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ALEAGUARA g 2 Alvaro Bisama Estrellas muertas Estdbamos en el caf¢ Hesperia, a las ocho y media de la mafiana, en el puerto. Hablabamos de cualquier cosa. Ella fumaba compulsivamente y yo me arrancaba con los dientes la piel de mis propios labios. Esas manias eran lo tinico que nos quedaba en esos dias en que los bosques de Laguna Verde se estaban quemando y el vien- to que venfa del sur lanzaba el humo negro sobre el hori- zonte de los cerros. Con ese cielo oscuro sobre el puerto, yo no dejaba de pensar en que esas cenizas que flotaban en el aire podian ser parecidas a las de los hornos de un campo de concentracién, a la borra de piel humana que deja una bomba atémica. Nosotros estébamos devasta- dos. Incluso antes de que ella abriera el diario, estabamos en las ultimas, Nuestro asunto, nuestra vida en comin, llegaba a su fin, Nos metiamos en el Hesperia para hacer hora y esperar que abrieran las oficinas para realizar los trdmites de la separacién que nos correspondieran ese dia. Nada que decir, nada que decirnos: pedfamos jugo de durazno, capuchinos o simplemente agua y nos quedabamos en silencio por horas o minutos, mirando las fotos pegadas en la muralla que capturaban la secuen- cia de un naufragio mar adentro. A veces, comprébamos los periédicos y nos repartiamos las paginas mientras hablabamos nimiedades, esperando matar el tiempo, in- tentando no vernos reflejados en los espejos gigantes de la barra del local, que nos devolvian una versién oscura y encorvada de nosotros mismos, una versién que quizds remedaba un mundo inverso donde nosotros, esa pareja, sumida en monosilabos que apenas cercaban el silencio, salfa luego del local y se metia desesperada a tener sexo cao a 12 en algtin hotel pulgoso de calle Chababuco. Pero eso pa- saba en cl mundo de los espejos, del cual no tenfamos mas noticias que lo que estaba a la vista: reflejos que in- tentébamos no mirar por pudor o vergiienza, amparados en la suposicién de que no éramos ni seriamos jamés Nosotros sino apenas la ilusién de una vida imposible, de una vida que no fbamos a llegar a conocer nunca, Aun asi, nos queddébamos en el Hesperia y hablabamos nimie- dades o lefamos sagradamente los titulares de la prensa Para evitar mencionar lo que nos Pasaba en esas horas finales de lo nuestro. Y funcionaba. Ni iquiera tenfamos muinaciones ya cabado. Todo aquello nos sirvié hasta esa mafiana en que ella mird el diario, comenz6 a llorar y luego me mostré una foto donde aparecia una mujer escoltada por dos carabineros,

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