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JACK GOODY EL HOMBRE, LA ESCRITURA Y LA MUERTE Conversacién con Pierre-Emmanuel Dauzat ‘TRADUCCION DE MINGUS B. FORMENTOR Ediciones Peninsula Barcelona Le eiciéaongina de eta abe fue pubic en 1996 por kes elles Lees, on el tle L Hone, 'Eetur ots Mort (© 1956, Les Beles Lets ues urosanares pois, doa aon ce lelos cules del copyright uj as sanciones exableias ‘ois lees i reproduction roa o parcial de ee ab pot es at recede amped crea Yel tratamiento informatica 9 1s ntrbucion de gemplanes dk elamedinte slau prsano publics co In exportacin importacdn dees sjeplares para su Listnueon en Yea era del ambsto de la Unign Earp Disco de le eubiert: Linen Marqés Fotografia dela cubiera © Xavier iba Primers edicén: enero de 1998, © de le raduccia: Domanec Bergad Formento, 198, ‘© de esta econ: Ediciones Peninsula a, ‘eu de le Cre 4 (8001 Bareelons. reat edcions_63 @ ben. ervicon ss ‘scene it! paral con E462 Impresoen Romany2/Vill sa. Plaga Verdaguer 1, Capellas. ‘Depesio teal B. 382-1957 ISBN. 84-8307 080-4, cultura Libre CONTENIDO Prélogo, por Pierre-Emmanuel Daueat 1 u. 1 W. v. VL Vu. vu. Una juventud ingless La guerra ha terminado: una voeacién de antropslogo Dea historia la antropolog{a: una mirada sobre ls, antropologias britinica y francesa Arica Cémo se eseribe la antropologia La familia, los vivos y los muertos La invencién del bagre La eseritua y sus consecuencias Apostilla: Paseos antropoligicos Bibliografia 5 40 34 6 ro4 a4 163 73 Pero volvamos @ la procreaciGn, Dios crea un nifio, podtt decirse que simbslicamente, a partir de un montén de barro don- de hay un recepréculo en forma de vagina en el que introduce un liquido—savia de quingombs— y de la mezcla nace algo. Es una creacién mégica, sobrenatural, que no deja de recordarnos la de ‘Adén, El hombre y la mujer crian a este ni, lo inician en diver- 08 aspectos de la cultura y més tarde desean tener otro. Suefian en volver a ver a Dios, pero la mujer quiere a toda costa irse a la sabana, donde sozprende a unas serpientes en plena actividad. Cuando encuentra al hombre le dice que hay otra manera dle pro- ceder. ¥, de repente, procrean soles, por su cuenta, Tienen pues una doble fuente de conocimiento, sobrenatural y natural. En un plano cultural creo que nadie tiene la menor duda so- bre la sexualidad. Peto el mito explica también cémo empezaron las cosas, un problema més intelectual. En cierto modo, reencon- ‘ramos la historia de Adan y Eva. Creo que los animales dotados de lengusje siempre tienen necesidad de remontarse al origen de las cosas, ya falta de una teotia biologica precisa de le evoluci6n, l mito les ofrece una respuesta general, En cuanto al crédito que las gentes adjudican a este relato, es dificil aguilatarlo. gEn qué medida la gente cree realmente en él? ¢En qué medida es un me dio de despejar la eterna cuestin del principio de las cosas 0 de saciar una curiosidad? Volvemos a toparnos con un problema ya cevocado a propésito de las leyendas sobre el origen de la muerte en Africa occidental. 140 vu LA ESCRITURA Y SUS CONSECUENCIAS PIERRE-EMMANUEL DAUZAT.—¢Se acuerda usted de las pdginas deTTristes tr6picos donde Lévi-Strauss, al rememorar la parodia de lectura representada por el jefe de los nambikwara, pretende que 1a Lectura es antes que nada un medio de embaucar al otro? JACK Goopy.—Su comentario me inspira una profunda simpatia. Creo en efecto que quienes poseen la escritura la han usado con fines de dominacién y de conquista, exigiendo actas escritas de la propiedad de la tierra, haciendo prevalecer la idea de que lo escrito es la prueba mas sélida ante la justicia, Es inne- gable que han oprimido a los iletrados de muy diversos modos. Al mismo tiempo, la escritura es la base de nuestra civilizacién, la base misma del libro que estamos haciendo en este momento. Ver enella s6lo un aspecto secundario de la revolucién de las comu- nicaciones es subestimar su papel absolutamente decisivo en la creacion de nuestra civilizacién. —cCémo se convirté el problema de la excritura y sus efectos en uno de sus principales polos de investigacion? A lo largo de estas conversaciones ya le sefialé que a pesar de ser preeminentemente un antropélogo de campo y de haber viajado casi cada afio a Africa durante largo tiempo, no he inten- tado jamés convertirme en un aafricanista». Recién acabada la guerra me topé con uno de mis grandes amigos, Ian Watt, un hombre apasionado por la novela del siglo xv, el papel dela im- prenta, de la escritura y de la evolucién de las culturas orales. ‘Watt ha escrito un libro apasionante sobre el desarrollo de la no- vela, asf como una biografia de Conrad. ¥ como también yale he sefialado, yo mismo habja hecho estudios de literatura en Cam. bridge y me habia interesado en especial por la novela del siglo -xvus, Ambos habiamos sido prisioneros de guerra, yo en Oriente 141 Medio y luego en Italia y Alemania, élen el sudeste de Asia. Am bos habiamos vivido un largo periodo de cautividad en el que los libros eran raros o inexistentes. Eso no sélo nos impresion6, sino que nos marcé de un modo enorme, pues por vez primera en nuestra vida no disponfamos de libros. Yo hablo de mi primer periodo de cautividad, no del segundo, pero Tan tuvo esa caren- cia del principio hasta el fin, Crecidos en una cultura urbana, ha- bbiamos dispuesto siempre de libros en cantidad y tanto en la es- ccuela como en la universidad todo estaba organizado en torno a la lecture. De repente, nos encontramos privados por completo de libros. La ausencia de libros despert6 nuestro interés por las conse- cuencias de la escritura y de la imprente, sobre todo por la fluencia de las formas de comunicacién en las sociedades huma- nas, el papel de la memoria y, de un modo més particular, la estructura de las comunicaciones en las sociedades sin escritura, tributarias del discurso oral. La flexibilidad de la transmisi6n oral «es algo que ciertamente me sorprendié en mis aijos de interna :iento en los cempos. Cuando se intentaba recordar cosas que se hhabian sabido, que se creia haber memorizado, no se paraba de introducir variaciones, sin saber, por descontado, que lo eran. Era necesario poner los ojos en un texto escrito o encontrar un contradictor para darse cuenta de que no exponfamos la versi6n ortodoxa. Me es dificil aguilatar en qué medida este experiencia ‘estaba incrustada en mi espiritu cuando me ocupé del bagre. Pero sin duda alguna influyé ala hora de establecer comparaciones en- tre las producciones orales y las producciones escritas. El deseo de compartir nuestras experiencias en este terreno es el que nos levé a escribir mancomunadamente un primer articulo, . El hecho de contar no se concibe en abstracto. Contar vacas no es necesariamente lo mismo que con tar hombres o cauris. De hecho, incluso en Europa se han cono- cido distintos sistemas segiin los objetos a contar. Para comenzar, pues, no tenfan numeracion abstracta, sino una numeraci6n con: creta ligada a los objetos. Se podian sumar cosas, pero no multi- plicarlas 0 dividirlas. Le multiplicacién es una especie de atajo de sucesivas adiciones. Puedo multiplicar porque he interiorizado tuna tabla aritmética. En inglés se uiliza, al respecto, la expresién oral arithmetic, si bien el proceso no tiene en si mismo nada de oral. Por el contrario, la multiplicacién es una representacién grifica que ofrece un atajo operativo, Para contar los cautis yo hubiese ido més rapido que ellos, pues mientras los indigenas te- nian que efectuar tna serie de adiciones sucesivas, a mi me hu- biese bastado con multiplicar. No es una cuestin de inteligencia 154 © de potencialidades, no se trata de una contraposicién entre pensamiento salvaje y pensamiento avanzado. En mi opinin esta oposicién esté ligada a mecanismos que efectivamente tienen una incidencia, pero para comprenderlos hay que examinar qué dife. rencia un tipo de sociedad de otra en lugar de situarse en el pla: no de los sistemas de pensamiento, En este rerreno, la distancia se ‘nos aparece inmensa. Pero en la realidad no hay tal. Mi amigo lo dagaa de Londres, K.M. Gandah, comparte buen niimero de las creencias de su aldea de origen, lo que no le impide haberse con- vertido en estadistico de la empresa cervecera Guinness, Esta pe- ‘queda experiencia me ha parecido en extremo reveladora para la historia de las matematicas como disciplina. También me ha per- mitido comprender cémo, al ir ala escuela, los aldeanos se con- vierten en perfectamente capaces de operar a nivel internacional ‘con técnicas que, en su mayor parte, aparecieron con la escritura. Si tomamos c! ejemplo de Mesopotamia, recientemente estu- diado por historiadores berlineses, podremos seguir la evolucién de los sistemas aritméticos en ls tablillas. La gran meyorta de los cilculos no son de les que puedan hacerse mentalmente. O mas exactamente, hace falta conocer la escritura. Pero sada me impi- de ensefiar a un analfabeto a contar de esta manera. Como se ve, Iaiintezaccién entre oralidad y escritura es una cuestién muy com: pleja en torno a Ja cual muy a menudo reina la mas extrema con- fusidn. La oral arithmetic (célculo mental) no es producto de cul- turas orales, sino de una cultura eserita que ha modificado las formas de memorizacién, Del mismo modo, s recto un pasaje de Shakespeare sélo puedo decir que es una produccién oral en un sentido bien delimitado. Dicho de otro modo, lo que hago oral- ‘mente en una culture con escritura es muy diferente de cuanto pueda hacer oralmente en una cultura donde el registro de la ora- lidad me es el nico accesible. La «tradici6n oral» de los campe- sinos de Figeac, en el Lot, donde vivo, no tiene nada que ver con Ja de las culturas orales aficanas en cuyo seno he trabajado. ‘Tomemos otto ejemplo, el de las religiones de libro. La sola presencia del libro puede traer aparejadas enormes consecuen cias en materia de iconoclastia, No solo hay ambivalencia en cuanto al uso de imagenes o de representaciones figurativas, sino que el «libro» que respetan los fieles les prescribe de modo muy preciso no adorar a Dios de tal o cual forma. En el islam se per- suade a la gente de que tome como referencia un libro—que sin 155 dude no todos estan capacitados para leer—~y que siga prescrip ciones (cortar las manos a los ladrones, por ejemplo) que sin duda eran mucho més comprensibles en el siglo vt que hoy en di, Pero ésa es precisamente una de las particularidades de las teligiones de libro, de la religious literacy, que remiten a mitos 0 mas que ya no tienen la misma actualidad que cuando fueron fijados. La historia de las matematicas, para referirse a una de las formas de conocimiento que me parece mantener un vinculo cru- cial con lo escrito, resulta incomprensible sino se la reubica en el ‘mas amplio contexto de la historia de la escritura. ¥ eso vale para ‘otros muchos sistemas de conocimiento aparecidos en Mesopo- ‘tamia y China. Todo ello me leva a ver con escepticismo las tesis de los a tropélogos relativistas, tan felices saboreando las ventajas de los libros y negindoselas a los demas con el pretexto de que se las apaiiaban muy bien sin ellos. Sin duda alguna la gente puede prescindir del libro, pero todo cambia desde el instante mismo en {que quieren comprender y aprender. No estoy muy seguro de que la ciencia del trabajador sea la misma que a de! investigador. Hay diferencias fundamentales que cambian de pies a cabera nuestro modo de vida y hay que tomarlas en considera ‘Me ititan un tanto los filésofos que, en la estela de Derrida, zo hacen la menor discriminacién entre la lectura de las estrellas yla de un libro, usando y abusando de una facilidad de lenguaje ‘que es propia de las lenguss europeas, No se la encuentra en nin- guna de las lenguas africanas que conozco, donde las gentes em- plearian expresiones bien diferentes para una y otra actividad. A pesar de las analogias se trata de procesos muy diferentes yse esta condenado a no comprender nada de la naturaleza de la comuni cacién escrita si no se distingue entre los archivos de una cultura eserita de los sistemas de «almacenamiento» de memoria en una sociedad puramente oral. Daria la razén a Lacan frente a Derrida desde el momento en que el psicoandlisis explica que leer los po- 08 del café no es lo mismo que leer jeroghficos. La afirmacién de Derrida puede pasar en un sentido metaférico, «literario», pero. le concede un valor de verdad del que carece en absoluto. —En La lépica de la escritura aborda usted otro aspecto de sus consecuencias», a saber, los efecos de la escrtura sobre lo que Norbert Elias ba lamado ls civilizacién de las costumbres». Por ejemplo, cen qué aspectos la introduecién de la escritura ha modifi- 156 cado las diferentes probibiciones que analizé en sus trabajos sobre el incesto? —Han existido influencias, pero no muy abundantes. De he- cho, este dominio se ha mostrado muy impermeable por un par de razones, porque conciemne a la familia y porque en el seno de ésta las relaciones orales tienen mayor importancia que las escri- tas, Pero ciertos aspectos, ao del sistema de parentesco en senti do estricto, sino de la familia y del matrimonio, tienen una direc- ta relacién con la escritura. Pienso de manera especial en la propagacién de las reglas islimicas sobre el matrimonio en Afti ‘ca occidental. No creo que en una cultura puramente oral se hu- biese podido concebir similar propagacién de un sistema formal vinculado a un sistema religioso. Se hubieran resjustade las nor- ‘mas para edaptarlas la vida local. Por ejemplo, en Zambia se po- dian encontrar sistemas juridicos de gran complejidad, pero en ‘una socedad africana tradicional si una nocién cae en desuso se la abandona a no tardar, La escritura introduce un elemento de autonomia estructural. Pienso en lo que dijo Halbwachs a propésito de la memoria 0 en

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