Anda di halaman 1dari 12
a2 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA cn los altares de Huitzilopochtli, acompafiados por los diarios sacrificios humanos, ahora, calculaba, se celebraban unas 600 misas cada dia, en unas 40 iglesias y capillas, ofecidas todas ellas en elogio y recuerdo de Jesucris- to. Qué mejor testimonio podia encontrarse de la duradera realizacién de la conquista espiritual? v Insistir en la equivalencia de ta categoria candnica de los Comentarios reales, y-de la Monarquéa indiana como textos primordiales en las respectivas tradi- ‘iones de Peni y de México no es negar la divergencia, jgualmente significa- tiva, de propésito y efecto que separa estas dos obras clésicas. No se trata del obvio contraste entre el temprano Renacimiento y la baja Edad Media. Antes bien, se trata de la notable diferencia del propdsito ideol6gico de estas ‘rénicas, y las reacciones que provocaron en generaciones ulteriores. El Inca Garcilaso de la Vega escribié como patriota que echaba los fundamentos histéricos de una nacién nueva. Su enfoque naturalista al espinoso proble= ‘ma de la religién de los indios resultaria eminentemente atractivo para la Itustracién, que colocé a los incas junto a los chinos como ejemplos de la posibilidad de practicar la moral natural sin haberse beneficiado de la revelaci6n cristiana. Por contraste, Torquemada escribié como el confesado heredero de los conquistadores espirituales de México, tratando de defender Jos intereses de su orden. Tanto su hincapié en el dominio del Diablo en el Andhuac como su triunfalismo evangélico resultarian ofensivos para los. patriotas criollos. De hecho, al término del siglo xm, el cronista franciscano Agustin de Betancur publicé un relato abreviado de la historia mexicana que acus6 a su predecesor de haber plagiado a Mendieta. Y, yendo mas, punto en el siglo xvm, el jesuita exiliado Francisco Javier Clavijero volvié ‘escribir la historia del antiguo México de Torquemada, en una fluida neoclisica; excluy toda mencién del Demonio en su relato de la relig azteca, y puso fin a su narracién con la toma de Tenochtitlan por los les, Asi, el efecto de todo ello fue liberar el pasado aborigen de toda xi6n real con la conquista espiritual: ni Babilonia ni Jerusalén figuraban ‘su enfoque postagustiniano a la historia natural. El hecho de que los tas mexicanos necesitaran casi 200 afios para dominar las premisas fil ‘as del Inca Garcilaso es, a la vez, testimonio de su grandeza y prueba ciente de la fuerza ideoldgica de la tradicién franciscana en la Nu Espafia. 36 Torquemada, Monarqua 1, 408-415, 418.421; Instrucioes que dejaron ls vireyes de p24. XIV. LOS PATRIOTAS CRIOLLOS 1 decenio del siglo xvi,la Corona espaola fue acosada por la Ilu- jones de la Nueva Espafia, que solicitaban la concesién de “una cuarta vida” para todas las encomiendas existentes, es decir, que la herencia Se extendiera durante otra generaciOn. El Cabildo de la cidad de Mexico advirtié que muchos descendientes de los conquistadores vivian ahora en la pobreza, de modo que el pafs se encontraba virtualmente indefenso, espe- cialmente porque los colonos recién llegados estaban mas dispuestos a cenriquecerse en el comercio, la mineria y la ganaderia que en el oficio de las armas. Si no se daban algunos medios de subsistencia a los hombres de honor, bien podrian conspirar con los “mulatos, negros y otros perdlidos” en tuna insurreccién general." Lo notable de estas peticiones y memoriales del decenio de 1590 es el grado en que revelan el surgimiento de una identidad al Diaz del Castillo, quienes acusaron a la Corona de no haber sabido tecompensar adecuadamente sus heroicos servicios. En parte, se debié a la incapacidad de muchos criollos para aprovechar las oportunidades que les bfreciera la expansién de una economia de exportaciones basada en la mine- tia de la plata, el comercio transatlantico y la apertura de nuevas fronteras, pulser ay. Te jos del dominio politico. Los memoriales de este perio- do, dirigidos a la Corona, reteran anteriores quejas, y a la vez introducen fomas que habrian de obsesionar el espiritu criollo hasta la llegada de la Independencia, La continuidad entre las ambiciones y las quejas de los conquistadores y Jos criolios puede observarse, mejor que en ninguna parte, en un memorial de 1599 presentado por Gonzalo Gémez de Cervantes, quien abiertamente lia “una general y perpetua distribucién de indios a los hijos, nietos y ios descendientes de conquistadores y primeros colonizadores”. Los ‘neomenderos debfan recibir titulos de nobleza, convirtiéndose en “sefiores "Silvio A. Zavala, La encominda indina, BP 3 Qa, ed, México, 1973), pp. 610-613. 323 324 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA spetuos con jurisdiccién civil y criminal”. Ademfs, debian venderse car- Pea publios ls eriollos, sobre una base permanene. Solo mediante esas ‘edidas podrian quedar protegidos los indios del mal trato qué recibian de ‘foles y mulatos. Mas positivamente, estas concesiones fortific abis y Joa linajes” de la Nueva Espafia, y asegurarian la Prosperidad del pais, pues entonces estar‘a fundada en “la virtud y nobleza de caballeros y ggentileshombres con vasallos”. Con sus fincas y sus. ingesoe esis Por herencia, estos aristécratas podrian mantener hasta 30 0 40 depeniientes @ su mesa, asegurando asi ala Nueva Espafa contra todo ataque 9 rebelin ya que “hombres ricos y fincas hereditarias son la mejor defensa de los reinos”. En suma, el proyecto de los conquistadores de establecerse como aristocre ‘Ga feudal fue planteado, de nuevo y sin modificacién, més de una genera- ign después? of RG i la realidad era decididamente distinta, pues la Nueva pata, insinuaria Gomez de Cervantes, no era tanto un feino como una simple colonia; su gobierno y su riqueza se usaban para el répido enrique- vento de inmigrantes y de intermediarios, en lugar de preocuparse os intereses creados de los que alli nacfa a 7” i i i ingiies ganancias, y regresaban a Espafia ya te er ae as His pemsino aun eral domino dels mercedes enla vida econdmica, predominio ejrcido en detrimento de terratenientes y de mineros. En realidad, silos hombres decidian volver a Espafia en cuanto habian obtenido la riqueza, ello era en gran parte porque “no hay nada en «que emplear sus haciendas que sea permanente, fuera de la mercancia", Agricultura estaba en decadencia, pues “Ios que tienen haciendas en el campo las abandonan porque no pueden encontrar a nadie a quien pug, ran confiarlas’. Los mineros se veian oprimidos por los funcionarios del tesoro y la expiotacion de los mercaderes, por lo que pocos de los rientos que an a la industria minera eran para los de la producci6n de la plata. El resultado POET a agcaltra ala miners és T siplo xv afirmo Gomez de Cervantes, “estd claro que dineros: Cee merc, Se noble. Les que ayer estaban en tiendas y tabernas y en otros ojerccios wiles, estén hoy pugstos y constituidos en los clos de la tierra fue Espasa ializar siglo 2 Gonzalo Gomez de Cervantes, La vida econimia y social de Nueos Espae avy ed Alberto Maria Carre (México, 194), pp. 7-82, 132 ‘ Poid., pp. 91-94, 101, 17-118, 122-126, 132, 164-185, {LOS PATRIOTAS CRIOLLOS 25 realidad, los oidores mismos de la Audientia y otros magistrados que lle- garon de Espafia sin otros medios de vida que sus salarios oficiales, com- petian por conquistar la mano de las hijas de ricos comerciantes, mientras ‘que, en contraste, las hijas de los hidalgos criollos buscaban refugio en los conventos. La beneficiaria dltima de este sistema era la Iglesia, que aument6 continuamente en tiqueza y nuevas fundaciones. Gémez de Cervantes advirti6 con respecto a la escala de las posesiones de los agustinos y domini- cos, y ¢ maravill6 ante la rapidez con que los jesuitas habian procedido a adquirir cadenas enteras de haciendas. Ademés, todos los jévenes criollos de buena familia se educaban en colegios jestitas de la ciudad de México y de Puebla, con el resultado de que nadie deseaba seguir la profesién de Sus padres sino que antes bien querian todos dedicarse al estudio de las letras para prepararse lo mejor posible a ingresar en el sacerdocio y en las 6r- denes religiosas. En sus propuestas de una asignacién permanente de las encomiendas, ‘Gomez de Cervantes claramente no pensaba en un sencillo retorno al siste- ma posterior a la conquista, pues reconoci6 que en el curso del siglo habian desaparecido cerca de nueve décimas partes de la poblacién indigena. La dificultad consistia en encontrar los medios de proteger los restos que sobre- vivian contra las depredaciones de vagabtundos espafioles, al menos 1000 de ellos, que asolaban sus poblados. Al mismo tiempo, mulatos y negros do- minaban cl pequefio comercio y también deseaban explotar a los infortuna- dos aborigenes. Los indios también eran maltratados por los capataces de Jas haciendas a las que eran consignados por el repartimiento de labor. Pero ‘Gémez de Cervantes defendié la necesidad de las levas de trabajos forzados or motivo de que, sin esa compulsién, los naturales no trabajarian para los espafioles; y sin la mano de obra india, las haciend ducirian, y habria hambre en el reino. Sea como fuer BreemeAaMD exenta del tributo y de las levas de trabajo y, sin bia sufrido casi la misma pérdida de poblacién. En tanto que Gémez de Cervantes presentaba sus argumentos en una Pos 3 conc, Baltazar Dorantes de Carranza, en su Sumaria vlan de lis cosas de Nueva Espafa (1604), invocaba la poesfa y la ret6rica en favor de la causa criolla. El propésito de su memorial era offecer tna lista comple- ta de los conquistadores de México, junto con una descripcién de sus des- endientes. Los hechos eran draméticos. De los 1326 conquistadores origi- hales s6lo habfan surgido 196 familias, que en 1604 comprendian unos 934 Iniembros varones, que cubrfan cuatro generaciones. Obviamente, este uadro no inelufa a los hombres que se habian ido a otras provincias 0 habian retornado a Espafia para establecerse en la Peninsula. Lo que la lista ponfa en claro era que, aun cuando algunas familias habjan adquirido gran 4 Doi, pp 99-110, 124, 137.138. ‘embargo, ha- 326 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA rig su posicién atin era sost rgo, en contras- te-con Gomez de Cervantes, Carranza reconocia que “para el repartimiento yy perpetuidad de lous La principal 3s, especial ‘mente en nombramientos de corregidores$ En realidad, un propésito de su cuadro de familia era permitira los virreyes distinguir entre los descendien- tes legitimos y los ilegitimos de los conquistadores: estos siltimos serian cexcluidos de tales cargos, especialmente porque muchos eran mestizos. ‘Como muchos otros eriolios de ese periodo, Carranza lament6 el répido cenriquecimiento de los inmigrantes llegados de Espafia, pues su monopolio ‘comercial es procuraba a la vez riquezas y honores. Observé con sora, que cl espafiol mas pobre a su llegada al Nuevo Mundo, se daba aires de noble y reclamaba preferencia sobre los criollos; y ct6 los versos de Mateo Rosas de ‘Oquendo, poeta peruano, en el sentido de que hombres que en un tiempo habian vendido baratijas y alfileres en las calles eran ahora tan ricos como Jos Ficar, los principes mercaderes alemanes, y recibian titulos de nobleza. La amarga sensacién de desplazamiento, para no decir de desheredamiento ue tal especticulo provocaba entre los descendientes de los conquistadores ihe expretado por carranza en una apasionada retéria cuando exclamé: "Oh Indias: madre de extrafos, abrigo de forajidos y delincuentes, patria comin a los innaturales, dulce beso y de paz a los recién venidos... madras- tra de vuestros hijos y destierro de vuestros naturales, azote de los pro- ios..." En realidad, fa incapacidad de los conquistadores para obtener de ‘Corona el gobierno prctico de los paises que habjan luchado por poseer, dlejpba a sus hijos y herederos expuestos a la competencia de los funcionae tos reales y de las nuevas oleadas de colonos. De este modo, las quejas de los criollos iban dirigidas a la Corona y en contra de los recientes inmi- grantes de Espaiia, sentimientos que recibieron lapidaria expresién del cro- nista peruano Antonio de la Calancha, quien afirmé que “los nacidos en ella [Peri] son ‘en st patria; los advenedizos son los herederos de sus ila egien eee run Esai peninsular? PeXo contento con expresar las quejas desu clase, Carranza también ofreié reflexiones sobre la historia de los indios de su pais y cit6 versos de una xya inconclusa sobre la conquista, escrita por el poeta criollo Francisco ce ertazas. Ademés,ct6 secclones de la Apolagética historia sumaria, de Las Casas, empleando sin duda el ejemplar depositado en el convento dominico de la ciudad de México. En este caso, lo notable es el orgullo con que Cax rranza describié la grandeza de México-Tenochtitlan, ciudad fundada en 5 ttazar Doranes de Carranza, Samar rac de lt cont det Maco Epa, Jo Maria de Agreday Sanchez (Mexico 1902, reimp. 197, pp. 17-2, 234,258. id. pp it Calan Crimi, 164 LOS PATRIOTAS CRIOLLOS a7 1318, y que, a la llegada de los espafioles, incluia mas de 50000 casas 0, calculaba Carranza, més de un millén de habitantes. Aftadia: “Hallamos todas estas tierras universalmente tan llenas de gente, que en todo el mundo parece que nunca se vio ni hallé tierra ni tanto poblado ni donde més el linaje humano se multiplique.” Tal era un aumento, afirmaba Carranza, que en gran parte se derivaba de la simple clemencia del clima, vision del ‘Nuevo Mundo que tomé de Las Casas. ‘Aunque fuera hijo de conquistador —su padre habia acompafiado a Niifiez Cabeza de Vaca en su peregrinacién por la América del Norte—, Carranza mostré un enfoque ambiguo a la conquista, y esta ambigiiedad habia de caracterizar muchas evaluaciones que los criollos harian del hecho. Desde luego, saludé a Cortés como un segundo César y cité un pasaje de ‘Terrazas en que el conquistador es aclamado a la manera franciscana, como otro Moisés. Pero también hizo eco a la queja de Bernal Diaz de que, aunque ae ‘Ademés, reprochaba a Facon 105 indios, especialmente las matanzas de Cholula y de Tenochtitlan y de la fies- ta de Huitzilopochtli, sefalando a Pedro de Alvarado como “cruel, aspero y codicioso”, Por contraste, clogiaba a Cuauhtémoc como “hombre valerosisi- mo”. Aungue aceptara la version de Gémara de que Santiago y la Virgen Maria habfan aparecido en batalla para ayudar a los espafioles, lament6 la pérdida de vidas indigenas, calculando que cerca ce 40000 naturales habfan perecido durante el sitio final de Tenochtitlan, Exclamaba: “predicar Evan- elio con la espada en la mano y derramando sangre, es cosa temerosa.” En realidad, ¢no podian explicarse en parte la decadencia del destino y las, familias de los conquistadores por castigo divino, por sus participaciones en tales hechos? Las tierras y los bienes arrebatados a los indios no habjan resultado de valor duradero, ya que “bienes asi adquiridos, todos se desha- cen como el humo y como la sal en el agua’? Lo que aqui encontramos es el testimonio de un distanciamiento emocional de los criollos ante la con- quista, rechazo_ .sado por una creciente simpatia hacia los indios. Asi, 1 legado de Las Casas llev6 a cronistas criotlos como Dévila Padilla y Dorantes de Carranza a cuestionar la justicia de la conquista y a afirmar quie la sociedad colonial vivia bajo la maldicién del Cielo. Si las solicitudes de una renovacién de las encomiendas provocaron toda una serie de reflexiones generales sobre el estado de la sociedad colonial, la reciente lucha por el dominio de las érdenes mendicantes, por entonces en su apogeo, produjo una serie de acusaciones y contraafirmaciones que gra- ‘yemente envenenaron las relaciones entre los espafioles de Europa y los de América. En su biografia de Mendieta, Torquemada ineluyé una carta en ge 8 8 viejo menior habia propuesto ol eslablecimiento de una herman lad dentro de la Provincia, todos cuyos miembros jurarian votar, en todas * Carranza, Sumaria relacén, pp. 8-10, 47-86, véase Ernesto de la Torre Villar, “Baltazar Dorantes ce Carranza y a Sumarsrelacién’, en Diaz-Thome, Estudios de histrigraia, paginas 2-202. Carranza, Sumariarelacon, pp. 1725, 42, 96-98, 13-118, 28 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA las elecciones a los cargos, sin prejuicios respecto al origen de los can- didatos, sin tomar en cuenta si habian profesado sus votos en Espaiia 0 en México, o si habian nacido en Europa o en el Nuevo Mundo. Lo que no mencioné fue que en 1574, Mendieta habia advertido que “cuando la religion de San Francisco en Indias dejase de ser cebada con frailes de Espatia seria cosa perdida”. Lo preocupante era que los espatioles que pro- fesaban en México por lo general tenfan conexiones de familias y parientes viviendo en el pais, por lo que ya no eran libres de defender @ los indios obstaculizados por los intereses temporales de la comunidad de los colonos. En cuanto a los criollos, como se les llamaba a los espaftoles nacidos en las Indias, algunos eran aptos para el sacerdocio, pero “la mayor parte toman del natural y costumbres de los indios, como nacidos en los mismos climas y criados entre ellos”, por lo que manifiestamente eran ineptos para la vida religiosa y la ordenacién. En este contexto, debemos recordar que Sahagiin, ‘ya entrado en afios, habia achacado la corrupcién de los criollos al clima ya las constelaciones celestes, observando que “los que en ella nacen, muy al propio de los indios, en el aspecto parecen espaftoles y en las condiciones no lo son...”"Afladiendo que era “gente, asi espafiola como india, que es intole- rable de regir y pesadisima de salvar”. Tan ruda franqueza no fue del agra- do de Torquémada, especialmente porque él mismo era un espanol que habia ingresado en ia orden en México. Ademas, durante su vida, los fran- ciscanos de la Nueva Espafia se habjan dividido nada menos que en tres bandos, comprendiendo a los gachupines, es deci, a los frailes que habfan nacido 0 profesado en la Peninsula; a los “hijos de la provincia”, hombres nacidos en Espatia pero que habian profesado en México; y a los criollos, algunos de los cuales en realidad eran mestizos, aunque con categoria de espafioles. La formacién de estos bandos se derivé de la decisién, adoptada durante el decenio de 1570 por el comisario general de la Nueva Espafia, de admitir novicios reclutados localmente para que hubiese suficientes sacer= dotes para las parroquias que estaban bajo el dominio de los franciscanos. El resultado fue un notable aumento en mimeros, que pas6 de 225 frailes en 1569 a cerca de 600 al fin de siglo, 50 de los cuales habian legado a México después de prestar sus votos en Espafia. Tan s6lo en 1611 lleg6 un criollo a ser provincial, y s6lo en 1624 se resolvié la controversia de los partidos, aunque en forma no muy satisfactoria, mediante la introduccién de la “alternativa’, sistema por el cual los tres bandos se alternaban en el gobier= no de todos los cargos importantes de la provincia. Debe notarse que ‘Torquemada sirvié como provincial en 1614-1617, y sufrié considerable- mente por los efectos de esta pugna interna. En 1612 aparecié una nota en tn libro muy leido, escrito por el dominico Juan de la Puente, que rotundamente declaraba que “influye el cielo de la América, inconstancia, lascivia y mentira: vicios propios de fos indios, yl 10 Torquemada, Monargu, VI 1b. 20, cap. bs; Garcia eazbalceta, Certs de religisos, p28) (Cuevas, Documents, p. 29; Sahagin, Historia I, 160. 4 'M Franelsco Morales, Ethnic and Socal Background ofthe Franciscan Friars in Seventeenth: Century Mesico (Washington, 1973), pp. 5659, 6-68. LOS PATRIOTS CRIOLLOS m9 constelacién los hard propios de los espaftoles que allé se criaren y nacic- ren”. No todos los europeos estaban de acuerdo con estas opiniones ¥y en México aparecieron no menos de tres obras escritas, respectivamente, por un ingeniero aleman y por dos médicos espafioles, que ofrecieron una ‘evaluacién positiva del cardcter y la inteligencia de los criollos. Empleando cl sistema entonces en vigor de humores y el principio del determinismo astrologico, fjado por Hipécrates y por AristSteles, Enrico Martinez y Diego Cisneros convinieron en que los criollos diferian de los espafioles en que la disposicién colérica de sus antepasados peninsulares se volvia mas tra- table gracias al benigno clima en que se criaban. “Que la regién hace los hombres templados, de agudos ingens, y aparejados y perfectos para las Pese a toda esta serie de textos médicos y astrol6gicos, las indignadas afir- ‘maciones de los cronistas criollos indican que la denigracién de sus talentos y su cardcter continud, espoleada como decia Solérzano por el conflicto de partidos dentro de los claustros de los mendicantes. En su crénica de los frailes agustinos de la Nueva Espafia, publicada en 1624, Juan de Grijalva, originario de Colima, trat6, una vez mas, de exaltar la conquista espiritual, afirmando que ahora los indios eran notables por su devocin ala fe catdica, Huelga decir que se explayé sobre el papel de su propia orden en esta con- versign, y en particular se centr6 en fray Alonso de la Veracruz, discipuilo de Las Casas y profundo teélogo que habia ocupado un lugar sobresaliente en la defenan de los privitepios de fos mendicantes. Al mismo tempo, lamenta- ba, un tanto extraflamente, la ausencia de historias de la conquista, afirman- do que el recuerdo de Cortés casi se haba borrado. En realidad, se pregun- taba si alguna oculta maldicin habia cafdo sobre la Nueva Espaiia, alguna estrella maligna que determinaba el curso de los acontecimientos: “No sé qué estrella influye en esta miserable tierra.” Yendo mas al grano, censuraba 8 aquellos espafiles que llegaban a México a buscar fortuna y a disfrutar de honores, para después calumniar el cardcter y el buen nombre de sus habi- tantes, s6lo afiorando retornar a la Peninsuila. De su propia “nacién”, es decir, de los espafioles nacidos en México, escribid: “Generalmente hablan- do son los ingenios tan vivos que a los once o doce afios leen los muchachos, escriben, cuentan, saben latin y hacen versos, como los hombres de Italia; de catorce a quince afios se gradkian en artes...” La Universidad de México, donde el profesorado y los estudiantes eran en su mayorfa criollos, podia codearse con las més ilustres de Europa. Y sin embargo, exclamaba, “al cabo de tantas experiencias pregunten si hablamos en castellano en indio, los nacidos en esta tierra. Las iglesias estén llenas de obispos y prebendos crio- Hos; las religiones, de prelados; las audliencias, de oidores; las provincias, de ‘gobernadores, que con gran juicio y cabeza las gobiernan; y con todo se 2 De la Puente, Convenience de as dos monarquss, p. 363: Diogo Csneros, Sito, matraeca y ropedades de la ciudad de México México, 1613), pp. 113-114; Enrico Martinez, Repertoro de los mpose historia natural de Nueva Expats, ed. Francisco de la Maza (México, 1948), pp. 176178; Jan de Cirdenas, Prlemasy seretos marae de les Indias, fasimil de i edicgn mexicans de 1591 (Made, 1945), 0176-182. 330 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA duda si somos capaces’ 13 En estas indignadas afirmaciones, escritas por un cronista que habia participado en la lucha dentro de su propia orden por obtener la eleccidn de los criollos a los altos cargos, podemos observar el amargo resentimiento engendrado por un sistema colonial que negaba a la «cho de primogenitura en la Iglesia y el Estado. ‘Corona espaiola sancioné la cesién de encomiendas hasta la cuarta generacion, en general su respuesta a las aspiraciones y que- jas de los criollos fue indiferente. Las razones de esta cautela fueron puestas en claro. por varios virreyes. Ya desde el decenio de 1570, Martin Enriquez informé que aunque el rey habia ordenado que se diese preferencia a los hijos y descendientes de los conquistadores en todos los nombramientos para cargos publicos, en la practica muchos de ellos habian resultado indig- nos de confianza, También asf, en 1605, e] marqués de Montesclaros observo ‘que aunque “corre voz que forzoso han de ser corregidores y adminis- tradores de justicia slo los descendientes de conquistadores”, tales criollos Bot fo general no eran aptos para los alos cargos, Después de todo, muchos de los aventureros que habian llegado a México eran de origen artesanal 0 campesino; més atin, ya que pocas espafiolas habian llegado en los primeros aos de la colonizacién, muchos de aquellos hombres tenfan hijos que eran ‘mestizos o mulatos, y como tales quedaban descalificados de los altos car- gos. Con tales sentimientos, no es de sorprender que la mayorfa de los virre- Yves empleasen sus considerables facultades para ayudar a su propia familia Oficial, o bien que nombraran magistrados entre el circulo relativamente io dela aristocracia criolla.!* publicacién de la Monarqufa indiana de Torquemada aument6 inconmensi= rablemente la conciencia de la élite de que la capital no era simplemente una ciudad espafiola sino que posefa una extensa historia que se remontaba hasta el comienzo del siglo xv. No se necesitaba ser estudioso de la historia para enorgullecerse por las grandezas de Tenochtitlan. Por consiguiente, ‘asi desde el principio, los criollos parecen haber aceptado la secuencia precolombina como parte integral de la historia de su patria. Al mismo tiempo, mostraban un continuado orgullo en la grandeza y la opulencia del México contempordneo, fijandose en los numerosos conventos, colegios @ iglesias que dominaban su panorama. La retSrica empleada para celebrar tales sectores urbanos debié mucho a los humanistas espafioles del siglo xv, {que habian cantado las glorias de Sevilla, por entonces la auténtica metrpo- Ii de las Indias, Sevilla, que en un tiempo fue la ciudad fronteriza, tan mo= ra y judifa como espanola, era presentada como una nueva Roma, como eh emiporio universal del comercio. La exagerada hipérbole de esta retrica en= contré inmediato eco en las Indias, donde fue empleada para celebrar las ciudades de Lima y de México en una vena de patriotismo civico que 1 juan de Grijalva, Crinica del orden de N.PS. Agustin en las provincias de a Nueva Espa (Mexico, 1624), pp. 21-22. oo 'WTastrucines que djron los vires, pp 249, 254255, 1105 PATRIOTAS CRIOLLOS. st parecfa libre de las asociaciones republicanas de su equivalente italiana. En 1623, el poeta criollo Arias de Villalobos celebré la legada de un nuevo vi- rrey a la capital con esta invocacién de México: Roma del Nuevo Mundo, en siglo de oro, ‘Venocia en plata, y en riqueza, Tro; Corinto en arificio; Cairo en giro; En ciencia, Atenas; Tebas en tesoro; Eni, nueva ciudad de Carlos Quinto; Hallo nueva Venecia, Atenas mieva, ‘Con mucho el ejemplo més distinguido de este género ditirémbico fue com- puesto por un clérigo emigrado, Bemardo de Balbuena, quien en su Gran- teza mexicana (1604) cant6 en armoniosos versos la belleza de las mujeres de ta cudad, el brio y elegancia de sus finetes, el explendor de sus iglesias conventos, la santidad de sus religiosos, y la sabidurfa y prudencia de sus ‘magistrados. La ciudad islefia, elevandose entre las aguas del lago, rodeada por montafas, cubierta toda por jardines y érboles, iluminando su panora- ‘ma por el aire transparente de su cielo siempre azul, pasaba un afto en “pri- mavera eterna”, y sus felices habitantes en lo que Balbuena lamé “este pparaiso mexicano”. Allien realidad, habia imagenes més poderosas y evo- cadoras que las comparaciones con las marchitas glorias de Europa, imé- genes destinadas a captar la imaginacién de los futuros poctas mexicanos. No todos los espaftoles de América con talento ingresaban en el sacerdocio, y atin menos se pasaban la vida lamentando la decadencia de su clase. Fue- ra del estrecho ambito de las capitals virreinales, las provincias y fronteras del Imperio ofrecian oportunidades de mejora y de empresa, y sostenfan ‘una vida social que a veces era decididamente turbulenta, En los abiertos AAmbitos de las fronteras septentrionales de la Nueva Espafia, los hijos crio- Ios de los primeros colonos y conquistadores mantenfan el espiritu marcial y emprendedor de sus padres. De este modo, la expedicién que se lanz6 en 1598 a conquistar y “pacificar” Nuevo México fue encabezada por Juan de Ofiate, hijo (nacido en América) de un destacado conquistador y minero de Zacatecas, cuya mujer descendia de la unién entre Hernan Cortés y una hhija de Moctezuma, En aque! caso, las atrocidades que acompafiaron la sub- Paes def lng pctios de Nuevo México demotion au os co- llos de la Nueva Espafia tenian vicios y virtudes muy similares a los de sus antepasados europeos. Al mismo tiempo, la expedicién fue celebrada por Gaspar Pérez de Villagra, originario de Pucbla, quien en tediosos versos traté ° Gunaro Garea (ed), Documentos inéditos, 2a. ed. BP 60 (México, 1975), p. 312; Bernar- do de Balluena, La grandest meviana, ed, Luis Adolfo Dominguez (México, 1971), pp. 94-99, ens. aa PEREGRINOS EN/SU PROPIA PATRIA de conquistar fama como un Ercilla mexicano: sus hazafias militares serian comparables a sus logros literarios, sus manos serian tan aptas para la “lanza ‘como para la pluma’”® De manera similar, el principal cronista del Nuevo Reino de Granada, Juan Rodriguez Freyle (1566-1642), originario de Santa Fe de Bogots, mostré poca inquina contra los inmigrantes peninsulares y poca preocupacion por destino de la poblacin incigena. En realidad, declaré que esta ltima estaba integrada por “bérbaros sin ley ni conociméento de Dios”, gobernada por jefes tan ebrios como crucles, su religion y su sociedad gobernadas por ‘1 Demonio. Por lo dems, Freyle hizo un relato sumario de la inicial con- quista espafiola y una breve historia de siguientes gobernadores, haciendo Pausa tan s6lo para sefalar la década de 1590 como rompimiento en el desarrollo de su pais, cuando la busca de nuevos ingresos por la Corona caus6 la fijacién de nuevos impuestos, y alent6 a sus gobernadores a ensan- char la esfera de sus peculados. Pero también observ que para el decenio de 1620, casi todos los canénigos de la catedral eran criolios, y que varios de los oidores de la Audiencia eran graduados de San Marcos en Lima, Como enel caso de Salinas, la notable carrera de Fernando Arias de Ugarte, hijo de una distinguida familia de Bogoté que se habia ido a Espafia a realizar sus estudios ala edad de 15 afios, era motivo de gran orgullo.”” Rodriguez Freyle, una narrador nato, permitié que su pluma divagara lejos de las secas anotaciones de los anales hist6ricos, en busca de cuentos de intriga y pasion, de incidentes que habian animado la vida, por lo demés monétona, de una capital provinciana. El carnero, como se titulé su crénica, trata de temas de honor, amor y celos, temas que dominaban el teatro espatiol de la época. Obsesionaban a Freyle las terribles tentaciones caue sadas por la belleza de las mujeres, fuente de toda confusién humana desde la cafda de Adan. En asombrosa afirmacién, exclamé que “quien comiin- ‘mente manda al mundo son las mujeres”, pues por medio de sus consejos, exhortaciones e intrigas, esposas y mancebas gobemnaban a los hombres que ocupaban puestos de mando. Ai mismo tiempo, su belleza y sus pasiones eran causa de incontables delitos y quercllas. “Peligrosa cosa es tener Ia ‘mujer hermosa”, advertia, s6lo para afiadir entonces, “y muy enfadosa te nerla fea”. Contra las mentiras y la calumnia, contra las hablillas habituales en la sociedad provinciana, no habia defensa, Como prueba de estas obser- vaciones, Freyle narraba toda una serie de cuentos dramaticos, de cémo un. ‘marido celoso maté a su mujer con su amante en el lecho, de cémo ‘mujer bella y maligna habia hecho asesinar a dos maridos en sucesié de un hombre que mat6 a su hermana por deshonrar su nombre, etc.® Eta éste un nuevo género de crénica, en que los crimenes de pasién y de honor desplazaban los habituales intereses de los patriotascriollos, género fami “cpr eigen rie ne °6 Gaspar Pérez de Vllagra, Historia de a Nueva México (Alea, 1610), pp. 40°56, 271, 1 Juan Rodriguez Freyle, EI Cameo, ed. Dario Achiry Valenzela, BA 66 (Caracas, 1979), p.17, 23,38 316318 sobre lo elon, pp 367-370 4 “8 Tbid, pp. 258, 289-291, 328-329; 291,304, 390. 1105 PATRIOTAS CRIOLLOS, 333 ‘veces se encuentra aun en los relatos de Gabriel Garcia Marquez. Huelga decir que aunque Freyle iluminé un lado de la sociedad colonial que habian dejado intactos los clérigos cronistas, no es facil establecer la frontera que separa el hecho de la ficcién en El carnero. ‘Sin embargo, la més picante de estas tempranas crénicas criollas fue escri- ta por un soldado chileno, Francisco Niiftez. de Pineda y Bascufién (1608- 1680), quien hacia el fin de una vida llena de altibajos e incidentes, se puso a narrar sus recuerdos de 1629, cuando pas6 siete meses prisionero de los araucanos. Su crénica, intitulada El feliz cautivero (1673) cobré mayor peso, bien perdié parte de su amenidad, por la interpolacién de intensas disquisi- ciones sobre las causas de las guerras indias en Chile, todo ello salpicado de imprecaciones contra el mal gobierno y de lamentos por su propia ruina y falta de reconocimiento. Hijo de un distinguido soldado espaol que paso 40 aiios en Chile combatiendo a los indios, el propio Pineda lleg6 a ser ‘maestro de campo, 0 general, y pasé la mayor parte de su carrrera en las fronteras, acabando por servir como corregidor de Concepeién. Tales fueron las vicisitudes de su vida que en la gran rebelién indigena de 1653 perdié ‘asi toda su fortuna; sus estancias y su encomienda quedaron devastadas. En 1670 fue a Lima, en busca de recompensa por mas de 30 afios de servicio, sélo para “hallarme hoy al cabo de mis afios, por tierras extrafias, buscando algiin alivio y descanso a la vejez... En una tierra y gobierno adonde se cie- tran las puertas de las comunidades a los pobres dignos y merecedores de ellas”. En su exordio, Pineda declaré que habia decidido escribir en un estilo sencillo, basando su relato en “verdaderas experiencias”, en lugar de tratar de imitar “estilos tan cultos y levantados como los que hoy se acostumbran enel lenguaje”. Tal declaracién no debe interpretarse como la ingenuidad de un soldado, pues Pineda fue educado por jesuitas, leia latin y conocia a una vasta serie de autores, incluyendo doctos comentarios biblicos y ciertas doc- trinas de Santo Tomas de Aquino.” Pocas escenas de la literatura colonial son més memorables y divertidas que el cuadro que Pineda pinté de sf mismo, alojado por un bondadoso indigena en un gallinero para no caer en manos de un cacique ebrio que habia jurado matarlo. El joven criollo, apenas llegado a la mayoria de edad, ‘pasé la noche en el gallinero oyendo los gritos de los indios, no atreviéndose ‘a moverse por temor a causar una conmocién entre las gallinas “en aque! gallinero adonde por una parte el agua, el viento y frio me molestaban, y por otra el estiércol de las gallinas que sobre mi cabeza muy de ordinario ‘aia. Generalmente bien tratado por sus captores, que tenian motivos para ‘estar agradecidos a su padre, Pineda narré un incidente terrorifico en que presencié la ejecucién de un prisionero espafiol: los caciques reunidos bebieron la sangre del corazén del hombre, que le habian arrancado del ‘cuerpo. Asimismo, describié a un curandero, especie de chamdn aborigen, ° Franclaco Niiez de Pineda y Bascufén, “Cautiverio feliz y razén de las guerra dilatadas de Chile, en Diego Barr6s Arana (ed) Coeccién de historiadows de Chie, vo. Il (Santiago de Chile, 1863, pp. 2,214, 423; vénse también Sergio Correa Bello, El cxutivero feliz en la vida politica chilena del silo xv Santiago de Chile, 1965), passim a4 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA ‘que parecia un verdadero Lucifer, con st largo cabello y su rostro sombrio y ‘sucio, que inspiraba temor. Ademés, a cada momento habia de estar en ‘guardia, ya que varios caciques deseaban su muerte. En las rondas de fies- tas en que la embriaguez er a reg, habia que tener cudado para evar a las ovenes desenvueltas que libremente ofrecian sus caricias al joven criollo, ‘pues cualquier situacién podia conducir fécilmente a celos y querellas. En todo caso, como buen cristiano, afirma, deplors la promiscuidad y las rela- ciones ilictas. Su mayor tentacién lleg6 cuando le ofrecieron como mujer a la bella hija mestiza de un eacique amigo suyo, hijo de una espafiola captu- rada. En toda la narracién, hay una deliciosa vivacidad y un retrato intimo y ‘afectuoso de la vida y el cardcter de los indios, que son raros en las crénicas coloniales; los naturales de Chile son presentados como seres humanos con los mismos sentimientos que los espaiioles, en lugar de desdefarlos como idélatras y salvajes2° “Tampoco dejé Pineda de sacar las conclusiones apropiadas de su expe- riencia como prisionero, pues abiertamente elogié a los indios por su “gene- rosidad de énimo, pecho noble, ¢ ilustre sangre y un natural discursivo, regido y encaminado de un entendimiento vivo y cultivado”. En muchos aspectos se les podia comparar favorablemente con los espafioles, pues, en contraste con sus adversarios, se podia confiar en su palabra y a menudo trataban bien a sus prisioneros, 0 les daban una muerte répida, en lugar de poner a los hombres en cadenas. Aparte de sus borracheras, vivian en forma Gura y abstemia; los hombres se preparaban, desde la nifiez, para la préctica de las armas. De hecho, al estallar la guerra, los hombres se abstenian de todo contacto fisico con sus mujeres, para fortalecer mas su espiritu. Y mediante bravas hazafias en la guerra, los combatientes se ganaban una reputacién; todos sus caciques eran jefes que se habjan distinguido en el campo de batalla. A Pineda, este tipo de virtud barbara le records la de los primeros romanos o a de los hijos de Israel en la edad de los Jueces: ‘Ademés, los naturales estaban lejos de ser empedernidos paganos, hostiles a la fe cristiana, pues durante su cautiverio Pineda ensefié a los hijos de caci- ‘ques con quienes estuvo la doctrina cristiana y plegarias, y de hecho bautiz6 {un joven amigo poco antes de su muerte. Si se explicaba el Evangelio en la lengua india, pacificamente y sin recriminaciones ni violencia, a menudo se ‘encontraba tna fécil aceptacién. Pineda concluy6 que, puesto que Santo: ‘Tomés ensefiaba que la fe era don gratuito de Dios, era claro que el Espiritu Santo se hallaba presente entre los indios, inclinando sus espiritus y sus corazones a aceptar el Evangelio cristiano.” El reverso de este elogio a la virtud india fue una acerba condenacién del vicio espafiol. En varias ocasiones durante su cautiverio Pineda interrogo a jefes ya avejentados sobre la causa de sus constantes guerras contra los colons europeos, sélo para recibir siempre la misma respuesta. Eran la ‘crueldad y opresién de los espafioles las que habfan causado el primer gran ted ita Chr fl 15899, 25,28 Shae es eae a LOS PATRIOTAS CRIOLLOS 235 evantamiento contra Pedro de Valdivia durante el decenio de 1550, y ha- bjan vuelto a causar la rebetién del decenio de 1590. Los indios, inicialmente distribuidos en encomiendas, habian sido obligados a trabajar como perros, se habia hecho burla de sus jefes, sus mujeres habfan sido violadas o em- pleadas como sirvientas sometidas a malos tratos, y sus hijos a veces habian sido aprisionados y vendidos como esclavos; se habja enviado a algunos a ales, pues los sacerdotes olvidaban ensefar todo, aparte de las ple- ‘garias mas elementales y a veces eran culpables de corromper a mujeres in- dias. En toda esta secuencia ya familiar, Pineda percibia la determinante influencia de la codicia, mismo vicio que Las Casas y Oviedo se habian unido para condenar22 YY no fueron s6lo los crimenes del siglo anterior los que Pineda fustig6, en los discursos de los jefes araucanos. En su propia época, no era raro que fueran arrancados los hijos de indios “pacificados”, y vendidos como esclavos. De hecho, la mayoria de los gobernantes que habian regido Chile durante su vida habfan permitido que sus lugartenientes hicieran depreda- ciones a través de su frontera, practicamente sin otro propésito que la venta de esclavos. Si la iniciativa de Luis de Valdivia, provincial de los jesuitas, de enviar una misi6n a terrtorio indio para buscar la conversi6n pacifica de los naturales, habfa terminado en el martirio de dos sacerdotes, ello era porque Ancanamén, el jefe en cuyos dominios se aventuraron, se enfurecié por la traicién del ‘intérprete espafiol que huyé con sus mujeres. En un pasaje tenconadamente discutido, Pineda record6 que, segtin Santo Tomés, la guerra se justifieaba cuando era sancionada por la autoridad del principe; cuando tenfa una causa justa, es decir, cuando se entablaba en defensa de la libertad © para castigar crimenes; y cuando tenia en vista tn objetivo justo. Ninguna de estas condiciones podian emplearse para justificar las acciones de los espafioles en Chile. Si habia motivo para la guerra, la justicia estaba entera- ‘mente del lado de los indios, pues habfan combatido por defender su li bertad y liberarse de la tirania espafiola. “No hay nacién en el mundo que tanto estime y ame el suelo donde nace, como ésta de Chile.” Aunque Pineda no citd a Las Casas, la influencia del gran defensor de los indios, trasmitida por las ensefianzas del jesuita Valdivia, era obvia en estas radi- ‘ales conclusiones No contento con condenar la politica de Espafia hacia los indios, Pineda atribuyé la ruina de Chile a su gobierno por hombres de Europa que lega- ban a enriquecerse a costa de sus sibdifos. .Qué mayor mal’ podta haber pia los “ios de a patria” aque ser goberados por “enemigos conocidos de la patria, los advenedizos y forasteros”? Sin embargo, al plantear esta ya imiliar queja de los criollos, Pineda hizo sonar una rara nota conciliatoria al 2 Wid, pp. 67, 10, 171,252-268, 07. 2 Ibid, pp. 70, 128-130, 264-267. 336 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA declarar que abominaba toda querella entre padres e hijos; que honraba a su propio padre y explicaba que “yo por hijo de la patria tengo, y por tales Feputo.a los que estén perpetuados ya con mujeres, hijos, casas y hacienda, y ‘con suficientes experiencias de veinte y treinta aftos de servicios personales en esta guerra”. Como estaban las cosas, los gobernadores no equipaban ni ‘mantenian las fuerzas de la frontera al nivel necesario. Los subsidios envia- dos desde Lima servian para enriquecer a funcionarios del tesoro 0 para corromper a militares, a quienes los gobernadores escogian entre su propio séquito, Los soldados a menudo se apoderaban de caballos de las estancias rivadas, con pretesto de la guerra; los robos eran condonados por los, ps Bemadores que invocaban el malevolo principio de la “razén de Estado”. El resultado de esta omnipresente corrupcién era que los soldados veteranos ‘aian en el olvido, y en cambio se favorecia a mercaderes y abogados. Los nobles cris estaban“arinconados yabatidos” y demasiado pobre, comprar cargos: se sentian mortificados al observar a simples mercaderes aprovechar su riqueza para volverse concejales y magistrados, abusando de estos honores para oprimir y robar mas a los pobres. Mas alla de este Ambito ‘se encontraba la Audiencia y sus juristas, que también conspiraban para co- romper el pais; Pineda conclufa que en “esa muchedumbre de consejos, audiencias y tribunales esté la perdicién y total ruina de nuestros reinos”. Fue este predominio de los castellanos en Chile el que condujo a las dos desastrosas expediciones que desencadenaron el levantamiento indigena general de 1653, que amenaz6 con hacer retroceder a los espanoles a Jos Suburbios de Santiago y que cost6 a Pineda su encomienda y sus estancias, En aquel punto, el gobenador se vio obligado a ascender a soldados crio- los, hombres con larga experiencia de la frontera, para salvar la situacién24 ‘Ademés de condenar el hecho de que la Corona dependiera de espafioles peninsulares para gobernar Chile, Pineda también enuncié ciertos princi- pios generales de gobiemo. Citando el conocido escrito de Baldo sobre la tirania, observ que mientras el verdadero principe busca el bienestar de sus siibditos, los gobenantes de Chile habjan actuado como tiranos, ya que el Iucro personal era su objetivo tinico. Se bas6 en los comentarios biblicos de Gaspar de Villarroel, el arzobispo criollo de Charcas, y de Francisco de Men= doza, jesuita portugués, para comparar ciertos gobernantes con el rey Achab) de Israel. No ofrecia la Biblia ejemplos de profetas que se habjan opuesto a ‘sus reyes en nombre de la justicia? Después de todo, “la ley es la verdadera reina... a la raz6n, a la justicia y las establecidas leyes, contra cuyo poder toda la majestad de los principes y reyes soberanos no tiene fuerza, dominio) ni mando”. Los reyes eran los pastores de su pueblo, dioses terrenales; pero sila justicia estaba ausente, y oprimidos los pobres, entonces. gqué era reino, sino, como lo declaraba San Agustin, “un depésito de ladrones”? 2 habia, preguntaba Pineda, un predicador que denunciara la tirania de sobernantes de Chile, que llamara la atencién del rey hacia Ja ruina de nnteras? "Hay algiin profeta entre nosotros que dé voces?”* 2 Bid, pp. 15, 118,230236, $10, 421-426. 2 Bid pp. 117, 163,216 382389, 518; sobre San Agustin, p. 239. LOS PATRIOTAS CRIOLLOS 37 i Muchos descendientes de los conquistadores se sintieron més irritados alentados por la denuncia, hecha por Las Casas, de los hombres cuyo valor en combate habfa ganado a Espana el Nuevo Mundo. El tataranieto de Bernal Diaz del Castillo (nada menos) atacé enconadamente la Brevf- sima_relacién como burda calumnia que habia manchado el honor y la fama de los conquistadores, alentado a los indios a la rebelién, y que habfa sido citada por extranjeros para justificar sus ataques a las posesiones espafiolas. ‘Tan grandes habian sido la confusion y el resentimiento por la promul- gacién de las Nuevas Leyes que “ardia la América”. En su prolija crénica del reino de Guatemala, intitulada Recordacién florida (1695), Francisco ‘Antonio de Fuentes y Guzmén (1642-1699) se bas6 en la tradicién local para afirmar que Las Casas siempre habia estado en movimiento, “sin estar de asiento en alguna de estas partes”, y que, siendo obispo de Chiapa, habia ofendido a todos por el “estilo seco, leno de severidad y de aspereza con que trataba a cuantos le buscaban”. Hasta habia refiido con Francisco Ma- rroquin, primer obispo de Guatemala, prelado célebre por su celo pastoral, que le habia ayudado en sus primeras empresas misioneras.® Si Fuentes se indignaba tanto al describir hechos que habian ocurrido casi un siglo antes, de at nacimiento, ea porque la carera de Las Casas habia sido amplificada por fray Antonio de Remesal (1570-16--?) en su crdnica de la Provincia dominica de Chiapa y Guatemala, publicada con el presuntuoso titulo de Historia general de las Indias Occidentales (1619). La cosa empeoraba por la ausencia de toda otra historia sobre la fundacin de Guatemala, ya que los conquistadores de tal reino no habian escrito o publicado ningrin relato de sus batallas y asentamientos. Remesal, dominico de Espafia que habia estu- dado los manuscritos de Las Casas en Valladolid, audazmente contrasté las virtudes proféticas del obispo de Chiapa con los crimenes y las injusticias de Pedro de Alvarado y sus seguidores. Para dar a su patria una fundacién honorable y gloriosa y para refutar la autoridad de Remesal, Fuentes com- uso sut crdnica, revisando minuciosamente los archivos de la ciudad en nusca de cédulas imperiales y tempranas ordenanzas. Con este fin, em- bellecié stu obra con vivas descripciones de batallas, y salud6 a Alvarado ‘como un Hércules espattol y, con respecto a sus leyes prudentes y justas, co- ‘mo un verdadero Numa. Como tantos otros cronistas,cit6 todo el texto de la onacién papal y, mas extrafiamente, el “requerimiento”, como prueba de gq. “el ico principal fin del descubrimiento, conguista y reduccién fe estos reinos de las Indias fuese... el establecimiento de nuestra santa fe cabin enue laa gendes que ls habia.” Fuentes, regidor de dad, ex alcalde mayor de Soconusco, y rico terrateniente, que por ambos lados de su. familia descendia de conquistadores y magistrados, expresaba aqui la creen- 2% Francisco Antonio de Fuentes y Guzmn, Recordin florida: diacurso historia, natural, ‘materia, military polio del reino de Goathemala, ed. Carmelo Séenz de Santa Maria, BAE 230, 251, 258,3 vol. (Madrid, 1969-1972), I 190-194 I, 197, 249-252; Il, 314, Véase también Severo Martinez Peléez, La patria de cite (Guatemala, 1971), pp. 3861 338 PEREGRINOS EN SU PROPIA PATRIA. cia comtin entre el dite criolla de que su sociedad se derivaba de un designio providencial y, por tanto, se basaba en un mandato del Cielo a la monarquia catblica” La defensa de los conquistadores no entrafiaba ningiin desdén de las realizaciones culturales de los indios de Guatemala, pues Fuentes notaba el numero de estelas que podian encontrarse en Atitldn, impresionantes columnas rematadas con cabezas esculpidas, elaboradamente escritas con glifos que, segiin afirmaba, conmemoraban las grandes hazafias y conquis- {hs de los monarcas indigenas. Sin embargo, mds impresionante era la ciu~ dad de Copén, donde las ruinas de sus pi plazas, templos y estelas ofrecian convincente testimonio de la calidad de la civilizacion maya. De hecho, tan magnificos eran sus restos esculpidos, que muchos visitantes pensaban que los habian construido cartagineses, 0 bien, “espafio- les de antaio”, pero Fuentes se burlaba de todas las teorias —que Gateia y Pinelo habian considerado verosimiles— y categSricamente afirmaba que los monumentos eran “obra de los indios”. Sobre la discutida cuestién del origen de los naturales del Nuevo Mundo, afirmaba haber descubierto un ‘manuscrito, escrito en 1544 por un miembro de la dinastia real de Quetzalte- rnango, en que decfase que los indios habjan emigrado de Babilonia. Asimis- ‘mo, cit6 un relato en quiché descubierto por fray Francisco Vazquez, en que se describia a los indios como una tribu de Israel, que habiendo escapado de Egipto con Moisés, pasé a Babilonia y no a Palestina, y luego vagabunded Ientamente a través del Asia. No se ponia en duda que los naturales de Guatemala tenian casi los mismos antepasados de los toltecas y mexicas, aunque Fuentes proclamara con resolucidn la independencia del reino quiché ante toda intrusién del norte. Ademés, aunque considerara la posh bilidad de una ascendencia hebrea, jamés se interes6 por insistir en los antecedentes egipcios o babilonios de las pirdmides y los jeroglifos indios. En ningiin sentido, como no fuese en el de la religién, podia describirse a los indios como birbaros antes de la llegada de los espafioles En su enfoque a los indios de su época, Fuentes hizo una evaluacién ambigua y hasta contradictoria: sus comentarios variaban de acuerdo con el tema en discusin. Para empezar, resueltamente neg6 que fueran esclavos por naturaleza,teorfa, afirmd, inventada para justificar los peores exces0s de ‘gobernadores como Pedrarias. Todo cl que tratara a los naturales podia ates tiguar que entre ellos habia hombres de talento, aptos para gobernar, dota. dos de prudencia y piedad, y que hablaban espafol y llevaban sus asuntos fen forma competente. Al mismo tiempo, atestigué su cardcter ajeno, intrata= bie, observando que “es indomable e duro el natural de los indios", y que no se dejaban afectar por castigos ni por halagos. Ademés, concedié que Ia ‘conquista espafiola habia causado gran desorden en su sociedad y su cule ‘ura. Tanto como en México, la poblacién habia declinado preci de modo que Quetzaltenango, que en un tiempo albergara 80000 tri 2 Fuontos, Recordacion, I ey, 117, 133-139, 199,162 2 pid, 1, 230,285, 387-359; I, 7-75, 150-155, 249-284 I, 92-94, LOS PATRIOTS CRIOLLOS x0 rios, ahora s6lo tenia 3.000; y en Totonicapa s6lo quedaban 2030 hombres en lugar de los anteriores 52000. Y esta dramética pérdida no podia atribuirse nea los horrores de la conguilsta nl al envio de trabajdores a las plantar

Anda mungkin juga menyukai