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= que no se adaptaré bien a la plural idad de 1a socie- compleja—; y ¢) quizds una de las mas importantes én americana sea la inexistencia de una declara- ciéa de s de los ciudadanos. Normalmente las constituciones tienen una parte icfiea y otra normativa; Fistados Unidos carece de la programética, que ha sido suplida parcialmente después mediante enmiendas. Una de las pri- meras fue la del derecho 2 la propiedad; después, la de tener y comprar armas y Ja de intervenir en problemas de orden piiblico cuando asf lo pida el gobernador del Estado (Hemdndez Alonso, 1996). 1.2 La independencia de las colonias hispanoamericanas Es posible afirmar que, si bien la desaparicién real del dominio colonial espatiol sobre las tierras americanas se inicia a partir de la invast6n de la penin- sula Ibérica por las tropas de Napoleén, las causas remotas de este proceso, sin embargo, tenemos que busearlas cn la sogunda mitad del siglo xvi, cuando la monarquia de Carlos THI introdujo una serie de reformas en la politica colonial con el objetivo de recuperar un timén que Jas anteriores administraciones metro- politanas habjan perdido, Las contradieciones generadas por aquellas mismas reformas en la sociedad colonial y entre [as colonias y la metr6poli, en un con- texto internacional determinado, estallarén en el momento en que en Espaiia se produzea ta doble abdicacién de Carlos TV y Fernando VII. En 1808, la formacién de las juntas, en sintonfa con las que habjan sido creadas en Ja peninsula Ibérica, abrird la puerta ala formacién de dos bandos: los autonomistas criollos y los realislas adictos. Si bien cl primer juntismo tiene que Ser considerado como un fenémeno totalmente controlado por Lspafia, cuando en Ja metrépoli las juntas sean vaciadas de contenido sobre todo por la instala- cidn de Ja Junta Central en 1808 y, cn 1810, por la delegacitin que se hace sobre el Consejo de Regencia—, en ‘América se encontrarén cada vez mas enfrentadas, incluso militarmente. Con la derrota de los franceses en 1815, Gran Bretafia dara tun apoyo mas cfective a Jos rebeldes criollos sin que Fspatia sepa 0 pueda hacer nada por contrarrestar la actividad de éstos, Hue esta polarizacién en facciones, cada vez mas radicalizadas, lo que favorecié realmente Ja continuidad de las avciones bélicas. Pero no debemos creer que durante las luchas por la independencia se pro- dujo, de forma homogénea en el territorio, una fragmentacién politica nitida en- tre la poblacién blanca americana: por un lado, los blancos criollos partidarios de. la secesién y, por el otro, los peninsulares decantados por el mantenimiento de la autoridad de la monarquia espaftola, Ni tampoco debemos pensar que Jas ansias emaneipadoras aleotaron por igual a los eriollos de Tas diversas regiones. Las guerras dividieron familias, ciudades y territorios, y como muestra podemos alu- dir ala decision tomada en 1810 por el cabildo abierto de Cérdoba que -pese ala postura de Buenos Airus~ jurd Gdelidad a la regencia metropolitana, 0 -tal y come recuerda Miquel Izard (1990) la «publica alegrfa de Caracas por la insta- Las procesos de las diversas independencias americanas lacion de la Suprema Junta Central». En otras zonas, que en un principio se sumaron a la insurgencia, dieron marcha atrds al ver que ct radicalismo de algu- os revolucionarios proclamaba la igualdad entre indios y blancos, principio cil de asumir cuando éstos representaban una minoria, pero no cuando consti- tufan Jas dos terceras partes de la poblacidin. Razoncs de este tipo explican que Peri fucra un bastion realista durante muchos afios. En México, el 95 % de las tropas que se enfrentaron aj levantamiento del cura Hidalgo eran mexicanas; cl propio Agustin de Iturbide fue un general realista hasta 1820. Respecto a los peninsulares, conyiene saber que también entre ellos se producen deserciones, como, por ejemplo, la evidenciada por la proclama del alzamiento de Buenos Aires, en 1810, avalada por importantes comerciantes peninsulares; o la del capitin general de Guatemala, que colaboré con los inde- pendentistas Con respecto al proceso emancipador en su conjunto, el caso mas singular es, muy probablemente, el de Peni, en cuyo territorio tropas de procedencia ar- gentina y chilena, comandadas por San Martin, fueron recibidas con indiferencia en 1820, Posteriormente, en la decisiva batalla de Ayacucho, gue significé la desaparicién espafola, las tropas de Sucre eran mayoritariamente colombianas. Las tropas realistas de Pert estaban formadas por oficiales peninsulares y crio- llos, pero el grueso de la fuerza militar cran indios y cholos. (a presencia de Bolivar tendrd una buena acogida aunque, después de su marcha, su representan- te serd expulsado en Jos prolegémenos de la declaracidn de guerra que Peri hard a Ia Colombia bolivariana. Asimismo, para calender cl desarrollo del proceso american despucs dc la desaparicion del poder espafiol, serd necesario tener en cuenta disputas territoriales internas y anteriores, como la pugua entre el Rio de Ja Plata y Brasil por el control de la banda oriental uruguaya, © el enfrentamiento entre Bucnos Aires y Paraguay que, después de la derrota de Belgrano, dio paso a la revoluci6n de 1811, en la que éste ditimo territorio proclamaba su indepen- dencia de Buenos Aires y de Espufia. Lox argumentas en clave politica no son, Iégicamente, suficientes. No po- demos olvidar que, durante mas de tres siglos. Espafia ejercid —con mayor 0 me- nor vigor—el contro! total sobre fas colonias americanas. El objetivo no era otro que la explotacién econémica, por lo que el desarrollo auiéctono de formas po- Ifticas, sociales y econémicas dio lugar a una sociedad piramidal de amplia base, con una ctispide ocupada en exclusiva por blancos, riollos y peninsulares. La modalidad de relaciones econémicas imperiales, junto con el proyecto politico que las sustentaba, favorecié la aparicién de grupos oligdrquicos de poder eco- némico que cumplan el papel de inicrmediarios. Paralelamente, con un peso cuantitativo mucho més reducido, fueron surgiendo ciertas capas medias entre 'a minoria criolla. El resto, excepcion hecha de los blancos peninsulares, consti- tufa la mayorfa de ta poblacin, formada por indios, negros y mestizos, colecti- vos social y politicamente excluidos de toda actividad que no fuera la de sujetos activos de la explotacién colonial. Es necesario tencr en cucnta quc la composicién social existente en la Amé- rica hispana durante el siglo xvm viene determinada fundamentalmente por la Joan del Aledzar et al. divisién étnica, la cual presenta cuatro grupos, quc son los indios, los mestizos, Tos negros y los blancos en sus variadas subdivisiones. Se wata de lo quc I .ucena Salmoral (1988) denomina la «sociedad tricolor. Como anécdota hay que re- cordar que el venezolano Miranda introdyjo el color amarillo en la bandera inde- pendentista como simbolo de Ja poblacién india y mestiza, ejemplo que més lurde serfa seguido por varios paises después de su independencia; nadie, sin embargo, incorporé cn éstas e! color negro. La sociedad tricolor en 1810 (ambit continental) selec eee Grupos Total Porceniajes | Blancos 3.850.000. | Mestizos 4.400.000 Indios ” 7.050.000 Negros 3.300.000 pe |_TOTAL 18,600,000 Desde esta 6ptica podcmos decir que a Ja emancipacidn polftica se Negara por tres tipos de razones estrechamente interconectadas, que s6lo a efectos expli- cativos exponemos de forma separada: — Razones de cardctcr econémico, por el callején sin salida al cual condujo la politica colonial de Madrid. Centrada fundamentalmente en una férrea politica fiscal que, pese a haber producido una reactivacién econémica durante buena parte de fa segunda mitad del siglo xv, acabarfa dando paso a una crisis que, paulatinamente, irfa generalizandose a lo largo y ancho de todo el territorie, con Ja Unica excepcién de Cuba, gracias 4 sus relaciones econéinicas con Listados Unidos, y de algunos pucrtos favorecidos por el ineremnento comercial. Es nece: satio incluir aqui las primeras repercusiones originadas por el proces indus- ttializador, que provocard transformaciones fundamentales no xéto en los émbi- tos comerciales, sino también en el Ambito de las relaciones internacionales, Los mercados coloniulcs latinoamericanos jugarin un buen papel a la hora de Ta co- mercializacion de una parte de la produccién textil de los primcras afios de Ja industrializacion. Esta expansion de tos intercambios hay que ponerla en rela- cidn con el predominio naval y la red financicra britanica. Irn configuriindose asi lus clementos de lo que seré la nucva divisi6n internacional del trabajo, aun- que la concrecién total del modelo se produciré mas tarde, cuando Hegue a impo- nerse el free trade (1846) y la afluencia masiva de capitales para invertir cn Tos paises periféricos del sistema capitalista. ~ Razones de cardcter politico y social. Respecto a las primeras, por cl grado de madurez politica que alcanzardn umplios sectores de las clases dirigen- tes criollas, que se habjan visto [avorecidas durante los afiox de bonanza mercan- 44 Los procesos de ias diversas independencias americanas til sin que su creciente relevancia econdmica hubiera tenido una traduccisn polf- tica. Este malestar se agudizar4 a partir de la década de Jos noventa, al sentirsc ahogados politicamente y perjudicados econémicamente por Espaiia. Por otra parte, la crisis polftica abicria cn la monarqufa espafiola por la invasiGn francesa de 1808 provocard en las colonias un debalc sobre la soberania y la representa cién en auscncia del rey, lo cual dara paso a partir de 1810- a.un proceso revo- lucionario con objetivos indcpendentistas, En lo que se refiere a las razones so- ciales, estas clases dirigentes se sienten amenazadas por las mayorias no blancas (el proceso hailiano las horrorizard, especialmente después de haber vivido las insurrecciones indigenas dc la década de los ochenta) y entienden que slo cuen- lan con sus propias fuerzas para mantencr cl siadu quo. — Razones de cardcter ideolégico que vienen dadas, en primer lugar, por la influencia de la Ilustracién, y que darn una cierta base teGrica a las reivindica- ciones criollas, Este es un punto polémico cn la historiogratia, puesto que se ha exagerado la supuesta influencia de las Laces. especialmente por aquellos que querian ver grandes paralelisrnos con Ja evolucién estadounidense, lo cual élti- mamente se matiza mucho, hasta el punto que Lynch (1976) afirma que suponer que 1a Hustracién hizo revolucionarios a fos americanos cs confundir causa y efecto. En segundo lugar, dentru de las razones ideolégicas, es necesario incluir las repercusiones que en América Latina tendrdn tres hechos histéricos sobre los cuales volvercmos mas tarde: Ja independencia de las Trece Colonias, la de Haiti y la Revolucién francesa En este marco podemos adelantar, como primera conclusi6n, que el acc a la independencia serd, como dice Pierre Vilar (1976), cl resultado de la deci- sidn de las minorias criollas, en un proceso que tendrd dos hitos sefializadores: el caso de Haiti, donde los esclavos se hicicron con el poder; y el de fas Antillas, donde la clase dominante criola, en una situacién de pleno desarrollo, decidié no romper sus lazos de unidn con la metrépoli. Para comprender plenamente este proceso es preciso analizar la evolucién de la situacién politica, social y econd- tnica de las colonias hispanicas durante la ultima parte del periodo colonial. 1.2.1 Las reformas borbénicas : Aceptando Ja definici6n clasica, un sistema colonial es un complejo de relaciones reguladas con la pretensién de crear un imperio colonial autosufi- ciente, de partes econdinicas mutuamente complementarias, cuyas caracteristi- cas basicas se configuran a partir de un objetivo, la defensa imperial, mediante cl ordenamicnio fiscal como medio de captacién de recursos. Desde esta perspecti- va debemos acercarnos a] anilisis de la crisis colonial aceptando la contradic- cidn entre Jo que la monarquia espafiola decfa pretender en sus escritos polili- cos pitblicos y la cruda realidad imperial. Es en los textos elaborados para el consumo interno de Ta élite dominante donde Jos objetivos colonialistas apa- recen con imptidica claridad, con 10 cual no hay sitio para la confusién. Como: dice Fontana (1991), en los escritos redactados para el consumo publico siempre el el SS Joan del Alcézar et al. se habla de los «paternales desvelos» de la Corona por la felicidad de sus siibdi- tos, mientras que en los segundos se utiliza el lenguaje crudo de Tas necesidades de Estado. En 1785, el conde de Aranda dirigia al secretario de despacho, el conde de Floridablanca, la siguiente carta: Nuestros verdaderos intereses son que fa Fspafia europea se refuerce con poblacién, cultivo, artes y comercio. porque la del otro lado det charco océano la hemos de mirar como precaria a afios de diferencia. Y asi, mien- tras la tengamos, hagamos uso de lo que nos pucd ayudar, para que to- memos sustancia, pucs, cn Hegdndola a perder, nos faltaria ese pedazo de tocino para el caldo gordo. Es necesario entender esta concepcién para no equivocarse. El conde de Revillagigedo, virrey de México, escribia en 1794: No debe perderse de vista que esto es una colonia que dehe depender de su mutriz, la Espaiia, y debe corresponder a ella con algunus ulilidades por los beneficios que recibe de su protecci6n. Y asf se necesita gran tino pura combinar esta dependencia y que se haga mutuo y reciproco cl inte~ rés, jo cual cesaria en el momento cn que no se necesitase aqui las manu- fucluras curopeas y sus fnitos, (Fontana, 1986) Quizas parezca una simpler pero no Jo es. Lin el andlisis del proceso es necesario partir de la base de que Espafia tenfa unas colonias en América y que su interés no era otro que explotarlas en su beneficio. Las colonias -ta clase dirigente de éstas— debian accptar cste estado de cosas a cambio de la proteccion: {proteccion de qué y ante quién? Légicamente, de sus intereses purticulares y de rava ante la mayorfa de la poblacidn, sujetos activos de la explotacién colonial, especialmente ante las mayorias étnicas de indios, negros y mestizos. A nuestro pa- recer, cualyuier planteamiento que olvide este punto de partida resultard estéril. Desde Jos tiempos de la conquista, la intervencidn del Estado tenfa que garantizar que se cumplieran tres directrices bésicas: traer la plata (pero no en exceso, para cvitar su depreciacién), exportar mercancias y dar ocupaci6n a la marina espafiola. La clave del éxito del sistema comercial radicaba en el acierto 0 la equivocacién en la combinacién de estos factores y en asegurar la dependen- cia entre las dos partes del imperio. Aun asf, hacia finales del siglo xvu, empieza lo que Burkolder y Chandler (1975) han denominudo ta «etapa de impotencia» de la administracién colonial cspafiola. Los esfuerzos desplegados durante los reinados de Felipe V y Femmando V1 para la adecuacién de Espafia a las pautas del mercantilismo contribuyeron a agravar los problemas dc liquidez del Tesoro. Lo que los franceses Tamaban el exclusive la obligaci6n de las colonias a comprar sus necesidades y vender sus frutas 2 la metrépoli- era més te6rico que real, cn buena medida por la incapacidad espafiola para cubrir los pedidos de aquéllas. Esta incapacidad se agudizard desde 1713, puesto que, despus de la firma del Tratado de Utrecht, Fspafia habia hecho unas concesiones a Inglaterra que habian abierto una brecha legal: el derecho de usiento (que daba a los briténicos el monopolio del trafico) y el navie de permiso. Ademés, el contrabando britani- 46 Los procesos de ias diversas independencias americanas co desde Jamaica, el holandés desde Curagao y cl francés desde el Caribe eran cada vez mds importantes. Durante el siglo xvi y buena parte del siglo xva, el sisterna de monopolio impuesto por Espafia habia sido superado ilegalmente por las propias colonias Un importante comercio intercolonial surgié con rapidez y este cambio econd- tnico dard pie a un cambio social: una élite criolla de terratenientes y comercian- tes entrar4 con fuerza en la estructura social de Jas colonias. Ya desde el princi- Pio, los intereses de estu Clitc y los de la metrépoli no siempre eran coincidentes, especialmente respecto a las demandas de propiedad y de mano de obra que continuamente exigian los criollos. El nuevo cquilibrio de poder, determinado Por la presencia de esta nucva étite junto con una burocracia formada por penin- sulares, corrupta porque era de su agrado 9 por obligacién, pronto tuvo repercu- siones econémicas para Espafia, puesto que cl tesora remitido desde las colonias registrard una bajada muy sensible (Van Bath, 1989), Las colonias desarrollaron su propia industria de astilleros y disfrutaron de una autonomfa global en materia defensiva. Las defensas navales de México y Peni eran pagadas por la tesorerfa Propia, exactamente igual que los astilleros, Jos talleres de armas y toda la industria subsidiaria. Y es que la pérdida de rele- vancia de la minerfa en el contexto cconémico americano y en las relaciones comerciales entre la mctrépoli y las colonias no mareé necesariamente un signo dc recesién econémica, sino que pudo significar un cambio, una transicién de una economia de base estrecha a otra de base mas amplia. Claro que, entonces, una Pregunta que puede surgir esponténeamente es: épor qué las colonias no aprovecharon la crisis metropolitana de la guerra de Sucesién para conseguir la independencia? La respuesta es concreta: ni e) am- biemte ideol6gico y politico de principios del siglo xvur favorecfan esta demanda, ni los territorios americanos necesitaban declarar ja independencia formal, pues- to que disfrutaban de un buen nivel de independencia de facto. Cuando el nuevo colonialismo de la administracién borbénica les afecte tan decisivamente como lo hard, las cosas cambiaran de verdad. La reaccion se produciré cuando la me- trépoli entre en actividad, no mientras cstuha mortecina. Por eso es por lo que la primera intencién del reinado de Carlos III con respecto al problema colonial fue detener la primera emuncipacion america- na. A partir de la derrota de la guerra de los Sicte Ajios, Espafia empieza a hacer un enorme, esfuerzo por recquilibrar su sitacién, no sélo en Europa, sino tam- bién en América. La Espafia de Carlos UL pretendia controlar el comercio de las colonias, limitando drésticamente ef papel que ~de forma ilegal habia llegado a Jograr buena parte de los criollos, asi como el que desempefiaban determinadas polcncias extranjeras en relaci6n con el comereio americano. Espajia cstaha, efec- tivamente, muy preocupada por controlar mejor a los extranjeros y sus activida- des comerciales. No obstante, el principal objetivo no era expulsarlos, sino con- trolar a los criollos, Esta era, pues, la base de la «segunda conquista de América» (Brading, 1975; Lynch, 1990). Durante el reinado de Carlos I (1759-1788), ia necesidad de nuevos in- gTesos fiscales se hizo urgente, teniendo en cuenta que los envios de Indias con Joan del Alcazar e1 al. destino a la Real Hacienda tendian claramente a la baja en una primera etapa, hasta 1777, tal y como ha demostrado Garci Baquero (1976). En una segunda fase, después de las reformas, veremos cOmo la situacién cambia radicalmente (Delgado, 1990). La urgencia de incrementar los recursos fiscales sc hizo todavia mas nece- saria después de la guerra de los Siete Afios (1756-1763), al demostrarse que fox sistemas de defensa de las plazas cotoniales habjan quedado obsolctos frente ala nueva capacidad militar briténica (como puso en evidencia la toma de La Haba- hay Manila), por lo cual resulté imprescindible proceder a la renovacién de las fortificaciones de los principales puertos de las Indias. Légicamente esto tenfa que hacerse a costa dc los contribuyentes americanos, sin que implicara una re- duccion dc las ya escasas remesas de capitales que legaban a la metropoli (Del- ado, 1990). Es en este contexlo donde debemos entender el reformismo de los ilustra- dos de Carlos TTL En opinién de Brading, cl primer paso dado por éstos fue organizar una fuerza militar adecuada que preservara a las colonias tanto de los ataques de otras potencias europeas como de los posibles alzamientos internos. Se crearon regimientos coloniales, que eran més numerosos cuanto mnés cicva~ dos eran los recursos jocales. Estos contingentes militares se formaron mayo- ritariamente con alistados natives y con unos mandos que, de capitan para abajo. eran criollos, realidad ésta que tendré enormes consecuencias a Ja hora del en- frentamiento militar posterior (Dominguez, 1985). Ms adelante vendria la deci- dida accién sobre los jesuitas, que ejercfan una gran influencia sobre las élites criollas mediante la ensefianza, pero lo mas relevante de la nueva politica ameri- cana fueron las reformas administrativas. ‘Tras crear un nucvo virreinato con capital en Buenos Aires, éstas se centra- 1én en la entrada en funcionamiento -especialmente desde el nombramiento de José de Gélvez como visitador gencral- de una burocracia asalariada. Se establecis el monopolio del tabaco y se reorganizas la recandaci6n de la aleabala, se increment6 Ja produccién de plata mediante las exenciones de im- puestos y la consiguiente reduccitn en los gastos de productos como la pélvora y ‘el mercurio, Ademés, como los Borbones entend/an que Jas colonias interesaban en la medida que ofrecfan productos que no se encontraban en Europa, al deseo del control sobre el oro y la plata se aftadieron el del cacao, el aztivar, el café y el tabaco, Esto permilié a la monarquia incrementar suslancizlmente las recauda- cionts fiscales como consecuencia de la expansién de la actividad econdmica provocada por las reformas en cl comercio y el fomento de las exportaciones coloniales. En 1765 se puso fin al monopolio de Cadiz. En 1774 se autorizé el comer cio entre las regiones americanus de Pent, Nueva Granada, México y Guatemala; y, dos afios después, se incorporaron Buenos Aires y Chile. En 1775 se autorizé el comercio libre entre quince puertos espaftoles y veinticuatro americanos. Co- mo dice Josep Maria Delgado, tas reformas del comercio libre no pretenderfan romper e] marco protcecionista en ej cual se desarrollaban Jos intercambios con América, sino hacerlo més eficiente, aumentando la participacién del comercio 48 Los procesos de las diversas independencias americanas éspafiol mediante la concesidn de fucitidades a las tegiones de la periferia mejor dotadas econémicamente para ello. El estimulo de esta Participaci6n fue fiscal y burocritico: simplificacién del sistema impositivo, reduccién de los derechos arancelarios, de los estorbos burocraticos, ete. (Delgado er al., 1986), El resultado fue espectacular: entre 1778 y 1788 el tnifico se multiplicé por siete y, a finales de siglo, el comercio monopolistico crecfa mas que el ilicito. La Real Hacicnda fue la gran beneficiada, puesto que aumentaron los ingresos fis- cales en concepto de comercio exterior, se consiguié que las regiones no produc- toras de plata generaran los recursos que necesitaban y también incrementar los envios de mincral « Espafia pese a la subida de los gastos puiblicos en fas Indias. Los efectos del comercio libre sobre América han sido estudiados por John sher, quien ha demostrado un notable incremento de las exportaciones america- has hacia los pucrtos peninsulares, procedentes, especialmente, de Nueva Espa- fia, el Caribe y el Rio de la Plata. Entre los productos exporlados, cl oro y la plata superan con claridad al conjunto global del resto de productos. Como dice lisher, Tefiriéndose al Hamativo caso de Nueva Espafia, la explicacin fundamental del Papel dominante de este virreinato en el comercio hispdnico durante este perfodo no deriva de sus actividades ayricolas, sino del crecimiento draméatico de su mi- neria. Josep Fontana ha escrito que, en lineas generales, el comercio libre rom- Pié las articulaciones de la vieja economfa colonial, sin reemplazarlas por otras nuevas, Jo cual ayuda a entender, ademas, el diffcil arranque de estos pafses una vez conscyuida ta independencia (Fontana, 1982). La situacién econémica de la América hispana durante la segunda mitad del siglo xvmi es una cuestin poiémics: @) Latesis clasica puede quedar representada por C.F. S. Cardosoy H. Pé- rez Brignoli (1984), para quienes este perfodo es, exeeptuande la década final, una Epoca ccondmica muy positiva: crece la poblacién, la produccién y el co- mercio, y los centros mineros dan paso a una serie de actividades subsidiarias dc cierta complejidad (ganaderia, agricultura, artesanfa). T.as economias coloniaies se diversificarén con respecto a los puntos de origen y de destino, al abrir un abanico, antes insospechado, de posibles rutas comerciales. demas, segdn cs- tos historiadores, entre el contrabando y el comercio legal todavia habrd espacio para que respiren cicrtas actividades manufactureras, aunque escasamente desa- rrolladas. ») La tesis mas actual. producto de las diltimas investigaciones, est en La linea del trabajo de Josep Maria Delgado (1990) -tesis que sintoniza con la de- fendida por Fisher—- Las consecuencias de] impetu reformista variaron sepiin las caracteristicas de las diferentes regiones amcricanas, puesto que la nueva poif- tica favorecié cl desarrollo de las economias Portuarias (La Habana, Buenos Ai. res o Caracas) ligadas al comercio con Espafia, como resultado de la expansién del gasto publico en elas y de las nuevas oportunidades de beneficio mercan- lil, posibilitado por el comercio libre con la peninsula Ibérica. Aun asi, en las antiguas regiones neurdlgicas del imperio (México central, Nucva Granada y Joundel Alcazar et al. Perit), en las cuales incidiria con fuerza la inflacién provocada por el incremen- to de la produccién de pluts, cl impacto fue negativo. La tesis de Delgado sintoniza con la de Slicher Van Bath (1989), quien in- siste en la idea de los tiempos dc bonanza vividos por la Real Hacienda, apoyan- dose en su pormenorizado estudio cuantitativo, donde demuestra que, después de 1760, los ingresos fiscales del gobierno espafiol alcanzaron cifras antes des- conocidas. Esto, advierte Slicher Van Bath, no cs por definicién una. sefial positi- va de la situacién econémica de jas colonias, puesto que, aunque,el aumento de los ingresos gubernamentales puede ser un signo de bienestar ‘econémico, en este caso se habfa alcanzado tal punto de presién impositiva que estaba provocdindo- se una asfixia lenta de la vida econémica. Este historiador utiliza el trabajo de ‘Van Oss sobre la construccién de edificios —con la conviccién de que éste es un indicador fiable de ta situacin econémica— y advierte la escasa actividad del sector en México, en Perti y en Quito, lo cual le permite afirmar que la regién sufria una severa crisis econémica que puede conectarse a la inflacion provoca- da por la plata, origen de un sensible inesemento de los precios de los principales articulos de consumo, como por ejemplo el mafz y el trigo (Van Bath, 1989). Este proceso se hard particularmente evidente desde la ultima década del siglo, cuando empieza lo que Halperin Donghi (1986) llama Ia «crisis colonial»: el inicio de una etapa depresiva, caracterizada por la ruptura de los mecanismos reproductores que habjan dotado de dinamismo a la economia interna y por una profunda crisis social, provocada por cl aumento de la detracci6n fiscal sobre un campesinado y unos trabajadores urbanos atrapados por ¢] descenso de sus m- gresos y el incremento del precio de las subsistencias. Esta crisis econémica. también advertida por Cardoso y Pércz Brignoli, se caracteriz6 por un triple pro- ceso de desindustrializacién, desmonetarizacion y desurbanizacién. A jui io de estos dos tltimos historiadores, hacia 1790, no sdlo parece evidente que los sue- fios de poder imperial sc han desvanecido, sino también que los reajustes admi- nistrativos y fiscales obstaculizaron notablemente la prosperidad econdmica y liberaron odios y resentimientos que los grupos sociales afectados no olvidaron. El intendente de Venezuela, José de Abalos, ya cn 1781, escribia al rey: “Todas los americanos tienen 0 nace con ellos una aversiGn u ojeriza gran- de a tos espafioies en comtin, pero més particularmente a los que vienen con empleos principales, por parecerles que les corresponden x ellos de Justicia y que los que los tienen se los usurpan. (Pérez, 197) No obstante, el impacto positive o negative— de! reformisme borbénico no pucde generalizarse, Trabajos més recientes (Pérez Herrero, 1991) eviden- cian como en Nueva Fspafia la reforma fiscal no implied un aumento: simple de la presién impositiva. sino que supuso también un claro mecanismo de redis- tribucidn del ingreso entre las élites, comprometidas en el mantenimiento del statu quo colonial hasta mediados de la segunda década del siglo 20x. En un plano mas general, conviene afladir que las reformas puestas en mar- cha por la metrépoli producirén una serie de transformaciones sociales. Llegardn SO Los procesus de lus diversas independencias umericanas a América nutridas grupos de administradores peninsulares con el fin de poner en funcionamiento las reformas —especialmente, como ya hemos dicho. desde el nombramiento de José de Galvez como visitador general y se incrementard la inmigracién peninsular. Los espafioles continuarén, l6gicamente, siendo minori- 1anios; pero su peso politico y econémico serd mayor y més evidente, puesto que Ja Corona se decantaba ostensiblemente por los peninsulares a la hora de cooptar al personal que tenia que velar por los intereses de la metr6poli. Tanta fa opasi- cién contra jos peninsulares —favorecidos en la carrera administrativa, en la mi- Titar y en la eclesidstica— como la oposicién contra el cada vez mas evidente cen- walismo cran tan sGlo un aspecto de las reucciones provocadas en las colonits durante el siglo xvm, Ademds, el reformismo se interesé por las formas de propiedad de la tierra y por ta situacién de la mano de obra. Puede afirmarse que la Real Instruccién de 1754 fue una especie de reforma agraria, ya que fueron confirmadas las propie- dades anteriores a 1700, pero se necesité la presentacién de titulos y el pago de lox derechos de aquéllas que eran posteriores a esta fecha: igualmente, se dieron garantias a jos resguardos, que eran continuamente asediados por los grandes propietarios. En lo que se refiere a la mano de obra, mientras que los esclavos negros continuaran siendo legales, los indios ~s6lo en la teorfa protegidos por la legislacién de los Austrias- fueron beneficiados al decretarse la desaparicin de Jas encomiendas y pasar los indios encomenderos a indios de resguardo (los res- guardos los hacfan duefios de unas tierras por las cuales tenfan que pagar tributos al rey). Légicamente, esto fue entendido por la élite criolla como una intromi- sién intolerable en su control de la mano de obra. Es lo que Pierre Vilar (1976) denomina «la contradiccién social fundamental», aquélla que se daba entre in- dios y criollos, entre trabajo y propiedad. Podia entenderse, y asi se entendid, co- mo una provocacién de la metrépoli a la oligarquia criolla. Las reformas no se centraron exclusivamente en la esfera administrativa y burocratica con intencionalidad econémica. La Iglesia catdlica fue otro de los frentes de combate de la monarquia borb6nica. Por un lado, mantuvo las céipulas Jerdrquicas en manos de Jos peninsulares y, por otro, en 1767. fueron expulsados dos mil quinientos jesuitas, buena parte de los cuales eran criollos, puesto que un objetivo basico de los reformadores era tanto en ta metrépoli como en las colo- nias— reducir la capacidad de respuesta de la Orden de San Ignacio para, des- pués, atacar su potencia econémica, especialmente evidente en lo que concernia a la propiedad territorial, Por lo gencral, la Iglesia reaccioné con excesiva dure7a contra la nueva politica, aunque no propicié un enfrentamiento con la Corona sino, mds bien, una no declarada resistencia para la cual conté con Ia ayuda y el apoyo de am- plios sectores seglares, Mayor importancia tendrd, como veremos después, 1a actividad Hevada a cabo por los jesuitas exiliados como tedricos del america- nismo criollo. El bajo clero, por el contrario, se sintié atacado alld donde més dafio le podian hacer, puesto que los fueros eclesiAsticos eran el tinico patrimo- nio con el que contaban. Del bajo clero, golpeado por la desamortizacién de Godoy, surgirdn buena parte de los oficiales insurgentes y de los dirigentes de las Juan del Alcazar et al. partidus guerrilleras durante las luchas por la independencia. Joseph Pérez (1977) ha explicado muy bien la influencia del bajo clero en los movimicntos precurso- res de la emancipaci6n. Recapitulando, podemos decir que la reformulacién de las relaciones colo- niales, levada a cabo por los ilustrados de Carlos IIT, hizo todavia mas evidentcs com afirma Lynch- las obligaciones, la pesada carga que suponia la metrépoli al ubrir nuevas posibilidades a la cconomfa americana que Espafia no estaba en condiciones de satisfacer. Una metrépoli con un papel que, cn ta realidad, no iba mas all del de simple intermediaria con la Europa que se estaba industrializando y. quizds mas importante ~y retomamos asi las palabras ya citadas del conde de Revillagigedo-, una metrépoli que ya no parecfa estar en condiciones de prote- ger a la oligarquia criolla de las posibles demandas de las cazas no blancas. Por todo esto, la lucha por fa independencia serd también la lucha por el contacto di- recto entre la América hispana y la que era cada vez mis la nueva potencia eco- némica mundial: Gran Bretaiia; y, a la vez, ser una opcidn clara de las oligar- quias criollas para controlar férreamente una realidad social que Espaiia no s6lo no les podfa asegurar, sino que cuestionaba con disposiciones que afectaban a las relaciones con la masa indigena. Hay una polémica entre aquellos que entienden que el proceso emancipa- dor arranca del siglo xix y aquellos que opinan que es necesario descender a mediados del siglo xvmi. Halperin Donghi se encuentra entre quienes afirman que no conviene exagerar estas cuestiones puesto que, al menos durante la ma- yor parte de la segunda mitad det siglo, no eran mds que alarmas sobre el futuro del Jazo coloniat. Unas alarmas que en ningiin caso hacian pensar en un desenla- ce tan acelerado. Todavia mas: seguin este historiador, en los primeros momen- tos, con las alarmas ya encendidas, pese a la critica de cardcter econdmicu, pose a la critica a ciertos aspectos del marco institucional y juridico, la Corona y la unidad imperial son escrupulosaimente respetadas. En nuestra opiniGn cabe mati- zar esta idea puesto que, aun siendo cierto que sdlo tardfamente la Corona sera cuestionada explicitamente, contempordneos de Ja ¢poca mantenian serias pre- ocupaciones respecto a cudl podia ser el final dct imperio colonial espafiol ya en las dévadas finales del siglo xvut. ¥ cntre aquellos que Ja cuestionan sc encuen- tran los casas mas conocidos de Francisco de Miranda (el revolucionario y pre- cursor venezolano), Manuel Gual, José Maria Espaita (partidarios decididos de instaurar un régimen republicano ya en 1797), Antonio Nario (colombiano que sufrird prisién y cxilio también por su republicanismo) 0 Juan Pablo Viscardo (autor, cn 1792, de la famosa Carta dirigida a los espafioles americanos, donde hace una agria denuncia de la explotacién espafiola) (Alcazar, 1995). Entre los peninsulares, cl intendente de Venezuela curnunica, en 1781, a Carles Lil que «las Américas han salido de su nifiez», lo cual —a su parecer— resulta evidente por la reciente rebelién encabezaca por Tépac Amaru; un pro- ceso que: Si hubiese tenido vn jefe de alta esfera en la clase de los blancos me per- suadu que hubiera sido muy dificil e imposible el desempefo de reducizlo @ vencerlo, y no se sabe si cl mal se ha extinguide o si cuundo menos sc piensa yolverd a deseubrirse con violencia inexpugnable. (Pérez. 1977) Los process de las diversax independencias americanas Y es que el intendente es consciente de los acontecimientos internacionales recientes, lo cual hace que se plantee una pregunta concreta: Si no ha sido posible a la Gran Bretafia reducir a su yugo esta parte del Norte, halléndose cercana hastantemente a la metropali, gqué prxtencia humana podri dejar de temer muy arriesguds igual tragedia en los avom- brosos y extensos dominios de Espafia en estas Indias (Pérez, 1977) Fl conde de Aranda, en una linea similar, afirma en 1783 que «el dominio espafiol en América no puede ser muy duradero», y esto no s6lo por la dificultad de defenderlo teniendo en cuenta la distancia y por los abusos de los funciona- ries peninsulares, sino porque la excolonia briténica «a corto plazo se converlird €n un gigante que pronto amenazaré las posesiones espafiolas» (Pérez, 1977). Asi pues, parece evidente que, mas alld de algunas formulaciones ya aludi- das, podemos decir que fundamentalmente serdn los problemas originados cn la segunda mitad del siglo xvi los que conducirdn a las independencias, Listas su- Ponen, eu ultima instancia, el desenlace de la degradacién del poder espaiiol, producido a una velocidad vertiginosa, que se hard patente de forma inequfvoca alrededor del afio 1795 y siguientes. La guerra con Gran Bretaiia, sefiora del Atldntico, separa a Espaiia de las colonias. Fl monopolio comercial, devaluado desde hace afios, se hace cnlonces imposible de mantener en su concepcién anterior, La Corona propicia las refor- mas mercantiles, y toda una serie de medidas de emergencia liberalizan buena parte del comercio de las colonias americanas. Esta nueva politica scr celebrada desde jas Antillas al mar del Plata, y toda la costa atlantica se propone aprove- char la nueva coyuntura reforzando los cambios producidos. Aun asi, de forma temprana, desde algunos centros comerciales —Buenos Aires pucde ser el mejor ejemplo, se constata la existencia de una discrepancia de intereses con Espafia, hecho que surge en paralelo a la confianza en las propias fuerzas de las diversas zonas americanas para navegar en solitario por el sistema econGmico occidental. La derrota espafiola en Trafalgar, en 1805, serd el golpe de gracia que mar- card Ja evidente inferioridad de Espafta en materia maritima, Las buenas perspec- tivas comerciales de pocos ahos atras se rompen, y comerciantcs y productorcs, son conscientes de que tas ataduras con la metrépoli s6io Jes ocasionan proble- mas y ninguna ventaja, ni siquiera la de la proteccién. El horizonte de la independencia se presenta como la tinica salida valida, ul menos para una parte de la élite que, eso sf, iré ganando adeptos en sintonifa con la evolucién de la situacién interna y externa. Espafia ya no puede dirigir la eco- nomfa de sus colonias, y las potencias curopeas Lampoco estardn dispuestas a que ésta cierre de nuevo el mercado americana, tal y como hizo en el siglo xvii, dejando a los demés exclusivamente la puerta del contrabando para conseguir una parte de los beneficios. Fin 1806 se producird cl primer aviso: cn la capital del Rio de Ja Plata la legalidad quedard hecha afticos cuando Las milicias impan- gan su ley, porque ellas son las que han expulsado a los invasores britanicos. De esta manera, parece acertada aquella idea de Brading y Lynch segtin la cual Espafia habfa intentado con las reformas borbénicas la segunda conquista

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