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La vista no se fatigaba contemplando horas y horas aquel ndice de piedra

que sealaba al cielo; no era una de esas torres cuya aguja se quiebra de
sutil, ms flacas que esbeltas, amaneradas, como seoritas cursis que
aprietan demasiado el cors; era maciza sin perder nada de su espiritual
grandeza, y hasta sus segundos corredores, elegante balaustrada, suba
como fuerte castillo, lanzndose desde all en pirmide de ngulo gracioso,
inimitable en sus medidas y proporciones. Como haz de msculos y nervios
la piedra enroscndose en la piedra trepaba a la altura, haciendo equilibrios
de acrbata en el aire; y como prodigio de juegos malabares, en una punta
de caliza se mantena, cual imantada, una bola grande de bronce dorado.
Los dependientes de la casa vestan un informe parecido al de la polica
urbana. EL forastero que llamaba aun mozo de servicio poda creer, por la
falta de costumbre, que venan a prenderle. Solan tener los camareros muy
mala educacin, tambin heredada. El uniforme se les haba puesto para
que se conociese en algo que eran ellos los criados. En el vestbulo haba
dos porteros cerca de una mesa de pino. Era costumbre inveterada que
aquellos seores no saludaran a los socios que entraban o salan. Pero
desde que era de la Junta Ronzal, que haba visto otros usos en sus cortos
viajes, los porteros se inclinaban al pasar un socio sin importancia y hasta
dejaban or un gruido que bien interpretado poda tomarse por un saludo.

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