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INTRODUCCION Decir folclore significa para el comiin de la gente referirse de un modo genérico a algo impreciso relacionado con lo popular, vocablo éste de amplisimo y complejo contenido (Blache, Garefa-Canelini, 1988) 0 aludir con vaguedad, a veces romantica, a veces irénica, a la llamada sabiduria del pueblo, que perteneceria principalmente a campesinos, sin ninguna o escasa edueacién formal, sabidurfa anticuada, en parte cindida, en parte pfeara, para algunos de sus exégeras, cada vez més cercana al desa- parecimiento, debido a los avances de la tecnificacién de las formas de vida Esta gran extensién y esta notoria ambigiedad del concepto de folelore aparecen, asimismo, en los diccionarios no especializados. En el Pequeto Larousse Hlustrado, se lee: “(palabra inglesa que significa ciencia del pueblo). Ciencia de las tradiciones y costumbres de un pats. / Conjunto de las tradiciones, poemas, leyendas, etc., de un pais: el folelore andaluz.es riquisimo // Fam. Kio, jaleo”. Girculan también acepciones més particulares y antojadizas de folclore, que atafien a personas, animales, objetos y habitos. Ast, con descuido y ligereza, se califica como “folcl6rico” al participante de alto nivel sociecondmico que lanza un exabrupto soez; al perro pequeiio, blanco y linudo que ain se ve cortetear por las calles de pueblos y ciudades; al viejo bastén abandonado en un rincén de la casa, al paseo campestre de un grupo de alumnos de una escuela y al paisaje rural que conemplan. Abogados, arquitectos, astrénomos, ingenieros, médicos, industriales, fruncitfan el cefio con incredulidad si escuchasen afirmar que efectivamente el folclore también es el nombre de una ciencia de la cultura, la cual se ocupa de una determinada versién de la conducta humana. La mayoria de los antropslogos chilenos ha ignorado 0 subestimadio los estudios concernientes al folclore, hechos en su pais 0 en el extranjero, aunque algunos de ellos, quizés sin proponérselo, han investigado comportamientos y bienes genuina- mente folel6ricos, como se demuestra en sus publicaciones, no pocas de afios recien- tes, entic las que debe mencionarse cl articulo de Horscto Laxatn, “Reflexiones, ‘en torno al concepto de cultura desde el angulo del folclore”; el de Marta TERESA PRapo, “Manifestaciones de religiosidad popular como expresiGn de la identidad cultural hispanoamericana”, y el de Geoacr Sexkacino, “Creencias, organizacién social y econémica en Caspana indigena. La limpia de canales". Es seguro, tar bién, que muchos académicos del area de las ciencias sociales de las universidades chilenas se quedarian sorprendidos si supiesen que en la Universidad de Basel, en la de Géttingen, en la de Viena, entre otras de Europa, y en la de Columbia y la de 13, Indiana, entre otras de los Estados Unidos de Norteamérica, se obtiene el doctorado en filosofia con mencién en folclore. No obstante, es honesto aceptar que el interés por esta materia, desde sus ini cios de especializacién y sistematizacién, 2 mediados del siglo x1x, hasta ahora, se ha dejado Hevar en no pocos casos por un gran afin de acopio de materiales con predominio de la descripcidn de ellos, desprovisto a menudo de references teéricos operatives, de nociones precisas y de procedimientos analtticos, si bien varios de los trabajos resultantes de esta tendencia poscen valiosos alcances etnolégicos, que se desprenden de sus miltiples citas comparativas (Dannemann, 1976, pp. 127-128). Pero también es justo reconocer que en su émbito universitario, del cual ya se diera algunos ejemplos, y en el constituido por otra clase de organismos dedicados a su investigacién, el folclore es objeto de una incuestionable tarea cientifica, a la cual se ha hecho referencia en parte desde una perspectiva internacional, ya en 1975, cn una colaboracién denominada “Teorfa folclérica. Planteamientos criticos y proposiciones basicas” (Dannemann, 1975); tarea que respecto de Chile fuera dada a conocer por Gum.terMo Prapo y Juan Untoe Ecnevarnia en 1982, y que en este pais tiene su mejor demostraci6n actual en el Seminario Interfacultades de la Universidad de Chile, denominado El Folklore como Cultura, que comenzara en 1982. Frente a esta situaci6n de un estudio paulatinamente intensivo, se halla en todo el mundo, desde hace unos sesenta afios, un profuso empleo de expresiones folclé- ricas y pseudofolcl6ricas, por lo comin musicales y coreogrificas, con propésitos de presentacién de especticullos a cargo de aficionados o artistas profesionales, la minora de las cuales se difunden con el respeto requerido por su naturaleza cultural y con la necesaria capacidad de proyeccién. La resonancia de recitales y festivales folcl6ricos es tan vigorosa, expansiva ¢ influyente, que oculta, con frecuencia, los esfuerzos que se desarrollan en el campo de la investigacién de la cultura folel6rica, haciéndolos pasar inadvertidos, deformando la nocién de ésta, no sélo para el gran ptiblico que asiste a thos especticulos, sino que, por efecto de los medios de comunicacién masiva, hasta para los estudiosos de materias de las ciencias humanas y de las humanidades. Pero seria una actitud simplista e infructuosa quedarse en quejas y denuncias sobre la calidad espuria de unos disfrazados de Awasos que actian grotescamente en restau- rantes, 0 sobre informaciones periodisticas que tratan al folclore en términos equivocos eimpertinentes. El camino més vilido y productivo consiste en aumentar la calidad de su investigacién, de su docencia, de su proyeccidn, de su aplicacién, desu intervencién, de su conservaci6n y de su preservacién, voces que se explicarin en el capitulo prime- ro, cn circunstancias de que hoy se comprucba un renovado y creciente interés por el folclore no s6lo en centros académicos y en grupos de difusién, sino que también en instituciones que han cousiderado su importaneia para ke educaci6n, para el cusisine, © para el estimulo de la economia rural mediante la promocién de las artesantas. De lo manifestado se infiere que al folclore se le asignan distintas significaciones, provenientes de las diversas actividades que genera, por lo que es imprescindible delimitarlas y diferenciarlas para lograr un global conocimiento de él, como se pro- curari hacerlo en el capitulo primero de este libro. Es del caso recordar que hace ocho afios apareci6 la Enciclopedia del Folelare de Chile, gracias al impetu de busqueda de lo chileno y al tes6n de Eduardo Castro Le- Fort, su editor general. 4 En este transcurso de tiempo se han producido cambios en diferentes éreas de la cultura folclérica chilena algunas de sus expresiones de otrora ya no estin vigentes, y otras, que le eran ajenas, se han incorporado a ella, después de un proceso de fol- clorizacién, esto es, de haber sido re-creadas por quienes, comunitariamente las han. hecho suyas con un alto grado de identidad y de especificidad local. Al respecto, una cuidadosa tarea etnolégica que abarcara distincas localidades de nuestras Regiones, comprobaria, sin duda, cémo en menos de diez afios se han extinguido comporta- mientos folel6ricos manifestados en el uso de artesanias, de cantos, de creencias, de juegos, de narraciones, de viviendas y muchas otras formas de bienes culturales, y cémo han surgido otros, en relacién con las tendencias sociales imperantes, los avances. teenoldgicos, la penetraci6n de la urbe en la ruralidad, las luchas étnicas y las fuentes de poder. Asf en parte lo demuestran los resultados de la aplicacién cel Programa de Identidades Culturales Mestizas ¢ Indigenas de la Universidad de Chile, desde el afio 1992 hasta el presente, en diversas comunas del pais. En consecuencia, cada vez con mayor rapidez de periodicidad, se tendrfan que publicar sucesivas ediciones de esta obra, 0 de cualquier otra nacién, para examinar y actualizar el constante flujo de las asombrosas pervivencias y de las sorprendentes. innovaciones en Ia cultura folel6rica El affo 1998, de Ia edicién de la Enciclopedia del Polclore de Chile, su autor se re~ firié de una manera parcial ¢ intertemética a las funciones de la indumentaria y de Ja medicacién, las que bien podrian haber merecido sendos capitulos auténomos. ‘También habria sido conveniente, en el capftulo Panorama del Felclore Chileno, darle presencia desde su condicién étnica a grupos que poscen habitos folcléricos muy peculiares, como es el caso de los gitanos, escasamente estudiacos por nuestros. historiadores y cientistas de las humanidades y de la sociedad, peto de los cuales no pocas de sus conductas tienen como receptores a miembros de otras etnias que existen en Chile. Ademés, resultaria atractiva una prolija y bien fundada discusién scbre la pertinen- cia de los Hlamados “tipos populares” en la cultura folcl6rica: el afilador de cuchillos, el cantante de la locomocién colectiva, el organillero, el yerbatero, ete, en circunstancias de que, al respecto, cabe plantcar la argumentaciGn de que estos tipcs, como cuales- quiera otros “no populares”, cumplen funciones culturales folcléricasy no folel6ricas; siendo oportuno hacer presente que algunos conceptos de cultura general, popular y folel6rica, son propuestos y comparados en el capitulo IIT de este libro. Estos y otros requerimientos tendran que ajustarse a un plazo convenience para ser satisfechos en las futuras ediciones de este libro, pero ya han empezado a ordenarse y a resolverse con un creciente acopio de informacién tibliografica, un sostenido trabajo de campo y las necesarias relaciones entre los datos empiricos y su anilisis de conceptualizacién, como sucede con la materia de las medicaciones, que fue tratada en el Encuentro: Qué es ser yerbatero hoy en Chile?, efectuado por la Asociacién Gremial de Yerbateros de Chile, la Corporacién Lawen y el Programa de Identidades Culturales Mestizas ¢ Indigenas de la Universidad de Chile, el 24 de noviembre del afio 2006, BIBLIOGRAFIA Biacht, Maris, “Folklore y cultura popular”, Revista de Investigaciones Folbléricas (Buenos Aires) N’ 3, 1988, pp. 23-24 Dannenann, Manuet. “Teorfa folki6rica, Planteamientos criticos y proposiciones bi: icas”, en Teortas del Foltlore en América Latina, Caracas, wiber, 1975, pp. 11-43. 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La limpia de canales”, en Actas del I Congreso Chileno de Antropologia, Santiago, lin prenta Ziifiga, 1987, pp. 399-410, CAP{TULOT SIGNIFICADOS DEL VOCABLO FOLCLORE “Todas las acepciones y todas las tareas concemientes al folclore emanan de la percepeién ¢ interpretacién de una realidad: la cultura folel6rica, que en oportunidades anteriores cel autor ha denominado foltlore-vida (Dannemann, 1975, p.24). Ella esté compuesta por conductas habituales que funcionalmente efectiian personas de todos los grupos Bumanos, como muy propias de éstos, no para exhibirlas ante un publico, sino que para satisfacer sus necesidades espirituales y materiales en su ambiente, siguiendo cradiciones muy represencativas de su identidad, Una ejemplificacién de cultura folcl6rica, es la prictica de una danza de relevo, de preferencia, ual, con acompafiamiento de guitarra y obligada percusién sobre Ja tapa arménica de ésta, comin en localidades de la IV Regién, llamada —siempre en plural—las /anchas, con finalidad ritual de homenaje principalmente a Virgenes viajeras ¥ 4 nifios fallecidos de hasta tres afios de edad, conocidos como angelites, Las lanchas pertenecen culturalmente a las comunidades que las conservan para bailarlas como una forma de vida, necesaria en las ocasiones sefialadas (Barros, Dan- nemann, 1966), En Ia cultura folel6rica confluyen siete diferentes tendencias de interés por ella, ya cmunciadas en la introducci6n: las de investigacién, de docencia, de proyec aplicacién, de intervencién, de conservacién y de preservacion. La primera, en rigor la ciencia del folclore, como ya fuera denominada a mediados del siglo x1x por WH. Rient, se ha aproximado en los tiltimos ereinta afos a los princi- pios, métodos y objetivos de la Antropologfa Cultural, més que a los de cualquier otra ciencia del hombre. Para hacer un sucinto aleance @ ella, recurriendo al ya mencionado ejemplo de las danchas, en este caso, se produciria una labor cientifica si se explicase su uso en relacién con su medio, después de haberlo observado, descrito, analizado, clasificado y ido, con el apoyo de una pertinente bibliografia, procurando situar la explicacién de su préetica en el Ambizo de una teorfa de la cultura, sobre la base de una o mas hipétesis operantes. La docencia del folclore es una actividad de nivel universitario, principal o se- cundaria en ¢l proceso de formacién académica, particularmente intensa en paises como Estados Unidos de Norteamérica, Alemania, Austria, Finlandia, Suiza, don- de el estudio de la cultura folelérica se halla muy avanzado y el respectivo campo Iaboral es amplio y atrayente en universidades, institutes, museos, organismos de extensién cultural, de turismo, etc. En Chile hay universidades en lis que se en- sefia folclore, como en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educacién, en la Universidad Catélica de Valparaiso, en Ia del Bfo-Bio, en la Austral; pero en 7 ninguna existe un plan conducente a un grado o titulo en esta especialidad. En la Universidad de Chile se ha pro- ducido la trayectoria mas prolongada de los estudios del folelore, desde fines del siglo xix con el Dr. RopoLro Lenz, en el ese entonces recién fundado Instituto Pedagégico de la Facultad de Filosofia y Edueacién, pasando después por la eatedra del Dr. Yotanpo Pino, en las Escuelas de Temporada, por cursos de Aistintos Departamentos, hasta Hegar al actual y ya mencionado Seminario de Folklore como Cultura, que hoy congre~ gi a profesores de seis Facultades: la de Arquitectura y Urbanismo, de Artes, de Ciencias Agronémicas, de Ciencias Fisicas y Matematicas, de Ciencias Sociales y de Filosofia y Humanidades. La proyeccisn, en un sentido estricto, se circunseribe a la difusién,a la mostracién de expresiones folcléricas, casi siempre coreogrificas y musicales con o sin comple- mentacién escenogrfiea, por parte de una o mis personas, Jo que en alguna medida podria considerarse imitacién de ta cultura folclirica hecha con mayor o menor acierto. Para seguir con el ejemplo inicial, siun conjunto de aficionados o profesionales llevase al escenario una reproduccién mis 0 menos ajustada de la préctica de las danchas, en consecuencia, obviamente, fuera de su medio habitual, sometiéndola a condiciones Propias de un espectieulo que puede ser hermoso pero que es artificial respecto del folctore-xida, entonces, cabe afirmar que se trata de una proyeccisn folelérica. Aqui 8 oportuno diferenciar entre el cultor y el llamado intéxprete: cl primero vive el folclore como un elemento de su tradicidn cultural, de su realidad de ser; en cambio, el segundo lo utiliza desde un propésito de placer animico hasta un fin de lucro, para presentarlo a un piiblico que, por lo comiin, piensa que el folelore es algo curioso, pincoreseo, quizs ingenuo o trivial 1 BAILE DE LASEANCHASTILAMA, IV REGION, La aplicacin det folelore es a veces ‘mal entendida y se la sucle confundir con |a proyeccién. Ella procura ponerlo, como un instrumento incentivador, al servicio de diversos objetivos, rales como el me- joramiento econémico mediante el apoyo 4 las artesanfas rurales, la promocién del turismo, el éxito del quehacer pedagogico, laactivacién de la creatividad artistica. No €s, como en la proyeccién, un eje central del cual derivan los demas temas y las formas que se presentan al paiblico espec- tador. Siun profesor de educacién musical \cluyera en la ensehanza de su asignatura Ue a el ya mencionado baile de las Janchas, por ® DCO DE LAS CARACOLITOS, HERMANAS BI8A.¥ 18, considerarlo muy apropiado para el aprendizaje de una estructura ritmica, serfa un cla- r0 ejemplo de aplicacién del folclore, asi como también lo es la famosa pieza coral La cueca larga, con poesia de NicANOR PARRA, ¥ miisica de Gustavo BECERRA, que conjuga diestramente las genuinas peculiaridades del texto de esta clase de danza con el arte de composicién de sus autores. La palabra intervencién, para denominar la quinta tendencia del interés por la cultura folelérica, se refiere a la penetracién que los investigadores realizan en grupos humanos para reactualizar, o fortalecer, o debilitar, o eliminar, alguna manifestacién de dicha cultura; lo que no pocos cientistas sociales llaman peyorativamente manipulacién. Sobre el particular, asi como seria violento y daitino tratar de imponera todos los miem- bros de un grupo que bailasen las /anchas, asf también lo seria cualquier medida para prohibirlas. En situaciones extremadamente riesgosas podsfa justificarse la intervencién conducente a la reduccién o a la extincién de un habito folel6rico, como seria el del consumo comunitario pertinaz. de una droga altamente t6xica de efectos alienantes y hasta mortales. A su vez, si se decidiera intervenir con 4nimo de beneficiar a los inte- grantes de un grupo, recuperando una costumbre que hubiese perdido su vigencia 0 para estimular una que estuviese cercana a ello, habria que hacerlo con un muy sdlido manejo de antecedentes, con un prolijo es- cudio de las presuntas y a menudo impre~ visibles consecuencias de la intervencién activadora, con un profundo conocimiento de las caracteristicas culturales generales, psiquicas, sociales ¢ histéricas de ese gru- po, ¥con una imprescindible participacién responsable, comprometida y decisiva de todos 0 algunos miembros de él. Hay estu- diosos que rechazan cualquier clase de in- tervenci6n, sea cual sea el estado en que se halle un grupo a causa del mantenimiento de una conducta, pero como pueden pre- sentarse casos que se enfrentan a normas Gticas relativas al equilibrio fundamental y a la pervivencia de los sistemas sociales, serfa, pues, correcto incluirla entre las distineas formas de interés por el folclore como una versiGn de la cultura. Una feliz. incervenci6n reactivadora de la cultura folel6rica chilena fue la del Instituto de Investigaciones Musicales de la Universidad de Chile, coneemniente al uso del guifarrén, la que culminé el afio 1969 con la edici6n y difusién de un disco LP, que contiene una reconstruccién del célebre contrapunto cantado, con acompafiamiento de dicho instrumento, de JaviER DE 1.4 Rosa con ‘TAGUADA (Barros y otros, 1969) que ya tenfa a su favor la acogida alcanzada entre los cultores del género del canto a lo pueta, por el trabajo de Raguel. BARROS y MANUEL DaNNEMANN, El guitarrén en el Departamento de Puente Alto, publicado en 1961 La conservacién del folclore, como ocurre en otras instancias de la cultura, se ob- tiene principalmente mediante archivos, bibliotecas y museos. Kn distintos lugares del mundo se han organizado y se guardan colecciones de manuscritos, impresos, cintas, magnéticas, forogratfias, filmes, videos, objetos, que constituyen tanto testimonios his- 6rico-culturales como elementos de investigaci6n. Organismos destacados en esta érea, 19 entre muchos otros, son el Museo de Artes y Tradiciones Populares de Paris, el Museo de Folelore de Viena, el Instituto de Etnograffa y Folclore de Bucarest, los archivos de Misica Tiadicional de la Universidad de Indiana, Bloomington, U.S.A., la Fundacion de Etnomusicologia y Folelore de Caracas, el Museo de Arte Popular Americano de Santiago de Chi La preservacién no busca, como la anterior, reunir y salvar de la destruccidn y del olwido bienes culturales foleléricos, sino que cuidarla préctica de los vigentes, defenderla de las arremetidas que la cultura universalista comercializada lanza contra las culeuras locales, cuyas identidades tienen su mas legitima expresidn en el folclore. ‘También se diferencia de la intervencién porque no disefia ni ejecuta, como ésta, tarcas de estimulo ode desincentivacién de comportamientos culturales foleloricos, sino que de una manera amplia y constante, evita, disminuye o elimina obsticulos contra el folelore-cida mismo y las actividades que de él se desprenden; como por ejemplo que los artesanos de una regidn o de un pafs tengan, normalmente, acceso a la obtencién de sus materias primas; que no se interrumpa en las universidades la investigacién y la docencia de la cultura folcl6rica, que los medios de comunicacién masiva dispongan de un espacio suficiente para la corrects difusién de ella (ONESCO). 20 BIBLIOGRAFIA Bannos, RagueL y Manvet. Daneman. E/ guitarrin en el Departamento de Puente Alto, Coleccién Ensayos, XII, Instituto de Investigaciones Musicales, Universidad de Ghile, Santiago, Editorial Universitaria, 1961. Barros, RAQueL y Manvet, DanNeMann, La ruta de la Virgen de Palo Colprado, Colee ci6n Ensayos, XIII, Instituto de Investigaciones Musicales, Universidad de Chile, Santiago, Editorial Universitaria, 1966. Barros, RAQueL y OTROS. Gonfrapunto de Tahuada con don Javier de la Resa. Antologia del folklore musical chileno, fascfculo N’ 5, Santiago, Instituto de Investigaciones Musicales, Universidad de Chile, 1969. DanNeMaNx, Manvel. “Teoria folkl6rica. Planteamientos eriticos y proposiciones bé- sicas”, en Teorias del Foltlore en América Latina, Caracas, inter, 1975, pp. 11-43. Rien, Witte H. “Die Volkskunde als Wissenschaft”, in Cuburstudiem aus drei Jahr- Aunderten, Scuttgatt, 1859, $8. 205-229. unesco. CC/MDA, Paris, 1988, pp. 4-6. CAPITULOML NOCION DE CULTURA FOLCLORICA sintesis del capitulo anterior, no obscante st delimitacién nacional, constituye una ferencia bisica para aproximarse a las grandes temiticas y al conjunto del folclore mo culcura, ‘nun plano mucho mas extenso, el de la Europa de los siglos xvitt_y 1x, se discutia en torno a las nociones de antigtiedades vulgares y de tradiciones orales 0 populares, con la biisqueda de manifestaciones que las ejemplificaran, para descu- brir el Volésgeist —el espiritu del pueblo—, como gustaban decir los intelectuales roménticos alemanes (Cocchiara, pp. 242-257). Pero el detonante que impuls6 a estudiosos de la literatura, a etndlogos, a fildlogos, historiadores, musicdlogos y humanistas, para dedicarse a la investigacién, conservacién y difusién de un pre- sunto nuevo campo de la cultura, fue la sorpresiva aparicién del vocablo folelore y de los comentarios sobre él, en la famosa carta de Wruttam Joun Tums, que se publicara en el Attenaeum de Londres, el 22 de agosto de 1846, vocablo acufiado por este mismo arqucdlogo inglés. Uno de los ecos més resonantes de este acon- tecimiento fue el libro de Goume, Evhnology in Folklore, que en su primer capitulo rrata las vaees superviveneia y desarrollo en relacién con las das disciplinas cuyas denominaciones le dan el titulo a su obra. En el cruce de los siglos x1x y xx se impuso, en el émbico de los investigadores ceuropeos, ¥en gran parte en el de los norteamericanos que habfan fundado su Sociedad de Folklore en 1888, una posicién determinista-cosalista, que redujo a los cultores del folclore a la condicién de riisticos, iletrados, principalmente de vida rural; usuarios de populares baladas, cuentos, leyendas, proverbios, supersticiones, etc., aprendidos a través de la transmisién oral, posicién que, obviamente, se introdujo en Latinoamérica, donde atin persiste (Daneman, 1991). Asi, con esos y otros requisitos se procuré simplificar el problema empfrico de la especificidad de la cultura folelérica, to que no resistié posteriormente a las pruebas de la verificacién de las hipstesis de dicho criterio, mas que propuestas como tales, establecidas como enfiticas aseveraciones. Fue Riciarp Weiss, el eximio estudioso suizo, quien impugné con la més convin- cente fundamentacién la presunta diferencia social y cultural entre personas folcl6ricas ¥ no folcl6ricas, demostrando eémo en cada ser humano coexisten estas dos clases de 47 conductas, pudiéndose comprobar grados de uso de ambas en un individuo 0 en un sgfupo, y en todas sus formas de vida, Es cuestionable que esta modificacién de las normas de las primeras formulaciones del concepto de folclore, auments poderosamente la complejidad de su contenido y Ja de los avances de su respectiva disciplina (Dannemann, 1983), con el desafio de contribuir a la consolidacién metodolégica y tedrica de esta materia en el drca de las ciencias humana Al respecto, intrinseea al fenémeno de la cultura es la relacién del hombre con las formas que él mismo crea, cambia y destruye en sus organizaciones sociales. Hombtc y cultura, obviamente, son dos polos en accién de una unidad. Peroesta incerdependencia sigue distintas alternativas, segiin el destino que las personas, voluntaria o involunta- riamente, logran de sus bienes culturales. Esta conjuncién del hombre con el uso de los bienes culturales puede graficarse con un esquema que ya se ha utilizado en oportunidades anteriores (Dannemann, 1975, p.37) refréa cemisor-auditor del refein En los tres vértices del tridngulo inscrito en la circunferencia estén, respectivamente, la cosa (c), el elemento humano que participa en el uso de ésta (ch) y la prictica misma de esa cosa 0 el comportamiento (co), en este caso ejemplificado por un refrin. Las lineas segmentadas del tridngulo indican la interaccién de los tres fac- tores durante el desarrollo del evento (E), en el cual, con un inicio y un desealace, se produce la préctica del refrén; en otras palabras, el acto durante cuya duracién se enuncia un refrdin que causa un efecto en el elemento humano participante. La circunferencia representa la ocasionalidad en que se halla el evento, esto es, el conjunto de circunstancias que, de una u otra manera, influyen en él, entre otras, la situacién climatica, las caracteristicas del espacio fisico, el ntimero y las edades de los concurrentes, su condici6n socioecondmica, su nivel de educacién formal, su interrelacién afectiva, Este grifico, como es obvio, podrfa aplicarse a cualquier manifestacién cultural Y no porque en él se encuentre como cosa 0 hecho un refrin puede afirmarse que este, yenéricamenre, en cualquier caso, pertenezca ala cultura folel6rica. Un refrén serd folclérico para quienes, ademas de entender su contenido y su efecto y sen- 48 = en su tradicién cultural, se identifiquen con él y con ottos usuarios en virrud de su prdctica; y, transitoriamente, gracias a él, aumenten su aglutinacién social, constituyendo en un evento de su uso una comunidad, como entidad subgrupal en el interior de un geupo, comunidad que no obstante diferencias individuales | de cualquier indole de sus miembros, mientras permanece en funcionamicnto, [os comunica y unifica intensamente, porque cada uno de ellos experimenta la misma pertenencia reciproca respecto de la conducta comunitaria que viven, aunque unos ¥ o1f0s en mayor 0 menor grado, por razones de roles de participacién, de fretores ‘emocionales, etc. (Dannemann, 1991, p.15). En el universo de los bienes culturales, que éstos sean andnimos 0 de autor cono- ‘ido, de forma arcaica o moderna, de gran antigiiedad 0 recientes, riisticos o refnados, que gocen o no de gran popularidad, que sean de prictica colectiva o individual, de uso oral u otro, constituyen atributos secundarios para calificar la folcloricidad de ellos Asi, reiterando lo ya planteado respecto del refrain, ‘el pan de cada dia’ retine la mayoria de los primeros componentes de las dicotomias recién indicadas y es un claro ejemplo de una de las tradiciones mas aceptadas, pero ni su existencia fisica, ni su significado simbdlico, ni su modo de consumo, proporcionasin a alguien argumentos para defender su condicién cultural folcl6rica. En cambio, ef pan, de forma especial- mente disefiada y de funcién ritual, que grupos bilingtles aymara-castellano pa‘lantes fofrendan a sus antepasados en la vispera del dia de difuntos del ealendario catslico y en ese mismo dia, en cementerios de la I Regién, si que es objeto de un comporta- siento folelérico, porque su entrega a los muertos produce una coparticipacién de él para quicnes ejecutan esa accién, en cuanto al uso de un patrimonio que ha llegado a ‘et peculiarmente propio de un sistema comunitario a través de etapas de seleccién ¥ de reclaboracicn. Porlo tanto, no se trata de la préctica de cualquier artesanfa, de cualquier creencia, de cualquier danza, de cualquier juego, de cualquier narrativa, para referirse ala cultura folelérica; sino de aquellas que todos o algunos de los miembros de un grupo han hecho funcionalmente suyas, en el mis alto grado de pertenencia identificadora bivalente, esto 5, que les permiten a los usuarios identificarse con los bienes culturales que comparten %asimismo, entre ellos, recurtiendo ast a conductas aprobadas de estrategia de unidad social, como las entiende Apranams (p. 147) Este sentido de pertenencia reciproca, como se dijera en cuanto al reftén, puede alcanzar diferentes niveles de percepcién en los integrantes de un grupo, y hasta pasar inadvertido para la toralidad o una parte de ellos, pero cuéntos o quiénes scan los co- participes en un evento de uso de hienes foleléricos, se integran en un mismo micleo animico de aglutinacién e identificacién. Una misma expresisn folclérica puede pertenecer a diversos grupos, lo que ocurre, pot ejemplo, con composiciones poétieas cantadas como el romance de Delgadina o con rendas de la indumentaria, como el ponclo; pero, indefectiblemente, tendri elemen- 0s de diferencia relativos a los grupos que la usen, lo que se trasuntara en miiliples versiones de ella, cada una genuina en su especificidad local Para intentar la comprensién del folclore en Ia polaridad hombre-cultura, el autor planvea la posibilidad de diferencia la cultura folelériea de la genética, apo- yindose sobre Ia hipdtesis de que la primera obedeceria a una simetria por perteneneia reciproca-comunitaria. er de 49 Esta cultura de la simetria coexiste en todas las sociedades humanas con la cultura de la congruencia y la cultura de la incongruencia, y en ese mismo orden, de mayor a menor el grado del equilibrio comunitario entre los bienes culturales y su uso. Asi, una poesia de Papo NeRopa que hayamos lefdo varias veces, euyo contenido guardemos en la memoria, que podamos recordar por completo o fragmentariamente, solos 0 con otras personas que la conozcan o no, que nos acerque afectivamente al autor, sin olvidar su paternidad respecto de ella, la cual no constituya un texto que obligatoria muy habitualmente utilicemos como representative propio en un determinado evento, seria un ejemplo de cultura de la congruencia. Una eancién que produzca un gran atractivo mediante una poderosa publicidad, ‘que nos masifique pero no nos identifique, aunque la aplaudamos con fervor, envueltos por una multitud de sus admiradores, que después de un éxito fugaz desapaveciera para siempre, ilustraria la cultura de la incongruencia (Dannemann, 1983, pp.35-36). Desde esta perspectiva, hay que situar el folclore en una subarea cultural, on un subsistema; dicho de otro modo, la cultura fluye en distintas versiones y la folel6rica es una de ellas. Al respecto, en el comportamiento cultural, convergen los factores de forma, de contenido, de funcién, de aprendizaje, de comunicacién, de propagacién, de duracién de uso, de permanencia temporal, de pertenencia, de identidad. La manites- tacién primaria, tangible e inmediata de este comportamiento se produce er los bienes, 0 cosas, 0 textos culturales, que adquieren su pleno significado y efecto cuando se los pone en prictica, lo que ocurre en el desarrollo de un evento sujeco a eireunstancias en el interior de la existencia de un sistema. Los comportamientos folcléricos y los bienes que los materializan pueden adoptar cualquier forma, asi como cualquier contenido; su funcionalidad bésica tiene la misma amplitud que la de cualquier otra instancia de la cultura, su. proceso de enseflanza~ aprendizaje, su comunicacién y su propagaciGn, muestran distintos procedimientos, aunque mayoritariamente el empirico-oral; su duracién en un evento puede ser larga hasta fugaz, su permanencia temporal en un grupo, breve o prolongada, Por lo tanto estos factores no son, en rigor, determinantes para la cultura folelérica, pero silo es, en sgfan medida, el de la pertenencia, con su repercusi6n en el de la identidad, la cual en €l folclore llega a su mas alto grado. La accién del sentido de la pertenencia construye In que se ha denominado comu- nidad folelérica, cuya nocién ser conveniente repetir aquf para ayudar a entender el concepto de foldore-vida, “Cuando se habla de comunidad, se piensa en un grupo de personas de caracteris- ticas comunes, con un determinado indice de estabilidad y normas de organizacién que aseguran su existir, desde una comunidad internacional de naciones, hasta tuna universitaria, una gremial 0 una poblacional. De ahi que comunidad tenga un significado afin con colectividad o conglomerado. Mientras més fuerte es el espiricu de cohesién y de identidad de sus componentes, tanto mas s6lida y definida es una comunidad” (Dannemann, 1976, p.31)- “No obstante, en un sentido estricto, comunidad folelérica no es esencialmen- te un conjunto de individuos, estable en su composicién y en su permanencia, condicionado por razones écnicas, geogrificas, hist6ricas, cconémicas, idiomiéticas, educacionales, ideolégicas, ademas de las socioculturales generales, causantes todas 50 ellas de una idiosincrasia, més los caracteres folcléricos que le pudiesen conferir uno y otro especialista; sino que es una incorporacién o participacién de una o mas personas en un comportamiento configurado y consagrado par cl usufructo tradicional de bienes con funcién auténoma de comunes, propios, aglutinantes y representativos, respecto de csas personas. Por lo tanto, cuando el comportamiento folclérico cesa (por ¢j. faena comunitaria de cosecha en beneficio de uno de los par ticipantes, reunién de formulaciGn de adivinanzas, etc.), desaparece la comunidad folclérica..” (Dannemann, 1976, p31). De manera que esta clase de sistema, como ninguna otra, puede permanecer en acti- vidad muy transitoriamente, mientras todos o parte de sus miembros, de condiciones homogéneas o heterogéneas, por diferentes causas, preestablecidas o repentinas, confluyan en el uso de comportamicntos que les son de pertenencia reciproca. Dicha pertenencia reciproca existe tinicamente para quienes han hecho suyas conductas coparticipadas cn una comunidad folclérica, por lo cual ellas son propias y auténticas, en el mas estricto sentido, de esta clase de comunidad, en su espe- cificidad local. Al respecto, grupo consticuye una categoria social mas extensa que comunidad folelérica, y cada miembro de un grupo puede pertenecer a miiltiples comunidades folel6ricas en el interior de su grupo. La importancia de este factor cn Ia cultura folelérica se hizo muy patente al autor de este libro durante las etapas de observacién directa, del trabajo de campo del proyecto de investigaciGn, patrocinado por la J.8. Guggenheim Foundation, sobre la poesia juglaresca de Espafia, Puerto Rico, Panamé, Venezuela, Colombia, Uruguay, Argentina y Chile; lo que ratificard después mediante otro proyecto sobre tépicos de la poesta formal y de Ia poesta ‘folclérica en Chile, desarrollado con la ayuda de la Universidad de Chile. EI primero de dichos proyectos se centré en eventos desarrollados por el uso de conductas poéticas reciprocamente transferidas entre sus cultores, e3to es, comu- nitariamente propias de ellos, en su mayor grado de pertenencia, Asi se hallé una forma de vida, una version de la cultura poética, que, por contraste, se confirmé en el segundo proyecto, al comparar, entre otros casos —valga esta vez comocjemplo—el ejercicio poético y sus efectos, de un autor de la tradicién estética occidental, con dicstro mancjo de racionalidad, como es Nicanor Parra, y la poesia re-creada con procedimientos preponderantemente empfricos, de ARNOLDO MADARIAGA, pueta y cantor de la localidad de La Chacarilla, Comuna de Cartagena, V Regién. Nila forma, ni la tematica, ni el aprendizaje, ni la motivacin, nila causalidad, ni la produccién, ni la difusién, ni la tradicionalidad, se mostraron en estos proyectos como factores estrictamente eficaces para diferenciar la poesia folclérica de la no folelérica. Si, el de la pertenencia, reciproca, coparticipada y re-creada en la interioridad especitica de tuna comunidad, cn lo que hace a la poesia folelérica frente al de la posesién colectiva de Jos miembros de un grupo, pero practicada en la individualidad intransferible de cada uno de sus miembros, respecto de la no folclérica. Por ejemplo, en el primer caso, un canto a lo dicino cjecutado durante un ceremonial, conocido y posible de ser usado por Jos cancores participantes en un comporamiento de traspaso y propiedad comunitarios, y cen el segundo, la lectura, privada o publica, de un poema de Ganrreia Misrrat, recibida por un /ector-reeepior'o por mds de un auditor a través de un emisor, sin latransferencia ni la pertenencia reefprocas de ese poema (Dannemann, 1984, pp.31-33).. ‘A manera de sintesis de los planteamientos sobre la culcura folelérica empleados en este capitulo, se transcribe la nociGn de ella propuesta en la Revista de Inves- tigaciones Folkloricas de Argentina: 1, “Instancia de la condueta humana, 2. en la cual una o mas personas de un grupo o de més de un grupo, 3. recurren al uso de cualesquiera bienes que, después de procesos de selec re-claboracidn de algunos de sus componentes, llegan a ser: ny de 3.1 de su perteneneia reciproca, 3.2 de su mas intensa correspondencia de identidad, 3.3 de su propia, espectfica y local tradiciGn, 4. para constituir una comunidad transitoria, la folel6rica, que existe mientras se pro- duce la prictica de dichos bienes, y cuyos miembros adquieren, durante ese evento, una condicién de fundamental homogeneidad y logran una intertransferencia de sus comportamientos de comunicacisn y accién” (Dannemann, 1991, p.16). Con el propésito de reforzar la consistencia de esta nocién, basada sobre la conducta cultural, sobre el uso de bienes culturales, resumiré una parte de un articulo publicado cen la Revista Chilena de Historia y Geografia N’ 168, con el nombre de “La cultura del folclore. F1 folclore como cultura” (Dannemann, 2006: 109-117) Alrespecto, un ejercicio operativo para discuti, en rigor, acerca de la condicién culeural del folclore, consiste en comparar la cultura llamada general con la popular y la propia- mente folclérica; con una hipétesis de trabajo sobre la popularizacién de la primera y la folclorizacién de la segunda, como un proceso habitual para llegar a la conducta folel6rica, con especial cuidado en lo que ataiie al concepto de popular- populariza De la puesta en movimiento de este esquema, aparentemente simplista, surgen consideraciones criticas no s6lo para reflexionar sobre nociones de cultura folelérica, sino que también para insertarlas en el incesante flujo de cambios de las sociedades, que ara algunos agoreros estarfa asfixiando cada ver mas la vida folelérica, amenazéndola de muerte 2 mediano oa corto plazo, {Cul es la cultura del folclore y de qué modo funciona culturalmente el folclore? ‘Son dos interrogaciones acuciantes y permanentes, que atafien a la pertenencia de la disciplina del Folelore al campo de las Ciencias Sociales. De af que una vez mas reiteraré que los estudios del folclore no pueden limitarse, como todavia ocurre con prodigalidad, a construir catastros o registros descriptivos de las cosas, por muy titiles que ellos sean, ya que asi no se llegar nunca a penetrar cienti- ficamente en ellas para explicarlas y sistematizarlas en su universo al cual pervenecen, como hace ya sesenta afios lo hiciera Malinowski en su esquema de institueiones, que se encuentran en su innovador libro Una teoria cientifica de la cultura, (Malinowski, 1948:77-80) 52 La que podria llamarse materia prima de Ia cultura se manifiesta en diferentes ver- siones 0 instancias 0 direcciones. Una de ellas ¢s la que continuaré llamando genérica, dirfase la cultura de la rutina, la conocida y practicada basicamente por todos los miem- bros de una sociedad, como es el caso del uso de la lengua, que la educaciGn formal traca de estabilizar mediante normas. Pero en esta instancia de la cultura, paradéjicamente, surgen expresiones que son formalmente privativas de pequefios nticleos, hasta famili- ares 0 individuales, como las de estirpes de abolengos 0 de devociones religiosas. Por causas principalmente afectivas 0 de interés econdmico, en la érbita multidi- mensional de la existencia humana algunos comportamientos culturales, con sus mismas formas 0 con otras, logran una aceptacin impulsada por una amplia propagacidn. Se popularizan, se colectivizan, y, en consecuencia, consiguen un grado de apropiacion social masiva de los bienes que conllevan. Cuando en el cauce de la cultura se producen cicrtas condiciones de peculiarizacion de conductas de nivel popular, cuyos cultores, de cualquier sector de una sociedad, se apropian paulatinamente de ellas en un proceso de reelaboracién, aparece una tercera instancia cultural, la folel6rica, que, bien vale insistir, no difiere sustantivamente de las dos anteriores, pero sf, en cierta medida, en el grado de intensidad de los tres planos que pasaré a describir brevemente, en todos los cuales este grado es de mayor potencia que en el de las otras dos versiones culturales, por lo que puede afirmarse que en este parang6n predomina lo que Hamaré una situacionalidad. EI primero de estos planos concierne a la cohesién social, a la pertenencia recfproca de una tradicién propia, a la identidad representativa, que confluyen en una poderosa accién comunitatia. El segundo es el que muestra la capacidad de transformacién social, al pasar todos 0 algunos miembros de un grupo, de la mayor heterogeneidad posible, cn lo socioeconémico, y/o ideolégico, y/o educacional formal, y/o etario, ylo terricorial, 2 la mayor homogeneidad posible, por encima de esas diferencias, reforzindose asi i6n comunitaria, dirfase, alcanzéndose de esta manera una comunidad por excelencia. El tercero corresponde a Ia denominada antropoldgicamente especificidad local, en cuanto a la marcada singularidad de un sistema social, alo que éste pose de dis xintivo y propio comunicariamente, mds all4 de lo genérico y popularizado de su cultura. El grado de mayor intensidad en los tres planos descritos, vale decir, el de la cultura folclética, se comprueba mediante la aplicacién del método etnogrifico de contrastes, que permite meditlo, finalizada la etapa de observacién empirica y de formulacién de hipotesis sobre este hecho, en la relacidn de esta instancia de la cultura con las otras dos; en una cuidadosa relaci6n comparativa que logre evaluar la intensidad de dicho grado en comportamientos y st uso de bienes cuturales en un mismo sistema étnico-social, La instancia de la cultura folel6rica ha sido denominada también por el autor de esta comunicacién como “cultura de la simetrfa, la que mejor conjuga los polos hombre- forma de vida, porque es la més intensa y simplemente de él, gracias a una igualdad co- munitaria, a una suerte de interpenetracién de completo y depurado equilibrio del hom- bre en su condicién comunitaria y de su cultura identificadora.” (Dannemann, 1983:35) No se podria eludir la pregunta de si la cultura popular provendria linealmente de la genérica no popular, y, a su vez, la folelérica de la popular, o si la folclérica también se desprenderia directamente de la genérica en algunos casos. La respuesta atinente, 2 mi parecer, no absoluca ni conclusiva, mueve a pensar en procesos de metamorfosis culturales y sociales. Lo popular como tal no brota esponténea, sorpresivamente; sin Ja condi 53 duda de que su expansién y su aprobacién requieren de un trinsito de mayor o menor soltura y tiempo, hasta que la popularizaciGn sea contagiosa, ostensible, comprobable, ‘como con la prictica de la popularfsima cancién New York, compuesta cl afio 1977 por Prep Ena y Jon Kanper, cuyo maximo intérprete ha sido FRANK SINATRA, que atin se escucha, aferrada a su condicién de popular, sin haberse follorizado. Lo popular da un incentivador impulso a Ia folelorizacién, abriéndole el camino de una sensibilidad colectiva para cl trinsito a la scleccién y re-creacién de conductas que culminan en la calidad de comunicarias, cuya existencia temporal puede set mayor ‘© menor que sus antecesoras populares, pero que mientras estin vigentes sobresalen Por su alta efectividad de pertenenecia recfproca, de homogeneidad animica y de es- pecificidad, respecto de la situacién de la instancia de la cultura folclériea en los tres planos sefialados. La tricotomfa de versiones de la cultura conduce a inferir que la popular es mucho més abundante de lo que acostumbradamente se piensa, y que su delimitacién con la ‘no popular, sea la Hamada genérica o la folclérica, suele ser dificultosa, :Hay algo mis Popular que comer pan en cl érea de la alimentaciGn de muchisimos pafses? sCual serfa su popularizacién por excelencia? Interrogante que podrfa extenderse a Ia arcesanfa popular, a la creencia popula, a la miisica popula. En Ia cultura genérica, como ya se indicara, hay expresiones que no se populari- van ni se folelorizan, ni en su forma, ni en su contenido, ni cn su significado, ni en su funci6n; en ninguno de sus elementos, como ocurre con una bebida rituc! privativa de una cofradia religiosa, Owras, nacidas de grandes creadores, como la escultura del Moisés, de Miguel Angel (1475-1564) 0 la V Sinfonia de Beethoven (1770-1827), se han popularizado en su contenido y en su significacién, y otras han merecido una indesmentible folelorizacién, como partes de los chéros de ViLts-Lowos (1887-1957), quien proféticamente afirmara: “Yo soy el folelore. Mis melodias son tan auténticas como aquellas que surgen del alma de mi gente.” (Orrego, 1965: 25) Examinemos un ejemplo que abarca la trfada de las direeciones de la cultura: el de beber vino, que se observa tanto en la cultura genérica no popular, come en la pro- iamente popular. En la primera, en un rango extremo, en el consumo del elaborado tinicamente con destino a un excéntrico y refinadisimo gourmet, cuyo nombre esta impreso en las botellas de ese vino, quien solo lo comparte con contadas personas en especiales ocasiones. ¥ en la cultura popula, en la ingesta masiva de una clase de vino de amplia difusién, acepcada profusamente durante un periodo mas © menes extenso. Pudiéndose ilustrar este habito cn la cultura predominantemente foleldrica segiin los parémetros propuestos, con beber en un acto de ritualizacién comunitaria estricta, un vino de pertenencia reefproca y de profunda especificidad local identificadota,re-creado animica-emocionalmente cada vez que se lo bebe en el momento predeterminado; ‘como acontece con la ofrenda de vino —cualquier vino, no siempre el mismo, que de ¢¢sa manera llega a ser folclorizado— en homenaje y muestra de fe a la Packamama, la Madre Tierra de la cultura andina, cn un lugar de Argentina, o de Bolivia, o de Chile, ode Perd. El denominado folclore cs poco folclore y mucho cultura, Lo que exige esforzarse Por saber cémo ese poco constituye la cultura folcl6rica, la cual, al ser una parte del devenir cultural, estaré en accidn hasta que él exista; en citcunstancias de quela especie humana ha mostrado desde siempre, en vireud de su naturaleza, la satisfaccién de sus 54 necesidades espirituales y materiales a través de las vias de las tres instancias que se han, considerado en esta comunicacién, por lo que cabe suponer que las coaservard, aunque con inimaginables cambios para nuestra actual capacidad de vaticinio, en la 6rbita del agotable proceso de diversidad-unidad, a despecho de las voces que proclaman la globalizacién y la avallasadora modernizacién (Dannemann, 2002: 7-15) Creo que el esbozo tripartito de clases de cultura que aquf se han sintetizado, podria ser de provecho no solo para un acercamiento a la conceptualizacién de la folclérica, ino que para ayudar a ordenar Ia articulacién de todas elas; porque, resulta oportuno reiterarlo; discutir acerca de la nocién de cultura folclérica es un ejercicio Gril para plantear sombras y luces del significado de la cultura en general. El retruécano con que se tituls el mencionado articulo, del cual se desprendiera 1a parce aqu{ reproducida, esto es, “La cultura del folclore. El folclore como cultura”, pone cl acento en la necesidad de entender la cultura folelérica en el mundo de la vida cultural, lo que se ha pretendido efectuar esta vez mediante un procecimiento descrip- tivo, pero que reclama un andlisis, que vaya mucho mAs al fondo de este problema. Segiin lo planteado, se reafirma en este trabajo la relevancia instrumental de la discusién sobre el concepto de cultura folclérica, para tratar la nocién de cultura genérica, y, por lo tanto, de cultura popular, en circunstancias de que, por una parte, ha aumentado la presién de negarle a la primera y a su disciplina uaa autonomia en el mundo del saber cientifico; por otra, ha bajado la fuerza epistemol6gica critica para determinar la existencia y la funcién de la cultura, a la luz de la Filosofia, de la Teoria del Conocimiento y de las cicncias particulares, en el proceso de cambios ficticos y cognitivos de la humanidad, y en tercer lugar, la antropologia social, que debiese ser una ciencia rectora y orientadora de la comprensién de la condueta humana, ha permitido, negindose 2 sus compromisos de aplicacién didéctica, que la nociGn de cultura sea cada vez més tergiversada, més estrangulads, por la sociedad de hoy, en fa que impera predominantemente una perspectiva de cultura en cuanto a espectivulos masificado, con un avance pernicioso de la dualidad hombre-cultura, en deteroro de la indes- mentible unidad hombre-cultura, inherente a la naturaleza humana misma, sitvacién que aparece poderosamente ejemplificada en los medios de prensa, como sucediera con el vergonzoso titular de una informacién aparecida en el Diario Siete, afio 2, del 20 de marzo, 2006, N° 422:1 y 14: “Garantizarn acceso a la cultura alos mas pobres”, sin duda, un agravio a los més pobres, y que accnnia la idea de lo culcural como algo ajeno, externo, a la vida cotidiana, especialmente en el caso de las personas de precario nivel socio-econ6mico, en circunstancias de que son actores culturales con la misma validez y 2 menudo con mayor intensidad cultural local, que quienes poseen holgadas condiciones de existencia. Se ha pretendido buscar un cruce de distintas clases de cultura con el propésito de particularizar la denominada folclérica, lo que tal vez, sea siempre provechoso para entender nociones de la cultura genérica. 55 BIBLIOGRAF{A, Annauiaas, Rocer D. “Introductory remarks to a shetorical theory of folklore” Journal of American Folklore (Texas), vol. 81, N° 320, 1968, pp.143-158. Coocrana, Gitiserre, Storia del foltlore in Europa (2a. edicion), ‘Torino, E.S. 1954 DaneMans, Mavvet. “Teoria folklética. Plantcamientos eritices y proposiciones biisicas”, en Thorias del Folbloreen América Latina, Caracas, Biblioteca tstoes N” 1, 1975, pp.13-43. DANNEMANN, Manet. La discplina del foldfore en Chile, separata de Archives del Foldlore Ghileno (Stgo.), fasciculo N’ 10, 1976, pp.23-74 DaNNeMANN, Manvet. “La cultura de la simerria, El viejo Thoms y el nuevo folklore”, Aistesis (Stgo.), N° 15, 1983, pp.29-36. 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