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‘TeRCERA PARTE SOBRE LOS DESACUERDOS ENTRE LOS JURISTAS ‘Me ocuparé ahora de las controversias o desacuerdos entre Jos juristas, en le medida en que tales discrepancias estén relax cionadas con problemas del lenguaje. Por razones de precisién terminolégica quiero aclarar que uso equi la palabra “"juristas” en un sentido amplio: ella comprende no sélo a los cultores de la dogmétice jurfdica, sino también a los te6ricas del derecho po- litico y a Ios fildsofos del derecho. Le relacién que existe entre aquellos desacuerdos y los pro- blemas de! lenguaje es muy grande; mucho més de lo que de ordinario advertimos. Hasta se podria decir, sin pecar de exage- racin, que 1a mayor parte de las agudas controversias que, sim mayor beneficio, agitan el campo de Ia teorfa juridica, deben su origen a ciertas peculiaridades del lenguaje y a nuestra gene- ral falta de sensibilidad hacia ellas. Comenzaré sefialando algunas cosas generales, muchas de Jas cuales han sido expresadas, presupuestas y/o sugeridas en Ja primera parte. 1, GENERALIDADES: RECAPITULACION 8) Todo lenguaje es un sistema o conjunto de simbolos con vencionales. Esto iltimo quiere decir que no hay ninguna rela- cin necesaria entre las palabras, por un lado, y, por el otro, los objetos, circunstancias, hechos 0 sucesos, en relacién con los ‘cuales aquéflas cumplen sus méiltiples funciones. La convencién que acuerda a una palabra o expresién una funcién determineda 92 GENARO R, CARRIO puede ser explicita y ad hoc, como ocurre en el caso de un len- guaje artificial cualquiera, o técita y general, como ocurre en el caso de los lenguajes naturales, b) El “significado” de una palabra o expresi6n lingiifstica depende, por lo tanto, de una convencién. Definir una palabra cs hacer explicitas las reglas de uso de la misma, esto es, decir para qué sirve. y sefialar cudles son las oportunidades, circunstan- cias 0 fendmenos en presencia de los cuales es “correcto” —se~ tin esas reglas de uso— valerse de la expresion definida, Tales reglas pueden ser mds o menos precisas. Alcanzar. su precisin méxima en las ciencias formalizadas. All Ia regla de uso incluye un conjunto de condiciones siempre necesarias y suficientes para el empleo de la palabra, cualquie- ra sea el contexto en que ella aparezca. De ese modo, los obje- tos a que la misma se aplica constituyen una clase rigida e ine- quivocamente delimitada. ‘Ya vimos que no es asi como se usan y definen las palabres de que nos valemos en los lenguajes naturales para hacer referen- cia a Jos fenémenos de la realidad. Decir ésto, y afirmar que ta- les palabras son actual o potencialmente vagas, o que el Iengua~ je exhibe una irremediable textura abierta, es, para estos fines, decir la misma cose. Si la palabra es vaga, cualquier definicién que intente re- coger con fidelidad sus reglas de uso en vigor, tendré por fuer- za que recoger Ia imprecisién de la palabra definida. Si por al- guna razén particular deseamos dar a la palabra una precision que ella no tiene (por ejemplo: “para estos fines definiremos ‘ciudad’ como todo conglomerado humano de més de 60.000 ha- bitentes”), entonces estamos haciendo una cosa distinta de le que hacemos cuando nos Timitamos a recoger el significado que Ja palabra tiene segiin los usos lingtifsticos vigentes. Ahora es- amos estipulando un significado o, si cabe Ia expresién, legis- lando una nueva regla de uso, de aplicacién circunscripta. ©) Las definiciones del primer tipo son Mamadas léxicas. Ellas describen, en forma resumida, un uso lingiistico vigente y. pueden ser calificadas, por lo tanto, de verdaderas o falsas. Tal es el caso, por ejemplo, cle las definiciones de los diccionarios corrientes. ee] NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUATE 93 Las otras, es decir, aquellas que delimitan para ciertos fi- nes el campo de accién de una palabra vaga, 0 se deciden por uuno de los significados miltiples de una palabia ambigua o, més tipicamente, introducen un nueyo simbolo en reemplazo de tuna descripci6n (por ejemplo “Ilamaremos ‘cinerama’ a este nue- vo sistema de'filmacién y proyeccién de peliculas, que presenta tales caracteristicas”), esas otras definiciones son llamadas ¢s- tipulativas. Ellas carecen de valor de verdad; podrén ser titiles © inétiles, e6modas o incémodas, pero no son verdaderas nit fal- ssas. No son aserciones, sino decisiones lingiiisticas Uno y otro tipo de definicién, por Io tanto, son definicio- nes de palabras, Proporcionan.algo asf como una traduccién del simbolo verbal 0, mejor atin, un compendio de las reglas de su uso, vigentes 0 propuestas. Se ha hablado tradicionalmente. v se sigue hablando, de un tercer tipo de definiciones, las lama- das “definiciones reales". Esto es, no definiciones de palabras, sino de “‘cosas”. Pero ese modo de hablar es fuente de nume- ros0s equivocos, que nos demorarén més adelante, 4) La tarea de definir Iéxicamente —vale decir, de explicar reglas de uso vigentes 0, en otros términos, de expresar el sig- nificado o significados vigentes de una palabra— no s6lo_tro- pieza con Ja dificultad de la indeterminacién o textura abierta del lenguaje, ya aludida. Tropieza con muchas més. ‘Me iniere- sa aqui volver a destacar dos de ellas: 1) Por un lado, el hecho de que una misma palabra pue- de tener significados radicalmente distintos, 0 poseer un sig- nificado central y extensiones figurativas o metaféricas de fécil comprensién, o ser aplicable a una familia de diversos obje- tos, hechos, situaciones, etc., que no poseen propiedades en co- miin, La presencia de propiedades comunes no es el tinico jus- tificativo para usar una misma palabra en relacién con distintos ccbjetos individuales. Estos pueden exhibir un “parecido de fa- milia”, o hallarse vinculados de modos muy diversos a un caso central, etcétera. 2) La otra dificultad es que muchas palabras tienen ade- més de significado o significados descriptivos, un significado emotive. Esto es, una disposicién permanente para provocar ciertas reacciones anfmicas en quienes las oyen o leen, unida a 94 GENARO R. CARRIO cierta aptitud permanente para constituirse en vehfculos median- te Jos cuales quienes las usan dejan escapar, por decir asi, sus sentimientos. Hay palabras que précticamente no tienen otro sig nificado que el descriptivo; otras un significado puramente emo- tivo; y en el medio, palabras que exhiben una variad{sima gama de combinaciones de uno y otto ingrediente. EI significado emo- tivo puede quedar atenuado, o aun cancelado, por el contexto. Otras veces puede operar en forma encubierta. De alli Ia enorme flexibilidad y riqueza del lenguaje persuasivo. En el curso de esta recapitulacign preliminar he destaca- do algunas caracteristicas del lenguaje, 4 cuyo olvido o ignoran: cia puede atribuirse el carécter aparentemente insoluble de mu- chas controversias entre juristas. Porque sucede que al participar, en Ia disputa estos suelen pasar por alto algunas de las siguien- tes cosas —muy ligadas entre si— o todos ellas: 1) Las palabras no tienen otro significado que el que se les da (por quien tas usa, 0 por las convenciones lingiiisticas de la comtinidad). No hay, por lo tanto, significados “intrfnsecos” “verdaderos” o “reales”, al margen de toda estipulacién expre- s# 0 uso lingtifstico aceptado. Es vana la tarea de “‘descubrie" tales significados inexistentes; por esa via no es dable aleanzar nin- ‘guna informacién valedera 2) Es una ilusién la de que a cada palabra le corresponde tun significado y s6lo uno; la gran mayoria de ellas tiene una pluralidad. También es ilusoria la creencia de que el uso de tuna misma palabra para denotar objetos diversos presupone ne- cesariamente —salvo los casos de mera homonimia— que todos 20s objetos tienen una propiedad o un conjunto de propiedades en comin, que integran © componen una entidad que le pala- bra nombta, EI hecho de que estamos usando une misma pa- Jabra no garantiza que nos estamos refiriendo a la misma cosa. Suele ser esclarecedor, empero, el esfuerz0 por desentrafiar la regla técita —si la hay— que rige el uso de la palabra comin. 3) No puede hablarse, por lo tanto, sin grave rickgo de equivocos, de dar “definiciones reales”, 0 de ‘“describir el signi ficado intrinseco o esencial de un término o expresién”, o de “de- terminar la naturaleza de la éntidad designada por Ie’ palabra”. NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 95 Es verdad que los hombres hemos pretendido, y seguimos pre- tendiendo, hacer estas cosas, pero tambign lo es que al amparo de estos rétulos oscuros se hacen muchas cosas distintas, que no deben ser confundidas. De lo contratio se multiplican los equi- vvocos, favorecidos por la ambigiiedad, no siempre advertida, de preguntas tales como “ZQué es democracia?” “ZQué es usufruc- to?" 0 “ZQué es derecho?” 4) Es verdad que quien se vale de una palabra aparténdo- se del significado usual que en contextos anélogos ella recibe, © escogiendo como tinico aceptable uno de los significados usua: les con exclusién de los otros, corre el riesgo de que los demas no lo entiendan, o lo entiendan mal, si no hace explicita la es- tipulacién o ella no resulta del contexto. Pero tal estipula- cién no puede ser calificada de verdadera ni de falsa, y, por lo tanto, no puede ser probada ni refutada mediante la invocaci6n de hechos. Tampoco pueden serlo los enunciados que se deri- van directamente de ella. 5) No todas las palabras u oraciones se usan éxclusivamen- te para describir. Otras se usan, ademas (0 Gnicamente), para recomendar, aprobar 0 desaprobar, o, también, para lamar la atencién sobre algo previamente desatendido colocéndolo, por decir asf, en un sorpresivo primer plano que destaca su impor- tancia. I, DISTINTOS TIPOS DE DESACUERDO Veamos ahora en qué medida las discrepancias 0 desacuer- dos de los juristas son tributarios de inadvertencias respecto de esas cosas. 1, SEUDODISPUTAS ORIGINADAS EN EQUIVOCOS VERBALES Se suele creer —y los tedricos del derecho no somos inmu- nes a tal ereencis— que cada palabra tiene un significado in- trinseco 0 propio, que no puede ni debe confundirse con las ex- tensiones que la licencia lingifstica pretende afiadirle. Esto tie- 96 GENARO BR. CARRIG ne graves consecuencias. Empezamos preguntando por el signifi- cado de la palabra “derecho” (dando por sentado que solo tie- ne uno legitimo), y de alli hay un solo paso —y muy breve— a Ja pregunta por la “naturaleza” o la “esencia” del Derecho, pre- gunta que slo puede ser contestada —presuponemos— descri- biendo las caracteristicas de fa entidad en que el significado tinico de la palabra “derecho” consiste. Todo ello se ve favorecido por Ia ambigitedad de la pregunta “ZQué es derecho?”, en la ‘que no esté claro si estamos pidiendo se nos indique el significado (© significados) de la palabra “derecho”, 0 que se nos descri- ban las propiedades 0 caracterfsticas tipicas de los fenémenos usualmente designados con ella, o alguna otra cosa. Pero es el caso que la palabra “derecho” tiene muchos sig- nificados, no uno solo, Para que cualquier discusién sobre las caracteristicas de los fenémenos designados por ella sea una ge- nuina discrepancia —y no el fruto de un simple equivoco ver- bal— tiene que mediar acuerdo previo sobre el significado que, en Ja disputa, damos a las palabras claves. Porque de lo contratio puede ocurrir que uno de los anta- ‘gonistas las use en un sentido, y el otro en un sentido diferente. En tal caso, aunque las propiedades que atribuyan a los objetos de que uno y otro hablan sean absolutamente incompatibles, habrd entre ellos ninguna contradiccién. Sélo, habré una ilusién de contradiccién. Es indtil que nos pongamos a discutir sobre qué caracteristicas tiene 0 deja de tener “el derecho”, si previamen- te no nos ponemos de acuerdo sobre cusl de los sentidos de esa ‘multivoca palabra esté en juego. Serfa tan absurdo como poner se a discutir fervorosamente si Carlos Gémez es 0 no jubilado ferroviario, sin tomar previamente Ia precaucién de avetiguar si estamos hablando del mismo Carlos Gémez. Todo esto parece trivial, pero es el caso que hay muchas controversias entre juristas que tienen ese origen, y, constituyen, por Jo“tanto, monumentos a la esterilided. Para evitar que ello ocurra hay que observar esta precaucién obvia: no embarcar~ se nunca en una discusién sin estar absolutamente seguro de cual es el sentido con que nuestro oponente est usando las palabras claves. NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUATE 7 2, SEUDO-DESACUERDOS DE HECHO EN TORNO A. PROPOSICIONES ANALITICAS Supongamos que siguiendo el consejo antedicho hemos Ile- gado a precisar en qué sentido nuestro contendor usa una pa- labra o expresién ambigua. El es un jusnaturalista y usa la ex presién “orden juridico” con el sentido de “régimen normativo Yy Coactivo, compuesto de reglas intrinsecamente justas”. Supon- ‘gamos, ademés, que en el curso de su exposicién nuestro conten- dor afima: “todos los Grdenes juridicos son justos". Supon- gamos, por dltimo, que yo, que en la hipétesis soy un juspositi vista convencido, quiero refutar esa apreciacién, que me parece falsa, 0, por lo menos gruesamente exagerada, Pues bien, si no me hago cargo exactamente de Ia situacién, ¢s muy probable que todos mis esfuerzos dialécticos sean esté- tiles, pues cada vez que sefiale a mi adversario ejemplos de ér- denes coactivos injustos, su respuesta serd la misma: “Si, pero eso no es un orden juridico”, Y si le pregunto por qué no lo es, ‘me contestaré lisa y Ianamente, “porque es injusto”. Su enunciado, por lo tanto, resulta irrefutable. No tengo ma- nera de probar la falsedad de 1o que ha dicho, mientras él siga coherentemente refugiado en la definicién que le sirve de inexpug- nable fortaleza. {Cémo es posible esto? La respuesta es simple: un enunciado de ese tipo no puede ser refutado alegando hechos en contrario, por la sencilla razén de que no es una asercién de hecho; ese enunciado no nos suministra ninguna informacidn so- bre los fenémenos del mundo. Solo es sintoma o indicio de eémo usa la expresién “orden juridico” mi interlocutor. Pero nos dice tan poco sobre el mundo como tn enunciado del tipo de “todos Jos gatos negros son ne gros”. La diferencia con enunciados de este tiltimo tipo es pura- mente externa, y radica en que “todos los érdenes juridicos son justos” no exhibe, a primera vista, su carécter tautol6gico. Este sélo se hace presente cuando advierto que mi adversario usa la expresién “orden jurfdico” con el sentido de “orden coactivo jus to”. Mientras tal cosa no se advierte, “todos los drdenes ju dicos son justos” se parecera mucho a “todos los Grdenes juri- dicos penan el homicidio”, proposicién que no es tautolégica, 98 GENARO R. CARRIO siempre que esté dispuesto a reconocer que es falsa si alguien me sefiala un orden juridico donde no esté penado el homicidio, o ‘més claramente, siempre que no me niegue a aplicar el rétulo de “orden juridico” a un sistema coactivo que no pena el homicidio, © para ser més claro atin, siempre que mi definicién de "orden jurfdico” sea independiente de que el orden normativo en cues- tin castigue o no el homicidio. Muchas disputas entre juristas se originan y perduran por no advertir estas cosas. Se pretende refutar y apoyar enunciados que s6lo explicitan parte de la definicién de un término apelando, para uno y otro fin, a argumentos de hecho. Claro esté que Ia disputa resulta asf mal encaminada y la situacidn parece no tener salida, 2Significa ello que frente a un enunciado del tipo de ‘“to- dos los érdenes jutidicos son justos” puesto en boca de un jusna- turalista, no tenga mas alternativa que limitarme a decirle “Bah, eso es una mera tautologta resultante de su decisién previa de reservar el rétulo ‘orden jurfdico’ para los étdenes justos”? Esta puede set una manera répida de poner fin a una conversacién fastidiosa, pero no es, claramente, la vinica alternativa. Porque siempre cabe Ia posibilidad de argumentar acerca de las desventajas de una definicién que hace depender la apli- cacién de una palabra de un determinedo criterio en cierto modo subjetivo; o siempre cabe sostener que tal limitacién del uso de “orden jurfdico” divide artificialmente un campo que, por raz0- nes de conveniencia teorética, es preferible mantener unido, por que las caracteristicas estructurales son lo suficientemente ané- logas y los puntos de analogia lo ‘suficieritemente importantes como para que la ciencie se beneficie con un tratamiento unita- rio de problemas similares. Son muchas las razones de este tipo © de tipo.semejante que cabe dar, pero todas ellas tienen carcter valorativo (teorético 0 préctico) y ninguna de ellas fuerza con- cluyente. 3. DISPUTAS SOBRE CLASIFICACIONES Otras veces Jas disctepancias entre los juristas presuponen una creencia errénea sobre el papel o funcién que desempefian las clasificaciones. Este es un vicio que no es privativo de los NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 99 juristas, pero que asume entre ellos rasgos particularmente no- civos, Tal vez ello se deba @ que Ta teorfa juridica se maneja, en casi todos sus sectores, con clasificaciones heredadas, muchas de las cuales traen el aval de un enorme prestigio y de una tradicién milenatia. Los juristes creen que esas clasificaciones constituyen Ja verdadera forma de agrupar las teglas y los. fendmenos, en lugar de ver en ellas simples instrumentos para una mejor com- prensién de éstos, Los fendmenos —se cree— deben scomo- darse a las clasificaciones y no a la inversa Buena parte de las controversias entre juristas consisten en problemas de clasificacién, abordados como si se tratara de cues- ones de hecho. No se advierte que no tiene sentido refutar como “false” una clasificacién —o sus resultados— y postular en su reemplazo otra “verdadera”, como si se tratara de dos modos excluyentes de reproducir con palabras ciertos parcelamientos y subdivisiones que estén en la Las clasificaciones no son ni verdaderas ni falsas, son ser- viciales 0 inditiles;.sus ventajas o desventajas estén supeditadas al interés que guia a quien las formula, y a su fecundidad para presentar un campo de conocimiento de una manera inds fécil- mente comprensible o més rica en consecuencias précticas de- seables. Siempre hay miltiples maneras de agrupar o clasificar un campo de relaciones o de fenémenos: el criterio para decidirse por una de ellas no esté dado sino por consideracfones de conve- niencia cientifica, didéctica 0 préctica. Decidirse por una cla- sificacién no es como preferir un mapa fiel a uno que no lo es. Porque la fidelidad o infidelidad del mapa tiene como fest una cierta realidad geogratica, que sirve de tribunal inapelable, con sus rios, cabos y cordilleras reales, que el buen mapa recoge y el mal mapa olvida. Decidirse por tna clasificacién es més bien como optar por el sistema métrico decimal frente al sistema de medicién de los ingleses.” Si el primero es preferible al segundo no es porque aquél sea verdadero y éste falso, sino porque el primero es més cOmodo, mAs ffcil de manejar y més apto para satisfacer con menor esfuerzo ciertas necesidades 0 conveniencias humanas. 100 GENARO R. CARRIO Las disputas clasificatorias de los juristas pueden ser inter- tminables si en lugar de allegar argumentos valorativos en favor de un modo de clasificar, los contendores se empefian en mostrar que la clasificacién propia —y no la ajena— refleja la verda- dera “‘naturaleza de las cosas”, o es Ie tinica clasificacién com- patible con la “‘esencia” de los objetos clasificados. Mucho tiem- po y mucha tinta se habrfan ahorrado con sélo recordar cosas tan simples, 4, CONTROVERSIAS SOBRE LA “NATURALEZA, JURIDICA” DE UNA INSTITUCION Hay otto tipo de discrepancias, directamente conectadas con las anteriores, que se originan en algo que parece ser una enfer- medad profesional de nuestro gremio, Me refiero a la proclividad f pesquisar Ia llamada “‘naturaleza juridica” de una institucién, de un hecho o de una relacién que preocupa a los juristas, y a Ja facilidad con que éstos entran en polémicas sobre el purito. Sin embargo, no se trata de una debilidad peculiar de los juristas, sino que de algtin modo responde a una inclinacién general, deri- vada a su vez —en sus formas no legitimas— de falta de sensi- bilidad frente a problemas de tipo lingiistico. Muchas veces: cuando, en contextos no juridicos, pregunta mos “Qué es X?”, esta ptegunta ambigua no busca, como en ‘otros casos, una definicién de la palabra “X”, ni una descripcién de Ia cosa X, ni un encasillamiento de ella respecto de una particular propiedad que tenemos técitamente en mira. Lo que bbuscamos es tna-clave que nos brinde el acceso a todos los hechos relevantes acerca del objeto X en una fGrmula breve. En otros términos, pedimos que se nos destaque un hecho acerca de Ia cosa X dol que se pueda deducir todo lo que es verdad respecto de ella. Asf, para valerme de un ejemplo de Richard Robinson! —a quien sigo en esta parte— cuando preguntamos ‘2 Qué es el Cristianismo?”, o “¢Cual es la esencia del mensaje de Cristo?”, esperamos que se nos dé una respuesta breve, quizés una sola Definition, Oxford University Press, Oxford, 1954, pag. 165. NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUATE lor méxima,-de la que puedan derivarse todas las ensenanzas de Jests. Buscamos —dice Robinson— una especie de lave nica para un gran edificio. Tal cosa, posible en la geometria, no se puede conseguir siempre. Esas supuestas definiciones claves tie- nen que incluir, 0 presuponen, una decisién estipulativa. Porque “es muy improbable —dice nuestro autor— que alguna definicién © férmula breve pueda generar afirmaciones verdaderas acerca de todos los tipos de fenémenos efectivamente cubiertos por el uso comtin de la palabra, ya que es muy improbable que la pala- bra cubra un campo totalmente homogéneo’ Es eso lo que buscan Jos juristas, me parece, cuando tra- tan de hallar, por encima o por detrés de las reglas’ positives del sistema, en cierto campo o sector, la “naturaleza juridica de una determinada institucién”’. De allf brotan en tropel una multitud de teorias encontradas. Las pesquisas y las polémicas suelen estar, desde el comienzo, envueltas por una espesa marafia de confusién acerca del verdadero alcance de la tarea que se cumple y de los desacuerdos que sus distintos resultados originan. En ciertos ca- 08, parece imposible alcanzar claridad o avenimiento. Y ello, porque no sabemos bien qué €s lo que quiere decir Ia afirma- ién. “Tal es fa naturaleza jurfdica del concordato”, ni sabemos en qué consiste precisamente la discrepancia cuando otro nos refuta “No, la naturaleza juridica del concordato no es esa sino esta otra”, ni tampoco sabemos bien cuél es el critetio para decidimnos por una de las dos afirmaciones discrepant. Hace algunos. aos escribi estas palabras, quizés un poco duras, que vienen ahora al caso. Las afanosas pesquisas de los juristas por “‘descubrit” la na- turaleza jurfdica de tal o cual o institucién o relacién estén de antemano y en forma irremisible destinadas al fracaso. Entre otras razones, porque 1o que se busca, tal como se lo busca, no existe. AAI preguntarse por la “naturaleza juridica” de una institu- ci6n cualquiera Jos juristas persiguen este imposible: una justi- 2 Prélogo a la excelente monografia de Eugenio Bulygin, Naturaleza juridica de la letra de cambio, Abeledo-Perrot, 1961. 102 GENARO R. CARRIG ficacién tinica para la solucién de todos Ios casos que, ya en forma clara, ya en forma imprecisa, caen bajo un determinado conjunto de reglas. Es decir, aspiran a hallar un dltimo criterio de justificacién que valga ténto para los casos tipicos como para Jos que no lo son, Por supuesto que no hay tal cosa. El ir en pos de ella, sin embargo, no obedece meramente a un obstinado capricho. Varios factores ayudan a explicar el fendmeno: a) El deseo de los juristas de procurarse una guia para re- solver aquellos casos cuya solucién no puede extraerse de las normas del sistema; ) El deseo —muchas veces no consciente— de conseguir ¢l propésito expresado sin abdicar de estas dos ideas, que definen cierta forma de positivismo juridico: 1) el orden juridico es com- pleto, no tiene Iagunas: las soluciones de todos los casos con- cretos pueden ser deducides de las normas del sistema, siempre que sepamos integrar a éstas-con una adecuada captacién de la naturaleza juridica de las figuras que aquéllas disefian; 2) no es de buena ley fundar Ia decisién frente al caso concreto en las consecuencias de adoptar tal 0 cual solucién; ©) El deseo de hallar un punto de ‘partida inconmovible para la ulterior tarea de clasificacién y sistematizacién; 4) En cierta medida, el deseo de emparentar las institucio- nes de aparicién reciente con otras de linaje ilustre, atenuando asi el choque de la novedad mediante su absorcién por un mun- do familiar de ideas ya elaboradas. La conclusién que entonces aventuré fue ésta: no es stil hablar de la “‘naturaleza juridica”” de tal 0 cual institucién por- que ello, si bien contribuye a preservar la ilusién de que el orden juridico es autosuficiente, lo hace al alto precio de proporcionar tuna guia inadecuada para la solucién de los casos dificiles y una base poco fructifera de sistematizacién. A ello quiero agtegar ahora que las discusiones sobre su- puestas naturalezas juridicas, en cuanto los contendores no se hacen claramente cargo de lo que estén buscando, ni de la ver dadera causa de su desacuerdo, son a Ia vez estériles e insolubles. El despilfarro de esfuerz0s se origina, en este caso, en lo siguiente: se piensa que cada vez que un conjunto de reglas se presenta con una determinada unidad, que lo hace acreedor a una desig- NOTAS SOBRE DERECHO Y LENGUAJE 103 nacién unificadora, esa designaci6n es el nombre de una entidad sui generis, poseedora de alguna caracteristica 0 propiedad ce tral (su naturaleza juridica) de la que derivan, como quien dice en forma genética, todas las reglas del sector en cuestién, y tam- bién otras que, si bien no estén contenidas expresamente en él, son “engendradas” —al igual que las primeras— por la fecunda ‘dea central, 0 naturaleza jurfdica. Este modo de presentar las cosas es, segtin Heck, un resabio del pensamiento de la Escuela Historica, que ha perdurado en la teoria juridica de Europa Con- tinental mucho después que les banderas de aquel movimiento roméntico fueron arriadas. Se trata, en suma, de un exceso cometido al amparo de Ia protensién de dar definiciones reales, o de explicitar el verd deto, tinico 0 dltimo significado de ciertas expresiones de estruc- tura y comportamiento muy, complejos. Pardsitas de Ias controversias sobre Ia natutaleza jurfdica de tal o cual institucién, son las numerosas polémicas que ver- san sobre si determinada caracteristica es de Ia “esencia” de una institucién, o simplemente de su “naturaleza”. No vale la pena detenerse en ellas. 5. CONTROVERSIAS GENERADAS POR UN DESACUERDO VALORATIVO ENCUBIERTO Existen muchos otros tipos de desacuerdos o setudodesacuer- dos dignos de’presentacidn y anélisis. Como no puedo ocuparme de todos ellos prefiero dedicar lo que resta a un tipo especial, estrechamente conectado con el uso o funcién emotivos de ciertas palabras que aparecen con frecuencia en el campo de la teoria juridica y en el de la teoria politica. Cuando estén de por medio esas palabras, la pretensién de dar “definiciones reales”, esto es, de “‘descubrir” el significado “verdadero” de una palabra o expresién, asume la forma de lo 2 Bogrffsbildung und Interessensjurisprudenz,traducido al inglés en cl volumen The Jurisprudence of Interests, Cambridge, Massachusetts, Har- vard University Press, 1948, pégs. 99.256, 104 CENARO R, CARRIG ‘que Stevenson ha llamado “ Al preparer las confrencas advert algo que no habia visto cuan- do escrib anu. A saber, qe le plabra“derotho™ pusde tenet eh ef contexte de eta polémiea, por lo menos para uno de os scores, un toll petajeans prea cdi «a ited rope impuestaporottes hombres, con independencia de musto consentnicn toh nial sspucno el aprgado “rer derecho” presenta al sglfendo emotive de "hacer algo muy importante y de concouencis graves para ta Iibertad individual”. ‘Esto matiz aiconal no afeta, me parce, Io Sustanial dal desarolo hecho en el texto, aunque obligaia« afinar el 4 GENARO R. CARRIO nar una “imagen” 0 “cuadro” capaz de provocar adhesiones 0 Ssubrayar ciertos aspectos insuficientemente atendidos. Ellas no deseriben nada o, al menos, no es ese su uso primario™. “Loe jueces crean derecho” (o su negacién), tal como se da en la po. émica que Ie sive de contexto, pertenece a esa familia de expre siones, No debemos olvidar as numerosas y ramificadas impli- caciones politicas que tiene nuestro enunciado. Algunas apuntan al controvertido principio de la divisién de los poderes y a. su significado actual; otras remiten al problema de las relaciones en- tre los organismos legislativos, elegidas por suftagio popular, y {a judicatura, generalmente designada por métodos no democré. ticos; otras se refieren al conflicto entre el principio de legalidad, considerado como bastién’ del liberalismo politico, y ciertas con. cepeiones de justicia totalitaria que ha conocido nuestro siglo; etcétera, vill) El hecho de que la divergencia sea basicamente un des-. acuerdo de actitud: a) explica que la controversia puede subsistir aunque se logré una completa concordancia en cuanto a los he- chos y se Hegue a estipular una notacién descriptiva univoca y precisa; y.b). pone de manifiesto lo inadecuado de In posicién de quienes se erapefian en ventilar Ia controversia como si se tra- osiciones originarias y, en definitiva, a la exasperacién o al ansancio, ag Margaret Mac Donsld, “The Language of Political Though Publicado en stays on Logic and Language, editados por A. CoN. Flew, is Serie, Blackwell, 1960, pig. 167. Ver también Stephen Toul, i Reason in Ethics, Cambridge at the University Press, 1960, pdge 195-199, NOTAS Y COMENTARIOS 1. EL CARACTER CONVENCIONAL DEL LENGUAJE. (APARTADO 1) Ya San Agustin dividis a los signos en naturales y conven- cionls, Les primeos son aquellos que, con independence de toda intend o deseo de usrls como sigos,conducen conosinieno de algo distin; as, por ejemplo humo es si no de fuego. La conexin se bass ‘en Is experiencia (De to doo tina evstana, Libro UI, cp. 1, ap 2). Lo sigos conven nales, en cambio, son aquellos que los seres vivos intercambian mutuamente con el propésito de mostrar sus sentimientos, per- expsone 0 pensamints (0, eit, Libro Tl, exp. 2, ap. 3)- Ea- be estos sgos el Iga principal comesponde als palabras (ob. cit,, Libro II, eap. 3, ap. 4). En cuanto signos convencionales, ellas afectan el espiritu segin les convenciones vigentes en la co- munidad donde cada hombre vive, y afectan los espiritus de los disinos hombres de disinta maner. los ai porque sas comeacones son isn. Los homies nom an peo de acuerdo en usar Ins palabras como signos porque éstas tenga significado; por el contraro, ella tienen ahora significado porque Jos hombres se han puesto de acuerdo al respecto (ob. cit, Lit bro II, eap. 24, ap. 37) : La distincién entre signos naturales y convencionales, y Ia inclusion de las palabras entre los éltimos, son hoy moneda corriente (ver, por ejemplo, Ross, Sobre ef derecho y la justi- cia, pig. 109).

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