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CASA DE LAS AMERICAS: Biblioteca "José Antonio Echeverria” Donago po: alae Bre O74 0] 42, 6-08 410 330- ee Ad Teh ni AL Londres, 18 de marzo de 1872 qqupapaNo Maurice La Critar Querido eiudadano: Aplando su ides de publicar Is trae duccién de Das Capital en entregac pe- Fiddieas. En esa forma la obra sed mis accesible a Ia clase obrera y, para mi, es consideracién importa mis que eual- quice otra, Ese es el lado bueno de nuestra mo- rneda, pero he aqui el reverso: el métoda wwe yo he empleado y que nunca se ha- ia aplicado a las cuestiones econdmi hhace bastante ardua Ia lectura de los pri- mero exptulon y os de emer que el piblico francés, siempre impaciente por coneluir, avido de conocer la relacién en- tre los principios goncrales y las euestio- nes inmediatas que lo apasionan, se desanime por no tenerlo todo a mano desde el primer momento. Es ésta una dosventaja contra la que yo. no puedo hacer otra coxa que adver tir y precaver 2 los lectores preacupador por la verdad. No hay caminos reales para Ia ciencia y sélo pueden llegar a sus cum- bres Iuminosas aquellos qye no temen faigare en escalar sus seaderos escat- pades. Reciba usted, querido ciudsdano, Ia seguridad de mi afectuosa estimacién. Cantos Manx.o Las exposiciones que siguen han sido lefdas en el curso de un Semi- fnatio de estudios dedicado a El Cspital, en los primeros meses de 1965, en fy Escuela Normal, Llevan Ia sefisl de esas circunstantias; no s6lo en st composicién, en su ritmo, en el modo didictico o verbal de su expresiéa, ino también, y sobre todo, en su diversidad, en las repeticiones, en Jas vacilaciones y en los riesgos de su investigacidn, Es cierto que hubiéramos ppodido rehacer esas exposiciones, confrontar y corregit unas con otras, te- dducir el margen de sus variaciones, uniformar del mejor modo su termi- nologia, sus hipstesis y sus conclusiones, exponer la materia en el orden fintematico de un solo discurso, brevemente, tratar de componee una obra acabade, Sin pretender que sean Jo que debian ser, hemos preferide entre- garlas como lo que son: precisamente, textos sin acabar, simples comienzos de una lecture, 1 Todos hemos Ido y todos lems El Capital, Dede hace cast un sgl, podemes lero, cdot los dan en tansparenca, en los dramas y lor say de nuerca histori, en los debates y sus conflicon, en las detrns ye victorias del movimiento obrero, que et eeramente noc inca pd. fanza y suesiro dnco detina. Dede que hemes evenido al mando, a0 esos de ler El Capt! en lon escrito y log dacuros de aqudlon gue Io han leido para nostro, bien © mal, Joy moerton y los vivon Enea Kautiky, Pjanoy, Leni, Rosa Losembarge, Trotsky, Sei, Geamsch lot dirigentes de las organizaciones obreras, sus partidarios 0 sus adversarios: flisafos, economists, politicos Hemos Ido aginentoy de las aspiraciones idealists de y de os Manuscritos de 1844? ¢Es El Capital la simple continuacién, y como el acabamiento de la economia politica clisica, dela que Marx habria here- dado y su objeto y sus conceptos? ¢Se distingue, pues, Fl Capital de la eco oma clisica, no por su objeto, sino solamente por el méfodo, la daléetica tomada de Hegsl?.O bien, por el contrario, zconstituye El Capital una ver- dadera mutacin epistemolégica en su objeto, su teoria y su método? @Repre- senta EI Capital la fondaciéa de hecho dena disciplina nueva, la fondaciéa de hecho de una ciencia —y. por tanto un verdadero acontec ovolucidn teérica, que rechaza a la ver la economia politica el ideologias hegeliana y feverbaquiana hacia au preistoria—, el comienzo sbso- Juco de la historia de una ciencia? Y, si esta ciencia nueva es teoria de la historia, zn0 permite cambio el conocimienso de su propia prebistoria Ys por tanto, ver con clatidad Is economia clisica y las obras filosficas de Ja Juventud de Marx? Tales son las implicaciones de Ja cusstion epistemo- igica planceada por Is leczure filésofica de El Capital. Una lecturs filosifica de EI Capital es, por tanto, vodo lo contrario de tuna Iectura inocente. Es una lectura culpable, pero que, con Ja confesén, to absuelve su falta, Por el contrario, rivindica wa falta como una ebuena fleas, y la deficnde demontrande su necesidad. Es pucs, uma lecturs de ex ‘cepcidn que se justifica asi misma como lectura, al planceat « toda leeturs Gulpable Ia pregunta que descubre su inocencia, la simple cuestin de 3 Inocencia: gqué es lor? “4 LOUIS ALTHUSSER 3 Por paradéjica que pueda parecer esta palabra, podemos anticipar que, cn la historia de la cultura humana, nuestro tiempo se expone & aparecer un ia, como si dijéramos, sefalado por Ia prucba mis dramitica y mis traba- josa de todas, por el descubrimiento y el aprendizaje del sentido de los gestos mis csimples> de Ia existencia: ver, oft, hablar, loer, los gestos que ponen 2 Jos hombres en relacién con sus obras, y sus obras viradas en su propia gar- . Y, contrariamente a todas las apa- ‘ganta, que son sus causencias de obs: riencias todavia reinantes, no es a Ia psicologia, que se erige sobre la ausencia del concepto de aquéllas, a quien debemos estos conocimientos turbadores, sino a algunos hombres: Marx, Nietzsche y Freud. Después de Freud es cuando comenzamos a sorpechar lo que quiere decir escuchar, por tanto, To que quiere decir hablar (y callarse); comenzamos a sospechar que ese ‘cquiere deciry del hablar y del escuchar descubre, bajo la inocencia de 1a palabra hablada y escuchada, la profundiad de un doble fondo, el equicre decry de discurso de lo inconsciente —ese doble fondo con que la lingiis- tica moderna, en los mecanismos del lenguaje, concibe los efectos y las con- diciones formales Me atreveria 3 sostener que es 2 partir de Marx donde Acheriamos comenzar a sospechar lo que, por lo menos en la teoria, quiere decir ler y, por tanto, escribir, No es un szar, seguramente, el que hayames podido reducir toda la pretensiéa ideolégica que impera en los Manuscritos de 1844, y que ronda aseutamente todavia en las tentaciones de recaida historicistas de EY Capito, a la inocencia explicita de una lectura. Para el jo- ‘ven Marr, conocer Ia eencia de Ist cosas, Ia esencia del mundo histérico hu- ‘mano, de sus producciones econémicas, politicas, estétieas y religiosas, es ni sis ni menos que leer (lesen herauslesen) en cada letra Ta presencia de Ta esens cia cabstracta» en la eransparencia de su existencia econcreta>. Que en esta Tectura inmediata de la esencia en la existencia se exprese el modelo relizioso del Saber Absoluto hegeliano, el Fin de la Historia, donde el concepto se hace al fin visible a cielo descubierto, presente entre nosotros en persona, tangible 3” Exe remliado que ha tratornado nuestra lecture de Freud, se lo debemos, hoy dia, al eafoerso tbrico, intransigente y Leeda, realiado dursore lager tod sollattacneane fo Je Tacan’ Ta esa epecny ou he cork comicven a fet al dot fates patties i tog jeter seen set koe ia ubo puele, ass manera, uilizdo ¥ sprovedhala, quiero reconocet aici eda por via leccdn de lectira eiemplat, que. como se teri, tebasa en alunos es eecton su objeto original. Quiet’ seconocerio dbicamente, pach Strabajo del mst (no) desaarcaca en el wae (Marx), aunque fuera el to. Lo mimo qze ero reconocer In detda, evidente © screwy que. oor cbligs fer las obras del saber de es macstcon que fueron para posstor G. Bachelard 7 J. Cavalltsy que'aon hoy iz G. Canguilhem Bt. Fouctle DE BL CAPITAL A LA. HILOSOFIA' DE MARX 15 ca-su exintencia sensible, donde exfe pan, exfe eusrpoy este rostro y este hombre som el Espiritu mismo: eso es Jo que nos pone en Ia via de com- pronder que Ia nostalgia de vna lecturs a libro abierto, y del «Gran Libro del Mundo» de Galileo, es mis vieja que toda ciencia, rumia todavia sor- dlamente en los faneasmat rligiosos dela epifania y del adviento, y en el mito fascinante de las Escrituas, donde, vesida con sus palabras, La verdad tenia por cverpo el Libro: la Biblia. Esto nos induce a sospochar que para tratae Ih naturaleza 0 lo real como un libso donde, segin Galileo, habla el discurso mudo de una lengua ecompuests de cuadeos, triingulos y ciccwlon, era preciso extar poseido de cierta idea del leer, que hace de un discurso escrito Ja teansparencia inmediata de lo verdadero, y de lo seal el discurso de EL hecho de que ef primero que haya planteado el problema del leer, y por consiguiente del escribir, Spinoza, haya sido también el primero en el mundo en proponer a la ver una teoria de Ia historia y una filowfia de 1d de lo inmediatoy el hecho de haber sido él el primer hombre en el mundo en unie de ese modo la exencia del ler y Ia esencia dea historia en tuna teoria de la diferencia entre lo imaginario y lo verdadero, es lo que nos permite entender por qué ha sido una razin necesaria el que Marx s6lo hhaya podido llegar a see Marx fundando una teoria de la historia y una filo- le sofia de la distincién histérica entre la idcologia y a cicacia, y por qué, ea ‘lkimo andlisis, ex fundacién se ha consumado en la disipaciin del mito seligioso dela lectura, Al donde el joven Marx de los Manusctitos de 1844 Jeia como en libro abicrt, inmediatamente, la exncia humana en la trans parencia de su alienaci6n, EI Capital toma, por el contrari, la medida sxacta de waa distancia} de un desplazamiento interior de lo real, ambos inseritos en su estructura, y tales que tornan ilegibles sus propios efectcs, y hacen de Is ilusién de su lectura inmediata el dltimo y el colmo de sus ‘efectos: ol fetichismo. Habsa que llegar la historia para acocralar al mito dal Ieee en su madriguers, puesco que fue desde Ia historia —dlonde los hhombres rendian al mito el culo de sus rligiones y de sus filosofias— desde donde los hombres lo habian proyectado sobre Ia natucalezs, para no perecer cen el auidaz proyecto de conocerla, Solamente partiendo de la sada, de la teoria de la historia, se podia dar Ia raza a ly ecigi de Ia lectura: descubriendo que Ia verdad de a historia no se lee en su dice corto manifierto, porque el texto de la historia no es un texto donde habla tuna voz (cl Logos), sino la inaudible e ilegible notacin de'los efectos de tuna estructura de estruccurss, Podrin convencerse, siguiendo algunas de storia pene histériea uestras exposicionss, de que, lejod de sostener aqui tépicos metaforicos, yo ‘estoy empleando los términos al pie de Ia letra, Romper con el mito religioso 16 Lou's ALTHUSsER de Ia lectura: esta necesdad tedrica ha tomado en Marx la forma precisa de la rupcura con la concepcién hegelians del todo como totalidad de confundic el capital constante con al capital variable, [a cusl domina con su ¢increbles aberraciéa en toda Ia economia clisica. De ahi, todo defecto en el sistema de los conceptos, aque hace el conccimiento se encuentra reducido al defeeto pscoligico del ‘vers, ¥ si ls avsencias del evers son fo que explica sus , pare proguntarse despis cimo se determina exe precio. Pronto se dio cuenta de que los cambios operados en ef juego de la oferta y Ia demande, en lo tocante ab precio del trabajo, como respect al de cualquier otra mercencia, no explicen més que eso: sms cambios, ex decir, as osilaciones de lox precios del mercado por encima © por debajio de une megnitud determinede. Si la oferta y la demands se equilib y lz demas cireunstencies permenccen tnvaribles, ls oscilaciones de los precios cesan, 9 cera al mismo tiempo todo el efecto de la oferta y a demande, El precio del trabajo, supomiendo que la oferta y la demante te equilibren, es su precio natural, precio cuya determinacién es indepen= Aiente de las relaciones de la oferta y la demands, y sobre el cnal debe, por onto, reeser nuestra investigacin, Otras veces, se toma un periodo relativa- amente largo de oscilaciones de los precios vigentes en el mercado, por ejemplo tin Wie, 9 ve descubre que todas estes alternatives se nivelon en wna mog= nitud constente, Esta magnitud tiene gue deterninarse, naturalmente, de ‘otro modo que las divergencias que se compenson entre si. Este precio, que fexté por encima de lox precios fortutos del trabsjo en ef mercado, que los preside los regula, el precio neceserior (de los fisidratas) 0 precio natural del trabajoo (Adam Smith), s6lo puede ser, al igual que ocurre com las demis mercencits, su valor expresado en dinero, «La mercancien, dice Smith, aes entonces vendida precisamente en lo que valer. La economia clisice ereia, de exte modo, baberlegado desde lo precios accidenteles del trebajo a su valor real ‘Después determind este valor jor el valor de las subsstenclas mecesarias era el sostenimiento y le reproducciém del trabsjador. Ea su ignorancia, cambiaba asi de terreno, sustituyendo ef valor del trabejo, basta el objeto aparente de ous investigacione, el valor de la fuerza de frabsjo, fuerza que ‘no existe sino en la personalidad del teabsjador, y que se distingue de su funcién, el trabejo, del mismo modo que una méquina se distingue de sus operaciones, -eLa marcha del anilsis habia levado forzosemente no sélo los precios del -mercado del trabajo a sw precio neceserio y su valor, sino ane bable hecho decidir el Hemedo valor del trabajo on valor de la fuerza del trabsjo de suerte que aquélla no debia ser treteda en lo sucesivo como ne forma fenoménica de éste..EI resultado al que el anélisis desembocaba eva, por Ed rassato ic bchodat cl feblevad tl Save! @ pean "oa epoca partida, sino cambiando completamente los términos. 20 Louls ALTIUSsER ‘La economia clisca no habla Hlegado nunca a dare euenta de este ‘quid pro quo preoeupada exclusivamente como lo estaba por la diferencla centre los precios corvientes del trabajo su valor, de le relaciin de éstos ‘com los valores de las mercancias, com la taca de benefico, tc. Pero no pro fundiza el andlisis del valor en general, mas ol lemado valor det trebsjo Jo implica en condiciones inolubles,..>. (U, 208-209). Tomo este texto asombroso como Jo que es: un protocolo de lectura de Ia economia clisica por Marx, Una vex mis, nos vemos tentados a creer istinguir una concepcién de la Ieccura que hace el recuento de los aciertos ¥ Ios desaciertos. La economia politica clisica ha visto bien que + pero no ha visto que. ‘eno advirtié jams que...2. También aqui parece que ‘se recuenco de aciertos y dcsaciertos se realiza bajo cuadricula, parece que las ausencias clisicas son reveladas por las presencias marxistas. Sin embsrgo, hay una pequefia, muy pequelia diferencia, que advierto enseguida al lector; ino tenemos ninguna intencidn de mo ver! Hela aqui: lo que la economia politica clisica no ve, no et la que no ve, et lo que a ‘no es lo que le fales, por el contrario, Jo que no le falts; no es aquello en que falls, es, por el contrario, aquello en que no fella. El desacierto es, pucs, no ver lo que se ve; el desacierto ya no recae sobre el objeto, sino sobre la vista misma, Es un desacierto que concierne al ver: el no ver es, pues interior del ver, 5 una forma del ver, y por tanto en relaciin necesaria con el ver. Tocamos aqui nuestro problema, que existe em, que es plantcado por, Ia identidad en el acto de esta confusién org’ ica del no-ver en el ver. Mejor ain, ya no se trata, en esta constatacién del no-ver, o del desacierto, de una lectura de Ia economia clisica bajo la euadricula de la teoria de Marx, de una comparaciin entre la teoci clisica y Ia teorfa marxista, que serviria entonccs de medida —puesto que slo comparamos Ta teorig.cli- sica com ella misma, su no-ver con su ver. Se trata, pues, de nuestro problema en estado puro, definido en un dominio énico, sin rechazo retrospectivo al infinito, Comprender esta identidad necesaria y paradgjica del no-ver y del ver en el mismo ver, es exactamente plantear auestro problema (el de Ia relacién necesaria que une lo visible y lo invisible), y planteaclo bien sig- nifica abrir Ia posibilidad de resolverlo, 6 Cimo es posible esta identidad del no-ver y del ver en el ver? Releamos atentamente el texto. En el curso de las preguntas que la economia elisica se ha planteado sobre el tema del evalor del trabajos, ha ocuerido algo muy DE EL CAPITAL ALA FILOSOrIA DE MARK 2 particular. La economia politica clisica ha (como diré Engels fen el Prefacio al Libro Il, al hablar de que la quimica flogistica «produce» al oxigeno, y la economia clisica la plusvalia) una respuesta justa; el valor del etrabajo> es igual al valor de los medios de subsistencia necesarios para la reproduccién del etrabsjon. Una respuesta justa es una respuesta justa, El lector improvisado, que es Ja primera manera de leer, ‘concede crédito a Smith y a Ricardo para otras afirmaciones y pasa a otra cosa, a otras seguridades. No asi Marx. Porque tiene, como si dijéramos, Ia vista nublada por una propiedad singular de esa respuesta: es la respuesta juste 0 una pregunta que tiene el inico defecto de no haber sido planteade. La pregunta inicial tal y como se formula en el texto de La economia lisica era: geval es el valor del trabajo? Reducida a su estricto contenido rigurosamente defendible en el texto mismo donde la produce la economia clisica, la respuesta se escribe asi: «El valor de ( —) trabsjo es igual al valor de los medios de subsistencia necesarios para el mantenimiento y la reproduccién de ( —) trabsjan. Hay dos blancos, dos ausencias en al ‘texto de la respuesta. Es Marx quien nos hace ver as{ los blancos en el texto de Ia respuesta de la economia elisica: pero con so, nos hace ver solamente Yo que el texto clisico dice sin decirlo, y no dice al decirlo. No es Marx {quien dice que el texto clisico no dice, no ¢s Marx quien intecviene para imponer, desde fuers, al texto clisico wn discurso revelador de su mutismo, es el texto cldsico mimo el que nos dice que se calla: sa silencio son sus propias palabras. De hecho, si suprimimos los puntos suspensivos y los blancos nos encontramos de nuevo con el mismo discurso, la misma oracién aparentemente ellena>: eel valor del trabajo es igual al valor de los medios de subsistencia necesarion para el mentenimiento y la reproduccién del tra baja>, Pero esta proposicién no dice nada: Qué es el mantenimiento del trabajos? zQué et la reproducrién del etrabajon? Se podria pensar que basta reemplazar una palabra al final de la respuesta: ctrabajoo por «traba- jadors, para que la cuestién quede solucionada, «El valor del trabajo es igual al valor de los medios de subsistencia necesarios para el mancenimiento y ta reproduceién del trabajador», Pero como el trabajador no es el trabajo, ta palabra final de Ia proposicién choca con la palabra del comienzo: no tienen cl mismo contenido, y no puede escribirse Ia ecuacién, porque Jo que s¢ compra con el salario no eo al trabsjador, sino tu etrabajos. Y esra primera ‘expretién etrabajo> gcomo situarla en la segunda: el trabajador? Hay, por tanto, en el propio enunciado de Ia oracién, precisamente al nivél del tér- ‘mino «trabejor, al comienzo de la respuesta, y al final de Ia respuesea, algo que falta, y lo que falta esti rigurosamente designado por la funcién de los mismos térmfinos en la oracién entera. Suprimiendo los puntos suspen- 22 Louss ALTHUSEER sivos —Ios blancor— no hacemos sino reconstituir una oracién que, tomada al pic de Ia letsa, designa ella misma en sii misma eos Ingeres vacios, y estaura esos puntos suspensivos como lugares donde falta algo, falta pro- ucida por el elleno» dal mismo enunciado. Esa falta, localizads por le respuesta en la respuesta misma, en la pro- ximidad inmediata de Ia palabra atrabajo», no os otra cosa que la presencia, ‘en Ta respuesta, de In ausencia de sw pregunta, mo es otra cosa que la falea de su pregunta. Porque 1a pregunta planteada no contiene aparentemente ‘nada con que localizar en ella esa falta, egCudl es el valor del trabajo?» es tuna oracién idéntica a un concepto, una oracidnsconcepto, que se conforma con emunciar el concepto , Por eso Marx puede plantear la pregunte no enunciads, enunciando simplemente el concepto presente bajo una forma no-enuncisda en los yacios de la respuesta, presente en esa respuesta hasta el punto de producie y de hacer aparecer en ella sus mismos vacios, como los vacios de una pretencis, Marx restablece Ia continuidad del enunciado introduciendo-restableciendo. en el enunciado el concepto de fuerza de trebsjo, presente en los vacios del enunciado de Ia respuesta de la economia politica clisica —y, estable- siendo-restableciendo Lz continuidad lo I respueeta” por la enunciacién el concepto de fucrza de trabajo, produce al mismo tiempo Ia pregunta Jhasta entonces no planteads, a la cual responde la respuesta hasta entonces sin pregunta, La respuesta se torna entonces en ésta: ¢EI valor de Ia fuerza de trabajo igual al valor de los medios de subsistencia: necesarids pata el manter De Lammas £4 riosorla De Mane 2B enc y a repeoduciém de lo uta de tabsjoh —y a pregunta se pr Gace evonces en Informa sgunne: , Para decir esto en un lenguaje que ya he utili- zado,* la producciéa de un nuevo problema dotado de ese caricter critica (en el sentido en que se habla de una situacién critica), es el indice de Ja produecién posible y nevesaria de una nueva problemétice ebrics, de 1a cual es este problema solamente un modo sintomatico, Engels lo dice brillantemente en su Prefacio al Segundo Libro de El Capital: la simple «pro duccién> de oxigeno en la quimica flogistica, de la plusvalia en la economia Ia quimica © la economia enteras, (IV, 21). Lo que se origina, pues, en este acontecimiento de apa fiencia local es ciertamente Ia revolucién de Ia antigua teocia, y por tanto de la antigua problemitica en su fofslidad. De ese modo nos encontramos fen presencia de este hecho, propio de Ia existencia misma de la eiencia: que ésta sdlo puede plantear problemas en el terreno y en el horizonte de ‘una estructura teérica definida, su problemitica, la cual constituye la con- icién de posbilidad definida absoluta, y por tanto la déterminarién absoluea de las formas de fosicién de todo. probleme, en un momento considersdo de Ia cienciat or, Mor, pp. 36, 38-62, te Elicién. Revoluciontia, La Haba, Las cias de esta’ obra estin scfetidas a la ediciin cubena Sey 47 A. Comte 1o ha insinusdo en numerosas ocasiones | DE EL CAPITAL ALA FILOSOFIA DE MARX 25 Con esto accedemos a la comprensién de Is determinacién de lo visible como visible, y conjuntamente de lo invisible como invisible, y del nexo orginico que liga a lo invisible con lo visible. Es visible todo objeto © pro- bloma que esti situado sobre el terreno y en ol horizonte, es decir, en fl campo estructurado definido de la problemitica teirica de una disciplina tebriea dada, Debemos tomar estas palabras al pie de la letra. La vista ya no es, puss, el hecho de un sujeto individual dotado con Ja facultad de ‘evers, que 1 podria ejercer, sea en Ia atencién, sea en la distraccién; la vista et al hecho de sus condiciones estructurales, Ia vista es Ja relaciéa de reflexién inmanente® del campo de Ia pro sobre sus objetos y sus problemas, La vision pierde entonees los privilegios religiosos de leetura sagrada: ya no es mis que la reflexidn de la necesidad inmanente que vuelve 1 enlazar el objeto o el problema con sus condiciones de existencia, las cuales, ependen de las condiciones de su produccién. Literalmente hablando, ya rno es ol ojo (ol ojo del espirieu) de un sujeto quien ve lo que existe en cl campy definido por una problemivica vebrica: es ete campo mismo el 4qve se 12 en los objetos 0 en los problemas que define —no siendo ya la vrs més que Ia reflexiin necesatia del campo sobre sus abjetos. (Con esto se puede comprender, sin duda, el quid pro quo de los filésofos clisicos de isto por fener que decit « la vex que la luz Ia visidn, que se ven en un ap: del er viene del ojo +y del objeto). La misma relacién que define lo visible define también lo invisible, como el reverso de su sombra. El campo de la problematica define y estruc- trura Jo invisible como lo excluido definido, excluido del campo de la visibi- Tidad, y defimido como excluido, por Ia existencia y la estructura propia del campo de Ia problemitiea; como aquello que prohibe y rechaza Ia reflexién del campo sobre su objeto, 0 sea, Is toma de relacién necesaria ¢ inmanente de Ia problemitica con alguno de sus objetos. Asi ocurre con el oxigeno en Ih teoria de la quimicd flogistica, 0 con la plusvalia y Ia definicién del ‘valor del trabajo> en la economia clisica, Fstos nuevos objetos y problemas son necesariamente fnvisibler en el campo de Ia teoria existente, porque ne son objetos de esa teoria, porque estin probibidos por ella, objetos y pro blemas que necesariamente carecen de rslacién necesaria con el campo de lo visible definido por esa probleméica, Son invisibles porque son recha- zados por derecho, relegados fuera del campo de lo visible y por eo su presencia real en el campo, cuando adviene (en citcunstancias sintomaticas muy particulares) pasa inadvertida, se convierte literalmente en una ausen- 3 eRelaciba de reflesién inmaneneer: ext teético, que no puedo sbordar aqui, pero que seit esbozado al fi ficio (epismtfe 19) 26 Louis ALTHUSSER cia imperceptible, puesto que toda Ia funcién del campo consiste en no ‘verlos, en prohibie sw visiin, Toda aqui, lo invisible no es tampoco funciin de la vista de um sujeto, como lo visible; lo invisible es el no-ver de Ia problemitics tebrica sobre sus no-objetos, lo invisible es Ia tinicbls, el ojo cegido de Ia reflexién sobre si misma de la problemética teécica, eaando ella atraviesa sin yerlos sus no-objetos, sus no-problemas, fara 110 mirarlos. Y puesto que aqui se evocan, en términos que recogen pasajes muy notables del prefacio de Michel Foucault a su Hisforia de la Locure,' las condiciones de posibilidad de Jo visible y de lo invisible, del interior y del ‘exterior del campo teGrico que define Io visible, podemos quiz dar un paso mis y hacer ver que entre lo visible y lo invisible asi definidos, existe una implaceble rlacién de necesidad. Lo invisible de wn campo visible no es, en el desacrollo do una teoria, cualquier cosa exterior ¥ extrafa a lo visible definido por ese campo. Lo invisible es definido siempre por lo visible ‘como su invisible, su prohubido ver: lo invisible no es, pues, volviendo a Ja metifora espacial, lo exterior de lo visible, las tinicblas exteriores de la exclusin, sino las tinielas inteviorex de la exclusién, interie de lo visible, esto que es definida por la estructura de lo visible. En otras palabras, las ‘metéforas seductoras de terreno, de horizonte, y por tanto, de limites de tun campo visible definido por una problemitica dada, podrian inducir tuna idea falsa de Ia naturaleza de ese campo, si concebimos ese campo segia la letra de la metéfora espacial, * como un espacio limitado por ofro espacio fuera de él. Este otro espacio esté en el primero, que lo contiene como su propia denegacién; este otro espacio es el primer espacio en persona, que sélo se define por la denegacién de lo que él excluye en sus propios Ii- ‘mites, Es lo mismo que decir que representa para cl solamente limites i fernos, y que lleva su exterior dentro de si mismo, La paradoja del campo tebrico comsiste asi en ser, si queremos salvar Ia metéfors espacial, un espacio infinito porque es definido, 0 sea, que no tiene limites, no tiene fronteras exteriores que lo separen de nada, justamente porque es definido y limitado dentro de si, y lleva en si la finitud de su definicién, la cual, excluyendo lo que él no es, hace de él lo que es. Su definicién (operacién ‘ientifica por excelencia) es entonces To que lo hace a la vez infinito en su ‘inero, 7 marcado dentro de sk, cn todas sus detcrminacioucs, por aquelly © Pion, Pars, 1961 1 BL recurso con las meciforas espaciles (campo, terreno, espacio, lust, simacii, poscion, ec...) Usadae en ert texto, planta’ un problema esas le deena en ym ncn de pitetion Gop. Be prin Puede enunciaise asi: gpor que cera forma de decor Cesriamente el empleo de metiforas tomadss de discusos 10 bu EL EAPITAL A 1A FLosoria DE MARX 27 ‘que ou propia definicién exclaye de dl en é mismo. Aqui tambign es pre- cio prestar atenciin a que ese exclude no es el puro octo, el puro cual- Auiera, 0 lo que uns filosofis contable se apresura a denominat un «residuoy. La fundamentacign teética de Ia definiciia no es una clibre>. «sclecciSm> centre dos regioncs cuya frontera scdalase ella en los hechos, nil simple ezecorte» de los hechos que da a todos los cortadores de estados, de herencias, de troncos 0 de cabezas, Ia serisacin de ser de la misma sangre que la siencia, y 4 lor sabior de ser de Is misma raza que la libertad de Dios EL Gran reparto de la definiciin no ex mis que el producto, bajo el sol Fimitado de la evidencia, de una solucién que silo surge de rechazar aquello ‘que, del problema planteado en las profundidades del campo de gestacién de la teoria, haria combra a su triunfo. Esto que es rechazado no es cval- quier cosa, sino un coatenide determinado, que pudiera pertenccer a lo la= tente de una estructura anterior, y que ha eaido en la sombra lo mismo que se cae en la detrots, cuando se derrumba la correlacién de fuerzas. Lo que la definicién del campo excluye, infinito en su género, pero limicado fen su interioridad, de la problemética existente, et, pues, su prohibido, tw rechazado, que slo pertencce a la sombra por haber pertenecido, antes de la dervota, a una luz precaria, cubierta precisamente por la sombra de la nueva, Es en esto donde lo visible se une con su invisible, como con todo lo que puede nacer, soa de Ia proliferaciin interior de sus vistagos, sea de Ia fecundaciga clandestina de su matrix por conesptos o problemas ¢im- portados> de otro campo. Y cuando ocurre que en cierta¢ eircunstancias triticas may particulaes, el desarollo de las evestiones producidas por la problemitica (squt al desarrollo de las evestiones de la economia politica aque se incerroga sobre el evalor del trabajo») conduce a producir la pre- sencia en persona de su invisible en a campo visible de la problemitica cexiseente, este producto silo puede set entonces imsible, puesto que la luz del campo lo atravicss a cicgas sin reflejatse sobre él. Este invisible, pro- dlucido 0 mejor dicho revelado en su eeguedad por la actividad del anilisis barado en la problemética, se esfuma entonces en calidad de lapse, de autencia, de falta o de sintoma teirco, Se manifieta como lo que es, pre- cisamente invisible para Is teoria —y por eo Smith comete el error de no ver Jo que sales a la vista, de no ver aquello que la problematica exis- tenve tiene, evidentemente, como funcida tornar cegador en el verdadero sentido, es decir, insostenible y mortal a Ia mirada, que entonces no tiene otro fecurto que 0 very para no tener que mirar. Paca ver este invisible, para ver estos evores, para idenifiar estas Lagunas en el coajunto del dise uno, eos blancos en el texto, hace falta algo muy diferente de una mirada 28 {LOUIS ALTHUSSER aguda 0 atenca, hace falta una mirada instruids, wna miada renovada, producida por una reflexiin de «cambio de terreno» sobre el ejercicio del ver, donde Marx sivéa Ia transformacién de Is problemitica. Tomo esta trans- formacién por un hecho, sin pretender hacer el anslisis del mecanismo que 4a desencadena y Ia realiza. Que este cambio de terreno> que tiene poc efecto esa muda de la mirada sea él mismo producto sélo de condiciones muy cspecificas, complejas, y 2 menudo draméticas; que sea totalmente irreduc~ ible al mito idealista de una decisin del espiricu cambiante de epunto de vista; que ponga en juego todo un proceso que la vista del sujeto, lejos de producir, no hace mis que reflejar en su propio lugar; que en este proceso dde transformacién real de los medios de produccién del conocimiento, las pretensiones de un ésujeto consticuyente> sean tan vanas como lo son lat retensiones del sujeto de Ia visiin.en la producciin de lo visible; que todo ocurre en una criss dialéctica de la mutacién de una estructura tedrica donde el «sujeto> juega no el papel que él cree, sino el que le ¢¢ asignado por al mecaniemo del estudiar aqui roe, todo exto cx una cuestién que uo puduin Contentémonos con recordar que es preciso que el sujeto hays ocupado su nuevo lugar? en el nuevo terreno, 0 sea, que el sujeto haya sido ya instalado, incluso en parte sin saberlo, en ese nuevo terreno, para poder echar sobre lo antiguo invisible la mirada instruida que le hard visible fe invisible. Si Marx puede ver lo que escapa a la mirada de Smith, es Porque él ha ocupado ya ese nuevo terreno que Ia antigua problemitica habia roducido, sin saberlo, en la respuesta nueva de su produccién, 8 ‘Tal es fa segunda lectura de Mars: una leetura que nos atreveremos a lamar ¢sintomitica», en la medida en que, en un mismo movimiento, descubre lo no descubierto en el texto mismo que ella lee, y lo refiere a otro texto, presente con una ausencia necesaria en el primero, presente con una ausencia producids, no obstante, a titulo de sintoma, por el primero como su propio invisible, Lo mismo que en su primera lecturs, la segunda Jectura de Marx svpone la existencia de dos textos, y la medida del primero por el segundo, Pero lo que distingue a esta nueva lectura de Ia anterior, es ue, en la nueva, el segundo texto estd ya en el primero, pot lo menos como posible; el texto invisible esti ya contenido en el cexto legible, como un ‘Mancengo la metifora espacial. in embacgo, el cambio de terreno se hace yet deer fod ‘poe abe ae hablar Se mucin del mado de protic Gn iric, y del cambio de la funciéa del suieto provocada por ea mutacioa sen eins, ¥ 1 sujeto provocada por DE HL CAPITAL A La wILosovia DE MARX 29 ‘modo: de su invisible propio. También aqui, por lo menos en el género propio de los textos reéricos (los tinicos euys lectura eratamos de ant~ lizar aqué), aparece la necesidad y la posibilidad de una lectura simulténea en dos alcances, basada en el doble fondo del discurso teérico, En las expor siciones que se van a leer, que no escapan —si merecen considerarse, al menos fugazmente, como discursos de sentido tebtico— a la Jey que enunciamos, ‘no hemos hecho otra cosa que tratar de-aplicar a la lectura de Marx la Iectura ssintomaticer por medio de la cual Marx lograba leer lo ilegible de Smith, midiendo el discurso explicito de Smith por su discurso latentes él rigor y la continuidad de sus enunciados por el rigor y Ja continuidad de su problemética; su problemitica visible al comicnzo por la problemé~ tica invisible contenida en la paradoja de una respuerta que no corresponde 4 ninguna pregunta planteada, Se veri también que lo que distingue con tuna distancia infinita a Marx de Smith, y, por consiguente, nuestra rlacién con Marx de la relacién de Marx con Smith, es esta diferencia radical: mientras que Smith produce en su texta una requests que na wila no rerponde 4 ninguna de las preguntas inmediatamente antecedentes, sino que tampoco zo responde 2 ninguna de las preguntas que él haya planteado en su obra, cualquiera que sea el lugar —es suficiente, en cambio, cuando Marx tiene que formulac una respuests sin pregunta, wn poco de paciencia y de pert- picacia para descubrie en otro sitio, veinte o cien piginas, mis alli, o bien en relacién con otro objeto, 0 bajo cubierta de otra materia, le preguats ‘misma, en otro lugar de Mars, , a veces, porque hay relimpagos prodigiosos, en Engels, al comentarlo ea un punto clave.!? ¥ si hay, sin duda, se ha corrido el riesgo de sugeritlo, en Marx una respuests importante a una pre- unt que no se ba planteado en absoluto, esta respuesta que Marx no logra | 29. St me permien iavocar agal “una experiencia personal, quisiera dae dos siemplos precios de ea presencia en oiro Jugar de Mart, 0 en Engels, dela presen Gem. de wert Yo tain logo, al prec deta tein ue 7 ee caliiar de Inborios, puesto que el ext que la expen (Por Star, p- 77 y sigs) leva las buellas de exe trabajo, a idenifiar on la palabra evoclcor dc he dudes bepelaos po ban, cua aueoin peniaeme: la'de so" conapen yt fanto de su preguns, Laboricsimente, yo. habla logralo recomtiuir ea prepumta, Semostrando que lav cinveriéns de que habla Mare tenia por contenido” ecto tung revolucion eq” la problemitics, Ahora bien, posteriorateatc, leyendo el pre- Yio de Engels al Segundo Libro de El Capital we quedé estupefacto al comprobat que la pregunta que yo habia formulado con tanto abajo se encontaba allt con fous las ets, Puewo que Essel Hlenaficn exoreumente la eiaversone. el Sposer sobtc aus pice de la quimics y de. la economia, politica que’ sndiban Glhess abajo, cou un cambio de tu stecsto, y por amo de fu problonikia, Oxo Slemplo: em! no de mis primeros ensyos, you hibia sugerido que i revolucion (wires de Mare resida no en. el cambio’ de respuesta, sino, en cl cambio de Dresuntas, y qe por tant la fevolucia, de Marr en la toria de la Ristora venia Seca stomblo. de. elemento» que la iso pestr del terreno de ta. sleologit al terreno de la ciencia. (Por Alar, p. 37). Ahora bien, leendo recientemente el plug de FH Capra sobre al aati, me quelé extupelacio al ver que Marx em 28 LOUIS ALTHUSSER aguda 0 atencs, hace falta una mirada fnstraide, wna mirada renovada, producida por una reflesién de que tiene por efecto esa muda de la mirada sa él mismo producto silo de condiciones muy cspecificas, complejas, y 2 menudo dramdticas; que sea totalmente irredue- tible al mito idealista de una decision del expiritu cambiante de epunto de vista9; que ponga en juego todo un proceso que Ia vista del sueto, lejos de producir, no hace mis que reflejar en su propio lugary que en este proceso de transformacin real dé los medios de produccisn del conocimiento, la pretensiones de un sean tan vanss como lo son las retensiones del sujeto de Ia visiin en la produccién de lo visible; que todo ocurre en una criss dialéctica de la mutacién de una estructura tedrica donde el juega no el papel que él cree, sino el que le ee asignado peeled bie estudiar aqui iemo del proceso, odo esto es una cuestién que mo puukune ‘Contentémonos con recordar que es preciso que el sujeto haya ecupado su nuevo lugar? en el nuevo terreno, 0 sea, que el sujeto haya sido ya instalado, incluso en parte sin saberlo, en ese nuevo terreno, para poder echar sobre lo antiguo invisible Ia mirada instruida que le hard visible fie invisible. Si Marx puede ver lo que escapa a la mirada de Smith, es Porque él ha ocupado ya ese nuevo terreno que Ia antigua problemitica habia Producido, sin saberlo, en la respuesta nueva de su produccién, ‘Tal es fa segunda lectura de Marx: una Ieetura que nos atreveremos 4 Mlamar ¢sintomitica», en Ia medida en que, en un mismo. movimiento, descubre lo no descubierto en el texto mismo que ela lee, y lo refi a otro ‘texto, presente con una ausencia necesaria en el primero, presente con una ausencia producida, no obstante, a titulo de sintoma, por el primero como sm propio invisible, Lo mismo que en su primera lectura, la segunda lectura de Marx supone a existencia de dos textos, y la medida del primero por el segundo. Pero lo que distingue a esta nueva lectura de la anterior, es que, en la nueva, el segundo texto esté yu en el primero, pot lo menos como posible; el texto invisible esti ya contenido en el texto legible, como un Mancengo tn metifora espacial. Sin embargo, el cambio de terreno se hace a Jetar en ta oe aba ae, abla dyn del wade de roa in einen, ¥ del ambi de la Fanci del sujto provocada or esa muracea Gemodo.” 7 ties DE EL CAPITAL A 1a riLosoria DE MARX. 29 modo de su invisible propio, También aqui, por lo menos en el género propio de los textos tcéricos (los xinicos euya lecrura tratamos de ana- Tizar aqui), aparece la necesidad y la posbilidad de una lectura simulténea ‘en dos alcances, basada en el doble fondo del dscurso tebrico. En las expo= siciones que se van a ler, que no escapan —si merecen considerarse, al menos fugazmente, como discursos de sentido te6rico— a la ley que enunciamos, tno hemos hecho otra cosa que tratar de-aplicar a Ia lectura de Mars la Iectura ssintomdtics> por medio de la cual Marx lograba leer lo ilegible de Smith, midicndo el discurso explicito de Smith por su discurso laventes el Figor y la continuidad de sus enunciados por el rigor y Ja continuidad de su problemética; su problemética visible al comienzo por la problem- tica invisible contenida en Ia paradoja de una respuesta que no corresponde 4 ninguna pregunte planteada. Se ver’ también que lo que distingue con tuna distancia infinita a Marx de Smich, y, por consiguiente, nuestra relacién ‘con Marx de la relaciin de Marx con Smith, es esta diferencia radical: mientras que Smith produce en «1 texte una regpuesta que no wla no responde a ninguna de las preguntas inmediatamente antecedents, sino que tempoco no fesponde a ninguna de las preguntas que él haya planteado en su obra, ‘cualquiera que sea el lugar —es suficiente, en cambio, cuando Marx tiene que formulae una respueste sin pregunta, un poco de paciencia y de pers- picacia para descubrir en otro sitio, veinte 0 cien piginas mis alld, o bien en relacién con otro objeto, o bajo cubierta de otra materia, le pregunte ‘misma, en otro lugar de Marx, 0, a veces, porque hay relimpagos prodigiosos, fen Engels, al comentarlo en un punto clave.!® ¥ si hay, sin duda, se ha corrido el riesgo de sugerirlo, en Marx una respuesta importante a una pre= gunta que no se ba planteado en absoluto, esta respuesta que Marx no logra erie coe ee eee Pe eae anlar Se et eal ie gees rate one acpm ier Uli ee ai aces cee ee ee eee eee oa are ae ena cameras ae ae cee cee ae Bafa eee Poti a oie ener eerie Se oa cambio. de elementos que ls hizo pasir del terreno de la ‘Jeologia al teneno ce la ciencia. (Por Alers, p. 37). Ahora Bien, leyeado recientemente el fapltulo de El Capital sobre ef salario, me quedé extupelaco al ver que Marx em 30 LOUIS ALTHUSSER formulae més que bsjo ls condicin de multilicar IasimSgene adcanda para dara la ropvera de la ), 6 como una tampa pars tonton (la ventsja de mi dala t gue yo dpe Is coms poco a poco —y como sere gus no purdo miss aprerian rattan ine heels ua dle ve na totertat Cary de bape 2 24-VI1867) a resec ral de Gras formas elects heplonas en 4 dacurso de El Cepitl. Desde dentro, como la medida exaia de toa ne. tenia dsconcertant pec ineviabl a sere de concept (yd ‘ur bomeaptn) dele fsa de one eracire bees eson ub Is pindra angular invisible, aente preset, de toa su obs Qui 0 bays nada que impida pear que i Max cepa ton ies en cectan pases, con Ife heptane porque we juego no ala elegance @ burl, sn, en el endo fut, ego de wm dram rel ca ch aoe ntigus concepts juegn deseperndamente el papel de un stot, ue tine nombre, para smaco en persona a a ecena —aienet oe toe, dace Ia proencia de a slo cn sun (Je ln) flln en el dele eno ente lr persons y ls papel Y ses certo que dl haker identified y leazade ea faa quo flaca, puede conducenos también al umbrde la fof de Mare se peien espera ors bensiciy en ln tara de I hia, Une fats conceptual, no. dacibert, sino, por el conti, consgrada come novfale y preclamada como ples, pose em Gers ctcnmancan ces cultarseramente al dontll de ua tei, 0 de slgunus de sos tamer Para convencene, basta ebervar que una Gen no progresa, es decir, no eaba en tos tliminos propos aa cxpreviéa_de saimbio de terrenor pa e Presar ese cambio de problemitica tedrica. También alli, la resunt (0 a Cemcee). oi yo bila ronan abctintena pr. 4m tenis Sn ponko previo de Mars, ma la-dabsblarx con tol la ess an ove Licey Se sa obra. rate ror DEEL CAPITAL A 1A Fosoria pz MARX 1 vive, si no es por una extrema atencidn a sus puntos de fragilidad tebriea. En este sentido, recibe su vida menos de lo que sabe que de lo que no sabe: con Is condiciin absoluta de contornesr exe no-tabido y plantearlo en rigor de un problema. Ahora bien, el no-sabido de una ciencia no es lo que cree La ideologia empirista: su ercsiduo>, lo que ella deja fuera de si misma, lo que ella no puede concebic o reolvers sino, por excelencia, lo aque ella leva de frigil en si misma, bajo Ta apariencia de las mis fuertes Aevidenciass, cierwos silencios de su discurso, ciertas faltas conceptual, cierios bleacos de su rigor, ea pocas palabras: todo lo que en ella csuens Inueco>, 2 pesar de su plenieud!™ al excuchar atentamente, Si es cierto que tuna ciencia progresa y vive silo de saber escuchar lo que ea ella , quizd algo de la vida de la teoris marxista de la historia esté sus- pendido en ese punto preciso en que Mare, de mil maneras, noe scfala 1h presencia ausente de un concepto escacal para propio peasamiento 9 He aqui, pes, de qué es culpable nuestra leeeara filosfiea de El Capital: de haber lefdo a Marx obsecvando las roglas de una lesura de la cual nos dh luna impresionance lecidn en su propia letura de Is economia politica clisica, Confesamos nuestra fales, y lo hacemos delbersdamenes, para cla- vyarnos en ella, part anclat y agttrarnos furiosamente a ells, como a un punto en el que hay que sostenerse a cuslquier precio con Is esperanza de eseablecernos alli algén dia, y reconocer Ia extensiin infiniea que contiene su espacio minisculo: Ia extensién de Ia filosofia de Marx. Esta filosofia es algo que todos buscamos. No son los prococolos de ruptura flosifica de la Weologia Alemana lo que nos da esa filosofia en persona, No son tampoco, antes que aquellos, las Tess sobze Feuerbach, sos celimpagos deslumbrantes en los que Ia noche de la antropologiafilo- séfica se desgarra sobre el fugitivo instantinco de otro mundo percibido a través de la imagen retiniana del primero. Y tampoco son, por lo menos en su forma inmediata, por ginial que fuese su juicio linico, las criticas {el Anti-Dibring, en que Engels ruvo que «seguir ¢ Dabring em un vasto terreno donde él trata de todas les covse povitlee y de algunas mies (ES. pp. 36-57), el terreno de Ia ideslogia filo ‘mundo, insrita en Ia forma de un existema> (p. 38). Porque creer que cl todo de ls filosofia de Marx nos viene dado en las pocas frases palpicantes 0 de Ia concepeién del BP, Macherey: cerca de Ja ruptnra. «Nouvelle Critiquer, Mayo 1965, p39. 2 ours ALTHIUSsER de las Tesis sobre Feuerbach, 0 en el discurso negative de la Ideologia Ale- ‘mana, es decir, en las Obras de la rupvurs,¥® significa equivocarse singular ‘mente sobre las condiciones indispensables para el crecimiento de un pensa- ‘miento teirico radicalmente nuevo, al cual habia que dacle ticmpo para madurar, definirse y crecer. «Después que fue formulada por vez. primera ‘en Miseria de la Filosofia de Marx y en el Manifiesto Comunists, dice Engels, ‘nuestra concepcion ba atravesado un periodo de incubaciin que ba durado no menos de 20 aitos, basta la publicacién de El Capital...» id. p. 38). Ademis, ercer que el todo de la filosofia de Marx pueda encontrarie en Persona en las férmulas polémicas de tuna obra que sostiene [a batalla en el terreno del adversario, es decir, en el terreno de Ia ideologie filosifica, como ocurre muy a menudo en el AntiDitbring (y después en Materia. lismo y Empiriocriticismo), significa equivocerse en cuanto a las leyes de Ja lucha ideologica, en cuanto a la naturaleza de la ideolog/e que es la excena de esa lucha indispensable, y en cuanto a Ia distinciéa necesaria entre Ia ideologia filoséfica donde se sostiene esa lucha ideoligica, y la Teoria o filosofia marxista, que aparece en esa escena para sostencr la bacalla. Atenerse exclusivamente a las Obras de la Ruptura (Coupure) solamente 2 los argumentos de la lucha ideolégica ulterior, equivale pricticamente a caer en el gerror> (sbévuer) de no yer que el lugir par excelencia donde se puede leer Ia filosofia de Marx en persona, es su gran obra: El Capital. Y esto lo sabemos desde hace mucho tiempo; después de Engels, quien nos lo demuestra con todas las letras, en particular en su extraordinario prefacio al Libro Segunda, que algin dia se estudiard en las clases; y después de Lenin, quien repetia.que Ia filosofia de Marx estaba contenids por entero en La Ldgica de El Capitale, la ligica que Marx no tuvo tiempor de escribir, Que no vengan 1 contrad:cirnos aqui, diciendo que estamos en otra siglo, que ha. pasado mucha agua bajo los puentes, que nuestros problemas nto son Tos mismos de entonces. Nosotros hablamos precisimente de un agua viva que todavia no ha corrido, Conocemos bastantes ejemplos histéricos, ‘comenzando por el de Spinoza, de hombres que trabajaron encatnizadamente Para tapiar y sepultar para siempre bajo espesa tierra las fuentes hechas para aplacar su sed, pero que su temor no les permitia aprovechat, Durante casi_un siglo, la filosofia universitaria ha cubierto a Marx con la tierra del silencio, que es la tierra de los eadiveres. Durante aquel tiempo, los Compatieros y los sucesores de Marx tuvieron que afrontar los combates mis dramiticos y mis urgentes, y 2 filosofia de Marx pash por entero a sus empresas histéricas, a su accién econémics, politica ¢ idcolégica, y a 1 Ver: Por Mars, pp.22-24 DEL CAPITAL & LA FILOSOFIA DE MARX 33 Jas obras indispensables para instruir y guiar es acciin, En este largo periodo de luchas, la idea dea filosofie de Marx, la conciencia de su exstencia y de su funcién especifica, indispensables para Ia pureza y el rigor de los conocimientos que sosticnen toda La accién, fueron salvaguardadas y defen- didas contra todas las tentaciones y todas la agresiones. Como prucba sélo! necesito citar ese elevado grizo de la conciencis cientifica que es Materia~ Iismo_y Empiriocriticismo, y toda la obea de Lenin, que constitaye un ma- nifiesro revolucionario permanente para el conocimento, para Ia teoria cien~ tifica —y para el , el principio qve lo domina todo, y que no ex otra cosa que la conciencia mis aguda de Ia cientificidad ‘en su rigor licido ¢ intramsigente, Esto es lo que se 10s ha dado, lo que define hoy dia nuestra trea: obras, producidas unas por la prictica tebriea de una ciencia (y en primer lugar BI Capital), producidas otras por la pric tica econbmica y politica (rodas las tcansformaciones que Ia historia del movimiento obrero ha impuesto al mundo), o por Ia reflexiéa sobre esa prlctica (los textos econdmicos, politicos e ideoligicos de los mis grandes ‘marxistae). Estas obras llevan en si mismas no sblo la teoria marxista de Ia histori, contenida en ta tcoria del modo de produccién capitalists, y en todos los frutos de la acciSn revolucionaias sino también la teorfa fiéfiew de Marx, que las ronda profundaments, ya veces sin darse cuenta ells, hasea en las aproximacionss inevitables de au expresin prdctics. Cuando yo he sostenido hace poco,!® que habia que dar a esa existencia prictica de ls filosofia macxista, que existe en persona en estado prictico cn la pr que es Fl Capital, y en la prictica econdmica y politica de Ia histor movimiento obrero, su forma de existencia teérica indispensable para sus necesidades y nuestras necesidades, no he propuesto otra cosa que un trabajo de investigacién y de elucidacién critica, que analizase los unos por los otros, segiin Ia naturaleza de su modalidad propia, los diferentes grados de esa ‘existencia, 0 sea, esas obras diferentes que son la materia prima de nuestra reflexién. No he propuesto otra cosa que la leetura de las obras de Marx y del marxismo las unas por las otras, es decir, la produecién sistemitica progresiva de esa reflexién de Ia problemética sobre sus objetos aque los hace visibles, y 1a revelacién, Ia produccién de la problemética mis profunds que permits ver aguello que puede tenee todavia vina evistencia invisible 0 confusa. Fs en funcién de esa exigencia como he podide pre- tender leer, en su existencia directamente politica (y de politica activa: Ia del dirigente revolucionario Lenin sumergido en la revolucién), la forma Ver Por Mers, pp. 133 6 M4 LOUIS ALTHUSSER. tedrica especifica de la dialéctica marxistas es en funciin de ese principio ‘como he podido pretender analizar el texto de Mao Tse-tung de 1937 sobre la contradiceién como descripciin reflojada de las estructuras de la dialé tica marxista en su existencia politica. Pero esta leefnra no ha sido, no podia ser una lectura a libro abierto, 0 Ja simple lectuca de la , ‘que ponia en presencia, en una pregunta, una respuesta dada a su pregunta Para decitloclaramente, no ha sido posible plancear a los anilisis poli ticos peicticos que nos da Lenin de ls condiciones de la explosiSn evolu cionaria de 1917, la euestin de la expecifcidad de ta dialéccica marsists, partiendo de una respuesta a la eual faltaba la proximidad de su pregunta, de una respuesta stuada en ofro Ingar de las obras del marxismo de que dis. Ponemos, muy precisamente la respuesta con a cual Marx declaraba que habia , lo mismo que Ja respuesta de Ia economia politica clisica por ‘medio del evalor del trabajo>, es notable por el hecho de que contiene una fala y un vacio interiores: basta interrogar a la metifora de Ia inversiin para comprobar que ella no puede concebirse en su concepto; que dla indies, por tanto, al mismo tiempo, um problema real fuera de si misma, ‘una pregunta real, pero ausentes ambos, y dentro de ella el vacio, el equi- voco, conceptuaes correlativos de esa ausencia, la ansencia del concept bajo a palabra, Hi sido ese tratar la ausencia del concepto bajo la prcsencia de wna palabra como sintoma lo que me ha puesto en camino de formular a pregunta implicada y definida por sx auseacia. Mi de los textos de Lenin, por imperfecta y provisional que fuese,sélo ha sido posible con Ia condicié de plancear a estos textor Ia pregunta toirica euya respuesta en cto ells repreventabaa augue su grado de existencia estuviese muy lejos de ser puramente teético (puesto que ests textos describen, con fines préc= cos, Ia estructura de Ia coyuncuca en la cual exploté Ia revolucién sovi- tica). Esta electuray ha permitido precise 1a pregunta, y yolver a plan- teatla asi transformada a otros textos igvalmente sintomaticos, que poscen DE HL CAPITAL A La FILOSOFIA DE MARX 3 tun. grado de existencia diferente, al texto de Mao ‘Tse-tung, pero al mismo tiempo, al texto metodoligico de Marx en la Introduccién de 1857. La pre junta forjada a partir de la primera respuesta sale de nuevo transformads, propia para permitir la leceura de otras obras: hoy dia EI Capital. También aqui hemos recurrido, para lexr El Capital, a una serie de lecturas obles, 0 53, esintomiticas» hemos leido El Capital de modo que se hiciese Yisible Jo que en él podia subsistr todavia de invisible, pero el retroceso para esta electura> ha tomado todo el terreno que podiamos darle de una segunda leceura, en el estado de auestras fverzas, realizada al mismo tiempo, que versaba sobre las Obras de Juventud de Marx, en particular sobre os Manuscritos de 1844, y por tanto sobre la problemética que constituye ‘ fondo de sus obras, la problemitica antropolégiea de Feuerbach y la problemitica del idealisme absoluto de Hegel Sila cuestin de la filosofia de Marx, es decir, desu especificidad dife- rencial, resulta, por poco que se, transformada y precisada en esta primera Teetura de Et Capital, ella deberia permitir otras slecturase, primeramente ‘otras Tecturas de E! Capital, de donde saldeian nuevas precisiones deren fes,y Ia lectura de otras obras del marxismo: por ejemplo, la Ieetura instruida de los textos filosificos marxistas (aunque prendidos en las formas inevita- bles de Ia lucha ideol6gica) como el Anti-Diléring, la Filosofia de la Natu- taleza de Engels, y Materalismo Empiricriticimo de Levin (y los Cuader- ‘os sobre la Dialéctice); © también la clectura» de otras obras pricticas del marxismo, que abundan en nuestro mundo, y que existen en la realidad histérica del socialismo y de los j6venes paises liberados, en marcha hacia «1 socislismo. Intencionadamente me refiero con tanto retrss0 a cos textos filosicos clésicos, por Ia sencilla razén de que antes de la definicién de los Principios esenciales de Ia filosofia marxista, 0 sea, antes de haber logrado establecer el minimo indispensable para la existencia coherente de lt filo- fica, no era posible fofia marxista, en su diferencia de toda ideologia fi leer esos textos elésicas, que no son textos de indagacién, sino de combate, 4 no ser en Ia letra enigmitica de su expresin ideolégica, sin poder mostrar por qué esa expresiin debia revestir necesariamente la forma de la expresiin ldeoldgica, y por tanto, sin poder aislar eta forma en su esencia propia. Lo mismo ocurre con a ¢lecturs> de las obras, todavia tséricamente op2czs, de Ia historia del movimiento abrero, como el eculto la personalidads, fo cierto grave conilicto que et nuestro drama actual: esta seri posible quizé algin dia con Ia condiciin de haber identificado bien aquello aque, en las obras racionales del marxismo, puede darnos el recurso de pro- 36 outs ALTHUSSER, uci lor conceptos indispensables para la comprensién de las razones de esa sinrazén,# @Puede resumir con una palabra todo Io que precede? Esa palabra designaria wn circulo: una lectura filosSfica de Fl Capital silo es posible coma aplicacién de lo que et el objeto de nuestra investigacién, Ia filosofia de ‘Marx, Este circulo sélo es posible epistemolégicamente por Ia existencia de Ia filosofia de Marx en las obras del marxismo. Se teats, pues, de producir, fen el sentido preciso de esta palabra, que parcee significar: tornar mani- fiesto lo que es Iatente; pero que quiere decit transformar (para dar a ‘una materia prima preexistente la forma de un objeto adaptado a un fin) Jo que, en cierto sentido, existe ya, Esta produccién, en el doble sentido que da a Ia operacién de produccién Is forma necesaria de un circulo, es 1a produccién de un conociniento. Concebit en esta expecificidad la filosofta de Marx, es concebir, pues, Ia esencia del movimiento mediante el cual «8 producido su conocimiento 0 concebie el conocimiento como producciém. 10 No puede pretenderse aqui otra cosa que bucer une apreciecién tesrica de lo que nos procura nuestra lectura de El Capital, Al igual que estas expo- siciones no son mis que wna primera lectura, y sin duda ahora se comprende or qué las damos en 1a forma misma de sus vacilaciones, que expresa, en Jo que vemos, lo vago e indeciso de lo que no ha podide ser visto también Jas precisiones que siguen no son mis que el primer trazo de un por ahora sélo puede ser un esbozo. ajo que Creo que hemos logrado un punto de principio, $i no hay lectura ino- ceate, es porque toda lectura no hace mis que reflejar en su leceign y en sus reglas al verdadero responsable: 1a concepciin del conocimiento que, sosteniendo su objeto, lo hace lo que ex Esto lo hemos percibido en Ia ccucstiém de fa lectura cexpresiva>, esa lectura a cielo y cara descubiertos de Ia esencia en Ia existencia: y hemos supuesto detris de esa presencia total, donde toda opacidad se reduce a nada, [as tinieblas del fantasma reli- sioto de Ia transparencia cpifinies, y de su modelo de fijaciin privilegiada: 1 Logos y su Escritura, El haber rechazado las fascinaciones ceconfortantes ‘de este mito nos ha instcuido con otro nexo, que debe necesariamente articular [Lo mismo ocurre con te electra» de las obras mueras del marxismo, gut, ea formas a veces sorprendentes, evan en sf mismas algo escatiel part fl Porvenir del socalismo: Jo que el marriemo produce en los false de ¥en: fuardin del ctercer mundo» que lucha por su liberud, desde los. fucrrilers del ViewNem hasta Cubs. Es vial que sepimes leer x tiempo eas obras Du 14 CAPITAL A LA FnLOsoFin DE MARX 7 Jn nueva lectura que Marx nos propone, sobre una nueva concepoiin deb ‘conocimiento que lo fundamente, Para llegar a ella en su aspecto mis favorable, permitasenos dar otro rodeo, Sin querer concebir bajo un mismo concepto concepciones del cono~ Gimiento cuya relacién histécica todavia no ha sido estudiada, ai a fortiori demostrada, debemos no obstante aproximar a la concepcién que sostiene Ja lectura religiosa que estd proscrita para nosotros, otra concepcién no menos viva y que tiene todas las apariencias de ser la transcripcién profana de aquill, la concepcién empirista del conocimiento. Tomamos este término ‘en su sentido més amplio, que puede significar tanto un empirismo racio- nalista como un empirismo sensualista, y que encontramos en el pensamiento hhegeliano mismo, que podemos con derecho considerar, bajo este aspecto, y fon el consentimiento del propio Hegel, como la reconciliacién de la reli y de su everdado profana.® La concepeisn empirists del conocimicnto hace resucitar bajo una forma particular el mito con que hemos topado. Para comprenderla bien, o# pre. defini Jos principios esenciales de la problemitica tedrica que la sostiene. La concepciSn empirista del conocimiento pone en escena un proceso que se desarrolla entre un objeto dado y un sujeto dado, Poco importa en este nivel el estatuto de exe sujeto (si es pricolégica, histérico, 0 no) y de ese ‘objeto (si ex discontinuo o continuo, mévil o fijo). El estaruto sélo con- ‘ice a Ia definicién precisa de veriaciones de Ia problemitica de base, que ela Gnica que nos interesa aqui. Sujeto y objeto dados, y por tanto an= teriores al proceso del conocimiento, definen ya cierto campo teérico fun- damental, pero que todavia no se puede enunciar, en ese estado, como em Dirista. Lo que lo define como tal es la navuraleza del proceso del cono- cimiento, dicho de otro modo, cierta relacién que define al conocimiento como tal, en funcién del objeto real cuyo conocimiento se dice que es. Todo el proceso empirsta del conacimiento reside, en efecto, en la opera- ida del sujeeo denominada abstraccién, Conocer, es abstracr del objeco real su esencia, cuya posesién por el sujeto se Tama enton Cuslesquiera sean las variaciones particulares con que pueda ser afecrado ese ‘concepto de abstracciéa, éste define una estructura inv: 33 Con la, condkiga de compreader et enlrismo en este vento pentica como S¢'busie ndmitir ol slot bajo a4 concepto el eaplisime sensalsy del Ship Sn, Si Neh ie linn oreo ne cl geri eo ce fal sobre el molo que va a ser doxito, #1 len conde taio Gene doguly el Esoocimicno como pelos por une histori, recital conocimicnio en la redid Erna hsoria que bo e mis'que el demiollo Selo qu cla conte cn! orig, fis te send lo onc se van Uecir Gen evracars de la acon eal ere el Cocotinieno yl obo rll vale igaimente fom la ean ene cl conocinicnm Y's bitocs sel cain Ueolgia dl igo SVE 38 LOUIS ALTHUSsER ticuye el indice especifico del empirismo. La abstracciin empirista, que ‘extrac del objeto real dado su esencia, es una absfraccién reel, que pone al su~ jeto en posesiin de la esencia real. Se veri que Ia repeticién, en cada uno de los momentos del proceso, de la categoria de real es distintiva de Is con €epcién empirisea. zQué significa, pues, una abstraccidn real? Una abstric- ida que revela Io que se declara’un hecho real: Ia esencia es abstraida de los objetos reales en el sentido teal de una extraccién, lo mismo que se puede decir que el oro es extraido (0 abstraido, y por tanto separado) de In ganga de tierra y arena en Ia cual esti contenido. Lo mismo que el oro, antes de su extraccidn, existe como oro no separado de la ganga en la gangs ‘misma, también la esencia de fo real existe, como esencia real, en Io real ue la contiene, El conocimisnto es abstraccién, en el sent decie, extrac propio, es ia de la exencia de lo real que Jo conticne, separaciin de fo real que lo contiene y lo guatda ecultindolo. Poco importa el procedi= siento que permita sa extraccién (gor ejemplo, la comparacién entre los cbjewn frorar unos contra otros pata sacar Ia ganga, ete.); poco importa Ja figura de lo real, que est compucsto de individuos dieretor que contiene cada uno, bajo su diversdad, ta misma eencis, 9 de un individuo nico. Cualquiera sea el caso esa seParacién en Jo real de Ia exencin de to seal de Ja ganga que oculta Ia exencis, nos impone como condiciin de esa operciba 4a epresentaciin muy particular, tanto de [o real come de su eonoeimiento. Ta real esti estructucado lo mismo que la gangs de ties que con- Sen en intron mano dor pro ost gue et hc de do cecacias reales, la esencia pura y la impura, el oro y Ia ganga, o si se pre- face (sings hegeanos), lp cecil y lo insencal, Lo incenil poe ser Ia forma de Ia individualidad (tal fruto, tales frutos particulates), 0 la idad (lo cual no es In eformay 0 csencia), 0 la 0 cual- 4quiee otra cos, poco importa. El hecho es que el objeto-real contiene en si, realmente, dos partes reales distinta, Ja esencla y lo inesencl da el resultado: el. conoc ssencal) esti contenido realmente en lo resl como una de sus pastes, en 1h otra parte de lo real, Ia parte incsencial. El conocinien ‘nica funciéa separar, en el objeto, la dos partes existentes en dl, lo esen ial de Jo increncial —por procedimientos particUlares que tienen Io fina. Tidad de eliminer lo real inesencial (mediante una serie de selecciones, cri. bas, raspaduras y frotamientos sucssivos), para colocar al susto conociente 46lo frente a Ls segunda parte de lo real, que es su esencia, real también. Lo cual nor ds el segundo resultado: Ia operaciin de Ia abstrccidn, sus prov éedimiencos de lavado, no son mis que procedimiencos de depuracién y de We PL CAPITAL A LA saLosorIA DE MARX 39 Wlminacién de una porte de lo real para sislar Ia otra parte. Por consi lente, no dejan ningin rasteo en la parte extraida, todo rastro de su ‘operacidn se elimina con la parte de lo real que aquellos tienen por fina Aidad elimina. Sin embargo, algo de Ia realidad de exe trabajo de eliminacién se en- “Giontea representado, pero de ningin modo, como pudiera ereerse, en el Wesnltado de esa operacién, puesto que cse resultado no es mis que It ‘wencia real, pura y ncta, sino en las condiciones de la operacién, y pre- Hiamente en Ja esiructure del objelo real del cual debe extraer a esenc Wil Ia operaciin de conocimiento. Este objevo real esti dotado, para ese fin, de una estructura muy particular, que ya hemos encontrado en mucs ‘Ho anilisis, pero que es preciso poner ahora en evidencia. Esta estructura oncierne muy precisamente a la fosicién rpectiva en lo real de las dos Drtes constiutivas de lo real: la parte ineseacial, y a parte esencial. La | Parte inesencial ocupa todo el exterior del objeto, su superficie visibles mientras que Ia parte csencial ocupa Ia parte interior del objeto real, su Iicleo invisible. La relacién entre lo visible y lo invisible es, pues, idén- fica a la relaciin entre lo exterior y lo interior, ala relacién entre la ganga '¥ Al nicleo, i Ia esencia no es visible inmediseamente, es porque esti ocul- {4,0 62, enteraments gubierta y envuelta por Ia ganga de Io tesencal. He Aqui todo al rastco de la opzracién del conocimiento, pero realizada en la PposiciSn respectiva de lo incsencial y de lo esencial en el objeto real mismo; y he aqui, al mismo tiempo, fundamensada la necesidad de la operacién le Ia extraccién real, y de los procedimientos de desbaste indispensables para cl descubrimiento de la esencia. Descubrimiento que hay que tomar fn sentido real: quitar lo que eubre, como se quita la céscara de la al- mendes, Ia pict que cubre sl fruto, el velo que eubre a la muchacha, la verdad, el dios, 0 Ia extatua"®, exe, Yo no buseo en estos ejemplos con- 1eios el oxigen de esa estructura —los cito como otras tantas imSgcnes espoculares donde todas las filosofias del ver han reflejado su complacencia. {lay que demostrar todavia que esa problematica de la concepeién em tista del conocimiento se agatra como a su doble a la problemitica de la vi teligiosa de la esencia en la transparencia de la existencia? La concep ifn empirista puede concebirse como una variacién de la concepeiin de la Yiriém, con Ia sencilla diferencia de que Ia transparencia no ecth dada en fnvento ni, me esteap a juego slgvno. Miguel Angel desarcll toda tina exéticn de la produccon ardstica” que 0. descanaa sobre la producciéa de re desracio Iaforma esencial a" partir dele 40 LoUIs ALTHUSsER ella abiertamente, sino qus esté separada de ella precisamente por exe velo, Por esa ganga de impurers, de lo inesencial que substre la esencia yal eval Ja abstracciin apart, mediante sus téenieas de separaciin y de desbaste, Para entregarnos Ia presencia real de Ia esencia pura y desnuds, cuyo co. hocimiento ya no es més que la simple vsién. Consideremos ahors esa estructura del conocimiento empirista en un fetroceso critica. Podemos caracterizarla como una concepciéa que concibe 1 conocimiento de un objeto real como una parte real de exe objeto real que se quiere conocer. Esa parte puede muy bien Iamarse esencial, ¢ in= teriog, y ocults, y por tanto invisible a primera vista, pero no por eo deja de ser ¥ en sus propiedades mismas, una parte real que eompone Ia realidad del objeto real en su composiciin con la parce |. Lo que configura dl conocimiento, 0 sea, esa operacién muy particular que ae ejerce en #e- lacién con ef objeto real que se quicre conocery y que es algo que atade all objeto real existente una nueva existencia, precisamente la existencia de su conocimieato (por lo menos el diseurso conceptual, verbal o escrito, que ‘enuncia ese eouvcimienso en la forma de tun mensic, lo cual configura, Pues, ee conocimiento, que se eeres, sin embargo, fuera del objeto, siendo ¢l hecho de un sujeto activo) esta por completo inserito en la estructura del objeto real, ibajo la forma de la diferencia entre Io incsencial y 1a eenci, entre Ia superficie y ol fondo, entre lo exterior y lo interior! El eonoci, siento esti, pues, ya realmente presente: en el objeto real que tiene que conocer, bajo la forma de Ia disporicin respectiva de sus dos paces real! El conocimiento csi ali realmente presente por entero: no silo su objcto, ue es esa parte real llamada esencia, sino también su operacién, que e ta distincién, y la posiciin respectiva existente realmente entre las dos partes del objeto real, una de las cuales (o inesencil) es la parte exterior que cults y envuclve a Ia otra (Ia exencia o parte interior). Este colocacién (investissement) del conocimiento, concebido como tuna parte real del objeto real, en la estructura real del objeto real, ex Io que constitnye Ia problemética especifica de la concepcién empirista det conocimiento, Basta mantenerla fijamente bajo su concepto, para sacar importantes conclusiones, que rebasan naturalmente lo que dice esa con- cepcién, puesto que recibimos de-clla la confesién de lo que ella bace al nesarlo, No puedo tratar aqui ni la menor de estas conclusiones, faciles de desirollar, en particular en lo que coucieime a la estructura de 10 vie sible y de lo invisible, a Ia cual reconocemos cierto presentimiento de im- Portancia. Sélo quisiera observar, de paso, que las categorias del empirismo 4e hallan en 1 corazén de la problemética de la filosofia clisicas que el reconocimients de esa problemitica, bajo sus WL CAPITAL A LA riLosoria pr Manx a Yriaciones sordas y sus denegaciones, puede darle al proyecto de una foria de Ia filosofia un principio esencial para Ia construccin de su ieepto en este periodo; que esta problemitiea, confesala por el siglo xm Me Locke y Condillac, esta profendamente presente, por paradvjico que ln parecer, en Is filosofia hegeliana; y que Marx, por razones que os analizando, hs tenido que servire de lle paca concebi Is falta'de un meepto, cuyos efectos él habia producido no obstants, para formula la Dregunta (2usente), es decir, ese concep:o al cval él ha dado respuesca en Wis anilisis de EI Capital; que esta problemética ha sobrevivide al uso me- dlante el cual Mars Ia invertia, la torcta y Ia transforinaba de bechoy al Iho tiempo que recurria a sus términos (Ia apaciencia y la esencia, Io exterior Y lo interior, Ia esencia interma de las cosas, el movimiento aporente y el movimiento real, etc.); que encontramos esa problemitica actuando en Mwmerosos pasajes de Engels y Lenin, quienes venian motivos para servirse ie lla en las batalla ideoligica, o ante el aslto brutal del adversri, y en Rinatecrenos escogide por il ex pecs parsr el golpe cuanto antes 9 co! Imenzar por lanzarle a Ja cara sus propias armas y sus propios golpes, es Meir, sus argumentos y sus conceptos ideolégicon Sélo quisiera insstir aqui en este punto preciso: el juego de palabras "gue fundamenta esta concepeién y que concierne al concepto de lo rel. Se puede caracterizar primeramente esta congepeiéa empirista del conoci- ‘lento mediante un juego de palabras sobre Io real. Acabamos de ver que odo el conocimiento, tanto su objeto propio (Ia excia del objeco real) como la distincign entre cl objeto real, al eval se dirige su operacién de fonocimiento, y esa operaciin de conocimiento, distincién que es ef Ingzr Imismo de la operacién del conocimiento —acabamos de ver que el objeto Gomo operacién del conocimicnto en su diferenciacién del objeto real cuyo ‘eonocimiento se propone producit, son ambos plantesdos y concebidos en pleno derecho como pertenecientes a la estructura real del objeto real Para 12 concepeién empirista del conocimiento, el todo del conocimiento std entonces investida ew lo real, y el conocimiento aparece exclusivamente como una relacién, interior de su objeto real, entre partes realmente distintas de ese objeto real. Si se concibe claramente esta estructura fundamental, Puede servirnos de claye en numerosas circunstancias, en particular para ealibrar loz tieulos teéricos de lay formas modeenas del cmpitinme que 2 hos presentan bajo los titulos inocentes de una teocia de lor modelos", 35 “Hay que tener en cuensa que, para refutatla, bublo de la teorfa de los ‘modelos solamente como ideoloeia del’ conacinionto. Ea. exte sentido, cialguiers fea el grado de claboraciéa de sus formse (por el neo-postiviamo, contempork- feo), ene wend une memfots des cucpcin cafes tal const eae ce ctrl es feodensien og aces tae ae 2 LOUIS ALTHUSSER que erco haber demostrado ser profundamente extraia a Marx. Mis lejos de nosotros, pero mucho més cerca de Marx, en Feuerbach, y en el Marx de las Obras de la Ruptura (Tesis sobre Feuerbach e Ideologia Alemana), ‘em estructura puede secvirnos para comprender ese perpetuo juego de pa- abres sobre lo que fundamenta toda una serie de equivdcos, cuyas consecuencias retrasadas sufrimos hoy dia"®, Sin embargo, yo Ao tomaré esa via critica prodigiosamente fecunds: dejaré al juego de palabras sus consecuenci nuestro tiempo. Sélo consideraré el juego de palabras en st. Este juego de palabras aprovechs una diferencia que él mismo hace desaparecer: al mismo ticmpo hace desapzrecer el eadaver. Veamos qué nombre Meva la victima de ese asesinato sutil, Cuando el empirismo designa por ‘sencia el objeto del conocimiento, confiesa algo importante, que nieg: en 1 mismo instante: confiesa que el objeto del conocimiento no e5 idéatico al objeto real, puesto que lo considera solamente parte del objeto real. Pero rniega lo que confiess, precisamente al reducir esa diferencia entre dos ob- y su refutacién a Ia vigilancia crecicnte de ee aetna eon ee eee ee Sa ee orp ie chee pee ron abscacciins de, los concerns. Se podia observar ys esto’ en Feuerboch, aie tae Rp ees eee eee eee ees caregoris de smadclor, precisamente el seatilo que corresponde efecivamente al si encode los snobs come i. pucle.cierat et mutetmy cus jas en In ficice cécnice de’ Js plonificacién en los pofscs socialists. El" smo- ‘lor ex eotonces wn medio tdoico de composiciin Je dferenes datos en vised ait btencin de ta fin detrminado, H epiramo del, emdeow etd enronces slicing oe lcs dn, hee be ascension sporalon porla cane de ln economia’ politica, Con ua palabra Clebre, que desgracindomentc mo vo en We priticn al eco que merecia, Stalin prohibia que. se confundiese Ia economia fconémics, lz teoria con sa aplicacion teenies, La come sta del modelo como. ideologia del conoctateato reribe de la con fusiin entre cl insramento tenico, ques efecivamente on model, y el cone ‘xpto del conocimicnn, todes las apatiencie necesviag fata su impestucs ‘pn ni CAPITAL A LA FILOsovin DE MARX “a Jetos, el objeco del conocimiento y el objeto real, a wna simple distincién fone las partes de un solo objeto: el objeto real, En el anilisis confesado Ty dos objetos distintos, el objevo real. que (Macx) y el objeto del con Hocimiento (Ia esencia del objeto real) que et ciertamente distinto del Jobjeto real. En cl andlisis negado ya no hay mis que un solo objeto: et “objeto real. De donde tenemos derecho a concluir: el verdadero juego de Dlbras nos ha engafado acerca de su lugar, de su apoyo (Trager), de la Palabra que es su sede equivoca. El verdadero juego de palabras no se desarrolla en torno a Ia palabra real, que cs su mascara, sino en torno a la Palabra objeto. No es a la palabra real a la que hay que euestionar sobre ‘ea la palabra objeto; ex del concepto de objero del que hay ic Ia diferencia, para liberarla de la unidad de impostura de la fulabra objeto. iL ; De ese modo entramos en Ia via que nos han abierto, yo diria que ‘eid sin. darnos cuenta, porque no hemos medicado verdaderamente eso, dos | grandes filésofos en la historia: Spinoza y Marx. Spinoza, en contra de lo "que es preciso lamar el empirismo dogmitico latente del idealismo cartesiano, nor ha prevenido, no obstante, de que el objeto del conocimiento, 0 esene fia, era en si absolutamente distinto y diferente del objeto. real, porque, fepitiendo sus eélebres palabras, no hay que confundir los dos objevos: lea del cisculo, que es el objeto del conocimiento, con el citculo, quc & el objeto real. Marx ccitera esa distincién con toda la fuerza posible en fapitulo II de la Introduccidn de 1857. Marx rechaza Ia confusién hegeliana de Ia ideatificaciéa entee objeto real y objeto del conocimiento, entre el proceso real y el proceso del coe hocimicnto: «Hegel ha caido en la ilusién de concebir lo real (das Resle) como resultado del pensamiento, abarcindose en si mismo, profundizindose ‘en sf mismo, y poniéndose en movimiento por si mismo, mientras que el método que permite elevarse de lo abstracto a lo concreto no es orca cosh que el modo (die Arc) como el pensamiento se apropia de lo concreta, ¥ lo reproduce (reproduzieren) en la forma de un concreto espisitual (psstig Konkroter)> (Contribuctin ES. p. 165. Texto alemin Dietz: Zor Kritik...p. 257). Esta confusién, a la cual da Hegel Is forma de un dealismo absoluto de ls historia, sslo es por at principio una variacién de a confusién que earsceeriza a 1a problemitica del empirismo. Contra esta confusion, Marx defiende la distincién entce ol objeto real (Io concreso- real, la cotalidad real que esubsiste en su independencia fuera de Ia eabera at ‘LOUIS ALTHUSSER (Kopf) antes y después» de la produccién de su conocimiento) (p+ 166), ¥-€l objeto del conocinionto, producto del pensamiento, que 10 produce por st mismo como concreto-de-pensamiento (Gedankenkonkrctum), como totalidad-de-pensamiento (Gedankentosalivie), 0 sea, como un objefo-de~ ‘fensamiento, absolutamente distinto del objeto-real, de lo concreto-real, de la totalidad-real, euyo concreto-de-pensamiemto, totalidad-de-pensamiento, procura:precisimente el conocimiento. Marx va més lejos todavia, y de- muestra que es distineiin concierne no silo » ett dot abjetos, so tam- ign a sus propios procesos de’produccién. Mientras que el proceso de pro- Acciin de wn objsto real de una toraldad conerevo-ral (por ejemplo, wns nacién histérica dada), ocurre por completo en lo real, y se efectia segin fl orden real de la géncis real (el orden de sucesién de los momentos de Ia génesis histérica), el proceso de producciin del objeto del conocimiento ‘ocurre por completo en el conocimiento, y se efectin segiin ofro orden, en cl que has categorias pensadas que las categorias ereales> no esha tae Gat no eit ine gto ies al coe lugares muy diferentes que les son asignados por su funcién en el proceso ig estado del ceaciieseal Cel x Prceeot icin yr wa inant ete fra Cuando Marx on dice que el proces de prodaseién de sonciniato, ¥ por tnto desu oben, qos ex dine doje ra qu aul guie Preciamente sproiane en el emodod dl conacmicno,acure por com fine on el conciniaty on ln ecabrs, on el penvsment, dl no exe aE por ma wpondo ex a ielinwo de fa cei, del epiritg 9 del Ce a pe inoinar elie a eye ont te Malad de en jn tranecandenty 0 etna coociencis abel, + Glen Fleas ert oor eees rae pene oe eee atialied clea price pn viduos homanos sean sus agentes. Este pensamiento es el sistema histéricamente constituido de un gharato de pensamiento, basado y artculado en la realidad natural y social, Este pensamiento e defindo por el sivema de las condiciones rex- les que hacen de Gl, si puedo arresgarme a emplear esta férmula, um modo de produccién determinado de conocimientos. Como tal, es pensamiento esed constituido por una estructura que combina () el tipo de ‘chjeco (imateria prima) sabre el cual trabsja, los medios de produccion tebrica de que dispone (su teoris, 1 método, y su téenics, experimental u otra), 4 las relaciones histricas (al mismo tiempo ceérica, ideldgicas y socia- les) en que produce. Este sistema definido de las condiciones de Ia pric- tica tebcica es el que asigna a tal o cual sujet (individuo) pensante su ugar y su funcién en la prod de lor conocimientos. Este sistema de bu FL CAPITAL A LA FILOSOPIA DE MARX as producéién teésica, sistema material tanto como de los individvos singulares, que sélo puede épensars en los eproblemasy Ya planteados 0 que pucdan ser plantesdos; ella pone en actividad su Afuerza de pensamientor, 1o mismo que la estructura de un modo de pro- | Guceién econdmica pone en actividad la fuerza de trabajo de los producto~ res inmediatos. As , pues, lejos de ser el «pensamiento> una esencia opuerts Al mondo material, una facultad de un sujeto transcendental 0 de tuna (Werbindung) determinado entre su materia propia (objeto de le prictica eériea), sus miedios de produccién propios y sus relaciones con las demis festructuras de Ia sociedad. Si ereemos que se debe definir de ese modo el que combina, en tuna €Verbindung> propia, a la vez , de exon datox empiricos> que, salvo en algunas excepciones imiuy nocables*? se nos ofrecen silo en forma de simples secuencias 0 c75- nnicas, 0 sea, en forma de una concepcién ideolSgica de la historia, cuando fo esti en el a priori de una filosofia de Is historia esa simple reuniéa no puede bastar para constivuic una historia del conocimiento, cuyo concepto ay que construir primero, por lo menos bajo una forma provisional, para poder iniciar aquells. Si hemos dedicado tanta atencién, en las exposiciones que van a er, a los conceptos con los cuales Marx concibe las condiciones igenerales de la produccién econémica, y a los conceptos con los cuales ‘ pensamiento marxista debe concebie su teorfa de Ia histori, no ha sido inicamente para penetrar bien en la teoria marxista de Ja regién econd- ‘mica del modo de produccién capitalists, sino también para precsar en La medida de lo posible los conceptos fundamentales (cl concepto de produce iin, de estructura de wn modo de prodvecién, el concepto de historia), ‘cuya eaboracién formal cs tan indispensable a la tcoria marxisea de la ‘produccién del conocimiento como a su hi Desde este momento podemos comenzar a hacernos una idea de la via que siguen y seguitin estas investigaciones, Esta via nos conduce 2 una revolucién en la concepeién tradicional de la historia de tas ciencias, que ‘exth, todavia hoy, profundamente impregnada de Ia ideologia de Ja filo- sofia de las Luces, o sea, de un racionalismo teleolégico, y por tanto idea- lista. Comenzamos a sospechar, e incluso a poder probar com cierto mie mero de cjemplos ya estudiades, que Ja historia de Ia razén no es ni una B® Ea Francia, los tabsjos de Koysé, Bachelard, Cavalli, Canguilhem y Foucaul 48 Lous ALTHUSSER historia Ii cal de devarollo continuo, ni, en su continuidad, la historia de Ja maniferaciin 0 de Ia toma de conciencia progresiva de una Razin, Presents enteramente en el germen de sus origenes y cuya historia no haria més que ponerla al descubierto. Sabemos que ese tipo de historia y de ra cionalidad no es mis que el efecto de la ilusin setrospectiva de ua resultado hiseérico dado, que escribe su historia en efururo perfecto», y que cone cibe, por tanto, su origen como anticipacién de su fin. La racionalidad de In filosfis de las Luces, a la cual Hegel ha dado ta forma sistemétiea del desarrollo del concepto, no es mis que una concepciin ideolégiea tanto de Ia rarén como de su historia. La historia real del desarrollo del cono- cimiento se nos presenta hoy dia sometia a leyes muy diferentes de aquella. fsperanza teleoldgica del triunfo religioso de Ja tazin. Comenzamos a ccanccbir esta historia como una historia jalonada de discontinuidades radi- cales (por ejemplo, cuando una ciencia nueva se destaca sobre el fondo de Ins forenaciones ideoligicas anteriores), de profundos cambios que, aunque resperen fn continuidad de Ia existencia de tas tegiones del cou (no siempre es asi), iniian coa su rupeura el reino de una lige 4, Ij de ser el simple desarclloy Ia everdads o el cdevribov (reer. sement) de Ia antigua, ocupa literalmente sw lugar, Asi se nos impone Ia obligacién de renunciar a toda teleologia de Ia razén; y de concebir Ia relaciSn histérica entre un resultado ¥ sus cone ici de produecién, y no de expresién, y por tanto 4e nos impone lo que podriamos denominar, con un término que choca con al sistema de las categorias clisicas y exige ol reemplazamiento de esas ‘mismas categorias, 1a necesidad de su contingencia, Para penetrat en esa necesidad, debemos penetrar en 1a légica muy pacticular y muy paradéjica que conduce a esa producciém, es decir, Ia Wgica de las condiciones de Ia produecién de los conocimientas, ya pertenezean a Ia historia de una rama del conocimiento todavia idcolégico, 0 ya pactenezcan a una rama del conocimiento que trata de constituitse en ciencia, 0 que ya se ha constituido en ciencia. En este orden, son muchas las sorpresas que not experan, como la que nos han dado los trabajos de G. Canguilbem sobre la historia de la produccién del concepto de reflejo, que ha nacido, no ‘como todas las apaciencias (le hecho, la concepcin ideolSziea dominante) ‘nos inclinaban a ereerlo, de una filosofia mecanicists, sino ciertamente de una filosofis vitalista;* como las que debemos a M. Foucault, que ‘estudia In evolucién desconcertante de esa formacién cultutal compleja 3G. Cengrlhem: La formciin del concepto de tefleo en fos sislos xt y xvi (PUP, 1955). - rian De H1. CAPITAL ALA FiLOsorin DE MARX 4” {que agrupa alrededor del término sobredeterminado de eLocura>, en los sic silos xv y xvm, toda una serie de pricticas ¢ ideologias médicas, juridieas, religions, morales y politicas en una combinaciSn cuyas disposiciones in- ternas y seotido varian en Fencién del cambio de lugar y de papel de sus Aérminos, en el contesto mis general de las structuras econémieas, pol juridicas e ideoldgicas de su tiempo? como la que debemos también a M. Foucaule, quien nos demuestra cusl es el conjunto de condicion:s apa- rentemente heterogéncas que contribuyé de hecho, al éemino de un laborioso fxcabajo de lo postivos, a Is producsiéa de lo que nos parece la evidencia el enfermo por Ia émiads> de Ia medicina cli- misma: la observaci No es hasta Ia distincién teéricamente esencial y pricticamente decisiva fe Ia ciencia y Ia idcologia que no recibe de que guardarse de las tent iones dogmatistas o cientifistas que la amenazan directamente, puesto que debemos aprender, en este trabajo de investigacién y de conceptualizacién, A no usar oes distinciga de mancra que restaurs Ia idcologia de In Glosofia ide las Luces, sino por el contratio, debemos aprender a tratar 1a ideologia, que consticuye por ejemplo la prehistoria de una ciencia, como una historia seal, que posce sus leyes propias, y como la prehistoria real cuya confron- tacién real con otras pricticas técnicas y otras adquisiciones ideoldgicas o clentifieas, ha podido producir, en una coyuntara teérica especifica, el adve- fnimiento de una ciencia no como sa fin, sino como su sorpresa, Que nos ‘veamos por ello obligados a, plancear el problema de las condiciones de la ‘eruptura epistemolégica> que inaugura toda ciencia, es decir, volviendo a Ia terminologia clisica, el problema de las condiciones del descubrimiento ientifico, y que nos veamos en la necesidad de plantearlo también en relaciom 4 Mars, es algo que multiplies otro tanto nuestras tarcas. Que en ocasién del estudio de este problema, not sintamos invitador a concebir de una manera totalmente nueva la relacién entre la ciencia y Ia ideologia de ta ual nace, y que continia acompafiindola, mis 0 menos, sordamente en el curso de su historia; que tal investigacién nos ponga frente a la cons- fatacién de que toda ciencia sélo puede ser concebida, en su relacién con Ia ideologia de donde sale, como ,** es algo que podria desconcertarnos, si no estuviéramos prevenidos de la nacuraleza del objeto del conocimicnro, que s6lo puede existir en Ia forma de a ideologia ‘euando se constituye I ciencia que va 2 producir, en el modo especifico 22M, Foucanls: Historia de la locum en ta edad dlisca (Ploa, 1961). 23M, Foucault: Nacimienro de Ia'elinica (Plon, 1964) 2 P. Macherey: Acerca de la roptura. Nouvelle Critique, mayo de 1965, pp. 136-140. 50 ours ALTHUSSER ‘ve la define, ef conocimiento. Todos estos ejemplos, ademis de darnos una ‘Primera idea de la nucva concepcién de Ia historia del eonocimiento que de- bbemos producir, nos dan también la medida del erabajo de investigacin histé~ rica y de elaboracién teérica que nos espera. 13 Llegamos a una segunda observacién decisiva de Marx. El texto de la Introduceidn de 1857, que distingue rigurosamente el objeto real del objcto del conocimiento, dist gue tambien sus procesos, y, lo que es de impor- ‘tancia capital, pone de relieve una diferencia de orden en la génesis de esos dos procesos. Para emplear otro Ienguaje, que aparece coastantemente en HI Cupital, Marx declara que el orden que gobiecna las eategorias pemsades ‘en el proceso del conocimiento, no coincide con el orden que gobicena las ‘categorias reales en el proceso de la génesis histérica real. Esta distinciéa toca de cerca, evidentomente, 2 una de las cuesiomes mis debatidas de EE Capital, Ws euestion de saber si hay identidad entre el orden llamado «légicon (worden de ededucciéns de las categorias en El Capital) y el orden «bisté- rico» real. La mayoria de los intérpretes no logran esalir> verdaderamente de esta duda, porque no quieren plantcarla en sus términos adecuados, es decir, en el campo de la problemétice requerida por esta cuestién, Digarsos Jo mismo en otra forma, que seri familiae para nosotros en adelante: El Capital nos da toda una serie de respuestas sobre la identidad y la no-iden- il del orden . Estas son respuestas sin en sentido extricto) en el campo de una problemstica Begeliana, tratando de demostrar, en el primér caso, que el orden elégicon, sionda por erencia Sdéntico al orden real, existiendo em la realidad del orden real como su misma sencia, no puede sing seguir el orden real; en el segundo caso, que el orden rel, sndo por eenciaiéntco al orden elgiam, el arden al, gos to ‘es entonces mis quc la existencia real del orden I6gico, debe seguie al orden Ubgico, En ambos casos, los intérpretes se ven obligados a violentae respuestas DEL CAPITAL A LA FILOsoriA DE MARX: s de Marx, que contradicen manifiestamente a sus hipécesis. Yo propongo plantear esta cuestién (este problema) no en el campo de una problomitica Jdeoldgica, sino en el campo de la problemitica tedrica marxista de la dis- “ tincién entre el objeco real y el objeto del conocimiento, tomando nota de fue esa distincion. de objetos leva consigo una distincién radical encre ie orden de aparicién de las ecategorias» en el conocimiento, por un lado, ¥en In realidad hstrica por el otro, Fs suficienteplanteat el supuesto pro- | blema de ta relacién entre el orden de la génesis historica real, y el orden de desarrollo de los conceptos en el discurso cientifico, dentro del campo de fe problemitica (distinciéa radical de los 2 érdenes) para concluir que ie trata de un problema imaginario. Esta hipdtess permie resperar la variedad de las respuestas que Marx nos da, es decir, tanto los casos de correspondencia como los de no-corres- ppondencia entre el orden amarxisa Esta interpretacion se basa en algunas frases de Max, la mis clara de las cuales aparece en la Infroduecién de 1857 (ES. p. 171): ‘Seria, por tanto, imposible y falso colocar las eategorias econémicas fn el orden en que han sido histéricamente determinantes. Su orden est determinado, por el contratio, por el tipo de relacién mutua que mantienen, centre sien Ia sociedad burguesa moderna, y este orden es precitamente el inverso (wmgekerbrte) de lo que parece see su orden natural, 0 de lo que ‘corresponde al orden del desarrollo histéricor. En fe a este Umbebran. a esta cinversiin> (erenversement>) del sen- tid, es como el orden Iigico puede considerarse término a téemino inverso del orden histérico. En euanto a este punto me remito al comentario de Ranciére La continuacién inmediata del texto de Marx no permite ningin y sigs) fer mis adelante, en este volumen, la exposiciéa de J. Rancidxe. (pp. 79 82 outs ALTHUSSER fequivoco, pues nos enseta que este debate sobre la correspondencia directa © inversa de los términos do los dos érdenes no tiene nada que ver con el problema analizado: (p. 171). Es precisamente esta Gliederung, esta totalidad-articulada-de-pensamiento lo que se trata de producir en el conocimiento, como objeto del conocimiento, para llegar al conocimiento de la Gliederung real, de la totalidad-articulada real, que constituye la existencia de Ia sociedad burguesa, El orden en que 5 producida Ia Gliederung de peasamiento, es un orden epecitico, el orden ‘mismo del analisis tebtico que Marx realiza en El Capital, el orden de la conexiin, de la esintesise de los conceptos necesarios para Ta producci de ese total-de-pensamiento, de ese concreto-de-pensamiento que es Ia teoris de EI Capital, El orden en que esos conceptos se articulan en el snilisis, es el orden de Is demostracién clentifica de Marx: no tiene ninguna relacion dirceta, biunivoca, con el orden en que tal 0 cual eategoria ha aparecido en Ia his- toria, Puede haber encuentros provisionales, puntas de secuen: aparente- mente ritmadas por el mismo orden, pero, lejos de ser la prueba de la exis- tencia de esa cortespondencia, de ser una respuesta a la cuestién de la corres- pondencia, plantean ofra cuestién. Es preciso pasar por la veoria de la tincién de los dos drdenes para examinar si es simplemente legitimo plane tearla (Jo cual no es seguro en absoluto: esta cnestim puede no tener ningiin sentido, y tenemos todes las razones para pensar que no tiene ningiin sen- ido). Muy por el contrario, Marx se entretiene demosteando, no sin maticia, ue el orden real contradice al orden légico, y sia veces ega en la expresién hasta decir que existe entre los dos érdenes una relacién «inverse», no po demos tomar al pie de la letra esta palabra por un concepto, 0 sea, por una afirmacién rigurosa que extrae su sentido no de haber side proferida, sino de pertenecer en pleno derecho a un campo tecrico defi tracin de Ranciére mucstra, por el contrario, que el término de «nversién> (Renversement) en este aso como en muchos oxros, iene, en El Capital, un ‘uso analdgico, sin rigor teérico, 0 sa, sin ese rigor que nos imbone la pro- blematica teérica que sostiene todo el anilsis de Marx, rigor que es preciso haber identificado y definide previaments, para poder juzgar sobre fos titulos Iegisimos 0 las debilidades de un término, 0 incluso de una frase. Se ficil extender con éxito esta demostracién a sodos los passes que solicitan tuna incerpretaciin de la correspondencia biunivoca invertida entre tos tér~ rminos de los dos érdenes. 5. La demas- Db EL CAPITAL A 1A rILoSorla DE MARX. 53 14 Vuelvo, pues, al carécter propio del orden de los conceptos en la exposiciin del anilisis de Marx, 0 sea, en su demostracién. Devir que este ‘orden de los concepros (u orden «légico»), sin relaciin biunfvocs de vér- ‘minos con cl orden histérico, es wn orden especifico, es wna cosa: ain es preciso explicar esa especificidad, es decir, la naturaleza de ese orden como ‘orden. Plantear esta cucstin, es evidentemente plantear Ia euestién de la forma de orden requerida en un momento dado de la historia del conoci- rmiento por el tipo de cientificidad existente, 0, si se prefiere, por las normas de validez tedrica reconocidas por la ciencia, en su propia prict cientificas. Es este un problema de gran alcance y de gran complejidad, ‘que supone Ia elucidaciin de cierto niimero de problemas teéricos previos. EI problema esencial presupuesco por Ia cuestiin del tipo de demostratividad ‘existente, e¢ el problema de la histona de la produccion de las diferentes formas en las que la prictica tebrica (que produce conocimieatos, ya s2an cideoldgicos> o ) reconoce las normas exigibles de su validez. Yo propango denominar a esta historia Ia historia de lo tedrico como tal, 0 Is historia de Is producciéa (y de la transformaciéa) de aquello que, en tun momento dado de la historia del conocimiento, constituye la problemd fica teérica a la cual se remiten todos los eriterios de validez teitica exis- tentes, y por tanto las formes requeridas para dar al orden de un discurso tedrico fuerza y valor de demostraciOn. Esta historia de lo febrico, de las sseeucturas de la tcoricidad y de las formas de Ia apodicticidad reériea, es por consttuir, y también ali, como lo decia Marx en el momento en que somenzabs su obra, a nuestra disposicin. Pero otta cots son los elementos, a menudo de gran valor, de que disponemos (en particular en cuanto ala historia de Is filosofia considerada come historia de la atcoria del conocimiento>), otta cosa e& suponerlos en forma tsirica, fo coal supone precissmente [a formacién, Ia produccin de esa teoria. He dado ese rodeo solamente para volver a Marx, y para decie que sl caticter apodictico del orden de ms discurso tesco (w orden clégico> de las eategorias en. El Capital) silo puede concsbirse sobre el fondo de ‘una teoria de la historia de lo tedrco, que pueda poner de relieve Ta relacién fectiva que existe entze las formas de Ia demostracién en el dseurso tebrico de El Capital por un lado, y las formas de la demostracin ttrica que son sus contemporiness'y préximas, por el ro, Bajo este ngul, es de nuevo indis= pensable el estudio comparado de Marx y de Hegel. Pero este estudio no ‘4 Lous ALTHUSSER, agota nuestro objeto. Porque se nos advierte a menudo, en sus referencias ‘constantes a otras formas de demostracién aparte de las formas del discurso filos6fico,?* que Marx recurre fambiém a formas de demosttacién comadas de las mateméticas, de la fisica, de la quimics, de la astronomis, ete. Por cl propio Marx nos advicrte constantemente del cardcter complejo inal del orden de demostracién que él instaura en Ia economia politica, EL mismo declara, en su carta a La Chicre: ¢El método de anslisis ‘que he empleado y que nunca se habia aplicado a cuestiones econdmicas, hhace bastante ardua Ia lecvura de los primeros capiculos...» (Tomo J, P. 44). Ese método de aniliss de que habla Marx, ex Ia misma cosa que el emodo de exposiciin» (Darstellungsweise) que él cita en la noca final de Ia segunda edicién alemana (I, p. 29), y que él distingue euidadosamente del (Forschungeweise). Fl emodo de investigacién» cs la biisqueda concreta que Marx ha efectuada durante afos en los docu- ‘mentos existentes, y los hechos que los atestiguan: esta biésqueda ha seguido ‘ving que demparceian ca su resultado, el couociuieuw de ou bjeiw, el ‘modo de produccién capitalist, Los protocolos de Ia ebiisqueda> de Marx ‘estin contenidos en parte en sus notas de lectura. Pero en El Capital, nos encontramos con algo muy diferente de los procedimientos complejos y vyariados, de los censayos y erroresa que Hleva consigo toda investigaciSn, y que expresan, al nivel de la prictica teérica del inventor, la légica propia del proceso de su deseubrimiento. En El Capital nos encontramos con la ‘exposicién sistemitica, el orden apodictico de los conceptos en a forma ‘misma de ese tipo de discurso demostrativo que ex el ¢andlisi> de que habla Mars. ¢De dinde proviene ese ¢anilisis» que Marx debia considerar reexistente, puesto que él silo reivindica su aplicacién a la economia po- ica? Es una cuestién que planteamos como indispensable para la compren- sion de Marx, y a la cual no estamos en condiciones de dar una respuesta ‘exhaustive, ‘Nuestras exposiciones se apoyan ciertamente en ese eniliss, en las for> ‘mas de razonamiento y de demostracién que pone en accién, y en primer lugar en esas palabras casi inaualibles, esas palabras aparentemente neutras, ‘que Macherey estudia en las primeras frases de EI Capital, y las cuales hemos tratado de escuchar todos. Literalmente, estas palabras llevan consigo, en el discurso efective de El Capital, el discucso a veces semisilencioso de sa demostracién, Si a veces hemos logrado reconstituie en ciertos puntos deli- 35 Discurso, instuurado por Descares, expliciamente consciente de ime onanca capital del sorden de les razoness en flostia como. en clenciss € Isiah: Mente conscience ue la dstinciin entre el orden del conocimiento y el brden del fer, & pesar de ru caida en tn empirima dosmitio, DE EL CAPITAL @ La FILOSoFiA DE MARX 55 ‘adés, incluso 4 pesar de Ia letra dz Marx, la secuencia y la logica propia de ese diseurso silencioso; si hemos tenido que identificar y Menar sus Dlancos; si hemos tenido la suerte de remplazar algunas de sus palabras todavia vacilantes por o:ros términos mis rigurosos, no hemos pasado de ahi. Si hemos podido establecer, con bastances prucbas para afirmarlo, que el diseurso de Marx ex en principio extraio al discurso de Hegel, que su dialécriea (en el Postface se identifica con el modo de exposicion de que Thablamos) es totalmente diferente de la dialécica hegeliana, no hemos pasado de ah. No hemos levado a yer dinde habia tomado Marx ese método de anilisis que 1 considera como pre-existente, no. nos hemos planteado la ‘euestién de saber si Marx, en lugar de tomarla prestada, no habrd inven Jado ese mécodo de anilisis que él creia simplemente haber aplicado, fo mismo que ha inventado ciertamente esa diléctica que, en varios pasties conocidos y demasiado machacados por intéepretes apresurados, 1 declara Inaber tomado de Hegel. ¥ si exe anliss y eu dialéctica no son més, como Greemos nowtron, que une mivmd coos, 0 suliclente, para explicar ou produccién original, con sefalar que ella s6lo ha sido posible al precio de tuna rupcura con Hegel; es preciso también exhibie las condiciones postivas de exa produecién, lot modelos postivos posbles que, refleindose en la co- yancura taérica porsonal a la cual la historia de Marx lo habia conducido, hhan producido en su pensamicnto esa dialéctica. Nosotros no estibamos en coniiciones de hacer todo exo. Cicrto es que ls diferencias que hemos puesto de relieve pueden secvir de indices y de guia tebrica para emprender esa nueva investigacién, pero no pueden ocupar su lugar, Podcmos extar casi seguro de que, si Marx, como crecmos nosotros, después de este primer esfuerzo de lectura filoséfica, ha ciectamente inven« ‘ado una forma nueva de orden de anilisis demostrativo, le ocurricd como aa mayoria de los grandes invencores en la historia de lo fedrico: hace falta tiempo para que su descubrimiento sea simplemente reconocido y pase 2 Ia prictica cientifica corriente, Un pensador que instaura un nuevo orden ‘en Io teérico, una nucva forma de apodicticidad, o de cientificidad, sufre tuna suerte muy difereate de la de un pensador que funda una nueva ciencia. Puede permanecer largo tiempo desconocido, incomprendido, sobre todo, si, como es el c250 de Marx, el inventor revolucionario et lo teérico leva al mismo tiempo oculto dentro de si un inventor revolucionario en una rams de Ia ciencia (aqui la ciencia de Ia historia). Se expone a sufric de esa condicién cuanto més que él sélo ha reflejado percialmente el concepto de la revolucién que inaugura en [9 teérico, Ese riesgo se duplica si las ra~ ‘ones que han limsitado Ia expresién, conceptual de una revolucién que afecta 56 LOUIS ALTHUSSER ‘lo tebrico a través del descubrimiento de una ciencia nueva, no dependen solamente de circunstancias de orden personal, o de : pueden depender ante todo del grado de realizacién de las condiciones tebricas objetivas que gobiernan Ia posibilidad de la formulaciin de esos ‘conceptos. Los conceptos teéricos indispensables no se construyen migica- ‘mente por si mismos, a Ix orden, cuando so necesitan. Toda Ia historia de Jos comienzos de las ciencias © de las grandes filosofias demuestra, por el {que el conjunto exacto de los concsptos nucvos no pasa como en tun desfile, en un solo bloque: sino que, por el contrario, algunos se hacen ‘esperar largo tiempo, o desfilan con vestiduras prestadas, antes de ponerse 84 traje propio —esto ocurre hasta que la historia proporcione el sastre y el tejido, Mientras tanto, el concepto esti ciertamente presente en obras, pero en una forma que no es la del concepto—, en una forma que se busca fn el interior de una forma éfomada prestada> a otcos detentadores de con- ceptos formulados y disponibles, o fascinantes. Y todo esto para hacer com- prender que no hay nada que no sea inteligible en el hecho parad6jico de ‘que Marx trate su método de anilisis original como un método ya cxistente ‘en el momento smo en que 10 inventa, ni en el hecho de que él piense ‘tomarlo prestada de Hegel en el momento mismo en que rompe sus amarras hiegelianas. Esta simple paradoja requiere un trabajo que aqui apenas esbo- zamos, y que sin duda nos guarda sorpresss, 15 Sin embargo, ya hemos avanzado bastante en este trabajo para poder shordar, volviendo a la diferencia de orden entre cl objeto del conocimiento y €1 objeto real, el problema cuyo indice es era diferencia: el problema de la telaciin entre esos dos objetos (abjetos del eonocimiento y objeto resl), reliciin que consticuye la existencia misma del conocimiento. Debo advertic que entramos ahora en un dominio de acceso my dificil, por dos razones. En primer lugar porque disponemos de pocos puntos de feforencia marxisas que seialen su espacio y nos orienten en él: nos encon- ‘ramos de hecho delante de un problems que no silo tenemos que rsalver, sino también que plantear, porque todavia no se ha planteado verdaderamente, 6 decir, no se ha enunciado sobte la base de la problemética requetids, y , o de steorla del conocimiento». Digo que se trata agut de filaofia ideoldgics, puesto que es esta posiciia ideolégica del «problema del conocimiento> lo Aue define la tradiciin que se confunde con Ia filosofia ideatista occidental (de Descartes a Husserl, pasando por Kane y Hegel). igo que esta po- sicién del «problems» del conocimiento es ideoldgica en la medida misma fen que exte problema ha sido formulado partiendo de su crespussta, como 54 refleio exicto, es deci, no como un problema real, sino como el problema ‘que habia que plantear para que La soluciin ideolégica, que se Je queria ‘dac, facse precisamente la solucién de ese problema. No puedo tratar aqui teste punto, que define lo esencial de Ia idcologia, en su forma de ideologt Yy que reduce en principio el comocimiento ideolégico (y por exeslencia el tonocimiento de que habla de la ideologia, cuando ella refleja el conaci- Iicato bajo la forma del problema del conocimiento, 0 de Ia teoria del teonocimiento) al fendmeno de wn reconacimiento, En el modo de produeciéa teirico de la ideologla (muy diferente, ea este aspecto, del modo de pro- dle Ta ciencia), 1a formulacién de un problems no es mis ‘ve la expsesiin terica de las condiciones que permiten a una solacim ya producida fuera del proceso del conocimiznto, puesto que es impuesta por jnseancias y exigencias extra-tedricas (por cintereses> religioos, morales, politicos w otror), ser reconacida en un problema artificial, fabricado para duccién te servisle al mismo tiempo de xpejo térico y de justificaciin prictica. Toda Ia filoofia occidental moderna, dominada por el «problema del conoci- ricntor, esti de hecho dominads por la formulacién de un «problema» planceado en unos términos y sobre una base tebrica producifos (consciznte- ‘mente en unos, inconscicatemente en Ot£0%, poco importa aqui) pars per- titir los efectos teérico-pricticos experados de ese reconacimiento en espejo. Esto equivale 2 decir que toda la historia de la filosofia occidental est dominada no por el , sino por la solucién ideo ligica, es decir, impuesta anticipadamente por pricticos, reli- 5 ours ALTHUSSER ‘giosos, morales y politicos, extrasor a Ia realidad del conocimiento. que ‘este cproblema> debia recibir. Como dice tan profundamente Marx ya en Ja Wdeologia Alemana: éno solamente en la respuesta habia engafo, si bbién en Ia propia preguntas. Aqui encontramos Ia dficulead mis grande. Porque tenemos que hacer frente, cai solos en esta empress, a las cevidenciaso seculares producidas en fos expicitus por la repeticién, no sslo do una respuesta {als sino, sobre todo, de una pregunta fulsa, Tenemos que sali del espacio idcoligico d nilo por esa cuestin ideoligica, de exe espacio ecetariamente cerrado (pucs te + uno de los efecros esenciales de la esteueturs de reconocimionto que saracteriza al modo de produccién tebrico de la ideologia: el circulo inevi- tablemente cerrado de lo que en otto contexto y con otzos fines, Lacan ha Mamado Ia erelaciin expeculer dual»), pars poder brit, en otro lugar, tun nuevo espacio, que sea el espacio requecido por una posiciin juste del robleme, que no prejnzgne su solucin, El que este expacio del problema dsl nnocimionton sea un espico cerrado, 0 488, wn circulo vicioso (el mismo de Ja relaciin expecular del reconocimiento idcolégico) nos lo hace ver toda Ia hiscoria de a «teoria del conocimiento> en Ia filoofia occidental, desde al célebre hasta el circulo de la teleologia de Ia Razén hegeliana 0 husserliana, El hecho de que el punto mis alco de concicncia y de honradez Io aleance precisamente la filosofia (Huser!) que acepta teéricamente, o sea, considera como esencial para su empresa ideoligica, la exiseencia necesaria de ese cireulo, no por eso ls ha hecho slir de exe civeulo, zo por eso la ha librado de su cautividad idcolégica —como no ha podido hacer silir de ese cireulo a aquel que ha querido concebir en una capertura>, (que aparentemente no es sino el no-cierre ideolégico del cierre), In con- diciin de posblidad absoluta de ce , o ses, de Ia histori cevrada de Ia crepeticién» de ese cierre cn Ia mtafisica occidental: Heidegger. No se sale de un espacio cerrado instalindose simplemente fuera de él, ya sea en lo exterior 0 en la profundidad: mientras cre exterior 0 esa profun- didad sigan siendo su exterior y sw profundidad, pertenecen rodavia a eve cireulo, a ese expacio cerrado, en calidad de su czepsticin» en su otro cual- quieta (autre-que-si). No es mediante Ia rpeticign, sino mediante repetcién de ese espacio como se logra cscapar del-circule: inicamente mediante lz fuga tesricamente fundads —que precisamente no sca una fuga consagrada siempre a aquello de que huye, sino una fundamentacién radical do un nuevo espacio, de una nueva problemitica, que permits plan- tear el problema real, desconocido en la estructura de zeconocimisnto de su posicin ideoldgica. Di EL CAPITAL A La riLosoria DE MARX. 89 16 Quisiers dediese a este primer eshozo de la posciin de este problema Js reflexiones que siguen, sin ocultar que las consdero tal y como son: tan precaris como indispensables Eng la Introduccién de 1857, Marx escribe: «El todo, tal y como apa- fece (etschsint) en el pensamiento, como total-de-pensamiento (Gedanken- igansss) es un producto de la cabeza pensunte, que se apropia (ancignet) el mundo (die Wels) en el slo y snico (cinzig) modo (Weise) que le es po- sible, modo que es diferente de a apropiacin artstica (kintsersch), religions y prictico-epiritual (praktisch-gestig) de ese mundo>. (ES.p. 166. Texto alemin, Dietz, p. 258). No se trata aqui de atravesar el misterio de ese teoncepto de apropiacién (Ancignung) bajo el cual Marx expresa la esen- cia de una relaciin fundsmental, de la cual aparecen como otros tantos todos (Weite) distintos y epecifics ol conocimiento, el art, ta religion y bia hay que defini: pero se teata seguramente de Ia actividad écico-poitic-hisérica). TE énfasis dl texto se spoya, en efecto, en Ia especificidad dal modo de apropiacién tedrico (el conocimiento), en relacién 2 todos los demés modos de apropiacién declaradas distintos de aguél por sus principios. Peco esta distincién, en su in, hace apareeer precisamente Ia comunidad de una relaci6n-con-el~ ‘mundo red, que constieuye el fondo sobre el cual se destaca esa distin- iin. Con ello se indica claramente que el conocimiento se relaciona con 1 mundo real a través de su modo de spropiaciin especifico del mundo real: con esto se plantes justamente ol problema de la manera como se ejerce, y por tanto del mecastismo que asegura, la funcién de apropiaciin, del mundo real por el conocimiento, es decir, por ese proceso de produc- ign de conocimientor que, si bien, 0, mejor dicho, porque ocurre ente- ramente en el pensemiento (en el sentido que hemos precisado), nos da de esa captacin (del concepto: Begriff) del mundo real denominada su apropiacién (Ancignung). De este modo queda planteada, en su verda- ddero terreno, Ia cvestién de una. teoria de la produceién de un conoci~ rmiento que sea, como conocimiento de su objeto, (objeto del conocimiento, en al sentido que hemos precisudo), captacion de, apropiacién del objeto real, del mundo real. GEs preciso sefialar que esta cuestién es totalmente diferente de la cuestin ideoldgica del ¢problema del conocimiento»? zQue no se trata de reflexionar, desde fuera, sobre las condiciones de posibilidad « priori que g. 60 ours ALTHUSsER rantizan Ia posibilidad del conocimiento? ¢Que no se trata de poner en ‘scena a los personajes indispensables para esa escenificacién: una concienci filoséfica (que se guarda bien de plantear Ia cuestién de sus titulos, de su lugar y de su funcidn, puesto que ella es a sus propios ojos Ia Razén ‘misma, presente desde el Origen en sus objetos, y no tiene jamés que tratat sino consigo misma en su misma cuestién, o ses, planteando Ia cuestién de a cual ¢s ella respuesta obligada por adelantado), que plantea a Ia con- ciencia cientifica la cuestién de las condiciones de posibilidad de su rela- cid de conocimiento con su objeto? 2Es preciso sefalar que los personajes tericos puestos en escena por esa escenificaciin ideolégica son el Sujeto filo séfico (la conciencia filosofante), el Sujeto cientifico (la conciencia sa- piiente) y el Sujeto empirico (la conciencia percibiente) por una partes el ‘Objero que se enfrenta a esos tres Sujetor, el Objeto transcendental o ab- soluto, los principios puros de la ciencia, y las format puras de la percepcins ‘que los tres Sujetos estin, por su parte, sumergidos bajo una misma esencia, ‘mientras que los tres Objetos extin, por su lado, sumergidos bajo una misma xencia (por ejemplo, como se ve, en variante significativas, tanto en Kant ‘como en Hegel y Husserl, esta identificacién de los tres objetos reposa sobre ‘una identificaciin continuada del objeto percibido al objeto conocido); que esta reparticién pacalela de los atributos dispone frente a frente el Sa- jeto y el Objeto; que por este hecho se excamotean, del lado del objeto, la diferencia de estatuto encre el objeco del conocimiento y «l objeto real, y del lado del sujeto, la diferencia de estatuto entre el Sujeto filosofante y 1 Sujeto sapiente, por un lado, y entre el Sujeto sapiente y el Sujeto em- Pirico por el otro? gQue, por este hecho, la tiniea relacién que pueda ima- ainarse es una relacién de interioridad y de contemporancidad entre un Suieto y un Objeto miticos, encargados de fomar a cargo, para someterlos 4 fines religiosos, éticos y politicos (salvar la feo, Ia «morale, o la bertad», es decir, valores sociales) de tomar a cargo, si es preciso falsifi- ‘cindolas, las condiciones reales, es decir, el mecanismo, real de Ia historia de la produccién de conocimientos? La cuestién que planteamos no se plantes pars producir una respuesta definida, de antemano por otras instancias que no sean el conocimiento ‘mismo; no es una euestiin cerrada de antemano por su respuesta, No es una cucstién de garantia. Por el contrario, es una cuestién abierta (siendo el ismo campo que ella abre), y que, para sec tal, para esc preestablecida del citeulo ideolégico, debe recusar los se najes te6ricos cuya Gniea funcién es Ia de asegurar ese cierre idcolbgico: los personajes de los diferentes Sujetos y Objetas, y las consignas que ellos tienen la misién de respetar para poder repreventar sus papéles, en la com- bn FL CAPITAL A LA riLosoria DE MARX a pliidad del pacto ideoldgico conchuido entre las instanciss supremas del Sujero y del Objeto, bajo la bendicion de Ia cLibercad del Hombre> occi- dental. Es una euestién que se plantea y se demuestra como cuestion abirta, ‘en su propio principio, 0 sea, como homogines en su estructura de apertura 4 todas las cucstioncs efectivas planteadas por el conocimiento en su exis- fencia cientifica: una cuestiin que debe expresar en su forma era extruc- tura de apertura, que debe, por tanto, ser plenteada en el campo y en Jos términos de la. problemitica teérica que requiere esa estructura de apertura. Dicho de otro modo, Ia cuestiin del modo de apropiaciin del ‘objero real, expecifico del conocimiento debe ser planteads: 1, en téeminos que excluyan el recurso a la solucién ideoldgica que Ievan consigo los personajes ideoligices de Sujeto y de Objeto y la e tructura de reconocimiento especular mutuo; en cuyo circulo extrado ellos se mueven. 2. en téeminos que formen el concepto de Ia estructura de conoci- miento, estructura especifia abierta, y que sean al mismo tiempo el con cepto de ls cuestin planceada por ella misma al conocimienta, I eval plica que el lugar y Ia fancién de esa cusstiin sean conccbidos en Ia po- icin de Ia cvestin misma. Esta lima exigencia es indispensable para fundamentar la distincién nvce Ia tzoria de la historia de la produccidn del conocimiento (o filoso- fia) y los contenidos que estin en el conocimiento (las ciencia), sin por ello hacer de la filosofia ta instancia juriiea que, en las , legisla pata as ciencias en nombre de un derecho que ella misma te arroga. Ese derecho no es sino el hecho consumado de Ta puesta en escena del reconocimiento expecular que asegura a 11 ieologia filosifica el reco- nocimiento juridico del hecho consumado de los interescs esuperiores® 2 Jos cuales ela sive. Planteado en estas condiciones rigurosss, el problema que nos ocupa puede enunciarse entonces en la forma siguiente: gpor que mecanismo et proceso del conocimiento, que ocurre enteramente en el pensamiento, pro nce le abropiccln cognoscitive de sw objto rel, que exste fuera del fe Semiento, en el mundo real? © también, ébor qué mecanismo la producci del objeto del conocimtento produce la ebropiacién cognoscitiva del objeto real, que existe fuera del pensamiento en el mundo real? La simple sustitu- cién de la cuestién del mecanismo de apropiaciin cognoscitiva del objeto real mediante el objeto de conocimiento, a la cucstién ideolégica de las garantias de la posibilidad del conocimiento, contiene en si esa mutacin, de Ia problemitica que nos libera del" espacio cerrado de Ia ideologia y nos abre el espacio abierto de Is teoria filoséfica que buscamos. e ‘Lou's ALTHUSSER 17 ‘Antes de llegar a nuestra cuestin, quemamos las etapas de Tos malen= tendidos elisicos, que nos hacen recser precisamente en el cicculo vicioxo de Ia ideologia. En efecto, se nos sirve bien caliente Ia respuesta 2 nuestra cuestién, iciéndonos, en Ia lengua del pragmatismo de ela evidencia>: el mecae nismo por el eval la produccién del objeto del conocimiento zproduce la apropiacion cognoscitiva del objeto real?... pues jes la prictiea! {Es el juego del eriterio de la practical Y si este plato nos deja con hambre, tienen el ‘gusto de variar el meni, 0 de darnos tantos servicios como sea necesatio para hartarnos. Se nos dice: ila prictica es la piedra de toque, la prictica de Ia experimentacin cientifiea! La préetica econdmica, politica, técnica, a practica conereta! © bien, para convencernos del earicter do la respuesta: jes Ia prietica social O, para edar peen>, jla préctia sn- cial de la humanidad repetida miles y miles de millones de veces, durante miles de aiiost © también se nos sirve el desdichado pudding de Engels a quien Manchester habria abierto los ojos sobre este argumento alimenticio: Gla prucba del pudding consiste en comerlol» Observaré primeramente que ese género de respuestas puede ser ceficar, y debe por tanto emplearse, cuando se trata de combatir la ideologia en ef terreno de Ia ideologia, y, por tanto, cuando se trata de lucha ideo- Tigica en sentido estricto: porque es una respuesta ideolégica, que se sitia precisamente en el terreno, ideolégico, del adversario. Ha ocurrido, en ‘grandes circunstancias histéricas, y puede ocurrir que nos veamos obli- ‘gados a batienos en el terreno del adversario ideoldgico, cuando no hemos podido atraerlo 2 nuestro propio terreno, 9 cuando no esté maduro para Tevantar en él su tienda, 0 si es necesatio entrar en su terreno. Pero esta prictica, y el modo de empleo de arguments ideoligicos adaprados 2 esa lucha, debe ser el objero de una feoria para que la lucha ideolégica en el dominio de la ideologia no sea una lucha sometida a las Ieyes y voluntades del adversario, para que ella no nos transforme en puros sujeros de la ideologia que tenemos que combatic. Pero sfadité al mismo tiempo, que no es asombroso que ese género de respuesta pragmatista nos dcje'con hambre de nuestra cuestién teérica, Se puede demostrar esto por medio de una razén general, 0 por razones particulates, que se basan todas en el mismo principio, En efecto, el pragmatismo, cn su exencia, hace czet a nucstea cuce tidn en Ia idcologia, al darle una réspucsta ideoldgica. El pragmatismo no DE EL CAPITAL A 1A riLosoria pr MARX “6 hace sino ir en bisqueda, lo mismo que Ia idcologia de la eteoria del cono- cimiento> idealisca, do una garantie, La iniea diferencia consiste en que «1 idealismo elisico no se conforma con una garantia de hecho, y quiere tuna garantia de derecho (que nosotros sabemos que no es més que un disfraz juridico de una situacién de hecho), mientras que el pragmatismo sale en busqueda de una garantia de hecho: el éxito de la prictica, que constituye frecventemente el sinico contenido de lo que se lama el serin terio de la prictica». De todas maneras, se nos sirve una garantia, que cs el Indice irrefutable de Ia respuesta y de la euestién ideolégica, jevando an- amos en bisqueds de un mecanismio! {El argumento de que la prucba del Pudding consiste en comerlo! {Lo que nos interesa es el mecanismo que nos asegure que ¢s verdaderamente pudding lo que comemos, y no una jo- vven clefanca en bao maria, cuando creemos comer avestro puding max tinal! jLa famosa prucba de la repeticién durante cientos 0 miles de aos de la prictica social de la humanidad (es1 noche donde todss las pricti- eas son negras)! jDurante cientos o miles de afios, esa «repeticiin> ha roducido, por ejemplo, como Ia resurreccion de Cristo, la vite sginidad de Maria, todas las everdades> de la religiGn, todos los perjucios de la eespontancidad> humana, 0 sea, todas las adguirida, tanto las mis como las menos respecables de la ideologia! Sin hablar de la teampa mutua que se ponen el ideaismo y el pragmatismo, en la compli- cidad de su jucgo, que obedece a las mismas reglas. @Con qué derecho dices ti que la prictica es el derecho? le dice el idealismo al pragmatismo, Tu derecho no es mis que un hecho disfrazado, responde el pragmatismo. Y ‘ya nos encontramos en el circulo cerrado de la cuestin ideolégica. En to- dos estos catos, 1a regla comin que permite este juego es, en efecto, la evcstiin de Ia garantie del acuerdo entre el conocimiento (0 Sujeto) ¥ su objeto real (u Objeto), es decir, Ia cucstbn idoldsica en persona. Pero dejemos esta razén general para entrar en las particulares, que ‘nos pondrin frente a mucstro objeto. Porque es suficiente pronunciar la palabra de préctica, que tomada en su acepeiin ideoldgica (idealista © em- pitista) no es sino la imagen en el espejo, Ja contra-connotaci (Al par de econtrarioss préctico y tedrico) que compone los dos términos de un campo especular, para descubrir el juego de palabras que lo forman. Hay que reconocer que no existe prictica en general, sino pricticas distin: tas, que no estin ea relacién maniquet con una teoria que seria total- de la teorfa rmente opuesta y extraia 4 ella, Porque no puede decirse que por un lado sté Ta teoria, que no seria mis que pura visién inesecrual sin cuerpo ni iaterilidad, y por el otro la prictica totalmente material, que se de su teorema ees proporcionada en un 100% por eriterios puramente inferiores de la pric- de la demostracién matemitica, y por tanto, por el criterio de Ia prdc- fica matemitica, 0 sea, por las formas requeridas de la cientificidad mate- ‘mitica existenve, Otro tanto podemos decir de los resultados de toda ciencia: al menos de las mis desarrolladas, que en las regiones del conocimienso gue ellas dominan de modo suficiente, ellas mismas proporcionan ef eri~ tetio de la valider de sus conocimientos, eriterio que se confunde toral- ‘mente con las formas rigurosas del ejercicio de ta prictica cientifica con- fiderada, Ta micma dehemos decir de la ciencia que nos interexa en mis alto grado: el materislismo histérico. L2 teoria de Marx ha podido apli- ccarse con éxito porque era everdadera>, y no podemos decir que es ver- dadera porque ha sido aplicada con. éxito. El criterio pragmatista puede ‘convenir a una técnica que no tenga mis horizonte que su campo de ejer- , pero no a conocimientos cieatificos. Debemos con todo rigor ir mis 66 LOUIS ALTHUSSER. lejos, y rechazar el asimilar mis o menos indirectamente Ia teoria mar- xisea de Is historia en el modelo empirista de una chipétesisy aleatoria, ecuya verificecién habria que haber esperado por Is prictica politica de la historia, para poder afirmar Ia everdad>, No es la prictica histérica ulte- fio Ia que pucde dar sus titulos de conocimiento al conocimiento. que Marx ha producido: el criterio de la everdad> de los conocimientos pro- ducidos por la prictiea teirica de Marx ef proporcionado por la prictica Asirica misma, es decir, por el valor demostrative, por los titulos de cien- tificidad de las formas que han asegurado la produccién de esos conosi mientos. Es In prictica tedrica de Marx lo que constituye el criteio de la ‘everdad» de los conocimientos producidos por Marx: y porque se trataba siertamente de conocimiento, y no de hipétesis aleatoria, es por lo que dichos conocimientos han dado los resuleados que conocemos, en los que no s6lo los Exitos, sino también los fracasos constituyen per- tinentes para la reflexidn de Ia teoria sobre si, y su desarrollo interno. Que erta interiordad radical del crierto de la prictica repecto de la prictica cientifica no excluye en absoluto, en las ciencias donde vale sin restricctén, relaciones orginicas con otras pricticas que proporcionan 4 eras ciencias una buena parte de su materia prima, y Hlegan a veces hasta provocar cambios mis @ menos profundos en la estructura tedrica de esas ciencias, es algo que ya he demostrado en otro lugar para que nadie se ‘quivoque sobce al sentido de lo que se acaba de decir. Que en has cien- iss en vias de gestacién, y a mayor razén en lat regiones todavia domi- nadas por un éconocimiento> ideoligico, Ia intervenciéa de otras pric ticas juegue a menudo un papel eritico determinante, que puede incluso ser revolucionario, es algo que yo he indicado en términos inequivocos. Pero tampoco ahi puede tratarse de ahogae en una concepcién igualitaria de In prictica el modo de intervencién cspecifico de una prictica deter- ‘minada en el campo de una prictica teérica, todavia ideolégica, 0 en evor Tucién cient ica —ni Ia funcién precisa de eta intervencién, ni sobre todo Is forma (teérica) en la cual se efectiia esa intervencién. Sabemos ‘ity bien, comando el ejemplo de Marx, que sus experiencias pricticas mis ardientes y mis personcles (su experiencia de polemista , y después de conceptos, cuyo fm Fk eAPTAL A LA ritosorla DE MARK Ono ON 67 urgimiento ha contsibuido, en su combinacién (Verbindung) con otros osultados conceprusles (slides de la filosofia alemana, y de 1a economia Politica ingless), a conmover Ia base tebrica, todavia ideologica, sobre la ual él habia vivido (o sea, pensado) hasta enconces. 18 No me disculpo por este largo rodeo, que no es tal, Tenfamos que fevantar el obsciculo de las respuestas ideolégicas que se oponia a nuestra Tuestiins y para hacer esto, teniamos que explicarnos una concepcién ideo- Higica de la prictica de la que no siempre se ha librado el propio mar- Kismo, y a la cual todos deben reconocerle que reina soberanamente, y fin duda para largo tiempo, sobre ls filosofia contemporinea, y sobre sus representantes mis honrados y generosos, como Sartre. Con esto hemos grado —evitando 1a encrucijada de la prictica igualicaria, 0, como se dice en Glotofia, de ta apraxiss— reconocer que queda ante nosotros una ola via, estrecha por cierto, pero abierta, 0 al menos por abrir. Volvamos fi nuestra pregunta: geuil es el mecanismo por el cual la producciin del objeto del conocimiento produce la apropiaciin cognosctiva del objeto teal que existe fuera del peasamicato, en el mundo real? Hablamos de un Inecanismo, y de wn mecanismo que debe darnos Ia explicacién de un hecho expecifico: el modo de apropiacién del mundo por Ia prictica esps- tifica del conocimiento, que se basa enteramente en su objeto (objeto de eonocimiento) distinto del objeto real, apropiacién del eval es el conoci- miento, Aqui es donde amenazan los mayores riesgos. Se comprenderé que Yo silo pretenda dar, bajo la reserva mis expresa, los primeros argumentos de una precsién de Ia cuestién planteads, y no su respuesta. Para formular estas precsiones, debemos comenzar por una distinciéa ‘muy importante. Cuando planteamos Ia cucstién del mecenismo por el cual 1 objeto del conocimiento produce ls apropiacién cognosctiva del objeto real, planteamos una cuestin muy diferente de la cucstién de las con iciones de la produccidn de los conocimicntos. Esta skima cuestin de- pende de una teoria de Ia historia de la prictica teérica que solo es posible, como ya hemos visto, poniendo en accién los coneeptos que permitan con- cebir Ia estructura de esa prictica, y la historia de sus transformaciones. Ta cuestién que planteamos es una cuestién nueva, que precisamente pasa en silencio en la otra cuestién. La teoria de ta historia del. conocimiento, 0 teoria de ta historia de la prictica teérica, nos hace comprender cémo se producen, en Ia historia de la suctsin de los diferentes modor de produc~ ibn, os conocimientos humanos, primero bajo la forma de Ja ideologia, “ Lous ALTHUSSER, después bajo la forma de la ci Ella sti i a cent Ela ns permite ae a aprii6n de lov conacinienon, a su denll, a su diveciicion ss en 4 ls conmocons tat ncn dea pblenic igevo peceeba yal part ‘Progresiva que se instaura en su dominio entre los cono- Simin eign yl cance cetfiny eB hots tom ls conocininton en esa momenta de mshi or le geen yo declan» 9 cin ya man Ue onic te conoimintn. Els lox conserstnicamente coms predvecn cs resultados, Esta historia nos da la comprensién del mecanismo de la pro- duce des concinienn els no tos dy pura tn conocany doe tent en un momento dado del prose dels hits de ta: podocct, Me compen dt mcminn pore cal em consi cone tela para aqel gut lo manips como conacinionts, vu funds Be se, ee ee Bien, ee mec cx pecsamen lo ge nor nt neces prcins mis aura cuein? Uns tora del hora de be rodueion de ln eonorinieoen, jun Pure dat ota cot ape ok contains el mecanimo por el cual han produce lo eseeinienes Pero esta constatacién toma al conocimiento como um echo, cuyas trans. formaclons ¥ vatican ea comm otros tants chon de le enter tura de la prttca teres gue los produc, como uot tatn polenen, ‘due son conocimientos, sin reflejar jamds el hecho de que esos productos te som culequnrefrlacts, sno Jrechenentecontinunten Cov corn dee hinora de I producin de lon conocnicnton no Crocus Ie ue yo propongo denomiar el efecta de conocmtnan, ne ese rps de eos praductor partiulrs que son lon conoiienvo Nests nee, vcr conime preciamente + ex efery de cmacniote (ls soe Mare llama el ¢modo de apropiacién del mundo, propio del Pao eanehey EL neceismo gus 204 prponemes eocitar er eons see rete cc ecto de consinnt cnr prolcion conpcmen pares foe eee occas _ De nuevo nos encontramor ante ions que hay gue seventy dee trie (porve jamds ecapremor al dene detest gue spstat cone fantemente ls fale reproentcine, pars dept ls via gue abe trio de macs invincin). Ea ft, paleo vrs tena 2 tami sls origeet caine gun untames de penn tale ee ‘ese efecto de conocimie = ae ento que se ejeree, para nosotros, en las formas pus ras de alguna ciencia rigurosa, nos llega, por una serie infinica de media ‘jones, de la realidad misma. Ast, en mateméticas, podemos vernos tentados 8 concsbir el efecto de conocimiento de tal o eval £6rmula particularmente DH YA CAPITAL A La FILOSovin DE MARX 0° “abstracts, como eco purificado y formalizado hasta el extremo, de tal 0 cual elidad, sex el espacio concreto, scan las primeras manipulaciones y_ope- Taciones concretas de Ia prictica humana, Se podei admitir que en deter- Iminido momento hays intervenido, entee la prictica concreta de los agri- Imensores y Ia absteacciin pitagérica 0 ewcidians, una edilsciin> (déca- Mer eRed pcs ssce cena dlacibal cw despeqnc' (dScalage) yal ico en el clemento de cla idealdade, de las formas y gestos concretos Mle wna prictica anterior. Pero todos los conceptos que se empleea paca xplicar el inmenso espacio que separa al contable caldeo del agrimensor jipcio de Bourbaki, nunca serin sino los conceptos mediante los cuales fe tratsrd de instaurar, con las diferencias incontestables que es preciso maginar, una continuidad de sentido, que une en su principio el efecto de Komocimiento de los objetos matemiticos modcrnos a un efecto de sentido Griginario, que forma cuerpo con un objeto real originario, una prictica twonersta, ygestor concretos originarios. Tendriamos asl una . Ea todos estos c3505, ‘un originario real, concreto, viviente, tiene el papel de tomar a cargo para siempre Ia responsabilidad integral del efecto de conocimiento, cuya he- rencia no han hecho més que comentar las ciencias en toda su historia, y ain hoy dia, 0 2, no han hecho mis que sufrir esa herencia, Lo mismo ‘que en Ia tcologia cristina Ia humanidad no hace mis que vivir en el Pecado original, habria un efecto de conocimiento original, salido de las formas mis concretas de lo real, de Ja vida, de Ia prictica, es decir, per- Aigndore en ella, idéntico & ellas —un efecto de conocimiento original, uya sefial indeleble Hevarian ain hoy los objetos cientificos més supone? Se adivina ‘que su consiscencis necesita el socorzo del mito del origen; de una unidad originariaindivisa entre el sujeto y el objeto, entee lo real y su conoct Iienco (que tengan el mismo nacimiento, que el conocimiento sea, como decfa un hombre bastante versado en efectos de teatro, co-nacimiento); dle una buena génesis, de todas las ebstracciones ys sobre todo, mediaciones ypensables. Se habei reconocido: en el pasaje anterior un conjunto de conceptos tipicos que la filosofia del siglo xvm difundié por el mundo, 70 ours ALTHUSsER Yate pon pox as yo al sv on ert deepen artists, pero de lor uals w punde sngurat cin uve, etando chor ls maida pars lt fonsiones iddlgiess que de ellos se pcr, fof ted cae vot cad Mare, Fee es oe loge oleh ghana armen warzone to pos encontrar ni volver a enconrarse or la via de ee empromo, Ym declare xe satecilins © ys se rbline en un Heli dl snp, Gicativo, del culo oiginarion, 0 de la epraio, en ve iedinmo ¥ Ns ftaioel patleprenncll at pomp 1 testo Lo conepton de orign, de euclo ogintion, de gies y de poems me sospechosos « priori; no sélo porque inducen Sempre miso menos a dolgin que los hs produce sao tabi pore Sendo prodecidotnicamente par el wo de ea idesogi, son Toe mates, Ae ll, levindale sempre me o ener congo, No w debe 4 un auc Aue Sar, fol aqualon qu, sn tne talento, secaean lene vacio entre las categorias eabstractas y lo econcrotos, abusen tanto del origen, del genet dels mellacons, Fl concept de eigen ine Te foncib, lo minmo que en cl paca orginal, de avunit en una palabra J au hay que no peta pcs poder pena lo quo quer prs Elcom, 2epto de gba tine La msn ds Comat cargo, para enmarcealon, ne proluccén una mutacin euyerecnocisiena amentaria I cntoded fa dl eo, ao ignids ote papa dl fuer micsment, ea un pec Yocts e ate los principio eiicen'y lo econeceey lo lima que le baile se ponen et cadena pars pine ls Idiom tao eno rte de funcone de enmmesramleto'y de Impomuta tbr, que pucen, so ads, dar tenon tanto de'uns.perpleded ye vea beens voleaed rely, como dl deve de no pdr conta eco de los aontcimientn eo sm or din de te le de ect es Pelion Aplicdoe nts cesin, tn concepts nah agutan de Se easter acts ie cicd steeds Eoin trsiario'y lov efector de coociicatasctal, Jdoaoy por salucia Is snple psc, 9 mis bie la o-poscién del problema, 19 Traeros de vans aguner puch mis poc el eno que scbumos de desbrozar. es - : De la i ‘misma manera que vimos que el recurso a un objeto real prix ‘mitivo no podia librarnos de pensar Ia diferencia entre el objeto del cono- “PE HL CAPITAL A LA FILOsorin DE MARX. nm imiznto y el objeto real, cuyo primer objeto nos da el conocimientos da I rsma manera acabamor de ver que no podiamos depositar en un eefecta dhe conocimientos originaro el cuidado de pensar para nosotros el mecanismo "de ese efecto de conocimiento actual. Y, en verdad, sabemos que esos dos problemas s6lo son uno, puesto que no ex cl mito de un cfeto originariog fino Ia realidad misma del efecto de conocimiento actual quien puede darnos {i respuesta que buscamos. En ere sentido, etamor en Ia misma stuacién {que Marx, quien nos dice con propios eérminos que es el conocimiento de Ih «Glicdecung> (de In combin ‘én articulada, jerarquizada, sistematica) |e fa sociedad actual lo que hay que elucidar, para poder llegar a la com- sim de las formas anterioces, y, por tanto, de las formas mis primicivas. Ta célebre frase de que «la anatomia del hombre, clave de la anacomia del mono», bien entendida no quiere decir otra cosa: bien entendids, forma ‘euerpo con esa otra frase de la Introduccién, donde se dice que no es la ness histrica de las categorias, ni su combinacién en formas anteriores To que nor da eu comproncién, rina el sistema de su combinacién en la #0- edad actual, que nos abre también la comprensién de las formaciones pa- tadas, al darnos el concepto de Ia variacién de esa combinacién. Del mismo modo, ¢s la clucidacién del mecanismo del efecto de conacimiento actual, Ia nica que puede darnos luces sobre los efectos anteriores. La negativa a fecurrie al origen es, pues, correlativa de una exigencia teérica muy pro- funda, que hace depender la explicacion de las formas mis primitivas, del ‘odo de combinacién sistemitico actual de ls eategoriss, que se encuentran fn parte en las formas anteriores Debemos considerar esa exigencia como constitutiva de Ia tcoria de Marx, en ef dominio mismo de la feorta de la bstorie. Explicaré esto. Cuando Marx estudia ta sociedad burguess moderna, adopta una actitud paradéj Goncibe primeramente est sociedad existente como un resultado histérico, ¥ por lo tanto, como un resultado producido por una historia, Marx parece Hevarnos muy naturalmente 2 una concepcién hegeliana en Ia que el resule tudo es concebido como resultado inseparable de su génesis, hasta el punto fen que sea preciso concebirlo como eel resultado de su devenire. De hecho, {Marx toma al mismo tiempo otra via muy diferente! «No se trata de Ia releciin que se establece bicticemente entre las relaciones econémicas fn tn ewcnin de lac diferentes formas de sociedad. Todavie menos de su arden de sucesion «en la lees (Prondbon, concepcion ncbulosa del movi- Imlento bistrico). Se trate de sw combineciim ortculada (Gliederang) em fl euadro deta sociedad burgueta moderna» (Introduccién, b. 171). Ea Mic seria de la Filosofia expresaba ya rigurosamente la misma idea: ¢¢Cémo podria le mera formula ligice del movimiento, de la sucesén del tiempo, n Louis ALTHUSSER, exblicar cuerpo de la sociedad, en el eual todas lat relaciones coexisten simultincomnte (sleichzeitg) y se sostienen entre si?» (ESS. p. 120). El ob- jeto de estudio de Marx es, pues, Ia sociedad burguesa actual, que es conce- como un revnl/ado histrico: pero la comprensién de esa sociedad, lejos de pasar por la teoria de la génesis de este resultado, pasa al contrario exclu- sivamente por la teoria del ecuerpo>, 0 sea, de la estructura actual de la sociedad, sin que su génesi inervenga para nads. Esa actitud paradojea, Pero aficmada en técminos categéricos por Marx, como la condicién de posibilidad absoluta de su tcoria de la historia, pone en evidencia la exisencia de dos problemas distintos, en su unidad de disyuncién, Existe ciertamente ‘un problema tsérico que hay que planteae y resolver para explicar el meca- nism por el cual la historia ha producido como resultado el modo de pro- dluccin capitalista actual. Pero existe al mismo tiempo otro problema teérico, absolutamente distinto, que hay que plantear y resolver para comprender que ee resuleado sea ciertamente un modo social de produccia, que ce recultado sea precisamente una forma de cxitencis socieh y vo la primera sxistencia: este segundo problema es lo que constivuye el objeto de la teorla ‘ll Capital, sin confundirse con el primero nit un solo instant, Povlemos expresar esta distinciin, absolutamente fundamental pars la comprensién de Marx, diciendo que Marx considera a la sociedad actual (y a cualquier otra forma de sociedad pasada) al mismo tiempo como un reinltede y como una sociedad. Corresponde a Ys teoria del mecanismo de Ja transformacin de un modo de produceién en otro, o sea, a la ceoria de formas de transicin entre un modo de produccién y el que le sigue, plantear y resolver el problema del resltado, ex decir, de ta produccién tbrica de un modo de produccién, o de wna formacién social, Pero la sociedad actual no solamente un resultado, un productot es ese resultado, se producto particulates que funcionan como sociedad a diferencia de oxros resultados y de otros productos que funcionan de modo muy diferente. A este csegundo problema es al que tesponde la teoria dela estructura de un modo de produccién, la teoria de EI Capital, La sociedad se toma ali como cuerpo2, y no como cualquier cuerpo, sino como exe cuerbo que funcions como sociedad. Esa teoria hace abstraccita total de la sociedad como re- + sultado, y por eso Marx afirma que las explicaciones por medio del movi riento, Ia sucesin; el tempo, y le gfnmis, na pueden, en derecho, convene 4 exe problema, que es un problema de ocra indole. Para decie lo mismo ex un lenguaje més pertinente, yo propongo Ia terminologia siguiente: lo ‘que Marx estudiaen El Capital, es ef mecaniamo que hace que el resultado de Ia produccidn de una historia exista como sociedad; es, pues, el meca- nismo que da a ev producto de la historia que ex precisamente el producto- DEEL CAPITAL A 1A ritosorla DE MARX 2 ociedad que él estudia, la propiedad de producir el efecto de sociedadyy ‘que hace existir ese resultado como sociedad, y no como montén de arena, ormiguero, almacén de instrumentos o simple agrupacion humana, Cuando Marx nos dice que al explica la sociedad por su géness se pierde su ccuerpo>, Aue es justamente lo que se trata de explicar, él sefala a su atencion teérica Ws tarea de elucidar el mecanismo por el cual ese resultado funciona preci- Jamente como sociedad, y por tanto el mecanismo que produce el eefecto de Jociedad> propio del modo de produccién capitalista. EI mecanismo de “Ia prosiuccién de ese silo logra su acabamiento cuando ‘odos los efectos del mecanismo estin expuestos hasta el punto en que se “prodicen bajo la forma de los efectos mismos que consticuyen Ia relacién Wonereta, consciente o inconsciente de los individvos con la sociedad como fociedad, es decir, hasta los efectos del fetichismo de la ideologia (0 efor- tas de Ia concicneia social» —Prefacio a la Contribucién—) en los cuales Jos hombres viven sus ideas, sus proyectos, sus acciones, su comporeamiento Y sus funciones, consciente o inconscientemente, como sociales. Desde este “Angulo, El Capital debe considerarse como la teoria del mecanismo de pro- “ Ahuceién del efecto de sociedad en el modo de produccién capitalists. Que te efecto de sociedad sea diferente segin los diferentes modos de produccién, ‘algo que comenzamos a sospechar, aunque sélo sea por los trabajos de In etnologia y de Ia historia contemporiness. Que el mecanismo de pro uceign de esos diferentes efectos de sociedad sea diferente segin los diversos todos de produccida, es algo que tenemos derecho a imaginar, teiricamente blando, Que la conciencia exacta del problema preciso implicado en la Aworia de EI Copital nos absa nuevos horizontes, al plantearnos nuevos pro- Hilemas, comenzamos a entreverlo. Pero, al mismo tiempo, compreademos Waleance absolursmente decisvo de esas frases Kicidas de Miserie de la Flom Aofia y de Ia Introduccién de 1857, con las cuales Marx nos advierte que A busca algo muy diferente de la comprensién del mecanismo de produccién Mle a sociedad como resultado de la historia: Ia comprensiin del mecanismo dle produccién del efecto de sociedad por medio de exe resultado que es efec~ fivamente una sociedad real exstente. Al definis asi su objeto, en una distincién implacable, Marx nos da 00 qué plantear el problema que nos ocupa: el de la apropiacién cognos- sitiva del objeco real por el objeto del conocimiento, que es un e380 part ‘eular de la apropiacién del mundo real por diferentes pricticas, la teérica, Ja escética, Ia religisa, Ia étiea, I téenica, ete. Cada uno de estos modos de apropizcién plantea el problema del mecanismo de producciin desu cefector especifico, el efecto de coniocimiento para la prictica seérica, el ‘efecto estético para Ia prictica extética, el efecto ético para la prictica ” {LOUIS ALTHUSSEK. rica, etc. Fm ninguno de estos casos os euestién de substituic una palabra por otra, como se substituye el opio por la virtud dormitiva. La bisqueda 4e cada uno de esos cefectoss especificos exige la elucidacién del mecanismo aque lo produce, y no la repeticién de una palabra por la magia de otra, Sin prejuzgar las conclusiones a que puede conducienos el estudio de esos diferentes efectos, contentémonos con algunas indicaciones sobre cl efecto ‘que nos interes aqui, el efecto de conocimiento, producto de la existencia de ese objeto teérico que es un conocimiento. Esta expresiin efecto de cono- cimiento constituye un objeto genético, que comprende por lo menos dos sub-objetos: el efecto de conocimiento ideoligico, y el efecto de conocie Imiento cientifico. El efecto de conocimiento ideolbsico se distingue por sus propiedader (es un efecto de reconosimiento-dtconocimiento en una re- Tacign especular) del efecto de conocimiento cientifico: pero, en la medida fen que al efecto ideolbgico posce un efecto de conocimiento propio —dlepen- iente de otras funciones sociales que son dominantes— entra, bajo este ‘aspecto, en la categoria general que nos ocupa. Tengo que hacer esta adver- tencia, para evitar todo malentendido acerca del anilsis que sigue, y que se centra Gnicamente sobre el efecto de conocimiento eientifico, £Cémo explicar el mecanismo de exe efecto de conocimiento? Podemos volver a emplear aqui un tipico que hemos dejado establecide hace poco: Ia interioridad del respecto de la prictica cientifica considerada, —y podemos anticipar que nuestra cuestiin presente esti en relacin con esa interioridad. En efecto, hemos expuesco que Ix validacién de una proposicién cicntifica como conocimiento estaba asegurada, en una prictica cientifica determinads, por el juego de formas pasticulares, que aseguran la presencia de la cientificidad en Ia produceiin del conocimiento, 10 dicho de otro modo, por former expecificas que conficren a un conoc rmiento su caricter de conocimiento (¢verdadcro»). Me tefiero aqui a las formas de la cientificidad, pero pienso tambiga, como eco, en las formas ‘que juegan el mismo papel (asegurar el efecto diferente pero correspondiente) cen ef econocimiento> ideoldgico, en todos los modos del saber, digamos. Estas formas son distintas de las formas en las que ha sido producido el cono- ‘simiento, como resultado, por el proceso de Ia historia del conocimiento: ‘esas formas concicrnen, repito, a un conocimiento ya producido como cono- -cimiento por cia historia, Dicho de otro modo, consideramos el resultado -sin su devenir, lstos a dejarnos acusar del crimen de leso hegelianismo 0 de leso. genetisme, porque este doble erimen no es sino un bien: la liberacién de Ia ideologia empirista dela historia. A este resultado es al que planteamos Me reseevo la evestiba del conocimiento de wna azincronia> fundamental mamas estos términos en el sentido que més adelante precisaremor (TH, ‘esp: 1), como los conceptos de las dos formas de exiscencia del objeto del lento, y por tanto como dos format puramente interiores del cono “cimiento, La sincronia representa la estructura de organizacién de lor con ‘eptos en la totalidad-de-pensamiento 0 sistema (0, como dice Marx, «sin- wis); I: diacronia, al movimiento de sucssiéa de los concepeos en el Aiscurso ordenado de la demostraciin. Las formas de orden del diseurso de Is demoseracién no son sino el destrollo de Ja asi entendida es primera y rige todo, quecemos decir + dos cosas: 1, que el sistema de Ia jerarquia de los conceptos en su combinacién Metermina 1a definiciin de cada concepto en funcién de su lugar y de su ~ funcign en el sistema, Esta definiciém del lugar y de la funcién del concepto fi la totalidad del sistema os, lo que se refleia en el sentido inmanente a ‘¢ concept, cuando lo ponemos en corzespondencix bivnivoca con su cate- oria real 2, que el sistema de la jerarquia de los conceptos termina el orden Aiinerénico> de su apsricién en el diseurso de Ia demostracién. Este ob 1 sentido en que Marx habla del edesarrollo de tas forras> (del concepto) al valor, de la plusvalis, ete: este desarrollo de las formaso et lt mani- % ‘Louls ALTHUSSER -Asstaciényien ef discurso de la demostracion cientifica, de la dependencia ‘smsemitica que. une entre si los conceptos en el sistema de la totalidad-de- _nsasamientoyh 220 ‘u: eB Vefectojde conocimiento, producido al nivel de las formas de orden del discurso de ta demostracién, y después al nivel de un concepto aislado, eh pebbles puesiieda da eondicién de la sistematicided del sistema, que es set fundamento delositonceptos y de su orden de aparicién en el discurso iesitificov'Elefectd. dé conotimiento se realiza entonces en la dualidad, 0 “duplicidad sete lesistenciandelsistems por un lado, del cual se dice ue she dessrcllomen'el disci -cientifico, y de le exstencia de las formas de caren del siseutso pos'elotro}ipeecisamente en el ejucgo> (en el sentido smnesdnico deliséraino) que consticuyesle-wnidad de desnivel (décalage) del sistema jp dol dsesrs0. Eb efectoide.cinocimianto ex producide como efecto «el, discus, gientificoy que'sélo existe coma discurso del sistema, es decit, del objtto tomadoren Iacestructata do su:constituciin compleja. i este ani~ Jsisstiene dlginobeatilSt neniobaduciesstabwmbrabide Ia mucva cusstion igniente}eouilts Ja difereatiavdspecificwcdeb’ diséwro cientifico como Miscurno? gin quésee:distinguesel aliscurse eiendifies de las oteas formas de digcurso2:eRin-qué:aspectorlen ovsoslscursos'som productores de efectos ifcromés (efectonestétics efecto] idedlisicoy ete:p deb efdcto de co -mientd: tuo produside, poryel dlisedrvo!cientificadiss 04 ¢ 0 ob onpyegate ‘eb cudietont'ed WiuBhabb! of *2E2 "Uitidla Foils ESRLaR ome sihitieath Barr Pdbede 508 Ebeihindl” Néibess HO: Ainibs BALRL"EBrio Geant Wel coitSeiit "ada >eTONGRHR”RUaBloge Me EaUieide OR ‘fitndLd WW Wecechs” (de heEhdY' Gd adh MAP He EAGLES Bie «que conocemas, y que podemos relacionar este acuerdo con cierti fied aujersiyiel wbjetoyla Conciente ye Munldsmretaniot de cl 1 iecénisvd tac Woe expiue eSri i estado pbc pile ‘historb del eonokihienco, ashe, iP ebadeinidned"detertinado, fH! ions come’ conocimiinte; yd coms esto! enue fa abet inet, ws sift wei wna Conmpoa pollens cee) #Teaeansosy pie, de definis su efecto especifico: el efecto de conocimiento, por Is compeeasiba de! su Wwecanismo. Sicercacuestion eitiy-bier plasiteaday ab dbriga: de todas las Jdeologlas. que:tadavia non: aplaitaty yopor ‘tanto: fueraldel>éampa‘ile Jon concepts ideoligicds eda fos tuales:te plintea! céméritnenge eb eproblemia del: condcimientory ella: hod exihduce: a laveucatiin dell mecknisino:por blvcitél i EL CAPITAL A LA riLosoria DE MARX 7 Jas formas de orden determinadas por al sistema del objeto de conocimiento ‘existente, producen, por el juego de su relacién con ese sistema, el efecto de conocimiento considerado. Esta sltima cvestiéa nos pone en definitiva frente a la naturaleza diferencial del discurso cientifico, es decir, de la natu~ taleza especifica de un discurso que slo puede considerarse asi, como dis- ‘curso, en referencia a lo que esti presente como ausencia en cada instante de sa orden: el sistema constitutive de su objeto, el cual requiere para existit ‘como sistema la presencia ausente del discurso cientifico que lo edesarrolla>. Si nos detenemos aqui como ante un umbral que, sin embargo, habri ‘que franquear, permitasenos recordar que lo propio del diseurso cientifico ‘es ser escrito; y que asi se nos plantea la cuestién de Ia forma de su escritura. ‘Ahora bien, quizi recuerden que nototros habiamos partido de su lectura. “Asi, pues, no hemos salido del eirculo de una sola y misma cuestién: si hemos podido evitar dar vueltas en el cizculo, sin salir de él, ha sido porque ‘se circulo no es el circulo cerrado de la ideologia, sino el circulo perpetua~ Inente abierto gracias « cus propioe clerzes, al cfecula de un conocimiento fundamentado, Junio de 1965 ADVERTENCIA Los temas que sarecen « continuacién, ban sido reproducidos en a orden en que fueron leidos. Hay una excepcin: el estudio de P. Macherey, ‘que aparece a continuaciin de la exposicin de J. Rancitre, se ba insertado ‘entre la primera y la segunda parte de esa exposicion. HH texto de R. Establet asi como el Prefacio (brimer Capitulo det Jono 1) ban sido redactados posteriormente, Puede parecer peredéjico colocar al final det segundo volumen de wna ‘obra dedicada « El Capital, una serie de observaciones que se refieren al plan dela obra de Marx, Nox bemos decidido a bacerlo ast por dos rasones: pri- meramente porque el plan de El Capital no puede ser en sh mismo objeto de reflesiin s1 no et con le condiciin de ser concebido como el indice de los roblenses identificados por la leetura critica de la obra; y también, porque tuna chucna lectura> del plen, en la que se resume esa lecturg critics, es la ‘mejor introduccién posible « la relacién directa con el texto de Marx. El lector podré apreciar, mejor que nosotros mismos, las coincidencias, Jos entrelezamientor 0 las dvergencias de nuestras exposiciones. Cada uno de nosotros, a su manera, se ba abierto camino en el texto de Mars, yy cual- quiera que fucse nuestra libertad o nuestra obstinacion, hemos encontrado secesariamente las buellas anteriores a nosotros, ¢ incluso cuando no las be- ‘mos eruzado, nos ban servilo de puntos de referencia. Asi, nos ban servido ide puntos de referencia ciertos conceptos importantes, laburadus en vires ‘ircunstancias, y que sparecen en nuestros textos: for ejemplo, las nociones agrupatas alrededor del concepto de scaasalided metonimics>, defimido por J.A. Miller ew el curso de nn Seminario precedente, dedicado a la lectura de Freud por J. Lacan. a ADVERTENCIA, ‘ra ts de El Capital son de le traduccion de Ediciones Sociales (8 vo- Mien). Los mimeres manos indicn el mimero dd Tower ler expe Cent fates indicom le bdgina, EL Capital, IV, 105 autre deci CA Capital. Ediciones Sociales. Tomo IV, piging 105. Lat Teories sobre Ia plusalia (Theoricn iber den Mebrver) ban silo tiecides del francts bor Molitor (el, Costes) con dt tales Histone Ae I ppettinas Econdmicxs, en # tomes. Emplcamos aq le mieme fércnte de referencia que pore El Capital (Tomo, pagina), A menudo hemos tenido que rectificer las treducciones frances de Hegencls incluso Ia traduccion del Primer Libro de El Capital por Roy Ear sot micior el texto ale, en clertos basjes particulermente dong, Sages de sentio terice. De modo muy genet nor benon remiide, $y Lettre lecture, al texto alemén de le edictin Diets (Berlin), en le na BU Capital y ls Teoris sobre la plusvalia comprenden cale uno tet sone, LA. JACQUES RANCIERE e EL CONCEPTO DE CRITICA Y LA CRITICA DE LA ECONOMIA POLITICA DESDE LOS “MANUSCRITOS” DE 1844 A “EL CAPITAL” Esta exposiciin encuentra su justficacién en ol subriculo de Fl Cepital: Citica de Ia economia politica, ‘Este subritulo reclama dos consideraciones: 1. dl concepto de eritica es un concepto que encontramos presente en tovla a obra de Marz. Marx lo ba utilizado en todos los momentos de la evolucién de su pensamiento para designar su actividad specifica. Por otca parte, i bien este concepto ha estado presente siempre en Marx, sbemes que ha sido tematizado explictamente por Marx en un mo- mento preciso de su hisors, 2 saber, durance los afos 1842 a 1845. Du- ‘ante todo ese periodo, ha sido el concepto central de su pensamiento. De ahi viene eta pregunta: ¢Qué relaciin tiene nuestro subtitula con la tema- Alzacidm del concepto de ieica|iee econixaros en Iasobrardle’ raven yda 2, Especifiquemos el problema, El proyecto de una critica de la eco- oma politica fue formulado por primera ver por Marx en 1844. Ese pro- yyecto ha de dirigic todo el trabajo de Marx hasta el fin de su vida. Este proyecto da lugar succsivamente: =a los Mamuscritos de 1844 que se consideran explicitamente como tuna critica de Ia economia politica =a b Contribucién @ la critica de Ja economte politica de 1859 , Toda la critica se encierra en la forma como te entrelazan los tres términos que he mencionado: el sujeto, el objeto y el metodo. Hablemos primero del objeto: de qué ae Urata? Se trata de una expec riencia cuyo sujeto es 1a humanidad. La humanidad viene pasando esta ex- Periencia desde hace mucho tiempo de manera ciegs, pero ahora estamos en ‘un punto en que le es posible compreniderse a si misma. 1 Se trata de los Anas francorlemanes, Ta palabra nosofror representa aqui la conciencia critica, Es ella a primera en tomar conciencia de que ha llegado el momento en que esa experiencia toca a su término que es el conocimiento de si. Ella es la cconciencia privilegiada en Ia cual esa experiencia se hace clara para si misma, 0, mis exactamente, ella es Ia palabra con que se expresa el lenguaje en et cual esa experiencia humana conoce al fin su verdad. ‘Todo el método se encierra en ese erkldrem. Esto significa a la vex de- clarar y explicer, Exo quiere decit que la exposicién de los hechos por lo ‘que son (fie das was sie sind), Ia exposicién de Ia experiencia humana tal ¥ como se da, es ya su explicacién, Es suficiente reconocer Ia palabra que formula esos hechos (Jo que Marx lama los pecados de 1a humanidad). La formulacién de esot hechos es ya su conocimiento, y su conocimiento los suprime como pecados, puesto que lo que los constituia como pecados era precisamente el no set conocidos, el ser una experiencia ciega, Lo que se dice de capital en este erfldren, es que Ia explicacién no per~ tenece fundamentalmente a wa orden diferente del entinciata, In eanctaracién Podemos expresar esto con otra metifora: diremos que la critica es Jectura: Fl texto a que ella se refiere, es la experiencia euyo sujeto es Ia hu- anidad, Qué es lo que constituye ese texto, ese enunciado? Fse enunciado umn tejido de contradicciones. La forma bajo la eval Ia experiencia humana da « conocer su desarrollo, es la forma de la conteadiccién. Cada esfera de la experiencia humana (politics, religioss, moral, econdmica, ete.) presenta cierto nimero de contradicciones. Estas contradicciones las sicnten los in- ividuos en Jo que Marx lama nai-Womtrediceién mis frofundala que expres Ureonibpypde alienaesdnselvsinneg aia Coricceinds bal aéeripeabt vSlgatieada? A Sujeed, ef" RetnBFEexpresa los Pledicadog Gua'CodscittieH Ai es2Ri2 GA Ut Obes eREGHOr"Eh A estado de alionacién, ese objet hide'Exerida’ ley 8! Ea eahiti2 dif Wothbre ha pa sado a un ser extrafo::A ues, eoiseibekteafo aque sélo-eieiseonstituido por la esenciaibiajehadacdel homens) payaopor-vekdaderasijet, y hace pasar al hombre por su objexiisaigino brbiny s] 2b omzicrindusest vEne la:alicnaciin,:ol:ste:propid del hombre-existeibij iat forma de su ser extras Jo hulmino.existevensfasforma dé Ip inbumino;slacrizén en la forma de la no-razén. Labooa 4 gacours maNcibnE Esta identidad entre La esencia del hombre y su ser extrafio es lo que define la situacién de contradiccién. Esto es, la contradiccién se basa en a excision de un sujeto consigo mismo. Que Ia contradiccién sea escisién, ex Ia cuestiin capital para seguir toda Ia articulacién del discurso critico. En fa experiencia, sin embargo, la estructura de Ta contradiccidn ‘no aparece tal cual es. Flla se exprest en una forma particular. En efecto, la escisiin entre el hombre y su esencia tiene por consecuencia una divisiéa. Las diferentes esferas de manifestaciin de la experiencia humana —esferas ‘que corresponden a los diferentes predicados de la exencia humana— adquie- ren cada una su propia realidad auténoma, Por ese hecho, la contradiccién se presenta siempre como contradiccién en el interior de una esfera parci- cular. Todo enunciado de la contradicciin que se atenga a esa forma par- ticular es un enunciado unilateral, parcial. El trabajo de la critica consiste en clevar la contradicciéa particular a su forma general, Diferentes conceptos expresan exe cambio de nivel. Marx habla de forma general, de altura do principio, de significacién verdadera, Eatos términce ee resumen en el concepto general que express Ia operaciém, el concepto de Vermenschlichung (palabra por palabra: humanizacién). Dar a la contradic~ cidn su forma general, es darle su significacién humana: la separacién del hhombre y su esencia, Este sentido humano en el que la contradiccién par- ticular es Ia manifestacién, la critica vuelve a encontratlo al despojar Ia forma general de la contradiccién: Ia relaciin entre los dos términos cuya excisiin aparece en Ia contradicién ‘Tomemos un ejemplo. En Ia Cuestién Judia, Marx critica el modo como Bauer plantea el problema de a emancipacién de los judios. Para Baver, el problema se reduce a la relacién entee el Estado cristiano y la religion judia. ‘No considera el Estado on su forma general, sino que toma un tipo de Estado particular. Por otra parte, sélo considera el judaismo en su si apa rece aqui validada, y los conceptos de la economia clisica parecen silo expresar esa percepcién. ‘Veamos por ejemplo en el primer Manuscrito lo que Marx denomina las Ieyes de la economia, fstas son expresiones de un estado de hecho corres Pondiente al estadio de la economia politica, es decir, a cierto estadio de desarrollo de la humanidad, En su texto Umrisie 2u einer Kritik der Netionalikonomic, escrivo unos meses antes, Engels procedia de otro modo: ensayaba una eritica de los conceptos de la economia politica (por ejemplo, del concepto de valor). EL colocaba Ja contradicciin interna de estos conceptos como signo de tuna contradiccién més profunda ligada a la propiedad privada, En los Menuscrits, por el contratio, ningin eoncspto econémico es critieado como tal. Todos estos conceptos son vilidos al nivel de la economia politica. Ellos expresan adccuadamente los hechos. Simplemente no los comprendew. a economia politica aparece asi como el espejo donde se reflejan los hhechos econémicos. Este concepto de espejo ha sido tematizado explicita- mente por Marx en la Critica de la filosofia del derecho de Hegel: el Estado es el espejo donde van a reflejarse en su significacién verdaders las contradieciones de Ia sociedad civil, Este tema esta latente también en la carta a Ruge. Marx explica alli que si bien el punto de partida de la jarse ls contradicciones: el Estado y la eligi. Aqui es la economia pow Tities Ia que repcesenta exe papel de exp Ahora podemos comprender esta frase del prefacio de los Manuseritos: “Mis resultados son el producto de un anilisis totalmente empi que se basa en un estudio eritico concienzudo de la economia po- licica>, Por ser el discurso de Ia econom{a polities como un espejo, Ia Iectura de los economistas puede pasar por un anilisis empirico, y puede ser una critica de las contradicciones de la realidad econémica 2. La dlaboraciom evit La critica no se sitia al nivel de los términor de la economia poli- tica. Y, de hecho, ella toma sin critica todos sus conceptos, particular- mente los de Adam Smith, para designar los fenémenos econémicor. Ocurre que Ia critics es fundamentalmente critica del texto en sa conjunto. Una vex formulado el enunciado del discurso econdmico, la | | { #1 concerto px exirica an critica intervene. Vamos 4 poncrnos por encima del nivel de Is economia folitica y a exponce ea su forma general Ia contradicciin enunciada en el discurso del economists, ste cambio de nivel lo hace Marx explicito al comienzo del texto so- bre al trabajo alienado (Ediciones sociales, p. $5). Esta sefalsdo por Ia ‘oposicién entre los dos verbos fassen y begrcifen. La economia politica parte del hecho de Ia propiedad privads, pero no nos la explica, Expresa (fassen) el proceso material que la propiedad privada describe en realidad en formulas generales_y abs- tractas que tienen inmediatamente para ella valor de leyes. Filla no comprende (begreifen) estas leyes, es decir, ella no musica como Jas eyes se derivan de Ia esencia de a propiedad privadse. La economia politica capta las leyes que manifiestan el movimiento de la propiedad privads. Flla no comprende esas leyes en su encadenamiento interno, no las comprende como expresiones del movimiento de Ia esencia de Ja propiedad privada, Y esta comprensiém es la tarea propia de Ia critica, {Cémo se va a operar? Aqui surge el problema del punto de partida. Este punto de par- ‘ida no puede ser una abstracciém. Debe ser del orden de los fenmenos. Por otra parte, cste fendmeno es ca principio indiferente. Este punto de partida seri lo que Marx llama ua ébecho econémico actual». Marx ex- pone este hecho y después formula el concepio: «Nosotros partimes de un hecho econémico actual. El obrero se hace tanto mis pobre cuants mis rqueza produce, cuanto mis ercce su produccia en poder y en volumen, El obrero se torna wna mer eancia tanto mis vil evantes mis mercancias produce. La. deprecia~ cién (Entwertung) del mundo de los hombres auments en razén directa a Ja yalorizacioa (Verwervung) del mundo de las cosss, EL trabajo no produce més que mercancias: se produce a si mismo y pro- duce al obrero como mercancia, y esto en ta medida en que produce mercancias en general. Ene hecho no expresa nada mis que esto: el objeto que ol trabajo pendnee, en producta se le enfrenta como um ter extra, como sna potencia independiente del broductor. EL producto del trabajo cs el trabajo que se ha fijado, coneretado en un objeto, es Ia objetivaciin al trabajo. La sctualizacién del trabajo os au objetivacin, En la et tadia de Ia economia politics, esta actualizaciin (Werwirklichung) del trabajo aparece como una pérdida para ef obrero de su realidad 2 JACQUES RANT (Enewirklichung), la objeivacién como Ia pérdida del objeto y Ja servidumbre a éste, We apropiacién como la alienacién (Entfremdung), 1 desprendimieato (Eatiuscrung) >. El hecho econémico de que parte Mare es la pauperizacién: el obrero se hace tanto mis pobre cuantas mis riquezas produce. Marx procede tun anilisis de Iz esencia de este hecho. Este hecho exprosa algo, este fe- rnémeno expresa una esencia. La pauperizacin manifiesta el proceso cuya forma general y humane es la alicnaciéa, EL hecho econémico sufte asi una claboracién que le permite descul su sentido. Entre los dos pirrafos tenemos 1a transposicién de una estruc~ tura a otra. Bajo el enunciado de los hechos econémicos se ha desizado del texto de referencia, texto de Ia critica antropoligica que enuncia el proceso de alienacin. La pauperizacién —econémica— ha legado a ser Ia alicnacién-antropolégica. Todo se desarrolla al nivel de dos enunciados, que yo doy en forma simplificada: —41 hombre produce a Dios <1 obrero produce un objeto, EI hombre produce a Dios, o sea, él hace objetivos en Dios los pre- icados que constituyen su esencia, Cuando se dice que el obrero produce tun objeto, se parte del concepto prossico de produccin, pero el desliza- miento se opera gracias a exe concspto que permite concebie Ia rela entre el obrero y su producto segin el modelo de la relacién entre Dios y el hombre en Ia religién. Asi, Ia actividad productiva se identifica con la actividad genérica (actividad del hombre en tanto que él afiema asi su ‘exencia propia), y el objeto producido con la objetivacién del ser genético del hombre, El hecho de que este producto vaya a incrementar el poder del capital, aparece como el iltimo momento de Ia alienacién, aquel en que el hombre se hace objeto de su objeto, De este modo se ha proyectado sobre Ia relacién obrero-producto el es- ‘quema de a alienacién religiosa, En la alienacién religiosa hay, efectivamente, adecuacion entce el hombre y su producto. Dios esti hecho silo de pre- dicados del hombre. Es, pues, un objeto absoluramente transparente donde el hombre puede reconocerse, y cf fin de la alienacién se presenta Wigica- mente como recupesacisa por ol hombre de aquello que «I habia objetivado fen Dios, Ahora bien, 12 transparencia de la relacién sujeto-objeto, dada como base de Ia critica de Ia religién justificads por la naturalera misma del objero, es introducida aqui por Marx en Ia relacién entee el obrero y su producto, El producto del obrero se supone ser algo en que el obrero deberia reconocerse, HL CONCEPTO DE cxinica % Esta transposicién ha sido posible porque se ha hecho un juego de Palabras sobre el concepto de produccién. Lo mismo ocurre con el con- expto de objeto. Decir que el obrero produce un objeto, e+ algo aparente- mente muy inocente, pero bajo este concepto indeterminado de objeto se introduce la concepeién feuerbaquiana del objeto. Feuerbach la expresa asi fen Ia Esencia del cristianismo: ‘. id. p. 61, EL objen pepdorde purl bres eparca tal eet tf cebed baquiano, como la objetivacién de Ia esencia propia del hombre. Lo que hace posible la operacin critica es el deslizamiento realizado. Fost Ll cial prodeteoatg ble Al eos Ua fa easel one Peete enact eats ecg Nel at toacmeea arta cance al ace artes A este procedimiento que permite 2 Ia ley econémica tornarse ley an- tropolégica (forma general de Ia contradiccién) lo lamaremos axfibologia. Le anfibologia y su fundamento ‘Veamos, por una parte, Ia estructura de referencia de Ia alienacién. En Ia alienacién se produce la inversién siguicote: la vida genérica el hombre se torna el medio de su vida individual, su esencia se torna el medio de su existencia, Asi, en la Cuestién Judie, Marx muestra como la Declaracién de los derechos del hombre hace de la vida politica, que repre= senta la vida genérica del hombre, un simple medio para preservar los inte- reses egoistas de los miembros de Ia sociedad burguesa. ‘Veamos, por otra parte, un concepto econémico, el concepto de me- ddios de subsistencia. Se sabe que para la economia clisica el valor del tra- bajo es igual al valor de los medios de subsistencia necesarios del obrero. Por otra parte, sabemos que en El Capital, Marx dirige su eritica al co eepto de valor del erabajo y muestra que no ex mie que una exp: irracional del valor de la fuerze de trabajo. Al nivel en que estamos, no se trats de hacer una critica semejante; en cambio si es posible plantear Ia ecuacién siguiente: tuabsjo del obrero = actividad que procima al obrero sus ‘dios de subsistenia, he Jacours RANCIERE EL cONcEPTO DE exinica, 9 ‘Ahora bien, én.la antropologia del joven Marx, el trabajo es 1a ma- nifestacién de Is vida genérica del hombre; tenemos pues: Observaciones: 4) La primera anfibologia es Ia anfibologia obrero/hombre. tisbajo del obzero = manifestacién de Ia actividad gentvica del EL sujeto del proceso al comienzo es el obrero. Se podria pensar, pues, shee que se parte aqui de un punto de vista que es dl de la lucha de clases Por tanto: En realidad, no es asi. En el segundo pirrafo de nuestro texto, ese obrero ‘es ya un producfor. Mis tarde, este productor es ya simplemente el hombre, Manin, de aad aid gw ros al ero foe me Releamos el eomionzo de mueitro texto (p. $7): El obrero se hace tanto mis pobre evanta mis riqueza_ produce, Seems cuanto mis crece su produccién en poder y volumens. Comparemos ahora con este texto, el texto del tercer Manuscrito: (p. 100) El hombre se hace cada ver mis pobre como hombre, cada ver tiene mis necesidad de dinero para aduefiarse del ser hostil, y el poder de ‘su dinero cae exactamente en razén inversa del volumen de la produccién, 9 sca, que su indigencia aumeuta 4 uvelida que erece el poder del dinero», La alicnacién se ha vuelto alicnacién del hombre en general. Manifeaciin de la vida genérica = medio de mantener la existencin indi " vidual ‘YVolvemos encontrar aqui a inversiéa medio-fin caracteristica de la alienaciéa. El concepto de medios de subsistencia ha permitido cubrir a ley evoutinica com Is extrucrura antropolégicn, Hemos dado aqui un ejemplo de operaciin que no cs desarrollado explicitamente por Marx, pero que fundamenta la posibilidad de su dis- curso, Semejante demostracién puede hacerse con otros conceptos de los Manuscritos, Podemos entonces hacer un cuadro de las anfibologias, donde se veri coma los términos y Tos encadenamientos de los términos (eyes) de la economia clisica son transferibles inmediatamente al discurso critica (antropolégico). b) La anbiologia del valor se hace sensible en la pareja de vocablos ‘Verwertung/Enterwertung de nuestro texto, Al coucepto econémico clisico de valor se ha superpuesto un concepto de valor que de hecho remite al con- cepto (kantiano) de dignidad. ©) La anfibologia del cambio aparece explicita sobre todo en los eua- dernos de lectura donde Marx ha comentado 2 los economistas que él habia Ieido antes de redactar los Manuscritos. El cambio se comprende antropolé- sgicamente como intersubjetividad. En Ia etapa de Ja economia politica, ol ‘cambio apatece como la forma alienada de la comunidad humana (Geme- th cities inwesen). El concepto de comercia (Verkebr) se toma igualmence con esa resonancia intersubjetiva (incluso en Ia Ideologia Alemana el concepto de Verkebrsform planteado como equivalente del concepto de relaciones de Cuadro de las anfibologias ober) hombre teabao Sctvided pendsica fs i Prodcro Seeley Produccin conserva wn contenido antropoldgico) fMelios de sobaitenca Iedior ce vida (Lebensmitel) 4) Las otras anfibologias ya han sido explicadas, con excepcién de id Yale (Wes) = dgniad (Warde) Ia anfibologia de Ia riqueza, sobre la cual volveremos a hablar. ae merci (Verkehr) ‘Abora podemos defini lo que es el begreifen que earacteriza a la eritica. Flguera Squecs’(Sinnlchkeie feverbaguiana) Consiste en una resolucién por sustitucién de términos de las ecuaciones donde se plantea Ia contradicciéa. Cuadro de las oposiciones pertinentes ; Estas ecuaciones son, por ejemplo: ‘ | Peaanetres cali gt i ome ea de las cose Aepreciactin del mundo de los hombres is valoc del tabajo = valor de. los medios de subsistencia 96 JACQUES RANCIERE Se aleanza Ia soluciin evando se legs a la ecuacién fundamental, a la identidad: csencia humana ser ajeno. Esta ecuaciéa nos indica, en efecto, el principio de La contradiccién, Ja separacién de la esencia humana del sujeto humano. Esta separacion se expresa en los Manuscritos por el concepto de trabsjo alienado, Asi, el tra- bajo alienado es el concepto (Begriff) planteado, la solucién de codas las {4Cémo seri posible, partiende de esta determinacién del concepto, cons- tituir ef diseurso eritico de la economia. politica? Marx nos lo indica en Ia pigina 68: ‘. p. 65. La condiciin de la teansporicién eritiea consiste en qué puede operar Ia estructura Sujeto-Predicado-Objeto. Esto se hace posible gracias a Ia in troduccién del posesivo: su produccién. Por poco que s reflexione sobre ello, se ve que esa relacidn de pertenencis no es nada menos que evidente, ¥; tatindose del obrero de la gran industria, aquélla no tiene mucho sen ido. Ahora bien, su introduccién ¢¢ Jo que permite en el campo de los fengmenos econmicos centrarse alrededor de un sujeto, Este sujeto no esta dado en el obrero. Esti en su producciém. Dicho de otro modo, el despeje del predicado es lo que determina al sujeto. ‘Por qué introducire aqui ese posssivo su, esa relacién de pertenencia sjeto/predicado? El propio concepto de froduccién Ia induce. AL no wr detinido cientiticarente como lo sri en El Capital, es deci, situado en tun proces, este concepto indica solamente un acto que ecure en la efers de setvidad de un sujet en una relacibn sujeto/objeto. De modo mis ge- sera, los conceptos de la economia clisica (sociedad, producto, riquers, sanancs, ete...), por no ser erticados, determinan ese lugar de un sujet, Si nos anticipamos y confroatamos el eoncepto de produccién aqui onserado con el concepto de frocezo de produceién en El Capital veremos ave en El Capital es el concepto de relaciin de produccién lo que perme iminar las anfibologias mediante la des-rubjeivacn dela eategoras co- micas, Aqui es su ausencia lo que determina al sujeto/hombre como 50- porte necesario de esas categoria, Abora vemos por qué Ja no-crtica de los términos de la economia politica er la cond émo la no-determinacién de un dominio de la economia politica es ls ondicién de la determinaciin de lor fenémenos econémicos como expre- siones de un proceso antropolésico. én de la eritica de Is economia politica; ahora vemos A cste fin, no es indiferente preguntarse quién representa Ia economia politica en los Manuscritos. Si nos referimos a lot textos citados en el primer Manuscrito, vemos que pectenecen a dos categoriast Ios unos (Ia mayoria) ton extraidos de Adan Smith, los otros son extraidos de Buree y de Sismondi (que representan Ia eritica humanista del de Ricardo). De estos textos es de donde Marx extrae las leyes de la ecomomta politica que él tras= planta a la ceoria antropologica, En cambio, se puede observar en esta misma recopilacién de textos del primer Manuserito una casi ausencias la de Ricardo. EL coNcEPTO DE cxfrica ” Ricardo se menciona varias veces, sobre todo en el segundo Manuscrité. El es quien expresa cinicamente todas has consecuencias inhumanas de la economia politics. Pero Marx no refleja aqui lo que hace la originaidad de Ricardo en el seno de ls economia clisica. Ricardo es quien expresa en el interior dela economia politica la diferencia entte la esencia y el fenbmeno. Pero, para cl joven Marx esa diferencia exe fuera del discurto econsmico. Ella es precisamente lo que define la diferencia entre el discurso.econémico ¥ dl discurso eritico que es su sentido, En El Capital, Marx capta esa originalidad de Ricardo y sitéa en este nivel su diferencia de Ia concepeién ricardiana en euanto que ella repre- senta lo mis profundo de la economia clisica. Al nivel de los Menuscritos, Ricardo aparece como el hombre de la abstraccién, aquel que, definicndo Ih concurrencia como algo accidental, nicga los fendmenos econémicos apa- rents para imponer sus abstracciones (esto es lo que Marx Je reprocha en sus notas de lectura). Del mismo modo, Ricardo es aquel que reduce Ja importancia de los factores subjetivos en la economia, El joven Mare silo concibe esta re- duccién como expresién de la inhumanidad de las leyes de la economia politica, Si Marx no capta en su verdadero nivel 1a importancia de Ricardo, = porque los Manascrifos son menos una critica de los principios de la economia politica que wna verdadera feoris de la riqueza (mis adelante ve- remos Jo que esto significa). Observacion. ‘Al lado del cuadro de las anfibologias yo be colocado el cuadro de las oposiciones pertinentes: persona/cosa y medio/fin, Son estas oposciones las que dan sentido al dscurso antropolégio. Al mismo tiempo se nos remite al campo donde se eacucatra localizada la pertinencia de esas oposiiones, sl campo de la moral kantiana, Sélo quievo llamar aqui Ia atenciéa sobre un problema: si bien hemos tematizado profusamente el problema de la relacién Marx-Hegel, no hemos ppensado en una relacin que es aceso decsiva para concebie la ruptura entre la eritia del joven Mare y la del Marx de la madurer, Ia relacién Kane Mare. Podemos preguntarnos si el terreno en que se mantiene el joven Marx. ro extari delinesdo por las oposiciones Kentianas (autonomia/heteronomia, persona/cosa, medio/fin). Canvendria entonees estudiar en El Capital el

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