Así, el pragmatismo invoca la flexibilidad operativa a la que solo puede servir una
inteligencia plural y fragmentaria, donde se ocupan espacios empíricos en donde se
entreteje una realidad mayor sobre la cual no caben juicios totales. Se le denomina
pragmático al Estado que logra conciliar el mercado con la política, a la religión, la teología,
lo nacional y transnacional, llegando a trastocar cada una de sus esferas bien definidas;
incluso en esta translocación no cabe lugar para la contradicción. Ello es posible a través
de la corporación que aparece aquí como un aglutinante a la par económico y religioso que
une a individuos cuyas actas constitutivas jamás definen un proyecto nacional, laico,
secular.
Pero este pragmatismo que hoy ondea la bandera del mercado, no es más que el
resultado de un reacomodo de las relaciones de poder y consenso al interior y exterior de
Estado Unidos. El Estado pragmático encuentra su concreción mejor acabada con la
universalización de la democracia de los negocios iniciada por Wilson. El nuevo
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pensamiento político global se declara libre de la teoría económica y la ideología política
que activaron un consenso internacional deformado a causa de las nociones de la iniciativa
democrática, la planificación y redistribución economías y la autonomía y la soberanía
nacionales.
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El Estado pragmático se distinguirá por una concepción más líquida y móvil de la
soberanía propiciada porque en él las formas predominantes de la propiedad se vuelven
anónimas, se desdoblan o desplazan al interior y el exterior. Por ello, ningún otro Estado de
la historia se define tanto como el norteamericano fuera de sí mismo, por más que sus
núcleos esenciales radiquen en Nueva York y Washington. Siendo así, movilizar
contractualmente la propiedad privada permite movilizar contractualmente la soberanía. En
este sentido se hace posible la democracia de la propiedad, la única forma posible.
En este sentido se puede hacer una división entre los niveles horizontales
micropolítico, mesopolítico, macropolítico y metapolítico; mismos que guardan entre sí una
conexión circular y su ordenamiento de lo concreto a lo abstracto no representa en sí el
consenso entre sí de los actores que lo integran. Casi al término de la primera mitad
del siglo XX ya se sedimentan estos niveles y se externan en los grandes debates
metapolíticos sobre el intervencionismo del Estado. Lo micropolítico responde al espacio
de interés del ciudadano individual; es el interés de consumidor político. Destacable en el
momento de las opciones electorales y la opinión pública, siendo de importancia en la
competencia política cuantitativa. Más adelante se encuentra el nivel mesopolítico en donde
confluyen los intereses corporativos, locales, nacionales y transnacionales y a la vez se
enfrentan las lógicas de la industria y las finanzas.
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combinaciones privilegiadas de intereses en una dimensión públicamente muy neutra.
Donde los intereses particulares de desmercabilizan y descorporativizan y se expresan
ahora cualitativamente a la forma de mandatos universales. Se trata de las grandes
corporaciones cuyo dictado se sigue sin cuestionamientos y apoyados por el nivel
mesopolítico; por ejemplo el FMI, Banco Mundial, etc.
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William James
Psicólogo y filósofo norteamericano. Hermano mayor del novelista Henry James e hijo de
otro Henry, notable filósofo seguidor de Swedenborg, es el pensador norteamericano
moderno más apreciado y admirado. Sus antepasados fueron inmigrantes irlandeses,
enriquecidos en su nueva patria. De su padre había heredado William James no solamente
la tendencia a las especulaciones no ortodoxas, sino también un profundo interés por los
valores morales y espirituales, la necesidad de una fe religiosa y una acusada propensión
al misticismo, que su obra científica, y más particularmente la lectura de Darwin, pusieron
en grave aprieto. A lo largo de toda su vida se sintió preocupado por el problema de la
conciliación de la tendencia interior a la fe con el pensamiento científico que parecía minarla;
ello constituyó uno de los principales móviles de su obra.
El resultado inmediato de este clásico dilema del siglo XIX, unido en tal caso a un drama
psicológico personal, fue, a su regreso a América en 1868, un período de torturadas
vacilaciones, aguda melancolía y grave crisis nerviosa que le llevó al borde de la locura y
dio lugar más tarde a un casi místico "juicio" cuya formulación filosófica, expresada con
crudeza, es la siguiente: aun cuando la mente, según afirma Darwin, sea en verdad un
producto de la evolución biológica, un instrumento elaborado para que el organismo
humano pueda afrontar el medio ambiente, la voluntad del hombre permanece, a pesar de
ello, "libre" bajo cualquier aspecto; la fe, siquiera privada de su contenido teológico,
mantiene, sea como fuere, sus propios derechos de íntima función al mismo tiempo
inextirpable e indispensable para el mantenimiento de la existencia; la vida merece, por sí
misma, ser vivida.
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norteamericana iniciada un siglo y medio antes por Jonathan Edwards con su Treatise
Concerning Religious Affections.
El criterio pragmático, ampliado al campo de las ideas, apareció plenamente descrito como
una confirmación de "verdad" filosófica en Pragmatismo (1907); tal doctrina quedó
ulteriormente elaborada, como respuesta a las críticas, en El sentido de la verdad (1909).
El que amaba la ilógica abundancia y la infinita y centelleante variedad de la vida y odiaba
cuanto redujera la existencia a una engañosa unidad sistemática cualquiera, se vio alentado
por las páginas de su amigo Bergson referentes a la "continuidad de la experiencia viva" a
llevar a cabo en Un universo pluralista (1909) una exposición de las implicaciones del
pragmatismo y del temperamento "jamesiano".