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Sobre el paso del tiempo

Desde el área de psicología nos acercaron este


texto que produjeron Julieta Uner y Gabriela
Edelsztein sobre la vejez y los prejuicios
instalados en la sociedad que la rodean y se
perciben a simple vista en programas como “Los
Simpson”.

Hay momentos particulares en la vida de los seres


humanos que conllevan diversas crisis vitales: la
adolescencia; la mediana edad en las mujeres y la
tercera edad. Todos acarrean diversos cambios
significativos. Sin embargo, la vejez tiene una
connotación social determinada y una transformación a
nivel familiar, psíquico y biológico particular. Por eso,
es importante analizar este momento vital, y, por sobre
todas las cosas, las connotaciones sociales que el “ser
viejo” conlleva, los prejuicios.
¿Cuáles son los cambios que se producen en la
vida de las personas cuando entran en la denominada
“tercera edad”? Al abordarla como estado de
involución y no de enfermedad, no se puede dejar de
tener en cuenta la interdependencia de las dimensiones
fundamentales de la personalidad humana. El
envejecimiento es un proceso dinámico de cambios
corporales sociales y psicológicos que obligan a la
persona mayor a una redefinición de su identidad
social. (seguir leyendo)
Las posibles modificaciones biológicas más
comunes son: alteración del sueño, tendencia a la
deshidratación, perdida de agudeza en los sentidos,
cambios en la figura corporal, caída del cabello, y de la
dentadura, disminución del rendimiento en las
actividades, lenificación en el tiempo de reacción y en
los movimientos, marcha menos sostenida, rigidez
motriz.
A nivel psicológico es probable que sufran: miedo
a la muerte, duelos por la imagen de su cuerpo,
sobreestimación del pasado, falta de esperanza,
egoísmo, tacañería o la avaricia, misoneísmo (rechazo a
lo nuevo), lentitud para aprender y deterioro de la
memoria.
Los cambios sociales son los más trascendentes,
porque están llenos de prejuicios y estereotipos que lo
aíslan y desprestigian la figura de la persona mayor.
Una primera modificación es la pérdida del rol que
durante años desarrolló dentro de la sociedad y, con
ello, las redes vinculares que van desapareciendo. Otros
factores que engendran el aislamiento o la soledad son
la muerte de un familiar o amigo, las separaciones, la
jubilación o el retiro y la internación en hospitales y
geriátricos.
A lo largo de la historia se han hecho diversos
análisis acerca de discriminaciones por motivos de
color, cultura, religión o contra las mujeres en función
de su sexo. Pero poco se ha hablado de un prejuicio
particular que, sin embargo, esta muy arraigado en todo
el mundo: el que se da hacia los viejos en función de su
edad, denominado “viejismo”.
A fines de la década del 50’ en la Universidad de
Chicago, E. Cumings y W. E. Henry, postularon la
“teoría del desapego” en el libro Growing old: the
process of disengagement. Según analizaron, a medida
que el sujeto envejece se produce una reducción de su
interés vital por las actividades y objetos que lo rodean,
lo cual va generando un sistemático apartamento de
toda clase de interacción social. Gradualmente la vida
de las personas viejas se separa de la vida de los demás,
se van sintiendo menos comprometidos
emocionalmente con problemas ajenos y están cada vez
más absortos en los suyos y en sus circunstancias. Este
proceso no solo pertenecería al desarrollo normal del
individuo, sino que es deseado y buscado por el,
apoyado en el lógico declinar de sus distintas
capacidades. Aun siendo individual, este desapego
cumple una función social importante al permitir un
adecuado desarrollo económico de las generaciones
mas jóvenes.
Esta teoría expone que los seres convertidos en
viejos perderían algunas de las características mas
humanas (el hecho de sentirse acompañados, escuchar
al otro o ser escuchados), desaparecería la capacidad y
el entusiasmo de establecer cualquier lazo social con el
otro. Esto significa que el paso del tiempo en el ser
humano conlleva una marginación progresiva del sujeto
en la sociedad. Y no sólo eso, sino que las personas
“jóvenes” tendrían que cooperar con dicho proceso,
ayudando al sujeto en el “desapego” de la sociedad.
Esta teoría se ha convertido en un punto de referencia
obligado de todas las investigaciones sobre los aspectos
psicosociales de la vejez.
En la actualidad podemos observar que ciertas
manifestaciones culturales demuestran una critica
explicita e irónica a la teoría del desapego, instalada
durante largo tiempo, especialmente en la sociedad
norteamericana. A simple vista se observan dentro del
entorno familiar y social factores que contribuyen a
reforzar los preconceptos y alimentan la posibilidad de
que la persona de edad avanzada quede inmersa en la
mirada y la opinión negativa e infundada que tienen de
él. Por ejemplo, en los dibujos animados “Los
Simpson” muestran como el abuelo es desvalorizado y
marginado de su familia y de la sociedad en general. Lo
internan en un asilo de ancianos para no verlo y
mantenerlo apartado. Cuando lo visitan muestran una
burla y una subestimación a la persona anciana.
Explícitamente en un capitulo de la serie Homero le
dice a su padre (el abuelo) que los viejos son
totalmente inútiles, mientras larga una carcajada de
burla. Esta situación representa toda una ideología
presente en la sociedad norteamericana hacia los
mayores.
En nuestra sociedad la palabra “viejo” esta
íntimamente ligada a una connotación negativa. En los
medios de comunicación la juventud y la belleza
(también ligada a un cuerpo y un rostro joven) es lo que
prima y a lo que uno debe aspirar como meta
privilegiada. La eterna juventud como un ideal que es
lógicamente inalcanzable e irreal. Sin embargo, es un
símbolo de éxito que está muy enquistado en nuestras
mentes.
Algunos de los prejuicios más comunes:
Desde lo social:
o El viejo no puede aportar nada útil: ¿para qué
escucharlo, incluirlo o integrarlo?
o Vive en su mundo.
o No debe sufrir ni enterarse de cosas negativas porque
lo afectan: se lo tiene al margen de la realidad.
o Ya está viejo para trabajar: ¿se le pregunta qué es lo
que quiere? ¿Se tiene en cuenta su voluntad?
o No puede decidir por sí mismo: se le va quitando
posibilidad de hacer.
o Tienen muchos accidentes en el hogar
o No son responsables y pierden las cosas.
o No les interesa lo que los rodea
o Les gusta vivir aislados

Desde la salud-enfermedad:

• Siempre están enfermos


• Pasan mucho tiempo en la cama por sus
enfermedades
• Toda enfermedad que se presenta en la vejez es
crónica

Desde nuestro lugar estamos totalmente de acuerdo en


sostener como modo de comprensión del aspecto
psicosocial de la vejez la teoría del apego. Esta se
apoya en estudios que demuestran que en un entorno
positivo la gente mayor prefiere generalmente la
actividad y los contactos sociales informales más que el
desapego (Carp 1966). Además sugiere que las
conductas de desapego de los viejos son resultado de
conductas adversas del entorno más que elementos
constitutivos propios de la edad. Por eso, deben
permanecer activos tanto tiempo como les sea posible
y cuando ciertas actividades ya no sean posibles deben
buscarse sustitutos para ellas (Maddox 1973).
Queda como interrogante preguntarnos el por qué del
prejuicio, qué es lo que sostiene el rechazo hacia la
vejez. Una posible respuesta podría ser el miedo a la
muerte: un hecho inevitable que, sin embargo, nos
resulta imposible de representar. Es una incógnita, un
lugar vació en nuestras psiquis. Suponemos que una
manera de representarla es la figura del anciano, reflejo
de nuestra futura vejez y, por lo tanto, de nuestra futura
muerte. Esto significa que tanto el prejuicio, como la
discriminación y la marginación hacia los viejos sería
un intento de negar y evitar la propia muerte.
Otra posible respuesta seria que la omnipotencia y
el orgullo del hombre como una respuesta hacia
circunstancias que están exentos de su posible manejo.
La muerte es inevitable e inimaginable. Por lo tanto, su
negación implicaría una negación de nosotros mismos
como seres humanos, como seres mortales. De modo
que, es ilógico rechazar a alguien sólo por los años que
lleva vividos, ya que es parte del proceso natural del
hombre.

Expusimos posibles acercamientos a la problemática


del viejísimo. Esperamos que continúen
desarrollándose para hacer desaparecer un prejuicio tan
presente y, al mismo, tiempo tan poco analizado.

Cabe recordar la clara y terminante postura de la


Torá en cuanto a la tercera edad, descrita
notoriamente en un versículo: “Y honrarás el rostro
del anciano”. Explicaron nuestros sabios que la
intención del mismo es transmitir un deber de
respetar a las personas de edad avanzada sólo por el
hecho y sin diferenciar en sus aptitudes. El
mencionado versículo no finaliza ahí, sino concluye
diciendo “y temerás a Di-s” es decir que el respeto
que le debemos a esta persona debe ser verdadero y
sincero y no algo exterior o condicional, de manera
que sólo Di-s puede distinguirlo. Es muy lamentable
saber que nuestra sociedad no pone en práctica esta
posición, probablemente por ignorancia.

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