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Escuela Sabatica Programas

Quien llama a la puerta

Servicio de canto

Lectura bíblica
Apocalipsis 3: 20.

Himno de apertura
"A tu puerta Cristo está" (Himnario adventista, n° 205).

Oración
Mensaje de apertura
Buenos días tengan todos en esta mañana. Estamos felices de verles nuevamente en este sábado.
Quiero compartir con ustedes el siguiente relato:
Hace muchos años en las islas de Hawái, el dueño de una gran plantación de caña de azúcar se
despertó, cierta noche, debido a los gritos de sus vecinos que le informaban que uno de sus campos
se estaba incendiando. Al asomarse contempló, con horror, que las llamas ascendían como a 20
metros de altura, y que estaban destruyendo su valiosa cosecha. El viento soplaba con tanta fuerza
que no valía la pena ni pensar en combatir las llamas.
"¡Estamos arruinados! —Clamaba su esposa—. ¡Todo el dinero que invertimos en esta plantación se
ha perdido! ¡Todo está perdido!"
El matrimonio no pudo dormir más esa noche. Tan pronto como amaneció, el dueño de la plantación
salió para inspeccionar los daños. Lo primero que descubrió fue que no se habían quemado las cañas,
sino solo las hojas. Pidió un machete a uno de sus obre-ros, cortó un pedazo de caña y probó el jugo.
Para su asombro notó que el calor, al deshidratar las plantas, había concentrado el azúcar. A partir de
ese "desastre", los dueños de las plantaciones comenzaron a quemar sus campos.

El Señor tiene poder para convertir los desastres en bendición. Ábrele en este día la puerta de tu
corazón a Jesús y él convertirá tus pruebas en bendiciones. Sean todos bienvenidos al encuentro con
Jesús.

Informe misionero
Informe de progreso
Parte o música especial
Director: Tenemos con nosotros hoy dos personajes bíblicos que invitaron a Jesús a sus vidas, y sus
desgracias se convirtieron en bendiciones.
José: Mientras iba rumbo a Egipto con quienes se consideraban mis amos, pude di -visar a lo lejos las
colinas en las cuales se hallaban las tiendas de mi padre. Lloré amargamente al pensar en la soledad y
el dolor de mi amoroso padre. Recordaba a mis airados hermanos y sus miradas furiosas dirigidas
hacia mí.
¡Qué cambio de condición! ¡De hijo tiernamente querido había pasado a ser un esclavo
menospreciado! Solo y sin amigos. Y luego encarcelado. Pero nunca perdí la con-fianza en Dios, ni me

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avergoncé de la religión de mis padres, ni escondí el hecho de que adoraba a Dios. Jehová estuvo
conmigo y fui prosperado. Mi secreto fue invitar al Señor a mi vida, y él convirtió las pruebas en
bendiciones para mí y para mi familia.
Daniel: Tuve que dejar mi hogar. Fui llevado cautivo a Babilonia. La fe de los que fuimos trasladados
fue probada en todo momento. Pero en la tierra de nuestro cautiverio, debíamos ejecutar el
propósito de Dios que permitiría que las naciones paganas recibieran las bendiciones provenientes del
conocimiento de Jehová. Teníamos que ser representantes de Dios. En ningún caso debíamos transigir
con los idólatras, sino en todo momento considerar como alto honor la fe en el Dios viviente.
Honramos a Dios en la prosperidad y en la adversidad y Dios me honró a mí, en forma especial. Mi
cautiverio me llevó al cargo más elevado de los imperios Babilonio y Medo-persa. Mi secreto fue
invitar a mi vida a Dios, y él me hizo un hombre exitoso.

Repaso de la lección

Palabras finales
Apreciados hermanos: Jesús también pasó por circunstancias muy difíciles a lo largo de su vida; su
misma muerte lo condujo al triunfo sobre la muerte y los poderes del mal. Todos pasamos por
pruebas en nuestra vida, pero éstas no son sino instrumentos de Dios para mejorar nuestro carácter.
"Invitando a Jesús a nuestra vida, cada prueba soportada con paciencia, cada bendición recibida con
gratitud, cada tentación fielmente resistida, hará de usted una persona fuerte en Jesucristo" (Carta 11
del 5 de abril 1886).
Les esperamos el próximo sábado.

Himno final
"Cristo, el Pastor divino" (Himnario adventista, n° 207).

Oración

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