Omitir del debate pblico los valores ticos que hacen posible la
democracia es, adems, peligroso. Ms todava cuando las instituciones
que proveen las reglas del juego estn sujetas a revisin y emiten
seales confusas, ansiosas quiz de poner orden pero incapaces de
conseguirlo, porque nadie sabe exactamente a qu atenerse, hasta
dnde llegar, en qu sitio est la frontera entre el cinismo y la audacia.
Sin valores de referencia y sin debate pblico sobre esos valores, la
tentacin de fijar normas con el nico objeto de repartir el poder entre
poderosos puede ser tan grande como el riesgo de que al final del da,
en efecto, lo logren.
Por otra parte, la democracia pide apego a las reglas del juego y espera
un compromiso sincero con su cumplimiento. El opuesto de ese segundo
principio es la anulacin de las razones del otro, de quien piensa o acta
o quiere algo distinto, aun cuando lo haga dentro de las mismas reglas
que hacen posible la convivencia.
Por eso creo que hay que empujar, en serio, a favor de un cuadro
mnimo de principios ticos para consolidar la democracia recin nacida.
La necesidad de redisear las reglas en las que se apoya el ejercicio del
poder poltico en Mxico es ya una preocupacin extendida: aun con
intereses diferentes, todos los actores polticos del pas reconocen que la
pluralidad nueva est exigiendo reglas igualmente nuevas. Pero esas
reglas no podrn prosperar solamente a partir de criterios de equilibrio,
como si la poltica equivaliera sin ms al mercado.