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LUIS M.

PERIS-VIÑÉ
(Editor)

FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
EN IBEROAMÉRICA:
METATEORÍA
ESTRUCTURAL
Ilustración de cubierta:
JV, Diseño Gráfico, S. L.

1.ª ed., 1992


2.ª ed., 1999
3.ª ed., 2010

Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra


está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o
multas, además de las correspondientes indemnizaciones
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distribuyeren o comunicaren públicamente, en todo o en parte,
una obra literaria, artística o científica, o su transformación,
interpretación o ejecución artística, fijada en cualquier tipo
de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la
preceptiva autorización.

©  Ignacio Gómez de Liaño, 2010


©  EDITORIAL TECNOS (GRUPO ANAYA, S. A.), 2010
Juan Ignacio Luca de Tena, 15 - 28027 Madrid
Maquetación: Grupo Anaya
ISBN: 978-84-309-5060-7
Depósito Legal: M. 21.140-2010
Printed in Spain. Impreso en España por Closas Orcoyen
ÍNDICE

Presentación. ..................................................................................................... 0

I.  CUESTIONES BÁSICAS

Ontoepistemosemantica en perspectiva estructuralista, C. Ulises Mou­


lines.................................................................................................................. 0
  A)  Comentario de Juan Manuel Jaramillo Uribe......................................... 0
  B)  Réplica de C. Ulises Moulines................................................................. 0

La estructura prágmática de las teorías, C. Lorenzano.............................. 0


  A)  Comentario de Leticia Minhot................................................................. 0
  B)  Réplica de César Lorenzano.................................................................... 0

La interpretación estructuralista del Statement View, Andoni Ibarra........ 0


  A)  Comentario de Pablo Lorenzano.............................................................. 0
  B)  Réplica de Andoni Ibarra......................................................................... 0

El contenido empírico de las teorías, Amparo Díez....................................... 0


  A)  Comentario de J. A. Díez.......................................................................... 0
  B)  Réplica de Amparo Díez........................................................................... 0

II. ANÁLISIS DE TEORÍAS CONCRETAS

La teoría de los usos y la teoría de la recepción: una totalidad teórica,


Norma Horenstein............................................................................................ 0

Reconstrucción semántica de la teoría neurológica de S. Freud, Leticia


Olga Mentó....................................................................................................... 0
  A)  Comentario de César Lorenzano............................................................. 0
  B)  Réplica de Leticia O. Menhot.................................................................. 0

Reflexiones sobre los cambios modélicos del programa chomskiano,


Adriana Gonzalo.............................................................................................. 0
  A)  Comentario de Luis M. Peris-Viñé........................................................... 0
  B)  Réplica de Adriana Gonzalo.................................................................... 0

Estructura parcial de la gramática estándar del castellano, Luis M.


Peris-Viñé......................................................................................................... 0

[9]
10 FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN IBEROAMÉRICA

  A)  Comentario de Adriana Gonzalo............................................................. 0


  B)  Réplica de Luis M. Peris-Viñé.................................................................. 0

III.  CUESTIONES CONSIDERADAS DESDE TEORÍAS ESPECÍFICAS

La concepción estructuralista como metateoría de la economía, Adolfo


García de la Sienra........................................................................................... 0
  A)  Comentario de Alfonso Ávila................................................................... 0
  B)  Réplica de Adolfo García de la Sienra..................................................... 0

¿En qué circunstancias es útil reconstruir la versión original de una


teoria? (el caso de las teorías económicas), Alfonso Ávila del Palacio... 0
  A)  Comentario de Adolfo García de la Sienra.............................................. 0
  B)  Réplica de Alfonso Ávila del Palacio....................................................... 0

Keneth Schaffner, las teorías de alcance intermedio y la concepción


estructuralista de las teorías, Pablo Lorenzano........................................ 0
  A)  Comentario de Mario Casanueva L......................................................... 0
  B)  Réplica de Pablo Lorenzano.................................................................... 0

Consideraciones ontosemánticas sobre el enfoque de espacio de estados.


Caso parcial de la teoría del equilibrio ácido-base en fisiología huma-
na, Juan Manuel Jaramillo Uribe..................................................................... 0
  A)  Comentario de José L. Falguera.............................................................. 0
  B)  Réplica de Juan Manuel Jaramillo.......................................................... 0

IV.  CUESTIONES ESPECÍFICAS DE INTERÉS GENERAL

Contrastación, inferencialismo y juegos semánticos, Jesús P. Zamora Bo-


nilla................................................................................................................... 0
  A)  Comentario de José L. Falguera.............................................................. 0
  B)  Réplica de Jesús P. Zamora Bonilla......................................................... 0

De lo que trata en común teorías inconmensurables, José L. Falguera....... 0


  A)  Comentario de Andoni Ibarra.................................................................. 0
  B)  Replica de José L. Falguera..................................................................... 0

Los grafos (redes) representacionales y sus posibles dinámicas, Mario


Casanueva L. y Diego Méndez G..................................................................... 0
  A)  Comentario de Pablo Lorenzano.............................................................. 0
  B)  Réplica de Mario Casanueva L. y Diego Méndez G................................ 0

La explicación científica: causalidad, unificación y subsunción teórica,


José A. Díez...................................................................................................... 0
  A)  Comentario de Jesús Zamora Bonilla...................................................... 0
  B)  Réplica de José A. Díez............................................................................ 0
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA: CAUSALIDAD,
UNIFICACIÓN Y SUBSUNCIÓ TEÓRICA1
José A. Díez

Universidad de Barcelona, España


jose.diez@ub.edu

Abstract: La finalidad de este trabajo es presentar el modelo de ex-


plicación científica como subsunción teórica ampliativa y compararlo
con los otros modelos preponderantes en la literatura, principalmente el
modelo inferencialista clásico, el causalista y el unificacionista. En pri-
mer lugar establezco algunas distinciones previas relevantes y tres desi-
derata que todo análisis de la explicación científica debe en principio
satisfacer y con los que se evaluaran los diversos modelos presentados.
En segundo lugar recuerdo los rasgos esenciales del modelo inferencia-
lista nomológico clásico de Hempel así como las principales objeciones
al mismo. En tercer lugar presento brevemente los modelos causalista y
unificacionista, el modo en que resuelven las dificultades del modelo
clásico y los principales retos a que cada unos de ellos se enfrenta. En
cuarto lugar presento el análisis de la explicación científica como sub-
sunción teórica ampliativa y comparo su adecuación a los desiderata
con la de los modelos anteriores. La conclusión es que, si nos restringi-
mos al ámbito de las explicaciones científicas, el modelo subsuntivista
aúna lo mejor de los modelos anteriores evitando sus deficiencias y
constituye por tanto una propuesta prometedora. Su principal reto es
ofrecer un modo plausible de generalizar su análisis a toda explicación,
incluidas las explicaciones precientíficas ordinarias.

1
 Este trabajo forma parte del proyecto de investigación BFF2002-04454-C10-05, Mi-
nisterio de Ciencia y Tecnología, y del grupo LOGOS SGR2001-0018, Generalitat de Cata-
luyna. Agradezco a Jesús Zamora, a Ulises Moulines y al resto de participantes del III En-
cuentro Internacional de Metateoría Estructuralista (Granada, marzo 2002) sus comentarios
críticos a una versión anterior de este trabajo.

[515]
516 filosofía de la ciencia en iberoamérica

1. Explicación y explicación científica

La palabra ‘explicar’ tiene diferentes usos en castellano, al menos


los tres siguientes: «narrar» un acontecimiento, como en ‘María me
explicó su viaje a la India’; «elucidar» o «aclarar» una palabra, concep-
to o idea, como en ‘Juan me explicó el concepto de espín’ (se corres-
ponde con el inglés explication); «dar razón» de por qué sucedió algo,
como en ‘el coche se salió de la calzada porque había arena en la carre-
tera’ (se corresponde con el inglés explanation). Nosotros estamos inte-
resados aquí por el último de estos usos.
En una primera aproximación intuitiva, en este uso una explicación
se puede considerar una respuesta a una «pregunta-porqué» (why-ques-
tion): «¿Por qué se salió el coche de la calzada? Porque había arena en
la carretera.» «¿Por qué se hundió el Titanic? Porque chocó con un ice-
berg.» En general: «¿Por qué a? Porque γ», siendo a el tema de la pre-
gunta y γ la respuesta que constituye una explicación. Como ha enfati-
zado van Fraassen,2 esta primera aproximación es incompleta, pues una
«pregunta por qué» no queda especificada sólo por el tema. Por ejem-
plo, la pregunta «¿Por qué fue Juan a la fiesta?» no es completa en
tanto que demanda de explicación, pues puede estar requiriendo expli-
cación de cosas muy diferentes y la adecuación de la respeta en tanto
que explicación depende de cuál de tales cosas se requiera. Puede estar
requiriendo explicación del hecho de que fuera Juan a la fiesta en lugar
de Pedro o María (e.e. ¿Por qué fue Juan a la fiesta?). En este caso, la
eventual respuesta «porque que quería ir al cine o al teatro o a la fiesta
y no había entradas ni para el cine ni para el teatro» no constituye una
explicación satisfactoria. Una respuesta que constituiría una explica-
ción satisfactoria sería del tipo «porque tenía que ir uno de los tres pero
ni Pedro ni María podían, y él sí». En otro contexto, esa «misma» pre-
gunta puede estar requiriendo explicación del hecho de que Juan fuera
a la fiesta en lugar de al cine o la teatro (e.e. ¿Por qué fue Juan a la
fiesta?). En este caso la respuesta «porque que quería ir al cine o al
teatro o a la fiesta y no encontró entradas ni para el cine ni para el tea-
tro» sí puede constituir una explicación satisfactoria. Así, en general,
una «pregunta—por qué» no se especifica sólo con el tema a, hay espe-
cificar también una clase de contraste, el conjunto de alternativas no
ocurrentes en contraste con las cuales la ocurrencia de a requiere expli-
cación: «¿Por qué a (en lugar de b1, b2, ...)?» Ahora sí, una vez especi-
ficada completamente la «pregunta-por qué» con el tema y la clase de
contraste, se puede juzgar si las repuesta «porque γ» constituye una
2
 Cf. Van Fraassen 1977.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 517

explicación satisfactoria. El lector objetará que en muchas ocasiones no


hace falta especificar la clase de contraste, pues en el contexto «está
claro qué se pregunta». Eso es cierto, pero no implica que en esas oca-
siones no haya clase de contraste, sólo indica que en esos casos el con-
texto determina implícitamente la clase de contraste y que no hace falta
«hacerla explícita». De hecho, en muchos de los ejemplos que veremos
se va a proceder sin especificar la clase de contraste, justamente porque
el contexto la determinará implícitamente.
Nuestro objetivo aquí es analizar el tipo de explicación característica
de los contextos científicos. Nos vamos a centrar pues principalmente
en la explicación científica, aun reconociendo que, prima facie, debe
haber un núcleo conceptual común a la explicación científica y a la or-
dinaria. Entre una explicación claramente no científica, como «el coche
se salió de la calzada porque había arena en la carretera» y otra clara-
mente científica, como «la luz se polariza porque está formada por cor-
púsculos», puede haber todo un continuo de casos intermedios, por
ejemplo:

«El coche se salió de la calzada porque había arena en la carretera»


«Juan no fue a la fiesta de Rosa porque está enfadado con ella»
«Las cañerías se rompieron porque se congeló el agua»
«Pedro tiene cáncer de pulmón porque fumaba cinco paquetes diarios»
«La bajada brusca de la presión atmosférica explica la tormenta»
«La fuga radioactiva explica las malformaciones de la población cerca-
na a Chernobil»
«La presencia de Neptuno explica la anomalía en la órbita de Urano»
«La luz se polariza porque está formada por corpúsculos»

Parece en principio obvio que hay un núcleo conceptual común a


todos estos casos, y si ello es así entonces es necesario aceptar que hay
un núcleo conceptual compartido por las explicaciones científicas y las
ordinarias. Es pues un desideratum de un análisis satisfactorio de la
explicación científica que en principio pueda ser generalizable a la ex-
plicación precientífica ordinaria, o que de lo contrario de buenas razo-
nes que justifique su especificidad.3
En cuanto a la explicación científica, antes de entrar en el análisis
propiamente dicho conviene distinguir ya preanalíticamente diferentes
tipos o casos. En primer lugar tenemos explicaciones «deterministas»
de hechos particulares (EDP), por ejemplo «la presencia de un asteroi-
de explica la desviación del cohete». En estos casos el suceso de que se
da cuenta (el desvío de cierto cohete) es un suceso particular, e.e. que a

3
 Como veremos, éste será el principal reto para el análisis que defenderemos.
518 filosofía de la ciencia en iberoamérica

cierto objeto particular le sucede cierto fenómeno, y además la explica-


ción es tal que no deja lugar a que no ocurra, «determina totalmente»
la ocurrencia del hecho particular a explicar. Pero no siempre que expli-
camos un hecho particular es así. A veces la explicación de un hecho
particular es «indeterminista», esto es, aunque explica que haya ocurri-
do, la explicación es compatible con que el hecho a explicar en cuestión
no hubiese ocurrido. Por ejemplo: «Que los ocho bisabuelos de Rosa
hayan sido rubios explica que Rosa también lo sea». En estos casos
decimos que estamos ante una explicación indeterminista de hechos
particulares (EIP). Por último, a veces el hecho a explicar no es un he-
cho particular, que a un objeto concreto le sucede algo, sino un hecho
general, esto es, que a objetos de cierto tipo les suceden cosas de cierto
tipo; por ejemplo el hecho de que los planetas se muevan de cierto modo
(leyes de Kepler). Estos hechos también pueden requerir, y obtener, ex-
plicación, p.e. en el caso de los planetas: «la mecánica gravitatoria ce-
leste explica la órbita de los planetas». Llamaremos a estas explicacio-
nes explicaciones de hechos generales (EG).4
Vamos a ver ahora el primero de los análisis de la explicación cien-
tífica. Todo análisis ha de especificar: qué es el explanandum (Exm),
e.e. el hecho que requiere explicación; qué es el explanans (Exs), e.e. el
hecho o hechos que proporcionan la explicación; y qué es la relación
explicativa (EXP), e.e. la relación tal que en virtud de que se da entre
Exs y Exm podemos decir que el primero explica el segundo. Todo aná-
lisis que elucide estos elementos ha de satisfacer, prima facie, al menos
tres condiciones de adecuación:
(i) Adecuación extensional: el análisis ha de ser compatible con
nuestras intuiciones más firmes sobre casos de explicación: no puede
incluir casos claros o paradigmáticos de no-explicación ni excluir casos
claros o paradigmáticos de explicación; sobre los casos no claros, el
análisis puede tener una función regulativa.
(ii) Generalidad y especificidad: el análisis ha de elucidar a la vez
qué tienen en común los casos EDP, EIG y EG y que tiene de diferente
o específico cada uno, esto es, en qué se semejan y en que difieren estos
tres tipos de explicación.
(iii) Elucidación filosófica: El análisis ha de ser filosóficamente
«clarificador», no puede elucidar el concepto de explicación utilizando
como primitivos otros conceptos más oscuros; no puede elucidar lo
poco-claro mediante lo menos-claro.

4
 En el siguiente apartado veremos por qué no se distingue aquí entre explicaciones
deterministas e indeterministas, pero avanzamos ya que en este caso todas son deterministas,
incluso si el hecho general a explicar es él mismo indeterminista.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 519

2. Análisis inferencialista nomológico

El primer análisis suficientemente refinado del concepto de explica-


ción científica se debe fundamentalmente a Hempel, quien establece
sus líneas generales en un artículo seminal escrito con Oppenheim y lo
desarrolla después en otros trabajos en solitario.5 Este análisis se ha
calificado a menudo de «modelo de cobertura legal» (covering law mo-
del), pero preferimos aquí denominarlo «inferencialista nomológico»
para distinguirlo de otras propuestas posteriores que también exigen la
cobertura legal.
El análisis inferencialista nomológico surge de la combinación de
dos intuiciones básicas, a las que se añade una cualificación. Las dos
intuiciones básicas son las siguientes. Según la primera, en una explica-
ción el Exs explica el Exm en el sentido de que lo hace «esperable». El
Exm es en cierto sentido relevante «inesperado» o «sorprendente» y
ofrecer una explicación del mismo es ofrecer otro fenómeno en relación
con el cual el Exm ya no es inesperado.6 La segunda intuición establece
que un hecho X es esperable —relativamente— a otro hecho Y si X se
infiere de Y. La combinación de estas dos intuiciones proporciona el
esquema básico de este análisis de la explicación como inferencia (EI-
en espera de la cualificación que introduciremos más adelante):

EI: Exs EXP Exs ≡ hay una inferencia válida con Exs de premisas y
Exm de conclusión

Para este análisis, por tanto, la relación EXP de explicación en vir-


tud de la cual el Exs explica el Exm es la relación de inferencia lógica.
O mejor, alguna relación de inferencia lógica, pues como veremos en-
seguida, puede haber varias y diferentes tipos de explicación que re-
quieran diferentes tipos de inferencia lógica. Este esquema es el que
motiva el calificativo de inferencialista que hemos dado al análisis. Sin
embargo, como ya hemos anunciado, EI no expresa satisfactoriamente
el análisis inferencialista nomológico, pues dicho análisis contiene una
cualificación que EI no recoge, la cualificación connotada por ‘nomo-
lógico’. La idea básica que se encuentra tras esta cualificación es que
5
 Cf. Hempel y Oppenheim 1948 y Hempel 1965.
6
 Obviamente, el sentido en que aquí se dice que el Exm es inesperado o sorprendente
no implica que sea un fenómeno extraño o de ocurrencia poco habitual. El Exm puede ser a
veces un fenómeno extraño o poco usual, como el desvío de un cohete, pero muchas otras
veces es un fenómeno familiar, como la salida del sol cada mañana. Aunque en un sentido el
segundo fenómeno es «esperable» y el primero no, en otro sentido, el relevante para la expli-
cación, ambos fenómenos son «inesperados» mientras no se ofrece una explicación: incluso
en los casos en que se sabe que ocurre frecuentemente, sigue siendo sorprendente.
520 filosofía de la ciencia en iberoamérica

toda explicación ha de ser general, ha de tener algo de repetible o regu-


lar, y que además esta regularidad involucrada en la explicación no pue-
de ser meramente accidental sino que ha de ser una regularidad nomo-
lógica, una ley natural. Esta cualificación queda recogida en el
siguiente esquema, que expresa de forma completa todos los elementos
involucrados en el análisis de la explicación como inferencia nomológi-
ca (EIN):

EIN: Exs EXP Exs ≡ hay una inferencia válida con Exs de premisas y
Exm de conclusión y el Exs contiene al menos esencialmente 7
una regularidad nomológica y todas las regularidades que con-
tiene esencialmente son nomológicas.

No vamos a justificar ahora en general esta cualificación. Vamos a


ver su justificación para el caso concreto de las explicaciones determi-
nistas de hechos particulares (EDP) y veremos entonces que es natural-
mente generalizable a otros casos.

2.1. Explicación nomológico deductiva de hechos particulares

Habíamos caracterizado preanalíticamente las explicaciones inde-


terministas de hechos particulares como aquellas en las que el Exm es
un acaecimiento particular y que son tales que la explicación «no deja
lugar para la no ocurrencia» del Exm. El caso que habíamos menciona-
do como ejemplo es el de la explicación del desvío de la trayectoria de
cierto cohete a por el paso de cierto asteroide b de tal masa a tal distan-
cia de a. Dado el paso de dicho asteroide, el cohete no puede no alterar
su trayectoria como lo hace. Hemos visto que la idea de Hempel es que
la relación inferencial en lógica análoga a este «no dejar lugar para que
[lo inferido] no ocurra» es la relación de inferencia deductiva, de modo
que en las explicaciones deterministas (de hechos particulares) la rela-
ción EXP es la relación de deducción: El Exs explica el Exm en el
sentido de que el Exm se infiere deductivamente del Exs. Ello quiere
decir que la explicación dada del desvío del cohete constituye implíci-
tamente un argumento deductivo válido que tiene al paso del asteroide

7
  ‘Esencialmente’ significa que es esencial para la inferencia, que es una premisa nece-
saria para la inferencia (pues siempre es posible añadir premisas adicionales superfluas y
sobre ellas el análisis no dice nada). Igual en la siguiente mención a la esencialidad, uqe
exige que todos las regularidades que se usen en la inferencia sean nomológicas (indepen-
dientemente de que pueda haber premisas superfluas que sean regularidades no nomológi-
cas).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 521

entre sus premisas y al desvío del cohete como conclusión.8He dicho


que el argumento tiene el paso del asteroide «como una de sus premi-
sas» y no «como [todas] sus premisas», porque para que el argumento
sea deductivamente válido no puede tener como única premisa el paso
del asteroide. En efecto, el argumento (connoto que un argumento es
deductivo mediante una raya continua que separa las premisas y la con-
clusión)

El asteroide b de masa m pasa a la distancia d del cohete a


El cohete a desvía su trayectoria de modo t

es un argumento deductivamente inválido. Si la explicación nos parece


satisfactoria es porque además del hecho explicitado del paso del aste-
roide consideramos que el Exs contiene implícitamente otro hecho, un
hecho que «conecta» el paso del asteroide con el desvío del cohete. Y
aquí es donde se justifica la cualificación a que hicimos mención sobre
regularidades nómicas. Ese hecho que conecta el paso del asteroide con
el desvío del cohete no puede ser cualquiera que constituya una premisa
adicional que convierta al argumento en deductivamente válido. En
efecto, si añadimos la premisa adicional «si el asteroide b de masa m
pasa a la distancia d del cohete a entonces el cohete a desvía su trayec-
toria de modo t», el argumento

El asteroide b de masa m pasa a la distancia d del cohete a


Si el asteroide b de masa m pasa a la distancia d del cohete a entonces
el cohete a desvía su trayectoria de modo t
El cohete a desvía su trayectoria de modo t

es un argumento deductivo válido (un caso del esquema modus ponens)


que tiene al Exm como conclusión. Sin embargo intuitivamente, y
Hempel así lo reconoce, no es una explicación satisfactoria del desvío
del cohete. El motivo es que la explicación carece de generalidad, el
hecho adicional que conecta el paso del asteroide con el desvía del co-
hete, que conecta esos dos hechos particulares, es también un hecho,
aunque condicional, particular que involucra sólo a esos objetos: que si
ese asteroide se comporta así entonces ese cohete se comporta asá. Eso
8
 A lo largo del artículo, y mientras no sea necesario proceder de otra manera, me refe-
riré a las premisas y conclusiones de argumentos indistintamente como enunciados (expre-
siones lingüísticas) o como hechos o proposiciones (lo que las expresiones lingüísticas ex-
presan). Para ciertos fines es conveniente distinguir ambos casos, pero aquí no lo haré salvo
si es necesario.
522 filosofía de la ciencia en iberoamérica

es intuitivamente insatisfactorio en tanto que explicación. Para que la


explicación sea satisfactoria, el hecho que conecta el Exm particular
con el resto hechos particulares del Exs debe ser una hecho general, una
regularidad, por ejemplo, «siempre que un cuerpo de tal masa pasa a tal
distancia de otro le altera su trayectoria de tal y cual modo» (sería más
exacta como premisa adicional la conyunción de la ley de gravitación
con otras leyes dinámicas, pero valga esta simplificación informal a los
actuales efectos):

El asteroide b de masa m pasa a la distancia d del cohete a [de masa m’]


Siempre que un cuerpo de masa x pasa a distancia y de otro cuerpo de
masa x’
altera su trayectoria de modo z
El cohete a desvía su trayectoria de modo t

Este argumento, deductivamente válido, sí parece a diferencia del


anterior una buena explicación de nuestro Exm, el desvío del cohete.
Y si lo parece, es porque ese hecho conector al que hicimos referencia
es una regularidad. En realidad, no basta con que sea una regularidad.
Como el propio Hempel señala, si la regularidad fuese meramente
accidental tampoco nos parecería una explicación satisfactoria. En
efecto, supongamos que quiero una explicación de que la moneda que
tengo en este momento a la derecha de mi computadora es amarilla.
Consideremos la «explicación», el Exs, siguiente: esa moneda estaba
en tu bolsillo derecho hace media hora, y hace media hora todas las
monedas de tu bolsillo derecho eran amarillas». Intuitivamente este
Exs no constituye una buena explicación de nuestro Exm, por más que
de él se deduzca válidamente el Exm y que el Exs contenga una regu-
laridad. Consideremos ahora el siguiente Exs para el mismo Exm: «la
moneda es de oro pulido y todas las piezas de oro pulido son amari-
llas». Ahora sí parece una buena explicación. En ambos casos se trata
de argumentos deductivos válidos, por lo que la diferencia no puede
estar en el aspecto inferencial. También en ambos casos las premisas
de la inferencia (el Exs) incluyen un hecho general, una regularidad.
La diferencia radica en el tipo de regularidad que contiene el Exs en
cada caso. En el primer caso, la regularidad de la que depende la infe-
rencia, «hace media hora todas las monedas de tu bolsillo derecho
eran amarillas», es una regularidad accidental, no tiene fuerza modal,
no tiene carácter nomológico, no es una ley. En el segundo caso, «to-
das las piezas de oro pulido son amarillas», no se trata de una mera
regularidad accidental sino de una regularidad nómica, de una ley
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 523

natural.9Y también lo es la regularidad sobre cruce de cuerpos y altera-


ciones de trayectorias referida en el Exs de la explicación del desvío del
cohete, por eso nos parecía una explicación satisfactoria.
Baste con ello para justificar intuitivamente la necesidad de exigir
que el Exs contenga regularidades y que éstas (en la medida que sean
esenciales para la deducción) sean nomológicas. Tenemos entonces el
siguiente esquema que resume las explicaciones nomológico deducti-
vas de hechos particulares (NDP), el análisis inferencialista nomológi-
co aplicado a las explicaciones deterministas de hechos particulares
(connoto los hechos particulares mediante minúsculas y los generales
mediante mayúsculas):

NDP c1, ..., cn


L1, ..., Lj
_______ a rgumento deductivo válido y las Li (esenciales) son
e reg. nómicas

Esto es, ofrecer una explicación determinista de un hecho particular


es dar una serie de otros hechos particulares (condiciones antecedentes)
y de leyes de los que conjuntamente se deduzca el hecho a explicar.
Veamos ahora cómo se aplica análogamente el esquema EIN al análisis
de las explicaciones indeterministas de hechos particulares.

2.2. Explicación nomológico inductiva de hechos particulares

Habíamos caracterizado preanalíticamente las explicaciones indeter-


ministas de hechos particulares como aquéllas en las que el Exm es un
acaecimiento particular y que son tales que la explicación, aun siendo
satisfactoria, sería compatible con la no ocurrencia del Exm. El caso que
habíamos mencionado como ejemplo es el de la explicación del hecho de
que Rosa es rubia apelando a que sus ocho bisabuelos son a su vez rubios;
análogamente sucede en la explicación de la enfermedad respiratoria de
Pedro apelando a que ha consumido 50 cigarros diarios durante 40 años.
Acabamos de ver que en las explicaciones deterministas, la idea de Hem-
pel es que la relación inferencial en lógica análoga a «no dejar lugar para
que [lo inferido] no ocurra» es la relación de inferencia deductiva, por

9
 Es una cuestión sustantiva y difícil especificar cuál es la diferencia entre una regularidad
accidental y una regularidad nómica, pero no podemos entrar aquí en ello. Basta con la idea
intuitiva y con la constatación de que este análisis presupone esta distinción. Para una exposi-
ción de las diferentes elucidaciones de esta diferencia, cf. Díez y Moulines 1997, cap. 5.
524 filosofía de la ciencia en iberoamérica

ello en las explicaciones deterministas la relación EXP es la relación de


deducción. Ahora, en los casos de explicación indeterminista, su idea es
que la relación inferencial en lógica correspondiente al carácter indeter-
minista de estas explicaciones es la relación de inferencia inductiva. En
las explicaciones indeterministas la relación EXP es la inferencia induc-
tiva: el Exs explica el Exm en el sentido de que el Exm se infiere inducti-
vamente del Exs. Ello quiere decir que la explicación dada del hecho de
que Rosa es rubia constituye implícitamente un argumento inductivo vá-
lido que tiene al hecho de que sus ocho bisabuelos son rubios como una
de sus premisas y al hecho de que Rosa es rubia como conclusión. Aná-
logamente al caso determinista, he dicho ahora que el argumento tiene el
que sus ocho bisabuelos son rubios «como una de sus premisas» y no
«como [todas] sus premisas», porque para que el argumento sea inducti-
vamente válido no puede tener como única premisa ese hecho. En efecto,
el argumento (connoto que un argumento es inductivo mediante una raya
continua que separa las premisas y la conclusión).

Los ocho bisabuelos de Rosa son rubios


Rosa es rubia

es un argumento inductivamente inválido. Si la explicación nos parece


satisfactoria es porque además del hecho explicitado consideramos que el
Exs contiene implícitamente otro hecho, un hecho que «conecta» el color
del pelo de los bisabuelos de Rosa con el color del pelo de Rosa. Y por
motivos análogos a los expuestos para las explicaciones deterministas
(e.e. que toda explicación contiene «generalidad»), tampoco aquí este
hecho conector puede ser otro hecho particular, ha de ser una hecho ge-
neral, una regularidad. Por ejemplo, la regularidad «la probabilidad de ser
rubio si los ocho bisabuelos lo son es cercana a 1». Si completamos el
anterior argumento con esta premisa implícita, obtenemos el argumento

Los ocho bisabuelos de Rosa son rubios


La probabilidad de ser rubio si los ocho bisabuelos lo son es cercana a 1
Rosa es rubia

que es inductivamente válido10 y con ello, según la propuesta de Hem-


pel, una buena explicación indeterminista de nuestro Exm. Nótese que

10
 No entraremos aquí a clarificar en qué consiste la validez inductiva. Presuponemos,
sin analizar no problematizar, una noción preteórica de inferencia inductiva válida de acuer-
do con la cual dicho argumento resulta válido (para una caracterización somera de la validez
inductiva, cf. Díez y Moulines 1997 cap. 2).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 525

la segunda premisa no es una mera regularidad, sino una regularidad


nomológica (probabilista), una ley (probabilista). Puesto que estos ar-
gumentos son inductivos, la regularidad que permite la inferencia in-
ductiva será una regularidad probabilista o estadística (explícita o encu-
bierta), y también entre las regularidades probabilistas/estadísticas se
puede distinguir unas meramente accidentales de otras nomológicas,
leyes. Por ejemplo, «la mayoría de consumidores compulsivos de café
padecen dolencias respiratorias» es una regularidad probabilista verda-
dera pero accidental.11Y por ello la explicación de la enfermedad respi-
ratoria de Pedro apelando a su alto consumo de café y a esa regularidad
no nos parece una buena explicación, contrariamente a la que apela a su
alto consumo de tabaco y a la regularidad estadística nomológica entre
consumir grandes cantidades tabaco y padecer enfermedades pulmona-
res. El siguiente esquema resume las explicaciones nomológico induc-
tivas de hechos particulares (NDP), el análisis inferencialista nomológi-
co aplicado a las explicaciones indeterministas de hechos particulares
(como antes, connoto los hechos particulares mediante minúsculas y los
generales mediante mayúsculas):

NIP c1, ..., cn


L1, ..., Lj
–——— a rgumento inductivo válido y las Li (esenciales) son
e regularidades nómicas, al menos una de las cuales es
probabilista/estadística

Esto es, ofrecer una explicación indeterminista de un hecho particu-


lar es dar una serie de otros hechos particulares (condiciones antece-
dentes) y de leyes (entre ellas al menos una probabilista) de los que
conjuntamente se infiera inductivamente el hecho a explicar.

2.3. Explicación nomológica deductiva de hechos generales

Habíamos caracterizado las explicaciones de hechos generales como


aquéllas en las que el Exm es un hecho general, e.e. una regularidad: a
objetos de cierto tipo les suceden fenómenos de tal tipo. Los hechos
generales también pueden requerir explicación, y ésta consiste, parece,
11
  Derivada de la regularidad también accidental (‘accidental’ al menos a nivel bioquí-
mico) «la mayoría de consumidores compulsivos de café son consumidores compulsivos de
tabaco» y de la regularidad nomológica «la mayoría de fumadores compulsivos padecen
dolencias respiratorias».
526 filosofía de la ciencia en iberoamérica

en otros hechos «más generales». Por ejemplo, explicamos que los pla-
netas se muevan de cierta manera (leyes de Kepler), apelando a la me-
cánica gravitatoria celeste, o que los rasgos fenotípicos se transmiten de
cierta manera (leyes de Mendel) apelando a las leyes de la genética mole-
cular. Según Hempel también en estos casos, como en las explicaciones
de hechos particulares, la explicación satisfactoria constituye implícita-
mente un argumento válido, la relación EXP es ahora también una rela-
ción de inferencia lógica. Pero, ¿qué relación de inferencia? Hemos visto
que en la explicación determinista de hechos particulares la relación EXP
era la de inferencia deductiva, y en la explicación indeterminista de he-
chos particulares EXP es la relación de inferencia inductiva. ¿Hay una
diferencia semejante en las explicaciones EG, de hechos generales? El
que no hayamos distinguido preanalíticamente aquí dos casos sugiere que
la respuesta es negativa. Y efectivamente así lo entiende también Hempel.
Es cierto que podemos distinguir aquí Exm que son regularidades abso-
lutas o deterministas, como las leyes de Kepler, de Exm que son regulari-
dades probabilistas o indeterministas, como las leyes de Mendel. Pero de
ahí no se sigue que a esa diferencia en la naturaleza del Exm le correspon-
da otra en la naturaleza de la relación explicativa. En ambos casos EXP es
la inferencia deductiva, el Exm se infiere del Exs deduciéndolo del Exs.
La diferencia entre ambos casos no está en la relación explicativa sino en
el explanans: la explicación de hechos generales deterministas consiste
en deducir tales hechos de otros hechos generales también deterministas,
así p.e. es como explicamos las leyes de Kepler, deterministas, deducién-
dolas de las leyes mecánicas gravitatorias, también indeterministas; y la
explicación de hechos generales indeterministas consiste también en de-
ducir tales hechos de otros hechos generales, sólo que ahora esos hechos
que constituyen el Exs serán indeterministas (al menos uno); así p.e. ex-
plicamos las leyes de Mendel, indeterministas, deduciéndolas de otras de
la genética molecular, también indeterministas. El siguiente esquema re-
sume los rasgos principales de las explicaciones nomológicos deductivas
de hechos generales (NDG):

NDG L1, ..., Lj


_______
argumento deductivo válido
E

En algunos casos el esquema sería un poco más complejo, pues a


veces la explicación es «idealizada», el Exs contiene condiciones de
contorno necesarias para la inferencia (p.e. en la deducción de las leyes
clásicas a partir de las relativistas). Pero ello no afecta a la idea central,
que basta para nuestros actuales fines.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 527

3.  Problemas del análisis inferencialista

El análisis inferencialista satisface bastante dos de los tres desidera-


ta que establecimos. Por un lado, elucida claramente qué es lo que los
tres tipos de explicación tienen en común, e.e. todos son inferencias
lógicas válidas con el Exm de conclusión cuyas premisas, el Exs, con-
tiene (al menos) regularidades nomológicas; y también qué es lo que
tienen de diferente, e.e. lo que especifican los esquema NDP, NIP y
NDG. Por otro, parece satisfacer bien la exigencia de clarificación filo-
sófica, pues elucida un concepto oscuro, el de explicación, mediante
otros en principio más claros, el de inferencia y el de ley.12 Sin embargo,
este análisis tiene dificultades graves con el otro desideratum, la ade-
cuación extensional. Hempel da condiciones necesarias y suficientes
para el concepto de explicación, esto es, establece ciertas condiciones
tales que si se cumplen estamos ante una explicación satisfactoria y si
no se cumplen no estamos ante una explicación satisfactoria. Esas con-
diciones son, como hemos visto, que se trate (implícitamente) de una
inferencia de ciertos tipos que contiene leyes entre sus premisas, junto
con quizás otros hechos particulares. Pues bien, los problemas consis-
ten en que tales condiciones no parecen, bien miradas las cosas, ni ne-
cesarias ni suficientes. Hay cosas que las cumplen de las que no diría-
mos que son buenas explicaciones y hay cosas de las que diríamos que
son buenas explicaciones y no las cumplen. Veámoslo (nos centraremos
en la explicación de hechos particulares).

3.1.  Contraejemplos a la suficiencia de NDP/ NIP

Hay casos de argumentos válidos que cumplen las condiciones de


NDP/NIP pero que intuitivamente no diríamos, los científicos no dicen,
que las premisas explican el explanandum. Veamos algunos:

(a) Temporalidad. Podemos deducir la ocurrencia de un eclipse a


partir de la posición anterior de los astros y de ciertas leyes mecánicas
12
  Digo que «parece» satisfacerlo porque para algunos críticos el concepto de ley es tan
oscuro como el de explicación (de hecho Hempel mismo intentó una elucidación humeana
de dicho concepto, sin éxito). Pero en cualquier caso, podemos conceder que el concepto de
ley tiene dificultades independientes y que precisa elucidación por motivos independientes y
comunes a los diferentes análisis de la noción de explicación, de modo que por ese lado no
está peor que los rivales. Por otro lado, la noción de argumento válido tampoco es totalmen-
te clara, pero sí algo más que la de explicación (salvo quizás la de validez inductiva, pero de
nuevo esto es un problema general en el que Hempel no está en desventaja respecto de los
rivales).
528 filosofía de la ciencia en iberoamérica

y ópticas, y ello constituye, parece, una explicación satisfactoria del


eclipse. Pero sucede que también podemos deducir válidamente el
eclipse a partir de esas mismas leyes y la posición de los astros después
del eclipse. Esta segunda inferencia satisface tanto como la primera las
condiciones NDP, y sin embargo no es un caso de explicación, no pare-
ce aceptable decir que la posición de los astros después del eclipse (más
ciertas leyes) explica el eclipse.13

(b) Simetría. Podemos deducir la longitud de una sombra de un


mástil a partir de la longitud del mástil, la inclinación del sol y ciertas
leyes ópticas, y ello constituye, parece, una explicación satisfactoria de
la longitud de la sombra. Pero sucede que también podemos deducir
válidamente la longitud del mástil a partir de la de la sombra, y la incli-
nación del sol y las mismas leyes. Esta segunda inferencia satisface
tanto como la primera las condiciones NDP, y sin embargo no es un
caso de explicación, no parece aceptable decir que la longitud de la
sombra explica que el mástil mida lo que mide.14

(c) Efectos de causa común. Podemos deducir (o inducir) la ocu-


rrencia de una tormenta a partir del descenso brusco de un barómetro en
las cercanías y la regularidad no accidental de que siempre (o casi siem-
pre) que baja bruscamente el barómetro sobreviene una tormenta. Esta
inferencia satisface las condiciones NDP (o alternativamente NIP),
pero no diríamos que el descenso brusco del barómetro explica la tor-
menta. Más bien decimos que es el descenso brusco de la presión at-
mosférica en los alrededores el que explica la ocurrencia de la tormen-
ta, y por cierto también el descenso brusco del barómetro.

(d) Irrelevancia. Podemos deducir el no embarazo de Juan a partir


del hecho de que ha tomado pastillas anticonceptivas y de la regularidad
no accidental de que nadie que toma pastillas anticonceptivas queda
embarazado. Esta inferencia satisface las condiciones NDP, pero no di-
ríamos que la ingestión de pastillas explica el no embarazo de Juan.
Diríamos que ese Exm se explica por el hecho de que Juan es varón (y
la regularidad no accidental de que los varones no se quedan embaraza-
dos), y que la ingestión de pastillas es explicativamente irrelevante.

13
 No se cuestiona que lo pueda «predecir», o mejor retrodecir. Eso es simplemente que la
inferencia es válida. Lo que está en cuestión es si eso basta para considerarlo una explicación.
14
  Recuérdese que una explicación es una respuesta a una why question, y por tanto la
cuestión es si nos parece una respuesta aceptable a la pregunta «¿Por qué el mástil mide tan-
to?», la siguiente: «Porque la sombra mide cuanto» (van Fraassen defiende que hay contextos
en los que sí se podría considerar como respuesta satisfactoria, cf. van Fraassen 1977).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 529

El tercer caso puede ser también un caso de contraejemplo a NIP (si


las regularidades involucradas son probabilistas, como parece), y es fá-
cil buscar contraejemplos a NIP similares a cada uno de los otros casos.
Así, parece claro que hay casos en que sí se satisfacen NDP y NIP pero
que no aceptamos como explicaciones satisfactorias; no todos los casos
de NDP/NIP son buenas explicaciones deterministas/indeterministas.
El análisis de Hempel, por tanto, no establece, contra lo que pretende,
condiciones suficientes para la explicación. Para descartar esos con-
traejemplos hay que exigir algo más (o algo diferente) a inferencias de
esos tipos. Veamos que, por lo que respecta a NIP tampoco establece
condiciones necesarias.

3.2.  Contraejemplos a la necesidad de NIP

NIP establece las condiciones tales que, si algo las cumple, entonces
puede ser considerado legítimamente, según la propuesta de Hempel,
un caso de explicación indeterminista de un hecho particular. Y sin em-
bargo hay casos en los que concordaríamos que estamos ante una buena
explicación indeterminista pero tales que, reconstruidos como argu-
mentos inductivos, resultan ser malos argumentos inductivos, inferen-
cias inductivas inválidas.
El contraejemplo más famoso se refiere a la paresis, una enfermedad
que se desarrolla en aproximadamente el 25 por 100 de los casos de
enfermos que contraen sífilis y no se tratan adecuadamente con antibió-
ticos. Supongamos que el alcalde tiene paresis y que ese es nuestro
Exm, e.e. queremos una explicación de que contrajese paresis. Conside-
remos el siguiente explanans: «Porque contrajo sífilis, no se trató ade-
cuadamente con antibióticos y el 25 por 100 de los que contraen sífilis
y no se tratan adecuadamente con antibióticos desarrollan paresis». In-
tuitivamente, parece que esa es una buena explicación. Ante una res-
puesta de ese tipo, uno no sigue preguntando, la demanda de explica-
ción ha sido satisfecha (o tan satisfecha como con cualquier otra
explicación indeterminista satisfactoria15). Y sin embargo, si reconstrui-
mos esta explicación como un argumento inductivo con el Exs de pre-
misas y el Exs de conclusión resulta un mal argumento inductivo, un
argumento inductivo inválido. En efecto, el argumento inductivo

15
 Esto es, la respuesta deja satisfecho al menos en la medida en que en general dejen
satisfecho las explicaciones indeterministas.
530 filosofía de la ciencia en iberoamérica

El alcalde contrajo sífilis


El alcalde no se trató con penicilina
El 25 por 100 de los que contraen sífilis y no se tratan adecuadamente
con antibióticos desarrollan paresis
El alcalde tiene paresis

es un argumento inductivamente inválido.16 Así, como avanzamos, pa-


rece que hay buenas explicaciones indeterministas que reconstruidas
como argumentos son malos argumentos inductivos, no satisfacen NIP.
Por tanto, las condiciones que establece NIP no parecen, contra lo que
pretende el análisis de Hempel, condiciones necesarias para una buena
explicación indeterminista. En este caso ni siquiera se puede enmendar
el análisis eventualmente imponiendo condiciones adicionales, pues si
las condiciones de NIP no son necesarias tampoco lo serán añadiendo
adicionales. Parece que si seguimos aceptando las explicaciones inde-
terministas como genuinos casos de explicación (incluidas aquellas en
las que como en el ejemplo de la paresis, el Exs no hace muy probable
el Exm), entonces las explicaciones no pueden ser inferencias.

4. Análisis alternativos: causalismo


y unificacionismo

Vamos a ver aquí los principales rasgos de las dos propuestas alterna-
tivas más importantes propuestas para superar las deficiencias del análi-
sis inferencialista nomológico. Ellas se ocupan mayoritariamente de los
contraejemplos (a)—(d) a la suficiencia, que afectan tanto a las explica-
ciones deterministas como a las indeterministas, pero deben decir algo
también respecto de los contraejemplos, como el de la paresis, a la nece-
sidad, aunque afecten sólo a las explicaciones indeterministas. Antes de
pasar a ver estas alternativas, mencionaremos muy brevemente la pro-
puesta «técnica» de Salmon respecto a las explicaciones indeterministas,
pues en principio es una modificación del análisis de este tipo de explica-
ción que parece básicamente correcta y, por tanto, con la que toda pro-
puesta filosófica más general (que no rechace la legitimidad de las expli-
caciones indeterministas) debería ser al menos compatible.

16
 Independientemente de las dificultades con la lógica inductiva, e.e. para proporcionar
una elucidación correcta de la validez inductiva, este argumento parece claramente inválido,
pues un 0.25 de apoyo inferencial de las premisas a la conclusión es claramente insuficiente.
Si no lo parece, se pude modificar el ejemplo tanto como se quiera disminuyendo el grado
hasta alcanzar el que al lector le parezca claramente insuficiente.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 531

4.1. Relevancia estadística

El análisis NIP de las explicaciones indeterministas exige que el Exs


constituya las premisas de una inferencia inductiva válida que tiene
como conclusión el Exm. Ello equivale a decir que una explicación in-
determinista es satisfactoria cuando el Exs hace muy probable el Exm,
e.e. la probabilidad del Exs relativamente al Exm, p(Exm/Exs), es muy
alta. Hemos visto que el ejemplo de la paresis contradice esta condi-
ción, a pesar de ser intuitivamente una buena explicación indeterminis-
ta. La idea de Salmon17 es que en las explicaciones indeterministas, la
condición para que el Exs explique satisfactoriamente el Exm no es que
lo haga muy probable, sino sólo que lo haga más probable, más probable
que si no ocurre el Exs. La relación EXP es en este caso no la de infe-
rencia inductiva sino la de relevancia estadística (positiva): p(Exm/
Exs) > p(Exm/¬Exs).18 Esta propuesta requiere de diversas complica-
ciones para evitar algunas dificultades, pero no entraremos en ellas. Lo
apuntado basta para los actuales fines.

4.2. Explicación y causalidad

La idea central del modelo causal de explicación es que «explicar un


acontecimiento es proporcionar información acerca de su historia
causal».19 En la explicación de un hecho el Exs no tiene por qué asegu-
rar la ocurrencia del Exm, tampoco hacerlo altamente probable, o más
probable. Todo ello está vinculado a la idea hempeliana de esperabilidad,
pero la noción de explicación no tiene que ver, al menos no directamente
según el causalista, con esa idea. Explicar un hecho no es mostrar que es
(totalmente, mucho, o tan sólo más) esperable, es proporcionar infor-
mación causal sobre su ocurrencia. Quizás a veces, o incluso en mu-
chas ocasiones, la explicación confiere cierta esperabilidad al Exm,
pero ello es así sólo derivativamente, consecuencia de que a veces la
17
 Cf. Salmon 1984 cap. 2 y 1989).
18
 En realidad Salmon exige sólo relevancia estadística, e.e. que la probabilidad del Exm
dada la ocurrencia del Exs sea diferente que la probabilidad dada su no ocurrencia (cf. Sal-
mon 1989 p. 67). Pero ello es claramente contraintuitivo. «¿Por qué Pedro sufrió un infarto?
» La respuesta «porque hace ejercicio asidua pero moderadamente, sigue una dieta sana, no
fuma, no tiene un trabajo estresante, y lleva una vida familiar feliz», no parece una propor-
cionar una explicación satisfactoria. Este Exs sin embargo es estadísticamente relevante para
el Exm, pero no positivamente sino negativamente relevante: esas propiedades hacen menos
probables que Juan tenga un infarto, y precisamente por ello no parece que expliquen su in-
farto. Modifico pues la propuesta de Salmon exigiendo no mera relevancia sino relevancia
positiva.
19
  Lewis 1986, p. 217.
532 filosofía de la ciencia en iberoamérica

información sobre la historia causal, que es el objeto básico de la expli-


cación, tiene ese efecto.
Que explicar consista conceptualmente en proporcionar informa-
ción causal no implica que una explicación deba ofrecer toda la infor-
mación causal del Exm, o que sea tanto mejor cuanto más información
causal proporcione. La historia causal completa de un acaecimiento in-
cluye multitud de otros acaecimientos, y la mención a todos ellos no
sólo no es necesaria sino que sería incompatible con una buena explica-
ción. Cada hecho particular tiene muchos otros hechos antecedentes
como causas; en cada momento del pasado de un hecho hay una multi-
plicidad de hechos que son causas parciales del mismo y que conjunta-
mente constituyen su causa total en ese momento. Además dicha mul-
tiplicidad causal suele variar en cada momento del pasado de un suceso.
Así, la historia causal completa de un hecho recoge el conjunto de to-
das las causas parciales antecedentes, el conjunto de causas totales en
cada momento. Pues bien, una explicación no requiere informar sobre
toda la historia causal, ni siquiera, generalmente, sobre la causa total en
un momento antecedente dado. En general se exige sólo información
sobre algunos factores causales. Cuáles son esos factores es algo que
depende de cada contexto explicativo, el contexto determina qué ante-
cedentes causales se consideran relevantes o destacados a efectos expli-
cativos en esa ocasión. La relación EXP es pues en este análisis la rela-
ción de relevancia causal. Que la relación de relevancia causal sea
pragmática y sensible al contexto no significa que no sea objetiva. El
contexto determina cuáles son los factores explicativamente relevantes,
de entre los que contiene la historia causal completa, que es plenamen-
te objetiva e independiente del contexto. Tenemos pues el siguiente es-
quema que resume el análisis causalista:

CAUS Exs EXP Exm (en un contexto C) syss Exs proporciona los


antecedente causales relevantes-en-C de entre los contenidos
en la cadena causal completa de Exm

Nótese que aparentemente este esquema no hace referencia a leyes,


pero sólo aparentemente. No hay referencia explícita a las leyes pero sí
implícita, al menos en las versiones más usuales del análisis. En estas
versiones, las relaciones causales entre hechos particulares se dan en
virtud de que los hechos ejemplifican ciertas propiedades y de que hay
una relación nómica entre esas propiedades, esto es, ciertas leyes que
las conectan.
Este es el núcleo del análisis causalista. Es fácil ver que este análisis
resuelve satisfactoriamente los contraejemplos (a la suficiencia de
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 533

NDP/NIP) anteriores. De hecho, según sus defensores, dichos contrae-


jemplos muestran justamente que las explicaciones satisfactorias con-
sisten en proporcionar información causal, pues lo que falla en los con-
traejemplos es justamente que en esas inferencias las premisas no son
parte de la historia causal de la conclusión. Veámoslo:

(a)  Prioridad temporal: las explicaciones en las que el Exs es pos-


terior al Exm (eclipse actual «explicado» por posiciones futuras) no son
válidas, pues el explanans debe ser causa del explanandum y las causas
preceden a sus efectos.
(b) Simetría: la sombra no explica la altura del mástil, pues las
relaciones causales son de hecho las inversas, el mástil causa la sombra
(y la causalidad es una relación asimétrica: si x causa y, y no puede a su
vez causar x).
(c) Efectos de causa común: el descenso del barómetro no explica
la tormenta pues, aunque está correlacionado con ella, no es parte de su
historia causal, la causa antecedente es el descenso de la presión.
(d) Irrelevancia: que Juan tome pastillas anticonceptivas no expli-
ca que no se haya quedado embarazado. El supuesto Exs no está causal-
mente vinculado con el Exm.

Para concluir con el modelo causalista, veamos cómo le va con los


desiderata con que evaluamos el modelo hempeliano. En cuanto a la
adecuación extensional, parece que resuelve al menos los contraejem-
plos que se presentaban a la suficiencia del análisis hempeliano. Se ha
argumentado, sin embargo, que el análisis causalista adolece de sus
propios contraejemplos pues, se aduce, hay explicaciones cuya natura-
leza causal es, cuando menos, discutible. Estos contraejemplos son de
dos tipos. En primer lugar, las explicaciones de hechos particulares in-
deterministas (como la enfermedad pulmonar de Juan, el atravesar un
electrón una barrera de potencial o la paresis del alcalde). Las explica-
ciones de estos hechos se pueden considerar causales sólo si se acepta
causalidad probabilista, lo que muchos rechazan.20Si no se acepta cau-
salidad indeterminista, al defensor del análisis causalista sólo le queda,
o bien rechazar que los sucesos indeterministas tengan explicación, o
bien que haya genuinos sucesos indeterministas (p.e. defendiendo que
todo indeterminismo es sólo epistémico y que, metafísicamente hablan-
20
 Aunque otros la aceptan, cf. por ejemplo Popper 1956 o Suppes 1984. Por otro lado,
aceptar genuinas explicaciones causales indeterministas tiene como consecuencia que la ex-
plicación de la ocurrencia de un suceso (p.e. el atravesar un electrón la barrera de potencial)
es la misma que la explicación de su eventual no ocurrencia, pues la información anteceden-
te causal es la misma, consecuencia que para muchos resulta inaceptable.
534 filosofía de la ciencia en iberoamérica

do, todo suceso es determinista). Así, quien acepte que hay sucesos me-
tafísicamente indeterministas, que estos sucesos tienen explicación y
que no hay causalidad indeterminista, debe abandonar la idea de que
toda explicación es causal. Tal es el caso, por ejemplo de quienes de-
fienden que la Mecánica Cuántica es completa, explicativa y que no hay
causalidad indeterminista. El segundo tipo de contraejemplos proviene
de explicaciones aceptadas en ciencia cuya naturaleza causal es discuti-
ble. Se aduce a veces los casos de la psicología, la sociología o la histo-
ria, pero su supuesto (por los críticos del causalismo) carácter no causal
es (independientemente de la cuestión del indeterminismo) muy discu-
tible. Más problemático para el causalista es el caso de la Mecánica
Relativista, cuyo geometrismo es para muchos muy difícilmente inter-
pretable causalmente y, en cualquier caso, usa principios explicativos
sin interpretación causal clara, como el Principio de Equivalencia.
En cuanto a la generalidad y especificidad, el análisis causalista de-
termina qué es lo general de los diversos tipos de explicación y qué es
lo específico. Toda explicación es causal. La explicación de hechos par-
ticulares (deterministas, y también de los indeterministas si se resuel-
ven los problemas que acabamos de señalar) es causal porque consiste
en proporcionar información causal contextualmente relevante de la
ocurrencia del hecho particular. Y la explicación de hechos generales
(leyes) es causal en sentido derivativo: si el hecho general es no causal,
meramente descriptivo (p.e. las leyes de Kepler), su explicación consis-
te en derivarlo de otra regularidad que sí sea causal (p.e. las leyes de la
Mecánica Clásica); si el Exm es una regularidad causal (p.e. la ley de
los gases), su explicación consiste en derivarla de otra causal (p.e. las
leyes de la mecánica estadística) más relaciones de constitución entre
ambas (p.e. que un gas es un conjunto de moléculas).
Para muchos, la principal dificultad del análisis causalista tiene que
ver con el último desiderata, e.e. el de elucidación filosófica. Para los
críticos, el análisis causalista elucida la noción de explicación a partir
de otra noción, la de causa, tanto o más necesitada de elucidación que
la anterior, esto es, «elucida lo obscuro mediante lo más obscuro». Los
causalistas pueden responder, o bien aceptando que su análisis parte del
concepto de causa como primitivo pero rechazando que eso sea filosó-
ficamente pernicioso, o bien dando a su vez un análisis del concepto de
causa. Entre éstos últimos, algunos lo hacen en términos de otras nocio-
nes modales,21 modalidad que los críticos consideran tan problemática
como. Otros filósofos de orientación más empirista que consideran las
nociones modales primitivas sospechosas, intentan otras estrategias en
21
 Cf. p.e. Lewis (1973), que utiliza la noción de dependencia contrafáctica.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 535

términos no modales.22 Ambas estrategias se enfrentan a sus propias


dificultades.

4.4.  Explicación y unificación

La intuición básica que inspira el modelo de explicación como uni-


ficación es que explicar consiste en «reducir la cantidad de fenómenos
independientes que tenemos que aceptar como últimos».23 Aumentamos
nuestra comprensión del mundo reduciendo el número de supuestos bá-
sicos que dan cuenta de los fenómenos. Las leyes de Newton explican
las de Kepler porque, además de implicarlas, reducen la cantidad de
regularidades que se aceptan independientemente unas de otras: antes
de la explicación, las leyes de Kepler y, p.e., la de Galileo eran acepta-
das independientemente unas de otras, después no; la reducción de la
temperatura a la energía cinética media amplía todavía más ese proceso
de unificación explicativa. Contrariamente, la mera conjunción de, p.e.
las leyes de Kepler con la de Boyle no es una explicación de las prime-
ras porque no produce ese efecto unificador, no permite simplificar la
cantidad de supuestos primitivos. Esta noción de explicación está esen-
cialmente relativizada a un cuerpo K de creencias aceptadas en un mo-
mento dado, y exige una elucidación precisa de la independiente acep-
tabilidad entre creencias. Quien ha desarrollado con más detalle este
modelo ha sido P. Kitcher mediante sus nociones de patrón argumenta-
tivo y «almacén» explicativo (‘explanatory store’),24caracterizando el
poder unificador en función de: (i) la cantidad de fenómenos derivados
por el conjunto de patrones argumentativos, (ii) el rigor de los patrones
y (iii) el número de patrones.
El modelo unificacionista puede ser visto como una sofisticación
del modelo inferencialista de Hempel. En el modelo de Hempel una
explicación es una inferencia que cumple ciertas condiciones, condicio-
nes que son básicamente locales (que Exs contenga leyes, etc.). Ello es
insatisfactorio por presentar contraejemplos, básicamente inferencias
que cumplen esas condiciones pero de las que no aceptamos que sean
explicaciones satisfactorias. El modelo unificacionista añade condicio-
nes nuevas, pero de carácter global, esto es, condiciones que no afectan
sólo a la inferencia en cuestión sino a su relación con otras inferencias,
básicamente: que la inferencia permita simplificar el conjunto total de
22
 Cf. p.e. Salmon (1981, 1984, 1994, 1997), Dowe (1992, 1995), que utilizan la noción
de transferencia de magnitud conservativa.
23
  Friedman (1974), p. 18.
24
 Cf. Kitcher (1981, 1989, 1993)
536 filosofía de la ciencia en iberoamérica

inferencias del sistema sin perder cantidad hechos explicados. Y así


resuelve los contraejemplos a la suficiencia que se le plantean a Hem-
pel. La estrategia general es mostrar que, dadas dos inferencias alterna-
tivas, será explicativa la que pertenezca a la sistematización más unifi-
cadora, e.e. más simple (sin perder en cantidad de hechos explicados),
y que esta comparación arroja en (la mayoría de25) los casos en conside-
ración los resultados intuitivamente esperados:

(a) Simetría: la altura del mástil explica la longitud de la sombra y


no al revés pues dadas dos sistematizaciones, una que contenga inferen-
cias que parten de la altura del mástil y conducen hasta la longitud de la
sombra, y otra que contenga inferencias que proceden al revés, la pri-
mera es más unificadora que la segunda. Si la segunda no tiene otro tipo
de inferencias, pierde algunas conclusiones pues no podrá establecer,
p.e. la altura de mástiles de noche, o en días nubosos, etc. Para recupe-
rar esas conclusiones debería de introducir nuevos patrones argumenta-
tivos.
(b) Efectos de causa común: la sistematización que deriva la baja-
da del barómetro y la ocurrencia de la tormenta a partir del descenso de
la presión es más unificadora que la que deriva la ocurrencia de la tor-
menta a partir del descenso del barómetro.
(c) Irrelevancia: una sistematización que contiene derivaciones del
no embarazo de Juan usando como premisa que Juan toma pastillas
anticonceptivas no puede ser la mejor pues, o bien no explica que otros
varones que no toman pastillas tampoco se quedan embarazados, o si lo
explica deberá introducir nuevos patrones que también se aplicarán a
Juan, con lo que podríamos prescindir de las primeras inferencias obte-
niendo una sistematización con menos patrones, más unificada.

Aunque el modelo unificacionista se aplica más naturalmente a ex-


plicaciones de hechos generales, se puede aplicar también a hechos par-
ticulares considerando estos casos derivativos de aquellos, esto es,
aproximadamente, considerando una explicación de un hecho particu-
lar como una instanciación de una explicación de un hecho general.26
Por otro lado, para este modelo no representan en principio ningún pro-
25
  Para los casos de precedencia temporal, no es claro que el unificacionista pueda justi-
ficar que la explicación que apela a sucesos anteriores en el tiempo es mejor que la que
apela a sucesos posteriores, pero en este caso, pueden responder, tampoco es claro, o al me-
nos no tanto como en los tres casos anteriores, que la explicación que apela a sucesos poste-
riores no sea satisfactoria.
26
  «La pregunta ‘¿por qué este objeto particular se comporta de este particular modo?’ es
transformada en la pregunta ‘¿por qué objetos ideales de este tipo general exhiben esas pro-
piedades?’» (Kitcher 1989, p. 453).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 537

blema las explicaciones de hechos probabilistas, siempre que se puedan


inferir de ciertos patrones.27 Y tampoco, obviamente, tiene dificultad
con las explicaciones intuitivamente no causales, pues no se compro-
mete con ningún tipo de mecanismo específico que expresen los patro-
nes argumentativos (aunque acepta que a veces pueden representar pro-
cesos causales).
Parece pues que, al menos en principio, el modelo unificacionista
satisface relativamente bien los desiderata de adecuación extensional y
de generalidad/especificidad. Sus principales retos tienen que ver con
el desideratum de elucidación filosófica. En principio, parece que man-
tiene el beneficio de Hempel de analizar una noción oscura, la de expli-
cación, mediante otras más claras (patrón argumentativo, simplicidad,
etc.). Pero los detalles del análisis ponen de manifiesto varias dificulta-
des o retos, principalmente dos. Por un lado, el análisis debería propor-
cionar un criterio adecuado de ponderación entre los parámetros (a)-(c)
que determinan la simplicidad comparativa, lo que es extremadamente
difícil incluso si hubiese criterios no problemáticos para cada uno de
ellos por separado. Por mencionar sólo la simplicidad y la fuerza/alcan-
ce, es inmediato que estos dos criterios se contraponen: un modo de
obtener un sistema muy simple, e.e. con muy pocos patrones, es rebajar
la fuerza, e.e. perdiendo fenómenos explicados; y viceversa, cuantos
más fenómenos explicados, menos simple es el sistema. Ponderar am-
bos parámetros requiere un criterio de comparación entre ambos y no es
conceptualmente fácil indicar en qué consistiría. El segundo reto es el
de recoger un sentido suficientemente fuerte de la objetividad de las
explicaciones, y hacerlo sin recursos conceptuales que arruinen el ini-
cial beneficio elucidatorio del análisis. La principal dificultad para ello
proviene del hecho de que la simplicidad depende del vocabulario que
aceptemos como primitivo. Podemos simplificar mucho el número de
principios básicos si aceptamos como primitivos predicados «raros»,
como ‘verdul’ (grue). Para eliminar esta indeterminación, una posibili-
dad es exigir que los predicados primitivos sean proyectables28, o que
denoten clases naturales. Pero ambas alternativas, u otras semejantes,
hacen depender el análisis unificacionista de nociones como proyecta-
bilidad o clase natural, tan necesitadas o más de elucidación que la de
explicación, con lo que se arruina el inicial beneficio elucidatorio que
motivaba la línea hempeliana.

27
 Aunque algunos, como Kitcher (cf. 1989) rechazan que haya explicaciones genuina-
mente causales, ello no está directamente relacionado con el análisis unificacionista, sino que
se defiende por motivos independientes, que pueden ser comunes al análisis causalista.
28
 Eso es lo que hace Kitcher (1989, p. 483).
538 filosofía de la ciencia en iberoamérica

4.6.  Causalidad versus unificación

«Estos dos modos de ver la explicación no son incompatibles entre


sí; cada uno ofrece un modo razonable de analizar la explicación. De
hecho, pueden ser tomados como representando dos aspectos diferentes
pero compatibles de la explicación científica» (Salmon 1989, p. 183).
Los modelos causalista y unificacionista de la explicación científica
parecen en principio contrapuestos, esto es, propuestas diferentes y en-
frentadas de análisis de la noción de explicación científica. Sin embar-
go, la cita de Salmon sugiere que esta contraposición puede ser sólo
aparente y que en realidad se trata de análisis compatibles.29No nos in-
teresa realizar aquí un análisis exhaustivo de las diversas posibilidades
de compatibilidad, para nuestros actuales fines basta una breve mención
de las principales posibilidades y de las razones para descartar algunas
de ellas.30
Las principales posibilidades de compatibilidad entre ambos mode-
los son las siguientes:
(i) Dependencia conceptual de las explicaciones causalistas respecto
de las unificacionistas. Toda explicación científica sería conceptual-
mente una explicación unificadora. Las explicaciones causales serían
un tipo de explicaciones (e.e. de explicaciones unificadoras) que ade-
más proporcionan información causal. Lo conceptualmente necesario
para contar como explicación es el elemento unificador, el elemento
causal puede darse a veces (o incluso siempre, pero no por necesidad
conceptual) de modo añadido.
(ii) Dependencia conceptual de las explicaciones unificacionistas
respecto de las causalistas. Toda explicación científica sería concep-
tualmente una explicación causal. Las explicaciones unificadoras se-
rían un tipo de explicaciones (e.e. de explicaciones causales) que ade-
más proporcionan unificación. Lo conceptualmente necesario para
contar como explicación es el elemento causal, el elemento unificador
puede darse a veces (o incluso siempre, pero no por necesidad concep-
tual) de modo añadido.
(iii) Solapamiento conceptual sin dependencia. Ninguna de las dos
nociones de explicación es conceptualmente más básica que, depende

29
 No es el único lugar donde hace esta sugerencia: «[estos dos enfoques] se han desa-
rrollado hasta el punto en que pueden coexistir pacíficamente como dos aspectos distintos de
la explicación científica» (Salmon 1992, p. 39); «No rechazo la posibilidad de una teoría
[unificacionista] de este tipo; creo que ella no entraría en conflicto con la explicación causal
sino que la complementaría» (Salmon 2002a, p. 105).
30
  Para dicho análisis exhaustivo, cf. Díez 2002, donde se justifican las afirmaciones que
siguen.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 539

conceptualmente de, la otra. Ni todas las explicaciones unificadoras


son, conceptualmente, causales, ni todas las explicaciones causales son,
conceptualmente, unificadoras. Ambos tipos de explicaciones compar-
ten sin embargo un núcleo conceptual común en virtud del cual califi-
camos a ambas de ‘explicaciones’ independientemente de lo que les
hace conceptualmente causales o unificadoras.
(iv) Diversos tipos de solapamiento/complementariedad extensional
sin solapamiento conceptual. No hay nada conceptualmente común a
las explicaciones causales y las unificadoras. Sin embargo, de hecho se
da cierto tipo de solapamiento extensional entre ambas (diversas posi-
bilidades: algunas son a la vez de ambos tipos, o todas lo son, o las que
no son de uno lo son del otro, etc.).
Veamos brevemente cuál es la plausibilidad de cada una de estas
alternativas. Seguiremos el orden inverso:

— No es conceptualmente iluminador sostener la complementarie-


dad de dos nociones sobre la base exclusiva de relaciones extensionales
no acompañada de algún tipo de conexión intensional/ conceptual. Si
ese es todo el sentido en que los análisis causalista y unificacionista son
compatibles entonces no es un sentido filosóficamente interesante. Per-
manecería en la oscuridad filosófica cómo es que ambos tipos explica-
ciones son explicaciones. Si no se acepta ni un mínimo núcleo concep-
tual común parece que ni siquiera tiene sentido preguntarse por la
viabilidad/interés de su compatibilidad. La palabra ‘explicación’ signi-
ficaría en cada caso algo completamente diferente. Se trataría de un
fenómeno de polisemia sin interés filosófico.
—  La existencia de un núcleo conceptual común parece, como aca-
bamos de ver, la opción mínima aceptable. Que haya otra opción acep-
table más fuerte depende de la viabilidad de (i) o (ii). Si ninguna de
ellas fuera aceptable tendríamos que contentarnos con esta compatibili-
dad mínima. En este caso, debería proporcionarse un análisis satisfac-
torio de ese núcleo conceptual común, y hacerlo en términos que no
presupusieran ni el causalismo ni el unificacionismo. De momento no
se ha proporcionado un análisis semejante.
— Es poco plausible que toda explicación científica sea concep-
tualmente explicación causal. Hay casos claros de explicación científi-
ca cuya naturaleza causal es, cuando menos, controvertida. Si no en
historia, sociología o psicología, sí al menos en algunas partes de la fí-
sica, como la Mecánica Cuántica o, más claramente, en la Mecánica
Relativista, cuyas explicaciones geométricas o las que apelan al Princi-
pio de Equivalencia son plenamente aceptadas independientemente de
que su carácter causal sea, cuando menos, controvertido. Si ello es así,
540 filosofía de la ciencia en iberoamérica

su aceptación como expiaciones no puede estar dependiendo concep-


tualmente de su carácter causal.
— No hay objeciones fuertes contra la idea de que toda explicación
científica es, conceptualmente, unificatoria. Aunque falta todavía pre-
cisar el sentido de ‘unificación’ que haga a esta idea mínimamente pre-
cisa y a la vez plausible. Si ello no fuera posible, deberíamos aceptar la
inevitabilidad de (iii) y buscar ese núcleo conceptual básico previo.
La propuesta que sigue de análisis de la explicación científica como
subsunción teórica ampliativa puede interpretarse como un intento de
hacer preciso un sentido plausible de explicación unificatoria. Si su pre-
tendida proximidad con la idea básica unificacionista resulta demasia-
do débil como para considerarse una propuesta en esa línea, entonces
deberá tomarse como un intento de elucidar el núcleo conceptual co-
mún a que se limita la opción (iii).

5. Explicación científica como subsunción


modeloteórica ampliativa

Para presentar de modo adecuado las ideas centrales del análisis subsuntivista
de la explicación científica, es preciso ofrecer antes brevemente un esbozo
del análisis de las entidades a que tales explicaciones están vinculadas, a
saber, las teorías científicas. Según el análisis subsuntivista, la explicación
científica va asociada típicamente a las teorías científicas que representan
cierto dominio de datos mediante modelos teóricos ampliados. En qué
sentido la subsunción de los modelos de datos en modelos teóricos ampliados
es explicativa, y en qué medida ese sentido de explicación es próxima al
análisis unificacionista, es algo que depende de la estructura fina de tales
subsunciones y, por tanto, de la estructura de las en cuyo marco se llevan a
cabo.

5.1. Las teorías como entidades modeloteóricas reticulares31

(i) Análisis modeloteórico. Las teorías no se identifican mediante


conjuntos de enunciados sino mediante conjuntos de modelos (aunque
esos modelos son definidos mediante enunciados). Así, p.e. para la
identificación de la Mecánica Clásica serán relevantes los modelos del
tipo <P,t,s,m,f> (P es un conjunto de partículas, p.e. la tierra y la luna,

31
  Para una presentación un poco más detallada, cf. Díez y Moulines (1997), cap. 10
sec. 5; para una presentación completa, cf. Balzer, Moulines y Sneed (1987).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 541

t un intervalo temporal, s la función posición para las partículas en ese


intervalo, m la función masa y f la función fuerza en ese intervalo) y
otros definidos a partir de ellos.

(ii) Distinción T-teórico / T-no teórico. Los términos/conceptos de


una teoría T son los términos (primitivos) que aparecen en la formula-
ción de las leyes de T. Un término es T-no teórico si su denotación en el
modelo se puede determinar (medir) sin usar las leyes de T,32 y es T-
teórico en caso contrario, si todos sus procedimientos de determinación
presuponen alguna ley de T. En nuestro ejemplo, masa y fuerza son
MC-teóricos, el resto MC-no teóricos.

(iii) Fenómenos, base empírica. Los modelos parciales son los re-
cortes T-no teóricos de los modelos de T, p.e. en MC son del tipo
<P,t,s>. Estos son los modelos que representan los fenómenos particu-
lares que explica la teoría, su base empírica o modelos de datos. El
conjunto de sistemas físicos concretos (p.e. un niño columpiándose, la
luna girando en torno a la tierra, ...) a los que se pretende aplicar la teo-
ría es el dominio de aplicaciones pretendidas I.

(iv) Para «dar cuenta» de I la teoría impone diversos tipos de cons-


tricciones formales a los modelos. Las principales son las leyes. Las
leyes que usan solo términos de T definen un conjunto M de modelos
actuales, p.e. en MC las estructuras de tipo <P,t,s,m,f> que satisfacen
además tales y cuales leyes. A veces algunas leyes usan conceptos de T
y de otras teorías, son leyes «puente». Estas también determinan un
cierto conjunto de modelos en T, el conjunto L de vínculos. El último
tipo principal de constricciones se deben a requisitos de coherencia que
T impone, p.e. que cuando una partícula aparezca en dos modelos m le
asigne la misma masa en ambos. El conjunto que expresa esta restric-
ción sobre los modelos es el conjunto C de ligaduras. Así, podemos
expresar el conjunto total de constricciones teóricas sobre los modelos
mediante la terna K=<M,C,L>.

(v) Aserción empírica. Las constricciones formales de K tienen efec-


tos a nivel T-no teórico. Si «juntamos» las de M, C y L, obtenemos el
contenido teórico CnT, y si de los modelos de CnT recortamos su parte
T- teórica entonces obtenemos el contenido empírico de T, CnE. La aser-
32
 Aunque haya algunos procedimientos de determinación que presupongan las leyes de
T, el término será T-no teórico siempre que sea posible determinarlo sin usar tales leyes, para
lo que basta que haya algunos otros procedimientos de determinación que no presupongan
tales leyes. eso e slo que pasa, p.e., con el espacio y el tiempo en MC.
542 filosofía de la ciencia en iberoamérica

ción empírica de la teoría es que los sistemas físicos de I cumplen las


constricciones de K, esto es, que los sistemas de I están entre los de CnE.

(vi) Redes teóricas. No todas las constricciones formales están al


mismo nivel, no todas son igualmente centrales o básicas para T. En
MC, por ejemplo, la explicación de cualquier fenómeno usa la Segunda
Ley de Newton, pero no toda explicación usa la ley de Hooke (para un
muelle sí, para un planeta no), o la de gravitación (para un planeta sí,
para un proyectil también, para un muelle no), o la del rozamiento, etc.
Las constricciones vienen estructuradas por estratos conformando una
red teórica, empezando con las leyes (conjuntos de modelos) más gene-
rales y añadiendo después leyes más específicas en diversas direcciones
para dar cuenta de fenómenos específicos (p.e. en MC, una rama para
fuerzas dependientes de la distancia, otra para fuerzas dependientes de
la velocidad, etc.; un sub—rama de la322 primera para fuerzas dependien-
tes directamente de la distancia, otra para las dependientes inversamen-
te; etc.). El siguiente gráfico representa esta estructura (los nodos infe-
riores son las especializaciones de sus superiores en la red):

f=m·(s/t)’’

f dep. de s f dep. de (s/t)’

dir. dep. inv. dep. f. de fricc.

m·(s/t)’’= -kx cuadr. inv. m·(s/t)’’= -(s/t)’m·g·sen

m·(s/t)’’= m·(s/t)’’=
-m·g·sen G(m·m’/s2)

En este gráfico, cada punto de la red tiene sus propias aplicaciones


pretendidas, siendo las de los nodos superiores la reunión de las de sus
correspondientes nodos inferiores/ especializaciones. Con estas ideas
podemos ya presentar lo fundamental del análisis de la explicación
científicas como subsunciones de modelos de datos en modelos teóri-
cos ampliados.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 543

5.2. Explicación y subsunción teórica ampliativa

La noción central que recoge la idea de explicación dentro de este


marco modeloteórico es la de subsunción (‘embedding’). Esta noción
está presente ya en las diversas concepciones semánticas y es central en
el programa estructuralista ya desde sus orígenes, ocupa un lugar pre-
ponderante en An Architectonic y ha sido desarrollada como propuesta
de análisis de la explicación científica cercana al modelo unificacionis-
ta principalmente por Bartelborth.33 Vamos a presentar aquí la propues-
ta básicamente en la forma en que a parece en Bartelborth, aunque en-
fatizando más que él el aspecto ampliativo de la subsunción para
constituir una explicación.
La idea básica que se encuentra tras la noción de explicación como
subsunción teórica es que explicar un fenómeno consiste en subsumir el
fenómeno en un patrón nómico, esto es, en los términos modeloteóricos
vistos, en subsumir el fenómeno en una rama de la red teórica de cons-
tricciones nómicas K. Explicamos, por ejemplo, el movimiento de la
luna (L) en torno a la tierra (T) durante cierto intervalo t, subsumiendo
el modelo parcial y=<{T,L}, s, t> en las constricciones teóricas CnT de
cierta rama que comienza con la segunda ley de Newton, continúa con
el principio de acción y reacción y prosigue hasta la ley de Gravitación
(más links y ligaduras). Aquí ‘subsumir’ significa mostrar que en CnT
hay modelos <{T,L}, s, t, m, f> que cumplen tales restricciones y que
tienen a y como parte MC-no teórica. Así, explicamos ese fenómeno
cinemático mostrando que, si la tierra y la luna tuviesen tales masas y
estuvieran sometidas a tales fuerzas que se comportan con m, s y t del
modo específico que tales constricciones determinan, entonces su mo-
vimiento debería ser el que de hecho es. Y análogamente con la explica-
ción del movimiento de un objeto en el extremo de un muelle, o de un
niño en un columpio, o de un cuerpo descendiendo en un plano inclina-
do con rozamiento, etc.
Es en este sentido, por tanto, en el que explicamos los fenómenos
empíricos contenidos en el dominio I de aplicaciones propuestas subsu-
miéndolos en el núcleo nómico K de constricciones de la correspon-
diente rama de la red teórica. Nótese que la explicación de los fenóme-
nos, T-no teóricamente identificados, la proporcionan los constituyentes
T-teóricos de los modelos. Es porque en el sistema están «presentes»
esos constituyentes T- teóricos comportándose con los T-no teóricos
como las constricciones establecen, por lo que entendemos el compor-
tamiento de la parte T-no teórica del sistema. Para que haya explicación

 Cf. Bartelborth 1996, 1999 y 2001.


33
544 filosofía de la ciencia en iberoamérica

por subsunción, por tanto, tiene que haber extensión o ampliación teó-
rica. Aunque usualmente es lo que ocurre, no toda teoría genera exten-
sión teórica, y aquellas que no la generen no podrán considerarse expli-
cativas. Por ejemplo, la cinemática galileana, o la astronomía kepleriana,
no lo son. Estas son teorías puramente descriptivas, en las que las «le-
yes» describen simplemente ciertas regularidades empíricas sin añadir
la teoría aparato T-teórico nuevo que refiera a entidades nuevas diferen-
tes a las involucradas en los modelos de datos. En estas teorías los mo-
delos parciales y los modelos posibles coinciden, pues no hay compo-
nentes T-teóricos que «recortar». Eso no quiere decir que los fenómenos
descritos por esas teorías no puedan ser explicados. Lo que sucede es
que en estos casos el proceso de explicación es más complejo y «deri-
vado» del anterior a través de relaciones interteóricas reductivas que
mantienen con otras teorías, por ejemplo en estos dos casos con la Me-
cánica Clásica.
La referencia hecha a la astronomía kepleriana requiere un comenta-
rio, que permitirá además clarificar otras cuestiones relacionadas.34 He-
mos dicho que esta teoría no es explicativa sino meramente descriptiva,
y que ello es así porque no contiene conceptos teóricos con los que
conformar modelos ampliados. En An Architectonic, sin embargo, se
reconstruye la teoría de Kepler de modo tal que sus modelos tienen un
componente T-teórico, la constante de Kepler k, que equivale aproxima-
damente, en términos newtonianos, al cociente entre la masa del plane-
ta (del modelo) y la del sol.35 Así reconstruidos los modelos, se presen-
ta la segunda ley de Kepler en términos dinámicos (que tienen como
consecuencia que la trayectoria es una elipse). Bien, así reconstruida la
teoría sí sería explicativa, siendo la constante de Kepler el factor expli-
cativo de la trayectoria elíptica de cada planeta. Pero no es ésta la teoría
a la que me he refería como ‘astronomía kepleriana’. Mediante este
término me refiero a las tres leyes estrictamente cinemáticas que (con
independencia ahora de la mayor o menor fidelidad histórica) se han
popularizado como «las leyes de Kepler», a saber: que los planetas si-
guen órbitas elípticas con el sol ocupando uno de los focos; que «ba-
rren» áreas iguales en tiempos iguales; y que el cuadrado del períodos
de cada planeta es proporcional al cubo de su distancia media al sol.
Éstas son las leyes a que me refería y que constituyen una teoría pura-
mente descriptiva, teoría no explicativa porque sus modelos no contie-
nen entidades T-teóricas. Quizás se diga que sí había una teoría explica-

34
  Las críticas de Jesús Zamora me han hecho reflexionar sobre la complejidad de este
ejemplo.
35
 Cf. pp. 374 ss.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 545

tiva tras ellas, a saber, aquella que incorpora la «hipótesis» kepleriana


neopitagórica de que el sol contenía un anima motrix que era la respon-
sable del movimiento de los planetas y de que éste fuese como las tres
leyes cinemáticas describen. No he tomado en consideración esa hipó-
tesis, pero nuevamente, cuestiones de interpretación histórica al mar-
gen, lo importante es que si ampliáramos la teoría cinemática incluyen-
do esa hipótesis dinámica, entonces la teoría resultante sí sería
(pretendidamente) explicativa. Aun sin incluir esa hipótesis, se dirá, hay
un sentido en que la astronomía kepleriana entendida como aquí lo ha-
cemos como constituida por esas tres leyes, sí es explicativa, a saber:
esas tres leyes «explican» el movimiento aparente de los planetas, esto
es, las trayectorias «errantes», con retrogradaciones, de ciertos puntos
del cielo visible a lo largo de la eclíptica. Sin embargo, esta teoría es
ahora muy diferente a la teoría a que me he estado refiriendo. En esta
teoría los datos son ciertas trayectorias retrogradantes de puntos del cie-
lo visible, descritas con determinado vocabulario T-no teórico, y las tres
leyes de Kepler explicarían esos trayectorias retrogradantes de esos
puntos luminosos, aumentando los modelos de datos (que describen las
trayectorias retrogradantes de los puntos luminosos) con ciertas entida-
des teóricas.36 La cuestión es pues siempre la misma: una teoría es ex-
plicativa en la medida en que sus modelos incluyen entidades adiciona-
les respecto de los modelos de datos, esto es, en la medida en que
aumenta la ontología presupuesta en los modelos de datos, determina-
ble previa e independientemente de la teoría, con nueva ontología «pro-
pia» de la teoría; y no es explicativa si carece de esa función ampliati-
va.37
Este es pues el esquema básico del análisis de la explicación cientí-
fica como subsunción teórica ampliativa. Explicar un fenómeno parti-
cular consiste en subsumirlo en un modelo teórico ampliado en el mar-
co de una red teórica. ¿Qué tal le va a este modelo respecto de los tres
criterios de adecuación que establecimos para todo análisis de la expli-
cación científica? Por lo que se refiere a la elucidación filosófica, este
análisis no utiliza otros conceptos tan o más oscuros que el de explica-
ción. El análisis depende, básicamente, de los conceptos de subsunción
ampliativa y de red teórica, conceptos que elucida a su vez mediante

36
 Seguramente cosas como «planeta», «movimiento real del planeta», etc. Una determi-
nación precisa de las entidades T-teórica requeriría una reconstrucción rigurosa de esta teo-
ría.
37
 Otro tipo de teorías no explicativas son las llamadas teorías de la medición (‘Measu-
rement Theories’, cf. Díez 1998, 2000), pero en este caso la explicación de los fenómenos
que describe no se obtiene por reducción sino mediante una relación interteórica más com-
pleja (cf. Díez 2002b).
546 filosofía de la ciencia en iberoamérica

los de T-teoricidad, modelos de datos, aplicación pretendida, especiali-


zación y otros que elucida a su vez de modo claro. Parece pues que este
análisis no elucida «lo oscuro mediante lo más oscuro».
En cuanto a la especificidad/generalidad, parece que también lo cum-
ple satisfactoriamente. El modelo que hemos dado se aplica esencialmen-
te a la explicación de hechos particulares, independientemente de que
éstos sean deterministas o indeterministas. Las explicaciones de hechos
particulares deterministas se diferencian de las indeterministas simple-
mente en que las teorías/modelos en que se subsumen son deterministas
en el primer caso y probabilistas en el segundo. El tipo de subsunción es
el mismo, el tipo de modelo en que se subsume es diferente. ¿Cómo da
cuenta este modelo de las explicaciones de hechos generales? En este
fenómeno siempre está involucrada algún tipo de reducción interteórica,
y la reducción interteórica se elucida, indirectamente, en términos de sub-
sunción. Ahora bien, el tipo de reducción no es siempre el mismo. Hay
que distinguir por lo general dos tipos de casos, según los hechos genera-
les explicados sean a su vez explicativos o no lo sean. Las leyes galileanas
del movimiento, o las leyes de Kepler son de este segundo tipo. Las leyes
de la Mecánica del Sólido Rígido o las de la Termodinámica son del pri-
mero. La reducción de la cinemática galileana y la astronomía kepleriana
a la MC es una reducción exclusivamente a nivel empírico o aplicativo.
Esta reducción consiste simplemente en que la teoría reductora incluye
entre su dominio de aplicaciones pretendidas I modelos parciales que
expresan las regularidades no explicativas de las teorías reducidas, mode-
los que son explicados mediante subsunción ampliativa en la teoría re-
ductora. En este caso, pues, se trata de reducción explicativa pero sin
sustitución explicativa. Un fenómeno general no explicado se explica en
el marco de la reductora. Por otro lado, la reducción de la Mecánica del
Sólido Rígido o la Termodinámica a la MC es una reducción teórica o de
sustitución explicativa, pues estas teorías realizaban sus propias explica-
ciones por subsunción ampliativa de determinados fenómenos. La reduc-
ción explicativa en este caso consiste básicamente en correlacionar los
modelos parciales y los completos de ambas teorías de modo tal que, el
que ciertas aplicaciones de la reductora sean subsumible en ciertas cons-
tricciones K implica que las correspondientes aplicaciones de la reducida
sean subsumibles en las correspondientes constricciones K’. Esto es, una
subsunción-explicación sustituye a otra. Y no sólo la sustituye, sino que,
en cierto sentido, la explica. El que ciertas subsunciones—explicaciones
(de la reductora) funcionen, explica que ciertas otras subsunciones-expli-
caciones (de la reducida) funcionen. Esta explicación entre explicaciones
no es literalmente del mismo tipo que las subsunciones, pero se analiza en
términos de subsunciones.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 547

Por último, por lo que se refiere a la adecuación extensional, nos va-


mos a restringir de momento a las explicaciones científicas (o a la even-
tual versión científica de las explicaciones de los ejemplos); cómo se
enfrenta este modelo con las explicaciones precientíficas ordinarias se
discutirá más adelante. Así, la bajada de la presión explica la tormenta
pero no la explica la bajada del barómetro porque en la subsunción teóri-
ca del modelo de datos que representa la tormenta no juega ningún papel
la bajada del barómetro pero sí el descenso de la presión. Y análogamen-
te para los casos de la altura del mástil y del no embarazo de Juan.38 Qui-
zás se objete que siempre es posible construir artificialmente tales sub-
sunciones y que la cuestión es cómo excluirlas. La respuesta en este caso
es sustancialmente la misma unificacionista: esas subsunciones serían
insatisfactorias, o en cualquier caso más insatisfactorias que las otras,
atendiendo a criterios de unificación y simplicidad (cf. infra). Un caso
diferente es el del eclipse en cierto momento t, y en general el de la asi-
metría temporal p.e. en mecánica y otras teorías «reversibles». En MC
son igualmente subsumibles ampliativamente tanto el modelo que repre-
senta la trayectoria del sistema tierra/sol/luna entre t’ y t (t’ < t), como el
modelo que representa la trayectoria del sistema tierra/sol/luna entre t y
t» (t < t»). Ambas subsunciones nos sirven para poder «predecir» el eclip-
se en el primer caso y «retrodecirlo» en el segundo. Pero recordemos que
ahora explicación no es mera derivación. En los dos casos hay subsun-
ción, y lo que se subsume en ambos casos es cierta trayectoria cinemática,
en el primero una que acaba en el eclipse y en el segundo otra que empie-
za en él. En tanto que trayectorias de un sistema durante un periodo de
tiempo ambas son igualmente subsumibles y por tanto igualmente expli-
cadas. Y ello coincide perfectamente con nuestras intuiciones. Otra cues-
tión es cuál de las dos subsunciones, o si las dos, pueden considerarse
explicaciones del eclipse. Eso es algo que el modelo parece dejar de mo-
mento indeterminado. Ante ellos caben dos alternativas. La primera re-
forzar el modelo exigiendo que, cuando un modelo de datos que represen-
ta un proceso se subsume en un modelo teórico, se puede decir
derivativamente que los eventos anteriores del proceso explican los pos-
teriores pero no a la inversa. Ello supondría introducir primitivamente la
precedencia temporal en este sentido derivativo de explicación. La segun-
da opción es dejar genuinamente indeterminada la asimetría como una
asimetría en la explicación y dar cuenta de nuestras intuiciones en otros
términos. Por ejemplo, la razón de que consideremos que las posiciones
en t’ explican (derivativamente) las posiciones en (t), pero que las de (t”)

38
 Se puede objetar que es siempre posible construir artificialmente tales subsunciones.
Acerca
548 filosofía de la ciencia en iberoamérica

no, podría ser que confundimos o «mezclamos» dos cuestiones distintas,


una la cuestión genuina de la explicación, en la que no habría diferencias,
y otra la cuestión de la predicción, en la que sí hay diferencia y ésta tiene
que ver obviamente con el orden temporal.39Esta es un aspecto de mo-
mento abierto que el modelo subsuntivista debe elaborar. Aun así, y re-
cordando que nos restringimos de momento a las explicaciones científi-
cas, el modelo subsuntivista satisface los desiderata que establecimos en
mayor grado que sus predecesores.
En cuanto a la adecuación extensional, otra cuestión diferente es si
cabe esperar que todas las explicaciones científicas se adecuen al pa-
trón subsuntivista, incluidas las explicaciones en algunas ciencias hu-
manas, particularmente en la historia.40 Esta es una cuestión que entron-
ca con la tradicional polémica entre explicación y comprensión, pero en
la medida en que sea legítimo hablar genuinamente de explicaciones en
las ciencias historiográficas, no veo motivos de principio por los que no
se puedan adecuar a este esquema. Un problema independiente es si las
explicaciones en historia son siempre tan complejas estructuralmente
como este modelo presupone, pues ello tiene que ver con la adecuación
de este modelo a las explicaciones pre o protocientíficas, que hemos
dejado para las consideraciones finales.

5.3. Subsunción, unificación y causalidad

El modelo subsuntivista presenta ciertos rasgos que lo aproximan a


la tradición inferencialista, y en especial a la versión unificacionista del
inferencialismo. T. Bartelborth ha enfatizado los aspectos del subsunti-
vismo que más manifiestan un «espíritu» unificacionista. Entre ellos
destacan los siguientes:

(a)  Los fenómenos no se explican «sueltos» sino «en grupos».41


Los elementos de I no son modelos parciales sueltos sino grupos de
ellos, por ejemplo, la luna dando vueltas a la tierra, junto con Venus
dando vueltas al sol, junto con ..., o un niño en un columpio, junto con
el péndulo de un reloj, junto con..., etc.

(b)  La explicación es tanto mejor cuanto mejor es el balance entre


aplicación e información. La aplicación es tanto mayor cuanto mayor es
39
  De hecho, muchos estudiantes tienen intuiciones más fuertes sobre los casos del más-
til, del embarazo y de la tormenta que sobre el del eclipse.
40
 Agradezco a Ulises Moulines haberme llamado la atención sobre este aspecto.
41
 Este fenómeno se toma en consideración por primera vez en Moulines 1982, cap. 2.4.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 549

la parte de I exitosa. La información es tanto mayor cuanto más restrin-


ge K, esto es cuanto menor es CnT. Y estos dos parámetros compiten
entre sí: se puede ampliar mucho la aplicación disminuyendo mucho la
información (cuantos menos constricciones imponga K más fácil es que
las aplicaciones de I estén efectivamente en CnE), y viceversa, hasta los
casos extremos de aplicación total por información nula (tautológica) o
información máxima con aplicación nula.42

(c)  La explicación es integradora u orgánica: (i) La explicación de


unos fenómenos en una rama de la red está integrada con la de otros en
otras ramas a través de la dependencia de ambas de las partes comunes
de sus respectivas ramas, al menos las constricciones generales superio-
res (p.e. Segunda Ley de Newton) comunes a toda la red. (ii) La expli-
cación conecta modelos entre sí a través de las condiciones de ligadura
C. (iii) La explicación conecta con otras teorías a través de los vínculos
interteóricos L que forman parte de las restricciones de K.

(d)  Dentro de una misma teoría, se produce progreso explicativo


cuando fenómenos que requerían explicaciones diferentes se explican
ahora del mismo modo. En términos de redes teóricas, cuando la red se
simplifica sin perder aplicatividad. Para que ello represente un progre-
so efectivo se deben excluir casos en los que simplemente se «conjun-
tan» ramas diferentes. Para evitar esa situación, la red ha de ser tal que
en ningún extremo terminal <K, I> de una rama sea posible dividir K, I
respectivamente en K1, K2, I1, I2 tales que I es subsumible bajo K syss I1
es subsumible bajo K1 y I2 es subsumible bajo K2.43

Si estos rasgos se consideran una precisión suficiente y plausible del


núcleo de la intuición unificacionista entonces el análisis subsuntivista
podría proporcionar la versión de unificacionismo que apoyase la alterna-
tiva (ii) del último apartado de la sección anterior. Si no se consideran
suficientes y son esenciales al unificacionismo intuiciones adicionales,
entonces el subsuntivismo sustentaría tan sólo la alternativa (iii), e.e. pro-
porcionaría un núcleo conceptual común a toda explicación científica, ya
sea unificadora o causal. Para ello es preciso que el subsuntivismo sea
compatible con la existencia de explicaciones causales. Y efectivamente
lo es: una explicación/ subsunción es causal cuando las entidades T-teóri-
cas con las que T amplía los modelos de datos dando lugar a modelos
teóricos son entidades con poder causal (sea esto lo que sea).

  Bartelborth (2001) pp. 9-11.


42

 Esta condición modifica ligeramente otra de Balrtelborth (2001), p. 10.


43
550 filosofía de la ciencia en iberoamérica

Así, no nos preguntamos si hay operando mecanismos causales para


poder decir que explicamos un determinado fenómeno. Quizás los haya
a veces, incluso pudiera haberlos siempre, pero en este marco eso no es
lo conceptualmente relevante para hablar de explicación. Se explica un
fenómeno cuando se subsume ampliativamente en la correspondiente
rama de la red. La explicación será además causal si alguno de los cons-
tituyentes T-teóricos con los que ampliamos los modelos T-no teóricos
tiene potencia causal, o alternativamente, si las constricciones-leyes de
K son leyes causales. Muchas veces así es, como en la explicación me-
cánico-clásica de los fenómenos cinemáticos. Pero en algunos casos
puede no ser así, o es cuando menos controvertido y ello no impide
hablar de explicación. Algunos, por ejemplo, defienden que sólo las
leyes de sucesión son causales, y las de coexistencia no. Desde la pers-
pectiva subsuntivista cualquiera de ellas son explicativas mientras inter-
vengan en subsunciones ampliativas, independientemente de su even-
tual carácter causal. Quizás la explicación del movimiento del globo en
un avión apelando al Principio de Equivalencia no sea causal, o la de la
conducta en términos de deseos y creencias, o las mecánico-cuánticas,
pero ello no obsta para que las califiquemos de explicaciones genuinas
sin esperar a resolver la controversia, y lo hacemos porque independien-
temente de su estatuto causal, también son casos de subsunción teórica
ampliativa

Conclusión

La noción de explicación científica como subsunción teórica am-


pliativa expresa un sentido claro de ‘explicación’, acorde con los casos
paradigmáticos de explicación científica, y que se adecua satisfactoria-
mente a los desiderata con que se ha de afrontar todo análisis de la ex-
plicación, o al menos más satisfactoriamente que los modelos anterio-
res. Respecto de éstos, el análisis subsuntivista permite preservar y
combinar sus virtudes sin cargar con sus deficiencias:

(a) Análisis inferencialista nómico. El subsuntivismo comparte


con él la intuición de que explicar supone algún tipo de «esperabilidad»
o «encaje», así como que involucra leyes. No se compromete sin embar-
go con que la explicación sea siempre inferencial en sentido estricto, y
tampoco con que sea local.

(b) Análisis causalista. El subsuntivismo comparte con él la intui-


ción de que explicar supone siempre «poner algo ontológicamente nue-
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 551

vo sobre el tapete». Pero discrepa en que ello tenga que ser siempre
causal para poder hablar legítimamente de explicación. A veces, incluso
la mayoría de las veces, lo es, pero no es conceptualmente necesario.

(c) Análisis unificacionista. El subsuntivismo comparte con él la


intuición de que la explicación es básicamente no—local, y que es tanto
mejor cuanto más orgánica/unificadora sea (sin perder alcance). Pero
discrepa en las versiones estrictamente inferencialistas del unificacio-
nismo (Kitcher), y está en cuestión si los rasgos unificacionistas que
presenta son suficientes para asentar el unificacionismo como la alter-
nativa conceptualmente más general.

El modelo unificacionista representa, en mi opinión, una propuesta


prometedora de análisis de la explicación científica, que recoge lo me-
jor de las anteriores evitando sus deficiencias. El mayor problema con
que se enfrenta deriva de su eventual generalización a todo tipo de ex-
plicación, incluyendo la explicación no científica ordinaria. Por un
lado, parece que nuestra noción de explicación es tal que hay un núcleo
conceptual común compartido por las explicaciones científicas y las
precientíficas. Por otro, esta noción de explicación científica como sub-
sunción teórica ampliativa parece difícilmente extrapolable a las expli-
caciones precientíficas, que carecen de la complejidad teórica presu-
puesta por el subsuntivismo. Ante esta situación caben tres opciones:
Una opción es renunciar a la idea de que hay un núcleo conceptual
común a la explicación científica y a la precientífica. Ello parece poco
deseable, fundamentalmente porque los casos paradigmáticos de aso-
ciados a la expresión ‘explicación’ son precientíficos, y por tanto deja-
ríamos en el misterio por qué las explicaciones científicas son denomi-
nadas ‘explicaciones’.
Otra opción menos drástica es defender que hay un núcleo concep-
tual común a la explicación científica y la precientífica pero que dicho
núcleo no lo da la noción de subsunción teórica ampliativa y está toda-
vía por analizar/descubrir. En ese caso, habríamos logrado dar un análi-
sis satisfactorio de la noción de explicación científica pero dicho análi-
sis no arrojaría ninguna luz sobre ese núcleo conceptual común y por
tanto dejaríamos también en este caso en el misterio por qué las expli-
caciones científicas son denominadas ‘explicaciones’, al menos provi-
sionalmente hasta que no diéramos con dicho núcleo conceptual co-
mún.
La última opción es debilitar un poco las fuertes condiciones estruc-
turales presupuestas en el análisis de modo que las explicaciones pre-
científicas se adecuen a ellas, siquiera vaga o gradualmente, pero con-
552 filosofía de la ciencia en iberoamérica

serven todavía el núcleo de las intuiciones subsuntivistas. Tal como las


hemos expuesto, el modelo subsuntivista combina dos ideas: (i) expli-
car científicamente es subsumir el explanandum/ modelo de datos en un
explanans/modelo teórico que incorpora material ontológico nuevo, y
(ii) esta subsunción tiene lugar en el marco de una red jerarquizada y
conectada de constricciones sobre la relación entre el material nuevo y
el ya existente en los modelos de datos. De estas dos ideas, la más esen-
cial al subsuntivismo parece ser la primera, y también a la que más pa-
rece que se pueden adecuar también las explicaciones precientíficas.
De este modo, podríamos relajar nuestras condiciones sin exigir que la
red constricciones sea siempre tan compleja y bien estructurada como
en una teoría científica desarrollada. Las explicaciones precientíficas
serían entonces subsunciones teóricas en un sentido de ‘teórico’ que no
presupondría la complejidad de una red teórica, sino tan sólo la intro-
ducción de aparato conceptual nuevo respecto del utilizado en la des-
cripción de los datos. Ello supondría cierto grado de vaguedad o varia-
bilidad en la «bondad» de las explicaciones, siendo tanto mejores las
explicaciones cuanto más se aproximaran al modelo complejo, lo cual
parece en principio una consecuencia deseable. Aunque las explicacio-
nes precientíficas fuesen paradigmáticamente más básicas, también se-
rían más vagas e imperfectas y su optimización daría lugar a las expli-
caciones científicas. El único problema con esta opción es que para que
la noción de subsunción no sea vacía hay que mantener alguna fuerza en
las constricciones, y esa fuerza depende típicamente de la interconexión
de las diferentes constricciones, de modo que si se relajan totalmente
dichas conexiones la subsunción puede devenir trivial. La cuestión es
cuánto se pueden relajar sin trivializar la subsunción y si esas constric-
ciones mínimas no triviales pueden satisfacerse plausiblemente en las
explicaciones no científicas. Este es el principal reto al que se enfrenta
el subsuntivismo si pretende proporcionar una teoría general de la ex-
plicación.

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COMENTARIO
de Jesús Zamora Bonilla

Universidad de Nacional de Educación a Distancia, España


jpzb@fsof.uned.es

El intento del profesor Díez Calzada de fortalecer la concepción es-


tructural de las teorías científicas mostrando cómo ésta permite desa-
rrollar un análisis de la explicación científica mejor que las otras alter-
nativas disponibles en el mercado filosófico, me parece sin duda
interesante y prometedor. En cierto sentido, comparto con él la intui-
ción de que, puesto que el estructuralismo es una de las mejores eluci-
daciones que poseemos de la naturaleza de las teorías científicas, y
puesto que una de las principales funciones de las teorías es ofrecer
explicaciones de los fenómenos, entonces el estructuralismo también
debería ser capaz de aclararnos en qué consiste aquella relación entre
un fenómeno (o varios) y una teoría científica, por la cual afirmamos
que ésta nos proporciona una explicación de aquéllos. Mi principal pre-
ocupación sobre este proyecto tiene que ver en gran medida con las
dudas ya formuladas por Bas van Fraasen a propósito del propio con-
cepto de explicación, concepto que sería de una naturaleza eminente-
mente pragmática, y por lo tanto no reducible a meras relaciones for-
males. Dicho en pocas palabras: no es que las teorías expliquen los
fenómenos, sino que nosotros utilizamos las teorías para explicarlos.
Además, por la propia naturaleza pragmática del acto de explicar, es
seguro que en él intervendrán factores esencialmente subjetivos, que
tengan que ver más con la actitud de los demandantes y oferentes de
explicaciones, que con las relaciones estructurales que eventualmente
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 555

puedan darse entre explanantes y explanda. Una forma interesante de


comprender este hecho, y de percibir la gravedad de su ausencia en
elucidaciones (por otra parte tan certeras) como las de José Díez, con-
siste en indicar que la gran mayoría de las condiciones necesarias y
suficientes que usualmente se ofrecen para analizar el concepto «X es
una explicación de Y», son bastante inútiles cuando lo que intentamos
es saber en qué consiste que X sea una buena explicación, o aún mejor,
en qué consiste que X sea la explicación correcta de Y. Dicho de otro
modo: es necesario distinguir entre las condiciones que hacen de algo
una explicación «posible» de un fenómeno (si es que, por otro lado, hay
tal conjunto de condiciones necesarias y suficientes) y las condiciones
que hacen que algo sea la «verdadera» explicación de ese fenómeno (o,
al menos, las razones que nos llevan a pensar que es una explicación
mejor que otras, o a pensar que es más verosímil que la explicación sea
esa, en vez de otras). Los enfoques unificacionista y causalista son más
conscientes de este problema que el inferencialista; el primero de ellos,
al poner en relación el hecho de que X explique Y con el hecho de que,
además, tenga que explicar otras cosas (pero, dicho sea de paso, si X es
«la auténtica» explicación de Y, ¿lo será más aún porque también expli-
que Z?), y el segundo, al relacionarlo con el hecho de que X tenga algo
que ver con las causas (pero, insistamos, ¿causas reales, o meramente
hipotéticas?) por las que Y sucede. Propongo que comencemos escudri-
ñando el problema a partir de esta última cuestión.
Para ver la importancia de distinguir los dos conceptos señalados
arriba, admitamos en principio (aunque más adelante haré algunos co-
mentarios críticos sobre esto) que es válida la tesis principal del artícu-
lo de Díez Calzada, a saber, la de que la explicación científica consiste
fundamentalmente en la subsunción ampliativa, por parte de una teoría,
de un conjunto de estructuras de datos (conjunto que puede consistir él
mismo en una teoría «de más bajo nivel»). Ahora bien, puede muy bien
suceder que la intención original que llevó a la formulación de la teoría
no fuese la de ofrecer una explicación de esos datos, sino la de resolver
algún otro problema. Por ejemplo, la teoría de Crick y Watson sobre la
estructura del ADN permite «explicar» ciertos hechos conocidos sobre
la función reproductora de los cromosomas y sobre la química de esta
sustancia (pongamos, la regla de Chargaff, sobre las relaciones que
existen entre las cantidades presentes de los cuatro tipos de bases), pero
la principal pregunta que Crick y Watson querían responder no era la de
«¿por qué se cumple la regla de Chargaff?», sino «¿cuál es la estructura
del ADN?». Que su teoría permitiese explicar aquella regla y otros da-
tos conocidos, sería, en todo caso, la parte principal de las razones por
las que su teoría debería ser considerada como correcta, y por lo tanto,
556 filosofía de la ciencia en iberoamérica

por las que podemos aceptar que la teoría explica verdaderamente aque-
llos hechos. Pero así parece que llegamos a una especie de paradoja o
círculo vicioso, pues para que podamos considerar que una teoría es
correcta, ésta debe conseguir explicar ciertos hechos (en principio,
cuantos más mejor), pero sólo podremos aceptar que la teoría nos ofre-
ce la explicación correcta de esos hechos cuando podamos considerar
que es correcta.
En resumen: para decidir si la teoría X es aceptable, exigimos que X
explique Y, Z, W...; pero para saber si X ha explicado realmente Y, Z,
W..., o si sólo lo ha hecho aparentemente, tenemos que decidir primero
si X es correcta. Por supuesto, la paradoja se elimina si en la primera
parte sólo afirmamos que, para decidir si X es aceptable, hay que exigir
que X explique al menos aparentemente Y, Z, W..., pero no hay que
exigir de antemano que X los explique realmente; esto último irá de
suyo con la decisión de aceptar X como la teoría correcta. De esta ma-
nera, aquello que haga X con Y, Z, W... desde el punto de vista formal,
es decir, la relación lógica que exista entre X y esos hechos, no será en
ningún caso la de que X los «explica», sino la de que X los «explica
aparentemente», o, en un lenguaje más afín al estructuralismo, X es una
«explicación potencial» de ellos. Este último es el concepto que, en
todo caso, habría reconstruido José Díez en su artículo, y que me atrevo
a resumir así:
La teoría X es una explicación potencial del hecho Y si y sólo si:

a) las estructuras de datos de las que Y constituye una síntesis es-


tán subsumidas en X;
b) X subsume de la misma manera muchos otros hechos («rele-
vantes»); y
c) en las estructuras definidas por X aparecen inevitablemente
conceptos que no aparecen en las estructuras relativas a estos
otros hechos.

La primera condición representa el requisito de que, dicho en claros


y sanos términos enunciativistas, el hecho Y se pueda inferir a partir del
supuesto de que la teoría X es verdadera. La segunda condición tiene
que ver con el requisito unificacionista de que la teoría debe explicar
muchos hechos para poder ser tomada como la explicación correcta de
ellos. Finalmente, la tercera condición tiene que ver con la intuición
causalista de que aquello por lo que X explica Y es, digamos, alguna
«estructura ontológica subyacente», no manifiesta en los propios he-
chos que queremos explicar. Una ulterior conexión entre los requisitos
segundo y tercero es la relativa a la parsimonia explicativa: la «super-
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 557

estructura» sobreimpuesta por X en los datos Y, Z, W... tiene, paradóji-


camente, la función de hacer la teoría más simple, ya que la teoría
muestra que la «causa» de todos aquellos hechos es una y la misma, y
puede ser expresada mediante unas pocas leyes simples. Las ideas de
causalidad y de unificación están así, más unidas de lo que parece, aun-
que no seguiré explorando aquí este interesantísima cuestión.
Por otro lado, la exigencia de que X tenga que añadir algunos con-
ceptos no presentes en las descripciones de Y, Z, W... (es decir, el requi-
sito de que sea una subsunción ampliativa) para que la primera pueda
considerarse una explicación de los segundos, me parece demasiado
fuerte. Dicho de otro modo: en mi opinión, el explanans puede estar
formulado en el mismo lenguaje que el explandandum, y no necesaria-
mente en un lenguaje más rico. Por ejemplo, en el caso del ADN, la
descripción de su estructura no requiere añadir ningún concepto que no
esté presente ya en la descripción de los fenómenos físico-químicos o
biológicos que pueden ser explicados mediante aquélla. Lo mismo su-
cede, en general, con todos aquellos casos en los que ciertos fenómenos
son explicados como consecuencia de un orden subyacente, y no de
unas entidades o propiedades nuevas. Por ejemplo, las leyes de Kepler,
y los mismos sistemas ptolemaico y copernicano (entendidos como me-
ras descripciones de las trayectorias reales de los planetas, y no como
afirmaciones sobre la existencia de ciertas «esferas» materiales), expli-
caban los fenómenos conocidos sobre las trayectorias observadas (p. ej.,
la retrogradación), pero sin introducir conceptos esencialmente nuevos,
esto es, no definibles mediante los conceptos disponibles anteriormen-
te. Sin salir del ámbito de la astronomía, la vetusta explicación de los
eclipses como resultado de la interposición de la luna entre la tierra y el
sol, o de la tierra entre la luna y el sol, no parecen requerir la introduc-
ción de conceptos distintos del del «trayectoria» (y si lo hacen, serán
más bien conceptos procedentes de la óptica; p. ej., que la luz viaja en
línea recta, aunque no tengo muy claro si esto es una novedad «ontoló-
gica»). De igual modo, la teoría Darwiniana de la evolución explica la
variabilidad de las especies y sus características adaptativas sin introdu-
cir tampoco nuevos conceptos «teóricos» (cosa distinta ocurriría con la
teoría neodarwinista, que utiliza el concepto de «gen»). La tabla perió-
dica de los elementos explica por qué se observan ciertas regularidades
en las propiedades de las sustancias químicas. Y así podríamos seguir.
Nótese que no estoy afirmando que los conceptos teóricos, o supues-
tos ontológicos nuevos, sean prescindibles en general. Mi tesis es úni-
camente que, en muchas ocasiones, ciertos fenómenos son explicados
mediante «teorías», «modelos» o «hipótesis» científicas que no son in-
novadores desde el punto de vista ontológico, sino que se limitan a in-
558 filosofía de la ciencia en iberoamérica

troducir un cierto orden, o una cierta perspectiva nueva en los fenóme-


nos. Como es bien sabido, a su vez esas «hipótesis» (convertidas en
«leyes») serán susceptibles de recibir una explicación; p. ej., «por qué
se cumplen las leyes de Kepler», «por qué se producen las mutaciones»,
«por qué los elementos químicos se ordenan según la tabla periódica»,
etc.). Lo que quiero señalar es la idea de que, p.ej., las leyes de Kepler
no explican menos el movimiento aparente de los planetas que lo que la
ley de la gravedad explica a su vez las leyes de Kepler.
Pero volvamos a los aspectos pragmáticos de la explicación científi-
ca a los que me refería más arriba. La pregunta que mejor pone de ma-
nifiesto la importancia de la pragmática es la siguiente: supuesto que X
explique Y en el sentido que acabamos de definir, ¿qué valor científico
debemos darle a eso? El ejemplo de la estructura del ADN expuesto
más arriba nos hace ver que la razón por la que es importante para los
científicos el que X explique Y, es, en general, porque eso les permite
hacer más defendible la teoría X (es decir, porque es un buen argumen-
to a favor de la validez de X). Ahora bien, parece claro que, al menos si
hacemos caso a las manifestaciones autobiográficas de los científicos,
y a la descripción aristotélico-popular de la ciencia como movida por la
búsqueda de las causas y lo asombroso, las explicaciones se buscan
otras veces «por sí mismas», simplemente porque se desea encontrar el
por qué de algún fenómeno; en definitiva, resulta difícil negar que los
científicos estén motivados en gran medida por el acicate de los «por-
qués». Sin poder entrar ahora en grandes detalles sobre esta cuestión,
permítaseme exponer brevemente una hipótesis que permitiría conjugar
ambas consideraciones. Primero, creo que cualquier pregunta de tipo
«por qué» no pierde nada de su contenido si la reformulamos por una
pregunta acerca de los mecanismos, estructuras o regularidades que tie-
nen como consecuencia los fenómenos que queremos explicar, esto es,
una pregunta de tipo «cómo» (por ejemplo, la pregunta «¿por qué los
planetas retrogradan?» es equivalente a la de «¿cómo se mueven real-
mente los planetas —de tal manera que su movimiento aparente sea el
que observamos?»); en cambio, hay preguntas de tipo «cómo» (p. ej.,
«¿cómo se comportarán ciertas sustancias sometidas a ciertas situacio-
nes experimentales?) o de otros tipos (p. ej., «¿existe el elemento predi-
cho por la teoría de Mendeleiev en tal o cual hueco de la tabla periódi-
ca?) que no son formulables como preguntas de tipo «por qué» (aunque
sus respuestas darán origen, sin duda, a otras preguntas de este tipo). En
segundo lugar, lo que convierte a una pregunta que en principio podría
ser de tipo «cómo» en una pregunta de tipo «por qué» son simplemente
nuestras expectativas sobre de la plausibilidad de un fenómeno en fun-
ción del resto de conocimientos disponibles en el momento: por decirlo
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 559

en términos bayesianos, una pregunta de tipo «por qué» es una pregun-


ta de tipo «cómo» acerca de un fenómeno que, dado el resto de nuestro
conocimiento, tendría muy baja probabilidad subjetiva de suceder, o de
hacerlo como lo hace. (Es importante tener en cuenta, por otro lado,
que las probabilidades subjetivas de cada científico no tienen por qué
coincidir con las de los demás, de modo que no todos estarán siempre
de acuerdo necesariamente con cuáles son los fenómenos que «preci-
san» una explicación).
Así, la pregunta más interesante desde el punto de vista de una teoría
pragmática de la explicación no es tanto la de qué relación debe existir
entre el explanans y el explanandum, sino más bien la de qué demonios
es lo que convierte a una proposición cualquiera en un explanandum
para el que merezca la pena buscar un buen explanans. En mi opinión,
como digo, un hecho se convierte en un explanandum potencial cuando
su probabilidad subjetiva para los científicos, dado el resto del conoci-
miento relevante, desciende por debajo de un determinado umbral, el
cual dependerá a su vez de numerosas y complejas relaciones pragmá-
ticas entre los científicos y tal vez otros individuos. Dicho en términos
kuhnianos: un hecho merece convertirse en un explanandum cuando
constituye una «anomalía» en algún sentido (de ahí la importancia, en
las estrategias argumentativas de los buenos científicos, de mostrar lo
inverosímil que es el fenómeno que pretendemos explicar). La respues-
ta obvia acerca de lo que hace que una teoría constituya un buen explan-
dans es, por lo tanto, que la teoría consiga aumentar la probabilidad
subjetiva del explanandum por encima del nivel crítico. De ahí que no
sea importante sólo que la teoría permita inferir (deductiva o inductiva-
mente) el hecho a explicar, es decir, no sólo es importante que la proba-
bilidad del hecho dada la teoría sea elevada (comparativamente), sino
que también es crucial, para que el hecho podamos considerarlo «sufi-
cientemente explicado», que la propia probabilidad de la teoría sea bas-
tante alta, ya que lo que deseamos es elevar el nivel de probabilidad
subjetiva del hecho dado el resto de nuestro conocimiento.
Intentemos expresar esta idea formalmente: sea E el hecho que de-
seamos explicar, sea A ese conocimiento adicional (todos los demás
hechos y teorías aceptados), y sean T y T’ dos teorías con las que pre-
tendemos explicar E. Que E necesite una explicación se debe a que
p(E/A) es «excesivamente» baja. Supongamos, para simplificar, que
tanto T como T’ implican formalmente E, de tal manera que P(E/T) =
p(E/T’) = 1. ¿Cuál de las dos teorías será una explicación «mejor» de
E? Eso dependerá sobre todo de la relación entre ellas y el resto de
nuestro conocimiento, A. Supongamos, para simplificar, que T implica
A, y T’ en cambio la contradice, de modo que p(A/T’) = p(T’/A) = 0,
560 filosofía de la ciencia en iberoamérica

mientras que p(A/T) = 1 y p(T/A) > p(T). Téngase en cuenta, además,


que, puesto que sabemos que E es verdadero, el valor de p(T/A&E), es
decir, el «grado de confirmación» de E, será aún más alto que p(T/A),
supongamos que lo suficientemente alto como para aceptar la teoría T;
no para creer que es verdadera (esto querría decir que p(T/A&E) fuese
«suficientemente cercano» 1, lo que tal vez no será el caso), sino para
decidir que vamos a incluir a T dentro de nuestro corpus de conoci-
mientos aceptados. Es decir, T puede pasar a formar parte del nuevo
«resto de nuestro conocimiento», A’ (= A&T). Esto significa que T’ no
consigue en realidad aumentar la probabilidad de E, pues p(E/A&T’) =
0, mientras que p(E/A’) = 1. Así pues, T se convierte en una buena ex-
plicación de E, mientras que T’ no lo hace. Posiblemente la principal
dificultad del enfoque estructuralista para enchufarse a una teoría prag-
mática de la explicación del tipo de la que acabo de esbozar es la tradi-
cional reticencia de la mayoría de sus defensores a aceptar la naturaleza
proposicional del conocimiento científico, pero, como ya he dicho en
otros lugares, esto no constituye en realidad ningún obstáculo insalva-
ble.

RÉPLICA
de José A. Díez

Universidad de Barcelona, España


jose.diez@ub.edu

El comentario de Jesús Zamora contiene algunas críticas a mi traba-


jo y una propuesta propia sobre un aspecto de la explicación científica
del que yo no me ocupaba. Me centraré en lo que considero las dos
principales objeciones y concluiré con un comentario muy breve a un
elemento de su propuesta.
La primera objeción, si la entiendo bien, es básicamente terminoló-
gica. JZ sostiene, con razón, que una cosa es elucidar qué relación ha de
haber entre explanans y explanandum para poder decir siquiera que el
primero proporciona una posible explicación del segundo, y otra muy
diferente elucidar cuándo una (posible) explicación es mejor que otra o,
incluso, es la mejor explicación de cierto fenómeno. Atendiendo a esta
distinción, JZ afirma que mi trabajo tiene que ver con la primera tarea,
no con la segunda, y es por tanto no una elucidación de del concepto de
explicación sino del de explicación potencial. Estoy de acuerdo con
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 561

dicha distinción y con que mi trabajo tiene que ver con la primera tarea.
Y en la medida en que sea una propuesta meramente terminológica, no
tengo nada en contra de reescribir mi trabajo sustituyendo ‘explicación’
por ‘explicación potencial’ (aunque debo decir que en mi uso de los
términos no estoy sólo, sino en compañía de Hempel, Lewis, Friedman,
Kitcher, Salmon y muchos otros). Pero en algunos pasajes, tras la pro-
puesta terminológica parece esconderse la objeción de que dicha tarea
elucidatoria, o bien no se puede realizar satisfactoriamente sin la segun-
da, o bien carece de interés para la segunda, o bien simplemente no es
muy interesante; por ejemplo, JZ afirma que «La pregunta interesante
desde el punto de vista de una teoría pragmática de la explicación no es
tanto la de qué relación debe existir entre el explanans y el explanan-
dum …». Si tal es la objeción implícita, entonces discrepo abiertamen-
te. La razón principal de esta discrepancia es que, en mi opinión, la
elucidación de ‘explicación potencial’ (en el sentido indicado) es nece-
sariamente anterior a la de ‘mejor explicación’. Análogamente, es cierto
que una cosa es elucidar la noción de ‘teoría empírica’ y otra muy dife-
rente la de ‘ser mejor teoría empírica que’. Pero la primera tarea, no
sólo tiene interés en sí misma, sino que es además es lógicamente ante-
rior a, necesaria para, la segunda. Clarificado esto, es cierto que mi
trabajo se centra exclusivamente en la primera de las tareas. Por supues-
to, creo que la segunda tarea, una vez realizada satisfactoriamente la
primera, es de la máxima importancia. Y que para ella hay que tomar
desde luego en cuenta elementos pragmáticos ineliminables y enfren-
tarse con el desesperadamente difícil problema de la comparación teó-
rica. En ambas cuestiones considero las sugerencias que JZ hace, tanto
en su comentario como en otros lugares, muy valiosas.
La segunda objeción es más sustantiva. En opinión de JZ, mi tercera
condición para ser una explicación (potencial), a saber, que el expla-
nans contenga conceptos teóricos nuevos respecto del explanandum, no
es necesaria. Y menciona los siguientes cuatro ejemplos que, como in-
tento mostrar en cada caso, contemplados en detalle no apoyan sus crí-
ticas sino todo lo contrario:

(a)  «La descripción de la estructura del ADN no requiere añadir


ningún concepto que no esté presente ya en la descripción de los fenó-
menos físico-químicos o biológicos que pueden ser explicados median-
te ella.» Es difícil evaluar este ejemplo si no se precisa más cuáles son
los explananda a que se refiere. Pero, por ejemplo, la estructura de do-
ble hélice, frente a la triple hélice, explica la cantidad de agua en el
ácido o ciertos patrones fotográficos de rayos X para describir los cua-
les no hace falta en absoluto le concepto de «serie de pares de nucleóti-
562 filosofía de la ciencia en iberoamérica

dos enlazados mediante puentes de hidrógeno». Esto no demuestra que


todos los explananda explicados con la estructura de doble hélice se
describen sin hacer mención de dicha estructura de doble hélice, pero
muestra el tipo de contraejemplo que JZ debería proveer y, al menos en
estos cometarios, no provee.

(b)  «Las leyes de Kepler y los mismos sistemas ptolemaico y co-


pernicano explicaban los fenómenos sobre trayectorias observadas (p.e.
retrogradación) sin introducir conceptos esencialmente nuevos». De
nuevo, hay que precisar bien cuál es el explanandum y cómo se descri-
be. Si el explanandum es, como parece sugerirse, la trayectoria aparen-
te de los planetas (retrogradaciones, etc.), entonces me parece incues-
tionable que la explicación incluye en los tres casos aparato conceptual
nuevo. Por ejemplo, la astronomía ptolemaica introduce las nociones de
epiciclo, deferente, excéntrica, velocidad angular, etc.; mantenidas, con
menor profusión, en la astronomía copernicana y eliminadas y sustitui-
das por otras en la kepleriana. Si lo que quiere decir JZ es que todas esas
nociones, a pesar de ser en cierto sentido «nuevas», no lo son «realmen-
te» pues después de todo son nociones espacio-temporales y que ya los
fenómenos a explicar se describían espacio-temporalmente, entonces
ha tomado mi tercera condición de un modo excesivamente fuerte no
pretendido. El tipo de novedad que mi tercera condición requiere es la
novedad característica, en terminología estructuralista, de los conceptos
T-teóricos. Y una reconstrucción detallada de, p.e. la astronomía ptole-
maica, muestra que, junto a los conceptos de «planeta» y «trayectoria
aparente» con los que describe los fenómenos a explicar, introduce para
su explicación conceptos nuevos como los de epiciclo, deferente, velo-
cidad angular, etc. (y análogamente los copernicanos y Kepler). Que
todos esos conceptos sean, desde nuestra actual perspectiva, reconstrui-
bles desde una única ontología espacio-temporal no los hace menos T-
teóricos en esas teorías, que es lo único que mi tercera condición re-
quiere. Reconozco que mis comentarios sobre el «enriquecimiento on-
tológico» que los términos T-teóricos suponen pueden haber motivado
la confusión. En ningún momento pretendía sugerir una interpretación
fuerte de ‘enriquecimiento ontológico’ que excluyera epiciclos, defe-
rentes y velocidades angulares como enriquecimiento «ontológico» por
el mero hecho de ser nociones también espacio-temporales.

(c)  «La teoría darwiniana de la evolución explica la variabilidad de


las especies y sus características adaptativas sin introducir nuevos con-
ceptos ‘teóricos’ ». Ahora está claro que, interpretaciones de ‘enrique-
cimiento ontológico’ al margen, se pretende un contraejemplo en el que
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 563

hay explicación sin conceptos T-teóricos nuevos. La cuestión depende


en este caso de cómo se reconstruye la teoría darwiniana (por oposición
a la neodarwiniana que usa del concepto de gen). Hay que recordar que,
a este respecto, lo relevante no es si la teoría carece de términos no-
observacionales, sino si carece de términos teóricos, en el sentido es-
tructuralista del término (que no equivale a no-observacional pues hay
términos T-teóricos observacionales, p.e. enzima en bioquímica) que es
el relevante para mi propuesta. Aunque no soy ni mucho menos especia-
lista en biología evolucionaria, hasta donde conozco, parece haber muy
buenos motivos para considerar que la teoría darwiniana sí introduce
términos teóricos, como el de «fitness», para explicar la variabilidad y
sus características adaptativas.44 Es verdad que hay gran controversia
entre filósofos de la biología acerca de si dicha teoría es puramente
«descriptiva», o si es «empíricamente vacua», o si «carece de leyes»,
etc. Pero, de nuevo, parece haber buenos motivos para considerar que la
controversia está fundamentalmente motivada por pre-concepciones
metateóricas erróneas precisamente sobre la naturaleza y función de los
términos teóricos en esta teoría.45

(d)  «La tabla periódica de los elementos explica por qué se obser-
van ciertas regularidades en las propiedades de las sustancias quími-
cas.» De nuevo, si se analiza en detalle, se puede mostrar que una parte
esencial de esa explicación involucra las nociones de valencia, número
atómico y otras que en absoluto están presentes en la descripción de las
regularidades químicas que constituyen los explananda.

Hasta aquí mi respuesta a lo que entiendo que son las dos principales
objeciones a mi trabajo. Los comentarios de JZ incluyen además unas
valiosas sugerencias sobre cómo abordar algunos aspectos de la segun-
da tarea de las mencionadas en mi primera respuesta y que yo dejaba al
margen en mi trabajo. En general sus observaciones en esta cuestión me
parecen muy sugerentes y prometedoras. A falta de un mayor desarro-
llo, me limitaré a comentar muy brevemente un aspecto menor que, en
la medida en que lo comprendo, me causa perplejidad.
44
 Cf. p.e. Ginnobili, S. (2006): La teoría de la selección natural darwiniana, Universi-
dad de Buenos Aires, Buenos Aires.
45
  Lorenzano, P. (2006): «Fundamental Laws and Laws of Biology», en Ernst, G. y
K.-G. Niebergall (eds.): Philosophie der Wissenschaft - Wissenschaft der Philosophie. Pa-
derborn, Mentis-Verlag, pp. 129-155; Lorenzano, P. (en prensa): «The Influence of Genetics
on Philosophy of Science: Classical Genetics and the Structuralist View of Theories», en
Fagot-Largeault, A., Torres, J. M. y S. Rahman (eds.): The Influence of Genetics on Con-
temporary Thinking, Springer, Dordrecht; Ginnobili, S. (en prensa): «Hay lo que queda.
Sobre la presunta tautologicidad de la teoría de la selección natural», Análisis Filosófico.
564 filosofía de la ciencia en iberoamérica

Dice JZ que «un hecho se convierte en explanadum potencial cuan-


do su probabilidad subjetiva para los científicos, dado el resto del cono-
cimiento relevante, desciende por debajo de cierto umbral», umbral que
depende de elementos pragmáticos ineliminables. Y añade a continua-
ción: «dicho en términos kuhnianos, cuando constituye una ‘anomalía’
en algún sentido». La fuente de mi perplejidad tiene que ver con ‘pro-
babilidad subjetiva relativa al resto del conocimiento relevante’. Hasta
donde alcanzo a ver, ello puede significar dos cosas. En primer lugar,
«grado de creencia en que el hecho ocurra, dado todo lo que sabes has-
ta el momento». Pero eso no parece poder ser la interpretación acepta-
ble, pues para los astrónomos griegos eran explananda las trayectorias
errantes de los planetas y tenían un alto grado de creencia en la ocurren-
cia del fenómeno. Incluso era un explanandum para los primeros astró-
nomos el movimiento diario del sol en el cielo y seguro que pocas cosas
recibirían a sus ojos mayor cociente de apuesta. Por lo tanto, ‘probabi-
lidad subjetiva relativa al resto del conocimiento relevante’ ha de inter-
pretarse de modo tal que la probabilidad subjetiva de los primeros astró-
nomos griegos, relativamente al conocimiento relevante, de que el sol
salga y se ponga sea significativamente baja (dado el contexto). La úni-
ca alternativa que se me ocurre es que se trate de algo así como «grado
de implicación por las teorías relevantes aceptadas en el momento». Si
es así, entonces la probabilidad subjetiva del movimiento diurno del sol
era significativamente baja mientras no se aceptó ninguna teoría que lo
explicara. Pero entonces debería haber dejado de ser un explanandum
en cuanto se aceptó la primera teoría que lo explicó. Ello excluye que
haya explananda ya explicados. Una vez se explica un explanandum ya
no es más un explanandum. Pero entonces no se puede entonces distin-
guir entre explananda exitosamente explicados y explananda todavía no
explicados (lo primero significaría simplemente ex-explananda). Esto
parece coincidir con la mención que se hace a las anomalías kuhnianas,
que son fenómenos que se resisten a la explicación en una teoría o pa-
radigma, como el perihelio de Mercurio en la mecánica celeste newto-
niana. Pero para mí decir que un explanandum explicado con éxito ya
no es un explanandum es una tesis meramente verbal: simplemente ‘ex-
planandum explicado con éxito’ en mi acepción (y creo que en la de
muchos) y ‘ex-explanandum’ en la acepción de JZ, serían equivalentes.
Yo no veo que esta propuesta verbal tenga un interés sustantivo a la hora
de entender la función de los explananda en las teorías (quizás, sólo la
idea de que todo explanandum empieza siendo, antes de su explicación,
algo no explicado por la teoría, lo que tampoco parece de mucha ayu-
da). Una alternativa sería «descontar» del conocimiento de fondo la
teoría que «pretende» dar cuenta del hecho. Pero entonces casi cual-
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 565

quier hecho sería un explanandum (salvo aquellos ya explicados por


otras teorías aceptadas diferentes a que las que estamos considerando).
En mi opinión, es muy difícil caracterizar adecuadamente la noción de
explanandum recurriendo sólo a la noción de probabilidad subjetiva
condicionada. Son necesarios elementos pragmáticos adicionales que
tienen que ver con la intencionalidad de los científicos. Pero ello, desde
luego, no es un explicatum en el presente contexto.

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