EL DRAMA
todo poder est cargado de sacralidad- exige que las fiestas cvi-
cas tengan un contenido religioso. Pero esa religiosidad debe ser
la de una sociedad nueva, la de la propia Repblica. Lo que se
peda a las claras era la instauracin de una religin poltica.
Robespierre reconoce en el sistema de fiestas nacionales el ms
poderoso medio de regeneracin en la fraternidad. De hecho, la
sociedad es conducida a su propio culto y el pueblo, apenas
decretado soberano, se ve sometido a un soberano metafrico
del que el nuevo poder no puede ser otra cosa que el vicario.
El evidenciamiento de la teatralidad de lo poltico, de su
sacralizacin y de sus ritos, no es una sutil forma de reducirlo a
sus apariencias y a sus juegos ilusorios. Es un resultante en que
todo concurre, de las relaciones sociales definidas por el sistema
productivo hasta aquellas otras que los valores y el imaginario
colectivo constituyen. Si se admite que toda sociedad est siem-
pre en transformacin, nunca estancada, que su unidad no se
realiza sino en la imagen que impone precisamente el poder
dominante, que sus pretensiones y prescripciones no son jams
del todo conformes con la realidad vivida, se puede comprender
entonces mejor la necesidad de producir efectos que asuman
una funcin compensatoria. La sociedad no se sostiene sola-
mente por la coercin, ni por legitimar relaciones de fuerza,
sino por el conjunto de transfiguraciones de las que es, a un
mismo tiempo, objeto y ejecutora. Su orden contina vulnera-
ble; es portador de perturbaciones y de desorden, ellos mismos
generadores de astucias y dramatizaciones capaces de mostrar
el poder en negativo.
1. El drama
Para-notas