cualquier otra mantenida trivialmente en cualquier otra barra de bar.
Al mes siguiente volví a visitar ese bar por los mismos motivos laborales y
volviste a sacar el mismo tema de conversación. Pero esta vez algo había
cambiado. Ya no era una conversación más. En tus ojos se veían el brillo
de la ilusión y el deseo de que yo compartiera y formara parte con tigo de
este proyecto.
Me dijiste que habías hablado con no sé cuantos hombres que también
estarían dispuestos a trabajar para la Semana Santa en Manzanilla. Ante
mis dudas, me comentaste también que te encontrabas en una situación
similar a cuando relanzaste el Fútbol en el pueblo. Me quisiste dar
esperanzas de tu capacidad de sacrificio y saber hacer.
Como un rayo fulminador me vinieron a la memoria las imágenes de mi
niñez, treinta años atrás, cuando, junto a mi padre, allá por los meses de
Enero o Febrero, iba a las nocturnas reuniones de aquella hermandad que
comenzaba a dar sus primeros pasos, en los salones de la Caja Rural, dónde
se decidían como transcurrirían ese año las dos procesiones.
Y dije que sí.
Fijamos una fecha para reunirnos todos con los que habías hablado, de
nuevo en los mismos salones de la Caja Rural.
Llegó ese día, viernes para más señas, y allí estábamos cuarenta o
cincuenta personas todas hablando de lo mismo, ¡de Semana Santa casi en
verano!
Teníamos un reto muy importante por delante, la restauración de las
imágenes de Nuestro Padre Jesús Nazareno y de Nuestra Señora de la
Soledad, comprobar el estado de los pasos, caídas, faroles y de todos los
enseres que ¡no sabíamos dónde estaban!
Nos repartimos el trabajo y, en grupos, íbamos recabando datos de lo
necesario para salir a la calle con unos pasos medianamente dignos en la
Semana Santa del 2003.
Todos los viernes de todos los meses. Al principio sin cargos y sin tomar
notas de las decisiones, nos reuníamos con la misma ilusión.
Teníamos que coger dinero como fuera para hacer frente a los enormes
gastos que tendríamos, pues sólo disponíamos de una cuenta bancaria con
poco más de trescientas mil pesetas que se habían obtenido a base de rifas y
pedidas, por varias mujeres (entre ellas mi madre y la Pepina) durante los
años anteriores en los que no se salía.
Poco a poco, lo que antes sólo eran conversaciones de reuniones y trabajos
esporádicos para la Hermandad, se iban convirtiendo en algo más
profundo. Las llamadas de teléfono se iban repitiendo cada vez con mayor
frecuencia instándome a acompañarte a alguna gestión de la hermandad o
para alguna orden,… que también las ha habido.
Los encuentros se iban sucediendo en el tiempo hasta convertirse en casi
diarios.
A tu lado hemos vivido tiempos de alegrías y también de mucha
desesperación, pero siempre has sabido controlar la situación y darnos
ejemplo de vida de sacrificio por lo que de verdad merece la pena luchar:
por la familia, por los amigos y por Dios. Nunca pones mala cara por nada,
aunque a veces, comulgas con ruedas de molino.
Desde entonces, te considero uno de mis mejores amigos. He podido
comprobar la blancura de tu corazón y la grandeza de tu persona. Desde
entonces, creo que he conseguido una de mis mejores adquisiciones: el
haberte conocido.

Desde la ventana de mi clausura


Te compongo estos versos
Para que en la noche de la amargura
Sin voz y con ternura
Las miradas se conviertan en besos.
¡No dejes de flamear, cirio!
Y alumbra bien su rostro.
Que aún caminando a su martirio
Coronado como rey de los judíos
Su amor, lo hace nuestro.

¡No dejes de flamear, cirio!


Y dame esa luz infinita
Que detrás, en el camino
Siguiendo los pasos del destino
Viene su madre bendita.

¡Sigue llorando, cirio!


Que tus lágrimas sequen las suyas.
Que mi voz no rompa el silencio
de ese llanto sin suspiro
que me duele y me apura.

¡No dejes de arder, cirio!


Y hazle fuerza al viento.
Consume lento tu brillo
Acércate a Ella con sigilo
Y dile todo lo que siento.

¡ARDE FUERTE, CIRIO!


Y DALE CALOR A SU ROSTRO.
QUE SU PENA LE DA FRIO
AUN VIENDO TANTO GENTÍO
DE ESTE PUEBLO NUESTRO.

Lumen Fidei

Como asociación pública de fieles acogida al seno de la Iglesia Católica,


esta hermandad tiene como fin principal el culto público a Dios y, como
consecuencia de ello, la ayuda, el consuelo y el ánimo a los más
necesitados dentro de su marco de acción.
El amor al prójimo ha de ser una constante en la mente de los cristianos
pues así nos lo indicó nuestro señor Jesucristo, y para esta hermandad se
debe aumentar esta máxima a los mas necesitados, ya sea por el motivo que
fuere. No hay mas amor que el amor entregado sin esperar nada a cambio.
En el amor nos distinguiremos.
Es bueno dar gracias a Dios por los bienes recibidos, pero ¿Quién da las
gracias por las desdichas? Me explico:
En los momentos de felicidad es muy fácil el dar gracias por lo bien que lo
estamos pasando, por lo dichosos que somos, por lo bien que nos van las
cosas, etc.
Ahora bien, ante los malos momentos, ante la debilidad por no saber salir
de un problema, en el llanto, ante el desconcierto por las desavenencias, en
las dudas…
¿no sería también bueno dar esas mismas gracias al Señor por hacernos
pasar estas experiencias que nos hace grandes, que nos hace fuertes en la
vida? Ya lo dijo San José Mª Escribá de Balaguer: “…Cuando recibas
algún golpe fuerte, alguna Cruz, no debes apurarte. Por el contrario, con
rostro alegre, debes dar gracias al Señor…”
Tenemos que dar gracias, no sólo por el pasado que en definitiva es todo lo
anteriormente dicho, sino por el momento, por el día de hoy. “GRACIAS
SEÑOR, POR EL DÍA DE HOY, POR DEJARME VIVIR LO QUE ESTOY
VIVIENDO”. Esta es una muestra de grandeza y fidelidad a Dios y nos
ayuda a admitir que mañana podemos no estar aquí para solucionar los
problemas que hayamos podido causar. El poner en sus manos toda nuestra
vida, que en definitiva es suya. Que todas nuestras obras se las ofrecemos a
Él, porque nosotros nada somos si no es por Él.
Tenemos que pensar que por muy mal que nos vaya en la vida y nos pese el
momento en que estamos viviendo, más grande fue el sufrimiento y el peso
de la Cruz que portó Jesús con todos nuestros pecados. El amor que entregó
en esos últimos momentos de su vida, aguantando todas las vejaciones,
para salvar al mundo de las fauces del pecado, fue más grande que todo el
bien que le podamos devolver cada uno de nosotros en toda nuestra vida.
La alegría que sentimos junto a nuestros familiares o amigos en los
momentos de felicidad, son fiel ejemplo de la gracia de Dios y de la buena
huella que estamos dejando entre los que nos rodean. Si somos felices
porque los que nos rodean así nos hace sentirnos, es porque a ellos también
les estamos haciendo felices. La llegada de un nuevo ser a nuestro entorno,
que puede ser lo más grande de nuestras vidas, un cumpleaños, una boda, el
encuentro de un trabajo, todos esos momentos no dejan de ser, por mucho
que intentemos impedirlo, fugaces y con un contenido más o menos pobre
de satisfacción personal. En esta sociedad que nos ha tocado vivir,
predomina el disfrutar a tope del momento, el Carpe diem, sin importar lo
que hagan, digan o sufran los demás. El vivir a tope trae consigo esa
despreocupación y nos hace más egoístas; “todo para nosotros y sólo para
nosotros”, disfrutar hoy por si mañana no se puede.
Si todos opinásemos igual, llegaría el día en que necesitando la ayuda de
alguien para hacer algo, sea enfermedad, trabajo, etc. no encontraríamos a
nadie que nos ayude, porque todos nos estaríamos mirando a nosotros
mismos
Pero la verdadera muestra de amor y, por consiguiente, de arraigo para con
el prójimo es la que queda de los momentos de ayuda, consuelo y
dedicación a ellos. Es muy reconfortante el que hablen bien de uno. Y no
sólo por lo que se ha hecho en lo netamente material, que también, sino por
como se ha sido, vivido y actuado. Dedicar la vida a servir a los demás y
con ello a Dios, es la manera de garantizarnos que cuando seamos nosotros
los que necesitemos, seremos atendidos y reconfortados. El que digan:
- Esa, es una persona honesta. En el, si podemos confiar.
Podremos ser la persona más pobre, en dinero, del mundo, pero de una cosa
sí estoy convencido, que si hay alguien que por detrás nuestra habla de esta
manera, somos los más ricos.
Siempre habrá quien nos critique, bien por envidia, bien por ignorancia. Sin
embargo, cuando se está convencido de lo que se está haciendo, los malos
comentarios pasan y se vuelven contra quienes los difunden.
En ello la Fé tiene mucho que decir. Un verdadero cristiano es honrado por
definición, y no flaquea en los momentos de debilidad, una firme
convicción en el amor de Dios es suficiente para derrotar los males que
azotan la sociedad.
LA LUZ DE LA FE ilumina a todo creyente con la misma fuerza, ahora
bien, cada uno es libre de optar seguir siendo iluminado o apartarse poco a
poco a las sombras. Es duro el camino del que opta por seguir iluminado,
sobre todo por las dificultades puestas por los que eligieron otra la opción,
pero manteniendo la mirada fija en la luz se superan todos los pesares a la
vez que se ayuda a los que nos necesitan.
La luz de nuestra Fe está en saber que por muy mal que nos vayan las
cosas, siempre podemos contar con la ayuda de Jesús.
Pues bien, una hermandad, esta Hermandad Sacramental, debe hacer todo
lo posible para que a nuestros prójimos que están pasando por momentos
de dificultades, les seamos de ayuda y consuelo. Seamos capaces de saber
cual es la mejor forma de ayudar y a la vez servir a Dios como miembros
de una Iglesia comprometida con los más desfavorecidos.
Gracias señor, porque nos has iluminado en la tarea de servir. De hacernos
comprender que una hermandad, sea de Gloria sea de Pasión, no es sólo el
sacar unos pasos a la calle, que también, sino que su misión es más
importante y noble; que es la del sacrificio por nuestros semejantes, el
hacer que en las necesidades pongamos esperanzas, que en las injusticias
pongamos amor, que en las desgracias seamos consuelo, que en la alegría
seamos humildes y en la tristeza seamos virtud.
Como no podía ser de otro modo, esta Hermandad intenta llevar a cabo
proyectos de caridad y servicio a la comunidad. Unas veces con acierto y
otras no con tanto, pero, y de esto estoy seguro, siempre con el mayor de
los respetos e ilusión.

Mi Pasión
Dime porque lloras, madre mía, y tus lágrimas son de dolor.
¿Es por ver a tus hijos pelearse los unos con los otros,
Que la memoria la estamos perdiendo,
y no te confortamos con nuestro calor?

Dime porque lloras con lágrimas de terciopelo


Que hasta los ojitos de los niños, con pena te miraban.
Ya no tienes a tu madre, Santa Ana,
Que te consuele y te limpie la cara de porcelana.

Dime porque lloras con lágrimas de caramelo


Que hasta las flores que te acompañan,
Están perdiendo el color por desconsuelo.

Dime porque lloras con lágrimas de cera,


Señora y Reina del cielo,
Si con tan sólo una palabra tuya
a tus pies se postra el mundo entero.

Dime porque lloras con lágrimas de agonía


Y un puñal traspasa tu corazón,
¿Es por ver a tu hijo en la lejanía
que está siendo vencido por la sinrazón?

¿Dónde está la Luna, y dónde las estrellas?


Que vengan y limpien de amargura
Tu cara de niña bella.

Ya vendrá el día.
Y con su manto cálido y suave
Pondrá luz a tus penas, ¡que son mías!
Dime porque lloras y tus lágrimas son rocío.
Que no sé maquillar mis palabras
Y por tu amor me encuentro perdío.

Pero, dime porque lloras,


y tus lágrimas me embriagan los sentíos.
Me trastorna y enferma el alma
Y a Dios… elevo mi suspiro.

IESUS NAZARENUS REX IUDIUS


Corazón que no late. Corazón que está formado por los corazones de
quienes te quieren. De las almas que son una, pues una sola alma basta para
cubrir los pesares de la tierra.
No, tu corazón no late. Y no late porque por tu cuerpo corren ríos de
incienso y cera. Eficaz bálsamo que todo lo puede.
No, tu corazón no late. No lo necesita. ¿Qué ritmo marcaría? Al final todo
ritmo precisa de un tiempo y ¡Ay! Si el tiempo eres tú. Tú marcas el inicio
de las estaciones. Las épocas de siembra, cosecha, frío, calor, tú marcas el
tiempo en que nacemos y morimos. Tú decides cuando y porqué suceden
las cosas. Tú dices y se cumple el color de las flores; pasión en la Rosa,
pureza en el Lirio, penitencia en la Orquídea y paz en el Olivo.
No, tu corazón no late. Eres fuente de vida y la vida en ti recae. Eres todo
lo que necesito y en ti todo lo tengo.

Madre que nos quiere y nos protege.


Madre que todo lo sufre
y se calla.
Por querernos aguantas desconsolada.
Como las rosas, que aún muriendo,
Entregan la mejor de sus fragancias.
Para ser mujer naciste
Y por ser mujer fuiste elegida
Para acoger en tu vientre
Al que más tarde entregaría
Su vida
Para salvar las nuestras
y ser el hijo de Dios.

Por el nombre con el que se te conozca


Que más da,
Dolores, Valle, Victoria, Soledad…
Si eres Reina del cielo y Reina
De la tierra.
Y por ser Reina, un ángel nazareno
Te pone la corona en tu cabeza.
Con tres letras algunos te llaman.
Y no te pudieron poner otro
Que tanto significara.
Cuantas veces eres nombrada,
Y cuantas destrozada
Si con tan pocas letras, tan fácil
Es acusarla.
Toda la tierra ansía tenerte
Pero que pocos te disfrutan.
¡Con tan sólo tres letras…
Y lo difícil que es conquistarla!
Si vives en todas partes,
Aún viviendo secuestrada
Sales a la calle
Para ser aclamada.
Se te conoce vestida de blanco.
Y con blancas manos
La multitud te gritaba.
Como paloma volando y con olivo
Fuiste dibujada,
Y fuerte en nuestras vidas
¡Desde entonces
Eres imagen
De la Esperanza!
Paz aclamada.
Paz gritada.
Paz secuestrada.
Paz conquistada.
Paz acusada.
Paz destrozada.
Y Paz disfrutada.
Paz en los colegios,
Paz en las casas,
Paz en el olvido,
Paz en las entrañas,
Paz al fugitivo
Y Paz al que dispara.
Paz en la vida,
Paz en la muerte,
Paz al que siente
Y Paz al que trabaja.
Paz al que ríe,
Paz al que llora,
Paz al que se estremece,
Y paz al que canta.
Paz al que escribe,
Paz al que lee,
Paz al que escucha
Y Paz en la palabra.
Paz en el hogar,
Paz en la calle.
Paz en el cuartel
Y Paz en la sombra.
Paz al que recibe,
Paz al que presta.
Paz al que viaja,
Y paz al que espera.
Paz al preso,
Paz al que vigila,
Paz al que nace
Y Paz al que agoniza.
Paz al que sufre,
Paz al que consuela,
Paz al que comparte
Y Paz al que adeuda.
Paz, Paz…
Por Dios, Paz.
Si con tres letras te escriben…
¡Que difícil es alcanzarla!
El Costalero
La figura del costalero, tan necesario dentro de la hermandad, se va
forjando desde la niñez. Todos somos costaleros de afición, pues costalero
es aquel que lleva en su alma el peso de los problemas diarios y sobre su
cuerpo el peso de la imagen de su devoción. Pero también lo es, en el
principio, todo el que venera a una imagen y por tanto la lleva dentro.
Nuestros jóvenes costaleros comienzan su andadura al calor de los mayores
y se van preparando para el bautismo del costal con el dolorido sudor de los
ensayos de la cuadrilla de “La Borriquita”.
Es largo el camino de la penitencia del costalero, y dura la realidad de sus
sueños. La fuerza de su cuerpo porta a quien entra en Jerusalén para
cumplir con las escrituras, lo acompaña en su camino al calvario y lo recibe
delicada y tiernamente en su descendimiento de la cruz para llevarlo con
todo el dolor de su alma al oscuro y frío sepulcro.
Es duro ser costalero. Deben llevar el peso de la imagen de su devoción y
durante todo el tiempo que dura su trabajo no le ven su rostro.
No pueden casi disfrutar de la emoción de esa chicotá.
No pueden ver su cara a la luz de las velas en el recogimiento de la calle
más estrecha.
No pueden ver el baile de las bambalinas en el caminar de su madre.
No pueden ver la oscuridad del balcón del que salen las lágrimas de la
saeta.
Pero a cambio, su trabajo es recompensado con tu sentimiento.
El corazón del costalero late al ritmo de tu aliento.
Es tu presencia la que se siente al lado de su costal, quien empuja al mismo
tiempo a ese paso en la subida al cielo.
Son muchos los esfuerzos que debe hacer hasta colocarse el costal,
apretarse la faja y meterse bajo el paso. Son muchas las horas de ensayos y
a veces pocos los que acuden. Noches frías de Enero y Febrero son las
testigos de vuestros ensayos en los que se empieza con poco peso y cada
día se le va añadiendo un poco más, para que en el día esperado todos
vayan cargando con su parte correspondiente y sin demasiadas dificultades,
aparte de las que por su oficio o irregularidades del terreno por el que se
desarrolla la cofradía, se sufren.
A los más pequeños se les está enseñando el trabajo para que lo desarrollen
con la seriedad, el respeto y el sacrificio que se merecen tanto la imagen
que portarán como las personas que con amor, admiración y devoción la
contemplarán por las calles del pueblo. Se les está enseñando que en el
silencio del sufrimiento por el trabajo que realizan, está la penitencia de los
pecados. Que por mucho que les duela el costal, que por mucho que apriete
la faja, que si les tiemblan las piernas, piensen en lo que debió de sufrir
Jesús al morir por nosotros.
A los grandes, a los mayores, no se les puede enseñar nada de eso porque
ya lo saben. Pero se les recuerda que el camino que les espera será igual o
más duro que el del año anterior. Que los años causan estragos en los
cuerpos pero que Dios les dará fuerzas para completar con éxito su trabajo
y al finalizar, reciban con júbilo el aplauso y consideración de todos los
asistentes en general, de esta hermandad en particular y de sus seres
queridos en especial.
Después, en los días que siguen, demuestran que son costaleros de la vida,
soportando con estoica heroicidad, el peso del trabajo diario. En el interior
de cada persona, se lleva la cruz que soportamos en la vida y sólo siendo
como un costalero se soporta quedamente y en silencio.
No debemos dejar de empujar, pues otra cuaresma llegará y con ella la
igualá, la vuelta a los ensayos de este bendito trabajo que es llevar el otro
peso de la cruz, de esa cruz que todos llevamos y sólo el costalero lo
exterioriza.
Gotas de plegarias silentes embadurnan su cuerpo de penitente.
El pueblo, entusiasmado, contempla su trabajo extasiado.

¡Costalero,
reza un poco ya
y está contento!.
¡Costalero,
se acerca la hora ya
del sufrimiento!.
¡Costalero,
cálzate el esparto ya
y coge aliento!.
¡Costalero,
cíñete la faja ya
y ve corriendo!.
¡Costalero,
Ponte en tu sitio ya
Que tu capataz te esta llamando!
¡Costalero,
aprieta fuerte tu costal
y empuja tu aliento!.
¡Costalero,
que encima tuya está
Jesús el Nazareno!.
¡Costalero,
el camino tuyo va
y nos lleva al cielo!.
¡Costalero,
costalero…!
Yo quiero ser costalero
¡y llevarte, Señora,
por el pueblo entero!.
Yo quiero ser costalero
¡para llevarte, señora,
tras Jesús Nazareno!.
Dolor sin dolor.
Cansancio sin espera.
Yo quiero escuchar
el crujir de la madera.
Bendita tu eres, Señora
y bendito tu dolor.
De penas te mueres
porque matan al Salvador.
¡Silencio!. Silencio todos,
¡que suena una saeta!.
Quejío que brota
de una garganta quebrada
en un balcón sombrío.
Yo quiero ser costalero
y llevarte en tu dolor,
sentirte arriba, Señora,
y mostrarte mi amor.
Yo quiero ser costalero
¡y acompañarte, Señora,
con olor a incienso,
alumbrados por velas!.

Madre paciente. Mater Mea


La noche seca de esparto se cierne y cubre de aromas a claveles tu figura,
tan sólo iluminada por candelería de cera.
El cielo se te acerca y las estrellas te acompañan cuando bajas a la tierra.
Son doce los Ángeles plateados que te escoltan y que, por momentos, nos
priva tu presencia de la vista.
El milagro se cumple de nuevo. Como cada año. Tú, que subiste al cielo en
cuerpo y alma, vuelves a esta tierra humilde y pecadora para que te
acompañemos en tu dolor por ver a tu hijo torturado y a las puertas de la
muerte.
Aunque, la verdad, eres tu quien nos acompañas y consuelas en nuestros
dolores, en nuestros sufrimientos, en nuestras tribulaciones. Y eres tu quien
nos sirve de guía para conseguir, algún día, ser dignos de estar en el reino
de los cielos.
Con que garbo paseas tu figura dándonos ejemplo de entereza y sumisión,
que hasta el aire nos quema la garganta al verte sufrir.
¡Que puñal más grande tu corazón traspasa!
La presencia de la María por las calles, representada en los momentos de
dolor previos a la muerte de su hijo, que ella misma espera resignada, nos
debe hacer reflexionar sobre la capacidad de sumisión a la voluntad divina
y de esperanza que ELLA tuvo, para que seamos capaces de entender que
en nuestros momentos de aflicción, siempre está abierta la puerta al
consuelo de Dios.
Jesús es sacrificado ante la presencia de su madre, como nosotros podemos
ser en cualquier momento de nuestras vidas puestos al dolor corporal o
psicológico menos inesperado, pero como María y el propio Jesús,
debemos ser fuertes y no flaquear en la Fe.
Madre de todos los hombres, madre de los manzanilleros, tennos siempre
presentes y perdona nuestras debilidades.
Gracias Señor, por darme la lucidez para escribir, valor para ponerme aquí
y fuerzas para decir todo lo que por mi boca ha salido en alabanza de tu
nombre.

El cielo se viste de sangre.


El viento ya no sopla.
Ya viene la gente.
Ya se acerca la hora.
¡Ya se viste de penitente,
la multitud que te adora!.

¡De tus espinas clavadas


brotan lindos claveles;
Que por tu piel resbalan
y al caer al suelo, florecen!.
¡De tus manos ensangrentadas
azules lirios crecen!;
¡De dolor, tu fuerza quebrada!.
¡Y por amor, no desfalleces!.
Con tus pies descalzos
y tu espalda curvada,
vas caminando despacio
soportando las desgracias.

¡Tu caminar se hace música,


y Manzanilla a tus pies reza,
llora y te suplica
plegarias que su fe sustenta!
¡Tu caminar se hace música,
y a los sones, el pueblo enmudece
en tu camino a la Gloria
tu mirada los entristece!.
La luna te está mirando
y bajar a la tierra quisiera;
¡No puede seguir soportando
verte sufrir de esa manera!.

¡Y Manzanilla se hace camino;


Camino de Vía Dolorosa;
Manzanilla cumple tu destino
por caminos de cirios,
incienso y rosas!.
Caminos de capirotes
de negro enlutao vestíos;
¡no tienen más colores
las almas de este gentío!.
Tras las nubes de incienso,
la luna se ha escondido.
¡Que tristeza mi lamento!
Ya sólo te iluminan los cirios.

¡Y Manzanilla se hace Gólgota!.


¡Y te clavan en la cruz!,
¡y la noche llora y llora,
a la espera de tu luz!.
¡Nazareno de Esperanza!
¡Nazareno de VICTORIA!
¡Que por este VALLE de lágrimas;
tu madre nos llama a la gloria!.
¡A la Gloria Rociera!
¡A la Gloria del Perdón!
¡A la Gloria!, ¡Manzanilla!
¡Manzanilla de Pasión!
¡A la Gloria todo el que quiera!

He dicho.

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