"Sus deseos son rdenes para m" pens Antonio Chantalo, porque
era demasiado listo para decirlo en alto. La condesa tampoco
esperaba escucharlo, que lo pensase s, y que actuase en
consecuencia, tambin; de hecho, lo que la condesa expresara no
era un deseo, era una orden, clara y manifiesta, aunque lo
suficientemente difusa para no comprometerse.
- Vale, eso es raro, pero tampoco era de las buenas, igual las
quera para planchar la ropa, para hacer la raya de los
pantalones, s de gente que lo hace - dijo con naturalidad.