PERIS-VIÑÉ
(Editor)
FILOSOFÍA DE LA CIENCIA
EN IBEROAMÉRICA:
METATEORÍA
ESTRUCTURAL
Ilustración de cubierta:
JV, Diseño Gráfico, S. L.
Presentación. ..................................................................................................... 0
I. CUESTIONES BÁSICAS
[9]
10 FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN IBEROAMÉRICA
1
Este trabajo forma parte del proyecto de investigación BFF2002-04454-C10-05, Mi-
nisterio de Ciencia y Tecnología, y del grupo LOGOS SGR2001-0018, Generalitat de Cata-
luyna. Agradezco a Jesús Zamora, a Ulises Moulines y al resto de participantes del III En-
cuentro Internacional de Metateoría Estructuralista (Granada, marzo 2002) sus comentarios
críticos a una versión anterior de este trabajo.
[515]
516 filosofía de la ciencia en iberoamérica
3
Como veremos, éste será el principal reto para el análisis que defenderemos.
518 filosofía de la ciencia en iberoamérica
4
En el siguiente apartado veremos por qué no se distingue aquí entre explicaciones
deterministas e indeterministas, pero avanzamos ya que en este caso todas son deterministas,
incluso si el hecho general a explicar es él mismo indeterminista.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 519
EI: Exs EXP Exs ≡ hay una inferencia válida con Exs de premisas y
Exm de conclusión
EIN: Exs EXP Exs ≡ hay una inferencia válida con Exs de premisas y
Exm de conclusión y el Exs contiene al menos esencialmente 7
una regularidad nomológica y todas las regularidades que con-
tiene esencialmente son nomológicas.
7
‘Esencialmente’ significa que es esencial para la inferencia, que es una premisa nece-
saria para la inferencia (pues siempre es posible añadir premisas adicionales superfluas y
sobre ellas el análisis no dice nada). Igual en la siguiente mención a la esencialidad, uqe
exige que todos las regularidades que se usen en la inferencia sean nomológicas (indepen-
dientemente de que pueda haber premisas superfluas que sean regularidades no nomológi-
cas).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 521
9
Es una cuestión sustantiva y difícil especificar cuál es la diferencia entre una regularidad
accidental y una regularidad nómica, pero no podemos entrar aquí en ello. Basta con la idea
intuitiva y con la constatación de que este análisis presupone esta distinción. Para una exposi-
ción de las diferentes elucidaciones de esta diferencia, cf. Díez y Moulines 1997, cap. 5.
524 filosofía de la ciencia en iberoamérica
10
No entraremos aquí a clarificar en qué consiste la validez inductiva. Presuponemos,
sin analizar no problematizar, una noción preteórica de inferencia inductiva válida de acuer-
do con la cual dicho argumento resulta válido (para una caracterización somera de la validez
inductiva, cf. Díez y Moulines 1997 cap. 2).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 525
en otros hechos «más generales». Por ejemplo, explicamos que los pla-
netas se muevan de cierta manera (leyes de Kepler), apelando a la me-
cánica gravitatoria celeste, o que los rasgos fenotípicos se transmiten de
cierta manera (leyes de Mendel) apelando a las leyes de la genética mole-
cular. Según Hempel también en estos casos, como en las explicaciones
de hechos particulares, la explicación satisfactoria constituye implícita-
mente un argumento válido, la relación EXP es ahora también una rela-
ción de inferencia lógica. Pero, ¿qué relación de inferencia? Hemos visto
que en la explicación determinista de hechos particulares la relación EXP
era la de inferencia deductiva, y en la explicación indeterminista de he-
chos particulares EXP es la relación de inferencia inductiva. ¿Hay una
diferencia semejante en las explicaciones EG, de hechos generales? El
que no hayamos distinguido preanalíticamente aquí dos casos sugiere que
la respuesta es negativa. Y efectivamente así lo entiende también Hempel.
Es cierto que podemos distinguir aquí Exm que son regularidades abso-
lutas o deterministas, como las leyes de Kepler, de Exm que son regulari-
dades probabilistas o indeterministas, como las leyes de Mendel. Pero de
ahí no se sigue que a esa diferencia en la naturaleza del Exm le correspon-
da otra en la naturaleza de la relación explicativa. En ambos casos EXP es
la inferencia deductiva, el Exm se infiere del Exs deduciéndolo del Exs.
La diferencia entre ambos casos no está en la relación explicativa sino en
el explanans: la explicación de hechos generales deterministas consiste
en deducir tales hechos de otros hechos generales también deterministas,
así p.e. es como explicamos las leyes de Kepler, deterministas, deducién-
dolas de las leyes mecánicas gravitatorias, también indeterministas; y la
explicación de hechos generales indeterministas consiste también en de-
ducir tales hechos de otros hechos generales, sólo que ahora esos hechos
que constituyen el Exs serán indeterministas (al menos uno); así p.e. ex-
plicamos las leyes de Mendel, indeterministas, deduciéndolas de otras de
la genética molecular, también indeterministas. El siguiente esquema re-
sume los rasgos principales de las explicaciones nomológicos deductivas
de hechos generales (NDG):
13
No se cuestiona que lo pueda «predecir», o mejor retrodecir. Eso es simplemente que la
inferencia es válida. Lo que está en cuestión es si eso basta para considerarlo una explicación.
14
Recuérdese que una explicación es una respuesta a una why question, y por tanto la
cuestión es si nos parece una respuesta aceptable a la pregunta «¿Por qué el mástil mide tan-
to?», la siguiente: «Porque la sombra mide cuanto» (van Fraassen defiende que hay contextos
en los que sí se podría considerar como respuesta satisfactoria, cf. van Fraassen 1977).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 529
NIP establece las condiciones tales que, si algo las cumple, entonces
puede ser considerado legítimamente, según la propuesta de Hempel,
un caso de explicación indeterminista de un hecho particular. Y sin em-
bargo hay casos en los que concordaríamos que estamos ante una buena
explicación indeterminista pero tales que, reconstruidos como argu-
mentos inductivos, resultan ser malos argumentos inductivos, inferen-
cias inductivas inválidas.
El contraejemplo más famoso se refiere a la paresis, una enfermedad
que se desarrolla en aproximadamente el 25 por 100 de los casos de
enfermos que contraen sífilis y no se tratan adecuadamente con antibió-
ticos. Supongamos que el alcalde tiene paresis y que ese es nuestro
Exm, e.e. queremos una explicación de que contrajese paresis. Conside-
remos el siguiente explanans: «Porque contrajo sífilis, no se trató ade-
cuadamente con antibióticos y el 25 por 100 de los que contraen sífilis
y no se tratan adecuadamente con antibióticos desarrollan paresis». In-
tuitivamente, parece que esa es una buena explicación. Ante una res-
puesta de ese tipo, uno no sigue preguntando, la demanda de explica-
ción ha sido satisfecha (o tan satisfecha como con cualquier otra
explicación indeterminista satisfactoria15). Y sin embargo, si reconstrui-
mos esta explicación como un argumento inductivo con el Exs de pre-
misas y el Exs de conclusión resulta un mal argumento inductivo, un
argumento inductivo inválido. En efecto, el argumento inductivo
15
Esto es, la respuesta deja satisfecho al menos en la medida en que en general dejen
satisfecho las explicaciones indeterministas.
530 filosofía de la ciencia en iberoamérica
Vamos a ver aquí los principales rasgos de las dos propuestas alterna-
tivas más importantes propuestas para superar las deficiencias del análi-
sis inferencialista nomológico. Ellas se ocupan mayoritariamente de los
contraejemplos (a)—(d) a la suficiencia, que afectan tanto a las explica-
ciones deterministas como a las indeterministas, pero deben decir algo
también respecto de los contraejemplos, como el de la paresis, a la nece-
sidad, aunque afecten sólo a las explicaciones indeterministas. Antes de
pasar a ver estas alternativas, mencionaremos muy brevemente la pro-
puesta «técnica» de Salmon respecto a las explicaciones indeterministas,
pues en principio es una modificación del análisis de este tipo de explica-
ción que parece básicamente correcta y, por tanto, con la que toda pro-
puesta filosófica más general (que no rechace la legitimidad de las expli-
caciones indeterministas) debería ser al menos compatible.
16
Independientemente de las dificultades con la lógica inductiva, e.e. para proporcionar
una elucidación correcta de la validez inductiva, este argumento parece claramente inválido,
pues un 0.25 de apoyo inferencial de las premisas a la conclusión es claramente insuficiente.
Si no lo parece, se pude modificar el ejemplo tanto como se quiera disminuyendo el grado
hasta alcanzar el que al lector le parezca claramente insuficiente.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 531
4.1. Relevancia estadística
4.2. Explicación y causalidad
do, todo suceso es determinista). Así, quien acepte que hay sucesos me-
tafísicamente indeterministas, que estos sucesos tienen explicación y
que no hay causalidad indeterminista, debe abandonar la idea de que
toda explicación es causal. Tal es el caso, por ejemplo de quienes de-
fienden que la Mecánica Cuántica es completa, explicativa y que no hay
causalidad indeterminista. El segundo tipo de contraejemplos proviene
de explicaciones aceptadas en ciencia cuya naturaleza causal es discuti-
ble. Se aduce a veces los casos de la psicología, la sociología o la histo-
ria, pero su supuesto (por los críticos del causalismo) carácter no causal
es (independientemente de la cuestión del indeterminismo) muy discu-
tible. Más problemático para el causalista es el caso de la Mecánica
Relativista, cuyo geometrismo es para muchos muy difícilmente inter-
pretable causalmente y, en cualquier caso, usa principios explicativos
sin interpretación causal clara, como el Principio de Equivalencia.
En cuanto a la generalidad y especificidad, el análisis causalista de-
termina qué es lo general de los diversos tipos de explicación y qué es
lo específico. Toda explicación es causal. La explicación de hechos par-
ticulares (deterministas, y también de los indeterministas si se resuel-
ven los problemas que acabamos de señalar) es causal porque consiste
en proporcionar información causal contextualmente relevante de la
ocurrencia del hecho particular. Y la explicación de hechos generales
(leyes) es causal en sentido derivativo: si el hecho general es no causal,
meramente descriptivo (p.e. las leyes de Kepler), su explicación consis-
te en derivarlo de otra regularidad que sí sea causal (p.e. las leyes de la
Mecánica Clásica); si el Exm es una regularidad causal (p.e. la ley de
los gases), su explicación consiste en derivarla de otra causal (p.e. las
leyes de la mecánica estadística) más relaciones de constitución entre
ambas (p.e. que un gas es un conjunto de moléculas).
Para muchos, la principal dificultad del análisis causalista tiene que
ver con el último desiderata, e.e. el de elucidación filosófica. Para los
críticos, el análisis causalista elucida la noción de explicación a partir
de otra noción, la de causa, tanto o más necesitada de elucidación que
la anterior, esto es, «elucida lo obscuro mediante lo más obscuro». Los
causalistas pueden responder, o bien aceptando que su análisis parte del
concepto de causa como primitivo pero rechazando que eso sea filosó-
ficamente pernicioso, o bien dando a su vez un análisis del concepto de
causa. Entre éstos últimos, algunos lo hacen en términos de otras nocio-
nes modales,21 modalidad que los críticos consideran tan problemática
como. Otros filósofos de orientación más empirista que consideran las
nociones modales primitivas sospechosas, intentan otras estrategias en
21
Cf. p.e. Lewis (1973), que utiliza la noción de dependencia contrafáctica.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 535
4.4. Explicación y unificación
27
Aunque algunos, como Kitcher (cf. 1989) rechazan que haya explicaciones genuina-
mente causales, ello no está directamente relacionado con el análisis unificacionista, sino que
se defiende por motivos independientes, que pueden ser comunes al análisis causalista.
28
Eso es lo que hace Kitcher (1989, p. 483).
538 filosofía de la ciencia en iberoamérica
29
No es el único lugar donde hace esta sugerencia: «[estos dos enfoques] se han desa-
rrollado hasta el punto en que pueden coexistir pacíficamente como dos aspectos distintos de
la explicación científica» (Salmon 1992, p. 39); «No rechazo la posibilidad de una teoría
[unificacionista] de este tipo; creo que ella no entraría en conflicto con la explicación causal
sino que la complementaría» (Salmon 2002a, p. 105).
30
Para dicho análisis exhaustivo, cf. Díez 2002, donde se justifican las afirmaciones que
siguen.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 539
Para presentar de modo adecuado las ideas centrales del análisis subsuntivista
de la explicación científica, es preciso ofrecer antes brevemente un esbozo
del análisis de las entidades a que tales explicaciones están vinculadas, a
saber, las teorías científicas. Según el análisis subsuntivista, la explicación
científica va asociada típicamente a las teorías científicas que representan
cierto dominio de datos mediante modelos teóricos ampliados. En qué
sentido la subsunción de los modelos de datos en modelos teóricos ampliados
es explicativa, y en qué medida ese sentido de explicación es próxima al
análisis unificacionista, es algo que depende de la estructura fina de tales
subsunciones y, por tanto, de la estructura de las en cuyo marco se llevan a
cabo.
31
Para una presentación un poco más detallada, cf. Díez y Moulines (1997), cap. 10
sec. 5; para una presentación completa, cf. Balzer, Moulines y Sneed (1987).
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 541
(iii) Fenómenos, base empírica. Los modelos parciales son los re-
cortes T-no teóricos de los modelos de T, p.e. en MC son del tipo
<P,t,s>. Estos son los modelos que representan los fenómenos particu-
lares que explica la teoría, su base empírica o modelos de datos. El
conjunto de sistemas físicos concretos (p.e. un niño columpiándose, la
luna girando en torno a la tierra, ...) a los que se pretende aplicar la teo-
ría es el dominio de aplicaciones pretendidas I.
f=m·(s/t)’’
m·(s/t)’’= m·(s/t)’’=
-m·g·sen G(m·m’/s2)
por subsunción, por tanto, tiene que haber extensión o ampliación teó-
rica. Aunque usualmente es lo que ocurre, no toda teoría genera exten-
sión teórica, y aquellas que no la generen no podrán considerarse expli-
cativas. Por ejemplo, la cinemática galileana, o la astronomía kepleriana,
no lo son. Estas son teorías puramente descriptivas, en las que las «le-
yes» describen simplemente ciertas regularidades empíricas sin añadir
la teoría aparato T-teórico nuevo que refiera a entidades nuevas diferen-
tes a las involucradas en los modelos de datos. En estas teorías los mo-
delos parciales y los modelos posibles coinciden, pues no hay compo-
nentes T-teóricos que «recortar». Eso no quiere decir que los fenómenos
descritos por esas teorías no puedan ser explicados. Lo que sucede es
que en estos casos el proceso de explicación es más complejo y «deri-
vado» del anterior a través de relaciones interteóricas reductivas que
mantienen con otras teorías, por ejemplo en estos dos casos con la Me-
cánica Clásica.
La referencia hecha a la astronomía kepleriana requiere un comenta-
rio, que permitirá además clarificar otras cuestiones relacionadas.34 He-
mos dicho que esta teoría no es explicativa sino meramente descriptiva,
y que ello es así porque no contiene conceptos teóricos con los que
conformar modelos ampliados. En An Architectonic, sin embargo, se
reconstruye la teoría de Kepler de modo tal que sus modelos tienen un
componente T-teórico, la constante de Kepler k, que equivale aproxima-
damente, en términos newtonianos, al cociente entre la masa del plane-
ta (del modelo) y la del sol.35 Así reconstruidos los modelos, se presen-
ta la segunda ley de Kepler en términos dinámicos (que tienen como
consecuencia que la trayectoria es una elipse). Bien, así reconstruida la
teoría sí sería explicativa, siendo la constante de Kepler el factor expli-
cativo de la trayectoria elíptica de cada planeta. Pero no es ésta la teoría
a la que me he refería como ‘astronomía kepleriana’. Mediante este
término me refiero a las tres leyes estrictamente cinemáticas que (con
independencia ahora de la mayor o menor fidelidad histórica) se han
popularizado como «las leyes de Kepler», a saber: que los planetas si-
guen órbitas elípticas con el sol ocupando uno de los focos; que «ba-
rren» áreas iguales en tiempos iguales; y que el cuadrado del períodos
de cada planeta es proporcional al cubo de su distancia media al sol.
Éstas son las leyes a que me refería y que constituyen una teoría pura-
mente descriptiva, teoría no explicativa porque sus modelos no contie-
nen entidades T-teóricas. Quizás se diga que sí había una teoría explica-
34
Las críticas de Jesús Zamora me han hecho reflexionar sobre la complejidad de este
ejemplo.
35
Cf. pp. 374 ss.
LA EXPLICACIÓN CIENTÍFICA 545
36
Seguramente cosas como «planeta», «movimiento real del planeta», etc. Una determi-
nación precisa de las entidades T-teórica requeriría una reconstrucción rigurosa de esta teo-
ría.
37
Otro tipo de teorías no explicativas son las llamadas teorías de la medición (‘Measu-
rement Theories’, cf. Díez 1998, 2000), pero en este caso la explicación de los fenómenos
que describe no se obtiene por reducción sino mediante una relación interteórica más com-
pleja (cf. Díez 2002b).
546 filosofía de la ciencia en iberoamérica
38
Se puede objetar que es siempre posible construir artificialmente tales subsunciones.
Acerca
548 filosofía de la ciencia en iberoamérica
Conclusión
vo sobre el tapete». Pero discrepa en que ello tenga que ser siempre
causal para poder hablar legítimamente de explicación. A veces, incluso
la mayoría de las veces, lo es, pero no es conceptualmente necesario.
Bibliografía
COMENTARIO
de Jesús Zamora Bonilla
por las que podemos aceptar que la teoría explica verdaderamente aque-
llos hechos. Pero así parece que llegamos a una especie de paradoja o
círculo vicioso, pues para que podamos considerar que una teoría es
correcta, ésta debe conseguir explicar ciertos hechos (en principio,
cuantos más mejor), pero sólo podremos aceptar que la teoría nos ofre-
ce la explicación correcta de esos hechos cuando podamos considerar
que es correcta.
En resumen: para decidir si la teoría X es aceptable, exigimos que X
explique Y, Z, W...; pero para saber si X ha explicado realmente Y, Z,
W..., o si sólo lo ha hecho aparentemente, tenemos que decidir primero
si X es correcta. Por supuesto, la paradoja se elimina si en la primera
parte sólo afirmamos que, para decidir si X es aceptable, hay que exigir
que X explique al menos aparentemente Y, Z, W..., pero no hay que
exigir de antemano que X los explique realmente; esto último irá de
suyo con la decisión de aceptar X como la teoría correcta. De esta ma-
nera, aquello que haga X con Y, Z, W... desde el punto de vista formal,
es decir, la relación lógica que exista entre X y esos hechos, no será en
ningún caso la de que X los «explica», sino la de que X los «explica
aparentemente», o, en un lenguaje más afín al estructuralismo, X es una
«explicación potencial» de ellos. Este último es el concepto que, en
todo caso, habría reconstruido José Díez en su artículo, y que me atrevo
a resumir así:
La teoría X es una explicación potencial del hecho Y si y sólo si:
RÉPLICA
de José A. Díez
dicha distinción y con que mi trabajo tiene que ver con la primera tarea.
Y en la medida en que sea una propuesta meramente terminológica, no
tengo nada en contra de reescribir mi trabajo sustituyendo ‘explicación’
por ‘explicación potencial’ (aunque debo decir que en mi uso de los
términos no estoy sólo, sino en compañía de Hempel, Lewis, Friedman,
Kitcher, Salmon y muchos otros). Pero en algunos pasajes, tras la pro-
puesta terminológica parece esconderse la objeción de que dicha tarea
elucidatoria, o bien no se puede realizar satisfactoriamente sin la segun-
da, o bien carece de interés para la segunda, o bien simplemente no es
muy interesante; por ejemplo, JZ afirma que «La pregunta interesante
desde el punto de vista de una teoría pragmática de la explicación no es
tanto la de qué relación debe existir entre el explanans y el explanan-
dum …». Si tal es la objeción implícita, entonces discrepo abiertamen-
te. La razón principal de esta discrepancia es que, en mi opinión, la
elucidación de ‘explicación potencial’ (en el sentido indicado) es nece-
sariamente anterior a la de ‘mejor explicación’. Análogamente, es cierto
que una cosa es elucidar la noción de ‘teoría empírica’ y otra muy dife-
rente la de ‘ser mejor teoría empírica que’. Pero la primera tarea, no
sólo tiene interés en sí misma, sino que es además es lógicamente ante-
rior a, necesaria para, la segunda. Clarificado esto, es cierto que mi
trabajo se centra exclusivamente en la primera de las tareas. Por supues-
to, creo que la segunda tarea, una vez realizada satisfactoriamente la
primera, es de la máxima importancia. Y que para ella hay que tomar
desde luego en cuenta elementos pragmáticos ineliminables y enfren-
tarse con el desesperadamente difícil problema de la comparación teó-
rica. En ambas cuestiones considero las sugerencias que JZ hace, tanto
en su comentario como en otros lugares, muy valiosas.
La segunda objeción es más sustantiva. En opinión de JZ, mi tercera
condición para ser una explicación (potencial), a saber, que el expla-
nans contenga conceptos teóricos nuevos respecto del explanandum, no
es necesaria. Y menciona los siguientes cuatro ejemplos que, como in-
tento mostrar en cada caso, contemplados en detalle no apoyan sus crí-
ticas sino todo lo contrario:
(d) «La tabla periódica de los elementos explica por qué se obser-
van ciertas regularidades en las propiedades de las sustancias quími-
cas.» De nuevo, si se analiza en detalle, se puede mostrar que una parte
esencial de esa explicación involucra las nociones de valencia, número
atómico y otras que en absoluto están presentes en la descripción de las
regularidades químicas que constituyen los explananda.
Hasta aquí mi respuesta a lo que entiendo que son las dos principales
objeciones a mi trabajo. Los comentarios de JZ incluyen además unas
valiosas sugerencias sobre cómo abordar algunos aspectos de la segun-
da tarea de las mencionadas en mi primera respuesta y que yo dejaba al
margen en mi trabajo. En general sus observaciones en esta cuestión me
parecen muy sugerentes y prometedoras. A falta de un mayor desarro-
llo, me limitaré a comentar muy brevemente un aspecto menor que, en
la medida en que lo comprendo, me causa perplejidad.
44
Cf. p.e. Ginnobili, S. (2006): La teoría de la selección natural darwiniana, Universi-
dad de Buenos Aires, Buenos Aires.
45
Lorenzano, P. (2006): «Fundamental Laws and Laws of Biology», en Ernst, G. y
K.-G. Niebergall (eds.): Philosophie der Wissenschaft - Wissenschaft der Philosophie. Pa-
derborn, Mentis-Verlag, pp. 129-155; Lorenzano, P. (en prensa): «The Influence of Genetics
on Philosophy of Science: Classical Genetics and the Structuralist View of Theories», en
Fagot-Largeault, A., Torres, J. M. y S. Rahman (eds.): The Influence of Genetics on Con-
temporary Thinking, Springer, Dordrecht; Ginnobili, S. (en prensa): «Hay lo que queda.
Sobre la presunta tautologicidad de la teoría de la selección natural», Análisis Filosófico.
564 filosofía de la ciencia en iberoamérica