Anda di halaman 1dari 184
TRILOGIA INEDITA II KAROL WOJTYLA 1° edicién, diciembre 1998 2* edicién, octubre 2003 * edicién, abril 2005 4 edicion, junio 2005 Coleccién: Biblioteca Palabra Director de la coleccién: Juan Manuel Burgos © by Libreria Editrice Vaticana, Citta det Vaticano 1998 © Ediciones Palabra, 5.A., 2005 Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (Espafa) © Traductor: Pilar Ferrer Disefio de cubierta: Carlos Bravo I.S.B.N. 84-8239-295-6 Depésito Legal: M. 26.130-2005 Impresién: Graficas Anzos, S.L. Printed in Spain - Impreso en Espafia “Todos los derechos reservados. No esta permitida ta reproduccion total a parcial de este ibro, ni su tratamiento informatico, ni la transmision de ninguna forma © por cualquier medio, ya sea ‘lectrénico, mecénico, por fotocopia, por registro u otros métodos, Sim el permiso previo y por escrito del editor. 1* edicién, diciembre 1998 2° edicion, octubre 2003 Coleccion: Biblioteca Palabra Director de la coleccién: Juan Manuel Burgos © by Libreria Editrice Vaticana, Citta del Vaticano 1998 © Ediciones Palabra, $.A., 2003 Paseo de la Castellana, 210 - 28046 MADRID (Espana) © Traductor: Pilar Ferrer Disefio de cubierta: Carlos Bravo 1.S.B.N. 84-8239-295-6 Depdsito Legal: M. 42.418-2003 Impresion: Graficas Anzos, 5.L. Printed in Spain - impreso en Espafia Todos los derechos reservados. No esta permitida la reproduccién total o parcial de este libro, ni su tratamiento informatico, ni ta transmisiOn de ninguna forma o por cualquier medio, ya sea electronico, mecanico, por fotocopia, por registro u otros métodos, sin el permiso previo y por escrito det editor. KAROL WoJTYEA El hombre y su destino ENSAYOS DE ANTROPOLOGIA Introduccién de Juan Pérez-Soba Traduccién de Pilar Ferrer SEGUNDA EDICION EDICIONES PALABRA Madrid Cuando presentamos hace un afio Mi visin del hombre, el primer libro de la trilogfa que queremos dedicar a Karol Wojtyla, esperébamos una acogida amable por parte del pabli- co. La respuesta, sin embargo, ha desbordado por completo nuestras expectativas porque el libro, a un afio de la publica- cidn, se encuentra ya en la tercera edicién. ae Este interés nos ha estimulado ciertamente a fon rapidez el segundo: El hombre y su destino. | ~ r mero, recoge textos de Karol Wojtyla inéditos en cast ar En este caso se trata de escritos de ) en los afios setenta, que desarrollan temas incoados en Perso- na y Acto. En la introduccién, Juan Pérez-Soba, pre or de la Facultad de Teologia «San Damaso» de , explica detalle el valor y la novedad que aporta cada uno de los escri- tos que componen la obra. La traduccién, como en el primer volumen, la ha realizado la profesora de antropologfa Pilar Fe- rrer desde el italiano. Parar finalizar esta breve presentacién no nos queda mas que desear que este volumen tenga una acogida tan favo- rable como el primero, y que suponga una buena introduecién para el tercer y tiltimo volumen sobre la familia. JUAN MANUEL BurGos Coordinador de Biblioteca Palabra 5 mae 4 ; ts amplitud y profun gran oportunidad in miento detallado de su p Editorial Palabra presenta al do El hombre y su destino. Ensay fundamentalmente los articulos fol- de lo que se puede denomi yoria de estos articulos se hal lado: Perché l'uomo. Scrittt inedili publicado el afio 1995, en colab Libreria Editrice Vaticana. A los capitulos de ese libro -de en la presente edicién?- se afade en este K. Wojtyla, Perché l'uomo. Scritti inediti di antrapo ri-Libreria Editriee Vaticana, Milano-Cieth del hombre, Palabra, Madrid 1997, pp. 7-10. j 2 Por ser de una tematica diferente. son cpa KAROL WOJTYLA aparecido en la revista de los estudios dominicanos de Napo- les, Asprenas, titulado La struttura generale dell'autodecisione y publicado el aio 19743. Junto a todos estos articulos, el lector se encontrara con un texto del todo singular: las 74 paginas que Karol Wojtyla en- vid el alo 1972 a Tadeusz Styezen como una continuacién de Persona y accion para realizar en colaboracién. Es un texto que no se publicé hasta 1991, afio en el que aparece en polaco y lue- go en su traduccién italiana en 1995 en el ya citado Perché ['uo- mo? Es el texto que en nuestro libro aparece como: El hombre y la responsabilidad. La importancia de estos apuntes esta fuera de duda desde la consideracién de la obra en cuya linea se sittia la obra mas acabada de nuestro autor, Persona y accion. La unidad de esta recopilacién de textos que se presenta al lector es a la vez cronoldgica y tematica, de aqui su impor- tancia. En cuanto al tiempo, todos los textos estan comprendi- dos entre los afios 1970 y 1978: el tiempo inmediatamente pos- terior a Persona y accién (1969 en su 1* edicion polaca), hasta su elevacién al Sumo Pontificado. En cuanto recoge lo princi- pal de su pensamiento filoséfico en estos tltimos afios de su obra, los mas maduros, tiene gran valor para el conocimiento del pensamiento de Karol Wojtyla. Como conjunto, ofrece un verdadero corpus con una de- terminada direccién de investigacién en torno a los temas mo- 9 Es ja traduccién italiana de la ponencia que realiz6 en el congreso celebrado con motivo del séptimo centenario de la muerte de Santo Tomas: K. Wojtyla, The Personal Structure of Self-Determination, en Atti del Congres- so Internazionale (Roma-Napoli, 17/24 aprile 1974). Tommaso d'Aquino nel suo settimo centenario, Edizione Domenicane Italiane, Napoli 1975, pp. 379- 390. EL HOMBRE Y SU DESTINO rales. Aqui hay que hacer una indicaci6n precisa. En su temé- tica y desarrollo es decisiva la referencia a Persona y accién. Son todos ellos una continuacién de los distintos aspectos que en ésa, su obra fundamental, no habfan encontrado una sufi- ciente profundizacién. En este sentido, las: sighsinsbeiettastendetates el debate ptiblico sobre Persona y accién organizado por la Universidad Catélica de Lublin el 16 de diciembre de 1970+ marcan unos puntos fundamentales que el autor se compro- mete a analizar. Podemos sistematizar estos temas en tres fundamentales. 1°. Se debe continuar la investigacién comenzada con Persona y accion en el campo ético, puesto que tal obra no to- ma como suya tal perspectiva, sino la 2°- Se ha de profundizar en el método fi que se aplica en tal libro. Para ello hay que resol entre el conocimiento teérico y el conocimiento pré 0 que se da en la accién humana a partir de la implicacién de la per- sona en su accién libre. 3°- Es preciso clarificar el lenguaje personalista y | Eo. tructura de las relaciones interpersonales cuyo estudio en Per- sona y accion se encuentra en estado embrionario. : Hemos de introducir al lector en estos temas. Servird de invitacion a una lectura que no es facil. Nos encontramos ante unos textos dirigidos a estudiosos. La redaccién de estos ar- ticulos sigue la terminologfa de Persona y accién con unos ra- zonamientos precisos, enlazados y repetitivos, que requieren un rigor en el pensamiento y capacidad de andlisis filos6fico. 4 Este debate esta recogido en «Analecta Cracoviensa», 5/6 (1973-74). 9 KAROL WOJTYLA 1. La perspectiva moral Uno de los aspectos que llaman mas poderosamente la atencion de la lectura de Persona y accion es la afirmacién ini- cial en la que dice: «Este libro no es un estudio de ética»5. Este enfoque peculiar del estudio se debe a la aplicacién del méto- do fenomenolégico que permite ante un objeto adoptar una perspectiva particular en la medida en que se respete la expe- riencia y se sepa ser fiel a la perspectiva adoptada. A pesar de esta afirmacién de principios, de poner en paréntesis la experiencia propiamente ética, posteriormente, en el desarrollo del libro, hay dos momentos en los que la perspectiva moral aflora de modo natural y necesario. 1° El primer momento es cuando trata de la experien- cia de la autorrealizacion que el hombre experimenta en su ac- tuaci6n®. En esas paginas insiste en los temas fundamentales éticos que ordena desde la perspectiva fenomenologica de la accién: bondad moral, verdad de la accién, conciencia, valor, obligacién. Es un conjunto moral que va a finalizar en el estu- dio de la responsabilidad donde vuelve a la perspectiva antro- polégica’. Este hecho explica por qué la continuacién que ideaba de esta obra aparezca titulada como El hombre y la res- ponsabilidad. Desde estas primeras indicaciones de caracter moral se van a suceder toda una serie de investigaciones centradas en los dos puntos que se desprenden de esta presentacidn. 1°) La experiencia de autorrealizacion es esencialmente moral y asi vo Wojtyla, Persona y accion, Ed. Catélica, Madrid 1982, p. 15. ® Cfr. ibidem, pp. 177-196. 7 Chr ibidem, pp. 196-202. 10 se ha de presentar. 2°) Una especificacién fundamental de tal moralidad es la relacién intrinseca y dindmnica que se ha de es- tablecer entre la libertad y la verdad®. Ambos aspectos se desarrollan en algunos de los articu- los recogidos en este volumen. El modo de hacerlo es una pro- fundizaci6n de la fenomenologia en su acepcion especifica- mente moral. El] contenido de estos estudios lo analizaremos brevemente en el siguiente apartado. Obviamente, éste es el enfoque principal del texto de El hombre y la responsabilidad cuyo modo de andlisis y expresio- nes utilizadas siguen muy de cerca los de Persona y accion. Las caracteristicas singulares de tal texto merecen un comentario propio, que remitimos al apartado final. 7 2°— El segundo momento es el que se encuentra en Ja inte- gridad de la parte cuarta del libro que se titula Participacién. Es una seccién del texto peculiar, E] mismo autor se ve en la obliga- cién de decir que es un afiadido distinto del resto, pero que era necesaria su inclusi6n. Asf lo explica en su advertencia final: «El ultimo capitulo ha introducido una nueva di- mensién en la experiencia ‘el hombre acttia’ en la medida en que nos concentramos, en las acciones que ocurren cuando el hombre acttia ‘junto con otros’ y en algunos as- pectos de la intersubjetividad conseguidos mediante la participacién, en un intento de interpretar esta nueva di- mensién de la experiencia. El autor es consciente de que se trata de un intento incompleto, que no pasa de ser un es- bozo y no una concepcién plenamente desarrollada. Sin embargo, ha considerado necesario incorporar dicho esbo- ~ §Cfr: ibidem, pp. 190-194. i KAROL WOJTYLA zo, aunque solo fuera para llamar la atencién sobre la ne- cesidad de incluir la experiencia del hombre que actia ‘junto con otros’ en la concepcién més general de la perso- na en accion»’. En el debate posterior de la obra, uno de los puntos fun- damentales de los que se hablé fue la necesidad de proseguir esta perspectiva que apenas estaba iniciada. Los estudiosos de la obra de Karol Wojtyla insisten en esa perspectiva abierta que dejaba Persona y accién y en la importancia decisiva para el enfoque de sus escritos posteriores'”. La novedad que aporta este estudio es la estructura inter- subjetiva que se experimenta en la accion humana. Es un aspec- to que apenas ha desarrollado en sus estudios anteriores y que le va a hacer volver su atencién al movimiento personalista e in- corporar a su estudio interpersonal el pensamiento dialdgico, Quiza sea éste el aspecto mas novedoso que se recoge en este volumen, porque se puede observar su evoluci6n en este tema y la asuncion de una nueva terminologia que le impulsa a afrontar temas no desarrollados anteriormente. Es lo que trataremos en el apartado concerniente al personalismo. * [bidem, p. 348. Ya lo decia en la nota introductoria del capitulo In- tersubjetividad por participacién, ibid., 305, nota 1: «E1 ultimo capitulo de la obra es solamente un comentario de lo que hemos dicho anteriormente, y como tal debe considerarse. No obstante, este comentario resulta indispen- sable y sin él el estudio quedaria incompleto». 10 Cfr, M. Serretti, o.c., p. 9: «La tercera fase de la produccién filosdfica se abre con la tiltima parte de Persona y accién, con el titulo de Partict- pacién». Un estudio dedicado expresamente al tema es el de D. Munera Vé- lez, Personalismo ético de participacién de Karol Wojtyla, Ed. Universidad Pontificia Boliviana, La Paz 1988. 12 2, La fenomenologia de la verdadera libertad Karol Wojtyla, tras sus estudios sobre Scheler, com- prende que el método fenomenolégico ofrece una riqueza de profundizacién en la experiencia que un moralista no puede despreciar!!, Por eso se puso en contacto con la escuela fe- nomenoldgica polaca de Lublin, cuya figura principal era Roman Ingarden. Pero es en ésta, su tercera época, donde accede a un dmbito mas amplio de pensamiento con un alcance verdaderamente europeo. Esto es siempre una difi- cultad para un pensador polaco, que por el problema de la lengua se mueve en un circulo limitado; su pensamiento tiene el pequefio alcance del entorno estrictamente polaco. Su tinica obra traducida a otros idiomas era Amor y respon- sabilidad, cuya orientacién no tiene un ee ricté i - a fat iy fenomenolégico”. Ki Seah Ti Gir K. Wojtyla, Max Scheler y la érica cristiana, Ed. Catélica, Madrid 1982, pp. 217 ss.: «Esta interpretacion cientifica de la ética cristiana tuye la tarea propia del estudioso; sin embargo, éste no podré prescindir de la valiosa ayuda que para su trabajo representa el método fenomenolégico; con éste daré a Jos valores éticos el sello de la experiencia, los aproximari las experiencias del hombre conereto y podré analizar la vida ética desde el lado de sus manifestaciones». = ¥ 1? La primera traduccién fue al francés: Amour et responsabilité. Brule de morale sexuelle, Société d’Editions Internationales, Paris 1965, realizada.a partir de la segunda edicion polaca (1962). Son los afios del Concilio donde Karol Wojtyla tiene una amplia serie de contactas con el mundo teolégico internacional. De estos contactos procede el hecho de que la obra se edite-en francés prologada por Henry de Lubac. El afio 1969 se editan tradueciones de la edicidn francesa en espafiol (Raz6n y Fe, Madrid) yen italiano (Mariet- ti, Torino). mane 13 KAROL WOJTYLA Incluso el debate sobre Persona y accidn fue estricta- mente polaco. Aunque el trabajo de traduccién de tal obra, a partir de una segunda versién de la misma, comienza por el aio 1976, sélo coincidiendo con su eleccién como Juan Pablo IL salié su edicion inglesa y se dio a conocer en el pensamiento europeo!. El primer paso en este didlogo de ambito europeo se produce en relacién al pensamiento tomista, corriente de la que han partido sus primeros estudios. La ocasién fue con motivo de su intervencién en el congreso realizado con motivo del séptimo centenario de la muerte de Santo Tomas'*. Su contribuci6n fue el articulo que aparece en este volumen co- mo La estructura general de la autodecision's. En este articulo, a su estudio de la accién humana segtin la perspectiva y método de Persona y accion, afiade un marco mas amplio de andlisis por medio de una importante referen- cia al texto de la Gaudium et spes, n. 24, que habla del «sincero don de sf». Este punto va a ser un elemento fundamental de su pensamiento posterior. '3 La traduccién fue realizada por Anna-Teresa Tymieniecka en el li- bro titulado: The Acting Person, Analecta Husserliana, The Hage 1979. De es- ta versién se han realizado las diversas traducciones a los distintos idiomas. Tras la polémica suscitada, en especial por G. Kalinowski, acerca de la fide- lidad de la traduccién, el juicio formulado por Jaworski, Styczen, Péltawski en Tygodnik Powszechny del 26 de septiembre de 1982 la han considerado aceptable. ' Cfr. A. Lobato, La persona en el pensamiento de Karol Wojtyla, en «Angelicum» 56 (1979) 173: «A partir del afio 1974, desde el Congreso de Santo Tomas de Aquino en Roma y Napoles, comienza la tercera etapa, la de la fundamentacién y puesta a prueba con aplicaciones en diversos campos.» 'S Desde la traduccién italiana de K. Wojtyla, La struttura generale dell’ autodecisione, en «Asprenas» 21 (1974) 337-346. 14 Esta linea profundiza Ja de sus estudios anteriores sobre la moralidad, publicados en el volumen anterior de la editorial Palabra, Mi visién del hombre. En continuidad con este primer articulo se sitdan toda una serie de textos centrados en el con- cepto de la praxis libre por parte del hombre en su experiencia de autodecision". ha En la praxis se produce la revelacion de la persona en su accién moral en cuanto no es s6lo sujeto de la misma sino también el objeto. Se produce una superacién de una rigida separacién objeto-sujeto que toda la filosofia contemporanea ha buscado superar y que en el campo moral todavia perma- nece enquistada en el tema de la conciencias «La persona se conoce a través de sus actos, desde el acto se puede llegar a todo lo implicado en el mismo, se lle- ga al sujeto en su irreductibilidad interior y ana tante trascendencia, De este modo entiendo superar feno- menologia en una auténtica metafisica desubjetivizando la conciencia y desobjetivizando el dinamismo humano»"”. 7S Tos otros articulos son: K. Wojtyla, Teoria - Prassi. ttt tema umano ¢ cristiano, en Teoria e Prassi. Atti del VI Congresso Internazionale, Genova- Barcelona, 8-15 Settembre 1976, I, Edizioni Domenicane Ttaliane, Napoli 1976, pp. 31-42; Idem, Il problema del costitwirsi della cultura attraverso la eprassi umanay, en «Rivista di Filosofia Neoscolastica» 69 (1977) 513-523; Idem, Teoria e prassi nella filosofia della persona umana, en «Sapienza» 2 (1976) 377-384. Y el articulo: Idem, The Transcendence of the Person a tion and Man's Self-Telealogy, en «Analecta Husserliana» 9 (1979) 203-212, de su relacién para el congreso filoséfico internacional celebrado en heer de de junio de 1976. y i. W He Méndez, El fundamento de la ética en Karol Wojtyla, en «Filoso- far Cristiano» 5-6 (1981/82) 299; cfr. M. Serretti, La coscienza in Karol Wojty la, en «Sapienza» 36 (1983) 187-203, 15 KAROL WOJTYLA Aqui va a insistir en la relacién entre la libertad y la ver- dad, que es uno de los pilares de su pensamiento. La primacia de la experiencia de la praxis no implica una precedencia de la libertad sobre la verdad, sino la revelacién de una verdad que sdlo se produce en la praxis libre. En esta época, la referencia a la verdad la centra en la existencia del hiwnanum en el actuar del hombre'®. Se trata de una referencia propia del dinamismo de la voluntad en la medida en que la persona humana se haya implicada en sus actos y en ellos se trasciende a si misma'9. En este punto va a insistir en el tema de la intencionali- dad propia de la experiencia moral, que es el vehiculo por el que entra de lleno en el mundo fenomenolégico con un fecun- do didlogo a nivel internacional. El grueso de los articulos del presente volumen pertene- cen a una serie que publicé el autor en la revista que quiere ser expresién de las investigaciones especfficamente fenomenold- gicas: Analecta Husserliana. Karol Wojtyla accede a este Ambi- "8 Cf. K. Wojtyla, Teoria-Prassi, cit., p. 38; Idem, Il problema del costi- tuirsi della cultura, cit., p. 515. ‘8 Cf. E. Kaczynski, J «Momento della verita» nella riflessione di Karol Wojtyla, en «Angelicum» 56 (1979) 286: «Precisamente esta relacién de la vo- luntad con la verdad relativa al bien de los objetos es la que funda la libertad de autodeterminacién y de eleccién, la cual se actualiza de modo autonomo. Si la voluntad tuviese sélo la tendencia intencional al bien, la autodetermina- cién y la eleccién serian imposibles»; M. Serretti, Conoscenza e trascendenza. Introduzione alla filosofia dell’'uomo attraverso Husserl, Scheler, Ingarden, Wojtyla, CSEO, Bologna 1984, p, 119: «El problema de la trascendencia esta en el centro de la meditacién filoséfica de Wojtyla. Su filosofia es una filoso- fia del hombre y la trascendencia es el lugar humano en el cual el hombre se supera a si mismo, se revela como un ser que esté més alld de s{ mismo, pero que contemporaneamente es la experiencia en Ja cual el hombre es verdadera y plenamente si mismo». 16 to de expresién por medio de Ja editora de Ja revista: la polaca Anna-Teresa Tymieniecka, que fue la traductora al inglés de Persona y accion. 1p sie wt ated Karol Wojtyla llega a ser un colaborador habitual de es- ta revista y tiene como efecto que otros autores comiencen a interesarse por sus estudios fenomenolégicos™. El primero de todos estos articulos trata del tema mas fundamentalmente fenomenolégico: la intencionalidad, en la que muestra una sintesis de sus estudios anteriores sobre Scheler y Kant?!, Luego, en sus andlisis fenomenolégicos pos- teriores, por encima de la critica a Scheler va fundamentando un método fenomenolégico propio basado en la experiencia moral como tal y no s6lo en la emotividad ante los valores. En este nuevo marco fenomenolégico es donde va a in- corporar los temas mas especificamente personalistas que conforman su segundo tema de investigacién especifica. ~~ Cf, por ejemplo: H. Kochler, The Dialectical Conception of Self-De- termination. Reflection on the Systematic Approach of Cardinal Karol Wojtyla, en «Analecta Husserliana» 6 (1977) 75-80. Es el mismo autor que le invité junto con A.-T. Tymieniecka a participar en el Congreso de Friburgo sobre el tema de Soi et autrui para el que escribe Participation or Alienatton?, en «Analecta Husserliana» 6 (1977) 61-73. 4 2 Cfr, K. Wojtyla, The Intentional Act and the Human Act, that ts, Act and Experience, en «Analecta Husserliana» 5 (1976) 269-280. Comienza el articulo expresando el modo como ha accedid a ee Aenbina de esnaion Bot mediacién de A.-T. Tymieniecka en referencia a Persona y accion, cit., p. 209. 17 KAROL WOJTYLA 3. El personalismo de participacién Los temas del personalismo han sido desde el inicio una preocupacion basica del pensamiento de Karol Wojtyla. En sus dos primeras épocas, tal personalismo lo encauza en la re- lacién que se descubre en la experiencia entre la persona y su accion’. Sélo a partir del capitulo sobre la participacién de Persona y accién empieza a considerar la importancia del in- flujo que ejercen las otras personas en el momento de la liber- tad y la direccién de la accin. Es decir, analiza la experiencia de la intersubjetividad. Es un nuevo campo en el que profundi- za cada vez mas, aunque siempre desde una primacfa de la teoria de la accién, que ha desarrollado mas detenidamente”’. Por eso, los tftulos de los articulos de esta ultima época inciden en los temas centrales que el personalismo ha pro- puesto con fuerza en el panorama del pensamiento contempo- raneo. No nos encontramos con un tratamiento sistematico de la cuestién debido a la fragmentaci6n que le impone el género literario de la conferencia o del articulo. Pero en ellos late un 2 Cfr. idem, El personalismo tomista, en Mi vision del hombre, Pala- bra, Madrid 1997, pp. 303-320. 2 Cfr. M. Serretti, Invito alla lettura, cit., p. 19: «Karol Wojtyla, en su intervencién final, afirm6 que asumia como una tarea a realizar el desarro- Ilo de Ja teoria de la participacién, apenas tratada en la ultima parte de su libro, pero teniendo presente que la correlacion persona-accién constituye la base para entender correctamente la de persona-persona, y no vicever- sa»; R. Buttiglione, I pensiero di Karol Wojtyla, Jaca Book, Milano 1982, p. 326: «Ademas de las estructuras del autoconocimiento y de] conocimien- to del hombre se puede reconocer, mas alla de los estados de conciencia que miran al yo 0 al otro, la subjerividad tanto del yo como del otro en sentido metafisico». 18 deseo de estudiar los puntos fundamentales de las distintas propuestas personalistas. Es un trabajo que discurre en para- lelo al de la traduccién de Persona y accién con una clara in- tencién de completarla™, ; ; ee Los temas fundamentales que afectan a esta investiga- cién son: ’ — La irreductibilidad de la persona, es decir, el reconoci- miento de que la persona no puede ser sustituida por ninguna otra categoria, ya que es un sujeto, no un mero objeto de en- iendimiento, Es un tema ligado a la experiencia fenomenolé- zica tal como la plantea Husserl con la puesta en cuestion de la intersubjetividad como una relaci6n irreductible a la simple relacin objeto-sujeto. Es por eso un tema que afronta en la medida en que responde a un tema monografico de Analecta Husserliana: «E] ser humano en accién. El elemento irreducti- ble del hombre». " — Para aclarar tal irreductibilidad acude a Ja relacién «yo-t» y su vinculacién con el lenguaje dialégico. Trata esta cuestién en primer lugar por la invitacién al congreso de Fri- burgo sobre Soi et autrui: la crise de lirréductible dans lhom- me, del 24-28 de enero de 1975. Karol Wojtyla participa en el mismo con una relacion que se lee en su ausencia y que se pu- blica como Participation or Alienation? En este texto entra por primera vez a fondo en esta cuestion, aportando a la misma ~~ Ta traduccién inglesa del articulo: La persona: sujeto y comunidad. Recibida en julio de 1976 en la revista The Review of Metaphysics, por expre- sa voluntad del autor no se publicé hasta la aparicién de la traduccién ingle- sa The Acting Person. Por ello se edita en el n, 33 (1979-80) 273-308. 19 KAROL WOJTYLA sus estudios anteriores sobre la accién y la causalidad perso- nal que se experimenta en ella. Esta nueva perspectiva, que incluye un andlisis de la causalidad personal, es de por si una aportaci6n al tema de la relacién interpersonal. En muchos casos, tal relacién se ha es- tudiado al margen de todo planteamiento causal, en cuanto parecia sospechoso de cosificar a la persona’’. — La relacién persona-comunidad, en la medida en que esta sostenida por las relaciones personales mas inmediatas, pero en éstas permanece la apertura a las relaciones sociales mas amplias. Por ello va a desarrollar el tema en dependencia al estudio del apartado anterior de la relacién mas inmedia- tamente interpersonal, que es el fundamento de toda conside- racién comunitaria real?”. 4. Hacia la renovacién moral El intento verdaderamente sistematico de renovacién moral que realiza nuestro autor se encuentra en el texto: El hombre y la responsabilidad. Es un texto especial, sin duda, la 25 Un andlisis del articulo en M. Cangiotti, Sud concetto di partecipazio- ne, en Karol Wojtyla e il pensiero europeo contemporaneo, CSEO, Bologna 1984, pp. 90-95. * Cfr. la confesién de un autor personalista: M. Nédoncelle, Personne humaine et nature. Etude logique et métaphysique, Aubier Montaigne, 2° ed., Paris 1963, p. 12: «La verdad es que nos falta un andlisis de Ja causalidad en su conjunto, y sobre todo una fenomenologia de la causalidad tal como se vive directamente en la experiencia humana», *” Ademas del articulo que aparece en este volumen: La persona: suje- to y comunidad, cfr. K. Wojtyla, Person and Community. Selected Essays, Pe- ter Lang ~ Libreria Editrice Vaticana, Citta del Vaticano 1993. 20 gran novedad editorial que supuso la aparicion del libro Per- ché !womo? Pero, antes de proceder a su lectura, conviene avi- sar de sus caracterfsticas, petra Beek see ; Se trata de unos apuntes, por lo cual muchos de sus ar- gumentos sélo estén insinuados y las notas son referencias a posibles desarrollos colaterales, En su redacci6n sigue el estilo complejo de Persona y accién, y el texto mismo italiano que aparece en Perché I'uomo? y ha servido de base para esta tra- duccién es bastante deficiente. Estaba escrito para una obra en colaboracién, por lo que en sf misma no incluye todos los ‘emas que afectan a la experiencia moral tomada globalmente. Pero, por encima de estas particularidades accesorias, la caracteristica fundamental es que fueron redactados en el afio 1972, es decir, antes de todo el trabajo de investigacion que de- sarrolla los puntos propuestos en Persona_y accion, Este hecho se percibe en el modo de afrontar el problema moral y algunas de sus soluciones. a iat Se nota una carencia de los temas fenomenolégicos y personalistas que hemos narrado poco antes. Si que insiste en la normativa ética centrada en la experiencia moral en la me- dida en que revela la verdad del hombre en su actuar. Pero quiz en esto mismo esta precisamente su limitacién. El modo como delimita la experiencia moral se cifte de modo directo a la experiencia de la obligacién. Esta afirma- cion tiene mas de a priori kantiano que de una auténtica feno- menologia moral. E] planteamiento propiamente personalista supera esta primera afirmacién a partir de la experiencia del amor, que es en si misma moral y dirigida a la experiencia de la comunién. Lo recuerda $. Agustin cuando afirma: eae «gEs el amor el que nos hace observar los manda- mientos, o bien es la observancia de los mandamientos la 21 KAROL WOJTYLA que hace nacer el amor? Pero ¢quién puede dudar que el amor precede a la observancia? En efecto, quien no ama estd sin motivaciones para guardar los mandamientos»2, EI mismo Karol Wojtyla ha desarrollado un primado del amor en la valoracién moral cuando centra su atencién en la fundacién de lo que denomina la norma personalista?’, Pero en este punto estimamos que no ha acabado de sacar sus conse- cuencias en lo que concierne a la sistematizacién de la moral. Esta primera perspectiva centrada en la experiencia del deber tiene sus consecuencias en el desarrollo posterior; en es- pecial, en los puntos que afectan al estatuto cientifico de la ética en cuanto normativa en la relacion que se ha de establecer entre si la ética es una ciencia tedrica 0 practica. Aqui se echa en falta la aportacion de los estudios sobre la razon prictica aristotélico- tomista que se desarrollaran a lo largo de los afios ochenta™. Por encima de estas limitaciones, inevitables en el mo- mento en que fue escrito, es necesario destacar la intencién fundamental que anima el texto y la originalidad que supone en su época. En esos momentos, casi la totalidad de los estu- dios de moral catélicos estan envueltos en la polémica surgida ** §. Augustinus, In Eu. Io. Tractatus, 82, 3 (CCSL 36, 533); citado en VS, n. 22. ® Cf K. Wojtyla, Amor y responsabilidad, cit., pp. 36-41; Idem, Perso- na y accion, cit., pp. 344-347. Un estudio del tema en J. Piatek, Persona e amore nel pensiero filosofico del Card. Karol Wojtyla, Pontificia Universita San Tommaso, Roma 1976. *0 Cir, por ejemplo, J. Finnis, Fundamentals of Ethics, Clarendon Press, Oxford-New York 1983; L. Melina, La conoscenza morale, Linee di ri- flessione sul Commento di san Tommaso all’Ftica Nicomachea, Citta Nuova Editrice, Roma 1987; M. Rhonheimer, La prospettiva della morale. Fonda- menti dell’etica filosofica, Armando Editore, Roma 1994. 22 EL HOMBRE YSU DESTINO como reaecién a la doctrina de la Humanae Vitae. Este deba- te se centré pronto en temas de fundamentacién de la moral, en primer lugar en tomo a la conciencia®, y que luego deriva en una primera sistematizacién de lo que se denominé Nueva Moral y que lleg6 a poner en duda la existencia de una moral cristiana, Se trata de una discusién bastante ideol6gica que no acabaré provisionalmente sino con el documento de la Comi- sién Teol6gica Internacional, La moral cristiana (1974), com- puesto por Las nueve tesis de Balthasar y Las cuatro tesis de Schiirmann que quieren dar un fundamento cristolégico y bi- blico a una moral con contenidos concretos. En todo caso, los afios setenta en los que aparecen los textos de este volumen, son momentos de una profunda con- fusion en los ambientes morales, dominados por un exceso polémico y descalificador que no es propicio para una funda- ‘mentacién real y cientifica de la moral. En medio de esa polémica, que ciertamente no afecta di- rectamente el ambiente polaco, pero s{ a toda Europa Occi- dental, cuando casi todos los autores entran en un debate que posteriormente se ha visto profundamente estéril, K. Wojtyla Teva a cabo una labor escondida pero con una direccién clara de investigacién en didlogo con las corrientes [ilos6ficas mas interesantes de este siglo. Es la fidelidad a la busqueda sincera de la verdad que define a la persona humana. Es la fidelidad a BT ET mismo K. Wojtyla intervene en estas cuestiones con algunos ar- tieulos: K. Wojtyla, La vert dell Encilia di Paolo VI «Humanae Vitae», en «Losservatore Romano» CCLXIT (12-X1-1978) 5; Idem, La vsione antropolo- ice dela Humane Vitae», 44 (1978) 125-145. 2 Chr E, Lio, Hummanae vitae e coscenca, Libreria Rditrice Vaticana, Cit del Vaticano 1980, 23 KAROL WOJTYLA toda una vida consagrada a conocer el corazén del hombre re- dimido por Cristo, como lo plantea explicitamente en el libro que dedicé a proyectar lo que significaba la renovacién conci- liar, en la que insiste en esta lfnea personalista: «Esta vision cristiana -perspectiva integral, es decir, escatolégica de la realeza del hombre en el reino de Cristo- esta estrechamente vinculada al orden interpersonal y so- cial de la moral evangélica. Este orden consiste en servir ‘a Cristo en los demés’, servicio que la constitucion Lumen gentium lo entiende como un llevar ‘con humildad y paciencia a los hermanos al Rey’»®, Hemos de agradecer a la Editorial Palabra el hecho de ofrecer la posibilidad de acceder a este pensamiento profundo y renovador a un piiblico mds amplio. Con ello podemos seguir el itinerario intelectual de una de las personalidades mas gran- des de este siglo. Si este volumen lo presenta ante todo como filésofo, no podemos olvidar que su magnitud como persona excede este titulo ya que se puede decir con razén de él: «Karol Wojtyla es filésofo para ser mejor tedlogo, es teGlogo para ser mejor sacerdote, pues lo que en el fondo es, verdadera y esencialmente, es sacerdote»*, JuaN José PEREZ-SOBA Facultad de Teologia «San Damaso» 33K, Wojtyla, La renovacién en sus fuentes. Sobre la aplicacion del Concilio Vaticano II, Ed. Catélica, Madrid 1982, p. 211. MG, Kalinowski, Autour de «Personne et acte» de Karol cardinal Wojty- la. Articles et Conférences sur une rencontre du thomisme avec la phénoméno- logie, Presses Universitaires d'Aix-Marseille, Marseille 1987, p. 142. 24 1. LA SUBJETIVIDAD Y LO IRREDUCTIBLE EN EL HOMBRE 1. Status quaestionis El problema de la subjetividad del hombre parece en- contrarse hoy en el centro de multiples intereses. Seria dificil explicar en términos sencillos por qué y de qué modo se ha lle- gado -y atin se sigue llegando- a esta situacién. Tal vez hay més de una causa, y no todas deben buscarse en el campo de la filosoffa o de la ciencia. Sin embargo, la filosofia -sobre to- do la antropologia filoséfica y la ética~ constituye un lugar privilegiado por lo que se refiere a la manifestaci6n de este problema, a su objetivizacién. La esencia del problema esta precisamente en esto: advertimos la necesidad mds fuerte que nunca (y entrevemos también una mayor posibilidad) de obje- tivar el problema de la subjetividad del hombre. A este respecto el pensamiento contempordneo parece poner un poco al margen las antiguas antinomias que surgfan sobre todo en el Ambito de la teoria del conocimiento (de la epistemologia) y que constitufan como una linea de demarca- ci6n entre las orientaciones fundamentales de Ia Filosoffa. La antinomia subjetivismo-objetivismo y lo que se esconde detras del idealismo-realismo creaban un clima poco propicio a los intentos que iban dirigidos a ocuparse de la subjetividad del 25 KAROL WOJTYLA hombre. Se tem{fa que eso llevase inevitablemente al subjeti- vismo. Entre los filésofos que se movian en el terreno del rea- lismo y del objetivismo epistemolégico, este temor estaba mo- tivado con frecuencia por el cardcter o, incluso también, por el «tono» subjetivo o idealista de los andlisis llevados a cabo so- bre la base de la «conciencia pura». En conclusi6n, se ha man- tenido en filosoffa una Ifnea de divisin y oposici6n entre la aproximacion al hombre de modo «objetivo», que era, al mis- mo tiempo, también una aproximacién ontolégica (es decir, del hombre en cuanto ser) y la aproximacién «subjetiva» que parecfa inevitablemente Ilevarle fuera de lo real en el hombre. Descubrimos hoy, sin embargo, que esa linea de divisién se ha restringido, a veces por los mismos motivos por los que habfa surgido: forjarse fuera de la realidad del hombre. Se puede decir que no s6lo por los motivos por los que habfa sur- gido, sino también por efecto de los andlisis fenomenoldégicos realizados sobre la base de la conciencia pura, aplicando la epoché husserliana, 0 sea, poniendo entre paréntesis la exis- tencia, es decir, la realidad del sujeto consciente!. Quien escribe esto esta convencido de que la linea de de- marcacion entre la aproximacion subjetiva (de modo idealista) y la objetiva (realista), en antropologfa y en ética debe ir desa- pareciendo y de hecho se estd anulando a consecuencia del concepto de experiencia del hombre que necesariamente nos hace salir de la conciencia pura como sujeto pensado y funda- TE] autor desea aqui referirse al estudio de Anna-Teresa Timieniecka, Beyond Ingarden’s Idealism (Realism Controversy with Husserl. The new con- textual phase of phenomenology), en Analecta Husserliana IV, pp. 241-418. 26 LA SUBJETIVIDAD Y LO IRREDUCTIBLE EN EL HOMBRE do «a priori» y nos introduce en la existencia concretfsima del hombre, es decir, en la realidad del sujeto consciente. Teniendo presente todos los andlisis fenomenoldgicos realizados sobre la base de tal objeto, o sea de la conciencia pura, no podemos ya, desde este momento, ocuparnos del hombre solamente como ser objetivo, sino que debemos ocu- parnos de él como sujeto en la dimensién en la que es la conciencia la que determina esta subjetividad del hombre es- pectficamente humana. Parece que esto sea precisamente la subjetividad personal. 2. Elcontexto histérico del problema La cuesti6n requiere ser explicada en términos mas am- plios: en el ambito de tales interpretaciones deberemos tratar el problema de lo irreductible en el hombre, o sea, de lo que es originaria y fundamentalmente humano, es decir, de lo que constituye la originalidad plena del hombre en el mundo. La antropologia aristotélica tradicional se fundaba, co- mo se sabe, sobre la definicién anthropos zoon noetikén, homo est animal rationale. Esta definicién no sélo corresponde a la exigencia aristotélica de definir la especie (hombre) a través del género més préximo (ser viviente) y el elemento que distin- gue una especie dada dentro de su género (dotado de razén); esta definicién esta estructurada, al mismo tiempo, de tal mo- do que excluye ~al menos cuando la asumimos inmediata y di- rectamente- la posibilidad de manifestar lo que es lo irreducti- ble en el hombre. Esa definicién contiene -al menos como evidencia primordial- la conviccion de la reduccion del hombre 27 KAROL WOJTYLA al mundo. La raz6n de esta reduccién era, y sigue siendo, la necesidad de comprender al hombre. Este tipo de comprension podria ser definida como cosmolégica. No se puede poner en discusién la utilidad de la defini- cién aristotélica, la cual impone su propia validez en el con- texto de la antropologia metafisica y presidiré el nacimiento de muchas ciencias particulares sobre el hombre concebido, precisamente, como «animal» con la caracterfstica de la racio- nalidad que lo distingue del resto de los vivientes. Toda la tra- dicién de Ja doctrina de la complejidad de la naturaleza huma- na del compositum humanum espiritual-corpéreo, doctrina que desde los griegos a través de la Escolastica llega hasta Descartes, se mueve en el Ambito de esta definicién y, por con- siguiente, dentro de la conviccién de la reduccién fundamen- tal al «mundo» de lo que es sustancialmente humano?. Tampo- co se puede negar que los grandes territorios de la experiencia y del saber particular que sobre ella se fundan siguen esta con- viccién y trabajan con el fin de legitimarla. Por otra parte, sin embargo, parece que la conviccién de la originalidad primaria del ser humano y, por consiguiente, de su fundamental irreductibilidad al «mundo» a la naturaleza, es tan antigua como la necesidad de la reduccién expresada por la definicién de Aristételes. Esta conviccién es el fundamento de la concepcién del hombre como «persona», que en la histo- ? La conviccién de la fundamental reductibilidad del hombre al «mundo» esté presente sobre todo en toda la tradicién filos6fica del natura- lismo, también en el materialismo dialéctico, Expresion de ello es tanto la concepcién marxista de la antropogénesis (el trabajo «genera» al hombre) como la idea segain la cual el ser humano se explica como la suma (también) causal de las relaciones de produccién existentes. 28 LA SUBJETIVIDAD Y LO IRREDUCTIBLE EN EL HOMBRE ria de la filosoffa tiene también su larga historia; y que hoy es- 14 en la base de la afirmacién de la persona como sujeto, cada vez mas extendida, y de muchos intentos encaminados a inter- pretar la subjetividad personal del hombre’. En la tradicién filoséfica y cientffica, que nace de la de- finici6n «homo-animal rationale», el hombre era sobre todo un objeto, uno de los objetos del mundo, al cual de modo visible y fisico pertenece. Una objetividad asi entendida estaba vincula- da al presupuesto general de la reductibilidad del hombre. La subjetividad, en cambio, es una especie de término evocativo del hecho de que el hombre en su propia esencia no se deja re- ducir ni explicar del todo a través del género mas préximo y la diferencia de especie. Subjetividad es en un cierto sentido si- ndnimo de todo lo irreductible en el hombre. Si en este contexto hacemos una contraposici6n, no se trata de una contraposi- cién entre objetivismo y subjetivismo, sino solamente de una contraposicién entre dos modos de consideracién filosdfica del hombre: como objeto y como sujeto (pero una considera- cin también corriente y dtil). No se puede olvidar, sin embar- go, que la subjetividad del hombre-persona es también algo objetivo. Es necesario decir también que el modo de considerar al hombre como objeto no deriva directamente de la definici6n aristotélica misma, y sobre todo no pertenece a la concepcién metafisica del hombre en el 4mbito de esta vision filoséfica. Es sabido que la misma objetividad de la concepcién del hom- bre como ser requerfa: primero, la afirmacién de que el hom- 3 Una de estos intentos est4 representado por mi estudio Persona y ac- cion, cit. 29 KAROL WOJTYLA bre constituye un suppositum distinto (= sujeto del existir y del hacer); segundo, la afirmacion de su ser persona. Sin em- bargo, la doctrina tradicional del hombre en cuanto persona, cuya expresion mas clara fue la definicién de Boecio como ra- tinonalis naturae individua substantia, expresaba sobre todo la individualidad del hombre en cuanto ser sustancial que posee una naturaleza racional 0 espiritual, y no todo lo espectfico de la subjetividad esencial del hombre como persona. De tal mo- do la definicién de Boecio define sobre todo el «terreno meta- fisico», o sea, la dimensién del ser en el que se realiza la subje- tividad personal del hombre, afirmando la condicién para «el cultivo» de este terreno sobre la base de la experiencia‘, ~~ +Es necesario dirigir la atenci6n a la diferencia fundamental que exis- te entre la definicién aristotélica del hombre como animal rationale y la defi- nicién boeciana de la persona. En este segundo caso, el hecho de la reduc- ci6n del hombre «al mundo», obtenida definiéndolo a través del género més proximo (animal), no esta presente. La definicién boeciana de persona ma- nifiesta sélo la categorfa del ser, la sustancia, limitindolo al hecho de la exis- tencia en sf, fundamental para el hombre en cuanto persona. Si decimos que esta definicién define de algin modo el «terreno metafisico» que est prepa- rado «para el cultivo» sobre la base de la experiencia, con ello mismo quere- mos afirmar que la estructura del ser expresada en tal definicién correspon- de también a la experiencia del hombre en cuanto persona. Esta es la estructura mds fundamental correspondiente a lo que en nuestra experien- cia del hombre como persona es también lo mas fundamental, es decir, a lo que estructuralmente condiciona y determina la totalidad de las experien- cias gracias a las cuales el hombre-persona se nos revela en toda su subjeti- vidad. Esto es importante para los fines de la ulterior exposicién, en la cual nos ocuparemos de la experiencia como elemento imprescindible de inter- pretacién. 30 LA SUBJETIVIDAD Y LO IRREDUCTIBLE EN EL HOMBRE 3. La experiencia como elemento de interpretacién Parece que la categoria a la que debemos recurrir para conseguir los fines de tal «cultivo» sea la categorfa de la expe- riencia. Esta es desconocida en la metafisica de Aristételes. Las categorias que podrfan aparecer como mis préximas a la de Ja experiencia serfan las categorias griegas del agere y del pati, que no pueden coincidir plenamente con aquélla. Estas categorfas sirven para definir la dindmica del ser, distinguen también perfectamente lo que «sucede» solamente en el hom- bre, de lo que el hombre «opera», es decir, chace». Sin embar- go, en el camino de la interpretacién de la realidad dindmica del hombre proporcionada por esta filosoffa, la experiencia con el acto va unida, una y otra vez (también en el caso del agere y del pati) como un aspecto no directamente manifesta- do por esta interpretacién metafisica, o «reduccién»; y perma- nece como elemento no reducible. Desde el punto de vista de la estructura metafisica del ser y de la accién, y, por consiguiente, del dinamismo del hom- bre entendido metaffsicamente, puede parecer que no es nece- sario expresar y afrontar este elemento’. Llegamos también a 5 Ello no cambia en nada el hecho de que la aproximacién experien- cial en el cobrar» (en el acto) y en el “suceder” como dos formas distintas de dinamizacién del sujeto humano, no crea algo distinto, sino precisamente la experiencia, La antropologia de la construccién con el método de la objetivi- zacién metafisica abstrae en esta objetivizacién la experiencia como mo- mento constitutive de la imagen del hombre-persona. Una antropologia preocupada de hacer luz plena sobre la subjetividad deberd reflexionar so- bre el modo en que el momento de la experiencia podré ser introducido en esta imagen, 31 KAROL WOJTYLA una comprensién satisfactoria del hombre, por el hecho de que el hombre «acttia» y por el hecho de que algo «sucede» en éL. Sobre este modo de concebirlo se ha sostenido durante mu- chos siglos todo el edificio de la antropologia y de la ética. Sin embargo, en la medida en que crece la necesidad de comprender al hombre como persona tinica en sf e irrepetible, y sobre todo -en todo este dinamismo, propio del hombre, del obrar (del acto) y del acontecer- en la medida en que crece la necesidad de comprender la subjetividad personal del hombre, la categoria de la experiencia adquiere su pleno significado, y éste es un significado-clave. Se trata, en efecto, de realizar no sélo la objetivacién metaffsica del hombre como sujeto agente, o sea, como autor de sus actos; se trata de mostrar la persona como sujeto que tiene experiencia de sus actos, de sus senti- mientos, y en todo esto de su subjetividad. Desde el momento en que se ve esta necesidad en la interpretacién del hombre agente (l'homme agissant), la categoria de la experiencia debe- r4 encontrar el lugar propio en la antropologfa y en la ética, es més, deberd situarse hasta un cierto punto en el centro de las distintas interpretaciones®. Puede presentarse, en primer lugar, una cuesti6n: ¢al atribuir esta funcién clave a la experiencia en la interpreta- cién del hombre como sujeto personal no nos condenaremos inevitablemente al subjetivismo? Dejando aparte considera- ciones demasiado detalladas de este problema, podemos afir- mar brevemente que, vinculandonos con esta interpretaci6n, ¢ Sobre una cierta ilustracién de este problema puede confrontarse mi estudio Persona y accién con la obra de P. A. Krapiec, L'fo-Uomo. Profilo de un’antropologia filosofica, recientemente publicada. 32 LA SUBJETIVIDAD Y LO IRREDUCTIBLE EN EL HOMBRE con la experiencia integral del hombre, no nos vinculamos a un subjetivismo, sino que, en cambio, garantizamos la subjeti- vidad auténtica del hombre, es decir su subjetividad personal, en una interpretacién realista de su ser. 4. Necesidad de tener en cuenta lo «irreductible» La interpretacién del hombre basada sobre la experien- cia exige que se introduzca en el anélisis del ser humano el as- pecto de la conciencia’, De este modo se nos presenta el hom- bre no solamente como ser definido por un género, sino como «yo» concreto, como sujeto que tiene la experiencia de sf. El ser subjetivo y la existencia que le es propia (suppositum) se nos manifiesta en la experiencia precisamente como este suje- to que tiene experiencia de sf. Si lo tenemos en cuenta como tal, lo subjetivo nos revelaré la estructura que lo constituye co- mo un «yo» concreto. Revelar esta estructura del «yo» huma- no no deberd significar, por otra parte, considerarla idéntica con la reduccién y con la definicién de género del hombre; sig- nifica, en cambio, dar vida a aquel tipo de intervencién meto- dolégica que podria ser definida como detenerse en lo irreduc- 7La introduccién del aspecto de la conciencia en el andlisis del ser hu- mano es condici6n irrenunciable para restituir a toda la interpretaci6n del hombre el momento de la experiencia. Esto no significa, sin embargo, que nosotros consideremos la experiencia sélo como un contenido de la conciencia. Significa, en cambio, que sélo la conciencia revela la realidad del hombre concreto como sujeto que tiene experiencia de sf. Por eso, toda experiencia es constituida no «en Ia conciencia», sino «a través de la conciencia», Otra cosa es lo que constituye su esencia especifica, 33 KAROL WOJTYLA tible. Es decir, es necesario pararse en el proceso de reduccién que nos conduce a una comprensién del hombre en el mundo (comprensién de tipo cosmolégico), para poder comprender al hombre en si mismo. Este segundo tipo de comprensién po- dria ser llamado personalista. El tipo de comprension del hom- bre llamada personalista no est en contraposicién con la de ti- po cosmolégico, sino que es su interpretacién. Ya hemos dicho que también la definicién de persona formulada por Boecio definia sélo el «terreno metaffsico» para la interpreta- ci6n de la subjetividad personal del hombre. La experiencia del hombre no puede agotarse en la via de la reducci6n «cosmolégica», es necesario detenerse en lo que es irreductible, en lo que en todo hombre es tinico y no re- petible, aquello por lo que cada hombre es no sélo «hombre- individuo» de un género, es decir, lo que es persona-sujeto: s6- lo entonces la imagen del hombre ser4 correcta y completa. No es posible completarla por la via de la reducci6n misma, no se puede permanecer de ninguna forma en el ambito de lo irreductible (porque eso significaria la incapacidad de salir del «yo» puro): es necesario integrar cognoscitivamente lo uno con lo otro. Teniendo en cuenta, sin embargo, las circunstan- cias variadas de la existencia real de los hombres, es necesario siempre dejar en este esfuerzo cognoscitivo mas lugar para lo irreductible, es necesario conferirle un peso mayor, que preva- lezca en el pensamiento sobre el hombre, en la teorfa y en la practica. Irreductible significa también todo lo que en el hom- bre es invisible, que es totalmente interior y por lo que todo hombre es como el testimonio evidente de st mismo, de la pro- pia humanidad y de la propia persona. En la experiencia, los actos y los sentimientos se mani- 34 LA SUBJETIVIDAD Y LO IRREDUCTIBLE EN EL HOMBRE fiestan en su nexo mas profundo con el propio «yo», y se reve- la también toda la estructura personal de la autodetermina- cin en la cual el hombre encuentra el propio yo como aquel que se posee y tiene dominio de sf, en todo caso como aquel que puede poseerse y dominarse. La estructura dindmica de la autodeterminacién habla al hombre de Jo que le es donado y al mismo tiempo confiado como tarea. Precisamente de este modo el hombre se revela a sf mismo en sus actos, en las deci- siones interiores de la conciencia: se revela a si mismo como aquel que continuamente se es dado a si mismo como tarea, que ‘debe confirmar, verificar y en cierto sentido «conquistar» Ja estructura dindmica del propio yo que le es dada como «au- toposesién» y autodominio®. Al mismo tiempo, esta estructura es totalmente interior, inmanente, constituye verdaderamente el equipamiento del sujeto personal, es en cierto sentido él mismo. En la experiencia de autoposesién y de autodominio el hombre experimenta el hecho de ser persona y de ser sujeto. La estructura de la autoposesién y autodominio como esenciales para el «yo personal», como constituyente de la subjetividad personal del hombre, la experimentamos cada uno de nosotros en la experiencia del valor moral, del bien o del mal. Y a veces esta realidad se nos revela quiz4 de manera mucho mas intensa cuando nada la amenaza ~aunque sea sélo temporalmente-. En todo caso, la experiencia ensefia que lo «moral» esté fuertemente radicado en lo humanum, y més exactamente es lo que se debe definir como «lo personal». La moralidad define de manera radical la dimensi6n personalista ~~ *Enesta direccién se revela la perspectiva de una serie de andlisis en que consiste la trascendencia de la persona en la accién y en el acto. 35 KAROL WOJTYLA del hombre; en ella es subjetivizada y precisamente en esa di- mensién puede ser comprendida. Al mismo tiempo, «lo moral» es la expresién fundamental de la trascendencia propia del «yo» personal. Las decisiones de la conciencia muestran, en todo mo- mento, que el hombre como persona se realiza en una supera- cién de si mismo hacia los valores aceptados en la verdad y por eso realizados con profundo sentido de responsabilidad. 5. La perspectiva Todo lo anterior ha merecido que se hagan numerosos andlisis penetrantes y que se continian haciendo. Sin preten- der hacerlo también nosotros, solamente queremos afirmar que esta rica y miiltiple realidad de la experiencia constituye, en nuestro conocimiento del hombre, no tanto un aspecto cuanto una dimensién verdadera y propia. Y es precisamente sobre esa dimensién sobre la que debemos afirmarnos necesa- riamente si queremos delinear plenamente en este sentido la estructura personal y también subjetiva del hombre. Qué significa este afirmarse cognoscitivo sobre la expe- riencia?9. Se entiende en relacién a lo irreductible. Las tradicio- 9 Detenerse cognoscitivamente sobre la experiencia, sobre lo irreduc- tible, significa -como ya resulta de las precedentes observaciones- abrir un nuevo campo de objetivizacién, es decir, aquel que esté ligado a la concien- cia. En este campo, el hombre se manifiesta como sujeto que se experimen- ta.a si mismo, Este sujeto que se experimenta a si mismo no s6lo es un del ser viviente (animal) aquel aspec- to de la conciencia que es propio del hombre y en el cual el hombre se mani- fiesta a si mismo como sujeto que tiene experiencia de s{. De este modo, el detenerse cognoscitivo sobre lo que no es reducible, se convierte precisa- mente en el inicio de una nueva reduccién, de un nuevo esclarecimiento de la esencia del hombre. El hombre viene entonces objetivizado como perso- na, como sujeto consciente de sf y capaz de autodeterminarse. 37 KAROL WOJTYLA método no es en absoluto sélo una descripcién que registra in- dividualmente los fendmenos (fenémenos en sentido kantia- no: como Jos contenidos que caen bajo nuestros sentidos). Apoyandonos sobre la experiencia como algo irreductible nos esforzamos en penetrar cognoscitivamente toda la esencia. De este modo captamos no sélo la estructura subjetiva de la expe- riencia por su naturaleza, sino también su vinculo estructural con la subjetividad del hombre. El andlisis fenomenolégico sirve, por consiguiente, para la comprensién transfenoménica, y sirve también para revelar la riqueza propia del ser humano en toda la complejidad del compositum humanum"®. Ahora bien tal manifestacién -lo mas profunda posible- parece ser una compaiifa irrenunciable en el conocimiento del hombre en relacién a su subjetividad personal. Esta subjetivi- dad es, al mismo tiempo, una realidad precisa, es real cuando intentamos comprenderla en la totalidad objetiva que se llama el chombre». Ello define al mismo tiempo también el caracter de todo su modo de comprensi6n. En efecto, la experiencia es también -y sobre todo- realidad. El método correcto para mos- trarla no puede sino contribuir al enriquecimiento y a la pro- fundizacién de todo el realismo de la concepcién del hombre. El perfil personal del hombre entra entonces en la esfera de la mirada cognoscitiva, la complejidad de su naturaleza no desa- parece sino que se delinea con mayor precisién de contornos. Cualquiera que busca la verdad ultima sobre el hombre en sentido filoséfico se mueve ahora no ya sobre un «terreno me- 0 También por esto, junto con la perspectiva de los andlisis que mos- traran en qué consiste la integracién de la persona en el acto, aqui entende- mos la integracién no tanto como realizacién, cuanto como manifestacién de la unidad del compositum humanum, 38 LA SUBJETIVIDAD Y LO IRREDUCTIBLE EN EL HOMBRE ramente metafisico», sino que encuentra elementos abundan- tes que atestiguan tanto la corporeidad como la espiritualidad del hombre y tanto mejor ponen de manifiesto la una y la otra. Queda, sin embargo, siempre una serie de interrogantes: ¢La comprensién «cosmolégica» del hombre y la de tipo «per- sonalista» no se excluiran recfprocamente? ¢Se encontraran la reduccién y la revelacion de lo que es irreductible en el hombre y de qué modo? ¢De qué modo la filosoffa del sujeto deberd mostrar la objetividad del hombre y su misma subjetividad personal? Estas son preguntas que hoy delinean las perspecti- vas del pensamiento sobre el hombre y la perspectiva de la an- tropologfa y de la ética contempordnea. Son preguntas can- dentes y fundamentales. La antropologfa y la ética deberan hacerse esas preguntas hoy desde esta perspectiva no facil pe- ro prometedora. 39 2. LA PERSONA: SUJETO Y COMUNIDAD El conjunto de las consideraciones que intento desarro- llar en el presente ensayo se remite a mi precedente estudio Osoba i czyn' y en él tiene sus rafces. Partiendo del andlisis alli realizado trataré de volver a estudiar la relaci6n que existe en- tre la subjetividad del hombre-persona y la estructura de la co- munidad humana. Tal problema ha sido ya tratado en Persona y accién, sobre todo en el ultimo capitulo titulado Partici- pacion. Intento aqui desarrollar mas detenidamente cuanto fue enunciado entonces, partiendo de la concepcién de perso- na establecida de modo suficientemente amplio en aquel estu- dio. Muchos de los andlisis realizados en Persona y accién es- tan estrechamente vinculados con el problema de la subjetividad de la persona humana; es més, se podria decir que todos, de algiin modo, sirven para comprenderlo y acla- rarlo. Es diffcil aqui volver a retomarlos todos. Algunos frag- mentos podrfan ser tomados como alegato a las presentes con- sideraciones. Es oportuno, ademas, aludir a la discusién que se ha desarrollado a propésito de Persona y accion en el ambi- to de la Facultad de Filosoffa. Lo que emergié en tal discusi6n ! Karol Wojtyla, Osoba i czyn, Krakéw 1969, traduccién castellana Persona y accién, BAC, Madrid 1982. AL KAROL WOJTYLA constituye una amplia contribucién a la antropologia filos6fi- ca polaca y, en cuanto tal, ha sido publicado en los Analecta Cracoviensia®. 7A. Szostek, Wprowadzenie (Introducci6n), pp. 49-51; Card, Karol Wojtyla, Wypowiedz wstepna w czasie dyskusii nad «osoba i czynem (Decla- racién introductiva a la discustén sobre «Persona y accién»), pp. 53-55; M. A. Krapiec, Ksiazka Kard.Karol Wojtyla monografia osoby jako podmiotu moral- nosci (Una monografia sobre la persona como sujeto de la moralidad), pp. 57- 61; J. Kalinowski, Metafizyka y fenomenologia osoby ludekiej. Pytania wywo- lane przez. «Osoba i czyn»(Metafisica y fenomenologia de la persona humana, Interrogantes surgidos de «Persona y accién»), pp. 63-71; 8. Kaminski, Jak fi- lozofowac 0 czloowieku?(¢Como filosofar sobre el hombre?), pp. 73-79; K. Klosak, Teoria doswiadczenia czlowieka w ujeciu Kard. Karola Wojtyly (La teoria de la experiencia del hombre en la concepcién del cardenal Karol Wojty- la), pp. 81-84; J. Tischner, Metodologicna strona dziela «Osobie i ceyn» (El as- pecto metodoldgico de la obra «Persona y accién»), pp. 85-89; M. Jaworski, Koncepcja antropologii filozoficanej w ujeciu Kard. Karola Wojtyly (La concep- cién de la antropologia filosdfica en el cardenal Karol Wojtyla), pp. 91-106; T. Styczen, Metoda antropologii filozooficznej w «Osoba i czynie» (EI método de a antropologia filosdfica en «Persona y accién»), pp. 107-115; R, Foryzki, An- tropologia w tjeciu Kard. Karola Wojtyly (La antropologia en la concepcién del cardenal Karol Wojtyla), pp. 117-124; M. Gogacz, Hermeneutyka «Osoby i czy- nu» (La hermenéutica de «Persona y accién»), pp. 125-138; S. Grygiel, Her- meneutyka czynu oraz nowy model swiadomosci (La hermenéutica del acto, 0 un nuevo modelo de conciencia), pp. 139-151; A. B. Stepien, Fenomenologia tomizujaca w ksiazce «Osoba i czyn») (La fenomenologia tomista en el libro «Persona y accién»), pp. 153-157; A. Poltawski, Celowick a swiadomosc (El hombre y la conciencia), pp. 159-175; J. Galkowski, Natura, osoba, wolnosc (Naturaleca, persona, libertad), pp. 177-182; L. Kuc, Uczestnistwo w calowiec- zenstwie «innych»? (¢Participacién en la humanidad de los «otros»?), pp. 183-190; T. Wojciechowski, Jednosc duchowo-cielisna culowieka wksiazee «Osoba i czyn» (La unidad fisico-espiritual del hombre en el libro «Persona y acciéne), pp. 191-199; Z. J. Zdybicka, Prakttyczne aspekty dociekan przesta- wionych w dzieli «Osoba i czyns (Aspectos practicos de las investigaciones pre- sentes en la obra «Persona y accién»), pp. 201-205; J. Stroba, Refliksje dusz- pasterskie (Reflexiones pastorales), pp. 207-209; T. Kukolowicz, «Osoba i 42 LA PERSONA: SUJETO Y COMUNIDAD El problema de la subjetividad del hombre tiene hoy una importancia filos6fica capital. En relacién a él, distintas tenden- cias son llamadas a tomar posicién; hipétesis y orientaciones cognoscitivas le confieren frecuentemente formas y sentidos diametralmente opuestos. La filosoffa de la conciencia parece sugerir que sdlo ella es la verdadera descubridora del sujeto hu- mano. La filosoffa del ser est4 pronta a demostrar exactamente lo contrario; en consecuencia, un anélisis puramente limitado a la conciencia deberd conducir necesariamente a su desapari- cién. Se ve la necesidad de encontrar un justo Ifmite, segiin el cual los andlisis fenomenoldgicos, nacidos de los presupuestos de la filosoffa de la conciencia, sirvan para un enriquecimiento de la imagen realista de la persona. Se advierte también la nece- sidad de verificar los fundamentos de esta filosofia de la persona. Aparte de esto, el problema de la subjetividad de la per- sona -y en particular el mismo problema visto en relacién a la comunidad humana- se impone como uno de los problemas fundamentales del pensamiento actual, y que estan en la raiz misma de la praxis humana, en la base de la moralidad (y por eso de la ética), en la base de la cultura, de la civilizacion y de la politica. Aqui habla la filosoffa en su funcién esencial, la fi- losoffa como expresién de las intelecciones fundamentales y de las motivaciones tltimas. La necesidad de la comprensién de fondo y de estas motivaciones tltimas acompafia siempre czyms a wychowanie w rodzinie («Persona y accién’ y la educacién en la fami- lia»), pp. 211-221; A. Poltawska, Koncepcja samoposiadania — podstawa psy- koterapii obiektywiznjacej (La concepcion de la autoposesién, fundamento de la fisioterapia objetivizante), pp. 223-241; Card. K. Wojtyla, Slowo koonezowe (Conclusidn), pp. 243-263. 43 KAROL WOJTYLA el existir del hombre sobre la tierra; es mds, en algunos mo- mentos de la historia se convierte en un elemento impulsor. Son los momentos histéricos cruciales, los de las grandes con- frontaciones. Y el actual momento histérico es uno de éstos. Es, el nuestro, un tiempo de grandes controversias sobre el hombre, sobre el sentido mismo de su ser y, por lo tanto, de la naturaleza y del significado de su ser. No es la primera vez que Ja filosoffa cristiana se encuentra frente a una interpretacion materialista, pero es la primera vez que esta interpretacién dispone de tantos medios y se expresa en tantas corrientes de pensamiento. Asi es en Polonia respecto a toda la realidad po- Iitica surgida del seno del marxismo, del materialismo dialéc- tico, el cual intenta conquistar las mentes de los hombres. Es sabido que situaciones de este genero en la historia han servido muchas veces para repensar de manera mds pro- funda la totalidad de la verdad cristiana y de sus elementos particulares. También en el caso presente es as{. La verdad so- bre el hombre viene a ocupar, en todo este proceso del que es- tamos hablando, un puesto claramente privilegiado. Desde ha- ce casi veinte afios, en el curso de la discusién filoséfica presente en Polonia ha quedado claro que no es la cosmologia © la filosoffa de la naturaleza la que ha reclamado la atencién, sino que precisamente es en la antropologfa filoséfica y ética donde se encuentra el centro de su interés: el mas grande y fundamental debate es sobre el hombre. Desde el punto de vista de la filosoffa, y también de la teologfa cristiana, esta situacién (que ha encontrado expresién también en todo el magisterio del Concilio Vaticano II, en par- ticular en la constituci6n Gaudium et spes) favorece una apro- ximaci6n multilateral a la temdtica de la persona humana. 44 LA PERSONA: SUJETO Y COMUNIDAD (También el autor con las propias publicaciones est presente en este gran debate). El presente trabajo nace, por tanto, en este contexto. I, ENTRE EL «SUPPOSITUM» Y EL «YO» HUMANO (REFLEXIONES ‘SOBRE EL TEMA DE LA SUBJETIVIDAD HUMANA) 1. La experiencia del hombre En el campo de la experiencia, el hombre se manifiesta como un suppositum particular, y al mismo tiempo como un «yo» concreto, absolutamente Unico e irrepetible. Es ésta una experiencia del hombre con un doble significado; el sujeto que experimenta es un hombre y lo que el sujeto del conocimiento experimenta es también un hombre, El hombre como sujeto y objeto al mismo tiempo. Es propio de la experiencia su carac- ter de objetividad; la experiencia es siempre experiencia «de algo» o «de alguien» (y tiene lugar, precisamente, en la expe- riencia del hombre). La tendencia a reducirlo a la «pura subje- tividad» de la experiencia es tfpica de la filosoffa de la ~~ 3 Véase por ejemplo La estructura personal de la autodeterminacién, relacién en el congreso para el VII centenario de la muerte de santo Tomas de Aquino (en las Actas del Congreso The personal structure of self-determi- nation) y la intervencién Acto y experiencia en la discusién a la sesion «Feno- menologia y metafisica» (dactiloescrito). Véase también «El problema de la separacién de la experiencia del acto en ética en el contexto de las concepciones de Kant y de Scheler», en Roczniki Filozooficne, 5, 1955-1957, pp. 113-140: Traduc. cast. en «Mi visién del hombre», Palabra, Madrid 1997, pp. 185 ss. 45 KAROL WOJTYLA conciencia; de lo que hablaremos més adelante. Sin embargo, es tfpico de la esencia de la experiencia su objetividad por la que el hombre-sujeto es dado en la experiencia de modo obje- tivo. La experiencia, de algin modo, suplanta en el conoci- miento humano a la concepcién de la «conciencia pura», 0 mas bien reclama todo lo que con base en tal concepcién ha profundizado nuestro saber sobre el hombre, teniendo en cuenta las dimensiones de la realidad objetiva. En la experiencia, el hombre nos es dado como aquel que existe y obra. Y tal hombre es al mismo tiempo un «yo» y un «otro» fuera de mf. La experiencia del existir y del obrar es propia de todos los hombres, yo (el en el sujeto, pero que también, de algan modo, constituye la subjetividad del individuo. El «yo» huma- no se constituye a través de todo ello, precisamente gracias al hecho de que ha sido ya y es fundamentalmente constituido como suppositum. El suppositum humano debe manifestarse como «yo» humano, la subjetividad metafisica como subjetivi- dad personal. Este «debe» es el argumento més fuerte en favor de la concepcién metafisica de la naturaleza humana. El hombre es «por naturaleza» persona. Y también por naturaleza le atafie la subjetividad propia de la persona. El hecho de que el suppo- situm humano, la subjetividad metaffsica, en algunos casos, no llegue a manifestar los rasgos de la subjetividad personal 53 KAROL WOJTYLA (por falta de desarrollo psico-somatico o puramente psiquico, que no han podido llegar a la formacién de un «yo» humano normal o bien se ha deformado), no permite poner en discu- sién las bases mismas de aquella subjetividad, ya que éstas se sittian en el suppositum sustancialmente humano. 3. Conciencia y experiencia De la definicién de acto como aquella forma de dinamis- mo propia del hombre, del operari humano, que nos permite conocer al hombre sobre todo como sujeto personal, surge in- mediatamente una consideracién: que aquél (el acto) es una accién consciente. Esforzandonos en comprender, precisamen- te, a través del acto la subjetividad de la persona, debemos, al mismo tiempo, darnos cuenta de la importancia especifica de Ja conciencia para esta subjetividad, Es necesario reconocer que este aspecto no ha sido analizado suficientemente por la tradicién escolastica, en la cual el actus humanus ha sido ana- lizado particularmente y, sobre todo, bajo la categoria del vo- luntarium. Esté claro que el voluntarium ha podido intervenir s6lo en virtud de la comprensién -sobre todo comprensién del bien y del fin— puesto que la voluntas no es otra cosa que el ap- petitus intellectivus expresandose en el liberum arbitrium, mientras que la conciencia no es sino el simple intelecto que guia la voluntad y la acci6n. A su vez, la visin de la conciencia ha sufrido, desde Descartes, una especie de absolutizacién que actualmente ha entrado en la fenomenologia a través de Hus- serl, La‘orientacién gnoseolégica' en filosoffa ha rechazado la orientacién metafisica: El ser es constituido en la conciencia y 54 ae ee cia y a través de pene peta yendo, en un cierto sentido, la conciencia, ¥ lo oT vale para la realidad del acto como accién consciente. Si, de hecho, ve ene mucin pbiesa dito en otros términos: el «yo» existente y operante- en cuanto es constituido en la coneiencia, es decir, en cuanto tal conciencia refleja coherentemente el ser (esse) y el obrar (operari) de este «yo»; sin embargo es también verdad que al mismo tiempo la_ experiencia del hombre (en particular, la experiencia de! pro- pio «yo») manifiesta claramente que la conciencia es siempre subjetivi izada en este «yo», es decis, que (aise Siempre el _ mo aunque, en virtud de una especifica abstraceién 0 mas bien exclusién—que en la piers = es defini- un sujeto. Este modo de considera eacbacts eit tite: se de toda la llamada" tilosofia a, aes, considera los _ les, es decir, orientados scutudoe Veipie eaeaeids candela y por consiguiente objetivo (el fenémeno). En la medida en que tiene el cardcter de un método cognoscitivo, este tipo de anali- sis de la conciencia puede producir, y produce, frutos intere- santes, Sin embargo, ese método -teniendo en cuenta la exclu- sion presupuesta de la conciencia de la realidad, del ser realmente existente (la a hasepeBannl- A no a pends cali- ficarse como una filosotia la realidad del hombre, de I: de la cetvonk tne pee cant, 55 KAROL WOJTYLA indudablemente, deba ser utilizado ampliamente en la filoso- fia del hombre. La conciencia no es un sujeto auténomp, pero tiene, en cambio, una importancia basica para la comprensién de la sub- jetividad personal del hombre. No es posible captar y objetivar la relaciOn existente entre’€l suppositum humanum yl «yo hu- mano» sin tener en cuenta la conciencia y su funcién, La fun- cion de la conciencia no es exclusivamente cognoscitiva en el sentido en que lo son los actos de conocimiento e incluso de au- toconocimiento humano, Con Husserl podemos pensar que es- tos actos estan en la conciencia; otra cosa es decidir si son actos -bropios de la misma conciencia y corresponden genéticamente asu funcién. La conciencia, en efecto%i bien refleja indudable- mente lo que es objetivado cognoscitivamente por el hombre, al mismo tiempo y sobre todoYla a todo la dimensién subjetiva que es propia del hombre precisamente porque él es sujeto. La conciencia interioriza todo lo que el hombre conoce -también spies oie He Mes act de pstoconciencts- ylo hace ido de] Satie nk ac Son éstas, dos tence oe distintas: “ser sujeto (suppositum) Vexperimentarse a si mismo como su- jeto; s6lo en esta segunda dimensién tocamos Ja verdadera Kealidad del «vo» humano. Aunque, para constituirse en esta segunda dimensién de la subjetividad personal del hombre, la conciencia tiene un significado fundamental y constitutivo. Se puede también decir que el suppositum h o llega a ser «yo» humano y se manifiesta como tal a sf mismo mediante la 7 Persona y accién (cap. 1, La persona y la accién bajo el aspecto de la conciencia); Péltaawski, Acto y autoconciencia, en «Logos y Ethos», p, 83. 56 El eyow's omnes tds edn cs rum humanum t sobre Is base de to tence en el pre de re senda 0, mas bien, momentos de la conciencia, lo cual, como es sabido, se mani- fiesta como dindmica y, a la vez, inconstante ¢ inestable (basta pensar en las fases del suefio), ae formas fagade con el llamado subconsciente, = Teniendo en cuenta todo casadosiiian nate reco- nocer que el hombre es sujeto: es mas, | —_ sip eltcto seats do plenamente in actu sole mo _sujeto. Y esto, precisamente lo. one _la_conci ncia Naturalmente, mediante tal aproximacién, el mismo significa-_ do de sujeto y de sae sie enriquenen y wea si» y sus acciones tienen por eso una dimensi6j selda sea, «in-transitividad». Sin embargo, cesnmachieas's una in- terioridad y una inseidad asi entendidas del obrar y del ser del hombre no son otra cosa que una definicién mas puntual, constatante filoséfica, de lo que virtualmente esta contenido en el concepto de suppositum humanum. Para adquirir la ima- gen de persona (como es siempre el «yo» humano concreto), para llegar al pleno significado de la subjetividad personal del hombre, es necesario desarrollar esta virtualidad, es decir, ex- plicar en la forma més completa posible lo que esta contenido en el suppositum humanum. Y para esto precisamente nos es 57 KAROL WOJTYLA de ayuda el andlisis del hombre bajo el aspecto de la concien- cia y de la experiencia, _ Alguno puede pensar que con tal andlisis abandonamos la subjetividad metafisica para pasar al plano de la subjetivi- dad meramente psicoldgica, que es radicalmente distinta de la metafisica. Y apela a la experiencia del hombre y a los modos de una explotacion metédica de tal experiencia. En cambio, parece que nada impide que el andlisis del hombre, conducido jo la especie de la conciencia y de la experiencia, nos ayude a tener una comprensién mas plena del mismo suppositum humanum, sobre todo de este suppositum como «yo» concreto £irrepetible, es decir, como persona. La realidad de la persona no es «extrafenoménica» sino sdélo «transfenoménica». En otros términos: debemos penetrar a fondo y completamente en el «fendmeno» hombre para*tomprenderlo ybjetivarlo plenamente. 4. Causalidad de la persona y autodeterminacion Después de estas consideraciones podemos volver a la forma del operari humano que es el acto, es decir, da accion consciente. Ahora que hemos pasado por el aspecto scto de la conciencia que es esencial para esta accidn, estamos mejor preparados para comprender el vinculo particular que existe -entre*€l acto Wha subjetividad personal del hombre. El acto, que en la terminologia tradicional era definido como actus hu- manus, merece més bien el nombre de actus personae, La ra- z6n que nos lleva a adoptar tal definicién del acto es el mo- mento de la causalidad de la persona que est4 en su base, y es 58 vinculo, act nade separa me de m0 esis dado y ser atri- no y lo ae cana en 4 5 ern es Ss dei ti eth OS yo» com jutor conscien- te, yen esta causa id _persona mic mento de sso dela ay. coo conscuecia d momento de la 52 ; do entramos en la dines sek dela wikjetividad perso- nal del hombre’, El concepto de causalidad de la persona, aunque esté fundado oo Rae ” cuanto que la ca fuera del sujeto aint La seein tiene en ncaa transitivo, lo que, claramente, tiene lugar muchisimas veces en las acciones del hombre. E] hombre, a través de su actividad, es autor de muchos efectos externos; con su accion da forma a la realidad circundante. Este tipo de dependencia causal esta contenido también en el ge so de acto, — no es el mas pio sujeto. Esta eet G que eget iba te apap causal de cardcter intransitivo se abre en cada caso particular s6lo a la introspeccién, a la experiencia interior. Es mas, quiza por esta razén, es habitual en el lenguaje unir este concepto de eR, ~¥R, Ingarden, Uber Veramtwortung, Stuttgart 1970. Traduccién caste- lana, Sobre la responsabilidad, Dorcas-Verbo Divino, Valladolid 1980. =] KAROL WOJTYLA acto a su dimensién fundamental menos de lo que Je corres- ponde en la realidad. Es necesario integrar la experiencia exte- rior con la interior para adquirir el sentido pleno de la realidad de esta dimensién. Pues tiene una importancia decisiva para la vision de la subjetividad personal del hombre_ Cuando se tiene un sentido pleno de la dimensién inte- rior del hombre ior del hombre, que se nos ie a con innegable evidencia_ 0, aparece ho 0 sélo como causalidad, si- no me mismo tiempo tomo autodeterminacién. Obrando cons- ¢ientemente yo no sélo soy el autor del acto y de sus efectos transitivos e intransitivos, sino que al mismo tiempo también decido sobre mi mismo. La autodeterminacién es la dimensién mas profunda y fundamental del «yo» humano, a través de la cual el hombre en el acto se manifiesta como sujeto person rsonal. “La causalidad misma de la personadta dependencia causal del acto del propio «yo», no nos dice atin todo sobre esta subjetivi- dad. Se podria comprender mejor a través de una comparacion con otros sujetos del existir y del obrar, con otros supposita en el mundo, a los que teibaimos 1s una causalidad de la persona y efi su nat aculta- des de que disponen, Esta causalidad de la persona nace del Sujeto (suppositum), sin embargé*ho queda en él*ho retorna a él yo se tefiere primariamente al mismo sujeto. No nos revela Ja estructura subjetiva particular que se manifiesta a través del acto y la causalidad de la persona que esta contenida en él. En vine tal ee esa ae vez autodeterminacién, nos ° Véase Persona y accidn (cap. 3, La autodeterminacion). 60 simlaaaiillan el acto, a: He rios objetos Rvlacs wlonectoniites fie embargo, di giéndose a varios fines, objet ore: nbre“io puede, en su acci6n consciente, no deicines mo como fin*he puede relacionarse con los distintos mae de su hie es- coger distintos valores sin decidir sobre si mismo y su propio valor (en raz6n de lo cual venenatis el ecteses chien dd mismo sujeto). La estructura del acto humano es, en una di- mensi6n particular, autoteleolégica, Tal dimensién no es sola- mente la de la vida biolégica y del instinto vinculado a ella, ni es tampoco sdlo la dimensién de la atraccién y repulsién ele- mental subordinada a las sieceianiednons del — ydela repulsa. La autodeterminaci enida en i nida en la causalidad auténtica : emai aotra dimension de autoteleologia, cae en ede ala verdad y al bien en un sentido absoluto y desinteresado (bo- num honestum). Por esto también en los actos humanos se re- vela la trascendencia que, en cierto sentido, a de Ja persona. Precisamente hace eme pia del hombre. Si la subjetividad se autodeterminacién es porque en'la ai nifiesta la dimensi6n trascendente de la echnadiealieas humana, que al mismo tiempe'se asienta sobre la persona co- mo sobre el sujeto que no puede ir mas alla de si misma por- que, sobre todo en ella, encuentra la propia razon de ser'y el propio sentido. De este modo, finalmente, la causalidad de la persona hace emerger su-especifica subjetividad tn cada caso, én cada acto,*tn cada eleccién 0 decisién, es como si la hiciese emerger de la oscuridad convirtiéndola en un «fendmeno» vi- sible de la experiencia humana. él KAROL WOJTYLA Tocamos aqui otras esferas de aquel andlisis que -como hemos indicado al comienzo- no puede ser realizado todo de una vez, sino que debe ser gradual y sucesivo. Al mismo tiem- po, sin embargo, no es facil tener separadas las esferas y man- tenerlas cerradas herméticamente cada una a la otra. Antes de seguir adelante, por tanto, detengamonos atin un instante sobre Ja estructura de autodeterminacién a través de la cual la subjetividad del hombre no sdlo se nos presenta cognoscitivamente, sino que se constituye realmente en si misma como realidad especifica, sustancialmente distinta de la de todos los demas supposita con los cuales nos encontra- mos en el mundo circundante. Y_a ese suppositum humano, #as{ constituido yonstituyéndose a través de actos de autode- terminacién, propiamente lo llamamos «yo», Naturalmente lo llamamos asi y adecuadamente suppositum verdadero y pro- pio, aunque indirectamente también a cualquier otro supposi- tum. Hemos recordado ya que el «yo» no es reducible a la so- la _conciencia, aunque se constituya a través de ella: la conciencia, sobre todo 1a autoconciencia, constituye la condi- cién irrenunciable del constituirse del «yo» humang. En cam- bio, el constituirse real de este En la relacién «yo-ti» toma forma la auténtica cualquier forma o variante), si i Goud abies la reciproca afirmacién del valor trascendente de la persona (que se puede definir también como su dignidad)’c id esto con los propios actos, Parece que s6lo una disposicion de este tipo merece el nombre de communio personarum™. 3. El cnosotros», la dimension social de la comunidad Parece inevitable distinguir entre Gimensién social de la comunidad ytimensi6n interpersonal. Tal distincién se mani- fiesta por los diferentes perfiles de la comunidad, como se ex- presan -de modo casi simbélico, pero al mismo tiempo tam- bién de modo preciso- por los mismos pronombres «yo-ti» y 1 Sobre este fundamento he construido mi estudio ético Artor y res- ponsabilidad (2* ed. Krakéw 1962, traduccion castellana, Madrid 1996). 20 Véase también Gaudium ef spes, 12; «Pero Dios no ha creado al hombre para que estuviese solo: ya que desde el principio hombre y mujer los cre6» (Gn 1, 27); y su unién constituye la primera forma de comunidad de personas (communio personarum). 89 KAROL WOJTYLA «nosotros» 7El «yo» y el «tli» remiten sdlo indirectamente a la multiplicidad de las personas vinculadas por la relacién (uno + uno), y remiten directamente a las personas mismas; en cambio#el «nosotros» directamente manifiesta una multiplici- dad, mientras indirectamente remite a las personas que perte- necen a esta multiplicidad. El «nosotros» indica, sobre todo, una colectividad; esta colectividad se compone de hombres, es decir, de personas. Esta colectividad, que podemos llamar so- ciedad, grupo social, etc., no posee en si un ser sustancial, sin embargo -como hemos dicho ya mis arriba-, lo que deriva de la accidentalidad, de las relaciones entre los hombres-perso- nas, se presenta como*en un primer plano, suministrando la base de un juicio, en primer lugar, sobre todos, yen segundo lugar, sobre cada uno en esta colectividad, Esto es cuanto esta contenido en el pronombre «nosotros». Por consiguiente, esta claro que el «nosotros» nos intro-_ duce en un mundo de otras relaciones humanas y remite a _ otra dimension de la comunidad, Es la dimensién social, dis- tinta de la precedente dimensién interpersonal en la relaci6n «yo-ti». Analizando ahora la dimensién social de la comuni- dad continuaremos insistiendo sobre el hecho de que la comu- nidad tiene la adecuaci6n propia en zelacién a la persona co- mo sujeto, en relacion a la subjetividad personal del hombre y,_ por consiguiente, en relacién al hecho de que todo hombre es un «yo» 0 un «ti», y no un «él». «El» parece designar, ante to- do, el hombre-objeto, del mismo modo que «ellos». Intenta- mos llevar el andlisis de la dimensién social de la comunidad no sélo desde el punto de vista del «él» y del «ellos», sino para- lelamente al andlisis precedente, es decir, usando en cierto modo el plano del «yo» y del «tt». No intentamos de ninguna 90 LA PERSONA: SUJETO ¥ COMUNIDAD manera hablar de sociedad, sino de dimensién social de le munidad humana, a la cual remite precisamente el pronom- bre «nosotros». Debemos — desde el ae del andli- hosotrons. 2 sis que este pronombre er a ; elos, a muchos «yo» humanos, sino que sates hatha lavivelier subjetividad de esta multiplicidad. Bs en esto, en lo que el «no- sotros» se diferencia del «ellos». Cuando decimos que el «nosotros» son muchos «yo» hu- manos, entendemos esta multiplicidad y buscamos entenderla a través de lg accién, asf como hemos buscado entender el «yo». El «nosotros» son muchos hombres, muchos sujetos que en algun modo existen y obran en comin, No se trata, sin em- bargo, de una multiplicidad de acciones que se desarrollan la una junto a la otra. «En com#ns significa que estas acciones, y con ellas también Ja existencia de muchos «yor, estan en rela- cién con un cierto valor, que por esto merece el nombre de bien comin (llamandolo asi no intentamos usarlos de modo intercambiable, ni mucho menos mezelar los conceptos de va- lor y bien). La relaci6n de muchos «yo» con el bien comin pa- rece constituir el coraz6n mismo de la comunidad ion Gen cias a esta relacién, los hombre id; personal -es decir, la multiplicidad de hecho de los «yo» nan manos- tienen conciencia de constituir un «nosotros» deter- minado y se experimentan a si mismos en esta nueva dimen- sion. Es la dimensién social dis Se aunque en esta “en esta dimensién permanece tanto un «yo» como un «ttl mente el enfoque de la relacién, Esta relation viene e trazada por eLhien_comiin. En esta “En esta relacién, el «yo» y el stti» encuen- tran también su reciproca relacién en una nueva dimension, 1 > KAROL WOJTYLA encuentran el «yo-tti» a través del bien comin que constituye una unidad nueva entre ellos. El mejor ejemplo es aqui el matrimonio, en el cual la re- lacién «yo-tu», la relacién interpersonal, explicitada al maxi- mo, adquiere una dimensién social cuando los cényuges acep- tan en esta relacion el_conjunto de valores que puede definirse como bien comun del matrimonio y a la vez -por lo menos de modo potencial- de la familia. En relacion con este bien la co- munidad se manifiesta en el obrar y en el existi” bajo un nue- vo pertil yjunto a una nueva dimensién. Es éste el perfil del «nosotros» y, a la vez, la dimensi6n social de la comunidad de dos (no sdlo de uno + uno) que en esta dimensién no dejan de ser un «vo» y un «ti», No cesan tampoco de permanecer en la relaci6n oe «yo-tl»; es mas, esta relaci6n, a su mo- do, alcanza a la relaci6n «nosotros» y se enriquece a través de ella. Lo que, evidentemente, significa que esta nueva relacion _ social establece también nuevas tareas y exigencias radicales en la relacién interpersonal «yo-tu». Teniendo presente el perfil elemental de Ja relacion «no-_ sotros», podemos preguntarnos ~en analogia con el analisis precedente -si se desarrolla y con qué significado se desarrolla también el proceso del constituirse especifico de cada «yo» a_ través del «nosotros»; de modo andlogo a como se desarrolla en la relacién interpersonal en la que el «yo» se constituye a través del «tt», de la que hemos hablado anteriormente. La ex- periencia humana confirma esto. Naturalmente, hablando del constituirse el «yo» humano, tenemos presente todo lo que se ha dicho en la parte primera a propdsito de la subjetividad sonal del hombre. No se trata aqui del constituirse en sen- tido metafisico, en cuanto en su significado todo «yo» es cons 92 a age coma Aetiehcntieadl laine states La cual se aia ttre tli»: > au tiene un significado decisive, la rela ¢ exte sujeto. Tal vez esta verificacion esta en "ene lo que se ha dicho sobre la naturaleza soclalidel hombre, E] «nosotros» por naturaleza no significa ning: minucién ni una deformacién del «yo», So elieiaerposcs (de ello hemos hablado en Persona y accién), la causa hay que buscarla en el plano de la relacién con el bien comin. Esta re- lacion puede ser defectuosa de distintos modes tanto por par- te de un «yo» humano (o de muchos), como por parte de lo que se considera como bien comun para muchos «yo». Este es un amplio campo de la filosofia, y sobre todo de la ética social, en cuya relacién y de modo global no intenta- mos entrar, Como anteriormente para el andlisis de las rela- ciones interpersonales («yo-tti»), tampoco aqui queremos so- meter a nuestra reflexion las multiples formas y variedades de comunidades sociales, o sea, las mtiltiples formas y variedades de la realidad social en la que vive y acta todo hombre (socie- dades, grupos sociales, asociaciones, ambientes, etc.). Funda- mentalmente intentamos aqui también, en el andlisis de la co- munidad, captar e ilustrar, ante todo, el significado de esta 93 KAROL WOJTYLA dimensi6n bajo el aspecto de la subjetividad personal del hom- bre, teniendo en cuenta su adecuacién, Bajo este aspecto, en el que, por la fuerza de las cosas, se expresa la autoteleologfa del. hombre, toda la problematica de su «autorrealizarse», también la de la comunidad deberd aparecer*no sdlo en su significado de hecho (o sea, a la vez, ontolégico y, por tanto, metafisico), sinotambién en su significado normativo y, por eso, ético. Sobre todo se debe decir que la relacion «comin» de mu-_ chos «yo» con el bien comun a través del cual esta multiplicidad — de sujetos se revela a si misma (pero también a los otros) como un bien definido «nosotros» -este «nosotros»— constituye una expresién particular de la trascendencia propia del hombre en cuanto persona, Esta relacion con el bien comun realiza de mo-_ do particular tal trascendencia. Conviene aqui referirse a lo que hemos dicho en la primera parte de este ensayo en relacién a la trascendencia y a su estrecho vinculo con su autoperfecciona- miento del «yo» subjetivo. La conciencia, como punto clave de tal autorrealizaci6n del sujeto personal, remite de modo particu- lar a una trascendencia que est4, en cierto sentido, en su centro subjetivo. Objetivamente, la trascendencia se realiza en relacion _ a la verdad y al bien en cuanto «verdadero» (es decir, «digno»). La relacién con el bien comin que unifica la multitud de los su- jetos en un solo «nosotros», debe estar fundada del mismo modo en Ja relacién con la verdad y con el bien «verdadero», 0 sea, Sai, Aparecerd entonces la verdadera dimensi6n del bien 1 Véase también Gaudium et spes, 24: «Cuando Jesus ruega al Padre para que todos sean una sola cosa... asi como nosotros somos una sola cosa (In 17, 21-22) abriendo a Ja raz6n humana perspectivas inaccesibles, nos ha- ce conocer una cierta semejanza entre la unidad de las personas divinas y la unidad de los hijos de Dios unidos en la verdad y en el amor». 94 en su dimensién ae suede mies dad puede ser cuantitativamente diversa: en el caso del matri- monio dos (no ya, uno + uno, sino propiamente dos), algunos en el caso de la familia, millones cuando se trata de pueblos parti- culares, miles de millones cuando se trata de toda la humani- dad, El concepto de bien comin . por ona u-con cepto analdgico, en cuanto la reali 5) . bajo una diferenciaci6n, y, por cieaieicate kaa proporcionalidad/ dad?Una cosa es el bien comin para la pareja de los conyuges 0 para la familia*otra distinta para una nacién*pa- ra la humanidad y, en su propio 4mbitopara una determinada sociedad, asociacién o grupo _ realidades ne propia defi Ja tras ve sth en lean origina ail cnaaiae a la estructura del «yo» humano y no es contraria a la subjetividad del hombre, sino que le correspondé de modo fundamental. Eso, naturalmente, no significa que la vida so- cial sea una zona privada de colisiones, la experiencia nos dice exactamente lo contrario. En Persona y accién hemos intenta- do demostrar algunas de estas dificultades”, sefalando sola- ~~ 2? Véase sobre todo en el capitulo 7, titulos como Individualismo y an- toindividualismo y Andlisis de los comportamientos; comportamientos auten- ticos-comportamientos inauténticos (Karol Wojtyla, Persona y accion, cit., pp. 308, 319, 323). 95

Anda mungkin juga menyukai