A los enfermos de cncer, parientes, mdicos y amigos nos dicen que debemos ser
siempre optimistas y perseverar en la lucha, sin dejarnos abatir. Somos presionados
para concluir que curarse es, en mucho, nuestra responsabilidad. Cunto de cierto hay
en esta perspectiva, no lo s Pero estoy seguro de que, con frecuencia, el malestar
se impone crudamente sobre la mente y el cuerpo de manera que no hay buen nimo
que resista. El desasosiego es tan abrumador que no hay margen para pensar fuera de
la enfermedad. Sentir que se vive en la antesala de la muerte y, finalmente,
acostumbrarse.
Me toc entonces pasar por la temible radioterapia que maltrata tanto el cuerpo y el
nimo. Previamente haba pasado por cuatro ciclos de quimioterapia, cuatro
operaciones y una septicemia. En total, unos 40 das de internamiento. En realidad, los
buenos resultados han sido sorprendentes, aunque sea imposible determinar qu
factores han incidido en esta suerte de milagro, pues es imposible ponderar la influencia
de cada operacin, los medicamentos y la influencia de mis familiares en la desaparicin
momentnea del cncer. Pese a que no sepa, no dejo de preguntarme: Por qu sigo
vivo?
Se dice que el cncer puede funcionar como estmulo para curarse de la enfermedad
que lo produjo. Muchos sostienen que el cncer resulta, en buena medida, de un estilo
de vida desequilibrado y que coloca a quien lo sufre en el dilema de cambiar de vida, y
tener quiz otra oportunidad; o resignarse a una muerte segura.
Pero el cambio es difcil. Lo primero, creo, es modificar las actitudes. En mi caso, ahora
ya no me llaman la atencin muchas cosas que hace un tiempo me interesaban
vitalmente. Antes del descubrimiento de mi enfermedad me haba dejado encarcelar en
una fatdica obsesin que apuntaba al trabajo y al logro. Y que me satisfaca solo muy
parcialmente. No le daba suficiente atencin a otros aspectos de la vida.