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Lea aaa Leszek Kolakowski Coleccion Teorema La filosofia positivista Ciencia y_filosofia M88. coos EDICIONES CATEDRA, S. A. Madrid CATEDRA relacién con el entendimiento de este fenémeno en su totaled. Eso explica por qué en la historia del posit vismo el lector encontrins sélo Tos nombres mis conoci dos. Enumerar Jas cuestiones y les personas sn citsdas seria una tarea mas que fastidiosa. Capéruco eRIMERO Caracteristicas generales del positivismo EI nombre afilosofia positivan procede de Saint Simon y Avgusto Comte y, en su version abrevieda «positivis imo», subsiste hasta hoy dia, aunque esos mismos que presentan a los ojos de los historiadores 0 de los exticos fomo_partidarios de In doctrina positvista, no estén to- ddos de acuerdo en seclamar este nombre. Normalmente, Tas reticencias de este tipo se deben al hecho de que, en general, nadie gusta recabar una doctrina cuya historia, larga y' compleja, permite diffcilmente disociar los le- mentos que se estaria dispuesto a admitit,. incluso si &tos son numervsos y esenciales. De igual modo, los es rereotipos falsos o muy siroplificades que evan general mente las apelaciones docitinatias allmentan wna cierta repugnancia ¢ aceptar como suyo el titulo de adepro. "Asi, para ceptar la continuidad espiritual que presenca el positivismo en Js historia de Ia culeara intelectual, del ‘ siglo pasado y del nuestro, hace falta recorrir a una deci- sidn en parte arbitraria, incluso si ruviéramos que reece tar la actitud adoptada en otros numerosos casos (cuando se habla, por ejemplo, de Je historia de la filosoffa exis teoeialisia o de la filosofia marxista), En efecto, una CGerta atbittariedad es indispensable al historiados, como 2 todos los que desean entender Ia historia de Ia cultura 1 \ filos6fica y que deben, por consiguieme, organizarla en | totalidades esquematizadas, omitiendo entonces las dite 2 B a rencias de las cuestiones consideradas como secundarias yy poniendo en claro las analogas de los contenidos prin cipales. Pues esta diferenciacién de los contenidos o te- ‘mas principales y secundarios en Ia filosofia no depende Sinicamente de fo arbitratio: se fonda sobre ciertos co- nocimientos histéricos que nos pueden indicas, incluso con ayuda de indicios puramente cuantitativos 'y dnica- mente aproximatives, que tales o tales temas, proposici nes o texis attafan La atencién de los lectores, criticos.y adeptos, mientras qué ottos no suscitaban mis que dé biles resonancias. El historiador que distingue una «co- | mriente en la historia de la filosofia, se tefiere, por tanto, unos criterios puramente histéricos, efectives. Funda asi su construccién y evita que se le reproche re corter en la historia del pensamiento ciertas series segtin Drincipios estrictamente personales (lo que, por otta par- te, tiene el derecho de hacer, si formulara con claridad sus ctiterios). Ademés, se reffere a un sentido real de continuidad que traducen Jas generaciones sucesivas de aadeptos, y que si a veces, induce al error, merece siempre {gue not detengatnos en ello Pero, al fin y al cabo, nuestro objeto es un poco liti- | sioso: se reconoce niversalmente una eeortiente posit Vista en la evolucién del pensamiento filoséfico de los siglos xix y xx. Por el contrario, Ia controversia depende de la delimitacién precisa de esta corriente y de la elabo- tacién de criterios muy rigurosos @ este fin, En la bisto- fia del pensamiento filosofico, como de la historia del arte, este caso es normal « inevitable, dado que la dsmosis de las ideas, la definicién de los temas tanto como los ‘ontenidos ambiguos, que dejan siempre, considerables fluctuaciones en las intexpretaciones, son obstéculos para unas divisiones absolotamente_ transparentes. ‘Vamos a trata, por tanto, de trazar un esquema gene- ral del modo de ponsamiento positivsta El positivismo es una postura filosdficarelativa al saber hhumano, que, si no resuelve sensu stricto los problemas relativos al modo de adquisicidn del ssber —en el sentido | Ppsicotigico o hist6rico— constituye, por el contrario, un | Peonjunto de reglas y criterios de juicios sobre el conodi- u miento humano. Trata de los contenidos de nucstros jenunciados sobre el mundo, nccesariamente inherentes al Saber, y formula las normas que permiten establecer una distincién entre el objeto de una cuestidn posible y lo que, razonablemente, no se puede presentar como cues: tién. El positivismo es, por tanto, una actitud normativa ‘gue tige los modos de empleo de términos tales como SGibers, sciencian, , ven eSitcrucncla, las telas positivist distinguen, en cierto modo, las polémicas filoséficas y cientificas, que merecen [ser Ilevadas a cabo de las que no pueden ser dilucidadas $a Tas que, por consguiente, no vale In pena detenese He act lar reglas fondamentales que conviene seguir segin | doctrina positivista, a fin de separar —si ssi Side decirse—- el trigo de ia paja en todos los juicios ‘enunciados sobre el mundo, es decir, de poner €2 dlaro Tee eStetiones que mererenveflexién, y de cechezat, por corr parte, las cuestiones mal formoladas © que ponen ‘en obra conceptos mal construidos: ‘Primero: [a resla cel fenomenslismo, Brevemense se puede formular asl no existe diferencia real entse «esen- ‘cay_v_sfenémeno». En oumerosas doctrinas: metafisicas ‘Tradicionales, se suponfa que los distintos fenémenos per cibidos y petcibibles son modos de manifestacién de una Seilidad que no pued= revelarse directamente al conoci Tniento ordinatio. Esta suposicién justficaba el uso de palabras como «sustancia», «forma sustancial», «cualidad oculta», etc. El positivismo recomienda el rechazo de es- ts ditiniones que inducen 4 05 Tegemos derecho. a eerie as manifiesta efecivamente ala experien- Se TE opialones sobre existencias ocltas de las que las aca eas sng mp manfeacens, n,n dignas de fe; en cuanto a las discusiones sobre cuestiones que van ‘mds alld de la experiencia dan en el ‘verbalismo. Egaviene explicar agut que Js critica de los positivistas no trata de toda distincién entre «manifestacién» y «ca 20 a te sabe que la toserina se emanificstan POr UN tipo especial de tos convulsiva, pero desde el momento en que se ba distinguido tal modelo patolégico no es nece- we Secococer fa tos como una «manifestation ¥ Pre oy guntarse por el emecanismo escondido» espectfico de esta manifestacin; el descubrimiento, a principios de si- slo, del bacilo de la tosferina como agente causal de Ja enfermedad, no llevaba, evidentemente, a la contradic cin con los presupuestos del fenomenalismo. Pues To que los positivstas entienden por la probibiciéa en cues Hn, n0 es el techazo de Ins cuestiones relativas a las ‘nusas que fio apazecen ena experiencia inmediata, sino Ih falta de explicacién de_un fendmeno por la presencia ‘de entidades ocultas que fundamentalmente, 90, se pu ‘den descubrir con los medios asequibles al hombre. La ‘néterian y el «espftitun constituyen ejemplos clésices i entidades que los positivistas condenaban como erpolaciones ilegitimas porque van més alld del soral ide Ia experiencia posible, Puesto que sc supone que Ia iateria es algo diferente de Ja totalidad de las cualidades observables del mundo, una cose cuya existencia no per ‘mite explicar mejor los fendtnends observados inexplica- bles sin él, ninguna base racional justifica recurzir este concepto. Asimismo, si se supone que el «alma» esigna un objeto diferente de la cotalidad de las cuali- ades descriptibles de Ia vida psiquica de los hombres, fe una construccién superflua, pues nadie sabe decir en ‘qué un mundo sin «alma» serd diferente de ua mando con «alnay. De ello se sigue evidentemense que la interdiceiéa fe- nomenalista asi formulada invita a numerosas reservas, pues es dificil formularla de modo que decida de una ‘yea por todas, en todos los casos posibles, si fa pregunta aque nos hacemos pertenece a las cuestiones legftimas, al término de las cuales nos interrogamos sobre el «meca- nismom, més allé de la «manifestacién», 0 si no merece més que set arrojada a la basura, porgue fundamental mente ametafisican. Es facil en ciertos casos extremos: por ejemplo, si alguien soscaviera que los objetos escapan, fotalmente al conocimiento, pasatia a los ojos de ua po- sitivista por un metalisico incorregible, pues enunciaria tun juicio sobre Ja zealidad que, precisemente, en virtud misma de sw definicidn, no se presta al contzol emplsico. Por otra parte, no dudamos del cardcter sensato de Ja cvestién sobre la existencia o las propiedades de un virus tespecifico del cincer, el eval, por ahors, s6lo es perelbido a través de sus amanifestaciones>. Sin embargo, en nu rmerosos casos, Ja respuesta no puede ser tan evidente No hablamos con el propésito de entablar una polémica con el positivism, sino tinicamente con el fin de lamar Ja atencién sobre el carfcter muy general de las formulae cfones que empleamos para caracterizar el programa po- sitivista, asf como sobre Ia posibilidad de interpretaciones diversas y contradictorias que, por otra parte, en el pen- samiento_positvista mismo, se confirieron a esta regla general Dico eto, queremos de momento guinda eto grado de indeterminacién respecto a las reglas generales, ee ce gee ani ceas ee ack ig aa riente bastante considerable en la historia de le filosofa, sin que haga falta asociar el nombre «positivismon a slo ‘unas pocas formas de esta corriente En segundo-lugar: la regia del nominalistio. Esta tegla odrfa en el fondo pasar por la consecuencia de In ante ior, pero es mejor formularla aparte, ya que, en las controversias filoséfieas, es raro que un juicio importan- te desde el punto de vista filoséfieo proceda de modo ineluctable de otro juico igualmente importante del mis- mo punto de vista, siendo asf que cierto grado de fluc tuacién en las palabras nos permite mantener, con algu ras distinciones, dos juicios que, a primera vista, deben sorprender por su incompatibilidad manifiesta, La_regla -deL.nominaliamo no ni mds of menos, ve sind ida, de su ie un saber cualguier’, formilado en dominos gencale, tenga en le realidad otros equivlen- tes qué fos objets concrete Single. Sabemoe que el problema de la interpretacién del saber sein esta ptica se presenté desde los origenes mismos del pensemiento europea, Cuando Platén consideraba la cuestién: nies a tesis relativas a las dependencias fisicas de Jn na- turaleza, ast como Ta conversién fundamental de todos los términos a términos fisicos no resulta, por tanto, de Ta regla positvista mencionada, si_no se le afiaden- pre supuestos adicionales; por consiguiente, la fe en la uni- ad del método de las ciencias puede ser igualmente ex plicitada de otro modo. Sin embargo, su interpretacién en los términos citados més arciba es bastante comin en la historia del postivismo. En tomo a estas cuatro reglas expuestas escuetamente, la filosofia positivista ha claborado una amplia proble- iitica que se extiende a todas Ia 4zeas del conocimiento Jhumano, De_modo_més_general, el_positivismo_es_un sonjunto de teglament ya tiende ¢ reservar el nombe de “Soeraones_cbsoreabley oh Te evel fernas_de la naroralez, sith 10h slucién de las Siodenas de la natoraies, Danie soda si stone, ef sitivismo ido en_patti -crfticas_co los desarrollos|metafisicos| d tanto, con- tra_la reflexién que nc ede _fundar enteramente sus resultados sobre datos empiricos, 0 que. fommula Sus jut cios de modo que los datos-empiricos no-puedan munca refutarlos, Asi, segtin los positivistas, las interps wundo tanto materialistas como espiritualistas em- plean pelabras a les que no corresponde ninguna expe tiencia: suponiendo —contza lo que piensan los mater listas— que el mundo no es le hanibesactén de Ia exis- tencia y del movimiento de la materia, 0, por otra parte —contra lo que piensan Ios adeptos de las creencias ligiosas—, que no esté controlado por una fuerza espir tual providencial, ignoramos, después de todo, cémo el mundo dado entonces por la experiencia seria diferente de lo que es, Ya que ni el primer principio ni el segundo dlesembocan en conseeuencias que nos permitisfan prever © descubrir en el mundo algo més de lo que existe ahora, no hay ninguna razén pata aceptar el uno o el otro. El positivism critics, por tanto, permanestemente tanto Jas interpretaciones religiosas del mundo como la meta- fisica matetialista, y se esfuerza por encontrar un puesto de observacién libre de todo presupuesto metafisico, Esta 22 postuta cs deliberadamente limitada a las reglas que, explicita o implicitamente, se adoptan en el arte de prac ticar las ciencias de ta naturaleza, donde los principios metafisicos no sitven para nadd —segtin los positivis- tas— y donde se tiende a establecer relaciones entre los fenémenos, sin profundizar su «naturaleza» escondida y sin tampoco tratat de establecer si el mundo «en sin, independientemente del tema del conocimiento, posee ‘tres propiedades que las que nos da la experiencia eCudl es el sentido de estas prescripciones positivistas en la historia de la cultura? ¢Cudles son sus principios pievios y de qué modo pueden fundarse? ¢Qué clase de Gificultades engendran? ‘Trataremos de responder a estas preguntas al final de esta obra. Nuestro propésito mayor consiste, sin embargo, en presentar sucintamente las prin. cipeles fases del pensamiento positivista moderno Caviruco VII El empirismo légico: la defensa cientifica de la civilizacién frente a la crisis 1. Las fuentes del empirismo légico: su definicibn por sf misma Desde el punto de vista de su cualificacién por sus solos contenldos, el empltsmo [gic o el poslrino Tego, o el neo-osldviamo, se sida en el feo de une tendencia mds general, llamada habitualmente la filosoffa talc Este diltimo nombre designs no sélo un movimiento intelectual concentrado en Cambridge y Oxford, impul- sado principalmente por J. E. Moore, sino también el conjato de las investigaciones que, partidas de Ingle- tetra, se han propagado en el mundo entero, y cuyo ras- go comin era la conviccién de que Ja filosofia tiene por verdadera vocacién analizar el lenguaje —lenguaje co- rriente y cientifico—, a fin de precisar el sentido de los coneepoe, tess ypoldmncasexistentes, De sucte gue o¢ hizo suficientemente claro para los espiritus que las cues- tiones tradicionales habfan por fin obtenido scluciones Gientifees 0 habian sido techezadas como vacas de sen, tido, Al principio la escuela analitica, en su misma ten. dencia, no veia el proyecto de soluciones epistemolégicas 0 metaffsicas definidas, no prejuzgaba tampoco las cues- tiones filoséficas provistas 0 no de sentido. Sélo la di- 208 ferenciaba una tendencia en toda reflexién filosdfica a par- tir del andlisis del lenguaje del que nos servimos para hablar y formular cuestiones cientifices, anilisis preciso, gue aproveche os medios de la Iégica. Dentro de esta Sptica era natural que esta escucla fuera hostil los sistemas metafiscos grandiosos y omniscientes, Sin em- borgo, los surcos intelectuales trazados por esta escuela no fijaban de antemano ningtin limite al sentido de las cuestiones y autorizaban —tanto de jure como de facto— las decisiones més diversas en las cuestiones filoséficas de manera a no fijarse ningin objeto definido, sino de modo a estudiar en profundidad los signficades de las palabras que empleamos en todos [os campos y diseiplinas de la ciencia, ast como en la vida cotidiana. El estudio propuesto puede sleancar resultados conformes 0 no com formes con cualquier proposicién filoséfica existente. Lo ue importa es que estos resultados sean verdaderos, que aclaren las vages intuiciones disimuladas en muestees pe labras, que desenreden los hibridos verbales 0 las aso- ciaciones canfusas puestas en obra en nuestros juicios, ¥ que contribuyan ast a plantear todas las cuestiones fi: loséficas y cientificas en términos inteligibles y acepta bles para todos Esta tendencia estaba enraizada en las tradiciones del ppensamiento empirico inglés ¢ incorporaba la herencia del estilo positivista. No se puede, sin embargo, incluir en hlogue Is filosoffa analitica en la historia del positivism, y8 gue gran nimero de sus més eminentes representantes efendfan puntos de vista que no se inscriben en abso- luto en las perspectivas del positivismo, tales como las definimos en este ensayo. Moore, por ejemplo, en. sus investigaciones ézicas, y a pesar de la tradicign positivis- ta, defendia la objetividad de los attibutos de valor (ca. Jes como «bueno» y amalo»), mientras que mantenia ue éstos son primetos e irreductibles a otras cualidades emplticas, Teniendo en cuenta su rechazo de la docttina nomindlista, el mismo Bertrend Russell no puede ser considerado como positivista, aunque se contara entre Jos més eminentes creadores’de la escuela analitica, y aunque haya contribuido a la construccién de insirumen- 209 ‘0 I6gicos importantes en el desarrollo del postivismo del siglo x1x. No puede, de ningsin modo, calificarse de. posi- tivista a Alfred Whitehead, autor, con Russell, de los Principia Mathensatica (1910-1913), matemético de forme: | cin, cxeador de una metafisiea y de una cosmologta clara mente tefiidas de religiosidad. Asimismo, no era positivista Jan Lukasiewicz, inventor de les I6gicas plurivalentes, ‘que rechazaba también el punto de vista nominalista, y, ademée, incorporaba parcialmente sus convicciones ligiosas' en sus andlisis filosdficos. Por consiguiente, in chuso aunque actualmente, en las jévenes generaciones, seria dffcildistinguir entre los pastidarios de la flosofia analitica y del potitivismo légico, cuando hablemos del periodo de entregoerras nos costentaremos con dat cuen- ta de la filosofia. a In que podemos aplicar el nombre de positivismo> sin mayores reservas. Omitiremos, por ‘otra parte, la totalidad de la filosofia analitca, el cuadro fen el que aparece cl fenémeno aqut tatado. Hace falta mencionar en nuestra presentacién del empitismo | una propieded que Russell juzga precisemente como pare te constivutive de Ia filosofla analitica, y que aparece muy claramente en wna variante positivista: se trata de Ja ssociacién, consciente de su novedad, de le interpre- tacién empirista del saber con le aplicaciéa compleja de Jos métodos mateméticos. Segtin Russell, esta alianza ca- race gs clenias de Ia natralesa deide Galileo, aun ‘que manifiesta por primera vez sus posibilidades en ‘campo de las cuestiones filoséficas tradicionales, métito que precisamente sc atribuye el empirismo léaico, Como Io explican Jos pactidarios del erapirismo Iégico, los métodos de argumentacién elaborados por las cien cits matemétieas y los métodos experimentales de estu- como dos vias tivales en el conocimiento de la realidad. ‘Vins que, en funcién del papel que se atribufa a Ja una y a le ot, contribstan, en esta oposicién, al surgimiento Ge puntos de vista epistemolégicos antagénicos (Ios «em- 1 piristasy y los «racionalistas»). El empirismo Iigico se ‘ropone anular esta dicotomia considerando la expetien: | Gis como la nica via que puede conducir al conocimien- 210 dio del mundo, se presentaban a la reflexidn filosstica to del mundo, aunque las considere como una téenice in dispensable para razonar. El desarrollo de Ia I6gica for mal permitié depurar momerosas cuestiones ficticias de esta ciencia y liberatla de soluciones exigidas por los pro. blemas ontolégicos, transforméndola en un potente instru- mento al servicio de Jas ciencias de Ia naturaleza en una oriontacién empirica. Nila. légica, ni In matemética sea 0 no esta segunda ciencia reductible a la primera— sirven para descubtit las estructuras del mundo extralin- agfstico, pero permiten emplesr bien los signos lingi ticos v pasar correctsmente de una tesis a otra, Por tanto, si todas o algunas de les tesis de estas ciencias son vlc das independientemente de Ia observacién y de I expe- Flencia, no es porque éstas revelarian una necesidad in tmanente de Ja naturaleza, sino por la sola razén de tener proposiciones analitices, de estar, pues, vacias de conte: ridos y deber su validez a las convenciones lingtstices, Convenciones lingiifsticis vinculades al significado que se atribuye a sus distintos elementos. Por el contratio, y agai estf uno de los principios supremos del empicismo Jegico, no existen juicios sintéticos @ priori, es decir, jak cios que se podrfan legitimar independientemente de fod experiencia y que, al mismo tiempo, describirfan el mun- do extralingifstico en uno cualquiera de sus aspectos:— E] objetivo de Ia filosofia, admiviendo que éta pueda, co_gencral, svtit como refleién al Tado de las urs amas del saber, no puede entonces consistir on reempla- Zar lay Gencis en ny cvstones relatos fn const ién de] mundo, Estd destinada a una vocacién especial que se basa en el anflisis légico de lee propiedades sin Leticas y seménticas del lenguaje, en particular del len- guaje de las ciencias. La filosofia se transforma asf en métodos del comportamiento cient fico, de las condiciones de verficacién de las hipétess, de Is legitimidad de las conclusiones y del sentido de las exoresones empladas, A ours, ests actividades se de nominan metaciencia. Lo que, en gran parte, empujé a emprenderlas fue la situacidn que teindba en Ja ciencia al principio de nuestto siglo y que, sobre todo, hace falta relacionar con el estudio de las antinomias'de la au | imacionalisino, es deci, le convieciéa de que s6lo_los_. tcorfa de clases y con la teoria de Ia reatividad. En estos dos iltimos casos, se verified que ciettos modos de pen- samiento y de expresién cotriente exigen una revisién que debe, entre otras cosas, recurcic a un andlisis lin. gtifstico minucioso de Tas expresiones aceptadas ciega- ‘mente, mientras posean consecuencias concretas. No en- traremos detalladamente en estas cuestiones. De. cu: quier medo que sea, los prosresos acelerados- ¢3_extsemadamente importante en el pensae miento cientifico y cambia, si asf puede decirse, lag com, siciones morales de la prietica de Ta ciencia. Incite al sabio a reflexionar sobre eventuales contraprucbas pot telacién a sus propias suposiciones, en ver de butar Ynicamente hechos que confirman la hipstesis planteada, Esta repla obliga también a evitar las teorias universal, mente verificables que invaden la vida cientifica contem. porinea (por ejemplo, algunos reprochaben 2 la doctsina de Freud su confirmacién universal, su capecidad dle ash, ilar cada nuevo hecho, por tanto, su insensibilidad to. tala Jos hechos concretos, 0, mejor dicho, su no-empi- ‘icidad en el sentido més arriba expuesto), EI principio de Popper conlleva otras dificultades que fueron observadas inmediatamente: las proposiciones vo. bre la existencia son evidentemente no falsficables ¢n virtud de este principio y, por tanto, no-empiricas, No se puede, en efecto, presentar un juicio de hecho. que Podtia refutar Ia proposicién «el sol existe o aun alos fenanos existens. Nuevos esfuerzos fueron emprendidos pata precisar mejor Jas reglas de ln empiticided, 'y los debates sobre este asunto estén lejos de haber terminade, Reichenbach llams la atencin sobre la necesided de apt, car al concepio de los grados de verosimilitud a la ca. ractetistica de la everificabilidads. Segin él, Hume ya habla demostrado que un empisismo radical es incapee a Sonete neon de emplear procimienes induetivos, porque goémo se- puede legitimar la tesis sobre la legitimidad tmisma de la inducciSn? $i esta te. sis es argumenteda de manera inductiva, caemos en ta reulo vieioso, ya que para argumentar un principio de. bbemos recursir a este mismo principio como siendo ya de rigor. Si el principio de le legitimidad de la inducciga es un julio sintético @ prori, el empirismo radical no puede ser mantenido, Si, por otra parte, es en general Hegitimo ‘utilizar procedimientos inductivos, todo’ seber se revela imposible, Hace falta, pucs, acmitir que tene. mos el derecho de prever aconteciatientos, fururos oe be la base de los acontecimiencos pasados, pero que las proposiciones sobre el porvenir no poseen ef mismo gue 223

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