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CAPITULO PRIMERO LA NUEVA POLITICA Sentado en su imponente ofici que creat fiestas, gestos y formas nuevos para que, a su vez, en tradiciones'./Karlheinz Schmeer nos acaba de ovacién del rizados con las grandes concentraciones de masa las prietas y las banderas coloristas tan caracteristicas de! muchos de los lugares en los que tuvieron destruidos por la Segunda Guerra Mundial, los restos arquitecténicos fascistas que atin estén son suficientes para captar la sens: simbi Con todo, ese estilo politico no era nuevo y Mussolini t te razén al mencionar la adaptacién de antiguas tradicio- es para nuevos fines, porque lo que llamamos estilo fascista fue entealidad el climax de una «nueva politica» basada en una ide: dieciochesca en ascenso, la de soberania popular. Se decia que |: ‘0 que izaban. 16 George L. Mose comuin, que todos podian com- pescas ya no suplantarian mas partic, Las dinastias reales o pri lo, Este concepto de soberan: po- fal», tal como la naturaleza del hombre como ciudadano sélo puede existit activamente cuando todas las personas actiian juntas como un pueblo r en una reli- ar ese culto. La unidad del élo se cimentaba en Ig idea de una ciudadanfa comin, va politica trataba de guiar y form: pueblo no ino que esa funcién la representaba una conciencia nacional cién despertada, que se habia desarrollado en muchas junto al ideal de sober: popular. Ahora, en el "se decia que la nacién se basaba en el propio pueblo, en su voluntad general, y que su simbolo ya no era tinicamente la leal- tad a unas dererminadas dinastias reales establecidas. En conse- cuencia, el culto al pueblo se conv ja nacion y la nue politin tat de exprser st unidad mediante la creacién igi nos mitos y a la de sus simbolos. La nueva politica intenté que el pueblo participara activamente en la mistica nacional a través de fiestas, mitos y simbolos que dieran expresién concreta a la el «pueblo» creencia ti6 en un movie 5 que compart en la unidad popular a través de una mfstica nacional. La nueva politica proporcioné una matetializacién de la voluntad general transformé la accién politica en un drama supuestamente compartido por el propio pueblo. hos, el sistema parlamentario y representativo parecfa contradecir el concepto de voluntad general, al atomizar hombre y la politica en vez de crear una unidad. Pero, en Europa, Ja nueva politica formé parte desde el principio del movimiento lismo, los movimientos y la politica de masas se ha visto relegado, no sélo en lo tocante al siglo x0X, sino como antecedente necesario del fascismo, Las teorfas sobre el propii tendido a omiso de la importancia de los mitos y ciltos que acabaron por proporcionar la esencia de la politica fascista. Con frecuencia, para quienes se consideraban liberales o de izquierdas, el fascismo representaba una «aberraciény histérica, la «ocupaciény del pais por parte de una minoria barbara. El pueblo estaba cautivo y cuando se le permitiera decidir su propio destino retornaria a.un liberalis- mo renovado 0 a los ideales socialistas. Esa interpretacién del fas er caso cismo estaba especialmente extendida entre los que se vieron ol gados a emigrar por oponerse a los regimenes fascists‘. Pero, aun muchos de los que defendian ardientemente esas interpretaciones iaran de idea después, esta concepcién del fascismo sigue te- niendo mucho predicamento. En miembro mds refinado de ese movimiento, el historiador Exnst Nolte, cree que la burguesia sélo se volvié hacia el fascismo en una épo- ca de crisis, para volver a su liberalismo tradicional una vez que é- ta habia seguido su curso’ fascismo, como auténtico movimiento hist6rico, fue una consécuencia de la Primera Guerra Mundial, y este hecho se ha utilizado tanto para negar como para subestimar sus puntos de stiltimos tiempos, incluso un 18 George L. Mosse contacto con el pasado prebélico. Sin la guerra y la paz consi- guiente no habria habido movimiento fascista y, por lo tanto, se- giin se argumenta, el periodo prebélico carece practicamente de importancia. De este modo, el fascismo se relaciona estrecha- ‘mente con su «épocao: la de la Europa de entreguerras. Con este punto de vista no se pretende hacer una apologfa del fascismo, aunque si se dota al movimiento de una cierta singularidad, con- siderdndolo una respuesta inmediata a una determinada situa- cién histérica. | En gran medida, ese andlisis es acertado, porque el derrum- bamiento de Europa tras la guerra fie un componente esencial del fascismo y le proporcioné gran parté de éu atractivo popular. Sin embargo, todos esos historiadores prescinden del fascismo como movimiento de masas y también como democracia de masas, circunstancias ambas que ya tenfan una larga trayectoria antes de que los nazis y otros fascistas hicieran buen uso de ellas. En reali- dad, el concepto de toralirarismo ha resultado engafioso en este sentido, porque implica la utilizacién del terror contra la pobla- ién (una nueva version de la antigua teoria de la ocupacién) y la confrontacién entre el lider y el pueblo. Se basa en la presuncién de que tinicamente el gobierno representativo puede ser demo- crético, una falacia historica que ya deberia haber dejado de lado no sélo la politica de masas decimoné: co de la Grecia clésica, porque fueron precisamente los mites y los cultos de los primeros movimientos de masas los que, ademds de dar al fascismo una base desde la que trabajar, lo capacitaron para presentar una alternativa a la democracia parlamentaria, Millo- nes de personas vieron en las tradiciones de las que hablaba Mussolini una expresién de la participacién politica mas vital y clocuente que la que representaba la idea eburguesa» de demo- cracia parlamentaria. Esto tinicamente podia ocurtir por la ex tencia de una larga tradicién anterior, ejemplificada no sdlo por los movimientos nacionalistas de masas, sino por los obreros, igualmente masivos. sino el sistema politi- La nueva politica Aunque la nueva politica afecté a toda Europa, lo que aqu{ nos ocupa es su desarrollo y consecuencias en Alemania, Dent®o dee a nacién desunida, una ver iniciado el siglo xp Ja voluntad general como bien supremo se vio estimulada por dos factores: el ascenso del nacionalismo, que se basaba en el Valk (el pueblo o la nacidn) como entidad cohesionada por sus mitos y simbolos histéricos, y el desarrollo de los movimientos y la po ca de masas. Esos movimientos de masas exigian un nuevo estilo politico que transformara a la multitud en una fuerza politica cohe- rente, y el nacionalismo, en su utilizacién de la nueva politica, pro- porcioné un culto y una liturgia que podrian alcanzar ese propésito. En Alemania, el ascenso del nacionalismo y de la democracia de masas, los dos Factores que estimularon el culto al pueblo co- mo religidn secular, unieron sus fuerzas durante el siglo XIX. A medida que consolidaba su base masiva, el nacionalismo se fue definiendo como un movimiento popular.-Las masas que aqui _nos ocupan no pueden equipararse a una turba, Los contempo= “Eineos que asistieron al ascenso de los mi de masas en torno a mediados del siglo xr« crefan que las turbas estaban haciéndose con la politica del momento. El historiador liberal aleman Georg Gottftied Gervinus escribié con glacial desa- probacién que los movimientos politicos de su tiempo se ampa aban en el instinto de las masas. En torno a la misma época, en Francia, el conde Arthur. de Gobineau trataba de an pia civilizacién, retrocediendo horrorizado ante la confrontacién entre las élites y las masas que, segiin él, se producia por doquicr’. Liberales y conservadores coincidian en este punto, ‘La palabra «turbay suele usilizarse para aludir a hombres y mu- jeres que se quedan al margen de la sociedad, 0 a quienes preten- den cambiarla sirviéndose de una violencia caética,|As{ es como Gobineau y muchos de sus contemporaneos percibjan a las masas. George Rudé ha tratado de demostrar que las acciones de las tur- bas del siglo xvmt sf se amparaban en un propésito, aunque éste no mpre se expresara racionalmente’, Las masas alemanas que ahora la exaltacién de jientos nacionalistas ar su pro- 20 George L. Mosse nos ocupan también constituyeron un movimiento con objetivos y presupuestos concretos.(No hay duda de que, en ocasiones, habia movimientos de esas caracteristicas que s6lo duraban unos afios 0 incluso unos dias, pero, con todo, las masas siempre se reconsti- tufan dentro de un marco definido y en Funcién de objetivos du- raderos, Muchas personas entraron y salieron de los festejos y ri- tuales del movimiento nacionalista, pero el marco de éte se mantuvo intacto, Dicho movimiento habfa adoptado la forma de una religién secular mucho antes de la Primera Guerra Mi ‘Aunque los movimientos y la democracia de masas se oponian a que las insti- tuciones representativas funcionaran como mediador entre el gobierno y los gobernados, en realidad no podian prescindir de tales mecanismos. El «totalitarismo» nunca fue una forma de gobierno en la que un Iider carismético cautivara a sus seguidores como el No hay duda de que el partido tinico del Estado dictatorial podia actuar como mediador, y asi lo hacfa, entre el Iider y los seguidores, pero esta situacién no fue nunca muy sa- tisfactoria. Nuevas y diferentes instituciones saltaron a la palestra dentro de una religién secular que unfa al lider con el pueblo, pro- porcionando al mismo tiempo un mecanismo de control social so- bre las masas. Con frecuencia, se ha analizado la religién secular ‘que se desarrollé en el siglo x1x teniendo en cuenta a hombres y movimientos cuya influencia se circunscribia a una élite inteleceual: por ejemplo, las doctrinas de Saint Simon (influyentes en Francia y Alemania). Lo que aqui nos debe interesar es fa religién secular y nacionalista que comenzé a funcionar en la vida politica de Ale- mania dentro di de masas, y que se vio unida a la entrada en la politica del momento de la gran mayoria de la pot Dicha religién se basaba en diversos mitos y simbolos funda- dos en el anhelo de escapar a las consecuencias de la indust zacién, La atomizacién de la mentalidad del mundo tradicional y la destruccién de los vinculos ancestrales y personales fueron flautista de Hamelis movimient n ai penetrando en la conciencia de gran paite de la poblacién. Los mitos que constituyeron la base de la nueva conciencia nacional, a fueran de procedencia germénica o clisica, se hallaban al margen del flujo histérico del momento. Pretendfan dar al mundo una renovada plenitud y reintegrarle la idea de comunidad a una nacién fragmencada. En / lemania, el «anhelo de mito» lo perc bieron muchos contemporaneos, desde la Revolucién Francesa hasta la Seginda Guerra Mundial’. Sus rafces tenfan profundas| raices histéricas. Ilustraremos una vez mas esas caracteristi para Huizinga) eran tipicas del siglo XV: «habiendo atrib cexistencia real a una idea, la mente quiere verla viva, y s6lo puede conseguitlo.personalizandola»”. Si, en esa época pretérita, «la sola presencia de una imagen visible de las cosas sagradas bastaba para establecer su verdad>", este hecho también seguirfa consti- tuyendo el atractivo del moderno simbolismo nacional alemén. Esos mitos tenian vinculos con concepciones del mundo r giosas y cristianas, pero se secularizaron a través del paganismo pasado al que se rémitian y a través de la felicidad instancénea que prometian a quienes los acepraran. Esos mitos no se mantenian aislados, 1 que se ponfan en fun- cionamiento mediante el uso de simbolos: materializaciones visibles_< y concretas de los mitos en las que la gente podia participar. «La comunidad agarra cierta parte de su mundo, aprehende su totalidad, extrayendo de ella ya través de ella dicha totalidad y su conte isién del mundo concretaba la mitologia de un pueblo; una mitologia que, como indicé Friedrich Wilhelm Schelling en 1802- 1803, era el «universo en atuendo festivo, en su estado primigenio, en poesia». El simbolismo, que cra la tinica forma adecuada de expresar ese universo, debia incor. porarlo estético y lo artistico, porque dicho universo no sélo era El anhelo de simbolos ejemplificado por Schelling era caracte- ristico del romanticismo alemédn. Los simbolos, la materializacién de los mitos populares, proporcionan a un pueblo su identidad. a wales de Be 2 George L. Mosse Gershom Scholem nos ha indicado que la difusién de la Estrela de David como 9 judo no se produjo hasta el siglo xix. Sin dda, tiene raz6n al explicar este nuevo impulso como la busqueda de una identificacién con un judafsmo que, tras la emancipacién ‘Simbolo del cristianismo»", Pero puede que los judios sintieran el mismo anhelo simbélico que el movimi co. En oca- ‘. Siempre habian desempefiado n primord cristianismo y ahora en forma secularizada, pasaron a convertirse en un elemento capital del cu Durante la R tornado ritos ial alemén, 1» y esta tradicién prefiguré el interés por k nueva politica que, décadas més tarde, mostrarfa Alemania, En este pais hubo diversos grupos que crearon sus propias ciones festivas y linirgicas dentro de un contexto politico; los més iportantes, as sociedades corales masculinas, las de tiro al blan- de gimnastas, habrian de incorporar elementos destaca- inifesta- inicial famados festejos piiblicos. Ademés, hubo simbolos permanentes que ayudaron a preparar a la poblacién para la nueva politica: no sélo fuegos sagrados, banderas y ean les hechos de piedra odo, monumentos naci del pucblo, y algunos de ellos han mantenido su efectividad hasta el presente, — Ean expresiones tangibles de un nuevo estilo politico. Pero, cen este contexto, «estilo» denota algo més que un mecanismo ico destinado a susticuir el concepto liberal de gobierno par- La nueva politica ‘ 23 Pensar objetiv pensar en conformar un todo tinico, presuponiendo qu: si es que no estab: jerse entre los el hombre vela y somete el pasado, y expresa su im| pero no el que le lleva hacia la verdad y la jus Esa veladura y ese sometimiento del pasado se lograban mediante el mito y al simbolo, y, en cons onvirt algo esencial para esa visidn del mundo Lo mismo le ocurrié al componente dramético, que nes ocuparé constantemente a lo lar- g0 de este estudio, porque la idea de la nueva politica iba a trans- formar la accién politica en una obra drama Los criterios estéticos no s6lo irispiraron los festejos antes men- cionados, sino que también determinaron la forma y la estructura de Jos monumentos nacionales. La implicacién directa de las masas po- pulares obligé a la politica a convertirse en un drama basado en los mitos y en sus simbolos; un drama al que se otorgaba coherencia me- diance un ideal de be jinado de antemano. Con frecuen- cia se consideraba que los actos politicos eran especialmente efecti- vos por ser hermosos, y asi era cuando los nacionalistas alemanes én cuando los traba- leza deter describian sus festejos y monumentos, y tam| jadores alemanes se referfan a los desfles de su 1” de Mayo. En este sentido, la tradicién religiosa tuvo un papel destacado, es decir, la idea de que los actos de devocién debian desarrollarse dentro de un contexto chermoso». Aqui nos acercamos a la tradi cin teatral y dramética del Barroco, tal como aparece en las igle sias de esa época, aunque los nacionalistas decimonénicos recha- zaran por frivola dicha tradicién. La raz6n cra que la belleza que unificaba la politica no podia ser juguetona; tenia que simbol cl orden, la jerarquia y una nueva «plenitud del mundo». 4 George L. Mowe Estas fueron las tradiciones que el nacionalsocialismo acabé adop- tando y que, de hecho, sdlo transformé escasamente en la prictica, Como movimiento de masas, esa doctrina consiguié adaptar una tadicién que, cuando los propios movimientos fascistas se con- virtieron en una realidad politica, ya llevaba alrededor de un siglo ofreciendo una alternativa a la democracia parlamentatia. El pensamiento politico fascsta y nacionalsocialista no puede juz- garse en funcidn de la teoria politica tradicional, Apenas tiene ele- femas racionales y ldgicamente construi- dos como los de Hegel o Marx. Este hecho ha importunado a muchos analistas que, al observar el pensamiento politico fascista, han con- denado su vaguedad y sus ambigtiedades. Pero los propios fascistas describieron su pensamiento politico mas como una «actitud> que como un sistema; en realidad, era una teologia que proporcionaba uun marco para el culto nacional. Como tal, sus ritos y liturgias eran esenciales, y consticufan un elemento capital de una teorfa politica que no dependia del atractivo de la letra escrita. Los ditigentes nazis y otros lideres fascistas hacfan hincapié en la palabra hablada, pero incluso en este caso, los discursos, mas que suponer una expo- sicién didéctica de la ideologia, cumplian una funcién littirgica. La propia palabra hablada se integraba en los titos del culto y, al final, lo que en verdad se decfa tenfa menos importancia que el entorno _y las ceremonias que rodeaban tales discursos. No cabe duda de que tanto Hitler como Mussolini escribieron obras te6ricas. Dentro del movimiento nazi, el prestigio de Alfred Rosenberg dependia en gran medida de libros como Der Mythus des 20, Jahrhunderts (El mito del siglo 39). Pero, en la prictica, todo era diferente. Sin duda, millones de personas leyeron esas obras, pero, incluso entre ellos, se recalcaba més la importancia ideolégica de la expresién hablada que la de la escrita. Al igual que en cualquier calto tradicional, la propia accién reverencial del grupo ocupaba el lugar de las obtas tedricas. Ni siquiera Mein Kampft (Mi lucha) se i6 en una biblia del movimiento nazi en el mismo sentido que Jo fueron para el mundo socialista los escritos de Marx y Engels, No mentos en comiin con si 25 e us gee para convertirse en ritos de masas de un culto nacional Calificar esa difusién de «propaganday resulta especialmente inapropiado en este contexto, porque alude a algo creado artifi- cialmente con el fin de captar la imaginacién de los hombres me- diante deliberadas técnicas «de venta». Esto es malinterpretar el desarrollo orgénico del culto nazi y su naturaleza esencialmente . Un ejemplo tipico de este enfoque seria el de quien habria de convertirse en el primer presidente de la Repiiblica Fede- ral Alemana, Theodor Heuss quie, a pesar de ser un avezado ob- servador, en 1932 crefa que la difusién de la propaganda nazi sé- Jo estaba influida por consideraciones relativas al éxito y al fracaso Lo que importaba eran los resultados’. Ademés, ese pragmatismo se consideraba probado por el hecho de que dicha propaganda exclufa la discusidn con sus enemigos y su punto de vista. Esa ob- servacién tiene algo de verdad, porque ninguna fe profundamente sentida esta dispuesta al didlogo racional. Sin embargo, el mero _ “hecho de que la propaganda tuviera éxito, algo que Heuss reco- nocia, deberia haberle dado que pensar. Después de todo, no se habfa cteado en 1932 para alcanzar un objetivo politico, sino que constitufa la adopcién de un estilo politico que en Alemania ya habia pasado por los estadios necesarios de crecimiento orgénico. Para Hleuss, la sformacidn religiosa» ofrecida por el partido no era més que un ejemplo de mal gusto. Pese a darse cuenta de que Hitler valoraba la palabra escrita menos que la hablada, su inter- pretacién no le Hlevé a relacionar ese hecho con el carfcter reve- rencial, ctiltico, del movimiento nazi. Por el contrario, atribuia la preferencia de Hitler por la palabra escrita al conocimiento que éte tenia de sus propias limitaciones”. La actitud de Heuss es tipica de la que muestra la gente civilizada y progresista cuando se enfrenta al fendmeno de la nueva politica. Muchos historiadores que ahora cuentan con el beneficio de la perspectiva temporal han seguido esos mismos pasos. 26 George L. Mosse Laacusacién de que mediante la propaganda los nazis pretendian erigir un mundo terrorista hecho de ilusiones sélo puede mante- nerse hasta cierto punto. Nadie puede negar la presencia del terror, pero se han acumulado pruebas suficientes para explicar la genuina popularidad de la lireratura y el arte nazis, que no precisaban del nulo del terrorismo para ser efectivos". As{ ocurre también en el caso del estilo politico nacionalsocialista: tuvo aceptaci6n porque se levanté sobre una tradicién conocida con la que se podia simpatizar Para las personas de izquierda, incluso hoy en dia, la apelacién a la irracionalidad por parte del fascismo se debia a un hecho supuesto: la sociedad capitalista tardia s6lo podia defenderse mediante esa regrésin”. Pero si ¢l estilo politico nazi era un fendmeno especifico del capitalismo monopolista tardio, éste debia reinterpre tarsea la luz de la época de la Revolucién Francesa y de comienzos del siglo x1x, porque fue en ese momento cuando se inicié y desa- rrolld realmente la nueva politica como acto de participacién de las masas. Sin embargo, para Karl Marx esa fue precisamente la época en Ta que el capitalismo hizo una aportacin positiva a la sociedad. Como veremos, el propio movimiento obrero aleman traté, aun- que fuera a regafiadientes, de adoptar el nuevo estilo politico e, incluso, contribuyé a él. Sin embargo, en los uiltimos tiempos, algunos andlisis marxistas del fascismo ya no han considerado que éste sea tinicamente un instrumento del capitalismo, sino un movimiento de masas esponténeo que se aprovecha de situaciones de crisis, El énfasis en la espontaneidad sigue desvinculando el fas- cismo del curso de la historia y le otorga cualidades tinicas. Al f- nal la idea del fascismo que aparece en el anilisis de la izquierda, con su insistencia en la propaganda y la manipulacién, es, en este caso, parecido a las actitudes progresistas antes mencionadas. Lo que este libro espera demostrar es hasta qué punto van desenca- minadas tales perspectivas. ‘Como hemos sefalado, la politica y la democracia de masas ale- manas se movian en un mundo de mitos y simbolos, y definieron La nueva polt la participacién politica mediante ritos y entornos relacionados con el culto, Lo que pretendian era activar las emociones del hom- bre, sus propios impulsos inconscientes. La idea no era muy nueva, ni tampoco se circunscribfa a Alemania, A finales del siglo XIX, cuarido los movimientos de masas comenzaron a ser més frecuentes y preponderantes, en Francia, tanto Gustave Le Bon como Georges Sorel ya habian formulado teortas similares a las que estamos analizando, concebidas para dirigir y controlar a movimientos de masas. En 1889, Le Bon consideraba innegable que «la sustitucién de las actividades conscientes de los individuos por las ac conscientes de las m Ja época actuals”. Después de observar el comportamiento de las asas durante el movimiento encabezado por el general Boulanger, Le Bon sefialé que estaba impresionado por lo que denominaba econservadurismo de las masas» y por la imporcancia que pare‘ conceder a las ideas heredadas. Para él, éstas se expresaban mediante mitos y su contemporéneo Georges Sorel sostenfa que los trabaja- dores no podian ser conducidos 2 una huelga general sin apelar al antiguo mito del herofsmo en la batalla’. Al margen de lo ambi- valentes que fueran Le Bon y Sorel respecto a los resultados de sus observaciones, ambos crefan que las instituciones politicas ya no importaban y que, por el contrario, lo que dererminaba la naturaleza de la polftica era una nueva «magia» El andlisis de Le Bon influyé tanto en Hitler como en Mus Sin embargo, Le Bon se limité a resumir una tendencia que ya existia antes de su época y que era mucho mds compleja que la relaci6n «magica» entre dirigente y dirigido en la que él se centra- ba. La politica era un drama dentro del cual tenfan lugar ritos rirgicos, concepto éste que ha sido acertadamente definido por Erik Erikson: «El ceremonial permite 2 un grupo comportarse de una forma simbélicamente ornamental, de modo que parece ofre- cer un universo ordenado; cada particula logra una identidad, en funcién de su simple interdependencia con todas las demés»™. Sin mnes in- tudes es uno de los rasgos principales de 28 George L. Mosse embargo, la argamasa de esta interdependencia es la accién sim- episédica, como en los festejos puiblicos, y més permanente, como en la formacién de grupos especiales como los gimnastas © en la construccién de monumentos nacionales. La Revolucién Francesa fue el primer movimiento moderno en el que el pueblo intenté adorarse a si mismo al margen de cual- quiermarco cristiano o dindstico. Honoré Gabriel de M uno de fos lideres de la revolucién, te revolucionario: al igual que en la Grecia y la Roma clésicas, las fiestas ciudadanas debfan conseguir que el pueblo, paso a paso, se a unidad entre su fe y el gobierno”. Se suponia que el «culto a la razén» debfa sustituir al ceremonial catélico. Pero ese culto racional abandons el racionalismo; tendié a sustituir a Virgen Marfa por la Diosa Razén y a inculcarle a esta veneracion 10s, oraciones y respuestas que imitaban la liturgia cristiana. Los festejos de la revolucidn y sus simbolos intentaron convertir a todo el mundo en participante activo. No bastaba con la pura y simple creacién de una actitud reverencial. Como era de esperar, el drama de Joseph Chéniet, Triomphe de la République (Triunfo de la Reptiblica),llevd a todo el mundo a escena: mujeres y nifios, venes, magistrados y 3s Coros y proce- siones proporcionaron a las ceremonias republicanas un reparto De hecho, la Diosa Razén sustituyé a la Virgen Maria en iglesias que, a su vez, fueron transformadas en templos dedi- cados al culto-a Ta revolucién. La catedral de Notre Dam conocerse con el nombre de Templo de la Raz6n. Del mismo ;odo, la naturaleza no fue en absol dada; llegé incluso 2 conceder importancia simbélica y politica a los pri- neros rayos de sol del dia. La «voluntad general» se convin imaginara u ancianos y pasé a én, Aunque los cultos revolucionarios no llegaron a dominar Paris durante mas de un afio, constituyeron un ensayo general para la nueva politica alemana de los siglos XIX y XxX, porque | ientos de masas de la .poca contemporinea también pretendieron La nueva politica 29 venerar la evoluntad generals, ya fuera la del pueblo que constituia una nacién o la de los miembros del proletariado. Los simbolos el concepto del culto sagrado cambiar pero el ejemplo de la revolucién seguiria sien continua. Con posterioridad, en Alemania, que un artista como Jacques-Louis David afiadis a la propaganda revolucionaria determinaria gran parte dela idea de belleza y la con- cepcién formal del nuevo estilo politico. Con todo, dentro de la nueva politica, las descristianizacién del culto popu a llegaria a ser completa. Las ideas religiosas y pattidticas del pietismo germano tuvieron un profundo impacto en el desarrollo del nacionalismo alemdn y, en consecuencia, en el culto y Ia liturgia de ese movimiento. Originalmenc, enel xv cl que el Estado y la nacidn se desvaneci tistas no comenzaron a incorporar visiones de la nacién a st spiritual y de amor cristiano. En 1784, por ejemplo, Friedrich Carl von Moser relacioné la «Pia Desideria» (auténtica piedad) con la pietisn suid forjar una-unidad ensse seligiGn y patriosismo, lenando de fe cristiana el amor a la nacién. «El que no ama a la patria que puede ver, zcémo podra amar la Jerus. no ve» (1774). Ahora la nacién no sélo eta cristiana, sino que también estaba prefiada d ico que se equi- paraba constantemente con el espiritu interior. «La patria esté dentro de tiv, es un «espacio sagrado» que se halla en el alma de todos los hombres". Este pietismo insuflé en el patrimonio aleman un componente dinémico y emocional de gran importancia para la creacién de la clase de comunidad fraterna, basada en el amor, que deseaban los pietistas. Su doctrina, a pesar de toda su introspeccién, no descar- taba las manifestaciones litirgicas. Para el conde Zinzendorf, un personaje clave del pietismo germano del siglo x n crist nismo n tiana expresaba mejor que las simples palabras la unidad de la George L. Mosse munidad cristiana. El cristianismo unificaba a esa comunidad a través de la piedad como de la y apenas puede sor- la una de prender que en Alemania coexistieran, a poca distanci to nacional. Ernst Moritz Arndt, otro, la lturgia cris el poeta de la unidad alemana, dijo en 1814 que la or: tiana debfa acompafiar los festejos nacionales”, pero el nacional, incluso al desvanecerse ese vinculo evidente, no sdlo con- serv de belleza: la «belleza de la santidad» que ejemplificaban las iglesias cristianas. Esta tradicion, fundida con el clasicismo, condujo a formas artisticas susceptibles de inspirar la accidn politica. Tanto esa como en el pietismo, el ideal de actividad sido tan ana y el c fa cristiana, sino exterior, adentréndose en izacién, el nacionalismo alem: algo realmente creativo; lo artistico se tornaba politico. El paralelis- mo con el cristianismo se hacia de nueyp presente. Fl arte cristiano expresién visible de la teologia cristiana y la belleza de la in, la creatividad artistica no sélo expresaba la naturaleza interna del hombre, sino que, mediante simbolos y \daba a modelar a bjan de encuadrarse masa informe. los festejos y monumentos nacionales, se ponia un énfasis simi en las emociones que fomentaba un entorno adecuado, cuya creacién ia sido el cometido de la arquitectura sacra en el ‘ca cotidiana subyacia dentro de este para la mayoria de la gente, se disfrazaba con pragmatismo de la p marco reverencial to, porque cualquier disfraz que se sirva de formas cailticas comunes se convierte en una «magia» en la que creen tanto los lideres como el pueblo, y lo que nos interesa es la realidad de dlicha magia. La politica de la unificacién na o tocante a su base econémico-social ha sido invest frecuencia por los historiadores. Pero olvidando que el nacionalismo fixe un movimiento de masas y que, como tal, abareé a muchas cla- ses diferentes al propager una cree! por derecho pr ‘mor e esta magia se produjo durante el periodo nazi, pero ya hacia tiempo que era importante. Podemos no estar de acuerdo con la aseveracién del psicdlogo William McDougall, en el sentido de que el nacionalismo, al en- salzar el cardcter yla conducta mucho més que cualquier otra forma u de grupo, est psicolégicamente justificado. Pero el { proporcioné a la actividad mental un objeto que con bastante acierto McDougall considers un requisito para la exis tencia del espiritu de grupo". Donde més éxito tuvo el n mo fue en la creacién de la nueva politica, en parte porque ésta se basaba en la emocién, Sin embargo, esa emocién no producia una multitud en api pl i logica”, En te jionalistas se orientaban a discip fin de evitar el caos que frustra la creacién de un movimiento masivo coherente. El fascismo y el nacionalsocialismo sé id ferviente qué se con > en una fuerza capital. El momento culminante nacionalis- han sido los movimien- teorias de hombres como Le Bon. Habria sido mis agradable des- cribir la nueva politica como un fracaso. Pero durante un periodo tan largo no podemos hacerlo asi. Sin duda, aunque sea por desgracia, hemos tocado en una de las principales dlinémicas politicas de la época de las masas. Habrfa sido mucho mis satisfactorio repetir el didlogo de la década de 1920 del poeta Ernst Toller: «Las masas, no el hom- a de las obras teatrales de bre, son la tinica fuerza eficiente. jNo, el individuo es suprem: Toller crefa que tanto las masas como el patriotismo eran fuerzas vicarias del puto y simple eg smo. Obstaculizaban el poder que el 32 George L, Mosse cl ideal de'Toller pudiera haberse trans- formado en realidad histérica! Por el contrario, la conjuncién entre masas y nacionalismo no fue manipulada por la historia alemana sino que, en realidad, conformé gran parce de la trayectoria contemporinea germana. Las voces de intelectuales como Ernst Toller se perdieron ence la multicud. Este libro tiene interés en el desarrollo de una religién secular. Como ocurre en cualquier religion, la teologia se exptesaba me- diante una liturgia: festejos, ritos y simbolos que se mantuvieron constantes en un mundo siempre cambiante. Sin duda, el nacio- nalsocialismo supone el punto culminante en la utilizacion de I nueva politica. La Italia fascista también tuvo sus fiestas y simbo los, pero Mussolini no les concedié Ia importancia capital que Hitler otorgaba a su aplicacién. No se pude decir que aqui hayamos «escrito una historia completa de la expansidn y desarrollo de la nueva politica en Alemania; nos limicaremos a intentar analizar su natu- raleza ya demostrar su desarrollo remiciéndonos a los ejemplos més importantes y significativos. Tampoco podemos dar explicaciones detalladas de los acontecimientos politicos que acompafiaron el desarrollo de la nueva politica en Alemania. Sin embargo, seré titil esbozar los principales periodos histéricos alemanes en los que tuvo lugar la nacionalizacién de las masas. ~ El primero de ellos se extiende desde las «guerras de liberaciém (1813-1814) frente a Napoledn hasta la consecucién de la unidad alemana en 1871: En cuanto se inicié el siglo XIX se asistié a un sentimiento de decepcién respecto a la falta de unidad de Alemania y la fragmientacién de su gobierno. La Confederacién Alemana, fundada en ef Congreso de Viena de 1815, fue insatis- factoria porque, en vez del pueblo, quienes siguieron gobernando fueron los principes; ademas, en lugar de traer la unidad nacio- nal, el Congreso creé una laxa confederacién de treinta y nueve estados. Esta situacién condujo a la glorificacién de las pasadas «guerras de liberacién» contra Francia, en las que los alemanes habian luchado codo con odo frente alos intrusos. Las formas de La nueva politica 33 gobierno impuestas por la reaccién que suscitaron el Congreso de Viena y su recelo ante el nacionalismo proporcionaron a la nuev politica un punto de partida democrético y nacionalista, que se oponia al orden establecido. Las revoluciones de 1848, pese a su importancia dentro de la historia de Alemania, no son tan deter- rminantes pari la del mito, los simbolos y los movimientos de masas, Sin duda, en la década de 1860 se asisté 2 una intensificacién del nacionalismo y de su utilizacién en la nueva politica. Pero este proceso tuvo lugar bajo el hechizo de ana y fue una dilatada reaccién ante el hecho de que en 1848 no se lograra la unidad nacional EI Segundo Reich, el de 1871-1918, constituyé la consumacién de muchas esperanzas de unidad, aunque fue un periodo de crisis para la nueva politica, Bismarck dominé Alemania hasta que per dis el poder en 1890. El «canciller de hierro» cre6 un Reich ajus- tado a su idea de Realpolitik, subrayando més el poder del Esta: do que el tipo de unidad espiritual que los nacionalistas habian considerado importante. La nueva Alemania sélo se unificé en cuestiones absolutamente necesarias: no afect6 a las minorias, los estados mantuvieron muchas de sus prerrogativas® y el conserva- durismo de Bismarck parecfa incapaz de frenar las divisiones so ciales que amenazaban con dividir la nacién en un momento de ripida industrializacién y urbanizacién. El Estado traté de ane- unificacién nacional ita- xionarse la dindmica nacionalista y de domesticarla para hacerla respetable, poniendo asi en peligto su potencial dinémico y de- mocritico. Desde el punto de vista nacionalista, el emperador mo Il (1888-1918) continué esa politica conservadora, pese a las grandes esperanzas que en principio suscité ese «emperador | pueblo». La Republica Alemana, posterior al Segundo Reich y ala derrota bélica, dio un renovado impulso a la nueva politica. El advenimiento de la Repiblica de Weimar en 1918 marcé el comienzo de una auténtica era de politica de masas sostenida: como expresién de un fermento revolucionario, de derechas o de idquierdas, y como necesidad politica en un Estado basado en las 34 George L. Mosse urnas. La propia debilidad de la Republica de Weimar la convit- tid en un foro en el que cada grupo podia luchar por su propia visién del fururo de Alemania, siempre que pudiera reunir sufi- cientes adeptos. Ya no era la’Alemania de Bismarck, en la que el emperador tenia en sus manos gran parte de los resortes del pode En 1933 el triunfo del nacionalsocialismo liquids el régimen parla- mentario, pero conservé las técnicas de la politica de masas que, antes de tomar realmente el poder, se habjan ido desarrollando a lo largo de un siglo. Dentro de este desarrollo histérico podemos apreciar un cierto ritmo que determin el crecimiento de la nueva politica. Desde comienzos del siglo x0x hasta la unificacién alemana surgi sobre todo fuera del marco de los estados alemanes, orientindose més bien contra los gobiernos. El ansia de unidad nacional no conté con el favor de la mayoria de los reyes y principes que regian los destinos de la nacién. Pero después de 1871 y hasta cl nacimiento de la Republica de Weimar el nuevo Estado alemén traté de manipular la liturgia, con el fin de inclinarla hacia un naciona- lismo sancionado por las autoridades. Parece que esta intentona sofocé el impulso litvirgico que durante el periodo anterior habia estado en primera linea. Ast lo apreciaremos en el desarrollo de Jos monumentos nacionales y en el destino de organizaciones que habian resultado cruciales en la historia del culto nacional antes de la unificaci6n. Sin embargo, las protestas contra esta imposi- cién de una liturgia desde arriba cobraron importancia y, por ejemplo, se expresaron mediante nuevas formas teatrales y también en los «festejos» concebidos por Richard Wagner en Bayreuth. Al final, en la Reptiblica de Weimar, cuando toda la politica era de masas, se recuperarfa parte de la dindmica primigenia de la licurgia nacional. Aunque este estilo politico tenia una fuerza propia mucho an- tes de la aparicién del nacionalsocialismo, a lo largo de este libro nos ha parecido util mirar de vez en cuando hacia adelante con el fin de no perder el contacto con el climax de este proceso poli La nueva poltica 35 tico, porque, a pesar de todos los problemas a los que se enfren- t6 esa nueva forma de hacer politica, podemos detectar una con- tinuidad fundamental que se extiende desde la lucha por la libe- racién nacional frente a Napoleén hasta la liturgia politica del Tercer Reich. Esa continuidad no debe confundirse con una biisqueda de los origenes de dicho régimen. En realidad, nuestro interés reside en el desarrollo y la evolucién de un estilo polfti- co que el nacionalsocialismo perfeccioné. La estética de la poli tica, que es lo que aqui nos ocupa, su materializacién en el arte y la arquitectura, si constituyé en gran medida la mentalidad de Adolf Hitler. Pero esto no quiere decir que condujera al nacional- socialismo o que produjera la dictadura alemana. Dada la com- plejidad de la historia, seria simplisca hacer tal aseveracién. La nueva politica se valia por si misma; no sélo atrajo a los nacio- nalsocialistas, también a miembros de otros movimientos que encontraban su estilo atractivo y til para sus propios propésitos. Dicho estilo politico, al margen de lo atrayente que resultara para gtan parte de la poblacién y de la importante funcién que desempefié en una época de politica de masas, no fue més que uno de los muchos factores que contribuyeron al desarrollo del Tercer Reich. Puede resultar curioso que, para analizar un estilo politico que acabé siendo utilizado para fines tan desagradables, comencemos por centrarnos en la belleza. Sin embargo, la «estética de la politi- ca» fue la fuerza que vinculé los mitos, los simbolos y el sentimiento de las masas; lo que determiné la naturaleza del nuevo estilo fue una cierta percepcién de la belleza y de la forma. Para gran parte de la poblacién, los fines desagradables para los que se acabé uti- lizando ese estilo quedaron enmascarados por el atractivo que sus- citaba la nueva politica y por su utilidad para hacerse con sus anhelos y suefios. Una cierta idea de belleza materializé el mundo de felicidad y orden sofiado, al tiempo que posibilitaba 2 los hom- bres cl contacto con las supuestas fuerzas inmutables que se alzan fuera del flujo vital cotidiano 36 George L. Mosse 6 George L. History of Ideas, 7 Georg Gou ke, 1964 IE ncia e Inglaterra, 1 Fri jeresches Werke, B m Mythos», Die rick Niewsche, «Die Gebuse der Trag dem Geist de puig, 1899, vol. i, pp. 159-165 [Ed. cast: Obras , 1970]; Theodore Ziolkowski os Aires, Presi 17 Ibid, p. 132. 8 Véase, por ejemplo, Diett 20 Gustave Le Bon, Th {, Nueva York, 1960, p. 3 (Fd. cast: Picolo- gia de las masas, Madrid, Morata, 1986) 21 Georges Sorel Reflexiones sobre 22 Erik H. Erikson, Yo 23 Véase Alber Mathie,

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