Estructuras Sociales
Ramiro E. Borja M.
1.
Como tesis5 Beauvoir sostiene que la mujer ha sido constituida en el Otro por el
hombre. En la medida en que la mujer es otro para sí, más que nacer en ‘lo femenino’, lo
adquiere y por lo mismo puede modificarlo. El camino para alcanzar la liberación es
ignorar la comodidad que ofrece la inmanencia y asumirse como sujetos trascendentes a
través de la lucha por la igualdad económica y social. Un intento de aproximarse al
planteamiento desde la moral existencialista (que la autora secunda) puede ser el siguiente:
El ser tiene el imperativo constante de justificar su existencia y la única forma de hacerlo es
creándose permanentemente libertades a través de la libertad primaria que le otorga su
condición de sujeto. La mujer ha de ganarse primero la condición de sujeto para participar
en la lucha que justifica su existencia.
1
De la manera más cordial y respetuosa, lo invito a proteger la naturaleza ahorrando
papel; la sustitución de la página de presentación por un encabezado es una buena
forma de hacerlo.
2
De BEAUVOIR, Simone; El Segundo Sexo; Editorial Sudamericana; Buenos Aires, 1999.
3
Ibíd.; p. 11 y 12.
4
La autora defiende la moral existencialista; en su orientación la libertad, la
trascendencia y la subjetivación se suponen recíprocamente.
5
Ibíd.; p. 416 y anteriores.
Hay discusiones que niegan la existencia de ‘la mujer’. También, las hay que niegan
la existencia de algo como ‘lo eterno femenino’. Hay inclusive exhortaciones hacia la
conservación o el rescate de la feminidad. De todas formas, la humanidad usualmente se
divide en dos categorías en función de determinadas diferencias biológicas; hay mujeres
concretas y hay algunas que se consideran más femeninas que otras. Todo esto denota que
no hay una relación necesaria entre el sexo biológico (la hembra homo sapiens) y su
representación cultural (la mujer).
Toda comunidad humana se define en relación con un Otro, sin embargo al percibir
que la relación se da en ambos sentidos, se relativiza la noción de Otro. Pero el hombre se
entiende a sí mismo como sujeto universal absoluto, del cual la mujer es una diferencia o
una particularidad; la mujer se define en relación con el hombre. Con todo, la mujer no se
concibe a sí misma como Sujeto ni al hombre como Otro, a pesar de que en principio es
equivalente; ello denota desigualdad y sumisión. La mujer no tiene una identidad propia
sino que se lee a sí misma desde las representaciones masculinas; y así se somete al hombre
(puesto que él si construye sus propias representaciones) y se convierte en su objeto.
Hay otros grupos en situación similar, como las minorías raciales o las clases
trabajadoras. La mujer y los trabajadores se diferencian de las minorías raciales en que
siempre han existido como oprimidos sin ser minoría numérica. Las minorías raciales
proceden de comunidades en las que fueron mayoría, siendo así tienen una cultura y
representaciones autóctonas de sí mismos. Con todo, los trabajadores han cobrado
consciencia de sí y han conquistado el poder en Rusia.
Sin embargo, para las mujeres ha resultado más cómodo limitarse a señalar al
hombre como opresor y resignarse a una condición de objeto que no puede ser responsable
de sí mismo, para no emprender una lucha que tiene obstáculos creados por el mismo
hombre. Pero no hay razón para pensar que el hombre renuncie voluntariamente a su
dominación y que la mujer no tenga condiciones para ser un sujeto pleno. Sería un
imperativo moral luchar por la libertad primaria que acompaña la condición de sujeto y así
alcanzar la trascendencia en el aprovechamiento de esa libertad para conquistar libertades
ulteriores.
8
De BEAUVOIR, Simone; El Segundo Sexo; Editorial Sudamericana; Buenos Aires, 1999.
2.
Beauvoir hace una distinción entre el sexo y el género. El primero sería una realidad
biológica fija (aunque temas como el hermafroditismo y las posibles variaciones
cromosómicas implican una realidad mucho más heterogénea que la simple partición
mujer/hombre). El género, en cambio, sería la propia interpretación continua, dada en
términos culturales, del sexo. En ese sentido, se nace con un sexo, pero se está en un
'volverse continuo' en un género.
9
Las limitaciones de espacio me obligan a descartar la referencia a otros autores,
pues aunque podría enriquecerse la bibliografía, se perdería en profundidad, bastante
limitada ya por la misma razón.
10
BUTLER, Judith; Sex and Gender in Simone de Beauvoir’s Second Sex; En Yale
French Studies, no. 72, p. 35-49; Yale University Press; Tomado de
http://dztsg2.net/doc/Feminism/Butler,%20Judith%20-%20Sex%20and%20Gender
%20in%20Simone%20de%20Beauvoir's%20Second%20Sex,%20Yale%20French
%20Studies,%2072.pdf, visto el 25 de Mayo de 2007.
11
GIDDENS, Anthony; La transformación de la intimidad; Ediciones Cátedra, 2nda Ed;
Madrid, 1998.
12
PELAYO, Ángel y MORO, Oscar; Michel Foucault y el problema del género;
Universidad de Cantabria; Tomado de
http://descargas.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/doxa/5790506365636716475
4491/015806.pdf?incr=1, visto el 25 de Mayo de 2007.
una concepción semejante de la conciencia, concepción que en todo caso
contemporáneamente se rechaza.
Con todo, asumo evidente la existencia de roles de género sociales que (al menos en
la experiencia cotidiana), en principio, se imponen sobre la interpretación personal. El
género personal se construiría no sólo a partir de la reinterpretación constante del mismo,
sino también a partir de la interpretación de los paradigmas sociales en torno al género. Por
supuesto, habría determinados incentivos sociales a quién acepte sin ambigüedades los
roles institucionalizados; al tiempo que la situación contraria se vería como reprobable.
Aunque Butler continúa con el camino de sus reflexiones, la abandono allí para introducir
la pregunta que le haremos a Giddens, ¿Cómo resistir la presión social ‘de género’ y
maximizar la escogencia –y así la libertad- personal?
Puede decirse que desplaza la regulación social del género, a cierta regulación
personal-contractual del género. Esta regulación ‘contractual’ del género sólo sería
verdaderamente interna a la relación (realmente producto de la ‘relación pura’ que Giddens
busca) si previamente ha habido un proceso de ‘purga’ de la necesidad socialmente
instituida y posteriormente, ya en condiciones de libertad, se ha renegociado el marco de la
relación. En este sentido, en primera instancia, la relación más que un instrumento de
regulación autónoma, sería ante todo un instrumento de liberación del deseo de sus objetos
socialmente determinados.
Podría contra argumentarse que de todas maneras el establecimiento del género, así
sea desde una relación personal, seguiría siendo heterónomo. Pienso que semejante
13
Y el motivo del rechazo, creo yo, es que la compulsividad finalmente es socialmente
determinada, de hecho puede concebirse como el triunfo completo de la determinación
social sobre la voluntad del individuo.
argumento estaría dando por sentada una forma individualista de subjetivación que, desde
Foucault, se muestra más bien contingente y además indefectiblemente enlazada con la
dominación de género. Si la exposición foucaultiana resulta afortunada, no podrá alegarse
que en las condiciones mencionadas el género sea heterónomo, pues lo que ocurriría sería
que el género se establecería autónomamente, pero desde una posición no individualista.
Resumiendo, la sociedad direcciona el deseo hacia prácticas fijas, creadas por una
forma de conocimiento y juzgadas por una forma de poder relacionadas; la multiplicación
(de los objetos) del placer libera, potencialmente15 imprimiendo Eros a toda relación social
y abriendo paso a nuevas formas de conocimiento y de poder. Esto se hace posible, en
primera medida, a partir de un cambio de heteronomía a autonomía, en un marco de
relaciones íntimas igualitarias. El sujeto y su deseo son intervenidos y administrados por el
poder (través de instituciones disciplinarias) que luego se vale de ellos para presentarse
como natural. El mismo mecanismo que asegura los roles de género, asegura la
individualización de los sujetos; no es posible liberarse de lo uno sin liberarse de lo otro. El
marco de Giddens sería positivo pues, aunque directamente no ataque el individualismo,
14
FOUCAULT, Michel; Vigilar y Castigar; Siglo XXI; Buenos Aires, 2003.
15
No quiero decir que de hecho erotize toda relación social, sino que posibilita la
erotización de toda relación social; la elección específica estaría en manos del sujeto.
establece un marco personalmente definido de fundamentación ética no individualista con
potencial transformador, ergo subversivo.
Bibliografía