Mural de la iglesia de San Juan Bautista en el río Jordán que muestra el nacimiento de Jesucrist
CORREO
Vol. VI, número 64, 15 de junio de 2010. CEDICULT Director: Leonel Durán Solís
Marc Chagall
En este número:
• Arqueología de Israel, aspectos generales
• Aportes culturales de moros y judíos en la historia de España
• Otra visión de la “Edad de Oro”
• Los criptojudíos y la Santa Inquisición
correodelasculturas@gmail.com
Arqueología
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La investigación arqueológica en Israel atribuye mucha importancia al
hecho de que el país sea el hogar del legado espiritual de tres grandes
religiones monoteístas. Por encima de todo revela claramente la relación
histórica entre el pueblo judío, la Biblia y la Tierra de Israel, descubriendo
los vestigios del legado cultural del pueblo judío en su patria. Estos restos
tangibles, ocultos bajo tierra, constituyen el lazo físico entre el pasado, el
presente y el futuro del pueblo judío en su país.
Esta cadena histórica ininterrumpida puede ser observada en diversos
lugares del país: en las ciudades bíblicas de Jatzor, Meguido, Guézer, Shomrón,
Beer Sheva y Dan; en las ciudades del período del Segundo Templo
–Tiberíades, Séforis (Tzipori), Gamala– y las fortalezas de Masada y el Herodión,
donde los judíos lucharon por su libertad; en el
desierto de Judea cerca del Mar Muerto, donde se
descubrieron los restos del centro espiritual esenio
y se encontraron los Rollos del Mar Muerto, que
incluyen los más antiguos ejemplares de libros
del Antiguo Testamento. Del mismo período se
han descubierto lugares relacionados con la vida
de Jesús —CafarnaumCultura ibérica. Finales
y Tabgha— dondeS. hay
III, inicios S. II a.C.
también ruinas de iglesias del período bizantino.
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Jerusalén ha sido el foco de una amplia actividad arqueológica que ha
permitido descubrir vestigios de 5,000 años de historia: en la Ciudad de David,
los muros de la ciudad cananea, ruinas de edificios de la capital del reino de
David y Salomón, así como sofisticados túneles para la conducción de agua;
del período del Segundo Templo, los restos de edificios públicos, a lo largo de
los muros de contención del Monte del Templo que subsisten hasta hoy, las
ruinas de espléndidas residencias de la Ciudad Alta en el actual Barrio Judío de
la Ciudad Vieja, las ruinas de lo que quedó en pie después de la destrucción
de Jerusalén por los romanos en el año 70, y cientos de tumbas abiertas en
la roca, algunas ricamente decoradas, que atestiguan de la prosperidad de la
ciudad destruida; muchas iglesias y edificios religiosos del período bizantino,
la más famosa de ellas la Iglesia del Santo Sepulcro; del período del dominio
musulmán, las mezquitas en el Monte del Templo y un centro gubernamental,
restos del cual han sido excavados al sur del Monte del Templo; del período
cruzado, muros de la ciudad, iglesias y mercados techados; de los períodos
mameluco y otomano minaretes que adornan el horizonte de la Ciudad Vieja.
Las murallas de la Ciudad Vieja y la ciudadela junto a la Puerta de Yafo fueron
construidas durante el reinado del sultán otomano Suleimán el Magnífico.
En Israel existen unos 20,000 sitios de antigüedades reconocidos y
protegidos por ley. Cada año se efectúan excavaciones en decenas de sitios, de
todos los períodos históricos del país. Los permisos para excavar son otorgadas
a expediciones –de Israel y del exterior– por la Autoridad de Antigüedades de
Israel, que es la encargada de preservar las antigüedades del país. La Ley de
Antigüedades de Israel exige que antes de emprender las obras en un sitio de
construcción se proceda a un examen para cerciorarse de que no hay en él
vestigios arqueológicos, y en caso necesario se lleve a cabo una excavación.
Además, el Estado tiene derecho a preservar hallazgos de interés público; los
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más destacados están expuestos en el Museo de Israel en Jerusalén. El museo
alberga además el Santuario del Libro, en el que se conservan los Rollos del
Mar Muerto, algunos de los cuales están expuestos al público.
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Tel (montículo) Meguido, conocido como Tel-el-Mutesellim (el Monte del Gobernante)
ha sido identificado como una de las ciudades más importantes de los tiempos bíblicos.
Situado en un monte que mira hacia el fértil valle de Jezreel, Meguido tuvo gran importancia
estratégica ya que domina el acceso oriental de Nájal Irón (nájal, un lecho de río seco), parte
de la carretera internacional que conducía desde Egipto, a lo largo de la planicie costera hasta
el Valle de Jezreel y de ahí a Damasco y Mesopotamia (esta carretera pasó a ser conocida
posteriormente como Vía Maris, el Camino del Mar). Las fuentes antiguas registran numerosas
batallas que se desarrollaron por el control de la ciudad; en el Nuevo Testamento (Apocalipsis
16:16) Armagedón (que algunos consideran como una deformación de Har Meguidó: el
Monte de Meguido) es mencionado como el lugar de la “Batalla del Fin de los Días”.
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
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Multiculturalidad
“ La historia de la expansión del Islam es, sin duda, una de las más
animadas y positivas que existen. Para verla así, basta que abandonemos
la visión estereotipada del “cristiano” que, muy valiente, pero también
privilegiadamente socorrido por Santiago, se enfrenta al moro cruel y salvaje
y lo subyuga (visión estereotipada que se perpetúa en las ingenuas danzas
y representaciones de moros y cristianos, existentes todavía en el folklore
festivo de España, Portugal e Hispanoamérica), y nos acerquemos al punto
de vista, no de algún musulmán fanático que siga deplorando hoy la pérdida
de “la perla del Islam”, España, en manos de los “perros cristianos”, sino de
los muchos historiadores modernos que, con toda la imparcialidad que su
oficio les impone, acaban fascinados por el dinamismo de esa expansión, y
por la humanidad, la tolerancia, el amor al trabajo y a los placeres de la vida,
de la cultura y el arte que mostraron los mahometanos en todos los países
en que estuvieron. Esto se aplica particularmente a España. Un Cervantes, un
Góngora, un Lope de Vega, sin dejar por supuesto de ser cristianos y españoles,
vieron siempre a los moros con un cariño que jamás se tuvo para los godos. Y
este cariño se refería a cosas muy concretas de la civilización islámica, que, si
había sido la fecundadora de la ciencia y la filosofía medievales, también había
mostrado un tenaz gusto por las cosas buenas de la vida, la rica comida, los
trajes hermosos, la música, las diversiones. Para todo ello, así lo “útil” como
lo “placentero” —en la medida en que puedan separarse las dos cosas—,
disponían esos grandes escritores de palabras venidas del árabe; y palabras
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tales, que su solo sonido ya los dejaba cautivados. Así Góngora, al evocar
en uno de los pasajes más bellos de las Soledades el fastuoso espectáculo
de la cacería con halcones, coloca visiblemente en sus versos, como otras
tantas joyas, los nombres de las aves de presa, y la mayoría de esos nombres
proceden del árabe —pues los árabes, que le enseñaron a Europa el álgebra
y la química, le enseñaron también el refinado y frívolo arte de la cetrería.
Las palabras alfaneque, tagarote, baharí, borní, alferraz, sacre, neblí y otras
(como también alcahaz, la jaula en que se encerraba a esas temibles aves, y
alcándara, la percha en que dormían) llegaron al español desde el árabe.
“A unos amigos italianos que se interesaban por las peculiaridades de la
lengua española les dirá Juan de Valdés en la primera mitad del siglo XVI:
“Para aquellas cosas que avemos (sic) tomado de los moros no tenemos otros
vocablos con que nombrarlas sino los arábigos que ellos mesmos con las mesmas
cosas nos introdujeron”. Y también: “Aunque para muchas cosas de las que
nombramos con vocablos arábigos tenemos vocablos latinos, el uso nos ha
hecho tener por mejores los arábigos que los latinos, y de aquí es que dezimos
antes alhombra que tapete, y tenemos por mejor vocablo alcrebite que piedra
sufre, y azeite que olio”. No fue él quien primero observó esa peculiaridad del
español (compartida por el portugués) frente a las demás lenguas romances.
Y, desde luego, no fue el último. Existen catálogos especiales de arabismos, y
Culturayibérica.
excelentes estudios históricos Finales S.
etimológicos III, inicios
sobre ellos. S. II a.C.
“En verdad, una buena manera de comprender la historia de la España
árabe es verla en su imagen lingüística, estudiando la significación de los
cuatro mil arabismos que existen en nuestra lengua.
“Para entender mejor el fenómeno lingüístico será útil un ligero marco
de acontecimientos históricos. En los primeros tiempos, la península fue un
emirato sujeto al califa de Damasco, pero ya Abderramán I (755-788) rompió
esos lazos de sujeción, y Abderramán III (912-961) pasó de emir a califa y
fijó su capital en Córdoba. Las campañas de Almanzor (977-1002), “genio
político y militar”, consolidaron el dominio de los moros en el norte, de
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Barcelona a Santiago de Compostela, pero marcaron también el fin de tres
siglos de expansión y de predominio militar. En 1031 el califato se fragmentó
en varios reinos pequeños (llamados taifas, o sea facciones), algunos de los
cuales, a causa del alto grado de cultura a que llegaron, han sido comparados
con las grandes ciudades italianas del Renacimiento. La unidad política fue
restaurada, un tanto violentamente, por dos oleadas de musulmanes del
norte de África, los almorávides o ‘devotos‘ (1086-1147) y los almohades o
‘unitarios‘ (11471269) que, movidos al principio por el fanatismo religioso,
acabaron por contagiarse del amor a la filosofía, la ciencia, el arte y la poesía
que había brillado en los reinos de taifas.
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1106 pasó a llamarse Pedro Alfonso, escribió en árabe una colección de
cuentos orientales que, traducida al latín con el título de Disciplina clericalis,
cautivó durante siglos a los lectores europeos. (Disciplina clericalis no significa
‘disciplina clerical‘, sino ‘colección de textos destinada a los amigos de las
letras‘.) Decir que la literatura hispano árabe de los siglos X-XII se medía con
la de cualquier otra nación europea —en todas las cuales se escribían más
o menos las mismas cosas, y en su mayor parte en latín— no es verdadero
elogio. El verdadero elogio es decir que la literatura hispanoárabe se medía
gallardamente con la de Bagdad, la de El Cairo, la de cualquier otra provincia
del vasto mundo islámico. Esos siglos de oro españoles son siglos de oro de la
cultura árabe.
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Multiculturalidad
En el año 589, los visigodos cristianos de Hispania llevaron a cabo una persecución
muy severa contra los judíos; consecuentemente, en el siglo VIII, éstos recibieron
con los brazos abiertos a los conquistadores árabo-musulmanes, y, sobre todo, a
los bereberes. Las ciudades conquistadas, como Córdoba, Málaga, Granada, Sevilla
y Toledo fueron brevemente sometidas y puestas bajo el control de sus habitantes
judíos, quienes habían sido armados por los invasores moros. Tras la victoria, los
invasores retiraron todas las restricciones visigodas y garantizaron la libertad religiosa,
a cambio del pago de un dinar de oro por cabeza (jizya).
Se abre así un periodo de tolerancia para los judíos, cuyo número va a incrementarse
considerablemente debido a la inmigración procedente de África. Especialmente
después del año 912, durante el reinado de Abd-al-Rahman III y su hijo, Al-Hakam
II, los judíos prosperaron, dedicándose al servicio del Califato de Córdoba, al estudio
de las ciencias, y al comercio y la industria, contribuyendo a la prosperidad del país.
La expansión económica de los judíos no tuvo parangón. En Toledo participaron
en la traducción de textos árabes a las lenguas romances, así como del griego y el
hebreo al árabe. Los judíos contribuyeron a la botánica, la geografía, la medicina, las
matemáticas, la poesía y la filosofía.
El ministro y físico de la Corte de Abd al-Rahman III fue Hasdai ben Isaac ibn Shaprut,
el patrón de Menahem ben Saruq, Dunash ben Labrat, y otros eruditos y poetas
judíos. El pensamiento judío florece con figuras como Samuel Ha-Nagid, Moses ibn
Ezra, Solomon ibn Gabirol, Judah Halevi y Moisés Maimónides. Durante el reinado de
Abderramán III, el erudito Moises ben Enoch fue nombrado rabí de Córdoba, y, como
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consecuencia, al-Ándalus se convirtió en el centro del estudio del Talmud, y Córdoba
en el punto de encuentro de los sabios judíos.
Durante un tiempo, los judíos disfrutaron de una autonomía parcial como dhimmíes,
gracias al pago de la jizya, la cual era administrada separadamente del zakat, el cual
era pagado por los musulmanes. La jizya ha sido considerada un pago por no prestar
el servicio militar, como un tributo, etc. Los judíos tenían su propio sistema legal y sus
servicios sociales. Las religiones monoteístas agrupadas bajo el nombre de Gente del
libro, eran toleradas pero se evitaba todo tipo de manifestaciones multitudinarias o
que pudiesen llamar la atención, como las procesiones de fe o las campanas.
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el Islam; los conquistadores usurparon sus propiedades y miembros de sus familias,
que serían vendidos como esclavos. La mayoría de las instituciones educativas judías
fueron cerradas y las sinagogas destruidas.
Incluso después de que esta “Edad de Oro” hubiese terminado, la comunidad judía
de España, conocida como comunidad sefaradí, continuó siendo la más importante
del mundo (especialmente con el declive de la Academia de Babilonia, en Irak).
Eruditos como Maimónides, nacido en 1135, fueron figuras fundamentales en el
judaísmo. La presencia judía en la península continuaría hasta la expulsión decretada
por los cristianos en el Edicto de la Alhambra, en 1492, y por la Inquisición portuguesa
en 1497.
Fuente: http://es.wikipedia.org
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Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
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Historia
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España y Portugal, con su secuela de procesos, persecuciones y
castigos. Finalmente, en el año 1492, después de la toma de Granada,
último baluarte de los moros, los Reyes Católicos firman el decreto de
expulsión de todos los judíos que habitaban sus reinos. Ante la opción
del destierro o la conversión, muchos partieron y otros permanecieron;
estos últimos –convertidos– se incorporaron a la sociedad española
en todos los estratos sociales. Años más tarde, idéntica medida era
tomada con los moros.
En cuanto a los métodos, los tribunales del Santo Oficio actuaban a
través de una red de inquisidores, fiscales y funcionarios, engranajes
Torquemada de una perfecta organización de vigilancia. Aún a distancia, por
medio de familiares y comisionarios, el castigo llegaba a los herejes. Para instruir
al pueblo se publicaban edictos que señalaban indicios que debían denunciarse de
inmediato. Para reconocer la adhesión secreta al judaísmo fueron señalados 36 puntos,
desde el cumplimiento de festividades y ayunos hasta los ritos con los difuntos. Los
sumarios y procesos, las actuaciones y las sentencias, estaban sujetos al más absoluto
secreto y era denominado por ellos “Archivos Secretos”. Sólo transcendían al pueblo
los autos de fe.
*
Los documentos hallados sobre las actuaciones en México permiten reconstruir la
doble vida que llevaban los criptojudíos mexicanos.
La familia Carvajal llegó a la Nueva España con Don Luis de Carvajal el viejo, cuyas
funciones de pacificador y gobernador de un extenso territorio fueron importantes
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
desde el punto de vista histórico. Salvo éste y su sobrino Fray Gaspar de Carvajal, toda
esta familia era criptojudía. Don Luis de Carvajal el mozo, otro sobrino del gobernador,
uno de los primeros místicos mexicanos, se destacaba por su fervor religioso, sus
poemas y su conocimiento de las sagradas escrituras. Se producen intrigas contra el
gobernador, se desatan denuncias y en mayo de 1589 los funcionarios de Santo Oficio
apresan a Don Luis de Carvajal el mozo, su madre y hermanas.
En a soledad de la prisión, una mañana Luis pudo ver a través de un orificio de
la puerta a los inquisidores que llevaban a su madre a la cámara de tormento y sin
poder moverse, lívido, oyó “aquel día de mayor amargura y aflicción que todos los
pasados, los dolorosísimos gemidos de su querida madre cuando era atormentada.
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Pedro Moya de Contreras, virrey, arzobispo e inquisidor general de México
También los reos encerrados en las prisiones secretas y privados de toda
comunicación exterior eran sometidos a una sutil vigilancia. Un espía acompañó a
Don Luis en su celda para ganarse su confianza. En las conversaciones mantenidas
con el supuesto amigo, Luis fue implicando en sus confidencias a gran número
de judíos secretos. Estos datos y el contenido de la autobiografía de Luis fueron
entregados a los inquisidores, lo que comprometió a su familia y a los denunciados.
Inútiles fueron los ruegos por su madre y sus hermanas, cuando Luis tuvo la
certidumbre de la deslealtad.
El 8 de diciembre de 1596 cuando la Plaza Mayor de México hervía de gente y se
lucía el tablado —los doseles de terciopelo negro, los almohadones, las alfombras,
y las armas reales de seda y oro— se celebró uno de los más solemnes autos de fe.
Una procesión de sesenta y ocho penitenciarios, entre los que se contaba Don Luis
de Carvajal el mozo, la anciana Doña Francisca, sus hijas Doña Isabel Rodríguez de
Andrade, Doña Catalina de León y de la Cueva y Doña Leonor de Carvajal, fueron
condenados a muerte en la hoguera.
Seymour Liebman, autor de varios trabajos sobre la Inquisición en México, arroja
luz sobre los subterráneos métodos de los “negados” para comunicarse y sobrevivir, y
cómo aquellas costumbres son determinantes de algunos rasgos culturales actuales.
El comerciante Álvarez de Arellano estaba encargado de encontrar posibles
maridos para las jóvenes judías mexicanas entre las comunidades de Pisa, Livorno,
Ferrara y Ámsterdam. Los lugares de entierro más comunes eran la catedral, las
iglesias y el convento de Nuestra Señora del Carmen. En la zona de Yucatán algunos
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panaderos conservan aún hoy el hábito de arrojar al fuego un trozo de masa con la
cual han de preparar el pan; ignoran que esa costumbre proviene del pasado en que
familias criptojudías cumplían el precepto llamado “jala” por el cual se separa un
trozo de pan en la bendición tradicional.
También desde México, muchos fugitivos llegaron nada menos que a las islas
Filipinas, que estando bajo la jurisdicción del Santo Oficio mexicano no se ocupó
en los primeros tiempos de ellas. El principal motivo de atracción lo constituyó la
intervención en empresas mercantiles, no sólo a través del comercio de especias,
sino, en este caso, la posibilidad que ofrecía la proximidad de uno de los centros
mercantiles más importantes del Sudeste de Asia que entregaba sedas, porcelanas o
marfiles a cambio de la preciada plata novohispana.
Instalados y funcionando los dos primeros tribunales en Lima y México, las
autoridades reclamaban la instalación de un tercero para un mayor control.
El virrey Francisco de Toledo, en una carta fechada en 1577, señalaba los
inconvenientes que ocasionaban los traslados a raíz de las enormes distancias. Por su
parte, el inquisidor Antonio Ordóñez, dos años después, expresaba la misma opinión,
solicitando el establecimiento de dos tribunales del Santo Oficio, en particular, para
controlar la entrada de extranjeros y judaizantes, señalando que “están todas las
provincias muy pobladas y llenas de gente y a la opinión de ricas acuden todas
las naciones y por esos puertos gran cantidad de extranjeros y portugueses, a los
que creemos, los extranjeros inficionados de errores que hay en sus tierras y los
portugueses que son todos judíos y como la gente va creciendo y los nacidos acá
es gente fácil y ocasionada para novedades, tenemos alguna sospecha no venga
Cultura ibérica. Finales S. III, inicios S. II a.C.
a sembrarse en estas provincias alguna mala doctrina, que se podría temer por la
libertad de la tierra”.
La tortura fue empleada para obtener la confesión y el testimonio que involucrara
a otros sospechosos.
Las penas iban desde azotes, vergüenza, destierro, galera, prisión, uso del
sambenito, cárcel perpetua hasta muerte en la hoguera o estrangulamiento como
“gracia” si se lograba la conversión a último momento. Los acusados privados de sus
derechos de defensa y sometidos a juicios que se extendían largos años, soportaban
el castigo de la confiscación de bienes, con lo cual la familia del mismo sólo esperaba
el desamparo y la ruina total.
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La introducción de los Estatutos de Limpieza de Sangre dividió a España en una
lucha de clases. Por medio de estos estatutos debía demostrarse que no se descendía
de judío, moro o penitenciado por la Inquisición, pero todos ellos formaban parte
de esa sociedad. Se impusieron en la nobleza órdenes militares y religiosas, colegios
mayores, gremios, cofradías y todo modo de vida, de manera tal que los excluía de
empleos, cargos y posición social. Por medio de la censura y quema de extensos
índices de obras y escritos, incluyendo la Biblia en romance por considerarla
herética, la vigilancia llegó a las bibliotecas privadas, las universidades y aduanas.
Posteriormente la persecución de los temidos tribunales alcanzó a alumbrados,
luteranos y protestantes, aumentando en tiempos de la Contrarreforma para declinar
en el período borbónico. Superstición, brujería, magia, prácticas ocultas, también
fueron consideradas herejías.
*
Auto da Fe del 8 de diciembre de 1596.
Francisco Rodríguez, portugués, mozo soltero, natural de San Vicente de Abeorou
en el reino de Portugal, por sospechoso y encubridor en la guarda y observancia de
la Ley de Moisés y por fautor de herejes.
Cien azotes y destierro de México por dos años precisos.
Auto de Fe del 8 de diciembre de 1596 – Relajados en persona (Muerte en la
hoguera).
Doña Francisca de Carvajal, viuda, mujer que fue de Francisco Rodríguez de Matos,
natural de Benavente en los Reinos de Castilla, que fue quemada en estatua y
huesos, de casta y generación de judíos, fue reconciliada por este Santo Oficio en año
noventa por la guarda de la Ley de Moisés, relapsa en ella, impenitente ficta simulada,
confitente, fue condenada a auto, coroza y hábito con insignias de fuego y relajada en
persona y entregada a la justicia y brazo seglar y con confiscación de bienes.
Los autos de fe, junto con los Estatutos de Limpieza de Sangre, la vigilancia a
través de comisarios y familiares y la quema de libros, fueron algunos de los métodos
que para combatir la herejía utilizó la Santa Inquisición.
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Hebraístas, filósofos, intelectuales y humanistas
sufrieron procesos o anatemas: entre los más
destacados se encuentra el famosos y prolongado
proceso contra Don Bartolomé de Carranza, arzobispo
de Toledo, la censura a la obra de Santa Teresa y la
persecución a Fray Luis de León y sus cinco años de
encierro en la cárcel de Valladolid.
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