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Partnoy, Alicia ‘a escuelita : relatos testimoniales - 1a ed. - Buenos Aires: La Bohemia, 2006 128 p. ; 20x14 cm, (Caribe Sur dirigida por Ricardo Rojas Ayrala) ISBN 987-1019-31-9 1. Narrativa Argentina, 1. Titulo DD A863 Iustraciones de Raquel Partnoy Disefio tapa e interior: d.rsm. Correccién: Eleonora Carrazco IMPRESO EN ARGENTINA Queda hecho el depésito que marca la Ley’ 11723 © Alicia Partnoy © Ed. La Bohemia 1S.B.N.987-1019-31-9 sww.editoriallabohemia.com nfo@edioriallabohem com Alicia Partnoy LA ESCUELITA Relatos testimoniales & Eaiogt Ta Bohemia En memoria de mi hermano Daniel, para quien la vida llegé a ser tan absurda que resolvié ponerle fin. Alicia Partnoy Introduccién 22thas Je cuatro afios y medio deg en el luto dejado por agg desaparecidos o asesinados en manos lorar por aquellos miembros de mig familia muertos durante mi odise: Enel verano de 1984, desp) exilio, volvi a mi patria envuelta pérdida de mis ami de los militares, vol le siete afios de circel yqy osttacismo y a suftic ante el especticulo de un pafs arruinadcgy por afios de dictadura ? Casi treinta mil argentinos “desaparecieron” entre 19/6 y\ 1979, los afios mis duros del régimen militar. Los golpes militares no son episodios extraitos en la historia del pais. Di a Juan Perén, Una sucesién de regimenes militares se hecho, nacf en 1955, el ato del golpe que derroc Doming, ternd entonces con breves periodos de gobiernos civiles. Re-@ cién al cumplir yo diecisiete afios, se les permitid a los peronistas participar legalmente en la vida politica de Argen@y elecciones Como podring 6 | tina. El partido peronista set parte activa de este mov adolescente que nog habia escuchado nunca de sus maestros ni de los censuradosg medios de comunicacién nada positive sobre el peronismo Mi “conversién”, como la de miles de jvenes que no prove njan de f peronistas, fue un proceso gradual. Crect amando a mi pais y a su gente y odiando la injusticia, No me quedaron muchas dudas cuando supe que el peronismo le rlos en@ ‘1 mejorado las condiciones de vida dW acaciones pa habia otorgado poder a los trabajadores al orga sindicatos fuertes, hal la gente a tra és de salatios justos, jubila a Fscwelita Relatos testimoniales as_y un buen sistema de salud. También se habla garantiza- Rio a la mujer el derecho al voro. Asi me enteré de la labor de Evita, quien fue la real artifice de muchos de estos logros M prendi que bajo las banderas de la independencia econémi- a, la soberania politica y la justicia social habfa lugar para Jodas las ideologias. Sin embargo, como la mayoria de la ntonces nueva generacién, pensaba que el movimiento lle- aba en si las semillas de un cambio hacia el socialismo. En la Universidad Nacional del Sur, de Bahia Blanc ‘a, mi iudad natal, comencé a participar en politica. Nuestro obje- ivo principal era transformar la concepcidn arrodaxa de la snisma, en donde la realidad nacional nunca fue una temética AY tener en cuenta, funcionando como una isla de académicos. Como estudiante, trabajé junto a otros para crear programas le estudios que se ajustaran a las necesidades del pueblo ar- versicaria Peronista, Una de mis mejores amigas, 1a Vasca” Zuilma Iaurieta estudiaba Letras y trabajaba como Ifabetizadora en una de las villas de emergencia de la ciudad. eros, eran cristianos que militaban en el movimiento de la eologta de la Liberacién. Los nombres de la mayorfa se encuentran en las listas de s desaparecidos de La Escuelita. En 1974 murié Perdn y su tercera esposa, la vicepresidenta Isabel”, quedé a cargo del pais. A diferencia de Fvira, Isabel 10 representaba los intereses de los trabajadores. Mds atin, ntrcg6 el control del aparato represivo a los militares, La Kuventud del movimiento fue atacada por considerdrsela una Bmenaza.a la seguridad del pats. Los grupos paramilitares apo- Alicia Partnoy yados por la policia, secuestraban y asesinaban a los milican tes paliticos. Al mismo tiempo, los Montoneros, un movi- miento guerrillero urbano comenz6 a atacar a miembros de las Fuerzas Armadas y a altos empresarios que no cumplfan con las demandas de los trabajadores. El Ejérciro Revolucio- nario del Pueblo (ERP), movimiento guerrillero que le se a.en los mismos bla guiaen tamafi, inicié tambign su ofensiv Finalmente, en marzo de 1976 los militares junto a la oli- garqufa nacional y con el respaldo de las corporaciones mul- tinacionales, lanzaron el Golpe. La nueva junta militar cen- suré.a los medias de comunieacidn y anuld la Canstirncién ncos, Sentia que ésta era la tinica forma de controlar no sélo a los jévenes sino a los trabajadores cuyas demandas salariales y continuas huelgas se habfan vuelto incontrolables. Asistir a la universidad se convirtié en un riesgo. Tenia que presentarme ante dos soldados que se habfan instalado con sus ametralladoras a la entrada del edificio. Un oficial nos solicitaba los documentos, comparaba nuestros nombres con los de una lista de militantes "buscados” y revisaba las pertenencias que llevabamos. Yo no sabia cudndo mi nombre iba a aparecer en la lista, Dejé de ir a clase. Sin embargo, el Golpe actué sobre la bronca como un detonador y decidi participar mds activamente. Esta decisién implicaba arriesgar lavida, Ruth, tenia nueve meses. La resp) remores fue la ta a mis propios necesidad de trabajar por una sociedad mejor para el furuta de mi hija. Lo hice durante casi un aio. Clandestinamente, copiaba y distribufa informacién so- bre la situacién econdmica, las huelgas de los trabajadores y la represién. Me enteré del mecanismo de la “desaparicién” que La Escuelita, Relatos testimoniales involucraba secuestro, tortura y detencién clandestina, a quie- nes los militares negaban tener en su poder. No sabfa ento ces que en breve me convertiria en una persona desaparecida E] 12 de enero de 1977, al mediodia, fui detenida por personal del Ejézcito en mi domicilio, Canada 240, deparca mento 2, Bahia Blanca, Minutos después, el mismo personal militar detuvo a mi esposo en su lugar de trabajo. Me llevaron al Comando del V Cuerpo de Ejército y de allia un campo clandestino de detencidn, al que los militares irénicamente denominaban La Escuelita. No sabiamos qué habian hecho con nuestra hija, Ruth. Desde aquel momento y durante los cinco meses subsi- guicntes mi esposo y yo nos convertimos en dos nombres mas en la interminable lista de personas desaparecidas, La Escuclita era una vieja casa ubicada tras el Comando del V Cuerpo de Ejército, a quince cuadras del hotel “Ti y Yo" sobre el camino de cintura de la Cartindanga. La casa se encontraba cerca de las vias del ferrocatril y podfamos escu- char el ruido de los trenes, de los disparos de prdctica del V Cuerpo y el mugido de las vacas Cuando bajé del jeep del Ejército, esposada y con los ojos vendados, pude ver por debajo de la venda floja, a echar la cabe- 2a hacia atrds, sobre la fachada de la casa, as letras AAA (Alianza Anticomunista Argentina), es decis, el nombre del grupo parapolicial con el cual los militares negaban cener vinculos En La Escuelita habia dos habitaciones donde unos quin- ce ptisioneros permanecfamos acostados y con las manos ata das. Los pisos eran de madera y las paredes amarillentas con altas ventanas de oscuros postigos verdes y rejas de hierro de estilo colonial. Entre ambas habitaciones habfa un hall con 10 Alicia Partnoy piso de baldosas donde se instalaba un guardia para controlay que no nos movigramos ni habléramos. El hall daba a um pasillo donde estaba la habitacién de los guardias, una cocina yun bafo. Habja luego una puerta que daba a un patio alls encontraban la sala de tortura, la letrina y el aljibe. Tambié habia una casilla rodante donde los guardias dormfan y m4 illas mds para los “desaparecidos”. tarde agregaron dos & Cuando llovia el agua se filtraba por las goteras y nos em: Ja mugrienta papaba. Cuando helaba sélo tenfamos una fr pero cuando el calor era insoportable nos obligaban a tapar nos hasta la cabeza. Se nos forzaba a permanecer en silenci acostados, a menudo inméviles 0 boca abajo por espacio deg varias horas, con los ojos vendados y las muiiecas atadas. El almuerzo era la una y la cena a las siete de la tarde, poy lo que pastbamos dicciocho horas sin comet. Yo bajé dietgy kilos, Hlegando a pesar cuarenta y cinco kilos (mido 1,64). 8 la comida escasa, falta de azticares y frutas, se sumaba el he§ cho de que la situacidn de estrés traumitico continuo hacid que nuestro organismo consumiera mayor cantidad de calo@* sia. Comfamos con los ojos vendados, sentados en la cama con el plato en la falda, apoyado sobre la almohada. Cuand@ habia sopa o guisos Ifquidos, los golpes eran permanenteqy porque los guardias pretendian que mantuviéramos el placgy derecho, Cuando tenfamos sed podiamos pedir agua durantagy ¢ ban con golpes de cachiporra de goma, puftetazos o quiténg, donos el colchén. El clima de violencia era permanente, no; amenazaban todo el tiempo gatillando sus armas en nuestrjgy cabeza 0 boca. EI 25 de abril, tres meses y medio después del secuestro horas obteniendo la misma respuesta. Por hablar nos cas n La Escuelita, Refatostestimoniales los guardias me dijeron: “te vamos a llevar a ver cémo crecen los rabanitos”, un eufemismo que implicaba la muerte, En cambio, me transfirieron de La Escuelita a otro lugar donde permaneci en calidad de desaparecida, cincuenta y dos dfas Wms. Las condiciones de vida eran mejores, sin venda, sin olpes, con una alimentacién mis adecuada, una celda lim- pia y duchas diatias. El aislamiento era total y el riesgo de set sesinada, el mismo, En junio de 1977 se le informé a mi familia sobre mi paradero, “Reaparect” pero continué como presa politica dos gitios y medio més, Pude ver a mi hija y supe que mi exposo habia sobrevivido también. Nunca supe por qué los militares no me mataron, Mis adres, que golpearon todas las puertas en mi biisqueda, tal ver hayan golpeado la puerta correcta. Sin embargo, es sabi- Aio que algunos de los personajes mas influyentes del pais no pudieron rescatar a sus propios hijos. El grado de participa- tién tampoco fue el causante de mi suerte. Hubo personas ‘on menos compromiso politico que no sobrevivieron. Era- mos rehenes y como tales se disponfa de nuestras vidas de icuerdo con las necesidades de nuestros captores. Esta era la g)gica con que funcionaba el Terrorismo de Estado. ‘Mientras estuve detenida no hubo ninguna acusacién for- anal en mi contra. Como la mayoria de los siete mil presos 3G liticos permanecf presa por tiempo indefinido, considera- f!4 como una amenaza ala seguridad nacional. Se estima que unas treinta mil personas “desaparecicron” en centros de de- fencién como La Escuelita. Entre ellos se encuentran alrededor de cuatrocientos ni- (0s secuestrados con sus padres , como el bebé de Graciela, 2 Alicia Partnoy nacidos en cautiverio. Hasta hoy, se desconoce el paradero de la mayorfa de estas criaturas. Los grupos de Derechos Humanos lanzaron una campafia internacional de denuncia contra la represin en Argentina, Uno de estos organismos, la Asociacién Madres de Plaza de as Mayo, se convirtié también en blanco de amenazas y var de sus integrantes fueron secuestradas. La presién interna e internacional forz6 a la junta a liberar a un numero de presos politicos. En 1979, después que la Organizacién de Estados Americanos (EA) enviara una mi- sign de investigacién a la Argentina, me liberaron bajo la con- dicién de que abandonara el pais. La politica de defensa de Derechos Humanos del presidente Carter también fie crucial en este proceso. Se nos otorgaron visas y el estatus de refugia- dos en los EE.UU., por ende, la junta recibié el mensaje de que este pais queria la iberacién de los detenidos. Cerca de la navidad de 1979 me Ilevaron de la cércel al acropuerto, donde pude reunirme con mi hija. Algunas ho- ras después partiria hacia los EE.UU. Mi esposo estaba alli desde hacia dos meses Al poco tiempo de mi llegada, comencé a trabajar por la libertad de los presos y desaparecidos que habfan quedado en Argentina. Supe que el uso de la desaparicién es un método sistematico de represién en toda América Latina. Como so- breviviente, senti que era mi deber ayudar y dar testimonio de lo ocurrido. ‘A mediados de 1983 se produjo el colapso de la dictadu- ra, La junta no pudo soportar el impactorde las huelgas, las manifestaciones, la presién internacional, la economfa cadti- ca, las luchas internas entre los militares después de la derrota La Excuelita,Relatos testimoniales de Malvinas. En diciembre un presidente elegido democrat camente comenzé su mandato, Cuando regresé a la Argentina, en el verano de 1984, se habfan iniciado juicios contra aquellos que formaron parte de la represién. Cientos de cadaveres no identificados, la ma- yorfa con sefiales de tortura, eran exhumados. La Escuelita habia sido demolida pero el sitio fue reconocido a través de la informacién provista por varios sobrevivientes entre los que me incluyo. Testifiqué por escrito ante el jucz asignado temporariamente al caso de La Escuelita, También lo hice ante la CONADEP. A pesar de las abrumadoras evidencias, un afio después, sélo dos jefes militares, el general Jorge Ra- fael Videla y el almirante Emilio Massera recibieron conde- nas perpetuas por su rol en la desaparicidn de treinta mil pet- sonas. Unicamente tres militares mas fueron castigados y cua- tro fueron librados de toda culpa y cargo: El resto de los criminales hoy disfruta de la libertad. Hubo un juicio importante contra los generales genocidas que gobernaron el pais, los hombres responsables de estos asesinatos masivos, sin embargo, hasta que no se haga justicia con los casos como el de La Escuelita no estaremos protegidos contra la repeticién de estos crimenes de lesa humanidad. El verano pasado conoci a Adrianita, la hija de Graciela y Raul. Cuando sus abuelos acudian a los despachos de las au- toridades para solicitar informacién sobre sus hijos, esta nena, que entonces tenfa cuatro afios, golpeaba furiosamente sobre los escritorios exigiendo:" Sefior, devuélvame mis papas y mi hermanito!". Adrianita me llama “tia”. 4 Alicia Portnoy. ‘También volvi a ver a la madre de “la Vasca” y Graciela Tnurieta, quien me dijo: “A pesar de que no tengo a mis hijas, te tengo a vos”. Las voces de los compafieros de La Escuelita resuenan con @ fuerza en mi memoria. Publico estos relatos para que esas voces no sean silenciadas. ‘ Le pedi a mi madre, que es artista, que ilustrara este li- ¢ bro; su suftimiento durante los afios de la represisn le brin~ dé una herramienta mas para dibujar, con su trazo enérgico, esta brutal realidad. ( Hoy, al compartir con ustedes esta experiencia, rindo tri- buto a una generacién de argentinos perdida en el intento de | lograr justicia y cambio social. También rindo tributo a las | victimas de la represién en América Latina. ‘ Conocf slo una Escuelita, sin embargo, en nuestro con- tinente hay muchas “escuelas" cuyos maestros se especializan en ensefiar a perder La memoria y la conviccién ideolégica a fuerza de tortura y humillaciones Les pido que se mantengan alerta: en esas Escuelitas, los limites entre la historia y las historias son tan tenues que ni yo misma los puedo detectar. Alicia Partnoy (Prefacio de la edicién en inglés, publicada en Estados Unidos en 1986 y en Inglaterra en 1987). 1s POGCSCSC SCS SS GHG SCS SKS SGC HSVCOTCHOVSSESHESVEHVS Alicia Partnoy _ Se habla asimismo de personas ‘desaparecidas’ que se encontrarfan detenidas por el gobierno argentino en los ig- notos lugares del pais. Todo esto no ¢s sino una falsedad uti lizada con fines politicos, ya que en la Reptiblica no existen lugares secretos de detencién, ni hay en los establecimientos carcelarios personas detenidas clandestinamente.” Fragmento del Documento Final de la Junta Militar sobre la Guerra contra la Subversibn yel Terrorismo, Abril de 1983. 7 Alicia Parinoy Habia una vez una Escuelita... va de muerte y destruccidn. Yo conoet una pero hay mu- chas plantadas “en los ignotos lugares” de nuestro continen- te, En esas Escuclitas los “maestros” ensefian a fuerza de tor- cura y humillaciones a perder la memoria de uno mismo ya gue restemos la voluntad de lucha por cambiar la ecuacién de la injusticia. En las Escuelitas estin los desaparecidos, a quienes se se- cuestra de la vida, Una mafiana, una tarde o una noche cual- qutiera los amordazan y les vendan los ojos. Después, tratan de convencer al resto de que no existen, de que jamas pudie~ ron haber existido... Tratan de convencer ala vietima de que tampoco existe, de que ha desaparecido del mundo, de las gutas telefénicas, de su puesto en la historia, del pulso de sus seres queridos... Pero fui mala alumna. Por eso es que hoy les abro la puerta. Olvidabamos los nombres, los rostros y las calles, las ea- sas, los encuentros... pero siempre recordébamos alimentar la raiz de nuestro such... © casi siempre. A veces ese suefio se quebraba un instante, un minuto, unas dos horas, un dia entero, tal vez una semana. Después, la voz amiga construla de los cristales rotos una ventana desde donde podia presentirse a nuestra gente sigitienda la batalla cotidiana. Y entonces era volver a levantarse... convivir con la muerte y la locura. Obligados a permanecer tirados en colchones 0 en el piso, sin hablar, sin ver, manos atadas, estémago vacio, soportan- 19 SVee wwe vs veweve wwe oewuevwve weve do golpes, insultos y la incertidumbre de la bala final, aprendi mos de los milicos, en esos meses de Escuclita, que el odio que nos tienen es més grande que el que siente el pueblo por ellos. ‘Tratemos de aflojarnos la venda que nos han puesto sobre los ojos, espiemos por el resquicio cémo transcurre la vida en La Escuelira. Por la sangre de los que conocieron las aulas del terror antes de que los fusilaran, por el dolor de los que estin en este momento soportande las diversas clases de la famia, sumémonos a la fuerza para botrar de la faz del con- tinente todas las Escuelitas, para que los crimenes no queden impunes, y entonces, los pueblos castigados puedan alzarse en maremotos, ocupar lo que es suyo y ser felices 20 Alicia Partnoy Chancletas con una sola flor Ese mediodfa andaba con las sandalias del “Negro”. Hacfa calor y no tenfa ganas de revolver el ropero para buscar las suyas. Habfa bastante que hacer en la casa, Cuando golpea- ron la puerta tecorrié chancleteando los treinta metros de pasillo, Pensé por un segundo que tal vez no debiera abrir: golpeaban muy alo bruto... pero era mediodia. Siempre los habfa esperado de noche. Era lindo andar con el batén de centrecasa y las sandalias del “Negro” después de haber dormi- do tantas noches con los zapatos puestos, esperandolos. Perdié la primera en la mitad del pasillo, antes de llegat donde estaba la nena, que venta siguiéndola rumbo ala puer- ta. Perdié la segunda al salear el paredén del fondo, Para en- conces, los gritos y patadas en la puerta eran brutales. Ruth habfa roto en llanto, De cudillas entre las plantas, escuché el tiro. Miré hacia artiba y vio soldados en todos los techos. Corrié hacia la calle por entre los pastos altos como ella. Los pies le respondian. De pronto el sol la desnud6, le aprisioné elaliento, Cuando los milicos la tomaron de los brazos para hacerla caminar hasta el camién, miré un instante sus pies descalzos sobre el polvo seco de la calle, después alzé la vista el cielo era tan azul que dolia. Los vecinos oyeron sus gritos de denuncia. EL piso del camién estaba fresco, pero las baldosas del edi- ficio del Comando de Ejército estaban més fres min mil veces de punta a punta la habitacién, hasta que esa s atin. Ca- tarde la vinieron a buscar. Por un resquicio de la venda vefa ai lak cuelita. Relatos testimoniales sus pies sobre las baldositas blancas y negras, la escalera, el pasillo. Después fue el viaje a La Escuelita. En la cocina del campo de concentracién tomaron regis- tro de sus pertenencias: — Para qué si me van a robar todo?— les pregunté. —Una alianza de casamiento, un reloj marca..., vestido co lor... corpifio, no tiene, bombacha color... zapatos no tiene. {No tiene? No importa. {Total para lo que va a caminar! —. Carcajadas, Ella no prestaba mucha atencién a lo que decfan. st, de deducir cusntos eran. Cuando pensaba que i taba, aa.empe zar el interrogatorio, la llevaron a una pieza, pasando un pa- sillo de baldosas... piso de madera vieja. La venda seguia flo- ja. Cuando Hlegé al camastro que le correspondia, descubrié una frazada harapienta, se cubrié los pies y ya no se sintid tan desvalida, La noche fue una pesadilla en vel A la mafiana siguiente alguien le tocé el hombro y la hizo levantarse. Durante la noche le habfan ajustado la venda de los ojos: el resquicio era mds pequefio pero suficiente para ver el suelo de la antesala... sangre en el piso, junto a la man- cha celeste. La hicieron pasar sobre las gotas de sangre. Traté de no esquiivarlas para que no se dieran cuenta de que podia ver, Micntras abrfan la reja del pasillo pensé un minuto en la mancha celeste, Hubiera jurado que ese color le era muy fa- miliar... era igual al celeste de los pantalones del “Negro”... era idéntico al celeste de los pantalones del “Negro”. Fra él, tirado en el piso de la antesala, lastimado. El corazén se le encogié un poco mds, hasta tomar la consistencia de la pie~ dra. “Tenemos que ser duros”, pensé “si no, nos hacen mier- da’. A pesar de eso el miedo le abrié un enorme hueco en el 22 Alicia Partnoy estémago, cuando bajé el escalén de la sala de “maquina” vio un pedazo de la cama metilica de esas que se usan para la tortura. El piso era de cemento. No recuerda qué dia fue exactamente. Para ese entonces ya conocfa algo del movimiento de La Escuclita. Ya sabia, por ejemplo, que después de comer, si los dejaban estar sen- tados unos minutos en el borde de la cama, pod{a susurrarle algo a “la Vasquita’, que estaba en la cucheta de al lado, sin que las pescaran. Eligié las palabras: —Vascal— llamé. —5i —Me dieron unas chancletas con una sola flor. —jAl fin! —zMe entendiste bien? Una sola flor, dos chancletas y una sola flor. “La Vasca” estiré mucho el cuello y levanté la cara para espiar por debajo de la venda. Primero sonrié y luego se echd areft con una risa nerviosa y a duras penas contenida. Ella ya no sabfa eémo hacer para no estallar en carcajadas. Si ganchaban rigndose les iba a costar mucho explicar qué era lo que les causaba tanta gracia. Entonces, con o sin explicacio- nes, vendrfan los golpes. La flor, una inmensa margarita de plistico, las miraba desde allé abajo, La otra chancleta, huér- fana de flor, era més como ellas. Peto esa flor, entre la mugre yel miedo, los gritos y la tortura, esa flor tan de plistico, tan en- 2B LELHHLTLHKLHHKLHHKTHLALALALLILKIALEEE PYEVBOOCOHG SOSGOGCOSGSSHSCS GSS GOSH GVSUSSVeyeyes La Escuelita, Relatos testimoniales de mentira, tan ridfcula... Esa margarita de utilerfa era casi obscena, absurda, una burla... Chancleted la margarita du- ranre mas de cien dias de la letrina a Ja cama, de la cama ala ducha. Muchas veces buscé la margarita a tientas bajo la cucheta, entre los golpes y gritos de los guardias. El dfa en que la trasladaron a la cércel, a alguien se le ocurrié que de- ba llevar zapatos “mds decentes”. Le consiguieron unas al- pargatas como tres niimeros mds grandes. Las chancletas con tuna sola flor quedaron en La Escuelita, desaparecidas, Alicia Partnoy Letrina —Descubrf la férmula contra el estrefiimiento— le dije a Maria Blenita una mafiana después de espiar por debajo de la venday ver que “el Loro” estaba en la otra pieza. {Se —Te imaginds que la cara del “Chiche” est4 en la letrina y es un placer cagar. AN da resultado?— pregunt6 incrédula. Claro, te reventis haciendo furerza pero vale la pena. ‘Todos nos la rebuscamos para verle la cara al “Chich el jefe de turno a quien le dan ataques de demagogia y viene cada dos por tres a conversar con “sus” presos y preguntar cémo nos tratan. Todos, por otra parte, sufrimos de estrefii- miento, consecuencia de pasar meses inméviles en las cuchetas y de no tener un minuto de tranquilidad para hacer nuestras necesidades. Al principio usdbamos el baiio de ellos, adentro. Enton- ces, a veces hasta nos daban permiso para lavarnos las manos. Después empezaton los viajes a la letrina. Ahora nos llevan dos veces por dia y, cuando el guardia se siente benévolo, hasta tres veces, —jSentarse y ponerse los zapatos!— ruge “el Peine”. Los que tenemos buscamos sin ver a los manorazos bajo la cama, —jMis rapido! ;Més rfpido!—. ¥ la macana de goma suena sobre alguno. Nos agarra de la venda que ata nuestras manos y nos ubica de a dos frente a la reja. Abre el candado y otro guardia nos va sacando por el pasillo. Frente a la puerta de 28 La Escuelita, Relatostestimoniates afuera esperamos que traigan al compafiero anterior. El tercer guardia nos lleva entonces hasta la letrina, —Mas adelaiite, hacia la derecha... abei las patas... Camind para atrés, Alto... jApuratel —Seiior... papel por favor... Estiro la mano esperando un pedazo de diario. Me da una cartulina: papel de lija, Después me entero de que a los mu- chachos les dan casi siempre lija para limpiarse. Me agacho en la lecrinay veo por la hendija de la venda las zapatillas del «Paton, que se queda ahi mismo, Veo también mi vestido bordé floreado con el que trato de cubrirme y, sobre la tabla sucia de orina y excrementos, mi chancleta con su flor de plistico. Sopla un viento suave que, de no estar con la nariz en la letrina, aspirarfa profundamente, Cantan los pajaros y se oye pasarel tren. —jApurate! Me vuelve atar las manos y de nuevo puerta... pasillo... rea... —Acostate. Mis tripas estin contentas. El otro dia «el Loro» y «el Bruja» inventaron la cuestién del trencito. —Vamos, vamos, apurarse— corria como loco “el Loro” de una pieza a la otra, mientras nos iba poniendo en fila. —Miralos qué simpéticos: los subversivos jugando al trencito—Ilamé al “Bruja” que estaba al otro lado de la reja. Al otro le gusté la historia. —Dénse las manos. Digan chucu pii chucu pi. Mas fuer te, vamos ‘Tomé la mano de “la Vasca" y nos dimos un apretén cém- plice. Del otro lado sent{ la mano firme de Hugo. “Fuerza 26 Alicia Parinoy para hoy y para todos los dias que nos falten”, fue el mensaje. Una vez afuera, todavia se sentia “el Bruja” con espiritu de diversién. Al regreso de la lecrina nos hacfa correr en redondo por el patio. fbamos a ciegas, arrastrados por la atadura de las manos. Yo logré olvidarme por un instante de la venda sobre los ojos, de lo absurdo sobre lo absurdo y disfruté el poder sentir mis piernas corer... diez segundos. Cuando Marfa Ele~ ¢ desmayé de debilidad, se acabé el “juego”. Hace cosa de una semana “el Peine” me trafa de la letrina. na Estaba en el patio y en eso sent{ que empujaban a un compa- fiero para que nos chocaramos. —Dale una cacherada por maleducado— dijo “el Loro”, poniendo mi mano a la altura de la cara del otro preso. Le acaricié la mejilla. —Degale o te pego a vos— grité el “Loro”, Le di una sua- ve palmada y me quedé esperando las doce bofetadas del guar- dia, que casi no senti porque pensaba que, después de todo, el Hugo ya hab cho peor que yo estado en la tortura y la habia pasado mu- Cosas ast se dan siempre cuando vamos a la letrina, Como lotro d |, que me empujaron contra la reja y me rompieton un diente del golpe. Una vez, el mes pasado, no fui al bafio a la tarde, No es que no tuviera ganas, Era un dia de esos en que ya no aguan- taba més. Habia dormido unas dieciocho horas, slo me ha- bia despertado para el almuerzo. Querfa seguir durmiendo. Ya no soportaba ver por debajo de la venda las manos de los guardias que nos manoscaban cuando pasabimos, manos que no podiamos esquivar sin delatar nuestra venda floja. La cucs- tidn es que segui durmiendo y esa noche, mientras sofiaba a] OO OOOO Oe OOOO EEELEET PVSSGSGC VS SSSCVS VSS SSS SVS VS VUE PVBVHEVEe stestimoniales La Escuelita. Rel con un inodoro limpio color celeste, me desperté la hume- dad de la orina. Pero ahora mejor no pienso mds en eso. Hace como dos ho- ras que estoy aguantando... y todavia me faltan unas tres més... 28 I Alicia Partoy jAyl, por nuestra generacién Ex que esta pasién te deriva y te hace ndufiago en la tierra Bs torbellino y quizd sementera 29 Luis Paredes “el Chico” Alicia Partnoy Cumpleafios No me trajeron la gaseosa que me habia prometido el vi- sitante gordo. Sin embargo, me dejaron sentar en la cucheta. Es que hoy es mi cumpleafios. El visitante vino ayer por se~ gunda ver, dio varias vueltas, hizo despliegue de civilidad y nos pregunté qué era lo que ms nos gustarfa comer. Cref que cra importante por la manera en que trataba al “Turco”, cl jefe de guardia. Le dije entonces que me morfa de ganas de tomar una gaseosa. Me prometié que hoy me harfa traer una para celebrar mi cumpleaios. Pensé que cumplirfa y es por 50 que desde ayer estoy jugando con la sensacién de tener burbujas en la boca, burbujas dulces. Mentalmente ya me romé esa gaseosa unas quince veces. Me Hlamé la atencién, sin embargo, que me dejaran sentar. Es que en esta pieza, segiin “cl Turco”, estamos los de mala conducta, los que no colaboramos. Cuando emper6 esta farsa del régimen de “pri- vilegios” hablé con “Patichoti”: —A los de la otra pieza les permiten quedarse sentados después de comer. También decfan que iban a poder tomar sol. Hoy lo hicieron. Los sacaron al patio unos cineo minu- tos esta mafiana. —Yo no vendo a mis amigos por cinco minutos de sol. por todo el sol del mundo. —Fijate que alli también hay mucha gente que no cola- bord Qué buscardn con esto de los privilegios? —Quebrarnos—. “Patichoti” fue terminante. Ahora “Patichoti” trata de hacerme rei. Est en la cama 31 La Escuelita, Retatas testimoniales de enfrente, contra la puerta, por eso no lo pueden ver cuan- do, arqueando el cuello hacia atrés, me espia por debajo de la venda. Tiene el cuerpo musculoso y un tatuaje en el brazo derecho con su nombre. A “Patichori” le falea una pierna y le sobra sentido del humor. Yo estoy sentada en la cucheta de arriba, con las picrnas colgando. Me daa entender que lo ha dejado sin aliento la maravillosa visién de mis pantorrillas que se balancean a metro y medio del piso. Se mantiene en esa posicién incémoda, con el cuello en puente, mientras hace gestos de deleite con la boca, la tinica parte de la cara quc la yenda no le eubre, Esta vez yo no me rio. —{Qué te pasa flaca?— me pregunta, preocupado, El sabe que lo estoy espiando. Estar sentada sobre la cucheta alta amplia mi campo visual. As{ es como de pronto confirmo una sospecha que me ronda hace dos di: li también ested aqui. Ayer trajeron a “Benja” y a Marfa Elena... —Flaca, zqueé te pasa? —vuelve a preguntar *Patichoti”. —Bstamos todos aqui, todos ¢Cémo hicieron estos hijos de pura para agarrarnos a todos? Entra el guardia y le pido de nuevo la prometida gaseosa. El odio no me impide desear un cosquilleo de busbujas viajindome por la garganta. —Después—, responde. Cierra la ventana aunque toda- via no es de noche y se va. Ahora enciende la radio. Escucho Ja miisica tan fuerte que parece sacudir los cimientos de La Escuelita y me doy cuenta de que noes para festejar mi cum- pleaiios. Todavia no se han filtrado gritos porque eso pasa entre cancién y cancién. Leo los labios de “Patichoti": “Fuer- 1a", Sé que dl se debe estar acordando de la tortura 32 Alicia Parinoy mM Bien lo sabéis, vendvdn por ti, por mi, por todos, y también por ti. Aqui no se salva ni Dios, lo asesinaron, Evovito esté. Tie nombre estd ya listo temblando en wn papel. : Blas de Otero

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