Joseph Rykwert
EI utero y la tumba
Antropologia de la casa
La casa es un camino prometedor para empezar a remontarse
hacia los mitos primigenios. Su relacién conceptual con el
cuerpo y su condicién de trasunto del universo por la via
analégica son revelaciones que, por mds que hayan sido
objeto de la intuicién poética, requieren la confirmacién de la
antropologia. Joseph Rykwert desgrana en este articulo los
elementos que hacen de la vivienda un sistema simbdlico
particularmente rico y bien arraigado en el inconsciente de
nuestra cultura. La clave parece residir en el nexo existente
entre construccién y procreacion.
En el alfabeto semitico occidental —y,
por tanto, en todos los alfabetos, ya que
Jos dems derivan de él las dos primeras
letras, Ay B, muestran las conquistas
fundamentales del hombre civilizado: el
nimal doméstico y la casa, aleph y beit
Aleph: escrito con una A, su origen
no es tan obvio. Pero eseribimosto a la
manera arcaica fenicia 0 moabita, p>,
y adornémoslo ademas con ojos y ore
Jas, Be. y asi quedard patente su natura-
leza pictogrifica. Es una cabeza de un
buey oun toro; es también la unidad
biisica para contar, uno. Y es masculino.
Beit es femenino: al ir en segundo lugar
en el alfabeto, simboliza el niimero dos. Y
su significado original, asi como su figura,
se referia a la casa. La antigua forma
fenicia, una figura cerrada con un apéndi-
ce, representaba presumiblemente la plan-
ta de una habitacion y un muro de cerra-
miento. Dado que las primeras inscri
nes alfabéticas estan datadas aproximada-
mente entre 1500 y 1000 antes de Cristo,
el hecho de haber dejado reducida la casa
a una caligrifica forma de planta no de-
beria considerarse algo ajeno al ingenio de
sus inventores, Las plantas a escala mas
antiguas que se conocen son anteriores @
ellas en mis de un milenio, Los egipcios,
casi dos mil afios antes, ya habian conver-
tido la planta mas sencilla de la casa en
tuna letra, o mas coneretamente, en un
ieroglifico: hw: (dG) es la
forma de la planta de un recinto y se suele
tradueir como hogar o mansion; se usa
normalmente en combinaciones que indi-
18
can palacios, templos, ete. Pero el reperto-
rio jeroglifico era mas rico que cualquier
alfabeto y proporcionaba otro rasgo de la
casa mht, nat: [~ ], que significaba refu-
gio, hogar, morada. La inevitable perifra-
sis para el cielo era, por supuesto, la casa
de la diosa celestial: [3]. La diosa del
cielo se llamaba Nut, y su nombre, al
igual que el de su equivalente masculino
(pero no su marido) Nu, estaba relaciona-
do con el caracter sencillo mu: 75, fluido,
recipiente, Puede que la identidad literal
centre el nombre de la diosa y la palabra
uusada para «casa» fuera accidental: des-
pues de todo, el sonido tenia muchos
significados, algunos bastante relaciona-
dos entre si.
El consorte de Nut no era Nu, un
dios del cielo, sino Geb, el dios de la
tierra, cuya imagen se presenta a menu-
do ensombrecida por la diosa. Ella le
cubria, apoyindose en las manos y los
pies, mientras é1 sostenia su talle, y el
cuerpo estrellado de la diosa le ser
como dosel, El sol viajaba de noche a
través del cuerpo de ella, entrindole por
la boca y naciendo de nuevo a la mafana
siguiente por sus genitales. Pero ella tam-
én cubria —pintada en el interior de la
tapa de casi todos los ataiides con mo-
mias— el cuerpo de la persona muerta
que viajaba hacia su resurreccién igual
que el sol lo hacia por el cielo
«Paso por el cielo, camino sobre Nut
Mi hogar es el reino de los Juncos
Mis riquezas estan en el Reino de las
Ofrendas».
1
El reino de los juncos era el Eliseo de
Jos egipcios: el cicio que formaba el cuer-
po de Nut era también el recorrido del
alma, su camino a casa
La imagen de Nut convertia el féretro
en la vivienda de la momia, asi como en la
garantia de su inmortalidad. Esto indica
la naturaleza femenina de la casa como un
objeto hembra. El sentido de todo esto
parece confirmado por la transformacién,
producida casi imperceptiblemente, del
signo semitico occidental Jen el 8,
cuya verdadera naturaleza como pictogra-
ma queda indicada por el apelativo «lo
que abastece, lo que alimenta»,
Por algunos autores herméticos
hnuacién que llega a ser obvia si ponemos
la letra de lado, asi: wo.
Tal vez todo esto no sea una buena base
para hacer grandes generalizaciones. Las
formas de las letras son meras indicacio-
nes de actitudes y ereencias. En todo el
mundo la gente ha construido casas con
apariencias muy diversas: pesadas y cua-
dradas, ligeras y circulares. Hay igli
yurtas'', cabaiias de hierba, viviendas ru-
pestres, etc.; la enumeracion podria seguir
indefinidamente.
Y sin embargo, a lo largo de éstas
variaciones hay un tema inevitable: el
hombre sale del itero materno y debe
volver a la materia de la que proviene. La
casa que ocupa entre estos dos inevitables
términos de su viaje, debe hacer referencia
su situacién y proporcionarle seguridad.
De este modo, vemos emo la consonan-
cia entre el iitero y la tumba? es una
preocupacién constante para el construc-
tor de casas. La diversidad de formas que
adquieren las casis muestran el modo en
{que sus habitaciones establecen un pacto
entre su situacién y el lugar. La reconcilia-
cin es lo que domina la organizacion
vertical de la casa, desde el sotano hasta la
cubierta; asi lo ha denominado Gaston
Bachelard (La poétique de l'espace, pagina
35)°, Bl sotano ¢s a parte oscura, oculta ¢
irracional de la casa: mucha gente enterra-
ba a sus muertos bajo el suelo, 0 echaba
Jos huesos a los cimientos de las casas. El
s6tano, la cueva, o simplemente un aguje-
12 (1987) A&vro en el terreno eran el recepticulo del
pasado de la familia, pero también de sus
riquezas terrenales. Cuando es en la casa
particular y no en la comunidad social
donde se aimacenan el grano y los aceites
domésticos, con mucha frecuencia se
dejan en el suelo o se guardan en la cueva,
‘como aquellas reservas de grandes pithoi*
de los s6tanos del gran palacio de Cnos-
sos. La identidad del recuerdo y el alma-
‘cenamiento —de los muertos, cuya resu-
rreccin es una esperanza, y del grano,
‘cuya reaparicion es una necesidad— es
uno de los tépicos de las ereencias huma-
nas,
Construir, procrear, crear
Desde que los hombres han abandonado
Ja vida némada —por la fuerza 0 por una
necesidad sedentaria— han enterrado su
pasado bajo sus edificios. Con cada capa
sucesiva que se afiadia a la anterior, otro
pedazo del pasado se sumaba al reperto-
tio de recuerdos, o bien se mantenia fuera
de él. Esa es la parte oscura e irracional de
la casa, La cubierta, por el contrario, es sty
aspecto evidente y explicito. Su recubri
miento y su pendiente, sus bordes y sus
encuentros, hacen patente la manera en
que sus habitantes se enfrentan a los ele-
mentos. Cuando se ve desde dentro, la
estructura de la cubierta también es un
tema constructivo claramente inteligibl.
La cubierta es la cabeza de la casa; y,
puesto que se halla entre su ocupante y el
Cielo, es también el sustituto de éste en el
pequefio mundo de quien la habita.
La casa en que uno vive, la casa en que
uno fue concebido y en la que, a su vez,
tuno puede procrear: ésta es una nocién
que nosotros, habitantes de las ciudades
que nos mudamos cada poco tiempo de
un piso a otro, hemos perdido. Y, sin
embargo, para quienes viven en el mismo
sitio durante muchas generaciones la casa
es el marco de la escena primitiva. No es
de extrafiar, por tanto, que algunos pue-
bios, como ios dogon, vean la casa no slo
como marco sino también como represen-
n: la planta de la casa es una mujer
la boca arriba, la estructura del teja-
AY (1987) 12
1 Escena referente a la construccion de una
cabatia, Pinturas del abrigo de Bedolina
2 Nat, diosa del ciclo. En el dibujo, el dios del
aire — Shu-~ separa a su hija Nut de su esposo, el
dios de la tera (esquema extraido de un
bajorrelieve del cenotatio de Seti en Abydos).
3. La representacion de Nut en la tap interior
del sacdago, es habitual en os states
‘antropomorficos. Sarcéfago en madera
ppolieromada de la XXI dinastia. Museo
‘Arqueoldgico Nacional
do 0 del techo es la caja tordciea del
hombre, y los cuatro pilares que normal-
mente [a sujetan, los brazos y las piernas.
Esta es una lectura del edificio que parece
invertir el orden egipcio, en el cual era la
diosa Nut la que formaba el cielo y cubria
a su marido Geb. Pero el lector ha de
darse cuenta de que no me estoy refirien-
do a un esquema invariable, sino a una
expectativa invariable del ocupante y det
transedinte, que no siempre buscan el mis-
mo significado repetido, sino que siempre
esperan que el entorno interprete las esen-
cias invariables de su existencia. Madurar
¢s, entre otras cosas, tener la capacidad de
afrontar la escena primitiva, el coito de
los progenitores que, a su vez, es la i
gen del apareamiento de la tierra y el
Cielo, el signo de la creacion, He aqui por
que la casa no sélo exhibe simbolos de
ello en su propia estructura, sino que la
construccién va acompafiada de ritos que
revelan la imagen; ¢ incluso las canciones
que acompatian la construceién aludiran
4 las cosmogonias, a los mitos de la crea-
cidn, de los que el propio edificio de la
‘casa es una representacién terrenal muy
restringida. Hasta aqui he hablado de las,
sas individuales. Pero su ordenacién en
agrupaciones colectivas, en aldeas y ciu-
dades, suele reflejar con mucha frecuen-
cia, a una escala mayor, la ordenacién de
la vivienda familiar. Hay, en efecto, pue-
blos que nunca construyen para la familia
individual, y otros cuyas viviendas colecti-
is Son mucho mas importantes que las
individuales; pero para la mayor parte de
la raza humana se cumplen las generaliza-
ciones que he expuesto. Es mas, cuanto
mis pequeia e intima es la casa indivi-
dual, mas difusa puede parecer la organi-
zacidn de la colectiva. Pero a medida que
la casa individual se integra en la estructu-
ra (en el tejido de la vivienda colectiva), a
medida que la aldea se convierte en ciu-
dad, los habitantes llegan a esperar de la
colectividad algunas cosas que su propia
vivienda les proporcionaba satisfactoria-
‘mente en su momento. Este es uno de los
significados de la intima relacién entre ta
casa y el templo, una relacién esencial. El
19templo llega a asumir algunas de las f
radas de la casa, e incluso las
agota. La forma de Ia ciudad también
puede hacerlo a veces. La relacion entre kt
casa, el templo y la ciudad es de tipo
trinitario: « medida que erecen los barrios,
van asumiendo las funciones intermedia
rias, El templo se torna catedral, sus re-
presentantes intermedios en los’ barrios
son las parroquias, y la unidad del barrio
se resume una vez més, aun
menor, en la casa. Esta clase de organiza-
cién va ereciendo en importancia & meal
da que la ciudad se hace mas densa, a
medida que las viviendas se van superpo-
niiendo unas encima de otras y se van
organizando en pisos horizontales, Es asi
como las viejas funciones, propias de la
casa, legan a transferise progresivamente
4 los edificios representatives.
Consideremos cémo incluso la habitual
palabra latina domus comporta alusiones
ue resultan interesantes a este respecto: a
menudo se traduce lanamente por «casa»
y, sin embargo, significa algo mucho mas
Parecido a