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Casilda Igarzábal

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Casilda Igarzábal

Casilda Igarzábal de Rodríguez Peña

6 de abril de 1774
Nacimiento Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata
(Argentina)

31 de julio de 1844
Fallecimiento Buenos Aires, Confederación Argentina
(Argentina)

Nacionalidad Argentina

Partido
Patriota
político

Cónyuge Nicolás Rodríguez Peña

Jacinto, Demetrio, Nicolás y Catalina


Hijos
Casilda Rodríguez Peña Igarzábal

Padres Domingo de Igarzábal y Josefa Echeverría


Casilda Igarzábal (1774- † 1844) fue una patriota argentina, esposa de Nicolás Rodríguez
Peña, uno de los principales líderes de la Revolución de Mayo. Es considerada una de las
Patricias Argentinas.

Contenido
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• 1 Biografía
• 2 Referencias
o 2.1 Notas
o 2.2 Bibliografía
• 3 Enlaces externos

• 4 Versión audible

[editar] Biografía
Casilda Igarzábal nació en Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata, el 6 de abril de
1774, hija de Domingo de Igarzábal, alcalde de primer voto en 1812, a su vez hijo y nieto
de cabildantes, y de Josefa Echeverría.

Contrajo matrimonio en mayo de 1805 con Nicolás Rodríguez Peña. Su residencia, una
añosa quinta sita en el perímetro de las actuales calles Callao, Viamonte, Ayacucho y
Charcas fue punto obligado de reunión de los partidarios de la emancipación, entre los que
se contaron Manuel Belgrano, Feliciano Chiclana, Juan José Paso, Hipólito Vieytes,
Manuel Alberti y Juan José Castelli entre otros.

Junto con las señoras de Riglos, Lasala, Castelli, Agrelo, etc. se contaba entre las más
decididas patriotas.

Fueron ellas quienes en la mañana del 18 de mayo de 1810 se presentaron en el lugar


(posiblemente en casa de Juan José Viamonte) donde se intentaba de convencer a Cornelio
Saavedra de que había llegado el momento de la revolución. En esa ocasión Casilda
Igarzábal se dirigió resueltamente al comandante de las milicias y le dijo "Coronel, no hay
que vacilar, la Patria lo necesita para que la salve. Ya sabe usted lo que quiere el pueblo,
y usted no puede volvernos la espalda y dejar perdidos a nuestros maridos, a nuestros
hermanos y a todos nuestros amigos".

Una de las decisiones adoptadas por el cabildo abierto del 25 de mayo de 1810 ordenaba a
la Junta Gubernativa disponer el envío de una expedición a las provincias del interior con el
objeto formal de asegurar la libertad en la elección de diputados que las representarían en el
gobierno. Más allá de esa justificación razonable, era preciso evitar con rapidez la
formación y consolidación de núcleos contrarrevolucionarios y demostrar a los partidarios
en el interior del movimiento emancipador que serían sostenidos con decisión y
preservados en sus vidas y hacienda por el nuevo gobierno.

El primer objetivo de la Expedición Auxiliadora sería la provincia de Córdoba, donde se


organizaba la resistencia alrededor del héroe de la reconquista Santiago de Liniers.

Resolución del 7 de junio de 1810.

El Cabildo del 25 de mayo había asignado recursos para organizar el nuevo ejército: los
sueldos del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y de otros altos empleados de su
administración. No obstante, sea por resultar insuficientes, o como medio para movilizar y
comprometer a los vecinos con la causa, se inició una suscripción pública.

Lista de suscriptores.
El 7 de junio la Gazeta de Buenos Aires publicó una resolución en los siguientes términos:
"No pudiendo mirarse con indiferencia los loables fines propuestos en la expedición que
pidió e pueblo para las provincias interiores, y siendo un deber de la Junta llenar este
encargo a que se le sujetó en las actas de su inauguración, avisa a los buenos patriotas
que pueden concurrir al señor Vocal don Miguel de Azcuénaga, quien recibirá los
ofrecimientos que voluntariamente se hagan, con reserva de reglar la Junta los destinos,
con concepto a la calidad de los sujetos y nombrar la parte de fuerza efectiva y jefes que
deben presidir la expedición".

Iniciada la suscripción para la también llamada "expedición de Unión de las Provincias


interiores" la primera patricia que aparece en la lista de donativos publicada por La Gaceta
es Casilda Ygarzabal y Peña contribuyendo "con el haber de dos hombres durante la
expedición"

Con esos donativos y los que se hicieron en varias provincias, un mes después la Junta
pasaba revista en Monte Castro a más de mil hombres.

Tanto en los años previos como en los que siguieron a la Revolución de Mayo estuvo al
lado de su marido a quien "acompañó en sus trabajos, en sus zozobras y en el triunfo de
sus ideales, con entusiasmo y con una entereza que conservó en medio de las agitaciones y
contrastes que por tantos años pasó este país"1

Fue socia fundadora de la Sociedad de Beneficencia organizada por Bernardino Rivadavia,


ministro del gobernador Martín Rodríguez, tras disolver la Hermandad de la Santa
Caridad. Presidida por Mercedes Lasala de Riglos e integrada entre otras por Juana del
Pino de Rivadavia, hija del ex Virrey y esposa del Ministro, María Rosario Azcuénaga,
Bernardina Chavarría de Viamonte, esposa del general y Mariquita Sánchez, la Sociedad se
hizo cargo de todas las instituciones de bien público destinadas a mujeres y niños, que hasta
ese entonces habían regenteado las Órdenes y Hermandades, incluida la Casa de Expósitos.
Casilda Igarzábal presidió la Sociedad de Beneficencia entre el 4 de febrero de 1838 y
febrero de 1840 cuando renunció, probablemente en razón de que el gobierno de Juan
Manuel de Rosas no sería afecto a su gestión por la oposición que le hizo su hijo Jacinto
Rodríguez Peña, partícipe de la conspiración de Ramón Maza.

Falleció en su ciudad natal el 31 de julio de 1844 y fue sepultada en el Cementerio de la


Recoleta.

Una escuela de Villa Santa Rita en la ciudad de Buenos Aires lleva su nombre, así como
una calle en Villa Bordeu, Bahía Blanca.

En el Museo Histórico Brigadier General Cornelio de Saavedra se conserva una mantilla de


su propiedad

Bernardina Chavarría
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Bernardina Chavarría

Bernardina Chavarría de Viamonte

Nombre Bernardina Chavarría Suárez

20 de marzo de 1785
Nacimiento Buenos Aires, Virreinato del Río de la
Plata (Argentina)

18 de marzo de 1832
Fallecimiento
Buenos Aires, Argentina

Nacionalidad Argentina

Partido político Patriota

Cónyuge Juan José Viamonte

Bernardo de Chavarría Andrade y Lizarda


Padres
Suárez Flores

Bernardina Chavarría (1785- † 1832) fue una patriota argentina, esposa de Juan José
Viamonte, uno de los principales comandantes del ejército de la Revolución de Mayo. Es
considerada una de las Patricias Argentinas.

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• 1 Biografía
• 2 Referencias
o 2.1 Notas
o 2.2 Bibliografía

• 3 Enlaces externos

[editar] Biografía
Bernardina Chavarría nació en Buenos Aires, Virreinato del Río de la Plata, el 20 de mayo
de 1782, hija de Bernardo de Chavarría Andrade1 y Lisarda Suárez Flores.2

Contrajo matrimonio el 20 de mayo de 1800 con el general Juan José Viamonte, con quien
tuvo numerosos hijos: Albana,3 Martiniana, Isabel Viamonte Chavarría, Avelino,4 Carmen,
Bernabela y Juan José Viamonte Chavarría.

Adhirió tempranamente a la causa de la emancipación, al igual que su marido, hombre del


presidente de la Primera Junta Cornelio Saavedra. Una de las decisiones adoptadas por el
cabildo abierto del 25 de mayo de 1810 ordenaba a la Junta Gubernativa disponer el envío
de una expedición a las provincias del interior con el objeto formal de asegurar la libertad
en la elección de diputados que las representarían en el gobierno. Más allá de esa
justificación por otra parte razonable, era preciso evitar con rapidez la formación y
consolidación de núcleos contrarrevolucionarios y demostrar a los partidarios en el interior
del movimiento emancipador que serían sostenidos con decisión y preservados en sus vidas
y hacienda por el nuevo gobierno.

El primer objetivo de la Expedición Auxiliadora sería la provincia de Córdoba, donde se


organizaba la resistencia alrededor del héroe de la reconquista Santiago de Liniers.
Resolución del 7 de junio de 1810.

El Cabildo del 25 de mayo había asignado recursos para organizar el nuevo ejército: los
sueldos del Virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y de otros altos empleados de su
administración. No obstante sea por resultar insuficientes o como medio para movilizar y
comprometer a los vecinos con la causa se inició una suscripción pública.

El 7 de junio la Gazeta de Buenos Aires publicó una resolución en los siguientes terminos:
"No pudiendo mirarse con indiferencia los loables fines propuestos en la expedición que
pidió e pueblo para las provincias interiores, y siendo un deber de la Junta llenar este
encargo a que se le sujetó en las actas de su inauguración, avísa a los buenos patriotas
que pueden concurrir al señor Vocal don Miguel de Azcuénaga, quien recibirá los
ofrecimientos que voluntariamente se hagan, con reserva de reglar la Junta los destinos,
con concepto a la calidad de los sujetos y nombrar la parte de fuerza efectiva y jefes que
deben presidir la expedición".

Lista de suscriptores, Gazeta del 12 de julio de 1810.

Iniciada la suscripción para la también llamada "expedición de Unión de las Provincias


interiores" Bernardina Chavarría aportó la suma de 50 pesos fuertes y el doble su esposo,
quien marcharía con el primer ejército de la revolución.

Con esos donativos y los que se hicieron en varias provincias, un mes después la Junta
pasaba revista en Monte Castro a más de mil hombres.

Fue socia fundadora y segunda presidenta de la Sociedad de Beneficencia organizada por


Bernardino Rivadavia, ministro del gobernador Martín Rodríguez, tras disolver la
Hermandad de la Santa Caridad. Presidida por Mercedes Lasala de Riglos e integrada
entre otras por Juana del Pino de Rivadavia, hija del ex Virrey y esposa del Ministro, María
Rosario Azcuénaga, Casilda Igarzábal de Peña y Mariquita Sánchez, la Sociedad se hizo
cargo de todas las instituciones de bien público destinadas a mujeres y niños, que hasta ese
entonces habían regenteado las Órdenes y Hermandades, incluida la Casa de Expósitos.

Falleció en su ciudad natal el 18 de marzo de 1832 y fue sepultada en el Cementerio de la


Recoleta

Ana Perichon
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Ana Perichon

1775
Nacimiento
Islas Mascareñas

1 de diciembre de 1847 (72 años)


Fallecimiento
Argentina, Buenos Aires

Cónyuge Thomas O'Gorman

Juana Magdalena Abeille y Esteban


Padres
Armando Périchon de Vandeuil

Ana Perichon. Fue apodada como “La Perichona”, “Madame Perichon”, la Maga, y mucho
después la Mata-Hari de América. Tuvo una agitada vida social, erótica, política. Se dice
que fue amante del Virrey Santiago de Liniers, espía de los británicos, de los portugueses,
de los franceses, protectora de contrabandistas y gestora de negocios turbios, tanto en
Buenos Aires como en Brasil. El apodo despectivo "La Perichona" le fue dado por analogía
con el de La Perrichola.
Hija de Esteban Armando Périchon de Vandeuil (Caballero, empleado de la Compañía de
Indias, natural de París) y de Juana Magdalena Abeille. Nacida aproximadamente en 1775,
en la entonces Isla de Borbón (ahora La Reunión) una de las que conforman el archipiélago
de las Islas Mascareñas.

Contrajo nupcias con el irlandés Thomas O'Gorman en Ville de Port-Louis, en la Isla


Borbón (ahora La Reunión), el 12 de febrero de 1792. Arribó al Río de la Plata junto a sus
padres, hermanos y esposo en 1797, a bordo de la fragata francesa “María Eugenia”.

Falleció en Buenos Aires, el 1 de diciembre de 1847, a los 72 años.

Contenido
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• 1 Madama Perichon y su familia


• 2 Arribo al Río de la Plata
• 3 Su relación con Santiago de Liniers
• 4 El escándalo del pueblo
• 5 Destierro en Río de Janeiro
• 6 Retorno a Buenos Aires
• 7 Referencias

• 8 Véase también

[editar] Madama Perichon y su familia


En la pacata Buenos Aires colonial, los amores del viudo cincuentón que fue héroe de la
Reconquista con la bella criolla-francesa Anita Périchon significó un auténtico escándalo
que tuvo derivaciones políticas.

Un autor ha escrito sentenciosamente que: “La historia se enriquece en constantes


rectificaciones”. Las que intentaremos en este artículo, servirán para poner en claro los
errores cometidos por el eminente biógrafo Paul Groussac, al ocuparse de Madama
Perichon y su familia, en su clásico libro titulado: Santiago de Liniers, Conde de Buenos
Aires (Bs. As. 1907). Dice el crítico que “son escasísimos los datos auténticos que acerca
de la seductora criolla (sic) y su familia he logrado encontrar”, habiendo utilizado los
extraídos de muchos impresos y expedientes manuscritos.

¿Por qué Groussac habla de su oriundez criolla, cuando en verdad era connacional suya la
madama Anita Perichon?. Eso lo dejaremos para más adelante.
Groussac comienza refiriéndose, en primer lugar, al jefe de familia al que llama “Jean
Baptiste Perichon”, pero cuyo verdadero nombre y apellido era el de Esteban Armando
Périchon de Vandeuil. Por supuesto que nada tiene que ver con Vandeul o Vandevil, según
dieron en escribir su segundo apellido, y que Groussac utiliza para buscarle un parentesco
que no necesitaba.

La familia de Périchon de Vandeuil, era originaria de la ciudad de París, y residió durante


varios siglos en su “hotel” de la calle Saint Denis. Camilo Périchon de Vandeuil, Señor de
Vandeuil, una de las personalidades más importantes de la ciudad, por ser su Primer
Regidor, casó con Demoiselle Anne de Barroy de Bligny, y tuvieron una hija llamada
Marie Anne Périchon de Vandeuil, antecesora por lo tanto de la graciosa francesita que
luego vino al Plata. Camilo era hermano mayor de Esteban Guillermo, Caballero,
Recaudador de los Dominios y Bosques de su Majestad en la Generalidad de Moulins, y
contrajo nupcias tres veces. Del segundo matrimonio con Avoye Constante Armando
Montice nació Esteban Armando, París, 1746.

De esta manera, hemos ubicado en el emplazamiento familiar al jefe de la familia, un


personaje tan escurridizo, que pronto tendría actuación en el Río de la Plata. Con tan
ilustres antecedentes, en 1770, entró al servicio de la Compañía de Indias. Mientras
trabajaba conoció a la joven Jeanne Magdeleine Abeille, hija de un miembro influyente del
Consejo de esa localidad, con la que casó, y cuya partida de matrimonio, dice textualmente:

“Hoy nueve de julio de mil setecientos setenta, yo el infrascripto certifico haber dado la
bendición nupcial en la Iglesia Parroquial de Nuestra Señora de los Angeles, de
Pondichéry, al señor Esteban Armando Périchon de Vandeuil, Caballero, empleado de la
Compañía, natural de París, parroquia de San Roque, hijo del señor Esteban Guillermo
Périchon de Vandeuil, Caballero, Recaudador de los Dominios y Bosques de su Majestad
en la Generalidad de Moulins, y de la señora Avoye Constanza Armanda Montice, su
madre, de edad de veinticuatro años, y a la señorita Juana Magdalena Abeille, hija del
señor Juan José Abeille, Caballero, Consejero en el Consejo Soberano de Pondichéry, de
edad de dieciséis años, y después que las amonestaciones han sido publicadas en la Misa
mayor de la parroquia, la primera el 1º de julio, y la segunda el 5, la tercera el 8 del
mismo mes y año arriba mencionados, sin que exista ningún impedimento. Fueron testigos
los señores Simón Lagrenée de Meziere, Consejero en el Consejo Superior de Pondichéry y
Segundo Jefe de la Plaza, natural de la Isla de Francia; Pedro Duplant de Laval, ex
consejero, natural de París, Luis Pedro Tremolliéres, Secretario del Consejo de
Pondichéry, natural de París, que han formado conmigo así como también el esposo y la
esposa. Firmado: Fray Sebastián de Nevers capuchino, Misionero Apostólico, Cura;
Juana Abeille, Périchon de Vandeuil, Lagrenée de Meziére, Duplant de Laval y
Tremolliéres”.

Continuó desempeñándose en la Compañía de Indias, hasta 1775, año en que abandonó el


cargo al ser nombrado asesor en el Consejo Supremo de Pondichéry. Para entonces, el
matrimonio tuvo un hijo primogénito a quien llamaron “Jean Baptiste”, probablemente
nacido hacia 1771, le siguió otro con los nombres de Esteban María, casi seguro, el que
hizo incurrir en error a Groussac. Eugenio fue el tercer hijo; Luis el cuarto, y María Ana, la
última, que vio la luz en la Isla de Borbón (ahora La Reunión), según nuestros cálculos,
hacia 1775. Por lo tanto, no fue en la Isla Mauricio, como anota Groussac.

El progenitor de la familia se distinguió por su valor en la defensa de aquella colonia, en


1778, cuando fue sitiada por los ingleses. Después pasó a la Isla de Borbón como miembro
del Consejo Superior, cargo al que renunció el 13 de diciembre de 1789. Dice el académico
Raúl de Labougle, que sus ideas realistas le crearon una situación incómoda en la isla, de la
que partió rumbo a las Islas Canarias en 1793.

Respecto del casamiento de Ana Périchon existe también confusión, pues a muchos autores
les ha resultado difícil poner en claro si cuando vino a América era soltera, según lo cuenta
Groussac. En realidad, Anita contrajo nupcias en Ville de Port-Louis, en la Isla Borbón, el
12 de febrero de 1792, con Tomás –llamado también “Edmundo” por Groussac- según la
partida de matrimonio que exhumamos:

“El 12 de febrero de mil setecientos noventa y dos, después de un buen anuncio por
primera y última vez, en la plática de la Misa Parroquial de fecha 29 de enero último, sin
que se haya encontrado ningún impedimento u oposición del futuro matrimonio entre
Thomas O’Gorman, nativo de la Parroquia de San Miguel Arcángel de Enecif en Irlanda,
Condado de Clare, Capitán del Regimiento de Walch, hijo mayor de Me. Juan O’Gorman
y de la dama Helene O`Gorman, son padre y madre, de esta parroquia, de una parte, y
Dlle. Marie Anne Périchon de Vandeuil, nativa de Borbón, hija menor de Me. Armando
Etienne Périchon de Vandeuil, antiguo Consejero del Superior Consejo de las Indias de
Pondichéry y Borbón y de la Dame Jeanne Magdalaine Abeille, son padre y su madre, que
habitan las llanuras de Winhen, de esta parroquia, de su parte: Vista la dispensa de otros
términos de esponsales y de domicilio para los futuros esposos; Visto el consentimiento
por escrito de Me. De Ferreud, Coronel de Regimiento de Walch, Nosotros, el abajo
firmado, Prefecto Apostólico, hemos recibido el mutuo consentimiento de matrimonio de
dichas partes, hemos dado la bendición nupcial; presentes y consintiendo por la futura
esposa: Me. Armand Etienne Périchon de Vandeuil, su padre, en presencia de Me. Thomas
Etienne, Juez de Paz de la Savinne y Me. Jean Baptiste Conve, comerciante, y Me. Nicolás
Paul Alexis Chastol, vecino, y de Me. Jean Baptiste Gallet, oficial, los cuales han firmado,
con el esposo, la esposa y el padre de la esposa (aquí las firmas)”.

Anotemos que el contrayente de profesión militar, capitán del Regimiento de Walch, era
sobrino del conocido protomédico de Buenos Aires, Miguel Gorman, tal como suena, pues
algunos historiadores como Juan María Gutiérrez y Nicanor Albarellos han publicado el
apellido, precediéndolo de la O’ apostrofada que usan los nobles de Irlanda (O’Gorman),
pero éste es un error sobre el cual no se debe insistir, por cuanto no existe un documento
oficial o privado que lo contenga.

[editar] Arribo al Río de la Plata


Interesado el jefe de familia, por pasar al Río de la Plata, Olaguer Feliz, decidió obviarle los
inconvenientes que se presentaban por ser extranjero y según el historiador Ezequiel C.
Ortega, recurrió éste en varias oportunidades a la Corona y a sus mismos consejeros
legales. Aún cuando sólo consiguió un rechazo formal en sus primeras gestiones –dice-,
luego se obtuvo el permiso solicitado.

Venía a radicarse con su familia, movido quizá, por asuntos políticos o económicos, aunque
le había expresado a aquél, refiere Ortega “que la causa de su venida era por los males de
que adolecía y por los deseos que tenía de criar a sus hijos en la Religión Católica”, lo que
no creemos, pues de sus hijos, la menor Anita, ya era casada. Se embarcó con su cónyuge, y
tres hermanos a bordo de la fragata francesa “María Eugenia”, arribando al Río de la Plata
en 1797.

La llegada de esta familia fue todo un acontecimiento para la sociedad porteña. Destacábase
principalmente don Esteban Armando por ser hombre de posición, que trajo algún capital,
“una Fragata, veintisiete esclavos, quince fardos de Pañuelos….”, y tres pesados baúles
con géneros.

Un documento de época señala que para diciembre de aquel año, ambas familias
permanecieron en la capital durante una breve temporada. Don Esteban Armando se
estableció como comerciante provisoriamente, pero luego se trasladó con su familia a la
provincia de Corrientes.

La bella Anita, desde su casamiento, había sido poco feliz porque en seguida comenzaron a
relucir los defectos de su cónyuge debido a la vida desordenada que llevaba y a la
incompatibilidad de caracteres.

Del tránsito del jefe de familia por la Provincia de Corrientes, diremos que consta en el
Acuerdo del Cabildo de Itatí, el 22 de noviembre de 1800, que pidió se le proporcionara los
auxilios necesarios para pasar al pueblo de Candelaria (Misiones). En los tres días que allí
estuvieron se les dio todo lo necesario para mantenerse, y para el viaje le proporcionaron
cincuenta caballos, veinticinco de la estancia de la Virgen, con treinta bueyes, doce de ellos
para quedarse en Misiones.

Tres años más tarde, siendo vecino de Corrientes, se le permitió realizar un ensayo de
plantación de tabaco negro a similitud del de Brasil. El Cabildo en 1801, le concedió un
terreno para labranzas y manufacturas. Con el tiempo, esta chacra era “uno de los lugares
más lindos que he visto en Sud-América” –dijo Parish Robertson- hallándose situada como
a tres leguas de la ciudad. Fue vendida años después por Perichon a don Jorge Washington
Tuckerman, quien la denominó “Mont-Vernon”. Luego regresó a Buenos Aires, donde
puso casa e negocio, y al poco tiempo, falleció dejando algunos bienes.

En cuanto a que Groussac no conoció el estado civil de Anita es innegable. Dice que por
estos mundos, cayó allá por 1804, el joven irlandés “Edmundo” –mejor dicho Tomás- que
traía “real licencia de seis meses para arreglar asuntos de familia”, y que prendado de ella
contrajo nupcias. Sarcásticamente Groussac agrega: “¡Así arregló el infeliz sus asuntos de
familia!".

La verdad sería que, habría intentado reconciliarse con su mujer siendo probable que lo
consiguiera, porque fueron los padres de Tomás y de Adolfo cuyas fechas de nacimiento
ignoramos. De todas maneras poca suerte le cupo en su papel marital. Su nombre como tal,
apenas figura, porque habiendo abandonado el ejército irlandés, era una persona muy
desprestigiada, tanto como hombre, como en sus negocios, ocupándose especialmente del
contrabando. En 1805, efectuó un viaje a Europa llevando dos buques cargados de frutos
del país a Inglaterra, vía Portugal, y aunque en verdad, pertenecían a otras personas, los
entregó a su hermano, comerciante en Londres, quien los vendió para pagar deudas que
tenía Tomás con él. De este viaje regresó acompañado del espía inglés James Florence
Burke, que fue sindicado por la maledicencia popular como amante de Anita. En 1806, se
hizo amigo de William Carr Beresford quien le dio el cargo de cobrador del ramo de
Tabacos y Filipinas. Puso tanto celo en su nuevo trabajo que al producirse la capitulación
debió embarcarse en un buque de Popham, sin rendir cuentas a los vencidos. Después de la
Reconquista se sabe que se fugó a Rio Grande do Sul (Brasil).

[editar] Su relación con Santiago de Liniers


Producido ese acontecimiento salvador para ella comienza la desavenida Anita una
aventura amorosa que conmovió a la ciudad. Cuenta Groussac que mientras avanzaba
Liniers al frente de su columna, el 12 de agosto de 1806, al llegar a la calle de San Nicolás
(hoy Corrientes), desde los balcones Anita arrojó a sus pies un pañuelo bordado y
perfumado en señal de admiración al vencedor. Liniers lo recogió con la punta de su
espada, y con el pañuelo en alto, contestó el saludo con un marcial movimiento. Viudo dos
veces y cincuentón enamorado, pronto tuvo relaciones con ella.

Durante la defensa de la ciudad, la casa de los Périchon, estuvo protegida por una bandera
francesa, no obstante lo cual, el mayor King, del regimiento 5, trató de posesionarse de ella,
pero sin éxito. El teniente coronel Kington, jefe del 6º de Dragones, que fue mortalmente
herido por los Patricios, el 5 de julio, fue llevado por Liniers, a la casa de Anita para ser
atendido, y aunque se le prodigó grandes cuidados falleció. Luego Liniers vivió
abiertamente con la “Perichona” en su casa esquina Reconquista y Corrientes, la que vino a
ser el centro de reunión, y donde se conseguían favores oficiales como ascensos, puestos y
concesiones de toda clase por su intermedio.

La gente del pueblo entonces le aplicó un apodo que se repitió comúnmente, designándola
como la “Perichona”, y en esto, conforme a su apellido, la identificó con María Michaela
Villegas y Hurtado, por sus amores con el virrey del Perú, don Manuel de Amat y Juniet,
Caballero de la Orden de San Juan. La famosa limeña mereció todos los favores y
obsequios de su amante, pero cuando se producían las reyertas que algunas veces fueron
violentísimas, el catalán la llamaba “Perricholi”, de “perra chola”, nombre que producía
escozor, porque significaba desprecio por su sangre y conducta pecaminosa, que lo
pronunciaba sin mover las mandíbulas.

Anita, la Perichona según la familiaridad española, era una mujer muy bonita “cuya
elegancia estrepitosa daba realce a su belleza, ardiente y volcánica”, al decir de Groussac.
De estatura menuda, su galante protector la llamaba “la petaquita”. Por un tiempo, tuvo un
ascendiente enorme sobre su amigo, quien por falta de carácter, nada le negaba. De ella, se
dijo –antes y después de su arrimo virreinal-, que era muy “ligera de cascos”.
[editar] El escándalo del pueblo
El alcalde Martín de Álzaga, acérrimo enemigo de Liniers, en carta al gobierno español le
manifestaba: “Esa mujer, con quien el virrey mantiene una amistad que es el escándalo del
pueblo, no sale sin escolta, tiene guardia en su casa, emplea las tropas del servicio en las
labores de su hacienda de campo. Las caballadas y atalajes del tren volante, costeados a
expensas del erario real, se mantienen en la ciudad, con solo el destino de ocuparse
durante sus caravanas y paseos, en aquella casa frecuentada por el virrey”. Y cerca de
“La Madama” –como también se la llamaba-, Álzaga agregaba: “que ha sido almacén y
depósito de innumerables negociaciones fraudulentas; la que abrió huellas al extranjero
para posesionarse de la ciudad e imponernos el dominio británico en las comarcas
rioplatenses; la que ha servido de hospedaje y refugio a los verdaderos espías”. Su
gravitación era manifiesta.

La pintura de Groussac describe a esta singular mujer, “como persona de avería, que
poseyó algunos bienes y nada se probó que traficara con sus encantos. Tenía talento –
agrega- bastarían para demostrarlo sus cartas de letra elegante y de giro tan suelto, a
pesar de sus galicismos… Era, desde luego, una buena frescachona, bastante voluntariosa
y malcriada”, dispuesta a aprovechar cualquier ocasional preponderancia para
encaramarse.

Ezequiel César Ortega escribió que era picaresca, ocurrente, mundana, atractiva, y que
convirtiese en la piedra del escándalo del momento según las tétricas descripciones que
hacían los miembros del Cabildo.

Después de la Defensa, Groussac no volvió a encontrar –dice- más vestigios del marido.
Sería cuando Anita tomó posesión de su trono o del “tálamo conyugal” siendo la amante
del Virrey. No dejemos de agregar que la Perichona era una mujer inquietante. Sus
aterciopelados ojos revelaban pasiones violentas. Con mucha ciencia galante, poseía una
intuición especial para descubrir los efectos de su espontánea coquetería.

Mientras Anita quedaba en buenas manos y mejor servida, Thomas O’Gorman de marras
viajaba por el Pacífico a bordo de la fragata portuguesa “Bons Irunaos” con una carga de
azogue, papel sellado y otras mercaderías. El 22 de marzo de 1808 se presentó ante un
escribano de Valparaíso para denunciar un temporal del que fue víctima dejando constancia
de la pérdida de alguna carga, que había contribuido mucho a su fortuna. Luego el Virrey
Liniers le permitió regresar. ¿Estaría por entonces cansado de su amante?

Hemos mencionado al espía Burke, quien se vinculó con el grupo que se reunía en la
tertulia de la Perichona, siendo posible que esa fuese la Logia “Independencia”. Entre los
allegados a la casa, aparte de Liniers, deben citarse a Juan José Castelli y Juan Martín de
Pueyrredón.

[editar] Destierro en Río de Janeiro


La reaparición de Burke a mediados de 1808, como emisario del almirante Sir Sydney
Smith, comandante en jefe de la escuadra inglesa de estación en Río de Janeiro, sirvió para
favorecer las aspiraciones de la infanta Carlota. Esta supuso a Liniers contrario a su utópica
regencia por influencia de la Perichona, y Burke le prometió que iba a procurar sacarla del
medio. Viendo su fracaso, antes de partir, le mandó a Liniers una carta denunciando a la
Perichona, de la que seguramente conocía secretos, a tal punto que la reacción de aquél no
se hizo esperar. La desterró en Río de Janeiro. El historiador Vicente Sierra con buen
sentido, considera que Burke le probó a Liniers que la Perichona trabajaba desde años atrás
por la independencia. Era una espía inglés.

En la capital carioca, su casa se convirtió en refugio de los argentinos expatriados que


trabajaban por esa causa (Juan Martín de Pueyrredón, Rodríguez Peña, etc.), lejos de las
autoridades españolas. Se supo que Anita continuó con sus conquistas; entre ellas, figuró el
embajador inglés Lord Strangford. Ello reavivó los celos de Carlota, quién consiguió a
través del embajador español, marqués de Casa de Irujo, que de nuevo fuera deportada la
Perichona, esta vez, de regreso a Buenos Aires. Volvió a bordo de “Essex”, en diciembre
de 1809. Como el Virrey Cisneros no quiso recibirla, regresó en abril de 1810 a Río junto
con dos hermanos. Fue entonces cuando dirigió a la Audiencia una extensa nota
patrocinada por el Dr. Martín José de Segovia. Allí clamaba por “El deshonor de verse
arrojada de un Pueblo en que tuvo siempre un distinguido rango que no ha desmerecido;
el interés de los crecidos bienes que tiene en esta Ciudad, y que deben desaparecer entre
las manos intermediarias”. Alude al origen y calidades de su familia, emparentada con la
de Liniers, a raíz del casamiento de su hermano Juan Bautista –que había sido edecán- con
Carmen, hija de aquél, por lo que, según decía era acreedora a ciertas consideraciones. Y,
para terminar con las calumnias, pedía se abriera un proceso, el que no tuvo lugar.

[editar] Retorno a Buenos Aires


Carlota, mientras tanto insistía en sus propósitos vengativos contra Anita, hasta que fue
devuelta a Buenos Aires, donde arribó en noviembre del mismo año. Por último, a pedido
del capitán Robert Ramsay, del “Mistletoe”, el buque que la condujo, la Primera Junta le
concedió autorización para radicarse en la Capital, siempre que “guarde circunspección y
retiro que le encarga el gobierno y que observará por sí misma”, instalándose entonces la
Perichona en su casa-quinta de las afueras de Buenos Aires.

Tras la ejecución de Liniers en Cabeza del Tigre, comprendió la Perichona que los
acontecimientos políticos que sobrevendrían iban a cambiar la fisonomía el país.

No sabemos si su cónyuge regresó a Buenos Aires, aunque somos de opinión que la


Perichona vivió sola en su quinta con sus hijos y esclavos, dedicada a la educación de
aquéllos.

Mujer práctica, debió encarar el futuro seriamente. Así los años fueron transcurriendo en
medio de la paz y de guerra. Era un mausoleo viviente y parlante de los tiempos del
Virreinato. Habían pasado los días agitados de la Revolución de Mayo, del Primer
Triunvirato, del Congreso de Tucumán y de Anarquía del Año XX.
Fue a mediados de 1819, cuando se enteró de la muerte de su cuasi-homónima: la Perricholi
–aquella mujer y artista de larga fama- que asombró y deleitó a Lima. Dejó el mundo a los
70 años.

Luego vino la época del gobierno de Rivadavia, dónde se sintió a gusto con la entrada al
país de muchos extranjeros que contribuyeron al afrancesamiento de la sociedad. Mientras
tanto el recuerdo de sus amores comenzaban a entrar en el olvido.

Con Juan Manuel de Rosas volvió a ubicarse mejor en la “haute societé” por las relaciones
de sus hijos. Recién en 1832 reapareció en esta ciudad, como testigo en el juicio de
reivindicación de su esclavo Juan de la Cruz, soldado en el Cuerpo de Cazadores Río de la
Plata. Fueron tantos los que tuvo su familia, que como en este caso, comprendió que los
años deterioran a las gentes y casas y hasta los esclavos. Prestó declaración ante la justicia,
y el 26 de abril se resolvió la demanda a favor de su hijo Tomás. Por entonces, éste se había
casado con Concepción Riglos y Lezica, en la que prolongó descendencia, y Adolfo
O'Gorman casó con Joaquina Ximénez Pinto, padres, entre seis hijos, de la desventurada
Camila O'Gorman.

Así rodaba la vida. Pero en el ambiente algo quedó flotando de aquel pasado chamuscado,
cuando le decían: “esa vieja fue la amante del Virrey”. Como una reacción súbita se
operaba ante ella, el espectro de la juventud. Después cayó enferma, los hijos y nietos la
rodearon. En su cama de madera jacarandá se exhibía la Perichona, ya no triunfante, sino
vencida, cargada de años y sinsabores, pero protagonista al fin de su intransferible drama.

En sus últimos años, habrá pensado recordando a Shakespeare, que la vida no es más que
una sombra que cruza, revuelve durante su hora en la escena del mundo y que pasa luego al
olvido.

La Perichona expiró sin trabajo ni gloria, en esta ciudad, el 1º de diciembre de 1847, a los
72 años, extendiéndole el certificado de defunción el Dr. Antonio Argerich, amigo de la
familia.

Como la Perricholi, se la vistió de blanco sayal, entre cuatro blandotas “la querida del
Virrey” recibió el homenaje que la curiosidad y la leyenda suelen armar en tales casos. Al
día siguiente fue sepultada.

De la Perichona que tanto dio que hablar en su tiempo, pocos son, los que pueden recordar
que sus huesos descansan en tierra argentina. Así pasó por la vida esta mujer cuyo
renombre quedó inmarchitable para la historia.

Fue sepultada en el Cementerio de la Recoleta, aunque, a pesar de figurar su ingreso en el


registro del Cementerio, el mismo día de su muerte, no se sabe a ciencia cierta la ubicación
de su tumba. Lo que sí se sabe es que no fue sepultada en la bóveda de Tomás O'Gorman

CORONELA JUANA AZURDUY


Nació en Chuquisaca, el 12 de julio de
1780.

Fue heroína de la independencia. De una


familia de buen pasar, y muertos sus
padres, la educación queda a cargo de sus
tíos, en un convento para consagrarse
como monja, pero abandonó la rígida
disciplina religiosa y se casó con el general
patriota Manuel Ascencio Padilla, con
quien en las guerras de emancipación del
Alto Perú. Habla perfectamente el quechua
y el aimará, lo que le permite relacionarse
con los aborígenes.

Fue popular por su coraje. Su acción más


famosa se produjo cuando su marido le
encomendó la defensa de la hacienda de
Villar, mientras él dirigía un ejército hacia
la región del Chaco. Los realistas atacaron
Villar para cortar la retirada al general
Padilla, y Juana Azurduy lo defendió con
sólo treinta fusileros. En uno de los asaltos
mató ella misma al jefe de la fuerza enemiga y le arrebató una bandera que luego
presentó a su esposo.

Se trasladó a Salta en donde se convirtió en un valioso combatiente junto a Güemes


quien en 1816, obtuvo permiso del director Pueyrredón para designarla teniente
coronel con derecho al uso del uniforme y con todos los privilegios del rango el mismo.
Tras la victoria en 1824 Belgrano le entregó el sable. Juana regresó a Chuquisaca junto
a su hija llevando una vida tranquila y pobre, hasta su muerte en 1862 en Jujuy.

María Remedios del Valle: negra, mujer y


pobre.
María Remedios del Valle es una heroína olvidada de la independencia del Río de la
Plata. Negra, mujer y pobre, un cóctel intragable para que un país sin memoria la
honre.
No hay retrato de la heroína de Belgrano. Murió sola y en la pobreza.

Ernesto Salgado – Question Digital

En estos días hemos visto y oído mucho sobre la conmemoración de los primeros 200 años
de los intentos de emancipación de los pueblos americanos. En nuestro país los festejos del
bicentenario de la Revolución de Mayo estuvieron marcados por una enorme participación
popular y por los olvidos del discurso oficial.

Uno de ellos fue el silencio en torno a la participación de la mujer en la Revolución de


Mayo. Mujeres que juntos, codo a codo, con sus maridos, sus amantes, hijos, hermanos, o
simplemente por convicción, dieron todo por la ansiada independencia. Es que la
historiografía argentina no es pródiga a la hora de reconocer a las mujeres que ayudaron a
construir la patria, salvo que se tratara de damas aristocráticas.

Una de las olvidadas es María Remedios del Valle. Una mujer pobre imbuida por las ideas
de mayo, que al mes del pronunciamiento, ya se había anotado en el Ejército del Norte al
que arrastró a hijos y marido. Peleo desde 1810 a 1821.

En víspera de la batalla de Tucumán, Del Valle se presentó ante Belgrano para solicitarle
que le permitiera atender a los heridos en las primeras líneas del combate. Belgrano, reacio
a la participación femenina en los lugares de mayor riesgo, le negó el permiso. Pero esta
mujer empecinada se filtró en la contienda y llegó al centro del combate donde no sólo
asistió a los soldados heridos sino los alentó a batir al enemigo. Los soldados comenzaron a
llamarla “La Madre de la Patria”. Belgrano se rindió ante la evidencia y la nombró Capitana
de su ejército.

Del Valle, combatió también en las batallas de Desaguadero, Salta, Vilcapugio y en


Ayohuma donde fue herida de bala y cayó prisionera de los realistas. Presa y enferma
organizó la fuga de varios oficiales patriotas, pero fue descubierta y castigada. Por nueve
días la azotaron públicamente. Remedios no se rindió, huyó para continuar combatiendo.
Cuando terminó la guerra tenía grado de Capitana pero estaba sola en el mundo, todos los
suyos habían muerto en las acciones revolucionarias.

Cuenta Carlos Ibarguren, que años después de la Independencia, una anciana encorvada,
desdentada, frecuentaba los atrios de las iglesias de San Francisco, Santo Domingo y San
Ignacio. Se la veía también en la Plaza de la Victoria ofreciendo pastelitos o tortas fritas, o
en ocasiones mendigando por el amor de Dios.

Llegaba de lejos, de la zona donde comenzaban las quintas, por donde tenía un rancho; para
asegurarse las sobras de los conventos de las que se alimentaba.

Se hacía llamar “la capitana” y cuando mostraba sus brazos zurcidos por cicatrices, y
contaba que las había recibido en la guerra por la Independencia los que la oían la
consideraban una loca. Sin embargo María Remedios del Valle reúne antecedentes
necesarios para ser honrada con ese titulo. Fue eliminada de la historia y del registro del
imaginario popular, seguramente porque era mujer, negra y pobre, rasgos que ciertos
arquitectos del relato de la patria quisieron extraviar.

Siendo diputado, Juan José Viamonte, quién en una oportunidad se cruzó con Del Valle por
la actual Plaza de Mayo, solicitó para ella -en septiembre de 1827- una pensión por sus
servicios en la guerra emancipadora.

Después de más de un año de discusiones, donde se juntaron prejuicios, burocracia y


negaciones regresivas, se le concedió el sueldo correspondiente al grado de Capitán de
Infantería. Del Valle jamás cobró su pensión, ya que el ejecutivo sepultó el expediente.
Murió en 1847 en la indigencia y el olvido. No existe ningún retrato de la prócer.

Patriota de la guerra de la independencia nacida el 26 de mayo de 1785, hija del escribano,


militar y funcionario español, don Juan Antonio Moro Díaz y de doña Faustina Rosa de
Aguirre Pondal, dama distinguida, viuda de Francisco Sánchez Taibo.

Don Juan Antonio Moro Díaz, se convirtió en el hombre de confianza del nuevo
gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán, don Ramón García de León y Pizarro,
juntamente con la eficiencia y cooperación de don Diego de Pueyrredón, fundaron el
pueblo de Oran, del cual el teniente coronel Moro Díaz fue nombrado Segundo Regidor
Alcalde Mayor, durante los días de su vida.

Doña Juana Gabriela comenzó a gozar de prestigio por su atrayente personalidad. Su


patriotismo y su audacia se pusieron de relieve durante los prolegómenos de la batalla de
Salta, cuando, junto a otras damas se propusieron a conquistar a los oficiales realistas con el
propósito de debilitar al ejercito enemigo.

Doña Juana, mujer de singular belleza, se adjudicó la tarea de seducir al marqués de Yavi,
jefe de la caballería española, quien junto con otros oficiales y compañeros accedieron a
abandonar las filas realistas el día previo a la batalla, para regresar al Perú y trabajar por la
causa de la revolución.
Pero no paro aquí su accionar patriótico, ya que fue participe de otras acciones que la
llevarían a erigirse en uno de los enemigos principales de los españoles; sospechada de
espía, jactóse de su habilidad de no haber sido descubierta, por que nunca encontraron
pruebas en su contra.

Al invadir Joaquín de la Pezuela, a cargo del ejercito del Perú, la provincia en 1814, a raíz
de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, lo primero que hizo el jefe español, fue tomar
prisionera a doña Juana Gabriela, la “codiciada presa”, para darle un escarmiento ejemplar.

No la castigaría físicamente, dada su condición de mujer, pero para corregir desviaciones,


Pezuela la condeno a la pena capital, pero sin utilizar para ello el clásico paredón y su
pelotón de fusilamiento.

La hizo encerrar en una habitación de su propia casa, que estaba ubicada en la actual calle
España 782 – cerca de la casa de Güemes y ordenó cerrar todas las aberturas para evitar
comunicación con el exterior.

La familia colindante, dolida de su suerte, aunque realista (como en las sociedades


reducidas todo gira sobre vínculos de parentesco y amistad), se compadeció de Juana
Gabriela y horadando la pared intermedia, favoreció por allí sus necesidades salvándola de
morir de hambre y de sed, quedándole desde entonces el mote de la emparedada.

Este cruel tormento, el del confinamiento por encerramiento, es vulgarmente conocido


como “tapiamiento”, “tapiar” o “tapiada”.

Los castigos lejos de amedentrar a la patriota, la llevaron a agudizar mas el ingenio, con mil
recursos y mucha creatividad

Posteriormente realizó otras arriesgadas acciones, como la de ir en busca del general don
Juan Antonio Álvarez de Arenales para conocer la posición de su ejercito, del que llegaban
noticias contradictorias, y preocupaba su no llegada a Salta, se vistió de coya y se marcho
por valles y quebradas; días después se presentó en casa de Serafina de Hoyos, esposa de
Arenales, para anunciarle que pronto, éste estaría en Salta.-

Otras ocasiones, hubo así en esta época como; luego en las invasiones siguientes en que,
bajo el disfraz de gaucho joven e inocente o bien de viajera inofensiva, pasaba a caballo
desde Salta a Oran, ciudad bien poblada y de fuertes recursos o a Jujuy su ciudad natal,
ocupadas por los españoles, llevando partes y trayendo nuevas; excursiones que las
realizaba también su amiga doña Loreto Sánchez de Peón de Frías.

También integró el grupo de damas salteñas que


se dirigió al gobierno “lamentando la postergación a que se relega al sexo femenino al no
permitírseles jurar la Constitución Nacional”
Mucho es lo que puede decirse de esta jujeña-salteña, ejemplar, temeraria sin limites, la que
a través de su accionar deja traslucir una personalidad exquisita, cautivante por sus hazañas,
despertando la admiración de mujeres y hombres por igual.

Fue una de las mujeres que constituyeron una temible red de espionaje vital para la guerra
gaucha que libró el General Don Martín Miguel de Güemes por la emancipación de la
Patria.

“Las mujeres salteñas de la independencia hicieron un notable aporte a la causa patriota;


Poco a poco con sus estrategias fueron minando al enemigo, para encargarse materialmente
del resto los valientes gauchos.”

Patriota de la guerra de la independencia nacida el 26 de mayo de 1785, hija del escribano,


militar y funcionario español, don Juan Antonio Moro Díaz y de doña Faustina Rosa de
Aguirre Pondal, dama distinguida, viuda de Francisco Sánchez Taibo.

Don Juan Antonio Moro Díaz, se convirtió en el hombre de confianza del nuevo
gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán, don Ramón García de León y Pizarro,
juntamente con la eficiencia y cooperación de don Diego de Pueyrredón, fundaron el
pueblo de Oran, del cual el teniente coronel Moro Díaz fue nombrado Segundo Regidor
Alcalde Mayor, durante los días de su vida.

Doña Juana Gabriela comenzó a gozar de prestigio por su atrayente personalidad. Su


patriotismo y su audacia se pusieron de relieve durante los prolegómenos de la batalla de
Salta, cuando, junto a otras damas se propusieron a conquistar a los oficiales realistas con el
propósito de debilitar al ejercito enemigo.

Doña Juana, mujer de singular belleza, se adjudicó la tarea de seducir al marqués de Yavi,
jefe de la caballería española, quien junto con otros oficiales y compañeros accedieron a
abandonar las filas realistas el día previo a la batalla, para regresar al Perú y trabajar por la
causa de la revolución.

Pero no paro aquí su accionar patriótico, ya que fue participe de otras acciones que la
llevarían a erigirse en uno de los enemigos principales de los españoles; sospechada de
espía, jactóse de su habilidad de no haber sido descubierta, por que nunca encontraron
pruebas en su contra.

Al invadir Joaquín de la Pezuela, a cargo del ejercito del Perú, la provincia en 1814, a raíz
de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, lo primero que hizo el jefe español, fue tomar
prisionera a doña Juana Gabriela, la “codiciada presa”, para darle un escarmiento ejemplar.

No la castigaría físicamente, dada su condición de mujer, pero para corregir desviaciones,


Pezuela la condeno a la pena capital, pero sin utilizar para ello el clásico paredón y su
pelotón de fusilamiento.
La hizo encerrar en una habitación de su propia casa, que estaba ubicada en la actual calle
España 782 – cerca de la casa de Güemes y ordenó cerrar todas las aberturas para evitar
comunicación con el exterior.

La familia colindante, dolida de su suerte, aunque realista (como en las sociedades


reducidas todo gira sobre vínculos de parentesco y amistad), se compadeció de Juana
Gabriela y horadando la pared intermedia, favoreció por allí sus necesidades salvándola de
morir de hambre y de sed, quedándole desde entonces el mote de la emparedada.

Este cruel tormento, el del confinamiento por encerramiento, es vulgarmente conocido


como “tapiamiento”, “tapiar” o “tapiada”.

Los castigos lejos de amedentrar a la patriota, la llevaron a agudizar mas el ingenio, con mil
recursos y mucha creatividad

Posteriormente realizó otras arriesgadas acciones, como la de ir en busca del general don
Juan Antonio Álvarez de Arenales para conocer la posición de su ejercito, del que llegaban
noticias contradictorias, y preocupaba su no llegada a Salta, se vistió de coya y se marcho
por valles y quebradas; días después se presentó en casa de Serafina de Hoyos, esposa de
Arenales, para anunciarle que pronto, éste estaría en Salta.-

Otras ocasiones, hubo así en esta época como; luego en las invasiones siguientes en que,
bajo el disfraz de gaucho joven e inocente o bien de viajera inofensiva, pasaba a caballo
desde Salta a Oran, ciudad bien poblada y de fuertes recursos o a Jujuy su ciudad natal,
ocupadas por los españoles, llevando partes y trayendo nuevas; excursiones que las
realizaba también su amiga doña Loreto Sánchez de Peón de Frías.

También integró el grupo de damas salteñas que


se dirigió al gobierno “lamentando la postergación a que se relega al sexo femenino al no
permitírseles jurar la Constitución Nacional”

Mucho es lo que puede decirse de esta jujeña-salteña, ejemplar, temeraria sin limites, la que
a través de su accionar deja traslucir una personalidad exquisita, cautivante por sus hazañas,
despertando la admiración de mujeres y hombres por igual.

Fue una de las mujeres que constituyeron una temible red de espionaje vital para la guerra
gaucha que libró el General Don Martín Miguel de Güemes por la emancipación de la
Patria.

“Las mujeres salteñas de la independencia hicieron un notable aporte a la causa patriota;


Poco a poco con sus estrategias fueron minando al enemigo, para encargarse materialmente
del resto los valientes gauchos.”

Patriota de la guerra de la independencia nacida el 26 de mayo de 1785, hija del escribano,


militar y funcionario español, don Juan Antonio Moro Díaz y de doña Faustina Rosa de
Aguirre Pondal, dama distinguida, viuda de Francisco Sánchez Taibo.
Don Juan Antonio Moro Díaz, se convirtió en el hombre de confianza del nuevo
gobernador de la Intendencia de Salta del Tucumán, don Ramón García de León y Pizarro,
juntamente con la eficiencia y cooperación de don Diego de Pueyrredón, fundaron el
pueblo de Oran, del cual el teniente coronel Moro Díaz fue nombrado Segundo Regidor
Alcalde Mayor, durante los días de su vida.

Doña Juana Gabriela comenzó a gozar de prestigio por su atrayente personalidad. Su


patriotismo y su audacia se pusieron de relieve durante los prolegómenos de la batalla de
Salta, cuando, junto a otras damas se propusieron a conquistar a los oficiales realistas con el
propósito de debilitar al ejercito enemigo.

Doña Juana, mujer de singular belleza, se adjudicó la tarea de seducir al marqués de Yavi,
jefe de la caballería española, quien junto con otros oficiales y compañeros accedieron a
abandonar las filas realistas el día previo a la batalla, para regresar al Perú y trabajar por la
causa de la revolución.

Pero no paro aquí su accionar patriótico, ya que fue participe de otras acciones que la
llevarían a erigirse en uno de los enemigos principales de los españoles; sospechada de
espía, jactóse de su habilidad de no haber sido descubierta, por que nunca encontraron
pruebas en su contra.

Al invadir Joaquín de la Pezuela, a cargo del ejercito del Perú, la provincia en 1814, a raíz
de las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, lo primero que hizo el jefe español, fue tomar
prisionera a doña Juana Gabriela, la “codiciada presa”, para darle un escarmiento ejemplar.

No la castigaría físicamente, dada su condición de mujer, pero para corregir desviaciones,


Pezuela la condeno a la pena capital, pero sin utilizar para ello el clásico paredón y su
pelotón de fusilamiento.

La hizo encerrar en una habitación de su propia casa, que estaba ubicada en la actual calle
España 782 – cerca de la casa de Güemes y ordenó cerrar todas las aberturas para evitar
comunicación con el exterior.

La familia colindante, dolida de su suerte, aunque realista (como en las sociedades


reducidas todo gira sobre vínculos de parentesco y amistad), se compadeció de Juana
Gabriela y horadando la pared intermedia, favoreció por allí sus necesidades salvándola de
morir de hambre y de sed, quedándole desde entonces el mote de la emparedada.

Este cruel tormento, el del confinamiento por encerramiento, es vulgarmente conocido


como “tapiamiento”, “tapiar” o “tapiada”.

Los castigos lejos de amedentrar a la patriota, la llevaron a agudizar mas el ingenio, con mil
recursos y mucha creatividad

Posteriormente realizó otras arriesgadas acciones, como la de ir en busca del general don
Juan Antonio Álvarez de Arenales para conocer la posición de su ejercito, del que llegaban
noticias contradictorias, y preocupaba su no llegada a Salta, se vistió de coya y se marcho
por valles y quebradas; días después se presentó en casa de Serafina de Hoyos, esposa de
Arenales, para anunciarle que pronto, éste estaría en Salta.-

Otras ocasiones, hubo así en esta época como; luego en las invasiones siguientes en que,
bajo el disfraz de gaucho joven e inocente o bien de viajera inofensiva, pasaba a caballo
desde Salta a Oran, ciudad bien poblada y de fuertes recursos o a Jujuy su ciudad natal,
ocupadas por los españoles, llevando partes y trayendo nuevas; excursiones que las
realizaba también su amiga doña Loreto Sánchez de Peón de Frías.

También integró el grupo de damas salteñas que


se dirigió al gobierno “lamentando la postergación a que se relega al sexo femenino al no
permitírseles jurar la Constitución Nacional”

Mucho es lo que puede decirse de esta jujeña-salteña, ejemplar, temeraria sin limites, la que
a través de su accionar deja traslucir una personalidad exquisita, cautivante por sus hazañas,
despertando la admiración de mujeres y hombres por igual.

Fue una de las mujeres que constituyeron una temible red de espionaje vital para la guerra
gaucha que libró el General Don Martín Miguel de Güemes por la emancipación de la
Patria.

“Las mujeres salteñas de la independencia hicieron un notable aporte a la causa patriota;


Poco a poco con sus estrategias fueron minando al enemigo, para encargarse materialmente
del resto los valientes gauchos.”

Aarón Castellanos Recupera Sus Orígenes

Aarón Castellanos recupera sus orígenes


El pueblo sufre el desborde de la laguna La Picasa con más del 50% bajo agua, pero lucha por
preservar su identidad

gsogno@sangregorio.com.ar / La Capital

Aarón Castellanos.- Resulta extraño pensar en un pueblo sin historia, pero en esta localidad no
era conocida la fecha de la aprobación de su trazado. "Se nos pasó el momento de festejar el
centenario porque desconocíamos ese dato", comentó el presidente comunal Osvaldo Bonino.

Se sabía que la fundadora era Mercedes Castellanos de Anchorena, pero no había registro cierto
del acta de fundación del pueblo, ubicado al sur del departamento General López, a cuatro
kilómetros de la ruta nacional 7, entre Rufino y Diego de Alvear. La fiesta de la localidad siempre
estuvo asociada a la celebración del Colegio San Francisco de Asís, el 4 de octubre, pero en
realidad era un acto religioso.

Con la idea fija de saber el origen de la comunidad, en cada viaje que Bonino hacía a la capital
de la provincia no dejaba de visitar el Archivo General. "Era un peregrinaje continuo, pero nunca
había una información muy clara sobre el tema", explicó.

Buscando alguna copia sobre algo que hubiera ocurrido a comienzos de 1900 sobre Aarón
Castellanos, releyó informes y los cotejó hasta que halló uno acerca de una donación realizada
por Mercedes Castellanos de Anchorena a la provincia. Allí figuraba textualmente el decreto de
aprobación de la traza del pueblo, pero no tenía fecha, la que finalmente apareció en la sección
Agricultura, donde constaba que el pueblo había sido fundado el 7 de octubre de 1903.

El porqué del nombre


Aarón Castellanos es una localidad del sur de la provincia que fue conocida a nivel nacional por
las trágicas inundaciones por el desborde de la laguna La Picasa, fenómeno que provocó que el
pueblo quedara en su zona rural con más del 50 por ciento bajo el agua.

En un principio la localidad se denominaba Estación Soler, pero Mercedes Castellanos decidió


rendirle homenaje a su padre Aarón (1799-1880), un activo colonizador argentino de origen
salteño que participó en las luchas por la Independencia nacional bajo las órdenes del general
Martín Miguel de Güemes y que en 1824 inició la exploración del río Bermejo.

Entre sus más destacados logros Aarón Castellanos logró que unas 200 familias europeas se
radicaran en la provincia de Santa Fe para formar la colonia agrícola Esperanza, que diera origen
a la ciudad homónima y de la cual también es su fundador.

Mercedes Castellanos de Anchorena (1840-1920), educada en París, fue dueña de una de las
fortunas argentinas más importantes de la época y se destacaba por su gran belleza. Fundó
templos, asilos y otras instituciones de beneficiencia en diferentes puntos del país. En mérito a
tan amplia actividad el Vaticano decidió otorgarle el título de condesa pontificia y la condecoró
con la Dama de la Rosa de Oro, un honor que muy pocas veces veces concede un Sumo Pontífice
a un particular.

La actual sede de la Cancillería argentina -también conocida como Palacio San Martín- fue
construida entre 1905 y 1909 a pedido de Mercedes para que sus hijos Aarón, Enrique y Emilio
se instalaran allí con ella en sus habituales viajes a Buenos Aires. El edificio fue adquirido en
1938 por el gobierno nacional de entonces para el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto.
La Picasa, una mansa laguna que se convirtió en un flagelo

El pueblo tiene un dibujo urbanístico muy parecido a la ciudad de La Plata, las diagonales rodean
la plaza y las manzanas principales, posee calles amplias, un acceso pavimentado, mucha
arboleda y desde la iglesia Cristo Rey -considerada una verdadera joya arquitectónica- se puede
observar cómo la laguna La Picasa inundó casi todo. Mercedes Castellanos hizo construir el
templo, donándolo luego a los hermanos franciscanos, que aún hoy lo conservan.

El colegio -lindero a la iglesia, que cumplirá cien años en 2007- fue un hito en materia de
eduación para la región. Famoso porque en su época la disciplina era severa y rigurosa, cada
año los ex alumnos recuerdan a aquellos maestros que sabían cómo encarrilar a los más
revoltosos.

En la evocación de los viejos pobladores perdura el trabajo bolsero en los galpones del
ferrocarril, cuando hasta allí llegaban con las cosechas los viejos carreros como Dalmazzo,
Matías y Demetrio Córdoba, entre otros.

A Aarón Castellanos se lo denominó el pueblo de agua salada en consonancia cuando La Picasa


era una mansa laguna. En la década del 70 tenía su propio apeadero del ferrocarril San Martín.
Según artículos de la época reunidos por el historiador José Luis Iñíguez, se extendía por unas
2.500 hectáreas con aguas clorosulfatadas, de elevado nivel salino y un color verdoso otorgado
por la abundante presencia de algas. Incluso, por esos años se destacaba la importancia de la
zona para el turismo y esparcimiento. "La laguna con sus amplias playas constituye un magnífico
y adecuado lugar como balneario", se decía.

Pero en las últimas décadas La Picasa se convirtió en un drama para toda la región y hoy inunda
una superficie de más de 50.000 hectáreas. Sin embargo, y a pesar de que es una cuenca
cerrada, se permitió que drenen aguas de las provincias de Córdoba y Buenos Aires, y la medida
adoptada a la ligera no pudo tener un resultado peor: los campos más fértiles del país, las vías
del ferrocarril de cargas importantes, y rutas y caminos se anegaron y quedaron inutilizados. No
obstante, en el pueblo de Aarón Castellanos todavía hay gente que nunca deja de luchar, sabe
que el futuro promisorio sigue estando al alcance de la mano, y reclama firmes políticas de
Estado para revertir la situación.
El heraldo del progreso

Aarón Castellanos dejó de existir el 1º de abril de 1880 en Rosario. Al día siguiente La Capital le
dedicó una nota nostálgica: "La sociedad de Rosario está de duelo, la República debe estarlo",
escribió entonces Ovidio Lagos, quien le reconoció su condición de "verdadero heraldo del
progreso".

En la edición del 4 de abril de ese año este diario reprodujo el discurso del doctor Zubiría
durante el sepelio, quien se refirió entre otros conceptos a la incomprensión y la ingratitud. "No
se le ha hecho en vida la justicia que él mereciera. Fue un argentino y su voz menospreciada. No
se tuvo conciencia de su fuerza

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