Por tanto, los principios que rigen sus relaciones deben necesariamente
reconocer la distincin entre lo que es del csar y lo que es de Dios; es decir,
entre el Estado (lo civil) y la Iglesia (la religin), y establecer que la
autonoma de cada uno se hace necesaria para el cumplimientos de su
respectiva funcin.
Sobre este tema, el papa Juan Pablo II haba advertido que identificar la ley
religiosa con aquella civil puede efectivamente sofocar la libertad religiosa y
hasta limitar o negar otros derechos humanos inalienables.
Con estas consideraciones como premisa, se puede sostener que las relaciones
entre el poder civil y el espiritual deben darse con independencia de cada uno,
en el marco de un Estado laico, en el que se reconozca la autonoma de lo
poltico y civil respecto de lo religioso y espiritual, en el que se respete a
quienes profesan cualquier religin y a los que no profesan ninguna.
MS INFORMACIN
'Silence'
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