E. remo pe Las AVES era
muy grande. Tenia montaftas, rfos, la-
(gos, valles y muchos habitantes,
En1as montafias volaban grandes
yguilas con sus hermosos pantalones
lancos, y majestuosos céndores que
ban desde lo alto animales peque-
para alimentarse.
Cerca de los rios y lagos se podian
‘elegantes cisnes de cuello negro,
ias, flamencos de largas patas,
queltehues —siempre gritandoasustados por algtin peligro— y taguas
muyrnegras que se sumergian hastael fon-
do del lago en busca de plantas acuéticas,
para alimentarse.
En los campos vivian codornices
con su gran copete de plumas negras,
lechuzas que dormian todoel dia y salfan.
acazar ena oscuridad de lanoche, loicas
de pecho colorado, mirlos negrisimos,
perdices sin cola que se alejaban del pe-
ligro corriendo, tiuques y tortolas.
En los bosques se podian ver
pajaros carpinteros taladrando arbo-
les, ruidosos loros choroyes vestidos
completamente de verde, jlgueros que
entonaban su hermoso canto y pequefios.
picaflores alimenténdose del polen y del
néctar de las flores.
En la capital del reino, Ciudad
Grande, vivian chercanes de cola le-
vantada, chincoles con peinado alto,
muchos gorriones y también zorzales
que, con su cabecita inclinada, corrfan
buscando lombrices y caracoles. En las
calles, las plazas y el mercado se vefan
gallinas, patos, gansos y pavos que con-
versaban entre ellos mientras iban de un
lado a otro.
‘En Ciudad Grande también estaba
el palacio del rey Federico Condor, quien
habia sido elegido para ese cargo por
su gran tamafo y majestu
vuelo. Federico no era muy inteligente,
pero sf un buen rey gracias a su bondad
y asu preocupacién por los problemas
de sus stibditos.La vida era bastante agradable
para todos los habitantes del reino, pero
cada vez que algiin ave querfa ir a un
lugar lejano, surgia un gran problema
—Mamé —pedian a gritos los
Hiflos choroyes antes de acostarse—,
{Yamos mafiana a conocer ese bosque
Mel que hablé el tio jilguero?
—iNo! —respondia la mamé— Nos
sdlemos perder. No sabemos el camino.
—Me han hablado de un lugar
\Uy solitario donde casino hay peligrosHes decia un queltehue a sus amigos
en el café.
—jSi pudiéramos Ilegar a él sin
perdernos! —exclamaban ellos.
—Hoy conversé con una tagua
que estuvo en un rfo con muchos peces
—contaba papa garza al volver del tra-
bajo.
—Seria tan bueno poder ir alld
para ensefarles a pescar a los nifios
—suspiraba mamé garza—, pero nos
perderfamos.
12Un dia, el rey estaba reunido con
8 ministros para discutir acerca de un
yblema que debian enfrentar todos los
jos en Ciudad Grande: las bandadas de
migratorias que invadian la ciudad
Su paso hacia lugares lejanos,
—He pensado que necesitamos
torre de vigilancia —dijo Fed
lor—. Deberia llegar més arriba
'més alto de nuestros vuelos, para
tiempo cuando se acerquen y
las hacia los campos, donde hay
cio y comida.—Para poder construir la torre alejarnos mucho de nuestras casas por-
habria que encontrar un bosque con que después no sabemos c6mo regre-
mucha madera —senal6 el ministro de sar... Ni siquiera podemos estar seguros
Construccién, Joaquin Carpintero. de llegar a donde queriamosir—apunt6
—{Usted podria encargarse de el ministro de Interior, disimulando un
50, ministro de Abastecimiento? —pre- bostezo porque era una lechuza y, como
gunté el rey. todas ellas, estaba acostumbrada a velar
—Yo podria mandar algunas aves de noche y dormir de dia,
a buscar un bosque, majestad —res- —Cémo podemos solucionar eso,
pondié el ministro con cautela—, pero seior ministro? —le pregunts el rey.
‘c6mo harfan para no perderse? E] ministro de Interior abrié més
—Justo de eso queria hablarle, grandes ojos y pensé un instante,
sefior —dijo el ministro de Salud—. Los —Tal vez lo més prictico seria
médicos que enviamos a recorrer los un mapa del reino, majestad.
lugares apartados hace meses, atin —jUn mapa! —exclamé Federico
regresaron. Deben de estar perdidos. lor—. Cémo no se me habia ocurri-
—A mi me pasé lo mismo con sé buena idea, seftores!
técnicos que fueron a medir el caudal Y asf fue como se tomé la impor-
los rfos, majestad —aftadi6 el mini decisién de trazar un mapa del
de Recursos Naturales. ra conseguirlo, Federico llamé
—jTodos se pierden cuando Sus stibditos a inscribirse como
de viaje? —consult6 extrafiado el voluntarios. Para que to-
—Si, majestad. Ese es un probl ran del llamado se pegaron
que tenemos en el reino: no po ciudad carteles en los que se
1 19—Apenas puedes volar —le ex-
plicé Federico Condor—. Serfas muy
lento.
solicitaba exploradores. También partie-
ron muchas aves mensajeras con volan-
tes que dejaban caer en distintas partes.
No todas ellas pudieron regresar... y no —Pero corto muy répido —ins
todos los interesados pudieron llegar a ti6 Sebastin—. Ademas, si llevo papel
Ciudad Grande para presentarse ante y tinta puedo usar una de mis plumas
Federico Céndor, pero, de todos modos, para anotar lo que veo.
—No—dijo muy serioel rey—.No
juedes ser explorador, aunque s{ puedes
Elia de la audiencia, el rey tomé sudar a José Gallo a vigilar la sala del
la lista de inscritos y los fue llamando. no. Te parards junto a élen la entrada
uno a uno. ‘cuidards que nadie pase sin permiso.
Comparecieron choroyes, codot luso, puedes ahuyentar con tu fuerte
nices, gorriones, garzas, tiuques, quelte= alos insistentes.
hues, entre muchas otras aves. Federi Y asf, el ganso Sebastian, en lugar
‘Céndor le daba instrucciones a cada explorador, fue vigilante dela sala
y ellas salfan a realizar su trabajo. Te no.
iba bien, hasta que lleg6 al diltimo no:
bre de la lista: Sebastian, un ganso,
—Td no puedes ser explora
le dijo el rey amablemente.
—Es lo que més deseo ser —4
pondié Sebastidn, ansioso—, Es el:
de mi vida.
se reunié un buen namero de volunta-
rios.
20 24Pasaron algunos meses. El mapa
lel veino estaba cada vez més completo,
Peto atin no habfan encontrado un bos-
p que tuviera madera suficiente para
druir la torre de vigilancia. Con el
ipo, Sebastidn se resigné y estaba
inte contento con su trabajo, pero
envidia cuando los exploradores
ia contar sus descubrimientos.
Wmocionante debe de ser viajar
If y encontrar lugares que nadie
xisten”, pensaba cada vez que
Alguno de los viajeros.Una mafiana se presentaron dos “Mmmbhh, no son muy buenos
exploradores a darle importantes noti exploradores”, pens6 Sebastidn.
cias a Federico Condor. El rey hizo una —Ya veo —dijo Federico Con-
sefial desde su trono, Sebastian golpe6 el dor—. Pero habia drboles grandes en
suelo firmemente dos veces con su pico la parte que recorrieron?
y José Gallo anuncié con voz potente: —No... si... no sé —dijo Noelia
—jLosexploradores Noel y Noelia Garza—. Es que no estuvimos muy
Sarzal dentro... solo en la orilla.
Se abrieron las puertasy entra —Y desde la orilla, emo se veian
dos hermosas garzas muy blancas Arboles, altos o bajos? —pregunté el
orgullosas que se pararon frente al y bastante molesto.
para informarle que habjan encontra —Hummm... bueno... verd maj
un bosque que atin no aparecia en |... No nos acercamos mucho al bos-
mapa del reino. Ambas se daban solo lo vimos desde lejos cuando
de importancia y se volteaban a mii jamos peces en un ro —dijeron
con desprecio a Sebastidn y a José G exploradores.
por ser mucho més toscos y feos Pero qué negligentes! —excla-
ellas. jado Federico Condor—. Voy
—Como es el bosque, gre otras aves, que sean de mi
pequefio? —pregunts el rey. para que averigiien lo que
—Bueno... es decir... bien, fan haber sabido.
jestad —dijo Noel Garza— la ganas de ir yo!”,"pens6
es que no lo recorrimos complet orreria todo el bosque
nos adentramos un poco en él, ‘pareciera importante y
24, 25volveria a dar un buen informe. Pero el
rey ya lo dijo: no puedo ser explorador
Porque apenas puedo volar”
—Hasta yo hubiese hecho mejor el
trabajo —dijo José Gallo cuando las gar-
Zas pasaron cabizbajas junto a él. Ellas,
avergonzadas, salieron sin mirarlo,
28Después de pensarlo bastante, el
rey decidié que enviaria a Sofanor Pica-
flor, Marin Garridn e ftalo Cernicalo a
reconocer el bosque. Ellaseran lasaves-en
las que mas confiaba para ese trabajo.
Las tres se presentaron en el pa-
lacio muy temprano al dia siguiente.
Ahi estaba Sebastidn, que vio como les
tentregaban los mapas en los que se mos-
tvaba aproximadamente la ubicacién
del bosque. Después de que el rey Tos
‘exhortara a hacer un buen trabajo, los
“exploradores se fueron.|
7 < —
|| fey
may t = =
= aw,Sofanor Picaflor demoré un poco
en tomar el camino porque se entretu-
vo sacandlo el néctar de las flores de un
hermoso rododendro que habia en la
entrada del palacio. Marion Gorridn se
fue tranquilamente volando de arbol en
Arbol. {talo Cernicalo, de inmediato, se
elevé tanto que casi se perdié de vista.
Durante el mismo dia las aves
regresaron a Ciudad Grande. Primero
Tego ftalo Cernicalo, después Marién
Gorrién y, por tiltimo, casi al anochecer,
Sofanor Picaflor.
36Al dia siguiente, cuando las aves
se presentaron a entregar sus informes,
estaban los ministros de Interior y de
Construcci6n junto al rey. Todos perma~
necfan expectantes, ya que esperaban
que en ese bosque existiera la madera
suficiente para construir la torre de vi-
gilancia.
Sebastidn se movia nervioso en su
puesto. “ZY sialguna vez yo pudiera dar
{un informe de ese tipo?”, pensaba.
Primero entré ftalo Cernicalo, y
\s saludar respetuosamente al rey y a
39sus ministros, se paré frente a ellos
pera de sus preguntas,
—Lo primero que queremos saber
es el tamafio del bosque —sefialé, antes
que nadie, el ministro de Interior, Pedro
Lechuza.
—Es pequeno. Se recorre en poco
tiempo de lado a lado.
—ZY cree usted que haya suficien
temadera en él como para construir una
torre de vigilancia que llegue hasta mé
arriba que el vuelo mas alto? —pregun-
t6 el ministro de Construccién, Joaquin
Carpintero.
—De ninguna manera —contesté
{talo—. Los arboles son muy bajos. Con
suerte, aleanzaria apenas para la mitad
de una torre de esa altura.
—Nos quedamos sin torre —le
dijo en voz baja José Gallo a Sebastian:
Lastima, Yo habia pensado subirme
ella para saber si sufro de vértigo. Cor
apenas puedo volar, siempre he tenii
esa duda.
en
40
Luego fue el tumo de Marin Gorin,
—jEs muy pequefio el bosque
ién encontrado? —le consults el mi-
re
nistro Lechuza.
—No. Se tarda toda la mafiana en
cruzarlo completo
=; alcanzaria la madera para
construir una torre de vigilancia més
alta que el vuelo mas alto? —pregunts
nuevamente Joaquin Carpintero.
—Creo que si. Hay suficientes ér-
boles grandes como para hacer una torre
mis alta de lo que se puede volar.
“Parece que hubiesen ido a dis-
tintos bosques”, pensé enojado Pedro
Lechuza. Es que, como siempre, estaba
de muy mal humor por tener que es-
tar despierto de dia, después de haber
pasaclo toda la noche cazando insectos
1a la comida. “;Qué exploradores tan
wilos!”, rezongé a media vor
Sebastidn le iba a hablar‘al rey,
fo en ese Momento entré Sofanor Pi-
lor, el tiltimo de los exploradores.
44—2Qué tamaiio tenia el bosque
que visit? —le pregunté el ministro
Lechuza a Sofanor en cuanto hubo sa-
ludado.
—Es muy grande. Tardé casi un
dia en cruzarlo sin parar de volar.
—Este bosque sf que crece rdpido
dijo José Gallo divertido—. Si hubiese
ido un explorador més, diria que cubre
todo el reino.
—Cree usted que haya madera
suficiente en ese bosque como para cons
truir una torre de vigilancia que sea mas
alta que el vuelo més alto? —reiter6 el
ministro Carpintero,
—Yo creo que hay madera para
hacer no una, sino varias torres mds altas
que el més alto de los vuelos. Casi todos
los drboles son inmensos.
Apenas salié Sofanor Picaflor, el
ministro Lechuza dio rienda suelta a
todo su enojo,
—iMajestad! Me parece que est
aves en las que usted tanto confia
42
estin burlando de nosotros. O son tan
malas exploradoras que cada una fue a
un bosque distinto siguiendo el mismo
mapa?
—No entiendo quéles pasé —dijo
avergonzado el rey—. Son aves inteli-
sgentes y serias
—jEsto no se puede tolerar! —in-
sistié Pedro Lechuza—. Me parece que
se merecen un buen castigo. ;Deberian
ira la carcel!
Nadie se atrevié a contradecitlo,
pero aprovechando el silencio que se
produjo, Sebastidn pidié permiso para
hablar. Federico se lo dio con un gesto
‘afirmativo de la cabeza.
—Yo creo —dijo Sebastidn con
‘Voz tiritona— que los tres exploradores
dieron informes correctos y estuvieron
el mismo bosque.
—Ah sf? —dijo el ministro Lechu-
mirindolo fijamente con sus grandes
Inteligentes ojos—. Es por eso que
lo dijo que el bosque era pequefio y
43Sofanor que era muy grande? Ademiés,
uno afirmé que la madera alcanzaria
para construir solo media torre de v
gilancia; otro, que aleanzarfa para una
torre entera, y el tiltimo, que se podrian
construir varias torres con lamisma ma-
dera. Entonces, yo me pregunto: ¢cémo
todos pueden estar en lo correcto si se
estén contradiciendo?
Pedro Lechuza tenia fijos sus
grandes ojos sobre Sebastian, tanto que
todos los demés se volvieron para mirar Federico Céndor estaba muy con-
al ganso. nto.
“Creo que metié la pata... hasta el —Sefiores m
fondo", pens6 José Gallo.
—Es que los exploradores —dijo
grande. Yentonces, si, la misma madera
que alcanza para construir una torre de
a mitad de la altura ala que vuela un
cernicalo, alcanza para construir varias
torres més altas que el vuelo de un pi-
caflor... 0 una sola torre de la altura a
la que vuela un gorrién.
‘Todos estaban asombrados. {Qué
yanso tan inteligente!
res brillante! —le susurr6 José
Gallo,
istros —dijo de
inmediato con mucha solemnidad—,
propongo que se nombre Explorador
Sebastién con voz més segura— vo- Principal del Reino al ganso Sebastidn.
laban a alturas y velocidades muy Creo que es el ave més indicada para ese
distintas. A ftalo Cernicalo le parecié eargo.
pequefio el bosque porque vold sob Los ministros estuvieron inme-
éla gran altura y en muy poco tiem: lintamente de acuerdo. Todos felicita-
po. En cambio, Marién Gorridn tard M al joven ganso, quien estaba’ muy
mds en recorrerlo porque fue volar liz al ver cumplido su suefio de ser
de arbol en Arbol y asf le parecié, plorador.
46 a7Asi, Sebastian recorrié todo el pais
descubriendo muchos lugares descono-
cidos. Y aunque se demoraba un poco
més que las otras aves, ya que iba ca-
minando de un lado a otro, siempre dio
informes muy detallados y completos a
Federico C6ndor. ¥ ningiin ministro, ni
siquiera Pedro Lechuza con su sueiio
acumulado y su mal humor, dudé algu-
na vez de sus palabras.
49Por eso, si alguna vez visitas el
Reino de las Aves, podrés ver una gran
estatua de Sebastian en la plaza princi-
pal de Ciudad Grande. Casi todas las
aves Hevan a sus hijos a admirarla y
Jes cuentan de todos los rios, bosques y
‘quebradas que descubrié Sebastian —un
ganso torpe que apenas podia volar—,
hace mucho tiempo, cuando atin no
‘existia un mapa del reino.
81Assos pesputs.
Federico Céndor renuncié a su
cargo poco después de darse por termi-
nado el mapa del reino. Ese fue el prin
cipal logro de su gobierno, La torre de
vigilancia finalmente no se construy6,
ya que Pedro Lechuza ideo un mejor
plan basado en un sistema de centine-
las y postas. Cuando Federico Céndor
dejé de ser rey, se fue a vivir a una de
las montafias més altas del reino junto
a su esposa, hijos y nietos. Hasta muy
viejo, aunque ya le fallaba bastante la
vista, siguié yendo de vez en cuando
a Ciudad Grande a ver a sus antiguos
amigos. Ahi siempre era saludado con
mucho afecto y respeto por las aves que
lo reconocfan.El ministro de Interior, Pedro Le
chuza, permanecié en su cargo hasta
jubilar. Aunque hizo bien su trabajo y
aporté muy buenas ideas, como el sis~
tema de vigilancia basado en centinelas
y postas, no conquisté el carifio de las
aves del rein debido a su mal humor
y, principalmente, a su costumbre de
desahogar su enojo hablando mal de
otros. Cuando dejé de trabajar, su esposa
se alegr6 mucho, ya que Pedro tuvo el
tiompo necesario para descansar de la
intensa labor realizada como cazador.Cuando se decidié no construir la
torre de vigilancia, Joaquin Carpintero
sintié una decepcién tan grande que
renuncié al Ministerio de Construcci6n.
Esa torre era para él un desafio perso-
nal, y sti trabajo perdié sentido sin ella.
Ya fuera del servicio puiblico, formé
una empresa de construcci6n que tuvo
mucho éxito. Es famoso por haber intro-
ducido los edificios de departamentos
en Ciudad Grande, ya que hasta ese
momentono habia edificaciones de mas
de tres pisos de alto. Le gustaba mucho
yer el resultado de su trabajo, pero lo
que lo hacia més feliz era supervisar en
la obra el avance de las construcciones.
87José Gallo, el vigilante de la sala
del trono, siguié en su puesto hasta ju-
bilar. Aunque trabajé solo unos meses
junto al ganso Sebastian, lo eché mucho
de menos cuando se fue. Finalmente, sé
habitué.a estar solo de nuevo, pero como
en el trabajo no tenia quién escuchara
sus chistes, empez6 a contarselos a su
esposa e hijos al volver a casa. Aellos no,
Jes hacfan mucha gracia, pero se refan
para no enfadarlo.Noel y Noelia Garza no sufrieron
mucho por tener que dejar el trabajo de
exploradores después del vergonzosoin-
forme que le entregaron al rey. Para ellos
Jo importante era ser bellos, nada més.
Por eso, recién conocieron la frustracion
cuando entraron enla vejez.y su plumaje
‘empez6 a opacarse cada vez més.
61Para Sofanor Picaflor la experien-
cia de reconocer el bosque solo fue una
anécdota més en su vida, la que relataba
a sus nietos cada vez que se lo pedian.
En el tinico aspecto en que esa aventura
Jo mareé fue en su aficién al néctar de
Jas flores de rododendro, que buscaba
por todas partes.Para Marin Gorrién fue todo un
hallazgo haber trabajado como explora-
dora. Hasta entonces estaba convencida
de que lo suyo era estar en casa a cargo
de la familia, pero ese dia descubrié que
no era asi. A su esposo le costé mucho
hhacerse la idea, pero tuvo que aceptar
que Marién cambiara completamente
suestilo de vida y comenzara a trabajar
fuera de casa. Empez6 por vender barniz
para proteger la madera, y poco tiempo
después era la duefia y directora de una
fébrica de productos quimicos para me-
jorar este material en diversos aspectos,
como hacerlo incombustible, resistente
a las termitas o mas duro.Después de ir a reconocer el bos-
que, {talo Cernicalo qued6 impactado
al tomar conciencia de que era mas ré-
pido que muchas otras aves para volar.
Esto despert6 su espiritu competitivo a
tal nivel que desde entonces vivid para
establecer nuevas marcas: el cernicalo
més veloz, el que volé mas alto por mas
tiempo 0 el que hizo vuelos en picada
més largos. Asi se convirtié en una le-
yenda para todos los habitantes del rei
no e inscribié varias marcas en el Libro
de Grandes Hazafias de las Aves.
67EI ganso Sebastian siguié siendo
un ave timida y de corazén humilde
a pesar de los éxitos que logr6 como
explorador. Cuando estuvo terminado
el mapa del reino, dejé su trabajo como
explorador y mont6 una empresa de
transportes de encomiendas con servicio
en todo el reino. Tuvo dos hijos, y secre-
tamente esperaba que ellos siguieran sus
pasos, pero no fue asf. Marco, el mayor,
fue un malabarista callejero de gran éxi-
to. Cada vez que montaba su espectécu-
Jo en alguna plaza o parque se juntaban
muchas aves a verlo y todas quedaban
admiradas por su destreza. Amelia, por
su parte, fue una famosa escritora, y
su principal fuente de inspiracién eran
las aventuras que Sebastian le contaba
cuando ella era pequefia.