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TEXTO 1:

Sócrates centró su interés en la problemática del hombre, al igual que los

sofistas, pero a diferencia de ellos, supo llegar al fondo de la cuestión, como

para admitir que era un sabio en esta materia: “Por la verdad, ¡oh!

atenienses, y por ninguna otra razón me he ganado este nombre, si no es a

causa de una cierta sabiduría. ¿Y cuál es esta sabiduría? Tal sabiduría es

precisamente la sabiduría humana (es decir, aquella que puede tener el

hombre sobre el hombre): y con esta sabiduría es verdaderamente posible

que yo sea sabio”. ¿Cuál es la naturaleza y la realidad última del hombre?

¿Cuál es la esencia del hombre? Son las preguntas que trata de responder

Sócrates.

Finalmente se llega a una respuesta precisa e inequívoca: el hombre es su

alma, puesto que su alma es precisamente aquello que lo distingue de manera

específica de cualquier otra cosa. Sócrates entiende por alma nuestra razón

y la sede de nuestra actividad pensante y ética. En pocas palabras: el alma

es para Sócrates el yo consciente, es decir, la conciencia y la personalidad

intelectual y moral. En consecuencia, gracias a este descubrimiento

“Sócrates creó la tradición moral e intelectual de la que Europa ha vivido

siempre, a partir de entonces” (A. E. Taylor). Uno de los mayores

historiadores del pensamiento griego ha precisado aún más: “la palabra alma,

para nosotros, debido a las corrientes espirituales a través de las cuales ha

pasado a lo largo de la historia, siempre suena con un matiz ético y religioso;

al igual que las palabras “servicio de Dios” y “cura de almas” (también

utilizadas por Sócrates), suena a cristiana. Pero este significado superior lo

adquirió por primera vez en la predicación protréptica de Sócrates (W.

Jaeger).
Es evidente que si el alma es la esencia del hombre, cuidar de sí mismo

significa cuidar no el propio cuerpo sino la propia alma, y enseñar a los

hombres el cuidado de la propia alma es la tarea suprema del educador, que

fue precisamente la tarea que Sócrates consideró haberle sido

encomendada por el Dios, como se lee en la Apología: “Que ésta… es la orden

del Dios; y estoy persuadido de que para vosotros no habrá mayor bien en la

ciudad que esta obediencia mía al Dios. En verdad, a lo largo de mi caminar

no hago otra cosa que persuadiros, a jóvenes y viejos, de que no ese el

cuerpo de lo que debéis preocuparos ni de las riquezas ni de ninguna otra

cosa, antes y más que del alma, para que ésta se convierta en óptima y otra

cosa, antes y más que del alma, para que ésta se convierta en óptima y

virtuosísima; y que la virtud no nace de la riqueza, sino que la riqueza nace

de la virtud, así como todas las demás cosas que constituyen bienes para el

hombre, tanto para los ciudadanos individuales como para la polis”.

Uno de los razonamientos fundamentales realizado por Sócrates para

probar esta tesis es el siguiente. Uno es el instrumento del cual nos valemos

y otro es el sujeto que se vale de dicho instrumento. Ahora bien, el hombre

se vale del propio cuerpo como de un instrumento, lo cual significa que son

cosas distintas el sujeto –que es el hombre- y el instrumento, que es el

cuerpo. A la pregunta de ¿qué es el hombre?, no se podrá responder que es

el cuerpo, sino que es aquello que se sirve del cuerpo, la psyche, el alma (la

inteligencia) es la que se sirve del cuerpo, de modo que la conclusión es

inevitable: “Nos ordena conocer el alma aquel que nos advierte “Conócete a

ti mismo”. Sócrates llevó esta doctrina suya hasta tal punto de conciencia y

de reflexión crítica, que logró deducir todas las consecuencias que

lógicamente surgen de ella, como veremos en seguida.


En griego lo que nosotros llamamos “virtud” se dice areté y significa aquella

actividad y modo de ser que perfecciona a cada cosa, haciéndola hacer

aquello que debe ser. (Los griegos hablaban, por lo tanto, de una virtud de

los distintos instrumentos, de una virtud de los animales, etc.; por ejemplo,

la virtud del perro consiste en ser un buen guardián, la del caballo, en correr

con rapidez, y así sucesivamente). En consecuencia la virtud del hombre no

podrá ser más que lo que hace que el alma sea como debe ser, de acuerdo

con su naturaleza, es decir, buena y perfecta. En esto consiste, según

Sócrates, la ciencia o conocimiento, mientras que el vicio será la privación

de ciencia y conocimiento, es decir, la ignorancia.

De este modo Sócrates lleva a cabo una revolución en la tabla tradicional de

los valores. Los verdaderos valores no son aquellos que están ligados a las

cosas exteriores, como la riqueza, el poder o la fama, y tampoco aquellos

que están ligados al cuerpo, como la vida, la fuerza física, la salud o la

belleza, sino exclusivamente los valores del alma que se hallan todos

incluidos en el conocimiento. Por supuesto, esto no significa que todos los

valores tradicionales se conviertan en antivalores, sin más; significa

sencillamente que por sí mismos carecen de valor. Sólo se convertirán en

valores si se utilizan como lo exige el conocimiento, es decir, en función del

alma y de su areté.

Fuente de información: Johannes Hirschberger Historia de la filosofía.

Barcelona: Editorial Herder, 1981.


TEXTO 2:

1.[Para ser libres y felices es fundamental distinguir entre lo que está

en nuestro poder y lo que no]

a. De lo que existe, unas cosas dependen de nosotros, otras no. De nosotros

dependen juicio, impulso, deseo, aversión y, en una palabra, cuantas son

nuestras propias acciones; mientras que no dependen de nosotros el cuerpo,

la riqueza, honras, puestos de mando y, en una palabra, todo cuanto no son

nuestras propias acciones.

b. Y las cosas que dependen de nosotros son por naturaleza libres, sin

impedimento, sin trabas; mientras que las que no dependen de nosotros son

inconsistentes, serviles, sujetas a impedimento, ajenas.

c. Recuerda, pues, que si las cosas por naturaleza esclavas las creyeres

libres y las ajenas propias, andarás obstaculizado, afligido, lleno de

turbación e increparás a los dioses y a los hombres; en cambio, si sólo lo

tuyo juzgas que es tuyo y lo ajeno, como realmente es, ajeno, nadie te

coaccionará nunca, nadie te pondrá impedimento, no increparás a nadie, no

acusarás a ser alguno, nada harás que no quieras, nadie te perjudicará: no

tendrás enemigo, pues ni te dejarás persuadir de que haya algo perjudicial.

2.[Sólo nuestros juicios pueden turbarnos]


Lo que turba a los hombres no son los sucesos, sino las opiniones acerca de

los sucesos. Por ejemplo, la muerte no es nada terrible, pues, de serlo,

también se lo habría parecido a Sócrates; sino la opinión de que la muerte es

terrible, ¡eso es lo terrible! Cuando, pues, nos hallemos incómodos o nos

turbemos o aflijamos, nunca echemos a otro la culpa, sino a nosotros

mismos, esto es, a nuestras propias opiniones. Obra es de quien carece de

formación filosófica acusar a otros de lo que a él le va mal; quien empieza a

educarse se acusa a sí mismo; quien ya está educado, ni a otro ni a sí mismo

acusa.

Epicteto, “Enquiridión”
TEXTO 3:

Para Nietzsche la moral es una fuerza terrible y engañadora que ha

corrompido a la humanidad entera. La moral es la gran mentira de la vida, de

la historia, de la sociedad. En “La genealogía de la moral”, Nietzsche trata

de desenmascarar la moral. Para ello, enfoca la moral desde un doble punto

de vista.

A) Etimológico: busca las raíces de las palabras “bueno” y “malo” y

encuentra que su significado ha cambiado respecto a lo que

significaron en un principio. Bueno significaba “noble”, “dominador”,

“de clase o rango superior”, “aristócrata” (areté, bonus, gut) y malo

era el débil, el simple, el vulgar, el plebeyo, el sometido o de rango

inferior.

B) Históricamente: Nietzsche investiga el origen de los conceptos “bien”

y mal”. En su origen encuentra una doble moral:

B.1) La moral de los señores: es la de los fuertes, creativos,

dominadores. Estos forman una casta o clase social que se impone a la

clase de los débiles, de los inferiores, de los vulgares y sometidos. El

dominador ama la vida, es duro para sí y para los demás, y desprecia

la debilidad y la cobardía, el miedo, la humildad y la mentira. No se

compadece ni es piadoso.

B.2) La moral de los esclavos privilegia la igualdad, la compasión, la

dulzura y la paciencia. Es propia de los oprimidos y los débiles que a

menudo desprecian esta vida y se refugian en al más allá.


Según Nietzsche, se ha producido una transmutación de los valores.

La búsqueda socrática del universal, y la aportación judeocristiana de

la misericordia y la compasión ejecutaron una traición sobre la moral

de los señores, imponiendo una moral de esclavos como alternativa.

Hechos históricos como la revolución francesa o la expansión de la

democracia vienen a verificar y confirmar esta traición. La inversión

o transmutación de los valores está consumada y Nietzsche reivindica

la moral de los señores. La moral y la religión son engaños, traiciones,

imposiciones.
TEXTO 4:

Sobre la ética kantiana:

La conciencia moral manda de modo absoluto, ordena de modo

incondicionado, nos dice: "me conviene ser amable con él porque así evitaré

problemas", este sería un criterio de conveniencia. La conciencia moral dirá:

"debo ser amable con el porque es mi deber tratar bien a la gente" y no

importa si ello me cuesta la vida, la fortuna, o lo que fuere, el mandato de la

conciencia no está condicionado por las circunstancias. Puede suceder que

uno no cumpla con su deber, pero eso no le quita autoridad al mandato

absoluto. El deber no supone conveniencias, satisfacciones o estrategias, es

un fin en sí mismo.

La conciencia moral es entonces la conciencia de una exigencia absoluta que

no se explica y que no tienen sentido alguno desde el punto de vista de los

fenómenos de la naturaleza. En la naturaleza no hay deber sino tan solo

suceder, una piedra no "debe" caer, simplemente, "cae".

La conciencia moral

Mientras que en la naturaleza todo se encuentra condicionado por las leyes

de la causalidad en la conciencia moral rige un imperativo que no conoce

condiciones, un imperativo categórico. La conciencia moral dice 'no

mentirás' ssin condicionar en modo alguno el mandamiento, no establece

circunstancias particulares bajo las cuales la ley tiene validez o no, el

mandanto es siempre absolutamente válido, de otra forma, no sería una

exigencia moral.
Kant diferencia el imperativo categórico del imperativo hipotético. En este

último, el mandato se halla condicionado o reducido a una circunstancia

determinada: 'si quiero ganar su confianza, no debo mentir' porque si no es

importante para mí ganar su confianza, mentir o no mentir, deja de ser un

mandato.

La buena voluntad

De acuerdo a la ética de Kant, sólo la buena voluntad es absolutamente

buena en tanto que no puede ser mala bajo ninguna circunstancia:

"La buena voluntad no es buena por lo que se efectúe o realice, no es buena

por su adecuación para alcanzar algún fin que nos hayamos propuesto, es

buena solo por el querer, es decir, es buena en sí misma" Fundamentación de

la metafísica de las costumbres, Kant

Analicemos el pasaje citado:

1. Imaginemos que una persona se ahogando en el río, hago todo lo posible

por salvarla pero no lo logro. La persona muere, de todas formas.

2. Imaginemos ahora que hago todo lo posible por salvarla y que tengo éxito,

salvando su vida.

3. Imaginesmos la tercera posibilidad: la persona se está ahogando y yo la

atrapo por casualidad mientras pesco con una gran red.

¿Cuál es el valor moral de cada uno de estos posibles actos imaginados? La

tercera posiblidad carecería de valor moral porque ocurre sin

intencionalidad. Moralmente no es ni buena ni mala, simplemente neutra. Los

otros dos actos son moralmente buenos y tienen el mismo valor, en tanto

que la buena voluntad es buena en sí misma.


El deber

El deber refiere a que la 'buena voluntad', bajo ciertas limtaciones, no

puede manifiestarse por sí sola.

El hombre, no es un ente puramente racional, sino que también es sensible.

Kant observará que las acciones del hombre en parte están determinadas

por la razón pero existen tambien 'inclinaciones' como el amor, el odio, la

simpatía, el orgullo, la avaricia, el placer... que también ejercen su influencia.

El hombre reune en su jeugo la racionalidad y las inclinaciónes, la ley moral y

la imperfección subjetiva de la voluntad humana. Entonces, la buena

voluntad, se manifiesta en cierta tensión o lucha con estas inclinaciones,

como una fuerza que parece oponerse. En la medida que el conflicto se hace

presente, la buena voluntad se llama deber.

Si una voluntad puramente racional sin influencia alguna de las inclinaciones

fuese posible, sería para Kant, una voluntad santa (perfectamente buena).

De esta forma, realizaría la ley moral de modo espontáneo, esto es, sin que

conforme una obligación. Para una voluntad santa, el 'deber', carecería

entonces de sentido en tanto que el 'querer' coincide naturalmente con el

'deber'. Pero en el hombre, ley moral, suele estar en conflicto con sus

deseos.

Se distinguen así tres tipos de actos:

a. Actos contrarios al deber: En el ejemplo de la persona que se está

ahogando en el río. Supongamos que disponiendo de todos los medios

necesarios para salvarlo, decido no hacerlo, porque le debo dinero a esa

persona y su muerte me librará de la deuda. He obrado por inclinación, esto

es, no siguiendo mi deber sino mi deseo de no saldar mi deuda y atesorar el

dinero.
b. Actos de acuerdo al deber y por inclinación mediata: El que se ahora en el

río es mi deudor, si muere, no podré recuperar el dinero prestado. Lo salvo.

En este caso, el deber coincide con la inclinación. En este caso se trata de

una inclinación mediata porque el hombre que salva es un medio a través del

cual conseguiré un fin (recuperar el dinero prestado). Desde un punto de

vista ético, es un acto neturo (ni bueno ni malo).

c. Actos de acuerdo al deber y por inclinación inmediata: Quien se está

ahogando es alguien a quien amo y por lo tanto, trato de salvarlo. También el

el deber coincide con la inclinación. Pero en este caso, es una inclinación

inmediata porque la persona salvada no es un medio sino un fin en sí misma

(la amo). Pero para Kant, este es también un acto moralmente neutro.

d. Actos cumplidos por deber: El que ahora se ahoga es un ser que me es

indiferente... no es deudor ni acredor, no lo amo, simplemente, un

desconocido. O pero aún, es un enemigo, alguien que aborrezco y mi

inclinación es desear su muerte. Pero mi deber es salvarlo y lo hago,

contrariando mi inclinación. Este es el único caso en que Kant considera que

se trata de un acto moralmente bueno, actos en los que se procede

conforme al deber y no se sigue inclinación alguna.

El imperativo categórico

El valor moral de una acción, no reside en aquello que se quiere lograr, no

depende de la realización del objeto de la acción, sino que consiste única y

exclusivamente en el principio por el cual ésta se realiza, alejando la

influencia de cualquier deseo.

El principio por el cual se realiza un acto es llamado por Kant, 'máxima' de la

acción, es decir, el principio o fundamento subjetivo del acto, el principio

que de hecho me lleva a obrar.


En esta línea, Kant formula el imperativo categórico:

Obra según una máxima tal que puedas querer al mismo tiempo que se torne

ley universal

De esta forma, obraremos moralmente solo cuando podamos desear que

nuestro deseo sea válido para todos. Así, lo que se pretende es eliminar las

excepciones, siendo igualmente válida para todas las personas.

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