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INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL 285 8) Aceptacién.—La adhesi6n que el destinatario hace a la propuesta de un modo expreso mediante una declaraci6n de vo- luntad 0 tacitamente exteriorizando con actos idéneos su asenti- miento, emprendiendo sin mas la ejecucién del contrato, etcéte- ra, constituye una aceptacién de la oferta. Y como ésta debe di- rigirse a la persona del destinatario (no es oferta el propésito manifestado a un tercero de contratar con otros), asi también la declaraci6n de aceptacién debe ser hecha al oferente en forma que coincida exactamente con Ja propyesta. No daria vida al contrato la aceptacién que el destinatario hiciese de una pro- puesta limitando o modificando ésta; toda variacién o reserva que en la misma se hiciere, la transformaria en una nueva pro- posicién de contrato que dirigida‘al primer proponente, podria generar un vinculo contractual si éste a su vez la aceptase pura’ y simplemente (1). ' Para que nazca un contrato se exige, en efecto, que el acuer- do sea pleno, que el consentimiento recaiga sobre todas las cldu- sulas y modalidades enunciadas por una parte a la otra, incluso sobre las secundarias; hasta este momento hay solamente una se- rie de proposiciones de las cuales cada una espera aceptaci6n, Esta, por regla general, debe seguir inmediatamente a la pro- puesta, es decir, sin intervalo; cuando entre la propuesta y la aceptaci6n sea ineludible el transcurso de un cierto tiempo (como ocurre siempre en Iss contratos entre ausentes), éste no puede ser indefinido porque el oferente no puede hallarse indefinida- mente vinculado. Para evitar esto se prefija un cierto término por el propio oferente o el necesario para que puedan Megara #4, M1, nGmeros 971 y siguientes; Windscheid, Pand., Il, 1, § 307; Regels- berger, Pand.. I, § 150; Jhon, Die Haftpfticht des Offerenten bei Wieder- ruf seiner Offerte (Arch. f. civ. Pr. LXXX, 1892, paginas 64 y siguientes). De las normas mucho ms completas y diversas dictadas por los legis! dores aleman y suizo en materia de obligaciones, véanse §§ 130, 145 del Cédigo civil alemn y los articulos 3 y siguientes del suizo. (1) Asi textuaimente el Cédigo de Comercio, art. 37: «Una acepta- cién condicionada o limitada equivale a rechazamiento dela propuesta implicando una nuevas. Pacchioni, Rio. dir. comm., 1908, II, pag. 148; Scia~ loja, £., 1909, 1, pag. 477. 286 ROBERTO DE RUGGIERO su respectivo destino la oferta y la respuesta. Dentro de tales li- mites seré siempre eficaz en tanto la oferta no haya sido revo- cada, . : La aceptacién es ‘como la propuesta, también revocable, El derecho de revocacién puede ejercitarse, en los contratos bila- terales, en tanto el proponente no haya tenido noticia de la acep- taci6n (si le llegase después de ésta, el contrato ya seria perfec- to); puede ejercitarse sin responsabilidad alguna respecto al in- terés negativo, ya que el proponente no podia confiar en que su oferta hubiera sido aceptada y, por tanto, no se hallaba autori- zado a emprender la ejecucién del contrato (Cédigo de Comer- cio, art. 36), Finalmente, la aceptaci6n no es posible, o si, emitida, no es ya eficaz, cuando el proponente haya muerto o sea declarado in- capaz antes de que la aceptacién Ilegue a su conocimiento; lo mismo debe decirse respecto a la propuesta, si antes de su acep- taci6n hubiere muerto o sido declarado incapaz el destinatario. Esto deriva del principio fundamental de nuestro Derecho, se- gun el cual el contrato no se perfecciona sino mediante el acuer- do de dos voluntades existentes y permanentes hasta el momen- to en que concurran; y como en el primer caso la voluntad del aceptante no puede ya concurrir con la del proponente declara- do incapaz o muerto, asi tampoco en el segundo puede la volun- tad del oferente concurrir con la del destinatario, la cual ho po- dria ser sustitufda por la de sus herederos (1). 1) Conclusién del contrato.—E\ punto més esencial de toda la doctrina aqui estudiada es el que se refiere a la determinacién del momento en que se verifica el encuentro de voluntades, y en el que puede decirse que el contrato es ya perfecto. La cuestién, que no ofrece dificultad alguna cuando las par- tes estén presentes (porque debiendo, en tal caso, seguir la acep- taci6n inmediatamente a la propuesta, y siendo aquélla emitida y recogida casi simulténeamente no hay intervalo durante el (s) En orden a los sistemas adoptados por el Cédigo aleman y el suizo, véanse los §§ 130, 147, 148, 149, 150 y 153 del primero y los artfcu- los 4, 8, 6 y 9 del segundo. INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL 287 cual pueda dudarse de si se ha verificado 0 no el encuentro), la ofrece importantisima y grave cuando Jos contrayentes se hallan lejanos uno de otro, es decir, cuando se trate de contrato entre ausentes, como son aquellos que se celebran por corresponden- cia epistolar o telegrafica o mediante un nuncio (I). Y no sélo interesa al punto ahora debatido, sino que influye también en otros respectos, dependiendo de la determinacién del momento en que el contrato es perfecto la del lugar en que éste debe es- timarse celebrado, y, por tanto, la de la competencia territorial y la de la ley que debe regir tal relacién. La’ soluci6n, en abstracto, es muy varia, y miltiples y opues- tas son las adoptadas, no ya s6lo por la doctrina, sino también por las legislaciones positivas. Trdtase, en efecto, de elegir entre los varios momentos de la declaraci6n de aceptaci6n, desde el instante en que ésta se emite hasta que llega a noticia del ofe- rente, el mds decisivo en orden a la formaci6n del consentimien- to. Puede éste considerarse formado y el contrato concluso en el momento inicial del ciclo, o sea, cuando se emite la declaracién de aceptacién (sistema declarative, Ausserungs theorie, Decla- rations theorie) 0 en el momento en que la declaraci6én de acep- tacién se hubiera expedido al oferente (sistema de la expediciin Uebermittelungs theorie), 0 en el momento en que la declaracién de aceptacién hubiese sido recibida por el oferente (sistema de la recepcién, Empfangs theorie), 0 puede, finalmente, reputarse ne- (1) El contrato por teléfono, ise debe considerar entre presentes 0 entre ausentes? Cuestién muy discutida que recibe a mds de las dos so- Juciones principales (negativa o afirmativa), otra intermedia reputéndose por algunos entre presentes respectivamente al momento de su perfeccién {no hay un intervalo apreciable de tiempo entre oferta y aceptacién ono aceptacién, y son por tanto posibles las cuestiones relativas a la revoca- cién de la oferta o de la aceptacién), y entre ausentes respectivamente al Jugar en que se perfecciona: Meili, Das Zelephonrecht, Leipzig, 1885; Gabba, U2 telefono ¢ la giurispr. (Giorn. @. leggi., 1882, paginas 313 y si- guientes; Vidari, J contratt per telefono, tib. 1882, paginas 329, 354 y si- guientes); Bolaffio, L'art. 36, ¢. di c. € # contratti per telefono (Arch, Giur., XXIX, 1882, paginas 505 y siguientes); Bianchi, / contratie per telefono, Bologna, 1888; Norsa, J/ telefono ¢ la legge (Atli. Ist, Lom. di Se. ¢ lett, XV, paginas 69 y siguientes), 283 ROBERTO DE RUGGIERO cesario también el conocimiento de la aceptacién por el oferente (sistema de la cognicién, Vernehimungs theorie Agmtionstheorie){1). La diversidad de las consecuencias que derivan de la adop- cién de uno u otro sistema es obvia: la diferencia es profunda- mente diversa en orden al derecho de revocacién de la propues- ta o de la aceptaci6n, que podra ejercitarse en momentos distin- tos, segtin que el contrato se considere perfecto en uno u otro instante. Basta, para limitarnos a un ejemplo, considerar que, segiin el sistema de la declaracién, la propuesta no es revocable por el oferente apenas el destinatario la haya aceptado, mientras que en el sistema de la cognicién no sélo puede revocarse des- _ pués que la aceptacién haya sido declarada y la declaracin ex- pedida al oferente, sino incluso después que éste la hubiere re- cibido, con tal que no la conozca todavia. A su vez, la acepta- cién, apenas emitida, no puede ya revocarse, segiin el primer sistema; lo seria en el segundo, hasta el momento en que el pro- ponente conociese la aceptacién, EI sistema preferible, desde el punto de vista abstracto, de- pende (a més de la posicién especulativa 0 dogmatica que se adopte), de la valoracién que se haga de las ventajas que implica una répida y segura conclusién de los negocios juridicos frente a los inconvenientes de una menos madura determinaci6n de la (1) - La literatura es abundante: entre las monograffas conviene citar, Serafini, Della conclustone det contraiti fra asseti (Scrttti giur.; Il telegra~ fo in relas. alle giur, civ. ¢ comm., Pavia, 1862, Vidari Del momento in cui un contratto fra assenti si ha da riltuere perfetto (Giorn. d. leggi, 1, pagi- na 98, IV, pag. 36); Gabba, 2 contrarto fra assenti o per corrispondenza (Foro. it, 1897, paginas 21 y siguientes y en Quest, di dir. céo., I, pagi- nas 166 y siguientes); Scheurl, Vertragsabsclluss inter Abwesenden (Salrbb. f.a. Dogm., Il; 1858 paginas 248 y siguiente), Kippen, Der Obdligatoris- ‘che Vertrag unter Abwesenden (ib., XI, 1871, paginas 139 y siguientes); Schoft, Der ob1. Vertrag unter Abwesenden, Heidelberg, 1873; Meili, Das Telegraphenrecht, Zirich, 1873, Guirad, Tratté des contrats par correspon- dance, 1890; Valéry, Des coatrate par corresp., Paris, 1895; Caporali, (Contr, p. corrip., en Dit. pr, di dir. pr.), Entre los tratados Windscheid, Pand., I, § 306; Giorgi, Odsiig., IU, paginas 264 y siguiente; Ferrini, Od8/ig., pa- _ginas 661 y siguiente; Venzi en Pacifici, v., 1V, pag. 273; Baudry-Lacan- tinerie, Obdlig., I, paginas 41 y siguientes, INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL 289 voluntad en los contrayentes. Sin embargo, el que menos res- ponde a las exigencias de la vida practica, aunque mas conforme a las racionales, es el sistema de la declaracién, al cual se adhie- ren pocos; mds aceptado es el de la cognicién, porque si el con- sentimiento es no s6lo el encuentro de dos voluntades, sino tam- bién la conctencia del acuerdo reciproco (1), nada parece mas esencial a la perfeccién del vinculo que el que el proponente co- nozca la voluntad del destinatario de aceptar la oferta. Pero este sistema ofrece también algunos inconvenientes. De aqui la nece- sidad de sistemas mixtos, doctrinales o legislativos, que derogan © modifican los principios expuestos, y que constituyen otras tantas teorias. Tal es, entre otras, la profesada por Winds- cheid (2), segéin la cual basta para obligar al proponente la mera declaracisn de aceptaci6n del destinatario, y para obligar al aceptante precisa que su declaraci6n haya llegado a conocimien- to del oferente, Otra es la que, para resolver las controversias doctrinales y jurisprudenciales que se agitaron en Italia por el silencio del Cédigo civil, adopt6, haciendo su aplicaci6n extensi- va a las materias civiles el art. 36 del Cédigo de Comercio. «El contrato bilateral entre personas lejanas no es perfecto si la aceptaci6n no llega a noticia del proponente en el término por éste establecido o en el necesario para el cambio de la pro- puesta y de la aceptacién, segin la cualidad del contrato y los usos generales del comercio. El proponente puede estimar eficaz una aceptacién, Ilegada a él con retardo, con tal que diere inme- diato aviso al aceptante. \ «Cuando el proponente exige la ejecuci6n inmediata del con- trato y no se solicite upa respuesta previa de aceptaci6n y por la calidad del contrato no sea necesaria conforme a los usos gene- rales del comercio, el contrato resulta perfecto apenas se com- prenda su ejecucién. »En tanto el contrato no sea perfecto, la propuesta y la acep- tacién son revocables; pero si bien la revocaci6n impide la per- fecci6n del contrato si llega a conocimiento de la otra parte (1) Ferrini, Osbtig., pag. 663. (2) Pand., M, 1, § 306. Rucctero 9 290 ROBERTO DE RUGGIERO luego que ésta comenzé6 a ejecutar el contrato, el revocante esté obligado a resarcir los dafios. »En los contratos unilaterales las promesas son obligatorias apenas lleguen a conocimiento de la parte a quien se hacen.» Prescindiendo de las particulares cuestiones que este tan extenso articulo puede plantear.y de los inconvenientes que algunas de sus normas pueden producir (1), el sistema de nues- tro Derecho (2) resulta de la fusi6n del sistema de la cogni que es aceptado en orden a los contratos bilaterales, con el de la declaracién que rige para los unilaterates. En orden a estos ulti- mos basta, en efecto, que la propuesta haya llegado a conoci- miento dei destinatario; ésta se entiende aceptada por ser racio- nal y conforme a la prdactica de la vida que quien ofrece obligar- se debe esperar que el promisario acepte la oferta sin que nece- site esperar la confirmaci6n de dicha aceptaci6n (3). Se exige, en cambio, el completo desenvolvimiento ciclico del envio y arribo de la propuesta, y del envio, arribo y conocimiento de la aceptaci6n en los contratos bilaterales, porque siendo en ellos doble y reciproco el vinculo y una obligacién causa de la otra, ninguna de las partes resulta obligada sin que la otra a su ver se obligue también. De qué modo deba manifestarse la voluntad (declaraci6n (1) Gabba, MZ contratte fra assenti o per corrispondenza; Scialoja, Sull., articulo 36 del c. comm. (Studi per Pessina, Ul paginas 1 y siguientes); Giorgi, Odécig., III, pdginas 302 y siguientes; Venzi en Pacifici, /st., IV, pagina 273; Carrara, Formasione dei contratti, paginas 308 y siguientes. (2) El Cédigo suizo de las obligaciones adopta el sistema de 1a expe- dicién: «Si el contrato se celebra entre ausentes, sus efectos comienzan desde el momento en que se expide la declaraeién de aceptacién. Cuan- do no precise la declaracién expresa los efectos del contrato comienzan desde que fué recibida la propuesta. En el sistema de ia recepcién se inspira el Cédigo civil alemdn el cual sienta el principio general (§ 130) de que la declaracién de voluntad que debe hacerse a otra persona, estando ésta ansente la obliga desde el momento en que la recibe, y lo aplica con algunas modificaciones a los contratos (§§ 145, 147, 151). (3) Pero la explicacién del pdrrafo primero del art. 36 del Cédigo de Comercio no es idéntica en !a doctrina, que discute sobre el significado atribuido en este articulo a la expresién «contratos unilaterales» y sobre el alcance’preciso de 1a norma, Las opiniones son muy divergentes. INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL 291 expresa, tacita), qué eficacia debe atribuirse a! silencio, cudles son los vicios de la voluntad y cudles los efectos de una voluntad viciada por error, ddlo o violencia, o declarada imperfectamente o disconforme con la intima voluntad (simulacién, reserva men tal, voluntad no seria); si se puede admitir y de qué forma una representaci6n en la declaracién de la voluntad; finalmente, si se precisan requisitos de forma y cuales para su manifestacién, son cuestiones que tienen una importancia y una esfera de aplicaci6n mas amplias que la de los contratos; su examen corresponde a la doctrina del negocio juridico en general (vol. I, §§ 26, 27 y 28)- Ill, Odjeto.—Todo contrato debe tener un objeto, y si éste falta, aquél carece de valor; es objeto toda prestacién consisten- te en dar, hacer 0 no hacer, ya sea simple o compleja, ya se rea- lice por una sola de las partes (contratos unilaterales), ya por ~ ambas (bilaterales). Los requisitos que debe tener el objeto fue- ron estudiados a su debido tiempo; la prestacién debe ser posi- ble fisicamente (quedan, por tanto, excluidas las cosas que no existen ni pueden existir; no lo estan, en cambio, las cosas futu- ras ano ser que se trate de sucesi6n no abierta, art, 1.118) y jurfdicamente (las cosas que no estdn en el comercio no pueden ser objeto del contrato, art. 1.116); debe ser licita, determinada o determinable a base de un criterio establecido ya en el contra- to (art. 1.117); debe tener un contenido patrimonial o ser sus- ceptible de una valoracién econémica; debe representar un inte- rés econémico o moral para el acreedor. Entre las prestaciones de hacer, merecen particular mencién dos casos; que se deduzca como objeto del contrato el hecho de un tercero o el propio de los contratantes, los cuales se obligan a estipular un sucesivo contrato. a) La promesa del hecho de un tercero, ya sea éste un facere, un dare o un non facere, es absolutamente licita cuando el hecho ajeno ofrezca un interés cualquiera para el promisatio (me obligo contractualmente con oficio a que un tercero le venda la propia cosa, a que le nombre su gestor de negocios 0 a que se absten- ga de comerciar en el mismo lugar). Que tal contrato no obliga al tercero extrafio al contrato, es obvio, Dependerd, pues, de su libre voluntad el aceptar o rehu- 292 ROBERTO DE RUGGIERO sar la obligaci6n asumida por otro en su nombre, el cumplir 0 no cumplir el contrato. Si lo rehusa, la responsabilidad de quien prometié, surge precisamente de su obligacién de garantir la prestaci6n del tercero; y tal responsabilidad plasma en el deber de resarcir el id quod interest al acreedor, el cual, como no tiene acci6n contra él tercero, no la tiene tampoco contra el deudor para constrefiirlo a realizar personalmente (supuesta la posibili- dad) el hecho prometido (art. 1.129). 6) Cuando el contrato tenga por objeto la promesa recipro- -ca de estipular otro entre las mismas partes se produce el llama- do contrato préliminar 0 pactum de contrahendo (1), La funcién de éste no es otra que el vincular a las partes comprometiéndo- las a la conclusién de un futuro contrato que por ahora no se quiere o no se puede estipular; su objeto no es, pues, el propio del contrato que habra de celebrarse si no la conclusion de éste, © sea un facere consistente en asentir o en prestarse a cuanto precise para dar vida al contrato que se promete estipular (por ejemplo, el contrato preliminar de compraventa no es compra- venta, sino que obliga inicamente a las partes a celebrar el con- trato de compraventa). Ahora bien; como Ja prestacién futura del consentimiento es un acto estrictamente personal, no direc- tamente coercible, de tal promesa nace un crédito a la celebra- cin del contrato y su incumplimiento obliga a resarcir el id quod interest; jamas produce los efectos propios del contrato cuya estipulaci6n se prometi6 en caso de haberse estipulado, ya que la sentencia condenatoria no puede en modo alguno substi- £ uir el consentimiento que no se prest6 (2). (1) Degenkolb, Der Begriffder Vorvertrage (Arch. G. d. civ, Pr., LXXII, 1887, paginas 1 y siguiente); Adler, Realcontract und Vorvertrag, 1892; Schlossmann, Ueber den Vorvertrag (Sherig's Skarbb, XLV, pdgi« nas t y siguientes); Gippert, Zar Lehre von den pacta de contrahende (Krit. Vierteljahresschr, XV, paginas 400 y signientey; Coviello, Contratti preliminaré (en Enc. Giur,), Caporali, Contr. pret. (Dis. pr. di. dir. priv.) ‘Windscheid, Pand, Il, 1, § 310; Venzi, en Pacifici, [st., 1V, paginas ass y siguientes. (2) Véase Faggella, Riv. dir. comm., rg10, VIII, 2, pag. 854; Chioven- da, Zb., 1911, 1X, t, pag. 96; Chironi, J6., 1911, 2, pag. 663; Ascoli, Rio. dir, wiv , II, 1810, pag. 841; HII, r9tt, pag. 887. INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL 293 Muy distintos entre si son el contrato que se celebra para pre- parar otro y esto otro que es objeto de dicho contrato prepara- torio. Deriva de esto que como los efectos del primero no pue- den nunca coincidir con los del segundo, asi también los requi- sitos que la ley exija para validez del contrato definitivo no pue- den (sin concurrir los mismos motivos) considerarse exigidos para la validez del contrato preliminar, cuya existencia es inde- pendiente y cuya validez debe apreciarse segiin las normas gene- rales de los contratos (1). (1) La cuestidn tiene en Ja prdctica y en ciertos casos gran importan- cia como ocurre en el contrato preliminar de venta de un inmueble, te~ niendo en cuenta el precepto del art. 1.314 que prescribe el uso de la for- ma escrita en las convenciones translativas de la propiedad sobre inmue_ bles o sobre otros bienes o derechos susceptibles de hipoteca. Si la pro- mesa bilateral de venta se equipara a una venta perfecta—como hacen algunos autores (Tastufari, Vendita, n. 41; Giorgi, Ob5/g., III, paginas 148 y siguientes), y sostiene una gran parte de nuestras Cortes, si bien ahora comienza a disminuir - es légico declarar ineficaz el pactwm de contraenda cemptione que no se consigue por escrito si se refiere a inmuebles. Pero confundir ambas figuras constituye un error grave; el fin que en la venta persiguen ambas partes es la transmisién de la propiedad de Ja cosa al comprador, del precio al vendedor; el que persiguen en la promesa de venta es la estipulaeién de un contrato futuro, No se debe recurrir a los articulos 1.448 y 1.125, segdn los cuales la venta es perfecta y la propie- dad se adquiere en el momento en que se ha convenido sobre la cosa y el precio y que en los contratos que tengan por objeto la transferencia de la propiedad, ésta se transmite por efecto del conseatimiento legitima- mente manifestado; habiéndose, pues, en la promesa de venta, formado el acuerdo sobre la cosa y el precio, aquélia operaria sin més el traslado de la propiedad y consiguientemente requeriria forma escrita. E] baber concluido las partes un contrato preliminar y no el definitivo, excluye el que hayan querido o podido querer los efectos del definitivo, es decir, el traspaso de la propiedad; y si este traspaso no se ha verificado, con razén se sostiene la inaplicabilidad del aM. 314 Véanse en este sentido Ascoli, en Riv. dir. civ., 1, 1909, pag. 246; II, 1910, pag. S41; III, 1911, pag. 887, Gabba, en Giur, #2., 1903, pag. 29; Bonelli, en Riv. dir. comm., 1904, IL, 15 pagina 98; Bazassi, en Legge., 1905, I, pag. 1.294; Butera, /4., 1909, 1, pa- gina 2.224; Degni, en Riv. dir. comm., 1910, VILL, 2, pag. 130; Mosa, Lutor- no alla forma della promessa di vendita immobiliare (Riv, dir. comm., 1915, II, paginas 28 y siguientes); Carnelutti, Jn denc, dé promessa di vendita im- mobiliare (en Studi dir. civ., paginas 327 y siguientes). No nos parece buen 294 ROBERTO DE RUGGIERO . IV. Causa.—La noci6n dé causa se fij6 ya en otra parte (volumen I, § 29) con ocasién de exponer la doctrina del nego- cio juridico; no hay que repetir ahora por qué la causa consti- tuye un elemento social del contrato. Aqui se deben examinar los principios fundamentales en su aplicacién a los contratos. a) Todo contrato debe tener una causa; si no la tiene es nulo, porque no basta la voluntad abstracta para crear una obli- gaci6n (art. 1.119). Esto es aplicable a todos los contratos; no lo es por excepci6n a los contratos abstractos, en los cuales la falta de causa no determina nulidad. La promesa en si és valida; pero los efectos que produce pueden suprimirse cuando se pruebe la inexistencia de la causa o pueden excepcionarse. La carencia de causa puede ser originaria 0 sobrevenida: si el con- trato surge sin causa es originariamente nulo; si surge con causa y luego ésta cesa, sobreviene la nulidad. En lo demas no hay diferencia alguna entre ambos casos. 6) , La causa ha de existir (art. 1.275). Mientras el deudor no pruebe lo contrario se presume que existe la causa (art. 1.277). Ha de ser verdadera. «La expresién de una causa falsa en los contra- tratos, dard lugar a la nulidad, si no se probase que estaban fundados en otra verdadera y licitas (art. 1.276}. Ha de ser licita. La causa ilicita que es la opuesta alas leyes oa la moral produce la inexistencia del contrato (art. 1.275). Mientras no se pruebe lo contrario se presume la licitud de la causa (art. 1.277). (4) Por esto, si el Juez interpreta erréneamente una cléusula con- tractual, la sentencia no da lugar al recurso de casacién, que se admite s6lo en los casos de infraccién o de falsa interpretacidn de la ley. Cosa distinta ocurre si en la valoracién o interpretacién de los bechos hay. desfiguracién; se discute si ésta puede dar lugar a casaci6n. 302 ROBERTO DE RUGGIERO contratos mds que por consentimiento mutuo o por causas pre- vistas en Ja ley». La formula general «causas previstas en la ley» comprende aquellas que son comunes a todos los contratos 0 especiales a algunas figuras, El término final, la condicién resolutoria, la sobrevenida imposibilidad de la prestaci6n, la revocacién por causa de ingratitud 0 por superveniencia de hijos en la dona- ci6n (articulos 1.078 y siguientes), la muerte de uno de los con- trayentes en ciertos contratos como los de arrendamiento de obra (art. 1,642), la sociedad (art. 1.720), etc., son ejemplos de estas causas que la ley reconoce, Entre ellas reclaman una espe- cial consideracién el mutuo disenso, la condicién resolutoria tacita, Ja cldusula rebus sic stantibus. a) Mutuo disenso es el acuerdo de los mismos contrayentes para resolver el contrato que les liga, La misma voluntad que pudo crear el vinculo puede también resolverlo nihil tam natu- rale est quan eo genere quidgue dissolvere, quo coligatum est; puede afirmarse con Ulpiano (fr. 35 D. 50, 17), quien se referia ala forma en que se desenvuelve el consentimiento contrario- «ideo verborum obligatio verbis tollitur: nudi consensus obliga- to contrario consensu dissolvitur>. En otros términos, se trata’ de un verdadero y propio contrato cuyo contenido es preci- samente lo inverso de la constitucién del vinculo obligatorio: como tal contrato entra en la categoria de los contratos libera- torios y en la misma definicién que del contrato se da en el ar- ticulo 1,098, Ahora bien, si la voluntad apta para producir la resolucién debe ser semejante a aquella que creé el vinculo, o sea un acuerdo de voluntades, se deduce légicamente que una sola voluntad no bastarfa a producir tal efecto; el desistimiento unilateral del contrato en cuanto. que colocarfa al obligado en la posibilidad de desligarse arbitrariamente del vinculo, no es eficaz para resolverlo sino en casos excepcionales como, por ejemplo, el del mandato que es revocable a voluntad del mandante (ar- ticulo 1.758) o la sociedad de duracién ilimitada (articulo. 1.733). b) Condicién resolutoria tdcita—Un derecho de desisti- miento se concede por via general en todos los contratos sinalag- INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL 303 “méaticos, por efecto de la condicién resolutoria tacita (1), El principio basico es una raz6n de equidad y deriva del derecho consuetudinario francés que a través de las doctrinas de Pothier es consagrado en el art. 1.184 del Cédigo de Napoleén, pasando luego al nuestro (art. 1.165). Este principio es el de que cuando ambos contrayentes estén reciprocamente obligados, pueda cada uno de ellos cuando el otro no cumple su obligacién, optar libremente por una de estas dos soluciones: o constrefir a la otra parte a realizar la prestaci6n o pedir la resoiucién del vincu- lo, Era usual en Francia, en Jos paises en donde regia el dere- cho Consuetudinario, el que en los contratos sinalagmaticos las partes insertasen una cliusula especial (sacto comisoria) con ta que se preveia el caso de incumplimiento y se pactaba que la otra parte pudiere mds bien que optar por la ejecucién, solicitar del Juez la resolucién del vinculo, y que tan corriente esta préc- tica, que en definitiva aun no insertandose tal cl4usula, fué sobreentendida en todos los contratos bilaterales. No ocurrié lo mismo en los paises de derecho escrito, que adoptaron los principios romanos, segin los cuales para solicitar la resolucién por incumplimiento se exigia que se estipulase expresamente el pacto comisorio. No hay identidad ni nexo his- térico entre la instituci6n moderna de la condici6n resolutoria tdcita y la disciplina romana de los contratos innominados, en los cuales, como es sabido, a quien realizaba la propia presta- cién se concedia una doble accién, la a praescriptis verbis, para constrefiir a la otra parte a cumplir la prestaci6n que Je incumbe 0 una condictio para repetir la prestacién realizada; slo que de la prestaci6n realizada por el primero surgia la obligacién para (1) Gallavresi, La condicione risolutiva tacita sottintesa nei contrattit bilaterali, 2 ed., Milén; Caporali, La cond, ris. tacita nel Dir, civ., Flo- rencia, 1885; Cond. ris. tac. (Dir, prat. di Dir. priv.), y el dptimo tratado de Crome, Obdlég., § 16. Véanse también Deila c. d, cond. ris. sottistesa del art, 1.165 in rapporto alla teoria gendei contratti (Riv. Dir. cte., WV, 1912, paginas 145 y siguientes), el cual ve en la resotubilidad del contrato por incumplimiento de la otra parte una consecuencia de la desaparicién de la causa. Fadda, Ancora sulla riselusione del contratto per inaderpi- manto (Rio. Dir, comm , 1920, 1, paginas 5x9 y siguientes). 304 ROBERTO DE RUGGIERO el segundo que no preexistia a aquélla, pudiendo extinguirse al retirar la, prestaci6n realizada. Tampoco hay relaci6n entre la instituci6n de que hablamos y la eaceptio non adimpleti contrac- tus que cada contrayente puede oponer al adversario que exija la contraprestaci6n sin haber cumplido u ofrecido la suya; ya que mientras ésta constituye una mera defensa con funcién dilatoria, la condici6n resolutoria tacita se hace valer mediante una accién conduciendo a la resolucién del vinculo contractual, o sea a su destruccién (1). Finalmente, no debe confundirse la condicién resolutoria tacita con la expresa: la primera no es una verdadera y propia condicién a pesar de que el legislador al hablar de ella a propé- sito de las obligaciones condicionales, evidencia una intenciSn de considerarla como una de tantus condiciones que pneden insertarse en los contratos. La diferencia mds clara consiste en la distinta eficacia que una y otra despliegan: la condicién ex- presa opera ipso iure, esto es, resuelve de pleno derecho la re- laci6n contractual sin necesidad de declaracién alguna del Juez; la tacita confiere una mera facultad de demandar la resolucién al Juez, que puede no pronunciarla cuando reconociendo posible y satisfactoria la prestaci6n, estime preferible otorgar una dila- cién a quien no la cumpli6. Asif el art. 1.165, dice: «La condi- cién resolutoria es siempre sobreentendida en los contratos bi- aterales en el.caso en que una de las partes no cumpla su obli- gacidn. En tal hipétesis el contrato no se resuelve de pleno de- recho. La parte a quien no fué hecha la prestaci6n, podra optar entre exigir el cumplimiento del contrato de la otra parte cuan- do esto sea posible o su resolucién con el resarcimiento de dafios en ambos casos, La resoluci6n det contrato debe demandarse (1) Sobre la exceptio non adimpleti contractus, véase André, Die Ein- rede des nicht erfitilten Vertrages, 1890; Petersen, Die Einrede des nicht erfilliten Vertrages, t900; Saleilles, en Aun. de Dr. comm., 1893; Tartufa- ri, en Riv, Dir. comm., 1906, U, paginas 306 y siguientes, y la completa monogratia de G. Scaduto, L'exceptio non adimpleti contractus nel Dir. cio, it. (en Annali del Sem. giur. Univ. Palermo), VI, 1921, y las obras en ella citadas. INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL WS judicialmente y puede concederse al demandado una dilacién segun las circunstancias>. De que se excluya la eficacia ipso iure no se deduce que la resolucién no opere retroactivamente en este caso como ocurre en toda otra hipétesis de contrato sujeto a condici6n resolutoria expresa (articulos 1,158, 1.170); su eficacia trasciende a los de- rechos adquiridos por los terceros que se resuelven con el dere- cho de aquel de quien derivan y también a todos los actos de disposici6n por éste realizados, salvo las limitaciones que en or- den a esta eficacia impone el requisito de Ja transcripcién para Jos inmuebles (art. 1.511) y respetando los actos de administra- ci6n realizados en la cosa objeto del contrato. La diferencia sus- tancial a este respecto consiste, en que mientras la condici6n re- solutoria expresa opere como revocacién real, la tacita, opere como revocaci6n obligatoria. Las normas que disciplinan el ejercicio de la accién en reso- lucién son: la no necesidad de una previa constituci6n en mora de quien no cumple la obligacién porque éste debe prever el efecto legal del propio incumplimiento conforme al principio inadimplenti non est adimplendum {t); su inaplicabilidad a los contratos que no sean bilaterales (2); su libre ejercicio en susti- tucién de la accién para exigir el cumplimiento aun cuando ésta se hubiere intentado siempre que no hubiere recaido sentencia, porque slo ésta (y no la mera demanda judicial) es oclusiva y consume el derecho de elecci6n que .otorga la ley entre ambos remedios, lo cual puede decirse también de la acci6n para exigir el cumplimiento que puede ejercitarse no obstante haberse pro- movido la resolutoria (3). (1) Sobre este principio, véase Lessona, Legittintta della massima inadimplenti non est adimplendum (Riv. Dir. comm., 1918, 1, paginas 383 y siguientes). ° (2) Sobre los limites de aplicacién de la condicién resolutoria tAcita y sobre su extensién mds alld de los confines de los contratos bilaterales y hasta del Derecho contractual, véase Crome, op cit. pag. 181; Manen- ti, art. cit, pag. 145. (3, Sobre este punto, y especialmente sobre la facultad del deudor de prestar tardiamente luego de haber sido demandada la resolucién, Ruecimro 20 306 ROBERTO DE RUGGIERO c) Clausula rebus sic stantibus.—La doctrina, y mas aun la practica forense de los siglos medioevales, desenvolvieron un principio nuevo © casi nuevo en materia contractual, el de que en los contratos a largo término y con sucesivas prestaciones periddicas (contractus qui habent tractum successivum como por ejemplo, los suministros que suponen entrega continuada y pe- riédica de mercancias) debia considerarse sobreentendida siem- pre la clausula rebus sic stantibus; de modo que siempre que se veriticase posteriormente una mutacién mds o menos profunda en el estado de hecho existente o previsto por los contrayentes en el momento del acuerdo pudiese el obligado invocar la reso- lucién del contrato por ser éste excesivamente gravoso para él. Los compiladores del Cédigo francés y del nuestro ignoraron esta cldusula que ni siquiera mencionan y la doctrina la olvid6; modernamente la instituci6n ha sido revisada de nuevo (1). Y el principio en que se apoya enlazado con Ja doctrina de la causa 0 con la de la presuposicién merece ser tenido en cuenta por considerar el aspecto econémico de la relacién contractual y por tender a atenuar la férrea aspereza de la obligatoriedad coactiva del vinculo en todos aquellos casos en que las sucesivas modifi- véase Galizia, Sulla c,d. cond, ris. tacita in materia civ. e comm, (Dir. comm., 1911, 2, paginas 852 y siguientes); Abello, De/Pesecusione tardiva in relaz. alla tacita ridisolubilita dei contratti (Dir, e Giur., 1916, I, pagi- nas 207 y siguientes); Pestalozza, Ritardo ¢ risolusione del contratto (Riv. Dir, comm., 1920, ll, paginas 320 y,siguientes). (1) Plaft, Die clausel rebus sic stantibus in der Doctrin und der Osterr Gesetegebung (Festschriff f. Unger, 1898), Barsanti, Résolubilitd def con- trattia lungo termine pel successive mutamento dello stato di fatto (Arch. Giur., N. S., IV, 1899, paginas 3 y siguientes); Fritze, Clausola reb. sic st. (Arch, f. biirg Recht, XN, 1900, paginas 20 y siguientes); Bindewald, Rechtsgeschichtliche Darstellung der clausola reb, sie st., Leipzig, 1901; Kaufmann, Die clausola reb, sic st., Heitelberg. r907; Stabl, Dic sag, clau- sola reb, sic st, in B. G, B., Neustadt, 1909; Osti, Lac, a, clausola rebus sic st. nel suo sviluppo storico (Riv. Dir, civ., IV, 1912, paginas 1 y siguien- tes), este Gltimo muy interesante para conocer el empleo de la cidusula en los antiguos autores italianos, Del mismo modo Appunti per una teoria della soprawenienca (Riv, Dir. civ., V, 1913, paginas 471, 647 y siguien- tes), también Cogliolo, La clausola rebus sic st, e la teoria det presupposte (Scritti sari, 1, paginas 417 y siguientes), INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL 307 caciones del estado de hecho hagan el vinculo excesivamente oneroso para el deudor, Si hay que estimar 0 no contenido en nuestro Derecho, tal principio es una cuesti6n muy dudosa, y las dudas crecieron.en los tltimos tiempos debido a un timido reconocimiento que del mismo ha comenzado a hacer la jurisprudencia. No son aplica- ciones particulares de dicho principio las que sefialan como ta+ les en los artictlos 1.078, 1.560, 1.816, 1.860 y otros, porque ‘dichos articulos no se refieren en modo alguno a los contratos de tracto sucesivo. Pero el principio puede y debe estimarse im- plicito en nuestro ordenamiento mds que por la tradicién (rota por la codificaci6n), por virtud de los supremos principios de la equidad que exigen un cierto equilibrio econémico entre Ia pres- taci6n y la contraprestacién y que no consienten la ilimitada de- pauperacién de una parte en beneficio de la otra por excesiva su- jecién al principio de la obligatoriedad del contrato. La dificul- tad estriba en la fijacién de los limites dentro de los cuales hay ese desequilibrio 0 desproporcién entre las respectivas presta- ciones de los contrayentes o en establecer que dicho desequili- brio deriva de circunstancias sobrevenidas o de mutaciones no previsibles; debe evitarse que el éjercicio del derecho a la reso- lucién del vinculo se efecttée de modo abusivo o haga vana la fe que los contrayentes deben poner en la obligatoriedad del con- trato. Tales apreciaciones s6lo pueden confiarse al iluminado ar- bitrio del Juez, : Los efectos particulares de los contratos se derivan de la es- pecial naturaleza de cada uno de ellos y del concreto contenido de la voluntad de los contrayentes. Seran unas veces, la consti- tucién de un vinculo entre las partes, la transmisi6n de la pro- piedad 0 de otro derecho real, la disoluci6n de un vinculo pre- existente, !a modificaci6n de una relacién juridica o varios de éstos a la vez, segéin que el contrato sea meramente obligatorio, real, liberatorio, etc. Y no s6lo se producen los efectos previstos y expresamente queridos, sino también aquellos otros «que se- gun la equidad, el uso 0 la ley derivan del contrato» (art. 1:124), por lo que estos tltimos deben reputarse virtualmente compren- didos en la voluntad contractual, s6lo una explicita intenci6n 308 ROBERTO DE RUGGIERO contraria los eludiria con la condicién de que tal intencién fuese licita y no contradijese la funcién esencial y fa naturaleza de quel determinado contrato. Es en efecto un principio general el de que los contratos deban ejecutarse de buena fe (art. 1.124), to que implica una cierta elasticidad en la apreciacién del Juez, Suele decirse que entre los efectos, deben distinguirse los ‘que se producen entre las partes de aquellos otros que repercu- ten en los terceros, Pero tal enunciacién no responde exactamente a la verdad, ya que parece dar a entender que con relacién a los terceros puedan producirse efectos favorables o desfavorables derivados ‘directamente de un contrato estipulado entre otros. Especial- ‘mente con relacién al contrato obligatorio esto no es cierto, por- que solamente las partes resultan por él vinculadas o adquieren en su virtud un crédito. Y partes son los contrayentes, sus he- rederos 0 sucesores a titulo particular que subentrando en el universum jus del difunto o en la especial relacién juridica cons- tituida por el contrato, asumen Ja misma posicién que el autor; s6lo una expresa voluntad contraria puede limitar los efectos a Ja persona del contrayente (art. 1.127) cuando esta limitacién no derive de la naturaleza misma del contrato que crea un vincu- lo estrictamente personal (art. cit.), como ocurre, por ejemplo, nel mandato (art, 1.757), en la sociedad (art. 1.729) 0 en el arrendamiento de obra (art. 1.642), La convenci6n estipulada por los contrayentes no favorece ‘ni perjudica a los terceros (art. 1.130); nadie puede vincular a un tercero extrafio a la relaci6n o vincularse a este tercero. Ya se vid en lugar oportuno el valor que debe asignarse a la con- venci6n por la que se promete el hecho de un tercero. Solamen- te constituye una excepcién—excepci6n que origina muchas di- ficultades dogmaticas—el caso que de un contrato derive un de- recho en favor de tercero. Y sobre esto conviene detenerse un poco, Contratos en favor de terceros (1).—El art. 1.128 del Cédigo (0) Busch, Doctrin und Praxis ber die Gultigheit von vertrdgen au ‘Gunsten Dritter, Heidelberg, 1860; Buhr, Die sog. vertrdge zu GC. Dr. INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL BD civil reproduce casi sin modificaciones los articulos 1.119 y 1.120 del Cédigo francés y dispone: «Nadie puede estipular en ‘su pro- pio nombre, sino es para si mismo». Sin embargo, todos pue- den estipular en provecho de tercero cuando esto constituya condicién de una estipulacién para si o de una donacién hecha a otro. Quien hizo esta estipulacién no puede luego revocarla si el tercero declara que quiere aprovecharse de ella. Ello, como se ve, entraiia un principio general—la nulidad de las estipulaciones hechas en nombre propio y en favor de tercero—y restricciones a tal principio. Ahora bien, :cudles son las causas y fundamentos de uno y otras? Puesto que el sistema actual deriva directamente a través de la doctrina de Pothier de} Derecho romano, conviene primeramente recordar que este &l- timo consideraba nula toda estipulaci6n en que alguno se bubie- se hecho prometer de la otra parte una prestaci6n en favor de tercero. El tercero que no tuvo participacién en el contrato, no podia fundar en éste una pretensién contra el promitente preci- samente por no haber tomado parte en dicho contrato, tampoce el estipulante podia fundamentarla ya que la prestacién no le fué prometida a él sino al tercero. El principio dicho dado especial- mente para la estipulaci6n (ddteri stipulari nemo potest) y aplica- (dahrbb f. d. Dogm., VI, 1862, paginas 131 y siguientes; Arch, f. die cio Pr., LXVI, paginas 157 y siguientes), Unger, Die verirdge su G. Dr. (ib, X, 1869, pdginas 1 y siguientes); Gareis, Die vertrdge au G. Dr. Vureburg, 1873; Regelsberger, Ueber die vertrdge su G. Dr. (Arch. f. civ. Pr., LXVIL, 1884, paginas 1 y siguientes); Danz, Die Forderungsiiberwei- sung, Schuldiberweisung und die vertrdge eu G, Dr., Leipzig, 1886, Gimd~ ry, Der vertrag cu G. Dr , Zurich, 1890; Ehrenaweig, Die sog, sweigliedr#- gen vertrage, Wien, 1895; Eisele Zu, Beitrdge zur rim. Rechtsgesch, 1896, paginas 76 y siguientes; Hellwig, Die vertrdge auf Leistung an Dritter Leipzig. 1899; Lacroise, La stipulation pour autrui, Paris, 1905; Tartufa~ ri, Zcontratti a favore di tersi, Verona, 1889; Pacchioni, / contratti @ fa- vore di terai sec, il Dir. rom. civ., Innsbruck, 1898; Torino. 1912; 7 contr. a favore di terst ¢la rappresentanza (Riv. Dir, comm,, 19t1, IX, paginas 85, y siguientes); Ricca-Barberis, // contratto per altri (en Ati, R. Acc., To- tino, LIL, 1902, paginas 223 y siguientes); Giorene, Megos. giur, rispetto ai tert, 2.4 ed, paginas 92-208. En cuanto a tratados, Windscheid, Pand., Il, 1, § 316 a; Ferrini, Od/ég., paginas 704 y siguientes; Venzi en Pacifici 7si,, IV, paginas 291 y siguientes. 310 ROBERTO DE RUGGIERO do a todos los contratos (1) tenia como fundamento el concepto (corrientisimo en la sociedad romana) del poder exclusivo de la voluntad individual en orden a la regulaci6n de las relaciones juridicas de la persona, concepto que por hacer a cada persona Arbitro de sus cosas conducia a declarar ineficaces los contratos que una persona no hubiese concluido por si mismo o mediante personas sujetas a su potestad. Pero el vigor de la prohibici6n de los contratos en favor de terceros que se mantuvo inalterado en el Derecho clasico, se vino suavizando en el justinianeo con la introducci6n de algunas excepciones; y no sélo se reputé valido el contrato cuando el estipulante tuviese un interés propio en la prestacién en favor de tercero 0 la ejecucién de ésta se asegura- se mediante cldusula penal, sino que se advirtié también su vali- dez en otros casos particulares como el de la constituci6n de la dote por el ascendiente con el pacto de restituirle a la hija oa los nacidos de ésta (fr. 45. D. 24. 3; 1. 7. ¢. 5. 14), del depésito © comodato de cosa ajena con pacto de su restitucién al pro- pietario (1. 8. c. 3. 42), de la donacién con la carga impuesta al donatario de hacer una prestaci6n en favor de tercero (I. 3. c. 8. 54) y algunos otros. No obstante estas derogaciones, el dogma de Ia nulidad del contrato en favor de terceros subsistié y pasé al Derecho medio- eval y desde éste, mediante una tradicién casi ininterrumpida, al Codigo francés y al nuestro. En estos Cédigos !a misma férmula legislativa que expresa, tal prohibicién da a entender que no al- canza a los casos en que alguien contrata en favor de otro, pero no en su propio nombre sino en nombre ajeno. Son éstos los casos en que el estipulante asume la representacién del tercero (man- dato, preposicién, representacién legal) o gestiona los negocios (1) Cfr. $19, Just, 3, 19: Alterd stipulari, ut supra dictum est, nemo potest: inventae sunt enim huiusmodi, Obligationes ad hoc, ut unusguisgu, sibi adguirat quod sua interest: ceterum si alii detur nikil interest stipula- torts; Gayo IL 103: Praterea inutilis est stipulatio, sz et dari stipulamur cuius iuri subiecti non sumus; Paulo, fr. 11, D. 44, 7: Quaecumgue gerimuse cum ex nostro contractu originem trahunt, nisi ex nosira persona obligatio- nis initium vumant, inanem actum nostrum efficiunt: et ideo neque stipulart neque enure sendere contrakere, ut alter suo nomine recte agal, possumus, INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL 311 de éste (negotiurum gestio) en que la relacién surge directamen- te entre el tercero representado y promitente mediante un re- presentante. El haber confundido frecuentemente el campo de los ‘contratos en favor de tercero con el de Ja representacién o de la negotiorum gestio ha contribuido a intrincar lo doctrina correspondiente. El dogma es tan categ6rico como en Derecho romano y la nulidad que establece absoluta. De un contrato estipulado en fa- vor de tercero y en nombre propio no deriva acci6n alguna al tercero que fué extrafio al contrato; tampoco al estipulante por- que falta en éste todo interés en que se realice la prestacién. De esto precisamente resulta la primera y més general la limitaci6n a la prohibici6n: ésta cesa siempre que el estipulante, tenga un inlerés en que la prestacién se efectée y en que se efectée en favor de tercero, No es suficiente un interés cualquiera puras mente ideal o moral; precisa un interés econémico y puede bas- tar a crearlo la adicién de una cldusula penal con la que el pro- mitente se obliga a.una pena frente al estipulante en el caso de incumplimiento con relacién a tercero (prometes arrendar a Ti+ cio un predio tuyo y en caso de incumplimiento a pagarme Too liras). Las excepciones qce respecto al principio de nulidad estable- ce el pdrrafo primero del art. 1.128 pueden reducirse a tres ti- pos, segiin: 1), que la estipulacién en favor de tercero constituya una condici6n de la estipulacién hecha para si; por ejemplo, me hago prometer de Ticio que venderd el predio a un tercero y que en caso de no venderlo me pagar4 100 liras; 2), que la esti- pulaci6n en favor de tercero sea modus de una estipulacion he- chia para si: por ejemplo, si yo permuto mi predio por tu casa imponiéndote la carga de que des paso por aquél a un tercero; 3), que sea modus de una donacién hecha a otros; te hago dona- cién de mis bienes de Tésculo con la carga de tener que distri- buir anualmente una cierta cantidad de grano entre los pobres del lugar. De este modo, a la palabra «condicién» empleada en el articu- lo se atribuye un doble significado de condicio en sentido técnico nel primer caso (estipulacién hecha para sf) y de modus en esta 3:2 ROBERTO DE RUGGIERO misma hipétesis y en la siguiente (donacién hecha a otros). Pero sobre esta interpretacién de la palabra y sobre el valor de ex- cepcién de tales casos, surgen vivas discusiones entre civilistas italianos y franceses, creyendo alguno que la palabra condicién empleada en el articulo s6lo puede tener el significado de modus y estimando otros que los casos en él previstos no constituyen verdaderas y propias excepciones a la regla, porque en ellas no. falte la participacién del tercero en el contrato, ya que se exige que el tercero declare que se quiere aprovechar de él. Cualquiera que sea la opini6n que se sustente, forzoso ser4. admitir que ademas de estos casos hay otras excepciones al principio de la nulidad; y sin esfuerzo se deben admitir, dada la reserva que con las palabras «salvo en los casos previstos en la ley» hace el art. 1.130 respecto a la norma segtin la cual el contrato como res inter alios acta no aprovecha ni perjudica a tercero. Son principalmente estos casos: a), el contrato de trans- porte (Cédigo civil, articulos 1.629 y siguientes; Cédigo de Co- mercio, articulos 388 y siguientes), en el cual de la convencién celebrada entre el remitente y el porteador deriva un derecho al destinatario; derecho a exigir del porteador la entrega de las cosas expedidas o de disponer de éstas de otro modo cualquie- ra, y,en general, la facultad de ejercitar todos aquellos derechos que derivan det contrato de transporte con las acciones de indem- nizacién en su caso cuando las cosas arriben al punto de destino 0 después del dia en que debieron haber arribado, siempre que elremitente no haya ejercitado antes estos derechos (1); 4), el contrato de seguro de vida en favor de tercero (Cédigo de Co- mercio, articulos 449, 453), en el que, de fa convencién celebra- da entre quien asegura la vida propia o la de un tercero por una suma y la Compajifa aseguradora, el tercero adquiere un crédito contra esta tiltima pudiendo al vencer el término percibir la (1) Manara, // destinatario nel contratto di trasporto (Riv it, p le Se. giur., VI, 1888, paginas 1 y siguientes; Riv. Dir cio., 1909, paginas 207 y siguientes); Pacchioni, 4/ diritto del destinatario nel contratio di tras- porto(Riv, Dir. comm., 1908, VI, 1, paginas 574 y siguientes; 1909, VII, 2, paginas 119 y siguientes); Manenti, La stipulazione a favore del terso ¢ il contratto di trasporto (Riv. Dir. civ,,1, 1909, paginas 297 y siguientes). INSTITUCIONES. DE DERECHO CIVIL 313 suma, siempre que el estipulante no hubiere anteriormente re- yocado el beneficio -(1); c), la constitucién de renta vitalicia en favor de un tercero (Cédigo civil, art. 1.794), en el que el cons- tituyente eritrega el precio y el tercero beneficiario obtiene el derecho sin haber participado en el contrato. En qué momento y por qué causa adquiere derecho el terce- ro, es objeto de vivas disputas. El tema es muy interesante por estar relacionado con la teoria toda de los contratos en favor de tercero y con el modo de armonizar los casos vistos con la pro- hibicién de stipulari alteri. Un sector doctrinal estima que la causa de la adquisici6n radica en el contrato mismo estipulado entre los otros, de modo que desde este momento (de estipula- cidn) el tercero es titular del derecho independientemente de su declaraci6n de voluntad, adhesi6n o aceptacién; que si bien la ley habla de aceptacién de tercero, no es en el sentido de hacer depender de ésta su adquisicién (ya que de este modo implican- do la aceptaci6n una participacién del tercero en el contrato, éste no seria extrafio al tercero, el cual deberia ser considerado como un contrayente), sino en el sentido de hacerlo definitivo ¢ irrevo- cable para el estipulante por efecto de la aceptacién. Otra teoria interpreta el precepto del art, 1.128 («quien hizo esta estipula- ci6n no podra revocarla si el tercero declar6 su voluntad de apro- vecharse de ella») como tenderite a establecer un nuevo requisi- to para la eficacia del contrahere alteri y concibe el contrato como una oferta al tercero, exigiendo la aceptacién de éste para que pueda adquirir el crédito, negando que con anterioridad a dicha aceptaci6n pueda el tercero considerarse como titular de un derecho cualquiera a no ser de una mera expectativa. Mas conforme a Ja letra y al espiritu del art. 1.128 nos pare- (1) Navarrini, L'assicurasione sulld vita a faygre di tersi, 22 ed., To rin, 1912, y en Riv, Dir, civ., 1912, pag. 648; Manenti, ZZ conéraito dé assi- curazione sulla vita con designazione di un terzo beneficiario (Riv Dir. civ., I, 1909, paginas 589 y siguientes); Pacchioni, La commoriensa del beneficia- rio e dell assicurato ¢ i diritti dei rispettit i (ib., IV, 1912, paginas 187 y siguientes); Ancora sul contratto di assicurasione di vita a favore dei ter- si (Foro it, 1914, 1, paginas 302 y siguientes); Le Lumia Sulla commo- rienza del bencficiario, etc. (Riv, Dir, comm, 1914, Il, pag. 168). rec. 3l4 ROBERTO DE RUGGIERO ce la doctrina que exige para que se verifique la adquisicién, la declaraci6n del tercero de querer aprovecharse dela estipulacién celebrada en su ventaja. Pero esto no quiere significar que el con- trato deja por ello de ser un contrato en favor de tercero; la de- claraci6n del tercero vale simplemente como acto de apropia- cién de la ventaja que los contrayentes quisieron atribuirle y que no podria entrar en su patrimonio sin una determinacién de su voluntad (1), No de otro modo parece deba resolverse la otra cuesti6n relativa a la necesidad de esta declaracién o aceptacién en los tres casos recordados, a saber: del contrato de transporte, de renta vitalicia y de seguros, si bien las correspondientes nor- mas no la exigen expresamente como hace el art. 1.128 es indu- dable que la aceptacién constituye en los indicados casos un mo- mento esencial para la adquisicién en favor de tercero. Es super- fluo afiadir que precisamente porque no se prescribe forma al- guna para tal aceptacién ni se ordena que ésta adopte una de- terminada direcci6n (hacia el estipulante o hacia el promitente), puede efectuarse con respecto a uno u otro expresa o tacita- mente, La mis reciente doctrina civilista tiende a ampliar las aplica- ciones concretas del contrato en favor de terceros y a recono- cerlo valido, incluso fuera de los limites rigurosos fijados por la ley; se invoca en su apoyo el principio de la autonomia de la voluntad, la cual puede perseguir la atribucién de una ventaja al tercero extrafio al contrato y se recurre para dar mayor fuer- za a esta opini6n al hecho de que el Cédigo civil aleman la sus- criba (2). Pero esta tendencia especialmente si conduce a restrin- (1) Se discute sobre la verdadera naturaleza de la declaracién del tercero, que algunos consideran como una condicio juris de la perfeccién de su derecho y otros como Ia confirmacién del contrato celebrado en su favor; Tartufari, 03, cit., pag. 358; Pacchioni, [2 contr. a fav. di tersi, pagi- na 108; Giovene, eg. giur., pag. 120; Asquini, Riv, Dir. comm., 1919, L, pag. 722. Se discute también si Ja declaracién del tercero est4 sujeta a condiciones de forma o tiempo; Pacchioni, Riv. Dir. comm., 1919, I, pagi- na 481. (2) El Cédigo civil aleman, construyendo una teoria general del con- trato en favor de tercero (8§ 328-335), ha robustecido la energia y la auto- INSTITUCIONES DE DERECHO CIVIL ‘ 315 gir o suprimir la prohibici6 1 de la estipulacién para otro, es sin duda alguna contraria a la ley vigente que reconoce cardcter ex- cepcional a los casos én que se reconoce valido el contrato en favor de tercero; tal opini6n podra valer solamente como aspira- cién a una regulacién mas libre y nueva de este fenémeno. A la disciplina que regula los efectos siguen en el Cédigo al- gunas normas relativas a la interpretacién de los contratos (ar- ticulos 1.131-I.139), cuya formulacién deriva en gran parte de los textos romanos, Ya dijimos que estas normas obligaban al Juez al contraponerlas a las referentes a la interpretacién de las leyes. Hay que notar que como quiera que contienen criterios para la interpretacién de la voluntad de los particulares su esfe- ra de aplicacién es mas amplia que la de los contratos, se apli- can siempre que haya una declaraci6n de yoluntad por interpre- tar y consiguientemente a todos los negocios juridicos, limitan- dose a los contratos solamente cuando exclusivamente para és- tos se hubieren dictado (1). nomia de la voluntad de las partes, Seré ésta decisiva si la adquisiciéa del tercero se opera inmediatamente sin secesidad de declaracién. Cuan- do falte un precepto deciden las circunstancias y el fin del contrato la cuestién relativa asi el tercero adquiere el derecho, si lo adquiere inme diatamente o dados ciertos supuestos, si los terceros se han reservado la facultad de revocar 0 modificar el derecho del tercero sin necesidad del consentimiento de éste. Pero esto ha sido objeto de vivas criticas. El ar- ticulo 112 del Cédigo suizo de las obligaciones tiene una orientacién se- mejante. . (1) Nora pet Trapvctor.—Los efectos generales de los contratos estan expuestos en los articulos 1.091, 1.258, 1.257 y 1.259 del Cédigo civil espaaiol, cuyo contenido sustancialmente coincide con el de los del Cédigo civil italiano citados en el texto. Los efectos especiales se estu- diardn a continuacién cuando se exponga el contenido de cada uno de los contratos particulares. El primero de los efectos del conitrato es generar un vinculo de de- recho que tiene fuerza de ley entre los contratantes y a cuyo tenor debe cumplirse (art. 1.091), Sin embargo, por regla general, las partes que lo constituyeron, pueden, por mutuo acuerdo, variarlo y apartarse de él. Excepcionalmente resulta invariable el contrato par prohibicién de la ley; asi en el contrato de matrimonio civil. También excepcionalmente puede alterarse por voluntad de uno solo de los interesados, que puede disolver el vinculo en contratos especiales, como ocurre con los contra- tos de sociedad y mandato. También puede una de las partes contratan- tes revocar el contrato en los bilaterales cuando la otra ro cumpliere lo 316 ROBERTO DE RUGGIERO que le incumbe (art. 1.124) y cuando existe lesién en los casos en que la ley lo permite. El conteato obliga no sélo alo expresamente pactado, sino a todas. las consecuencias que, segiin su naturaleza, sean conformes a la buena fe, al uso y a la ley (art. 1.258), ya que debe presumirse que los intere- sados, al querer el contrato, quisieron también todas las consecuencias que, aun no expresadas, se deriven de la naturaleza del contrato y sean conformes a la equidad,’a los usos y-a la ley. También en nuestro Cédigo civil es acogido el principio res inter alios acta: los contratos —dice el art. 1.257—sdlo producen efecto entre las partes que los otorgan y sus herederos, salvo. en cuanto a éstos, el caso en que los derechos y obligaciones que proceden del contrato no sean transmisibles, 0 por su naturaleza o por pacto o por disposién de fa ley. En cuanto al principio del Derecho de Roma de que nadie puede estipular en pro dg tercero nemo alteri estipulari porest, resulta limitado en nuestro Cédigo civil en los términos del parrafo segundo del articu- lo 1,257: «si el contrato contuviere alguna estipulacién en favor de un tercero, éste podrd exigir su cumplimiento, siempre que bubiese hecho saber su aceptacién al obligado antes de que haya sido aquélla revoca- da», El maestro Clemente de Diego (Curso elemental de Derecho civil espa- fiol comin » foral, tomo 4.°, pag, 249. Madrid, Sudrez, 1919) hace notar, comentando este articulo, que sdlo prevé la hipétesis de que el contrato contenga a/guna estipulacién en provecho de tercero. «:Quiere esto de- cir—afiade — que para que valga éste es menester que sea objeto secun- cundario del contrato y como una derivacién del interés y ventaja con- comitantes, que ha de ofrecer el contrato para el contratante? {No valdré el contrato en pro de otro cuando su objeto sea Gnicamente el interés de tercero? Recuérdese que el contrato hecho a nombre de otro sin tener su representacién es nulo, a no ser que lo ratifique cl tercero antes de ser revocado (art. 1.259)». A juicio de este eminente profesor espafiol es més explicita la posicién que adopta frente a este problema el Cédigo italiano,

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