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Isaiah Berlin Dos conceptos de libertad El fin justifica los medios Mi trayectoria intelectual Edicién de Angel Rivero Alianza editorial El libro de bolsillo ‘Titulo original: Tivo Concepts of Liberty, The Purpose Justifies the Ways, My Intellectual Path Traduccién de Angel Rivero ‘This onslationof Two Concepes ef Libery sat orginal publ in English in Four usa on Liberty by Lai Berlin (Osford University Pres, 1969) by permission of Ox Jord University Presson behalf of The Isaiah Berlin Literary Trust. Ws translation alo “ncoponaesurher revisions to the essay as published in The Proper Study of Mankind ‘An Anthology of Essays by lvigh Berlin edited by Henry Hardy and Roger Hausheer (Chatto & Windus Lid 1997), Published by arrangement wtb Osford Univesity Pres, Esta traduccidn de «Dos conceptos de libertad» fe publicadaoriginalmente en in sls en Four Esay on Liberty, de Tsaah Berlin (Oxford University Press, 1963) on ppermiso de Oxford University Press en representacion de The Isaiah Betin Literary ‘rus. La taduccin incorpor,asu vez reisionesadcionales al ensayo tl comm fue publcado en The Proper Study of Manind: Aw Anthology of Essays de Isiah Berl, preparado por Henry Hardyy Roger Hausheer (Chatto & Windus Ltd, 1997). Publi ‘ado poracuerdo coa Oxford Universiey Pres, Primera edcigo: 2001 Segunda edicién: 2014 Diedo de coleccién: Ezeudio de Manvel Estrada con la colahoracisn de Rolwito “Turéeano y Lynda Bozarth Disefo de cubiera: Manuel Eatrada Iustracién de cubirt: Steve Pyke: Rerato de Tei Berlin ‘© Stave Pyke/Hulton Archive/Geny Images Seleecin de imagen: Carlos Caranct Sea Roterdstodes es derechos. eon deena poy po «depen youl. adem dela corepon does indrcratone ‘ules efron, plage, dtivyeen oceanic pam eds ae a ‘thn ltt, rte 0 cia, ona ranfornacs, nerprducgn © cect atic eae ‘uli ipo de soporte ocomuniads ter de alge men snr prsepa oreo, ‘Tico Concept of Liberty © Isiah Bein, 1958, 1969, 1997 ‘The Purpose Jusifies che Ways © The Isaiah Berlin Literary Trust, 1998, 2002 ‘My Intellectual Pazh © The Isiah Berlin Literary ruse and Henry Hardy, 1998 © delaciién: Angel Rivero Rorizuee © Alianza Editorial, A. Madrid, 2001, 2014 Calle Juan Ignacio Luca de Tena, 15: 28027 Madd; telefono 91393 88 85 ‘wowalanzacditoriles ISBN: $78.84.2068971-5 ‘Depesito legal: M19. 944.2014 Prince in Spain Lesnraetaseiaia anos pericope Si quiere recibir informacién perisdica sobre las novedades de Alanea Editorial, tenviewn correo electénico ala dreccibn:slianzaediorial@anaya.es indice 9. Introduecién, por Angel Rivero 9 Biografia de Isaiah Berlin 17, Laobra de Isaiah Berlin 46 Nota sobre los textos que componen este volumen 49. Bibliografia ss Dos conceptos de libertad 60 I. Elconcepto de libertad negativa 76 Il. Elconcepto de libertad positiva 81 I. Laretirada a la ciudadela interior g1 IV. Laautorrealizacién 97 V. Eltemplo de Sarastro 1143. VL. La biisqueda de reconocimiento 125 VIL. Libertad y soberania 132, VIII. Lounoylo miltiple 143 El fin justifica los medios 153, Mi trayectoria intelectual 154 1. La filosoffa de Oxford antes de la Segunda Guerra Mundial 153 Verificacionismo 138 Fenomenismo 160 160 164 166 268, 172, 177 183, 188 193, 2, Historia de las ideas y teorfa politica Elmonismo Giambattista Vieo J.C. Herder El romanticismo y su herencia Plucalismo La libertad Detetminismo En pos del ideal Indice analitico Dos conceptos de libertad Silos hombres no disereparan nunca sobre los fines de Ja vida, si nuestros antepasados se hubieran quedado placidamente en el jardin del Edén, raro habria sido que se hubieran siquiera imaginado las cuestiones a las que es- 14 dedicada la citedra Chichele de Teoria Social y Po- litica’, Estas disciplinas surgen con la discordia y se nutren de ella. Quizés haya quien ponga en duda esta afirmaci6n y replique que hasta en una sociedad de anarquistas buentsimos, en la que no hubiera desacuer- do sobre el fin tiltimo, también habria conflictos politi- cos. Por ejemplo, sobre cuestiones constitucionales o legislativas. Pero esta objeci6n se funda en un error. Cuando hay acuerdo sobre los fines, los tinicos proble- mas que restan son los referidos a los medios, y estos pro- blemas no son politicos sino técnicos. Es decis, pueden 1. Este ensayo se basa en una leccién inaugural impartida en 1958, 55 Iai Berlin ser resueltos por expertos 0 por maquinas, como en las discusiones entre ingenieros 0 entre médicos. Es pot esto que aquellos que depositan su fe en algiin gran fe- némeno transformador del mundo, como el triunfo final de la razén o la revolucién proletaria, se ven impelidos a pensar que mediante tal fenémeno todos los problemas morales y politicos se convertirén en problemas tecnolé- gicos. Liste es el significado de la famosa frase de Engels (parafraseando a Saint-Simon) acerca de la «transfor macién del gobierno politico sobre los hombres en una administraciGn de las cosas»? y de las profectas marxis- tas sobre la desaparicién del Estado y el comienzo de la verdadera historia de la humanidad. Los que conside- ran que especular sobre una perfecta condicién de ar- monia social es malsana fantasia califican de ut6pica esta concepcién. Sin embargo, si hoy dia viniera a cual- quier universidad briténica -o americana— un visitante procedente de Marte, disculpariamos que sacase la im- presi6n de que sus miembros parecen vivir en una tea- lidad muy parecida a ese estado inocente ¢ idilico, y ello a pesar de la seria atencién que prestan los filésofos profesionales a los problemas fundamentales de la po- litica. Pero esto no deja de resultar sorprendente y peligroso. Sorprendente porque quizé nunca en la historia moderna 2, Engels en el Anti‘Ditbring (1877-1878), Recogido en Karl Marx y Frie drich Engels, Werke, Berlin, 1956-1983, vol. 19, p. 195. (ed. cast. F En. azcls, «Del socialismo utépico al socialismo cientifico», en Kasl Marx y Friedrich Engels, Obras esaogidas, Mosca, s. £, p. 420). Clr. «Lettres de Henri Saint Simon a un américainy, en Liindustrie (1817), vol. I, pp. 182. 191 en Ocswres de Saint-Simon et d'Enfantin, Patis, 1865-1878, vol 18, 56 ‘Dos conceptos de libertad tantos seres humanos, de Oriente y de Occidente, han asistido a la alteracién profunda de sus creencias y, claro, de sus vidas, destruidas a veces hasta de forma violenta, por doctrinas sociales y politicas defendidas con fanatis- mo. Peligtoso, porque cuando las ideas son descuidadas por los que debieran preocuparse de ellas -es decir, por os que han sido educados pata pensar criticamente so- bre las ideas-, éstas pueden adquirir una fuerza ilimitada yun poder irresistible sobre las multitudes humanas has- ta hacerlas tan violentas que se vuelvan insensibles a la critica racional. Hace més de cien afios, el poeta alemén Heine advirtié a Tos franceses que no subestimaran el poder de las ideas; los Conceptos hlosohicos engendrados & et sosiego del despacho de tn profesor pueden des- tfuir una civilizacion. Se referia a la Critica de la razén pura, de Kant, como la espada con que habia sido deca- pitado el defsmo alemdn y describia las obras de Rous- seau como el arma ensangrentada que, en manos de Ro- Bespierre, habia destruido el Antiguo Régimen, Profetiz6 que ta Te romantica de Fichte y Schelling algin dia se volveria, con terribles consecuencias y por medio de stis fandticos seguidores alemanes, contra la cultura liberal de Occidente®. Los hechos no han desmentido esta pre- ‘Giccion*Por tanto, si son los profesores los que ostentan en verdad este poder fatal, eno se sigue de esto que sélo otros profesores 0, como minimo, otros pensadores, se- rin los tinicos capaces de desarmarlos (y no los gobier- nos o las comisiones parlamentarias)? * Heinrich Heine, Zur Geschichte der Religion und Philosophie in Dewts- chland, 1834, (ed. cast: Heine, Sobre la historia de la religion y la flosofia. en Alemania, Madsid, Alianza, 2008, pp. 152-153). (N. del E.) *o, Bendre reo! Yoo Grbcerente. De Moye Mw. 3. Peta ro ee 2d. | “~ or Isaich Berlin Nuestros filésofos, de forma grotesca, parecen no per- caiarse de los electos devastadores de sus actividades. Pudiera ser que los mejores, embriagados por logros excelsos en dmbitos més abstractos, contemplen con desdén un campo en el que los descubrimientos funda- mentales son poco frecuentes y en el que se reconoce menos el talento para el anzlisis meticuloso. Sin embar- go, el estudio de la politica permanece indisolublemen- te ligado @ las otras formas de investigaci6n filosética, y elloa pesar de la multitud de intentos, guiados por una ciega pedanteria escolistica, por separarlas. Menospre- ciar el campo del pensamiento politico porque su objeto es inestable y de contomo impreciso, porque no puede aprehenderse mediante conceptos fijos, modelos abstrac- tos o refinados instrumentos susceptihles de andlisis 16- gico 0 lingiiistico -exigir perentoriamente una unidad de método en filosofia y rechazar todo aquello que el método no pueda gestionar con éxito~ significa abandonarse a merced de cteencias politicas primitivas y faltas de critica. Solo un materialismo histérico muy vulgar niega el poder de las ideas y afitma que los ideales no son més que inte- reses materiales disfrazados* zPuederque sin el empuje de Ias fuerzas sociales las ideas Aazcan muertas. Pero de Jo iene hay dudares de que sino se revisten de ideas esas eras, quedaran cepadas y faltas de direccion. “Ta teoria politica es una rama de la filosofia moral tiene su origen en el descubrimiento, o aplicacién, de ideas morales en Ta estera de las relaciones politicas. No ess nine SS ee eee * Karl Marx y Friedrich Engels, Die Deutsche Ideologie, 1845-46. (ed. cast, Marx y Engels, La ideologia alemana, Barcelona, Grijalbo, 1974, pp. 50-51). (N. del E.) . 58 Dos conceptos de libertad quiero decit, como creo que han pensado algunos filéso- fos idealistas, que todos los movimientos o conilictos hisiricos entre seres humanos sean reducibles a movi- mientos 0 conflictos de ideas o de fuerzas espirituales, ni siquieta que sean consecuencia (0 aspectos) de ellas. Lo que quiero decir es que entender tales movimientos 0 conflictos es, ante todo, entender las ideas o actitudes hacia Ja vida que llevan implicitos, pues esto es lo Gnico que hace que tales movimientos sean parte de la historia humana y no meros sucesos naturales. Los vocablos, las ideas y las acciones politicas sélo son inteligibles dentro del contexto de enfrentamiento en el que los hombres los utilizan. Por consiguiente, es probable que nuestras propias actitudes y actividades nos resulten opacas @ menos que entendamos los temas dominantes de aues- tro propio mundo «ZTengo que obede- cer?» «Si no obedezco, gpuedo ser coaccionado?» «¢Por quién, hasta qué punto, en nombre de qué y con motivo de qué?» ‘Las respuestas que se dan hoy dia en el mundo acerca del limite admisible de coaccién reflejan dos puntos de vista opuestos, y ambos presumen del apoyo de gran ni- mero de hombres. Por tanto, me parecen dignos de exa- men todos los aspectos de esta cuesti6n. 39 Isiah erin 1. Elconcepto de libertad negativa Coaccionar a un hombre es privarle de libertad: libertad ede qué? Casi todos los moralistas que ha habido en la historia dela humanidad han ensalzado la libertad. Igual que la felicidad y la bondad, que la naturaleza y la reali- dad, se trata de un término con un significado tan poro- so que parece que no hay interpretacién que lo resista. No me propongo discutir la historia de esta palabra pro- teica ni los mas de doscientos significados de la misma documentados por los historiadores de las ideas. Pro pongo examinar nada més que dos de los sentidos que tiene esta palabra, sentidos que son, sin embargo, fun- damentales; que tienen a sus espaldas gran cantidad de historia humana y, me atreveria a decir, la van a seguir teniendo. El primero de estos sentidos politicos de la li bertad y que siguiendo multitud de precedentes llamaré sentido «negativo», es el que aparece en la respuesta que contesta a la pregunta: «2Cémo es el espacio en el que al sujeto -una persona o un grupo de personas— se le deja 0 se le ha de dejar que haga o sea lo que esté en su mano hacer o ser, sin la interferencia de otras personas?». El segundo sentido, que denominaré «positivo», es el que aparece en la respuesta que contesta a la pregunta: «<éQué o quién es la causa de control o interferencia que puede determinar que alguien haga o sea una cosa u otra?». Las dos preguntas son claramente distintas, aun- gue las respuestas puedan solaparse Normalmente se dice que soy libre en la medida en que ningiin hombre ni ningin grupo de hombres interfieren en mi actividad. En este aspecto, la libertad politica es, 60 ‘Dos conceptos de libertad simplemente, el espacio en el que un hombre puede ac: tuar sin ser obstaculizado por otros. Si otros me impiden hacer algo que antes podia hacer, entonces soy en esa me- dida menos libre; pero si ese espacio es recortado por otros hombres més alli de lo admisible, entonces puede decirse que estoy siendo coaccionado o hasta esclavizado. Sin embargo, el término coaccién no es de aplicacién para todas las formas de impedimento. Si no puedo saltar més de diez metros, o no puedo leer porque estoy ciego, o no puedo entender las paginas més oscuras de Hegel, seria tuna excentricidad que dijera que, en tales sentidos, estoy oprimido 0 coaccionado. La coaccién implica la interfe- rencia deliberada de otros seres humanos dentro de un es- pacio en el que si ésta no se dicta yo actuaria, Sélo se care- ce de libertad politica cuando son seres humanos los que ‘me impiden alcanzar un fin’. La impotencia para alcanzar un fin no indica falta de libertad politica’. Esto queda de relieve en el uso de expresiones modernas tales como «li- bertad econémica» y su contrapartida «esclavitud econ mica». Se argumenta, de forma convincente, que si un hombre es tan pobre que no puede permitirse algo que no. esta prohibido legalmente una barra de pan, un viaje al- rededor del mundo o un recurso ante los tribunales-, en- tonces tiene la misma libertad que sila ley se o prohibiera. 3. Por supuesto, no quiero implicar con esto que sea verdad lo contraro 44, Helverius fo explieé con claridad: «El hombre libre es el hombre que no estd ni cargado de cadenas, ni detenido en las ctceles, ni intimidado, como el esclavo, por el terror a los castigos (..) Seria ridiculo tomar por tuna no-libertad nuestra impotencia, de atravesar las nubes como el gua, de vivir bao as aguas como laballena». De esprit, primer discurso, capt. tule 4, (ed. cast: C. A, D'Helvétus, Del esprit Madrid, Editors Nacio- nal, 1984, p. 114) 6 Isiah Berlin Simi pobreza fuera un tipo de enfermedad que me impi- diese comprar pan, 0 pagarme un viaje alrededor del mundo o recurtir a los tribunales, de la misma manera que la cojera me impide corres, naturalmente que no se diria que esta incapacidad es falta de libertad, y mucho ‘menos falta de libertad politica. Me considero victima de coaccién o esclavitud tinicamente cuando cteo que mi incapacidad para conseguir una determinada cosa se debe a la circunstancia de que determinados seres huma- nos me han hecho algo a m{ que, a diferencia de otros, me impide tener dinero bastante para pagarla. En otras palabras, este uso del término depende de una teorfa so- cial y econémica particular acerca de las causas de mi pobreza o debilidad. Si mi falta de medios materiales se debe a mi discapacidad mental o fisica, sélo diré que he sido privado de libertad (y ya no hablaré sdlo de pobre- za) si acepto la teoria’, Ademés, hablaré de esclavitud u ‘opresi6n econémica si creo que me encuentro en estado de necesidad por culpa de una organizacién particular que considero injusta. Rousseau dijo que la naturaleza de las cosas no nos enoja; lo que nos enoja es la mala voluntad’. El criterio de opresién refiere al papel que creo juegan otros humanos, directa o indirectamente, intencionadamente o sin querer, a la hora de frustrar mis deseos. Entiendo por ser libre, en este sentido, no 5. La concepcidn marxista de las leyes socials e, por supuesto la versién amis conocida de esta teoria, pero consttuye también un elemento impor ‘ante en algunas doctinas cisianas,utlitarsts yen toda las socalsas, 6, Enile liso segundo, p.320, en Oewores completes, ed. Bernard Gagne bin y otros (Paris, 1959), vol. 4. ed. east: Emilio ola educacén, Madtid, Alianza Editorial, 2001, p. 122). 6 Dos conceptos de libertad ser importunado por otros. Cuanto mayor sea el espacio de no interferencia, mayor sera mi libertad. Esto es lo que querian decir los fildsofos politicos in- gleses clasicos cuando usaban esta palabra’. Disentian, sin embargo, sobre cudn amplio puede o debe ser ese es- pacio, Suponian que, tal como estaban las cosas, no po- dia ser ilimitado porque si lo fuera ello comporvarfa una situaci6n en la que los hombres se obstaculizarian sin It mite entre si, Tal clase de libertad «natural» conducisia aun caos social en el que las necesidades minimas de los hombres no podrian ser satisfechas y, ademés, las liber- tades de los débiles serian suprimidas por los fuertes. Como veian que los fines y las actividades de los hom- bres no armonizan automédticamente, y como (al margen de las doctrinas que se les atribuyen) valoraban mucho otros fines como la justicia, la felicidad, la cultura, la se- guridad o distintas formas de igualdad, estaban dispues- tos a recortar la libertad en aras de otros valores y, por supuesto, en aras de la libertad misma, Pues sin tomar tales medidas no seria posible crear el tipo de asociacién que deseaban. Por consiguiente, estos pensadores asu- mian que el ambito de las acciones libres de los hombres debe estar limitado por la ley. Pero asumian igualmente, en especial liberales tales como Locke y Mill, en Inglaterra, y Constant y Tocqueville, en Francia, que debia existir un 7, «Un hombre libre ~decia Hobbes~ es aquel que (..) nose ve impedido calla realizacién de lo que tiene voluntad de llevar a cabon, Leviathan, ed. Richard Tuck, Cambridge, 1991, capitulo 21, p. 146 (ed. cast: Leviatén, Madrid, Alianza Editorial, 1999, p. 187), Las leyes siempre encadenan, también cuando protegen de grilletes més pesados, como las normas 0 costumbres represivas, el despotismo arbitrario o el caos. Bentham dijo algo parecido 63 Isaiah Berlin cierto ambito minimo de libertad personal que no podia set violado bajo ningtin concepto, pues si tal ambito se traspasaba, el individuo se encontrarfa encajonado en un espacio insuficiente incluso para el desarrollo minimo de sus facultades, lo tinico que permite perseguir y alcanzar los distintos fines que los hombres juzgan buenos, justos o sagrados. De aqui se sigue que hay que trazar una fron- tera entre el ambito de la vida privada y el de la autori- dad piblica. Donde tenga que trazarse esa frontera es cuestién a discutir y, desde luego, a negociar. Los hom- bres son muy interdependientes y ninguna actividad hu- mana tiene un cancter tan privado como para no obsta- culizar en algiin sentido la vida de los demas. «La libertad del pez grande es la muerte del pez chico»®. La libertad de unos depende de la contencién de otros. Hay quien ha afiadido que la libertad pata un profesor de Oxtord es muy diferente de lo que es para un campesino egipcio. Esta proposicién tiene fuerza porque apunta a algo importante y verdadero, pero la frase misma no deja de ser un brindis al sol politico. Es verdad que ofrecer dere- chos politicos y protecciones frente @ la intervencién del Estado a hombres medio desnudos, analfabetos, desnu- tridos y enfermos es ridiculizar su condicién; necesitan atencién médica 0 educacién antes de que puedan en- tender o hacer uso de un aumento de libertad. :Qué es la libertad para aquellos que no pueden utilizarla? Sin condiciones adecuadas para disfrutar la libertad, gcudl es su valor? Lo primero es lo primero: hay situaciones en 8. RH. Tawney, Equality, 1931, 3."ed., Londres, 1938, capitulo 5, seceién 2, ebaquaity and Liberty», p. 208, 64, Des concepts de libertad las que ~por usar un dicho atribuido irénicamente por Dostoyevski a los nihilistas~ unas botas son mejores que Pushkin; la libertad individual no es la primera necesi- dad de todo el mundo, Pero la libertad no es simplemente ausencia de todo impedimento; esto hincharia tanto su significado que diria demasiado y demasiado poco a la vez. El campesino egipcio necesita ropa y medicinas an- tes y en mayor medida que libertad personal. Pero el mi- nimo de libertad que necesita hoy y la mayor libertad que pueda necesitar mafiana no son de un tipo suyo par- ticular sino que es idéntica a la de los profesores, los a- tistas y los millonarios. Creo que lo que atormenta hoy la conciencia de los li jombres difiera en relacin con sus condiciones sociales © econémicas, sino que Ia minoria que la posee Ia haya caiisequtin explora o, aT ruenon dindo la emallt a la gran mayorla ‘que rola distrate*Cceen, Ooneade. riento, que sila libertad individual es un fin tiltimo del ser humano, nadie puede privar a nadie de ella, ymucho menos disfrutarla a expensas de otros. Igualdad de li- bertad; no tratar alos demas como yo no querrfa que me trataran a mf: reconocer la deuda que tengo con los que han hecho posible mi libertad, mi prosperidad y mi cul- tura; justicia en su sentido més simple y universal -éstos son los fundamentos de la ética liberal. La libertad no es el unico fin del hombre. Podemos decir, con el critico ruso Belinsky*, que si otros han de estar privados de ella * Visarin Grigérevich Beinsky (1811-1848), Crtico iteraio uso, pro ‘occidental y defensor del socialismo, (N, del E) AEre mma he Aebine Sore o er Wades greetiadead ns, (ani cvdins end, am IAS ped ahore), Isaiah Belin ~si mis hermanos han de seguir en la pobreza, en la mi- seria y la esclavitud, entonces no la quiero, la rechazo con mis dos manos y prefiero infinitamente compartir su destino, Pero no se gana nada confundiendo los tér- minos. Estoy dispuesto a sacrificar parte de mi libertad, o toda ella, para evitar la desigualdad rampante o la exten- sin de la miseria, Lo hago de buena gana y libremente, pero téngase en cuenta que al hacerlo me desprendo de libertad en aras de justicia, de igualdad o de amor por mis semejantes, Debo sentirme culpable, y con razén, si en determinadas circunstancias no estoy dispuesto a realizar este sacrificio, Pero un sacrificio no entrafia un aumento de lo que se sacrifica (es decir, la libertad) por muy grande que sea su necesidad moral o lo que la com- pense. Cada cosa es lo que es: la libertad es libertad, y no igualdad, equidad, justicia, cultura, felicidad huma- sig 0 una conciencia tranquila, Simi libertad, o la de mi ase o nacin, depende de la miseria de un gran nime- fo de pees Euttancs, cL aitema que promiseve Gyn cs injusto € inmoi ero si reduzco o pierdo mi Mil a al cbftis de acsauar inl versaensa ante tal dedienalidad, y con ello no aumento sustantivamente la libertad indi vidual de otros, se produce de manera absoluta una pér- dida de libertad. Puedexque ésta se compense con una queda>Se confunden valores cuando se dice que si tiro por la borda mi libertad individual, «liberal», aumenta otro tipo de libertad -eeocial» o «econdmicas—, Sin em- Ia libertad de unos para asegurar la libertad de otros. ¢Sobre qué principios? Sia libertad es un valor sagrado . . 66 Des eonceptos de libertad ¢ intocable, no puede haber tal principio. Por tanto, tno de estos dos principios o reglas en conflicto ha de prevalecer, al menos en la préctica. ¥ no siempre por ra- zones que se puedan explicar con claridad y mucho me- nos generalizar en forma de reglas o méximas universa- les. En cualquier caso, hay que alcanzar un compromiso practico. Los filésofos optimistas respecto a la naturaleza hu- mana y a la posibilidad de armonizar los intereses hu- manos, como Locke o Adam Smith y, en algunos aspec- 105, Mill, creen que la armonia social y el progreso son compatibles con el establecimiento de un amplio terri- torio reservado a la vida privada al que tendria vedado el acceso el Estado 0 cualquier otra autoridad. Hobbes, y aquellos que concuerdan con él, especialmente los pensadores conservadores y reaccionarios, argumentan que para evitar que los hombres se destruyan y convier- tan la vida social en una jungla o una selva, hay que ins- tituir salvaguardas mayores para mantenerlos a raya. Quieren, por tanto, aumentar el territorio sujeto # con- trol centralizado y reducir el propio del individuo. Pero los dos bandos estén de acuerdo en que una parte inde- terminada de la vida humana ha de permanecer indepen- diente de la esfera de control social. Invadir este veda- do, por poco que fuera, seria despotismo. Benjamin Constant, el mas vigoroso de los defensores de la ibet- tad y la privacidad, no habia olvidads te dictadurajaco- bina y declaré que como minimo Ia libertad religiosa, de opinién, de expresion y la propiedad debian estar protegidas frente a cualquier invasién arbitraria, JelTer- son, Burke, Paine y Mill compilaron catalogos distintos 9 Isaiah Becin de libertades individuales, pero la raz6n por la que ha de tenerse bajo control a la autoridad es siempre sustan- cialmente la misma. Tenemos que preservar un émbito minimo de libertad personal para no «degradar y desmen- tir su naturaleza»’. No podemos ser absolutamente libres y tenemos que ceder algo de nuestra libertad para pre- servar el resto. Pero rendirla toda es destruirnos a no- sotros mismos. Cul debe ser pues ese minimo? Aquel que un hombre no puede ceder sin ofender Ia esencia de su naturaleza humana. ¢Y cudl es esa esencia? ¢Cudl es el patron de referencia? Este ha sido, y quizé sera siempre, tema de interminable debate. Pero sea cual sea el principio con el que determinar el alcance de la no interferencia, sea este el de Ta ley natural, el de Tos derechos naturales, el principio de utilidad, Tos pro- nunciamientos del imperativo categorico, Ia santidad del contrato social, 0 cualquier otro concepto usado por los hombres para adlarar y justificar sus conviccio- ines, libertad en este sentido significa estar libre de: au- sencia de interferencia mas alld de una frontera, varia- merece este nombre es la de buscar nuestro propio + por nuestro Camino propio», dijo el mas celebra- dordesuscampeones"”, Si esto €8 asf, epuede justificarse lacoaccién? Mill no tuvo duda alguna de que si se podia. 9. B. Constant, Principles de politique, capitulo I, p. 275, en Benjamin Cons tant, Dela lberté chez les modernes: rts politiques, Marcel Gauchet (ed), ats, 1980 (ed. cast: Prinipios de pollea aplicables a todos los gobiernosre- presentativos, Madrid, Biblioteca Econémica Filossfica, 1890, tomo I, p. 53). 10. J.S. Mill, «On iberty» en J. M. Robson (ed.), Collected Works of lob Stuart Mill, Toronto/Londres, 1981, vol. 18,, capitulo I, p, 226 (ed. cast. Sobre la libertad, Madrid, Alianza Editorial, 2001, p. 72) 68 Dos conceptos de libertad Puesto que la justicia exige que cada individuo disfrute de un minimo de libertad, necesariamente ha de conte- nerse al resto de los individuos, si es necesario por la fuerza, para que nadie quede privado de ella, De he- cho, la funcién del derecho se reduce a la prevencién de tales conflictos: el Estado queda reducido a lo que Lassalle* describié con desdén como funciones propias de un sereno o de un guardia de trafico. Por qué era tan sagrada para Mill la proteccién de la 1a india En wo tess Guage tos Eee, a ceida parte [de su conducta] que le concieme meramente a db", Ta civilizacién no avanzaré; la verdad no vers la luz, por faltar el libre intercambio de ideas; no habré ocasion paira Ta espontaneidad, la originalidad, el genio, Ia enerfia spirituaty et coraje moral. La sociedad quedara abruma- da por el peso de la emediocridad colectivas". Todo lo que sea valioso y distinto seré aplastado por la carga de la costumbre, por la tendencia constante de los hombres ha- cia la conformidad, que alienta tinicamente seres huma- nos de tipo «estrecho», «inflexible y mezquino», «tortura- dos y reducidos al tamafio de enanos». «La afirmacién de si mismo de los paganos» tiene tanto valor como la «pro- pia negacién de los cristianos»?. «Todos los errores que * Ferdinand Lassalle (1825-1864), politico aleman. Fundé la Asociacién General de Trabsjadores Alemanes en 1863, que se convertitia més tarde cen el Partido Socialdemécrata Aleman (SPD). Murié a los 39 afios en due- Jo con el marido de su amante. (N. del E.) 1. Ibid, p. 224. fed. east: p. 68). 12, Ibid. capitulo 3, p. 268. (ed. casts p. 140). 1S Tid pp, 265-266. ed. cst: pp. 135 y 136. Prase de Sterling ctada por 69 Isaiah Berlin pueda cometer aun contra ese consejo y advertencias “un hombre”, estén compensados con creces por el mal de permitir que los demas le impongen lo que ellos conside- ran beneficioso para él»"', La defensa de le libertad tiene como fundamento el fin «negativo» de evitar la interferen- cia, Amenazar a un hombre con la persecucién a menos que se someta a una vida en la que no pueda ejercitar elec- cién alguna de sus fines; cerrarle todas las puertas menos una, al margen de la noble perspectiva que se le abra o de os motivos bondadosos de quienes lo organizan, es pecar contra la verdad de que es un hombre, un ser con una vida propia que vivir. Esta ¢s la libertad tal como ha sido con- cebida por los liberales en el mundo moderno desde Eras- ‘io algunos dirian que desde Uckhamy hasta hoy. Toda fensa de fes Giviles y de Tos derechos indivi- duales, y toda provesta contra Ia explotacion y la humilla- ‘fons tonta Tor abuse de Is aitoridad publics, contrala hipnosis de masas de las costumbres o contra la propa- adr organiza che br origen Gh my sata eho “Tay que sefialar tres hechos referidos a esta posicion. En primer lugar, Mill confunde dos ideas distintas. Una es que toda coacci6n, en tanto que frustra deseos huma- nos, es mala en cuanto tal, aunque puede que tenga que ser aplicada para prevenir otros males mayores; mientras que la no interferencia, que es lo opuesto de la coaccién, 14, Ibid, capitulo 4, p. 277. led. casts p. 155). * Brasmo de Rotterdam (1466-1536), De libero arbtrio, 1524 (ed. cas. Erasmo, Discus sobre el libre albedrio: Respuesta a Martin Latero, Bue- ‘nos Aires, El cuenco de plata, 2012. Guillermo de Ockham (1285-1349) IN. del E}) 70 Dos conceptos de libertad es buena en cuanto tal, aunque no es lo tinico que es bueno. Esta es la concepcién «negativa» de la libertad en su forma clésica. La otra idea es que los hombres deben intentar descubrir la verdad y desarrollar un cierto tipo de caracter que Mill aprobaba —ctitico, otiginal, imagi- nativo, independiente, inconformista hasta el extremo de la excentricidad, etc, que la verdad puede descu- brirse y que este tipo de carécter sdlo puede engendrarse en condiciones de libertad. Ambos son puntos de vista liberales, pero no son idénticos, y la conexién que existe entre ellos es, en el mejor de los casos, empirica. Nadie defenderia que la verdad o la libertad de expresi6n pue- den florecer alli donde el dogma aplasta todo pensa- miento. Pero las pruebas que arroja la historia apuntan (como sostuvo James Stephen en el formidable ataque que lanz6 contra Mill en su libro Libertad, igualdad, fra- ternidad)* a que la integridad, el amor a la verdad, y el individualismo apasionado, prosperan, al menos con igual frecuencia, tanto en comunidades regidas por una disciplina severa como, por ejemplo, los calvinistas puri- tanos de Escocia o Nueva Inglaterra, 0 entre aquellos que estén bajo disciplina militar, como en sociedades més tolerantes o indiferentes; y si esto es asi, el argumen- to de Mill en favor de la libertad como condicién nece- saria para el desarrollo del genio humano cae por su propio peso. Si sus dos metas resultasen incompatibles, Mill se encontraria frente a un cruel dilema, y esto pot no mencionar las dificultades afiadidas producto de la ® James Fitzjames Stephen, Liberty, Equality, Fraternity (1873), Liberty Press, Indianapolis, 1993, (N. del E.) 2 Isaiah Belin inconsistencia entre sus doctrinas y el utilitarismo en sentido estricto, incluso respecto a su propia versién hu- manizada del mismo”. En segundo lugar, la doctrina de Mill es relativamente modema. Parece que en el mundo antiguo no hay ninguna discusién sobre la ibertad en tanto ideal politico consciente (opuesto a Ta realidad existente). Ya observé Condorcet* que Ta idea de derechos individuals estaba ausente as concepciones juridicas de griegos y romanos, y esto pare: antiguas que se han ido conociendo" La dominacién de ste ideal ha sido mas bien la excepeién que la regla, incluso en la historia reciente de Occidente. Ni tampoco la libertad considerada en este sentido ha sido el grito de combate de las grandes masas de la humanidad. El desco de que no se metan con uno, que le dejen en paz, ha sido el distintivo de tuna refinada eivilizacién, tanto por parte de individuos como de comunidades. El sentido mismo. ivacidad, 15. Este no es sino otro ejemplo de Ia tendencia natural que tienen Ia mayor parte de los pensadores a creer que todas las cosas que consideran buenas tienen que estar intimamente conectadas o ser, por lo menos, compatibles entre sf. La historia del pensamiento, al igual que a historia de las naciones, esta plagada de cjemplos de elementos inconsistentes, 0 al menos dispares, uncidos artifcialmente en un sistema despotico, 0 defendidos conjuntamente frente al peligro de un enemigo comin, Pasa el peligro y surgen los conflictos entre los otrorealiados, lo cual derrum ba freruentement el sistema, en oesiones para gan benef de hu * Marie-Jean- Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorces (1743 1794), Cing Mémoires sur !Instruction Publique, 1791. (ed, cast: Condor cet, Cinco memorias sobre la instruccion piblica, Madkid, Morata, 2001, pp. 313314 (N. del E) 16. Véase el valioso examen que se hace de esto en libro Legans distor de le philesopbie du droit, de Michel Ville, que rasrea en Ockham el em brién dela idea de derechos subjetives. 2 de un Ambito de relaciones personales do por derecho Fopio, se deriva de una concepcién de la libertad que, a fas es mas antigua que el Renacimiento o la Reforma”. Por Gin, detoda una concepcion ética>stst—i“‘i‘i‘i;*~*# Gion, de toda una concepeién ética> “Ta tercera caracteristica de esta idea de libertad es de la nayor importancia. Consiste en que la libertad, considera- da en este sentido, no es incompatible con ciestos tipos de autocracia 0, en cualquier caso, con la ausencia de autogo- bierno. La libertad, en este sentido, tiene que ver con el te- rritorio de control, y no con su origen. Del mismo modo que una democracia puede privar, de hecho, al ciudadano individual, de gran nimero de libertades de las que podria disfrutar en otro tipo de sociedad, es perfectamente imagi- nable un déspota con espititu liberal que concediera a sus sibditos un gran espacio de libertad personal. El déspota que deja a sus sibditos amplio terreno de libertad puede ser injusto, puede dar pie a las desigualdades més salvajes, puede atender poco el orden, la virtud o el conocimiento; pero, supuesto que no reprima la libertad de dichos stibdi- t0s 0, al menos, que no la reprima tanto como muchos otros regimenes, satisfard los requisites de Mill". La libertad, 17. La crcencia cristiane (también judia y musulmana) en Ia autoridad bsoluta dels lees divinas o naturales, yen la igualdad de todos los hom- bres a los ojos de Dios, es muy diferente a creer que la libertad es vivir como uno prefer. 18, Dehecho, bien puede argumentarse que en la Prusa de Federico el Gran deo en la Austria de José I, los hombres con imaginacién, originalidad y ge- no ereadory, tambien, as minorias de todo tipo, fueron menes perseguidos y sintieron una presin mas iviana, tanto por parte de lasinsttuciones como de las costumbres, que en muchas dels democracias anteriores y poseroces. 2B Isaiah Berlin considerada en este sentido, no tiene conexién lgica al- guna con la democracia o el auiogobiemo. El autogo- biemo puede, como mucho, proporcionar una protec- cin mayor de las libertades civiles que otros regimenes, ¥-gomo tal ha sido defendido por los liberales. Pero no hay una conexién necesaia entre la libertad individual y el gobierno democratico. La respuesta a la pregunta «quien me gobierna?» es légicamente diferente de Ti que responde a Ia pregunta . Ahora los dos yoes pueden re- presentarse divididos por un abismo atin mayor; el yo au- téntico puede concebirse como algo que va més alla del individuo (tal como se entiende normalmente el término), 7 Isaiah Berlin como una «totalidad» social de la que el individuo es un elemento o una parte: una tribu, una taza, una iglesia, un Estado, la gran sociedad de los vivos, los muertos y los por nacer*, Esta entidad se identifica entonces como el «verdadero» yo que, imponiendo su voluntad tinica, co- lectiva u «orgénica» sobre sus «miembros» recalcitran- tes, realiza su propia libertad «superior», es decir, la de ellos. Se han sefalado en muchas ocasiones los peligros que entraiia el usar metéforas orgénicas para justificar la coaccién de algunos hombres sobre otros con el fin de elevarlos a un nivel «superior» de libertad. Pero lo que hace que este tipo de lenguaje resulte convincente €s que reconocemos que es posible, y a veces justifica- ble, coaccionar a determinados hombres en nombre de algiin fin (digamos, por ejemplo, la salud publica o la justicia), fin que ellos mismos buscarian si fueran més cultos, pero que no lo hacen por ceguera, ignorancia o corrupcién, Esto facilita que me pueda concebir coac- cionando a los demés por su bien, en su propio interés, no en el mio. Estaria entonces afirmando que conozco mejor que ellos cuales son sus verdaderas necesidades. En tiltimo término, esto implica que no se resistirfan a obedecerme si fueran tan racionales y sabios como yo y si comprendieran sus propios intereses como yo lo hago. Pero todavia puedo pretender mucho més. Podrfa decir que en realidad tienden a aquello a lo que deliberada- mente se oponen en su estado de ignorancia porque * Edmund Burke, Reflections on the Revolution in France, 1790. B. Cana- van (ed.) Selected Works of Edmund Burke, vol. 2, Indianapolis, Liberty Fund, 1999, p. 195. (ed. cast: Burke, Reflexiones sobre la Revolucion en Francia, Madtid, Alianza, 2003, p. 155). (N. del E.) 7 ‘Des canceptos de libertad existe en ellos una entidad oculta -su voluntad racional latente, 0 su designio «verdadero» y que esa entidad, aunque falsamente representada por lo que manifiesta- mente sienten, hacen y dicen, es su «verdadero» yo, del que el pobre yo empirico situado en el espacio y el tiem- po puede que no sepa nada o muy poco; y que este espi- ritu interior es el nico yo que merece que sus deseos sean tomados en consideracién”. Una vez adopto este punto de vista, estoy en situacién de ignorar los deseos expresos de hombres y sociedades, de intimidarles, de oprimirlos y torturarlos en nombre de sus «verdade- tos» yoes y por su bien, en la seguridad de que sea cual sea el verdadero fin del hombre (la felicidad, el deber cumplido, la sabiduria, la sociedad justa, la autorteali- zaci6n), ha de ser idéntico a su libertad, la libre elec- cidn de su yo «verdadero», aunyue con frecuencia, su- mergido e inarticulado. Esta paradoja se ha desvelado muchas veces. Una cosa es decir que sé lo que es bueno para X, aunque él no lo sepa, 0 ignorar sus deseos por su propio bien, y otra cosa bien distinta es decir que eo ipso él lo ha elegido, no de 20, «El ideal de la verdadera libertad consiste en quc todos los que for- man pure del dons epg sono a jumana tenga, por igual, el mudximo poder para fF elos fog mejorr, dio teen en 1881, Lecture on Liberal agmtanan and Preetonr of Contract: p. 200, en T. H. Green, Lectures on the Principles of Political Obligation and Otber Writings, Paul Hazzis y John Morrow (eds.) Cambridge, 1986. Aparte de confundis libertad con jgualdad, esto implica que si un hombre elige un placer inmediato que (Gsegin quién?) no le conduce a hacer de si mismo lo mejor (qué yo?) no estariaejercitando la «verdadera» libertad, y que si se le privaba de ellano perderia nada de valor. Green era liberal, pero més de un ti Pe es sr ca is mula par jsticar ss peor ios de Spreion, 79 Isaiah Berlin forma totalmente consciente, no como en la vida cotidia- na, sino en su papel de yo racional que su yo empitico puede no conocer -el yo «reab> que discierne lo bueno y no puede por menos de elegirlo una vez revelado-, Esta monstruosa suplantacién que consiste en hacer equivalen- te lo que X habria elegido si fuera alguien que no es, 0 al ‘menos no es todavia, con Jo que X de hecho busca y elige, esta en el niicleo de todas las teorias politicas de la auto- rrealizacién, Una cosa es decir que puedo ser coaccionado por mi propio bien porque estoy demasiado ciego para verlo: esto puede, ocasionalmente, it en mi propio benefi- cio; hasta puede ampliar el alcance de mi libertad. Otra cosa es decir que, puesto que es mi bien, no estoy siendo coaccionado, que lo habria deseado, lo sepa 0 no, y que soy libre (0 «verdaderamente» libre) aunque mi pobre cuerpo terrenal y mi torpe espiritu Io rechacen amarga- mente y luchen a la desesperada contra aquellos que, qui- 24 benévolamente, tratan de imponérmelo. Esta transformacién magica o juego de manos (a cuenta del cual sidiculizé justamente William James* a los hege- Jianos) puede perpetrarse con la misma facilidad respecto al concepto «negativo» de libertad, aqui el yo que no ha de ser obstaculizado ya no seria el individuo con sus de- seos y necesidades expresas tal como se conciben normal- ‘mente, sino el «verdadero» hombre interior, identificado con la biisqueda de algtin propésito ideal ni siquiera sofia- do por su yo empirico. Y como en el caso del yo «positi- vo» libre, esta entidad puede hincharse hasta convertirse en una entidad suprapersonal -un Estado, una clase, una ‘William James (1842-1910), “On Some Hegelisms”, 1881. (N. del E,) 80 Dos conceptos de libertad nacién, la marcha misma de la historia, considerada como sujeto de atributos més «real que el yo empitico-. Pero la concepcidn «positiva» de la libertad como autodominio, con su insinuacién de que hay un hombre dividido en lu- cha consigo mismo, ha dado pie con més facilidad, de he- cho e hist6ricamente, en la doctrina y en la préctica, a esta fragmentacién en dos de la personalidad: el controlador trascendental, dominante, y el manojo empirico de deseos y pasiones que hay que disciplinar y hundir, Este hecho hist6rico es el que ha tenido influencia, Esto demuestra (si es que hace falta demostracién de una verdad tan obvia) que las concepciones de la libertad derivan direciamente de la vision que se tenga de lo que constituye un yo, una hombre y podra hacerse que la libertad sea lo que quieta <1 mampulsdor, La historia reciente ha dejado muy claro que esta cuestion no es meramente académica’ ‘consecuencias de distinguir entre dos yoes se clarifi- carn todavia més si atendemos a las dos formas principales que ha tomado histéricamente el deseo de autogobierno, de ser dirigido por el «verdadero» yo de uno: la primera es la de la autonegacién al objeto de alcanzar la indepen- dencia; la segunda es la de la autorrealizacién, o la autoi- dentificaci6n total con un principio o ideal particular para alcanzar idéntico fin. IIL. La retirada a la ciudadela interior Estoy en posesién de razén y voluntad; concibo fines y desco alcanzarlos; pero si me impiden lograrlos ya no me ANo vedo Ve hon Bice de mnt quits Brin. Isaiah Belin siento duefio de la situacién. Puede que me lo impidan las leyes de la naturaleza, accidentes, actividades de los hombres, o el resultado, a veces no intencionado, de ins- tituciones humanas. Estas fuerzas pueden ser demasiado para mi. ¢Qué puedo hacer para evitar que me aplasten? He de librarme de aquellos deseos que no puedo reali- zat. Quiero ser amo de mi reino, pero mis fronteras son extensas e inseguras, por tanto he de recortarlas para re- ducir o eliminar las partes més vulnerables. Empiezo de- seando la felicidad, el poder, la sabiduria o alcanzar un objeto particular. Pero no puedo controlarlos. Elijo evi- tar la derrota y el desgaste, y por tanto, decido no luchar por nada que no pueda estar seguro de obtener. Me de- termino a no desear lo inalcanzable. El tirano me amena- zacon la destruccién de mis propiedades, con la prisién, con el exilio o con Ja muerte de los que amo. Pero si ya no me sieitto ligado a ninguna propiedad, ni me importa estar o no en la carcel, y he extirpado de mi interior los afectos naturales, entonces ya no puede doblegarme segiin su voluntad porque lo que resta de mi ya no esta sujeto a miedos 0 deseos empiricos. Es como si hubiera ejecutado una retirada estratégica a una ciudadela inte- rior -mi raz6n, mi alma, mi yo «nouménico»— que no pueden tocar, hagan lo que hagan, ni las ciegas fuerzas exteriores ni la malicia humana. Me he retirado a mi mis- mo; ahi sélo ahi estoy seguro. Es como si dijera: «tengo una herida en la pierna; hay dos maneras de librarme del dolor. Una es curarme la herida, pero si la cura es dificil incierta hay otra manera: puedo librarme de la herida corténdome la pierna; si me acostumbro a no querer nada para lo que sea indispensable tener una pierna, no 82. Dos conceptos de libertad sentiré su falta». Esta es la autoemancipacién tradicional de los ascetas y quietistas, de los estoicos y de los sabios budistas, hombres de religiones diversas o de ninguna, que han huido del mundo y escapado del yugo de la socie- dado de la opinién pablica mediante un proceso de auto- transformacién deliberada que les permite dejar de preo- cuparse de todos sus valores y quedar al margen, aislados e independientes, fuera del alcance de sus armas", Todo aislacionismo politico, toda autarquia econémice y toda forma de autonomia tienen algiin elemento de esta acti- tud. Elimino los obstéculos que encuentro en mi camino abandonando el camino. Me retiro a mi propia secta, a mi propia economia planificada o a mi territorio aislado a ptopésito, donde no se escucha ninguna voz que venga de fuera ni tiene efecto fuerza exterior alguna, Se trata de tuna forma de biisqueda de seguridad, pero se la ha Ila- mado también busqueda de libertad 0 independencia personal o nacional. En lo que se refiere a los individuos, esta doctrina no dista mucho de las concepciones de aquellos que, como Kant*, no identifican la libertad con la eliminacién de Ios deseos, sino con su resistencia y control. Me identifi- co con el que controla y asi escapo de la esclavitud de lo que es controlado. Soy libre porque soy auténomo y tanto 21, Si un hombre es sbi, aun ea un etcavo, x Hoe, de a se jue que por alguna norma estupida esté esclavizado», dijo san Ambro- Sie. Tambien lo podian haber dicho Epicteo o Kant. Oto Faller (cd) Corpus Seriptorum Latinorurs, vol. 82, 1+ parte, Viena, 1968, carta 7, par agrafo 24, p. 55. * Immanuel Kant (1724-1804), Grandlegung zur Metapbysie der Siten, 1785 (ed. cast: Kant, Fundamentacién para wna metafisica de les costune bres, Madrid, Alianza, 2005, capitulo 2). (N, del E.) 83 Isaiah Berlin mas libre cuanto mas auténomo. Obedezco leyes pero me las he impuesto y las he encontrado en mi propio yo no coaccionado. La libertad es obediencia pero, en pala- bras de Rousseau, «obediencia a la ley que uno se ha prescrito»® y ningiin hombre puede esclavizarse a si mismo. La heteronomfa es depender de factores exter- nos, prestarse a set un juguete del mundo exterior que no puedo controlar y que pro tanto me controla y me «esclavizan, Soy libre solamente en la medida en que mi persona no est «encadenada» por fuerzas que yo no controlo; yo ne puedo controlar las leyes de la naturale- 2a; por tanto, mi actividad libre, ex bypothesi, ha de si- tuarse por encima del mundo empitico de la causalidad. No es éste lugar para discutir la validez de esta doctrina antigua y famosa; s6lo quiero hacer notar que las ideas conexas de libertad como resistencia 0 huida de los de- seos irrealizables y como independencia frente a la esfera de la causalidad, han jugado un papel crucial tanto en la politica como en la ética. Sila esencia de los hombres consiste en que son seres auténomos ~autores de valores, de fines en si mismos, de la autoridad iiltima que se funda precisamente en querer libremente-, entonces nada hay peor que tratar- los como sino fueran auténomos, como objetos natura- les, accionados por influencias causales, como criaturas a merced de estimulos externos, cuyas elecciones pue- den ser manipuladas por sus gobernantes mediante la 22 Del contrato social, libro I, capitulo 8, p. 365, en Oewores completes, cd. Bernard Gagnebin y otros, Paris (1959, vol. 3 (ed. cast: Def eontrato social, Madtid, Alianza Editorial, 1996, pp. 27-28), Cfz. Constant, op. ci, véase nota 9, p. 272 (ed. cast. p. 46). 84 Dos conceptos de libertad amenaza de la fuerza o el ofrecimiento de recompensas. Tratar a los hombres asies tratarlos como si no pudieran autodeterminarse, Kant decia que «nadie puede obli- gatme a ser feliz a su manera» y que el paternalismo «es el mayor despotismo imaginable». Lo es porque signi- fica tratar a los hombres como si no fueran libres, como tun material humano que yo, el reformador benévolo, moldeo de acuerdo con los propésitos que yo libremen- te, y no ellos, he elegido. Por supuesto, ésta ea precisa- mente la politica que recomendaron los primeros utili- taristas. Helvétius (y Bentham) crefan que no se trataba de frenar la inclinacién que tienen los hombres a ser es- clavos de sus pasiones sino de utilizarla; querian poner el sefiuelo de premios y castigos —la forma més acentua- da de heteronomfa~ para, mediante los mismos, hacer més felices a los «esclavos»**, Pero manipular a los hom- bres y lanzarlos hacia fines que ti —el reformador so- cial- conoces, pero los demas quizd no, es negar su esencia humana, ¢s tratarlos como objetos hueros de vo- luntad propia. Es, en suma, degradarlos. Es por esto por lo que mentir a los hombres o engaiiarles, es decir, 23. Kant, Gesammelte Scrifien (Bertin, 1900) vol. 8, p. 290, linea 27, y . 291, linen 3 (ed. cast: «Sobre el t6pico: Esto puede ser correcto en teo- Fla, pero no vale para la prictica» (1793), en I. Kant, En defensa de la las tracién, Albe, Barcelona, 1999, pp. 260-261). 24, «La coaccién proletar s sus formas, desde las ejecuciones « fos Saba cade og pt pectin ane eae, leat eats caleba de mela octal communists apt dl mate cual seha de modelar la sociedad comunista a partir del material rumano. capil as palabras, eseritas por el lider bol- especialmente el término «material humano», resulen bien expraivat de cate actu, Nikolai Bujtin, Beonomiba pre hodnogo perioda (La economia en el periodo de transicién], Mosc, 1920, capitulo 10, p. 146. 85 Isaiah Benin usarlos como medios para fines que yo he concebido al margen de ellos, y no para los suyos propios, aunque sea en su propio beneficio es, en efecto, tratatles como in- frahumanos y actuar como si sus fines fuesen menos fundamentales y sagrados que los mios. En nombre de qué puedo justificar forzar a los hombres a hacer lo que no quieren no consienten? Solamente en nombre de un valor superior a ellos mismos. Pero si, como sostenfa Kant, todos los valores se constituyen como tales en vit- tud de los actos libres de los hombres y s6lo se llaman valores en cuanto que son asi, no hay ningiin valor supe- rior al individuo. Por tanto, hacer esto es coaccionar a Jos hombres en nombre de algo que es menos tiltimo que ellos mismos, someterles a mi voluntad o al deseo patticular de otro (u otros) para su felicidad, ventaja personal, seguridad o conveniencia. Persigo algo desea- ble (por el motivo que sea, no importa su nobleza) por mi o por mi grupo y para ello utilizo otros hombres como medios. Pero esto esté en contradiccién con lo que yo sé que son los hombres; a saber, fines en si mis- mos. Todas las formas de forzar a los seres humanos, de intimidarles, de amoldazles a la propia norma, todo control de pensamiento y todo condicionamiento” son, por tanto, una negacién de lo que constituye a los hom- bres como tales y a sus valores como fundamentales. 25, La psicologia kantiana, a igual que la de los estoicos y los cristianos, soponia que habia un elemento en el hombre ~la fortaleza de exptitam que podia protegerse conta el condicionamiento. El desarrollo de las tc. nicas de hipnosis, de lavado de cerebro, de la persuasidn subliminal, ete tera, han hecho que resulte menos convincente esta presunciGn « priori, pot lo menos como hipétesis empirica 86 ‘Des conceptos de libertad El individuo libre de Kant es un ser trascendente que esté més allé del reino de la causalidad natural. Sin em- bargo, esta doctrina, en su forma empirica -en la que el concepto de hombre relevante es el de la vida corriente-, se convirtié en el nticleo de un liberalismo humanista, ético y politico que fue profundamente influido por Kant y Rousseau en el Xvitl. En su versi6n a prior? es una for- ma de individualismo protestante secularizado en el que el puesto de Dios es ocupado por Ia idea de la vida racio- nal y el puesto del alma individual que tiende a la unién con El es sustituido por la idea del individuo, dotado de raz6n, que ansia ser gobernado por la razén y sdlo por a razdn y ano depender de nada que pueda engaiiarle 0 desviarle atrapandolo en su naturaleza irtacional, Auto- nomia, no heteronomfa: actuar y no ser accionado. La idea de la esclavitud de las pasiones es més que una me- téfora para los que piensan de esta manera, Emancipar- me del miedo, del amor o del deseo de parecerme a los demés es liberarme del despotismo de lo por mi no con- trolado, Séfocles, del que Platén dice que solamente la vejez libré de la pasién del amor ~el yugo de un amo cruel, nos sefialé que esta experiencia es tan auténtica como la de la emancipacién frente al tirano o del liberto frente a su amo. A esta manera de pensar y de hablar co- rresponde la experiencia psicolégica de observarme a mi mismo cediendo ante un impulso «inferior», obrando por un motivo que rechazo, razonando después «que no era yo» o que habia «perdido el control de mi mismo» cuan- do lo hacia. Me identifico con mis momentos juiciosos y racionales, Las consecuencias de mis actos carecen de im- portancia porque no las controlo: sélo son importantes 87

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