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REPERCUSION

Finalmente, se trabaja para que la persona pueda enfrentar con xito otros problemas que
aparecen en su vida cotidiana: toma de decisiones difciles, cambio de trabajo,
separaciones, etctera. Se intenta evitar, de esta forma, que en el futuro se desencadenen
situaciones de depresin o de angustia continuada que le pueden hacer recaer en la
hipocondra.

Hay que observar que en algunos casos la diagnosis de hipocondra puede no ser correcta
cuando el paciente realmente padece alguna enfermedad y es el especialista quien no
consigue encontrar su verdadera causa. Por esta razn, cada caso debe analizarse a
fondo antes de establecer un diagnstico de hipocondra, ya que debe descartarse
patologa orgnica poco habitual, o problemtica social o psicolgica de fondo.

Quiz el caso ms conocido, al menos en la literatura, es el del personaje


que Moliere describe en su obra El enfermo imaginario (Le malade imaginaire, 1672), pero
existen muchos otros ejemplos, ficticios y reales, de esta patologa en la cultura y en la
historia. El poeta espaol Carlos Barral describe en uno de sus poemas la raz del
problema hipocondraco, el miedo, verdadero fundamento de esta patologa:

Manuel de Falla dej inacabada su ltima obra, "Atlntida", basada en


un poema de Jacinto Verdaguer, debido a las limitaciones que le ocasionaron sus
numerosos episodios de hipocondra (se obligaba a largos rituales de lavado, herva el
agua de bebida, se automedicaba).

Tambin existe constancia de actitudes similares en la vida de Charles Darwin.

Po Baroja padeci de un cierto grado de hipocondra, y en sus memorias pueden


encontrarse numerosas referencias al descontento con su cuerpo, torpe y poco
agraciado. Esa frustracin o insatisfaccin con el propio cuerpo parece ser otro factor
trascendente en el desarrollo de la enfermedad.

Jos Donoso sufra de lcera cada vez que escriba una obra. Estuvo al borde de
la muerte al escribir El obsceno pjaro de la noche.

Todos los aos, al llegar la primavera, Gabriel Garca Mrquez se llenaba


de golondrinos. En Cien Aos de Soledad, se los atribuy a uno de sus
personajes, Aureliano Buenda, y a l no volvieron a salirle.

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