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Colaboraron en esta obra Pascal Hachet (Claude Nachin Nicholas Rand Jean Claude Rouchy ‘Maria Torok aicdlogo, doctor en psicoanalisis. Paicoanalista de la Sociedad Psico- analitica de Paris, titular de psicops- tologia en la Universidad de Picardia. Profesor universitario de letras fran- cetas en los Estados Unidos, Palcoanalista, analista de grupo, ex presidente de la Sociedad Francesa Paicotarapia Paicoanalitica de Grupo, redactor jefe de Conexions y de Revue de Paychothérapie Paychanalytique de Groupe, presidente de Transition. Priquiatra, psicoanalista, profesor ti- tular en In Universidad de Paris VIL; desde hace diez afios, ademas de cul- tivar sus propias investigaciones 8o- bre loa socretos de familia y sobre su imagen, contribuye a hacer conocer la fecundidad de los trabajoa de Nicolas Abraham y de Maria Torok. Pricoanalista, inauguré, junto con Ni- colas Abraham, una nueva forma de ercucha en pricoandlisis introducien- do Ias nociones de enfermedad del duelo, de eripta y de fantasma, El psiquismo ante la prueba de las generaciones Clinica del fantasma S.'Tisseron - M. Torok - N. Rand C. Nachin - P. Hachet - J. C. Rouchy Amorrortu editores Buenos Aires Directares de la biblioteca de psicologia y psicoandlisis, Jorge Colapinto y David Maldaveky Le payquisme a V'épreuve des générations. Clinique du fanté- ‘me, Serge Tisseron, Maria Torok, Nicholas Rand, Claude ‘Nachin, Pascal Hachet y Jean Claude Rouchy ©Dunod, Paris, 1995 ‘Traduccién, Mirta Segoviano Unica edicién en castellano autorizada por Dunod, Paris, y debidamente protegida en todos los paises. Queda hecho el depéeito que previene la ley n* 11.723. © Todos los derechos de In edicién en castellano reservados por Amorrortu editores 8.A., Paraguay 1225, 7" piso, Buenos Aires, La reproduccién total o parcial de este ibroen forma idéntica ‘© modificada por cualquier medio mecsinico o electrénico, in- eluyendo fotocopia, grabacién o cualquier sistema de alma- ‘cenamiento y recuperacién de informacién, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utili- zacién debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina ISBN 950-518-566-9 ISBN 2-10-002810-3, Paris, edicién original Impreso en los Tulleres Graficos Color Efe, Paso 192, Ave- Ianeda, provincia de Buenos Aires, en abril de 1997. Indice general UL 1 Introduccidn. El psicoandlisis ante la prueba de las generaciones, Serge Tisseron 18. I. Influencias intergeneracionales y racionales transgener 15 Ti. Las lagunas de la introyeccién 18 IIL, Filiacién de los traumatismos no superados El simmboto psicoanalitico y las formas de la imbolizacién 85 2, La inquietante extrafieza de Freud ante El hombre de la arena de E. T: A. Hoffmann, Nicholas Rand y Maria ‘Torok 35 I.Elpsicoanilisis aplicado frente a la vida de la obra: Limponer la teoria o escuchar el texto? 40 IL éLa virilidad castrada de los ojos o la prohibicién de ver y de indagar? 45_ IIL Et hombre de la arena de Hoffmann: la obsesién por el secreto familiar 4 IV. La inquietante extrarieza de Freud ante El hombre dela arena de Hoffmann 63. 9. Del simbolo psicoanalitico en la neurosis, la cripta xy el fantasma, Claude Nechin 63 I. Clinica psicoanalitica y simbolo 7 Il. Deuna renovacién del método psicoanalitico 1, Introduccién EI psicoandlisis ante la prueba de las generaciones ‘Serge Tisseron EI individuo es un grupo interiorizado cuya psique esta sometida a Ja prueba de las generaciones. Este es el aborda- je que Nicolas Abraham inauguraba hace aproximadamen- te un cuarto de siglo con su steoria del fantasma [fantome}». ‘Muchos trabajos actuales sobre la «trasmisién psiquica> advierten la revolucién operada por este abordaje, pero no siempre miden su apuesta, es decir, la existencia del lazo so- cial como soporte del hecho psiquico individual. Los textos aqui reunidos se deben a psiquiatras, psico- analistas, literatos ¢ historiadores de la teoria freudiana. Son la prucba de la fecundidad de las concepciones de Ni- colas Abraham, puesto que, gracias a ella, abren nuevas vias. Sin embargo, estas concepciones siguen siendo mal conocidas, y a veces fuente de confusién. Paralelamente, las Falabresscrannisii nalgueay adguriron répidamente derecho de ciudadanfa entre Tos peicoanalistas. El éxito in- mediato de esta expresién entre profesionales tradicional- mente poco inclinados a aceptar un vocabulario nuevo es cuestionable, Este éxito se debe indudablemente a la forma ‘como esta expresién pone los intercambios entre las gene- aciones bajo un aspecto familiar, el de los valores, de las creencias y de las competencias que garantizan la conti- ‘nuidad familiar, grupal y cultural, Pero en un medio donde Ja eleceién de un vocablo se asimila con frecuencia a una prueba de filiacién, cuando no de vasallaje, nodebemoe sub- estimar este factor. Esta palabra, por el hecho mismo de su cardcter general y usual, permite a cada psicoanalista apro- pidrecla isin deber nada a nadie! Infelizmente, su misma trivialidad presenta un grave inconveniente. Aplicada al campo pafquico, la palabra «trasmisién» presenta el riesgo de hacer creer que algunos contenidos mentales puedan ‘trasmitirses, como decimos que se trasmiten bienes inmue- bles o muebles. uu Ahora bien, aun cuando la realidad pefquica de los pa- dres modela la de los hijos, esta nunca es modelada en for- ma pasiva. No existe jams una trasmisién ni una recepeién paiva de un cuerpo extraiio procedente de una generacién anterior. La vida psiquica de todo recién llegado al mundo se construye efectivamente en interrelacién con la vida psi- quica de sus allegados, y es as{ como, marcada por la de sus padres, lo esta también, a través de ellos, por la de sus as- cendientes. Esta dindmica relacional se cumple en lo coti- iano de la vida psiquica del bebé, luego del nitio, y no sélo en el momento edipico, en lo que seria una configuracién particular de este ecomplejor. Esta dindmica hace interve- nr alos objetos internos de los objetos de eleccicn del sujeto. Estos contribuyen asi indirectamente a la constitucién de Jos objetos internos del nifio sin que en ningiin momento se ‘trate de «trasmisién» propiamente dicha, La mayoria de es- tas operaciones paiquicas son inconcientes. Aquellas que no Jo son en el momento de su instalacién en el nifio, rapida- ‘mente pasan a serlo, por razones de comodidad tanto subje- tiva como relacional. Resultan del doble movimiento de las {impresiones de los padres sobre los hijos y de las expresio- nes de los hijos hacia los padres. Las primeras hacen inter venir las diversas expresiones de los padres y su recepcién por el hio, en tanto que las segundas se organizan en torno de las posibilidades expresivas de los hijos, pero también en. torno de las (in)tolerancias y de las incitaciones de los pa- dres con respecto a estos. Luego muchos factores ligados a as diferentes etapas de la construccién por parte del nifio de su vida psiquica Hegan a trasformar sus propios objetos internos y a confirmar 0 contrariar los mecanismos psiqui- 0s ya instalados. Aqu‘ interviene el entorno en sentido am- lio, y no sélo el entorno familiar. Por eso, en mi opinién, seria prudente reservar la pala- bra strasmisién» tinicamente para las situaciones que im- plican objetos concretos claramente identificables, 2Estos objetos son por eso siempre utilizados como sus «trasmiso- res» lo pretendian? IDe ningxin modo! Pero a pesar de todo el objeto mismo ha sido objeto de una trasmisién, incluso i las {ntenciones de quien lo ha trasmitido son traicionadas. ‘Siempre que sea posible, evitaré, entonces, en lo que sigue, emplear la palabra trasmisién. Cuando el autor cite- do la emplee, la pondré entre comillas. En general, preferiré 12 Ja palabra cinfluencia», que designa «una accién (voluntaria ono) que una persona ejerce sobre otrax (Petit Robert). Esas acciones pueden ser concientes o inconcientes, morales, in- telectuales o psiquicas. Proceden de un individuo, de un ‘grupo, efecto de un poder politico, econdmico o cultural; a ‘veces constituyen una verdadera dominacién y estan org: nizadas en sistemas de signos codificados o no codificados. Finalmente, el término «influencia» deja lugar a la interpre- tacién del mensaje por parte del receptor, y a que el mismo estimulo no produzea el mismo resultado en distintos prota- jstas: la influencia eupone una confrontacién entre el es- ‘timulo y el sujeto y la existencia de un contexto de comuni- cacién, Unicamente estos pueden dar cuenta de las diversas impresiones y expresiones que alli ocurren. Dicho de otro ‘modo, las influencias son reciprocas. El conjunto de estas caracteristicas da a esta palabra un. sentido suficientemente rico como para cuadrar a la multi- plicidad de las situaciones que podemos encontrar y que ‘Nicolas Abraham ha reunido bajo el nombre de «trabajo del fantasma> entre las generaciones. I Influencias intergeneracionales y transgeneracionales Los complejos vinculos que ligan a cada uno con las ge- neraciones que lo precedieron influyen en sus relaciones con sus parientes colaterales y préximos. Pero sobre todo estas influencias son considerables en la relacién con los propios hijos, Se ejercen segtin mecanismos concientes, pero tam- bién en gran parte inconcientes, y en sus aspectos tanto po- sitivos como negativos. Si las herencias peiquicas garanti- zan la conservacién de las adquisiciones y del potencial es- piritual de la humanidad, también trasmiten a los hijos la carga de superar las cuestiones que quedaron en suspenso enel inconciente de sus padres y ancestros. Aqui optaremos por considerar la palabra influencia en un sentido amplio que comprende el conjunto de las situaciones vividas por un sujeto, incluso las que son anteriores a su individuacién. Freud escribié que todo individuo esta dividido entre dos necesidades, «ser para ai mismo su propio fin» y «ser el es- 13 Inbén de una cadena a la que esta sujeto sin Ia participacién de su voluntad» (1914). Vefa la continuidad transgeneracio- nal esencialmente en la constitucién del superys y del ideal del yo. Efectivamente, para el nifio el superyé no se consti- ‘tuye sobre el modelo de su padre, sino sobre el modelo del superyé de este. Por estas instancias psiquicas el superyé y 1 ideal del yo) los padres consideran a sus hijos herederos de sus deseos irrealizados a la vez que de sus propias inhi- biciones y prohibiciones. Los hijos estn capturados en sis- temas de dependencia de los padres y las influencias consti- ‘tuyen tanto una potencia como una desventaja. Contempordneo de Freud, Sindor Ferencai ha insistido por su parte sobre las situaciones traumaticas impuestas a Jos nifios por los adultos, incluso loa padres, y sobre Ina tran- misiones de contenidos psiquicos que resultan de ellas. «Los adultos imponen por la fuerza su voluntad, y més particu- larmente contenidos psfquicos de cardcter displacentero, en 1a persona del nifiow. Asimismo, ha sefialado las trasferen- cias de vergiienza entre adultos y nifios en Ins situaciones de seduccién sexual (Ferenczi, 1932). Pero las investigaciones sobre las influencias pafquicas, durante mucho tiempo dejadas de lado por los psicoanalis- tas que se interesaban en los determinismos intrapsiquicos del inconciente, han sido inauguradas verdaderamente por los trabajos de Nicolas Abraham y Maria Torok (1961-1975) sobre el duelo, la ecripta» y el fantasma», Estos autores plantean en particular una clara distincién entre las in- fluencias intergeneracionales y las influencias transgene- racionales. Las primeras son las que se producen entre ge- neraciones adyacentes en situacién de relacién directa, Las segundas se producen a través de la sucesién de las gene- Faciones: los contenidos psiquicos de los hijos pueden estar marcados por el funcionamiento peiquico de abuelos o de ancestros que no hah conocido, pero cuya vida psiquica ha mareado a sus padres. En los tltimos quince afios se han desarrollado varias Investigaciones en diferentes direcciones, a veces divergen- tes, Algunas examinan mas bien los componentes psiquicos (cobre todo nareisistas) aptos para favorecer las influencias; ‘tras se interesan en los accidentes singulares susceptibles de producir efectos transgeneracionales; otras se interrogan sobre el devenir de lo que se encontraria privado de «inscrip- “4 cin» o de «representacién» para una generacién; otras, en fin, intentan comprender el papel que juegan en las influen- cias las representaciones verbales y las no verbales, sobre todo sensorio-motrices. La originalidad de la obra de Nico- las Abraham y Maria Torok es la de proponer una teoria de Jas influencias en torno de una concepcién original de la introyeccién y del simbolo psicoanalitico, Inicialmente, su abordaje fue bastante mal recibido, La orientacién tomada por el psicoandlisis, principalmente en Francia, casino daba lugar a considerar el campo relacional en Ia determinacién de los problemas peiquicos. La moda eran las «pulsiones», TI. Las lagunas de la introyeccién El concepto de introyeccién, tal como lo definen Abraham. 2 Bea sores eee tologia. Desde su punto de vista, la vida se considera una “Fiperlin de momentos floes o dengrecindne, minimoe oim- partantes, pero cada uno de ellos requiere una participacién activa y conciente. En esta sucesién, la infancia y la puber- tad son momentos particularmente importantes, pero no los Xiniooe. Existen muchas otras situaciones que necesitan re~ elaborsciones psiquicas importantes. Por ejemplo, cuando ‘ejamos el hogar paterno, cusindo éncontramos un empleo, compramos una casa, procreamos hijos, caemos enfermos, perdemos seres queridos, otc, La vida psfquica es un trabajo de autovelaboracién siempre renovado Cuando esta auto- 1 Bate abordaje es afin a ls recientes Investigaciones sobre la vida pai- ia, Principalmenta las de Daniel Stern (1969). Para eate autor, In evo- Tueidn pefquiea noes una sucesiin de eperiodoesenaibless durante loa lee podrian sobrevenir jaclones eapeifican oraloy,anelesofilicas),xino ‘un haz delineas de desnrroll continuo. El origen real de un trastorno pue- de situarve, puss, en cualquier edad. Daniel Stern renuncia ax ala teoria del nsileo traumnético infentil. Los traumatianos no aon una ereediciins de acontecimiontos més precoces de Is infancia.Pueden sobrevenir a cual ‘guler edad. Eate autor agregs, con justa razin, que una concepeién como (ela, acorde con Ine actuales cbservaciones, hice al tarapeuta edi libre de vagabundear con el paciente por las edade y los terrence de los sen- 15 elaboracién se realiza de manera satisfactoria, corresponde a lo que Nicolas Abraham y Maria Torok Haman una intro- ‘Nicholas Rand (1999) define asi la introyeccién: «La intro- yecein se desarrelia en tres etapas. 1) Algo nuevo, descono- ‘ido (60a bueno o malo) me llega del exterior o surge én mi. 2) Me familiarizo con eso a través del juego, Ia fantasia, la Proyeccién y una infinita variedad de otros procedirnientos inconcientes o semi-concientes. En suma, me apropio de eso. 3) Tomo conciencia finalmente de eso que me llegs y de mi encuentro progresivo con esa cosa. En consecuencia, puedo designer y otorgar derecho de ciudadania en m{ al proceso completo», "Cuando la introyeccién no es posible, de ello resulta un sufrimiento psiquico. Podemos decir que este sufrimiento corresponde a un «traumatismos en el sentido de que el fun- edonamiento peiquico no consiguié elaborar un acontecimien- ty apropiéreelo, Nicolas Abraham y Maria Torok Taman “Enclusiéns al meécanismo psiquico puesto en juego cuando Ja initroyeccién es imposible. La sede de tata es el yo. Con- frontado con un acontedimierite del que le és impoaiblé ob- tener la introyeccién armoniosa de sus distintos componen- 46s, un individuo reacciona con una inclusién en el seno de {i yo del conjunto de los sentimientos, emociones, pens mientos ¢ imagenes movilizados en la situacién dificultosa. La coninocién de esta inclusién se manifiesta en «fantasias e incorporacién», Cusindo el scontecimiento de que se trata e8 definitivamente condenado al secreto, el mecanismo di- néimico en juego es designado por estos autores como «repre- in conservadorae, Esta palabra designa a la vez la torise ‘vacién del acontecimiento (la represin conservadora achia de una vez para siempre, a diferencia de la represién dind- mica, que se define en términos de conflictos permanentes) y Ia secreta esperanza de hacerlo revivir en algin momento ara otorgarle un nuevo desenlace acorde a los deseos del ‘sujeto. En un nivel tépio y ya no dinsimico, de esto resulta una configuracién psiquica, que denominan scripta», en la cual el simbolo paiquics es partido en dos fragmentos. La tree de af afin de descubrir dénde serd més intenas la acién reconstruct ‘iva, an los obstdculoe de obligaciones tedrsaa demasiado limitanteas, 16 ‘conmscién de una cripta se manifiesta asimismo en fanta- ssias de incorporacién.” Finalmente, el funcionamiento psi- ‘quico de un nifioen contacto con un padre portador de cripta ‘se ve afectado de una forma que Nicolas Abraham y Maria "Torok designaron con el nombre «trabajo del fantasma en ‘al seno del inconciente» (1978) y que Claude Nachin (1993) > propuso considerar como una eforclusién parcial y localiza- da» (siendo evidente que la palabra forclusiéa no debe to- ‘mares aqui en el sentido preciso que le dio Jacques Lacan enrelacién con el nombre del padre»), El fantasma resulta, pues, de los efectos sobre el inconciente de un sujeto de la de ot76, ea deci, de su secreto inconfesable. Esta suje- 49 86 ¥6 llevado entonces a simbolizar en relacidi éon otro, “presente en él en forma de un objeto psiquico interno, a ex- ~pensas de au propia vida pulsional. “Tas laginias eri lahat ‘aiifioniosa de un aconte- cimiento se deben al cardcter traumatico de este (N. Rand y M, Torok, 1990; B. Sylwan, 1978; C. Nachin, 1989, 1993; 8. Tisseron, 1990, 1992). Nunca so trata de la gravedad ob- jetiva del traumatismo sino de la imposibilidad para el suje- to declaborarlo. Esta tendencia lleva a distanciarse de una concepeién de las influencias psiquicas entre generaciones organizadas en torno de la personalidad de los padres, para interesarse en las huellas de los traumatismos singulares que pudieron afectarlos. Asi se pasa de un psicoandlisis que privilegia los efectos de la estructura psiquica de los padres (8 decir, de su modalidad de relacién de objeto o de la orga- nizacién de su narcisismo) a un abordaje que privilegia los ‘efectos de acontecimientos particulares vividos por ellos. El “Tancionamiento psiquico de cada uno no eat determinado ‘dlo por los contflictos comunes a la especie y por los acciden- tes singulares de cada vida. También esté marcado para ‘cada uno por las huellas de los conflictos comunes y de los accidentes singulares que marcaron la vida de los padres, de los abuelos, de los colaterales y de los amigos. 2 Bata oposicién entre eda inclusién» (do ln cual ln cripta os una mod dad) come proceso ela incorporaciéns come fantasia me parece acorde con Jos eacitos de Nicolas Abraham, aun cuando la distincién no siempre os plantenda claraments por autores que se refieren a ellas, tomando algu- ‘ot la palabra sincorporacién» como aindnimo de einelusins, es decir, co- ‘mo ur mecanismoy no ya como una fantasia, 17 Claude Nachin ha confirmado la importancia de los due- Jos no realizados como traumatismos susceptibles de reper- cutir sobre las generaciones ulteriores (1989). En particu- Jar, la realizacién de un duelo en una familia es tanto més dificil en la medida en que no se ha hecho un duelo‘ neracién anterior (G. Cottin, 1985) En estas influencias, ld veri tante(S. Tissoron, 1992). Una vergtionza familiar totalmen- te encubierta por el silencio podrd exprosarse mas tarde or enfermedades psiquicas 0 fisicas en los descendientes. ‘Tales secretos pueden tener graves consecuencias en I ‘generaciones ulteriores aun cuando los hechos vergonz0s0s que afectaron a uno u otro de los antepasados sean final- ‘mente conocidos por los descendientes, por ejemplo en el ‘momenta de la pubertado en la adultez (H. Faimberg, 1987; S. Tisseron, 1990). Por tltimo, estos traumatismos no s perados pueden ser de naturaleza personal, pero también ‘estar ligados a la historia colectiva (8. Tisseron, 1992). III. Filiacién de los traumatismos no superados (Cuando en una generacién, después de un traumatismo que puede ser un duelo, pero que también puede ser cual- quier tipo de experiencia traumatizante, no se hace el tra bajo de elaboracién psfquica, resulta en consecuencia un clivajéi que va a constituir para las generaciones ulteriores ‘rehistoria de su historia personal. El acon- tecimiento en cuestidn puede denominarse sindecible? en la medida en que estd presente paiquicamenté en aqtel (0 ‘aquellos) que lo ha vivido, pero de tal manera que este no puede hablar de ello, 1o més a menudo a causa de una ver- “Blienza, Este sujets es portador de una «criptay en el sentido dado més arribé En a generacién siguiente, el hijo eriado por padres por- tadores de un traumatismo no elaborado y clivado debe tra- tar no ya con una experiencia traumitica personal, sino con el clivaje del o de los padres de los que depende psiquica- mente, Este nifio instala un clivaje que afecta no solamente una parte desu psiquismo, sino a su conjunto. Es portador de un «fantasma» en el sentido dado mas arriba. Los aconte- 18 cimientos que corresponden a la generacién precedente y ‘que estan en el origen de esta configuracién paiquica ya no son, para esta generacién, «indecibles». Para esta genera- cién, los acontecimientos se han convertido en «innombra- bless, es decir que no pueden ser cbjeto de ninguina represen: “Tacién verbal. Sus contehided son ignoraidos y su existencia ‘Sa sélo presentida e interrogada. Los hijos de los padres por- tadores de traumatismos no elaborados pueden desarrellar dificiltades de pensamiento, de aprendizaje o temores in- motivados, f6bicos u obsesivos (N. Abraham y M. Torok, 1978; B. Sylwan, 1978; 8. Tisseron, 1990). En esta gener cién—y en las siguientes— los relatos que puede construir- 66 el nifio de fos acontecimientos familiares que ignora son ‘distintos de las novelas familiares» descritas por Freud, ‘aun cuando sus contenidos o les asemejen. Efectivaiente, ‘mediante estos relatos, el nifo intenta simbolizar con rela- ign a otro y no con relacién a si mismo. En la generacin siguiente (que es la del «fantasmay en segunda generacién), los acontecimientos de que se trata, gue crresponden ahora Ta gneracin do Tos abcoe, wo sélo «innombrabless, sino verdaderamente Aqui se ignora la existencia misma deun se- Saoqospece stewart jumiatismo no superado. El nitio, ego et adulto que llega’a ser, puede perelbir en si mismo sensaciones, emociones, imagenes o potencialidades de ac- ciones que le parecen bizarras» y que no se explican por su propia vida pefquica por su vida familiar. Un hijo captu- rado en una configuracién de trasmisién como esta puede desarrollar sintomas aparenternente desprovistos de todo sentido, tanto en el campo de los aprendizajes (J.L. Brenot y M. Brenot, 1985) como en el de los trastornos mentales: ‘especialmente, conductas toxicomaniacas, alcoholismo y delirios (M. Enriquez, 1986). El riesgo de trastorno paicstico ‘se veria particularmente acentuado cuando las dos genera- clones parentales, paterna y materna, gon cada una porta- dora de un secreto grave (D. Dumas, 1985). Algunos tras- tornos psicosométicos pueden constituirse de esta forma (N. Zuili y C. Nachin, 1983). Por tltimo, estos nifios pueden Socializarse en ocupaciones que impliquen la biisqueda del pasado, como la historia o la arqueologia, o en esta forma de arqueologia del psiquismo que es el psicoanslisis (A. Miller, 1990; C. Stein, 1971; 8. Tisseron, 1990). 19 Después de la tercera generaciGn, algunos traumati ‘mos cuya existencia es de aqui en mas completamente ig- norada, pueden subsistir solamente en forma de comporta- mientos o de reacciones afectivas incongruentes, es decir, desprovistos de valor adaptativo, e incluso a veces en total ruptura con las pertenencias sociales de la familia y la tra- dicién que esta invoca, Estas actitudes tienen vinicamente cl valor de un signo de pertenencia familiar cuyos origenes se han perdido, Otras veces, la existencia de secretos desco- nocidos entre los ascendientes, pero cuyos efectos no se han extinguido, provoca la creacién de esecretos de Polichinela» cuyo contenido es ampliamente conocido, oesta trivializado, pero cuya funcién esencial es tratar de dar sentido a las ex- travagancias que el sujeto siente en s{ mismo o en su fami- lia, La funcién inconciente de tales (fals0s) secretos, defen didos a veces encarnizadamente y contra toda légica, es ‘mantener la conviocién de poder ser agente y manipulador de una situacién equivalente a aquella por Ia que se ha sido marcado de una manera totalmente ignorada. Finalmente, Jos tratumatismos no elaborados en una generacién pueden ademas inducir una extincién de la sucesién en los desoen- dientes cuando estos nohan podido liberarse de ellos lo sufi- ciente como para orientarse hacia las elecciones amorosas y familiares, ala edad en que eran susceptibles de tener hijos. Es asi como algunas descendencias se extinguen sin razén aparente. .. Pero, en cualquier generacién, el traumatismo no ela- borado puede ser objeto de una puesta en forma creadora (G. Tisseron, 1985; C. Nachin, 1993). IV. El simbolo psicoanalitico y las formas de la simbolizacién Para Nicolas Abraham, las influencias entre generacio- ‘nes no 86 operan en torno de contenidos pafquicos que esta- rian presentes «en hueco», sino en torno de simbolos rotos cuyos fragmentos estén estallados. Claude Nachin (1989), inspiréndose en las investigaciones de Henri Wallon (1942) sobre la modalidad de pensamiento sensorio-afectivo-motor, hha precisado este abordaje por la consideracién de las for 20 ‘mas no verbales de simbolizacién, Ha completado los traba jos de Nicolas Abraham sobre el simbolo psiquico mostran- do que este comprende cuatro aspectos: representativo, afectivo, motor y verbal. Dicho de otro modo, todo simbolo incluye: una participacin del ado de la perepelé, de ras huo- lias, y por lo tanto de las imdgenes que les estén ligadas (0 de las que sus trasformaciones pueden generar); ‘una participacién del lado de los afectos, tanto positives (como a alegria) como negativos {como la angustia, el re- sentimiento ola célera); una participacién del lado motor (que consiste en las po- tencialidades de accién, e6 decir, en los actos que el su- jeto se siente llevado a realizar, ya sea que lo haga ono); ‘una participacidn del lado de! lenguaje verbal. Estas cuatro series de particularidades constituyen un con- _Junto indisociable, donde cada una participa én Ta apropia- parte del ser huriano, i6n paiquica de su histori ~Inversamente, la edmunicacién del simbolo constituide hace intervenir a cada una de las interfases de la comunica- cién humana: la palabra en su vertiente seméntica, la pala- bbra en su vertiente vocal y los movimientos (que incluyen as mimicas); cada una participa en la creacién de compo- nentes emocionales y representatives en el interlocutor. Entonces se hace posible pensar la dindmica psiquica entre las generaciones tomando en cuenta la necesaria in- troyeceién, en el seno del yo y del grupo del que el sujeto for- ma parte, de cada uno de los cuatro componentes del simbo- Io ligados a la complementariedad y a la congruencia de las formas de mensajes que transitan por cada una de las inter~ fases humanas y que contribuyen a su constituci Este abordaje nos permite ademis comprender que en {ntroyeceién, la inclusién psiquica re ifestar de acuerdo 1s modali- 1a modalidad de la representaci faltante, o excesiva, o incon; 5 ‘la modalidad del afecto, que puede ser faltante, o excesi- ‘vo, 0 incongruente. La angustia (principalmente en la fo- ‘mental, que puede ser 21 bia) es a menudo prueba de un fantasma, asi como el sentimiento de lo ominoso [inquiétante étrangeté).” Tam- bién es propio de la vergiienza ligada a situaciones incor poradas el poder trasmitirse en varias generaciones; Ja modalidad del estado corporal (en forma de sensacio- nes fisicas bizarrds y de enfermedades, principalmente digestivas); Ia modalidad del comportamiento (en forma de pasajes al acto auto y hetero-agresivos, de rituales obsesivos ode fuges, principalmente). Sobre todo, cuando existe un fantasma en primera gene- racién, no hay representacién verbal del acontecimiento, pero las representaciones sensorio-afectivo-motrices juegan ‘un papel esencial, por ejemplo en fornia de modos de'com- _Portamiento. Asi, el responsable en primer lugar del carécter particu- lar de los objetos psiquicos que resultan para un nifio de la ‘experiencia de objetos psiquicos parcialmente simbolizados en los ascendientes no es el clivaje —ni, por supuesto, la re- presiin—. Estos objetos psiquicos del nifio se caracterizan en primer lugar por el hecho de constituirse, en la experien- cia de comunicacién con el progenitor, a través de ciertas modalidades de la simbolizacién —por ejemplo, mimoges- ‘tual 0 vocal— y no ser confirmados —o hasta ser desmen- tidos— segrin los otros registros de la simbolizacién, Esta consideracién de las diversas modalidades de 1a simboliza- cin permite comprender que un acontecimiento mantenido ‘secreto en una generacién pueda ser a la vez xocultados y sexhibidor, Més alld de nuestro apego a Freud y de nuestro deseo de seguir sus pasos, tenemos que reconocer que él no lo habia pensado. Un abordaje como este no surge, una vez ‘més, de una teoria de las instancias paiquicas, sino de una teoria del vinculo social. i existen demasiadas discordancias entre los diversos canales de comunicacién a partir de los cuales se cumplen los diversos componentes de la simbolizacién, de ello pue- den resultar para el nifio graves errores de interpretacién, * (Linguidtanteétrangetd os a expresin francesa que da titulo « Das Unheimliche, al trabajo de Freud de 1919. fin de reapetar sobre todo el sentido del texto lo traduciremos, siempre que sea posible, por la inguie- Sante extraiea.(N. ee la 7) 22 Estas discordancias lo llevan a su vez a la creacién de obje- tos psiquicos parcialmente simbolizados, es decir, simboli- zados en una modalidad y no en las otras. La personalidad del nifio es entonces compelida al clivaje para tener en cuen- ta esas perturbaciones en la constitucién de sus propios ob- jetos psiquicos. Y estos clivajes y las renegaciones que los ‘acompaiian estén en la base do los desérdenes que minan Jas posibilidades de pensar, de comunicar y de aprender del nifio. Este abordaje de los componentes del simbolo y de la di- ‘néimica de los procesos simbélicos debe completarse por un abordaje de los momentos dificiles de la vida psiquica. V. Los momentos de las «trasmisiones» La vida psiquica conoce varios tiempos dificiles en la evo- lucién del sujeto y de la familia. 1. Las primeras influencias del entorno sobre la vida psi- quica comienzan desde el estado fetal. Los ruidos y las for- ‘mas vocales percibidos por el feto asi como los movimientos del cuerpo materno marean al nifio por nacer de un modo que escapa totalmente a su control coneiente, para determi- nar gustos y aptitudes que seran remodelados, después del nacimiento, en funcién del entorno y de los aprendizajes. 2. Un segundo momento corresponde a lag relaciones precoces del nifio con su primer entorno. Todo niio slempré orifrontado'ccn un mundo de sighificaciones que desborda siis éapacidades de dominio y de comprensién. Jean Laplanche (1984) propuso calificar como «significan- tes enigmiiticoss estos mensajes que asaltan al rilio por do= quier. Enigiiticos no sélo porque el nitio no posee su 6 go y deberd adquirirlo, sino porque el mundo adulto esta completamente infiltrado de significaciones inconcientes y sexuales cuyo eédigo el adulto mismo no posee. Mediante la forma como uria madré sostiene a su hijo, como lo lleva, co- ‘moo acuna, lo alimenta, se comunican modelos de la perso- nalidad ulterior del nifio, pero ademés un «incognoscibles susceptible de alimentar una busqueda ininterrumpida de sentido, Normalmente, estos indicios dibujan numerosas fi- 23 guras contradictorias correspondientes a los diferentes as- pectos de la vida psiquica de los padres, Pero puede ocurrir (que se organicen en una forma que delimite una zona dolo- rosa del funcionamiento psiquico familiar. Por otra parte, es en este momento cuando las conductas biolégicamente programadas del bebé reciben su puesta en sentido de las respuestas del entorno. Las primeras mani- festacionea del bebé (por ejemplo la sonrisa) estan inscritas en lo biolégico. Pero desde que son pereibidas, son interpre- tadas, trasforméndose asi en sefial para el que las percibe y, por contrapartida, para el bebé mismo, Asi, el nacimiento del sentido se opera para cada uno en la entrémezcla de lo Ddiolégicoy de lo histérico, que es en primer lugar lo histérico de las personas més cercanas al nifio—por regla general, la madre—. La historia materna y su prehistoria transgene- racional, reactivadas en los primeros intercambios con ou bebé, constitayen para este las primeras referencias de su mundo interno, Estos efectos son mucho mis dificilmente reconocibles ‘que los que resultan de as investiduras més tardias. Impli- can la fabricacicn de habitos y de modelos de comporta- miento cuyas consecuencias no se parecen de una gonera- cidn a otra, aun cuando la reproducrién juega alli un papel predominante, y esto por dos razones: por el cardcter\inico de los tiempos simbiéticos psiquicos entre una madre y un hijo singular; y por valorizaciones sociales diversas ligadas ‘a cada comportamiento segiin las épocas. ‘Estas influencias, prenatales y perinatales, invocan con ‘cepciones cuyos efectos no han sido atin claramente estable- cidos en su totalidad, en particular la teoria de los continen- tes de pensamiento de Didier Anzieu (1987). Elizabeth ‘borde (1991) piensa que existe una capacidad innata del niiio para la videncia que intervendria en las influencias preco- cea. Didier Dumas (1985) habla de «nifio telépata», J.C. Rouchy (1992) destaca el registro somatopsiquicoy habla de strasfusién» y de cresurgencia». , 8,Un tercer momento importante de la vida psfquica se organiza en torno de las identificaciones del nitio con cada ‘uno de sus dos padres, 6on otros miembros de su entorno familiar, en el momento de su entrada en el lenguaje. Estas, identificaciones xedipicas» son particularmente intensas entre el tercero y el quinto afio. Corresponden a la introyec- oy por parte del nifio de los dominios de investidura psi- (quica privilegiados de sus padres. El niio puede asi identifi- ‘care con los descos concientes e inconcientes de cada uno ide sus dos padres respecto de él, pero también con sus obje- tos de deseo concientes o inconcientes. Un mecanismo tal fa- vorece la repeticién de una generacién en otra de elecciones amorosas, profesionales o de pasatiempos, pero también de asgos de cardcter o de personalidad. Este nivel de las in- fluenciaa entre generaciones es e] que con més frecuencia se ‘considera al hablar de las «trasmisiones familiares», sin du- dda porque evoca en cada uno recuerdos concientes y fécil- 4, En toda familia, los momentos del nacimiento y de la muerte gon también momentos privilegiados, por los tras- “tornos sociales y psiquicos que los acompaiian. En el mo- ‘mento de un nacimiento pueden operarse verdaderas aper- tures paiquicas que permiten a algunas familias integrar acontecimientos hasta ahi mantenidos separados desu vida psiquica. ', Pero también, a cualquier edad, algunos aconteci- mientos pueden provocar en un sujeto efectos psiquicos que ‘perturben sus relaciones con su entorno y, como consecuen tia, el establecimiento de los procesos simbélicos en suo sus hhijos. Estas perturbaciones pueden producirse desde la ges tacién, en la primera infancia o més tardiamente. En forma general, todas las experiencias nuevas, ya sean propias de tuna persona, de una familia, de un pueblo, de una nacién o de una cultura. . . obligan al(a los) sujeto(s) 0 a los grupos {interesados a un nuevo trabajo de introyeccién. En caso de que esto no ocurra, estas experiencias no se integran en for~ ma armoniosa a la vida psiquica y pueden imponer a los descendientes, a veces por varias generaciones, la necesi- dad de simbolizar aquello que lo fue sélo imperfectamente ‘en los ascendientes. 6. Por tiltimo, las trasferencias de objets materiales —y i dn a otra pueden ser portadoras de eada una de estas formas de simboliza- ‘cidn parcial que hemes considerado. Pueden admitir simbo- lizaciones mediatizadas por el lenguaje pero también ser in ‘vocadas como indieadores o como fconos de elementos ps ‘quicos —representaciones o afectos— no verbalizados. Las 25 ‘emociones, los gestos (habituales o rituales) o las formulas estereotipadas ligadas a estos objetos pueden ser la tinica inscripeién de acontecimientos familiares que no recibieron otras inscripciones, Estos acontecimientos pueden ser de! ‘orden de un eindecible» ligado a un secreto vergonzoso com- partido por algunos miembros de la familia; del orden de un «innombrables ligado a un secreto de las generaciones pre- ‘cedentes cuyo contenido es ignorado por los descendientes; 0 del orden de un simpensables ligado a un secreto cuya exis- tencia los descendientes ignoran, pero del que experimen- tan efectos de bizarria, También pueden apoyarse sobre asociaciones fonéticas. ‘Asi, el motor de las influencias entre las generaciones re- side tanto en los efectos del apego esencial de cualquier nifio asus padres, de donde surge la importancia de los esfuerzo que hace pare ir paiquicamente en su ayuda, como en las di- versas formas de identificacién con ellos. Esta tendencia puede por ejemplo llevar al nifio a identificarse inconcien- temente con una persona cuyo duelo el padre no pudo hacer (padre, amigo, otro hij. ..)a fin de hacerlo revivir; pero pue- de perfectamente ademas llevarlo a evitar todo elemento de vida (comportamiento, eleccién amorosa o profesional) ca- az de suscitar los sufrimientos del padre, que percibe sin comprenderlos. Su incapacidad para conseguirlo puede es- tar ligada a irisuficiencias fisicas o psiquicas, como una en- fermedad. Pero también puede estar inscrita en las expecta- tivas familiares, por ejemplo cuando un grupé familiar (oun padre) espera inconcientemente de un hijo que reencarne para él a un padre frustrante del que no ha podido hacer el uelo y al que permanece ligado inconcientemente a través de las frustraciones y los sufrimientos que este padre le hizo padecer. Asi, toda «realidad histérica» familiar es siempre ‘una reconstruccién. Y en los casos de secreto de familia, lo importante nunca reside en el secreto mismo, sino en las multiples estrategias empleadas por las generaciones suce- sivas para acomodarse a él, VI. Otras investigaciones ‘Después de Nicolas Abraham y Maria Torok se organiza- ron algunas investigaciones en toro del concept de en. tificacién del nifio con las fantasias inconcientes - “dres (A. de Mijolla, 1981). Por el contraro, otras pusterorrél “WSiito sobre el hecho de que las influencias més pregnantes no se organizan alrededor de los contenidos psiquicos de los padres (sean estos contenidos concientes 0 inconcientes, y ‘estén ligados a deseos o a prohibiciones), sino alrededor de Jo que no habria recibido, en la historia familiar, «ni inscrip- cian RI Foprosontacion 6 To quo, al ni6d del » en estasls 5, TOGG). Eatas se ponen, pues, radicalmente en esto punto a la teoria del ssimbolo psicoanaliticos de N. Abraham que considera que toda experiencia recibe ung forma parcial de simbolizacién.> La mayoria de estas investigaciones hacen ademas referen- ia al enarcisismo» como un vector importante de las «tras- misiones», ® aoe acontecimiantos que no habrian reeibide ni inscripeiin ni repre- sentaciéne definen, para algunoe autores, un campo que denominan de ‘tranmiaién on negatives, Eata sitima expresién me parece particular. ‘mente equivecs. Agrega # ina ambigiedades dela palabra ctrasmisiéa lax a megativos. Esta evoca, efectivament, ya ea Ia ivoe de In imagen que se opone punto por punto a su epostivor) ya sea la metdfora moral (lo negativoe adquiere en tonces una connotacién peyorativa; yen el peor de lo casos, se opone lo ‘ponitivor come el emals al bien»). Cuando Freud habla de «negativor,pa- smpre be guia por Ia primers de estas metiforas. En Tre ensa- Veraién. Del miame modo, en au Metapsicologia (1912), después en sus Conferencias de introduccién al psicoandliis, utiliza las palabras epositi- ‘ory enogativor para dasignar lo conciente yo inconelente, mezcladas en toncea por él con lo manifieetoy lo Intent, Escribe por ejemplo: «Ast como toda imagen negativa no necesariaments se vuelve una imagen positive, ‘no todo proceso priquico inconcienta we tzaaforma necesaviamente en pro- ‘eto concientes (op. cit, Payot, PBR, pég.276). Ahora bien, ya se uilice metifora fotogréfica ola metifora mora) lx designactin de una tra sidn cen negativo» es en ambos casos incerta. En efecto, como se ¢xpuso ‘mis arriba, ninguna inflenca igeda a na situacién dfill vivide por wn tuoendiente ex el aegativos (en el sentido fotogrético) de algin epostivor ‘que le preexitira.Y por otra parte lo efectos de Ins influencias paiquicas pueden tener efector snegativons, destnuctores y empobrecedores, pore tambidn efectos positivos y estimulantes sobre la crestivided, como lo he sehalade (1086, 1990, 1999). El deli en herencia Micheline Enriquez (1986, 1988) se ha interesado en el caso extremo de los nifios sometidos a la influencia de un padre psiostico y en los vinculos y contactos mediante los cuales se tejen las identificaciones y se elaboran las escenas fantasmaticas. En tales casos, los i torios ‘capaces de trasmitir trastornos psiquicos son borrados de In conciencia por vias distintas de la represién. Su glvido es ‘sgenerador de un hueco en la memoria, hueco resultante de una renegacién, de una forclusién, de una proyeccién», El discurso delirante del padre marca con su sello el conjunto de las escenas fantasméticas del nifio, sobre todo acerca de [mus origenes. Bata sello ae dacn ¢l sentido de tnaponer al hijo ‘Wit Bigniffeacién univoca en cuanto al origen del sufrimien- to, que estarfa ligado a un perseguidor. La renegacién de la peicosis parental, cuando existe, provoca efectos destructo- rres sobre las posibilidades de pensar, de sofar y de actuar, € instaura una potencialidad psicética en los descendientes. El telescopaje de las generaciones Para Haydée Faimberg (1985, 1988), las «trasmisiones» se deben a un «telescopeje de las generacioness y estan liga- das a dos tipos Wists dersitaaciones wqUellas en las que existe clivaje del yo y las relativas a la dimensién narcisis- ta de le configurat i ‘edipica. Para ella, todo «Edipo» tiene ta del Edipo. Puede ocurrir que esta vertiente adquiera un lugar muy importante, sobre todo por la existencia de pa- dres narcisistas que quieren apropiarse las cualidades de su hijo, alimentando asf en él el «telescopaje de las genera- ciones», catos padres tien- den a desposeerlo de aquello que les provoca placer; ¢ inver- samente, cuando e! hijo toma distancia de las expectativas y Jos deseos de los padres, estos lo odian. Pero, como lo que ellos odian en el hijo es en ese caso lo que odian en af mis- ‘mos, su odio tiende a anular la separacién que el hijo esta- 28 blecfa entre ellos y él. La identidad del hijo se encuentra entonces determinada por lo que es rechazado (odiado) por Jos padres en su propia historia. La identidad del hijo, que ‘asi colocada bajo el signo de la negacién, es denominada por la autora eidentidad negatives. Elobjeto transgeneracional ‘Alberto Eiguer (1987,1991) ha intentado dar euenta de as particularidades de las «trasmisiones» entre generacio- nesa partir de la nocién de «objeto tranagetieracionals. Defi- ne a este objeto como «un ancestro, un abuelo (antepasado) uotro pariente, directo o colateral, de las generaciones an- teriores, que suscita fantasias y provoca identificaciones en ‘uno o varios miembros de 1a familias. Entre estos objetos distingue tres categorias: los objetos benévolos, pero cuyo peso sobre el psiquismo de los padres necesita una elabors- cidn particular; los objetos idealizados magnificados, que sostienen sentimientos y conductas de deude; por tltimo, Jos objetos portadores de secretos vergonzosos que crean blancos y vacios en la historia familiar. En todos estos casos, Ja referencia a la filiacidn de origen es vivida como algo de- masiado dificil de sostener: ya sea que el individuo se empe- ie en ello a expensas de su propia vida, ya sea que cultive ‘un sentimiento de auto-engendramiento que amenace hi cerlo caer en la psicosis. Los pactos denegativos Para René Kaés (1989), un pacto denegativo es una alianza nunca formulada, organizadora del vinculo y a la ex defensiva. «Un pacto tal sostierie el viriculo por ef acuer=— ‘do inconclente convenido entre esos sujetos sobre la repre- sién, la renegacién o el rechazo de mociones insostenibles motivadas por el vinculo». En la pareja, este pacto corres: ponde a mociones pulsionales propias de cada uno de los cbnyuges, pero ademas puede \der a los problemas ps{quicos irresueltos de cada filiacidn. En la atraccién entre dos seres del uno hacia el otro, cada uno busca en el otro un eco de su propio impensado personal y familiar. Este eco le 29 garantiza una complicidad inconciente en cuanto a que la renegaciéno la represién no seré levantada por el cényuge, que comparte el mismo interés en no cuestionar en el otro lo que ha hecho callar en si mismo. Asi como los padres hacen do sus hijoslos portadores de la realizacién de sus desecs in- satisfechos ellos los hacen los garantes de su(s) pacto(s) de- negativo(s). Funcién continente y funcién elaborativa de la familia Los terapeutas familiares han insistido en el hecho de que una familia no es solamente un conjunto de individuos (que pertenecen a una misma filiacién o a una misma con- sanguinidad, Es también un conjunto de individuos unidos or el sentimiento de pertenecer a un grupo-familia, es decir, un conjunto de individuos que han aceptado renun- iar parcialmente a regir sus comportamientos y sus pen- ‘samientos segtin una dindmica psiquica propia, y que han aceptado ligar sus intereses, materiales y psiquicos, al gru- po-familia. Para ello han constituido un eaparato paiquico familiar» (A. Ruffiotet al., 1981). Por esta razén, toda fami- lia existe en primer lugar por la creencia compartida de los individuos que la constituyen en la existencia de su familia. Esta familia es vivida por cada uno de sus miembros como ‘una realidad trascendente y no como la reunién de los indi- ‘Viduos que la componen. Después de los trabajos de Didier Anzieu sobre los gru- os y sobre las envolturas de pensamiento (1987), el papel de la familia puede ser abordado seguin dos funciones psi- quicas distintas, continente y elaborativa, En primer lugar, las influencias en el seno de la familia hacen intervenir la capacidad de la familia de poder aceptar en su seno os contenidos psiquicos de los diferentes miem- bros ligados a los acontecimientos que han vivido, juntos 0 por separado, antes o después de su encuentro. ‘Luego, esos contenidos deben poder ser trasformados de una manera acorde con las fantasies y los mitos del grupo social del que la familia es parte. En este sentido, una exce- lente socializacién en el interior del grupo familiar puede resultar un obstédculo importante para una socializacién en 30 el grupo ampliado si los comportamientos aprendidos difi- cultan la adaptacién dinamica al grupo. Por su parte René Kaés ha propuesto entender los ob- jetos psiquicos inconcientes familiares segtin su cardctor ‘trasformable» o «no trasformable». Los objetos trasforma- ‘bles forman la base de a materia paiquica que las familias trasmiten a sus descendientes de generacién en generaci Por el contrario, los objetos no trasformables permanecen senquistados, incorporados, inertes», y atacan el aparato paiquico de los miembros de la familia o del grupo. J.P. Caillot y G. Decherf (1982) han sefialado el papel {que juega lo que Ilaman la posicién narcisista paraddjica en 1a incapacidad de algunas familias para permitir a cada uno de sus miembros individuarse y utilizar sus adquisiciones endl exterior. En estas familias, el conjunto de loa miembros del grupo familiar se vive como indiferenciade y vive a los otros como indiferenciados de él, En las conversaciones de estas familias nada hece referencia a los ancestros, es decir, ala diferencia de las generaciones, ni tampoco a las particu- laridades sexuales. En tales familias, las tensiones entre los, miembros son vividas en forma catastréfica y como amen zas de destruccién para la familia, que es vivida como limi- tada tinicamente a los presentes. Por la misma razdn, la adhesin psiquica de los diferentes miembros unos a otros es ‘muy importante. Las separaciones inherentes a los grandes, acontecimientos de la vida, tales como el acceso a la puber- tad oe! encuentro de una pareja y la salida de la familia, re- sultan considerablemente complicadas, y hasta se vuelven imposibles. Este abordaje otorga gran importancia a las ‘comunicaciones paredsjicas ligadas a las perturbaciones del narcisismo familiar, VII. Conclusién. Asi, los psicoanalistas descubrieron en primer lugar las influencias entre las generaciones como un caso particu- larmente agudo de la alienacién del sujeto a través de las situaciones de secreto (N, Abraham y M. Torok, 1973), los duelos patolégicos (C. Nachin, 1981), los delirios (M. Enri- quez, 1986), las idertificaciones alienantes (H. Faimberg, 31 1985) y los secretos de familia (S. Tisseron, 1985, 1990). Hoy tienen tendencia a hacer de ellas el fundamento esencial de Ia constitucién psiquica. El reconocimiento de este funda ‘mento impone al sujeto una nueva forma de herida narci- sista (R. Kaés, 1993): debe reconocer la parte que toman, en ‘u funcionamiento mental, no solamente lo biolégico, sino también los problemas irresueltos de sus ascendientes. Los efectos de estas influencias son ahora tomados en cuenta en muchos otros campos ademds de la familia, Prin- cipalmente entre psicoanalistas y pacientes (S. Tisseron e Y. Tisseron, 1986), en las escuelas de peicoandlisis (N. Rand yM. Torok, 1990) incluso en la familia de Freud (M. Bal- mary, 1979). A partir de documentos de archivos comple- tados y precisados luego (M. Kriill, 1983), Maria Torok ha planteado un conjunto de cuestiones sobre la creacién del peicoandlisis y sobre sus trasmisiones a partir de los silen- cios y de las vergiienzas presentes en la familia del fun- dador (M. Torok, 1979, 1983; N. Rand y M. Torok, 1989; B, Sylwan, 1978). En fin, la consideracién de las influencias en Ia familia ha abiorto una via de investigacién nueva so- bre el encriptado de los secretos familiares en las obras lite- rarias (N. Abraham, 1975; N. Rand, 1969; C. Nachin, 1990) yen los relatos en imagenes (S. Tisseron, 1985, 1900, 1993). El conjunto de estos abordajes completa y enriquece el abordaje freudiano tradicional de la constitucién de los sin- tomas. Efectivamente, a menudo es dificil explicar sdlo a partir de la metapeicologia freudiana por qué el mismo con- flicto interno produce en elgunas personas patologias gra- ves y, en otras, comportamientos que se sitiian en el limite de lo que convenimos en lamar «normalidad», La teoria de Ins pulsiones permite comprender los mecanismos de for- ‘macién de los sintomas, pero muy raramente la intensidad de las huellas emocionales y de las fijaciones ocasionadas por los conflictos psiquicos y por las experiencias vueltas responsables de esos sintomas. En cambio, el abordaje en términos de influencias entre generaciones, de herencia pai- quica familiar y de fantasma» muy frecuentemente explica Ia intensidad de los sintomas al colocarlos bajo el signo de necesidades psiquicas que no comprometen aélo al sujeto, sino también. jscendientes y sus allegados en una di- némiea psfquica intersubjetiva. Sin embargo, es forzoso re- conocer que ninguna de Ins teorizaciones actualmente pro- 32 puestas aclara todos los problemas. Para comprender el conjunto de los efectos entre generaciones de las modalida- des del inconciente y de los bloqueos de los procesos de si bolizacién, siguen siendo necesarias algunas investigacio- nes, Esta obra se dedica precisamente a este tiltimo aspacto, ‘Nicholas Rand propone una aclaracién del concepto, a me- nudo mal entendido, de ddantasma», retomando el andlisi de Hamlet que Nicolas Abraham estaba trabajando en el momento de su muerte. Nicholas Rand y Maria Torok es- ‘tudian la nocién de la inquietante extrarieza en Ja clinica del fantasma apoyéndoso en una nueva lectura del cuento Elhombrede laarena de E.T. A. Hoffmann, en el que Freud pretendia apoyar su demostracién de la preeminencia de la represién sexual. Claude Nachin especifica el funciona- mientode la ecripta> y del efantasmas y las particularidades de las curas de pacientes que los portan. Serge Tisseron las condiciones particulares que pueden hacer de Jas imagenes psiquicas los vectores y los testimonios privi- legiados de los secretos entre las generaciones, juntamente con las manifestaciones verbales y conductales de estos. Pascal Hachet explora la clinica de la cripta y del fantasma. en los toxioémanos. Por tiltimo, Jean Claude Rouchy anali- za el impacto de la clinica del fantasma en el abordaje de los ‘grupos y de las familias. 3, Del simbolo psicoanalitico en la neurosis, la cripta yl fantasma Ensayo de sintesis clinica y metapsicolégica a partird de los descubrimientos de Ree Abraham y Maria Torok Claude Nachin Ala memoria de Jean Pierre Duthoit En una serie de articulos luego retomados juntos en Lécorce et le noyau (1978, 1987) y, a propésito del «Hombre de los Lobos», en Le verbier de homme aux loupe (1976) — donde enunciaron, entre 1968 y 1975, las nociones de cripta cacién de la simbolizacién tal como opera en la neurosis co- muin, trataremos més particularmente sobre el simbolo fracturado en la criptoforia y sobre la simbolizacién en rela- cién con otro en la fantasmologia. I. Clinica psicoanalitica y simbolo Mientras que la clinica psiquidtrica ha sidoen primer lu- ‘gar descriptiva de un paciente considerado como un objeto, yy luego ha tomado en consideracién la relacién intersubjeti- va a partir del psicoandlisis y de la fenomenologia husser- liana, la clinica psicoanalitica infiere a partir de la intersub- jetividad la intervencién de procesos psiquicos inconcientes en el marco de una teoria de la simbolizacién que comenzé ‘con el estudio de la histeria por parte de Freud y Breuer. 63 Del simbolo psicoanalitico en la neurosis comin En Ia histeria de conversién, la palabra prohibidora de Ja imago parental se cumple en el cuerpo del sujeto en el mo- mento del surgimiento del deseo (Abraham, 1978, pag. 130). La parilisis de un pie remite a un discurso imagénico del tipo: «Has dado un mal paso, que tu pie sea castigado». El andlisis de la envidia del pone en la mujer (Torok, 1963," 1978, pég. 182) puede organizarse en torno del simbolo ma nifiesto «envidia del pene» y de su co-simbolo inconciente, el deseo de Ia joven de realizar las posibilidades de su sexual dad femenina que ella siente prohibida por la imagen ms terna (Nachin, 19896). En la fobia a la serpiente, el desco femenino de recibir el pene de un hombre prohibido por 1 madre es remplazado por un discurso que, al expresar si- multéneamente algo del deseo bajo la forma invertida del temor, satisface a la imago (N. Abraham, 1978, pég. 28). La complementacién del simbolo-sintoma conciente por I terpretacién requiere, por lo tanto, resituarlo en la dinémi a de Ia vida psiquica del sujeto en relacién con sus objetos internos y relacionales. Del simbolo fracturado en la criptoforia EI psicoanalista que escucha (o que percibe un sintoma, corporal como en la histeria de conversién) recoge simbolos que va a arrancar de su parcial indeterminacién buscando y descubriendo su complemento desconocido, Pero la escucha suele toparse con un discurso que escapa a toda tentati de complomentacién segin las reglas del analisis clasico (Abraham y Torok, 1976). Este es particularmente el caso de pacientes portadores de cripta. Es indispensable indicar ssus grandes rasgos antes de abordar los fantasmas, puesto ‘que encontramos més facilmente casos donde, a partir de na persona deseo de la persona esta ligado a ella—y debe ser ocultadaa causa de la vergiienza de un padre o de un ancestra quia Hie= " Cuando ae indican dos fechas Ia primera sefita In primera publicacin, 64 ne valor de ideal del yo para la persona y que ha sido prota: ‘fonlsta de Ta experiencia de que se trata. De esta exigeni contradictoria resultard en particular ath discurso donde proliferacién de signos —a través de la cual la persona i tenta hacerse reconocer— se acompafiard del riguroso ocul- tamiento de un sentido particular» (Rand, 1985), de un decible; de esta manera se preservaré al (0 a los) progeni- tor(es) de que se trata y la esperanza aleatoria de que la cosa pueda ser rejuzgada, y el deseo del sujeto, liberado. Falta 1a huella de uns catéstrofe que ademés contiene un dos en su entorno por. iene distinguir loe casos donde el sujeto ha sido parkicipe de una escena de goce y/o de sufrimiento indecibles de aquellos donde sélo ha sido un testigo al que los otros han prescrito el silencio, lo que entrafia un trabajo del lenguaje mucho mas complejo en torno del testimonio oculto, Los cripténimos —las palabras que ocultan, que estan presentes en el discurso, los episodios de vida y los suefios del paciente— no son ni la «palabra magica» que habita la cripta ni las otras eignificaciones de esta palabra en el dic- cionario (Jos alosemas), sino sinénimos de alosema que ha- ienen relacién fonética ni seméntica recta con la palabra original (Abraham y Torok, 1976). Micaso de ela dama del Réquiem» (Nachin, 1989) es el de una mus jer de entre cuarenta y cincuenta afioe que presenta severos perio- frenitalos. El secreto de in familia recae sobre un infanticidio co- ‘metido por esta hermana sobre un primer hijo que habia tenido fuera del matrimonio, Mi paciente habia sido indirectamente tos- tigo de ello y see habia exigido el secroto. Nia timida, la paciente admiraba a osta hormara mayer, seductoray atrovide,y, al mis 1mo tiempo, a detestaba tanto como a au madre por todo ele que le ‘habjan hecho vers. Su sintomatologia est ritmada por las conmemoraciones a vorsarins de todas las muertes scbrevonidas en la familia desde: infanticidio: muerte de un segundo hijo desu hermane, muerte de Imarido da su hermana y finalmente de esta ultima. 65 ‘Después del duelo imposible por el nifo sacrificado, los otros due- ‘os fueron menos posibles atin. En sus periodos turbulentos, la ‘paciente presenta toda una serie de fantasias de incorporacién ‘correspondientes al destino de su padre (tiene sensaciones corpo- ‘rales extraiias en la cabeza como este tltimo al final de su enfer- ‘medad),al destine del nifio sacrificado (ha decidido donar su cuer- oa la modicina porque «ao quiere dejar rastro de su paso por Ia tierra») y al destino de su hermana (habla por teléfono de darse muerte y declara a su hermano que habria un heredero menos para Ia futura sucesién desu madre. Ella tiene en efecto dos hijos ‘que heredarian de su parte y me doy cuenta en ese momento de ‘que esta identificada con su hermana muerta sin hijos). Después de varios afios de cura, relatard un suefio con un nifio que tiene su ‘brazo atrapado en la bocade un tiburén y que ella trata de salvar sin éxito, En un primer momento, destaco solamente, en al con- tenido manifiesto, el efuerzo que hace para salvar al nitio, pero el arequins [«tiburéns] suscita en mi el «chiens [eperros], «quiens en un dialecto regional, que jagaba un importante papel en su vida y 1 diccionario me proporcionard la antigua homonimia entre . ‘Puesta que la condensacidn aprovecha justamente Ie poliseria de In pala- bbra, hemos preferido conscrvar en este caso el vocablo original francés, y ‘eiialarlo luego entre corchetes cada vez que asume un uso particular. (V de ta 7) dre que ha seguido enlutado por él. Un nifio dele familia de Ja dama del Réquiem, nacido después del drama, va, a los diez afios, anadar en el rio donde fue arrojado el bebé, quel no habja conocido; llega al fondo del agua y permanece alli hasta el Iimite maximo de sus posibilidades. Sdlo décadas después, cuando mi paciente le revele el antiguo drama, él comprenderé ese comportamiento en el cual se ponia en pe- ligro. Era un nifio que se hacia el muerto en el fondo del rio, pero que volvia salir, vivo. Otros hijos de tun padre portador de cripta, sobre todo afectados de fobia severs, organizarén su vidaen el sentido de la inhibicién de cualquier deseo personal cuya reali cidn sea eventualmente susceptible de ocasionar una repe- ticidn del drama originario y de reactivar el dolor del padre. ‘Tal es el caso de mi paciente Clarisse (Nachin, 1993, pags. 14 66), que presentaba una grave fobia a las calles, De entrada, des- pueée de las entrevistas preliminares, la paciente adlo pudo venir ‘a-verme en coche con In condicién de hacer siempre el mismo tra yecto. Después de tres o cuatro aijos de andlisis, todavia ser: fuente de painico unas reparaciones que la obligan a hacer un ro- deo, Este es un caso complejo donde en primer lugar se analizan Jas particularidades del Edipo, entre una madre temerosa y un padre colérice y autoritario que declara a quien quiera ofrlo que ‘todas Jas mujeres son putase, a excepcién de Ia suya, y que ela violacién no existe porque las mujeres sdlo esperan eno». El dé ssarrollo del anzlisis mostrar que la madre, bajo sus aparienci ‘temerosas, incluso ante su marido, ha dirigido Ia barca familiar mientras nuestro «gendarme de marionetar aparece como un. hhuérfano que tenia miedo, sobre todo de las mujeres. La intensa ccuriosidad sexual infantil de la paciente siendo nifia fue satisfe- cha por un adulto joven y la emocién experimentada fue traumética ‘para ella porque entré en resonancia con las frases de au padre so- ‘bre Ia sexualidad femenina. Supo que el joven habia hablado de faquello con un camarada y tomis que «todo el mundo lo supiera>, por eso decidié no soguir adelante, permitidndose por lotanto adlo ‘amores homosexuales platénicos. El trabajo sobre todos aus ele- ‘mentos ocasiona un apaciguamiento parcial y, en todo caso, el de- 100 do proseguir la curs Entonces surge que la abuela materna ee el personaje central de In familia y también el polo de afecto principal de la paciente. ‘Cuando, después de cuatro aiios de cura, formulo la hipstesis de ‘que el padre —que perdié a su madre a corta edad y cuyo padre hhabria desaparecido poco después de la muerte de su mujer— po- 70 decirle quel abuelo materno no era el verdadero abuelo, pero ella misma habia reparado mucho tiempo antes en el gran desajuste entre el nacimiento de su madre y el casamiento de sus abuelos. La abuela murié sin haber revelado el secreto de au nacimiento a su hija. Se crefa que guardaba en su armario una caja con docu- ‘mentos secretos para abrir sélo después de su muerte, Pero cuan- domurié, eu hija no encontré la caja, que habia desaparecido. Una amiga dea difunta abuela pudo decirle a la paciente el apellido y el nombre (Jean) de su abuolo, militar dela guerra de 1914, muer~ toal volver al frente después de haber sido curado de una primera herida en la espalda y de haber concebido a la futura madre de In paciente. Considerando las excepcionales circunstancias de la guerra do 1914-1918, esta historia no justificaba el socreto guar- dado, por el que la abucla docia a su hija y a su nicta, aun el aio anterior a su muerte: elSi supiesen todo, ya nome querriants, Hi- cieron falta todavia muchos afios de andlisis para que fuera cone- truida y aceptada la hipétesia de que la joven, sola, embarazada y Tuego cargada con un bebé, habia debido de caer en la prostitucién, ‘en sus margenes, cuando otro militar se habia enamorado della, jente, como para su hermano, el visto obstruide como ai 26 ‘tratase de que ningtin nacimiento inoportuno llegara a evocar el drama original. Desde los cinco hasta pasados los cuarenta afios se habia sentido responsable de la misign de velar por #u famil ‘especialmente por sus frégiles y preciadas madre y abuela, no sélo preocupdndose por ellas, sino renunciando a construir una vida sexual y sentimental e inhibiondo en ella una fuerte vitalidad, que forzosamente implicaba sexualidad y agresividad, trasformadas ‘en una considerable timidez. En esto caso de fantasmas fobigono, la fobia a las calles en ‘una mujer aparece de entrada siguiendo la tradicién como fobia ‘las relaciones sexuales y a la prostitucién. Proyeccién del deseo ‘sexual do la paciente trasformado on tomor por la represién, y ala vvet indicacién de que es conveniente cuidarse de las calles». Todo ‘esto no o8 infundado y contiene una parte de verdad general. Pero ‘no e6 utilizable mientras la paciente no haya vuelto a tomar con- ‘tacto con aus descos inhibidos hasta el punto de parocerle inexis- tentes. La crisis que la trajo a mi nos llevé a trabajar au angustia de neparacién, cuyas fluctuaciones siguieron el compas de las nu- merotas temporadas en el extranjero de su familia, que, entre los ‘cuatro y loe dieciocho aioe, In separaban de sus padres o de sus abuelos maternce, con la multiplicacién de los lugares de vida. El complejo de Edipo y le envidia del pene —notoria en esta mujer— también fueron objeto de muchas sesiones. De nilia, su fantasia n corética privileginda era ser un Don Juan (cuando el nombre del ‘abuclo desaparecido era Jean) fomenino que sedueia y hacia gozar ‘mujeres, lo cuel es Ia inversién de wu temor a ser sedus ‘gozar con todos los hombres y, en todo caso, mantenia una situacién pefquies en la que olla no se sorvia de aus drgancs goni- tales fomeninos, Pero la fobin se mantiene firmemente antes ¥ después de la muerte de tu abuela materna. La bastardia, cono- cida pero silenciada, de su madre, legitimada por adopeién, pero nacida de un padresoldado cuyo nombre e historia la abuela man- tiene secretes, o que hace de él un padre desconocido, suscita todo ‘un trabajo paiquico orientado en Ia direccién de las prostitutas. jtimo rencor a su madre, que no ha sabido ayudar a su hija a crecer y que parece ella misma tener problemas paiquicos —amargada y un poco persecutoria—, pero la abuela sigue intac- tae intocable hasta que en la cura se pone en evideneia que habia hecho pesar sobre au hija y sobre sus nietos la desgracia y Ia ver- ‘sebido asumir, Bn ciertos momentos, aunque ‘mujer, pero primogénita como su madre, se comporta como un va rn, Inborioso y dindmico, como si debiera devolver a su abuela su ‘amante perdido, y en au discurso aparccen elementos verbales de In guerra de 1914, En otros momentos, esté frente a un muro que no puede franquoar o desplazar, como la piedra de un tumbs. Pero lo que domina en general os la inhibicién de In sexualidad y de la agresivided normales, de modo de pasar lo mis inadvertida po- sible, No puode sopararse psiquicamente de una madre y de una abuela dafiadas y debe consagrarles su vida. Evidentemente, la controversia no se situa en relacién con la abuela muerta ni con le madre externa, de quienes se ha soparado geogritficamente deade In adolescencia, sino on relacién con laa imagenes internas corres- ppondientes, cuyo cardctor precario le hace temer su destruccién y ‘en consecuencia la auya propia. No queria reconocer las décadas ‘trascurridas y el hecho de que ya no era la nifia, deseante y asus- tada a la vot, que era hace treinta y cinco afios. El trabajo del fantasma en el inconciente de la paciente consiste en tratar de superar de un modo necesariamente bizarro el vacio creado en ella por un elemento ya innom- brable para su madre, correspondiente a su filiacién y a la legitimidad de su existencia, que por lo tanto no ha podido insoribir en el inconciente de su hijita. La paciente se en- cuentra imposibilitada de realizar una parte de las intro- ryeeciones correspondientes a su vida pulsional personal. Ya no se trata principalmente de los deseos propios del sujeto, ni aun de los deseos que no habria podido intercambiar nor malmente con sus allegados como en la situacién traumati- 72 ca personal, sino de Ia construccién de un «cuerpo extraiio» que, en la salida fobica, resulta proyectado sobre elementos del entorno. E] trabajo del lenguaje que descubrimos en los portado- res de fantasma en primera generacién no es mas complejo que el de los portadores de cripta. En los casos mas elocuen- tes, lo que el portador de fantasma pone en acto son preci- samente los cripténimos del padre portador de cripta. Mi dama del coche fiinebre» teme a la enfermedad, al cdncer ala muerte en la medida en que ella ha sentidoe intentado ‘comprender y tratar el duelo no hecho de su padre en rela- cién con la ebuela paterna quo se supone muerta de cancer. El nifio de la familia de la «dama del Réquiem» ponia en es- cena, al permanecer en el fondo del rio, un fragmento del drama oculto del que habia debido recoger frases sueltas cuando —es verosimil pensarlo— los adultos de la familia habian hablado sin preocuparse por él cuando él era muy joven. Mi paciente, que tenia miedo a las calles, tras la apa riencia de una escena sexual imaginaria, ponia en escena en relacién oon las calles una metonimia de la férmula ver~ bal «mujer de la calle», que remitia a la deadicha afectiva de Ja juventud de su abuela. El fantasma en segunda generacién ‘Cuando el portador de fantasma es cl descendiente de un. portador de fantasma activo y el trabajo de! fantasma inter viene en segunda generacién, la situacién es mas compleja aun. Lo quees ya innombrable para el padre es impensable para su descendiente. Nos topamos con angustias sin nom- brey con sintomas corporales bizarros. Los trastornos men- tales encontrados por 8. Tisseron (1990, pdgs. 168-71) y por D. Dumas (1985, pag. 62) son frecuentemente severos. Pero Ja gravedad de los trastornos es tanto mayor cuando existe ‘un fantasma en las dos descendencias de las que ha nacido tun sujeto. 3 El fantasma en las alianzas La posibilidad, verificada en algunos casos, de que se produzca un efecto fantasma entre dos adultos unidos por el ‘amor, entre un paciente y su terapeuta, incluso entre un te- rapeuta y su paciente, e8 una coyuntura especial. Mientras que entre un padre y su hijo el secreto patégeno que podra suscitar un trabajo del fantasma en el hijo esta lo mds ame- nudo presente antes de la concepcién del nifio y marcard su sello desde las primeras relaciones padre-nifio, entre dos adultos que son portadores de dos historias diferentes y cu- yos psiquismos eatin constituidos desde hace tiempo, el efecto fantasma serd habitualmente menos marcado y sélo extraerd su fuerza de la intensidad del amor o de la relacién trasfero-contratrasferencial. Sin embargo, podemos pensar ‘que un adulto heredaré mucho més fécilmente un fantasma ‘en dos coyunturas: si es ya portador de una cripta o de otro fantasma o si perteneze a las personalidades, de tépica ina- cabada por alguna razén, que viven aferradas a sus parejas en un estado de conflicto entre el deseo de fusién y 1a nece- sidad de separacién. Bl psicoanalista estd expuesto a ello, no ‘adlo a causa de sus fragilidades personales, como loha sefia- lado D. Dumas (1989, pag. 17), sino también porque el ejer- cicio de la funcién analitica vacia al yo, como lo describis cla- ramente Francis Pasche (1976). Fantasmas y psicopatologia La fantasmologia interviene particularmente en neuro- sis fébicas y obsesivas severas, en algunos comportamientos ppsicopéticos, en delirios parciales, sobre todo de iliac ‘enfermedades Ilamadas epsicosomaticass, como el asm psoriasis y Ia rectocditis hemorragica, y en casos de aleo- holismo y de toxicomanias. Pero la parte de la neurosis, de os traumatismos personales y de los fantasmas en la vi- da de cada paciente sdlo se puede precisar en el curso de la psicoterapia o del psicoandlisis. La cuestién de lasrelaciones entre la fantasmologiay las grandes psicosis es planteada por diversos autores. En un caso de psicesis a base de automatismomental, la seduccién sexual de la pequetia prepiiber por un adulto joven de la fa- 4 milia materna interviene al lado del duelo, no hecho por la familia, por el abuelo paterno muerto en la deportacién (Na chin, 1993, pags. 70-6). La recordada Adéle Covello publicé con varios colaboradores (L. Covello, G. C. Lairy, B. Dalle y N. Gougoulis, 1984, 1987) una serie de articulos sobre ela lo- cura de dos», sobre Schreber y sobre la erotomanié, que lla~ man a la reflexi Los distintos pacientes que presentan criptas o fantas- ‘mus son Ilamados a menudo sestados limites», lo que repre- senta un progreso sobre todo para los autores que no cono- cian sino una clasificacién ternaria meurosis-perversiones- psicosis» y olvidaban el lugar dado por Freud hace mucho tiempo a las neurosis narcisistas y por Karl Abraham a las «depresiones y a los estados vecinos» (que son para este autor defensas antidepresivas). Algunos de estos pacientes ‘pueden sin embargo ser considerados de pleno derecho «es- tados limites» en la medida en que el polimorfismo y la va- ‘riabilidad de su sintomatologia los ubican en la articulacién de varios cuadros de la psicopatologia. Pero si la nocién de Jos eostados limites» remite a ciertas corrientes psicoanali ticas hacia alguna eonstitucién» paiquica, para nosotros se ‘trata de descubrir y de permitir la elaboracién de los trau- mas y de los fantasmas singulares que pueden afectar a estos pacientes. IL. De una renovacién del método psicoanalitico El simbolo psicoanelitico, como lo acabamos de mostrar ‘ensu operacién, lleva a reconsiderar algunos puntos de mé- todo. Las etapas pregenitales, el narcisismo y el Edipo, con us infinitas variantes, forman parte del desarrollo de todo ‘ujeto, Las variedades duraderas de clivajes del yoy los fan- tasmas corresponden a pacientes particulares. Para estos pacientes, hablar en los términos de las teorias psicoanali- ticas eurgidas de las dos tépicas freudianas, o incluso de las tépicas surgidas de Melanie Klein ode Lacan, expone a con- trasentidos. En los casos de clivaje del yo, es necesario, en. primer lugar, comprender la doble ligica del yo clivado para poder reunir los fragmentoa de una operacién simblica frac- turada. En los casos de fantasma, se trata de descubrir con 6 rrelacién a qué otro el sujeto simboliza, antes de poder eva- area ‘neurosis bésica y verlo retomar su autocreacién per- En el desarrollo de la cura, lo que permite al analista descubrir y volver evidentes para su paciente aspectos sur sgidos de su manera de vivir psiquicamente son las moda- Tidades de las operaciones simbélicas del sujeto tal como aparecen principalmente en su discurso, pero también en su vocalidad y su mimogestualidad, con respecto a su his- toria, su vida actual, sus sintomas, sus ensofiaciones, sus suetioe y la relacién trasferencial. Es importante deshacerse de cuatro prejuicios psicoana- Iiticos comunes. El prejuicio de la teoria de un simbolismo general de las produeciones psiquicas Una contradiccién interna afecta a la obra de Freud en- tre la investigacién de las significaciones personales del suefio y la idea de una simbélica universal de los suefios, lo que no carece de consecuencias sobre el método de trata- miento (N. Rand y M. Torok, 1992, pga. 2-31). Si el intér- prete dice

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