Rodolfo Cerrón-Palomino
"Halla nuzhu, nii lmwit irarchiz epki kuza chipay taqu chiychitra,
azhqapacha chiychitra".
GERMÁN LÁZARO (15-Vll-2001)
Nos complace mencionar que el tema fue expuesto, en fom1a ora l, en una conferencia ofrecida por
el autor en la ciudad de Oruro, a sugerencia del director del Centro de Eco logía y Pueb los Andinos
(CEPA) , el antropó logo Gi lbe1to Pauwe ls, la noche del 13 de agosto de 2002. Las ideas adelantadas
entonces se han venido enriqueciendo y precisando a lo largo de estos últimos años en que hemos
continuadoltrabajando en la lengua.
2 Se trata del "Proyecto Chipaya", conducido por e l auto r y por el Dr. Enrique Bailón Aguirre, que se
inició en agosto de 2001 , y que cuenta con la ayuda financiera del "Spinoza Program" (Nijmegen,
Holanda) y del " Max Planck Institut" (Leipzig, A lemania), así como con el apoyo material del
PROEIBANDES (Cochabamba) y del CEPA (Oruro). Véase, ahora, Cenón-Palomino (2006).
El chipaya es una de las va riedades supérstites de una de las le ng uas más anti g uas
del altiplano peruano-boli viano que modernamente integra lo que hoy se denomjna la fam ili a
lingüística uru-chipaya. llamada as í tomando como refe renci a a sus dos especímenes toda-
vía vigentes, en las naci entes del río Desaguadero, donde ago ni za , y en el extremo suroeste
del lago Poopó, donde aún se manti ene vigorosa, respectivame nte. En tiempos Pre-Hi spáni-
cos, los dial ectos derivados de la lengua se di stribuían a lo largo del eje acuático Titicaca-
Poopó, que parece haber sido el hábitat natural de los pueblos que los habl aban , habiendo
estado en contacto, sobre todo en la hoya del gran lago interior, con pueblos de habla
puquina, de economía más bien ganadera y agrícola. A lo largo de su historia, tales pueblos
fueron sometidos por grupos de distintas lenguas, en especial puquinas, aimaras y quechu as,
en ese orden 3. De manera que la lengua primordial, di alectalizada a lo largo del eje lacustre,
fu e siendo absorbida gradualmente por tales idiomas. hasta no quedar en la ac tualidad sino
dos variedades: el iru- wit 'u4, en la naciente del Desag uadero, y e l chipaya', al norte del sa lar
de Coipasa, estando la primera en virtual proceso de ex tinción irreversible, como aconteció ,
en la primera mitad del S. XX , con el ch' imu, hablado en la bahía de Puno, y con el uru-
murato, de las riberas del Poopó. Así, pues, en la actualidad, el chipaya, hablado en el cantón
de Santa Ana\ de la provincia de Atahuallpa (departamento de Oruro), es prác ticamente la
única variedad vigente ele la otrora familia lingüí sti ca, mantenida gracias al celo de sus
propios habl antes, cuya lea ltad lin güística no tiene parangón en la hi stori a de los pueblos
andinos 7 . El número de hablantes de la lengua se calcula, según el censo de 1993. en un mill ar
(cf Albó 1996: 2, § 7.6.2).
3 Pa ra una v isi ón retros pec ti va del puebl o chipaya. dentro del m arco genera l de la hi stori a de los
puebl os de hab la uro, pu ede co nsultarse el libro de Wac htel ( 1990). Una mo nografía relati vame nte
reciente ace rca de la co munidad de Santa Ana nos la ofrece Dclgadill o G uti érrez ( l 99R), quien fu e ra
por muchos años docente e n la escue la del lugar.
4 Llamado por sus pocos hab la ntes co m o 11c/111111a taq u. es decir, litera lm e nte ' nu estra le ngua ' .
Inc identa lm ente, hay quienes v iene n difundiendo la et imo logía popular seg ún la c ua l e l nomb re
significaría 'nuestra lengua materna ', dond e la porción 111a se rí a 'madre', com o que en efecto lo es;
sin embargo, la interp retac ión correcta de la expres ión , según nuestro aná lisi s, se basa e n la identifi-
cación de l pronombre*111ru111, a imari zado como uchwn(a), y del nombre pose ído *taqu ' lengua ' ,
para s ig nifi car se nc ill a mente ' nuestra lengua ' . Inc ide nta lm ente, e l no mbre ochozuma , q ue hac ía
referenci a a uno de los va ri os grupos étni cos que habl aban la len gua, tiene sin duda una et im o log ía
parec id a, pues se trata de la castellanización de la ex pres ió n *utrn111 zhoiii 'nuestra gente ' .
5 La etim ólogía popular que sue le darse a este nom bre parece su sten ta rse. esta vez. e n una rea lid ad: la
forma que adq ui ere una de las co nstruc cio nes hab itaciona les tí picas de los lugareños, precisa mente a
m anera de un a c/11j1a ' envo ltori o' , es decir la wayllicl,i q/111ya ' casa co n techo de la va ri edad de paja
denominada waylla'. Se trata , com o se ve, de una designación metafó rica , seguram e nte imagin ada por
los foráneos aimaras: chipa-y(a) ' lu ga r donde hay chipas' (co n la vocal paragóg ica a ima ra). Véase , a
este respecto, Yell ard ( 1954 : cap . X III , 216).
6 En rea lidad , tambi én se habla e n el ca ntón de Ayparavi , desme mbrado de aqué l só lo el año 1959 , del
ay/111 de Tuwanta.
7 Al igual qu e los uru-m ora tos (ver, po r ejemplo, los testimo nios de do n Lucas Mirand a y de don Daniel
Mori c io 1992 : 40-4 1, 96) , los c hipayas también eran fo rzados po r los a imaras (lozha = ' forán eo ' ) a
abando nar su lengua .
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Roda/fo Cerrón-Palomino: El chipaya: relicto idiomático uro
2. Deslindes glotonímicos
Uno de los problemas con el que tropieza quienquiera que se adentre en el estudio de la
lengua uru, llamada <vroquilla> en los documentos más tempranos (cf Espinoza Soriano [1604]
1982: 187-196), y de sus diversas manifestaciones dialectales, es el de su designación. En
efecto, el término <uro>, que es el que prevalecerá, es empleado en los registros coloniales en
forma ambigüa, pues alude tanto a la lengua como a determinada categoría fiscal o tributaria, de
modo que, según esta última acepción, podía haber uros que no hablaban precisamente la
lengua uru 8 • De otro lado, ya desde la Colonia, la lengua ha sido confundida, por ló menos en
cuanto a su nombre, con el de otro idioma: el del puquina. No sólo han sido víctimas de dicha
confusión los investigadores de diversas épocas, sino incluso los propios hablantes de algu-
nos de sus dialectos. Tenemos entonces, entre los estudiosos, nada menos que a Créqui-
Montfort y Rivet ( 1925), quienes sostendrán que uru y puquina eran una misma lengua; pero,
al mismo tiempo, preguntados los ch'imus, iru-wit'us y chipayas sobre el nombre de su lengua
dirán que ésta se llama puquina (cf, por ejemplo, Lehmann 1929). No han faltado, sin embargo,
investigadores que han llamado la atención sobre tal confusión, señalando que en verdad uru
y puquina son lenguas no sólo distintas sino genéticamente ajenas entre sí. En efecto, entre
éstos debemos destacar los trabajos pioneros de Uhle (1896) y de José Toribio Polo (1901),
subestimados por los autores franceses mencionados, pero cuyas tesis serán refrendadas
posteriormente, aunque sin reconocérseles su primacía, por !barra Grasso ([1964] 1982: cap. IV)
y Torero ([1965] 1972). Obviamente, una vez que se pudo contar con datos más explícitos para
una y otra entidad lingüística, el problema de la confusión entre ambas entidades lingüísticas
desapareció por completo, por lo menos en los ambientes académicos9 , aunque el error "histó-
rico" persista aún entre los hablantes de las variedades supérstites.
Por lo demás, una de las causas que explica esta confusión entre los propios usuarios
de la lengua parece ser, tal como ya lo señalaron otros investigadores, la lectura del célebre
pasaje de Mercado de Peñalosa, en sus "Relaciones" de los pacajes ([1586] 1965: 336), en
que se dice que los indios uros de Machaca, "con la comunicación que han tenido con los
indios serranos [es decir, la gente que vivía fuera de los totorales], han venido a hablar la
lengua aymará y casi han dejado su lengua, que era puquina (énfasis agregado)" . La
interpretación más simple del pasaje, tal como la hicieron Créqui-Montfort y Rivet, es aquella
que parece ser lógica: el idioma que estaban abandonando los uros de Machaca era el
puquina, que se infiere habría sido su lengua materna. Sin embargo, cabe otra lectura, más
acorde con la realidad socio-histórica y plurilingüe de la región: que tales uros estaban
aimarizándose, abandonando la lengua puquina, que habían adquirido previamente como
segundo idioma. Es decir, ante la devaluación del puquina como otrora lengua del poder
8 Tal es, en efecto, el caso concreto de los uros, llamados también changos, de las costas de Tarapacá
(el Lozano Machuca [ 1581] 1965: 11, 61 ), cuyo idioma, para el cual no contamos lamentablemente
con registrqs disponibles, no parece haber estado relacionado con la lengua que nos ocupa, como ya
lo señalaba 'Camacho ( 1943: 27). Este mismo autor, sin embargo, comete el error de afinnar, sin base
alguna, que la "lengua de los changos fue la Puquina" (op. cit., 26).
9 Aunque no siempre entre los ajenos al lingüístico, por lo que resulta loable mencionar aquí el trabajo
reciente de Galdos Rodríguez (2000), quien ofrece el estado de la cuestión al que se había llegado en la
década de los ochenta.
regional, tales uros abrazaban el idioma de los nuevos dominantes: el aimara. Cuatrocientos
años después, los chipayas harán lo mismo con el aimara, su segunda lengua, para pasarse
al castellano 10 . En suma, pues, los uros puquinizados, allí donde pudieron mantener su
lengua materna, pasaron a designar a ésta como puquina, lengua que, de otro lado, estaba a
punto de desaparecer de todo el escenario andino.
3. "Dijicultosísima lengua"
Cuando el virrey Toledo pasa por Arequipa de regreso a Lima, luego de visitar los
territorios de las audiencias del Cuzco y de Charcas, se da un tiempo para ordenar lo que
modernamente podríamos llamar la "oficialización" de las tres lenguas mayores del antiguo
Perú: la quechua, la aimara y la puquina (e/ Toledo [ 1575] 1989: ll, 97-100). Dicha oficialización,
sin embargo, lo sería únicamente en tanto lenguas de evangelización. Como ocurrió , en
efecto, en relación con el quechua y el aimara, mas no con el puquina, puesto que esta
lengua, aparte de estar bastante fragmentada ya, iba camino de su extinción gradual por la
aimarización y quechuización de sus hablantes, lo que facilitaba, a su tumo, la prescindencia
de la lengua materna de éstos. Ello explica, en parte al menos, porqué no contamos con
tratados gramaticales y léxicos para este idioma, para el cual apenas disponemos de los
textos publicados por el eximio criollo huamanguino Jerónimo de Oré ( 1607), en parte debido
al celo recopilador de otro no menos célebre políglota, el jesuita Alonso de Barzana, egresado
de las canteras de Juli. Si ello ocurría con la tercera lengua general del antiguo país de los
incas, no debería extrañamos que igual o peor destino tuviera el uro , lengua muy pronto
reputada como "oscurísima".
Ahora bien, no faltan sin embargo testimonios que señalan que no sólo hubo muchos
expertos en la lengua, sino que incluso se redactaron doctrinas y confesionarios en ella. Tal
nos lo dice, en efecto, el agustino de la Calancha, cuya orden estuvo a cargo de la evangeliza-
ción de los uros de Paria (región del Poopó ). Refiere, pues, el cronista criollo de Charcas, que
"a avido siempre diestros lenguarac;:es, aun más entendidos en su lengua que los mismos
Uros, i an llegado los deseos de aquella conversión a escribir confesionarios, traduzir la
doctrina Cristiana i predicarla en su natural idioma" (cf' de la Calancha [ 1638] 1976: 111, Cap.
XXIII, 1469). No dudamos de que tales materiales pudieron haberse concretado, en forma
manuscrita, más allá de los simples deseos de la orden, pero lo cierto es que se ignora por
completo el paradero de los mismos 11 • Uno de tales expertos en lengua uro fue fray Luis López
de Salís, más tarde obispo del Paraguay y de Quito, según nos lo refiere fray Bernardo de
Torres, el historiador de la orden mercedaria: " Allí [en la provincia de Paria] con fervoroso
aliento se aplicó a estudiar su lengua, que es de las más dificiles del Reino, por ser lo más della
gutural y muy grosera. Trabajó en esto con incansable tesón hasta que salió perfecto lengua"
1O No sorprendería que, desde la perspectiva de la sociedad mest iza domin ante actual, alguien describiera
esta última situación diciendo que los chipayas, debido al contacto con la soc iedad envolvente, ya casi
han abandonado el aimara, que era su lengua natural de comunicación con el mundo exterior.
II El pasaje, en la cita del cronista, en el que se dice que los lenguarac es resultaron más expe rtos en la
lengua que los propios uros, sólo puede explicarse a partir del prejuicio imperante en la época, en la
que se pensaba que los uros, " por ser tan brutales", ¡ni siquiera sabían hablar su propia len gual
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Roda/fo Cerrón-Palomino: El chipaya: relicto idiomático uro
(cf Torres [1657) 1974: 147). En cuanto a textos redactados en el idioma, es de lamentar
igualmente que el Lic. Diego de Flores, en lugar de transcribimos el himno a la virgen de
Copacabana que compusiera un indio uro, según Ramos Gavilán por arte de milagro 12, nos lo
haya hecho llegar en "romance" (es decir, en castellano), con sólo el comentario de que las
letanías al final de cada estrofa decían <alao alao>, "que en su lengua es intergeción muy
significativa, y en sumo grado dolorosa" (cf Ramos Gavilán [1621) 1988: II, Cap. XXX, 364) 13 •
Por lo demás, la expresión <ananu via que eeche>, que recoge el clérigo Bartolomé de Alvarez,
en su Memorial a Felipe ll(cf Alvarez [1588) 1998: VI, Cap. 190, 109), redactado nada menos
que en Aullagas, dando a entender que sería propia de la lengua uro, y que según nuestro
colega y amigo Xavier Albó vendría a ser, por consiguiente, el primer registro, si bien minús-
culo, de la lengua (cf Albó 1998: XCI), debemos señalar que, en verdad, más parece tratarse de
una mala lectura de la expresión quechua manuscrita amam uyanquichu 'no oigáis' 4; y, en 1
consecuencia, fuera de la exclamación <alao, alao> rescatada del himno del anónimo de Juli,
no contamos con ningún otro registro colonial escrito de la lengua.
Pues bien, admitida nuestra orfandad en materia de registro colonial de la lengua,
queda por explicar el asunto de su reputada condición de ser dificilísima e imposible de
escribirse. El cronista de la Calancha, en efecto, declara al respecto lo siguiente: "Su lengua
[la de los uros] es la más escura, corta i bárbara de quantas tiene el Perú toda gutural, i así no
se puede escribir sin gran confusión". ¿En qué medida todo ello es cierto, aun salvando la
fuerte carga subjetiva y los prejuicios implícitos en el pasaje citado? Como se recordará, su
mismo compañero de orden, fray Bernardo de Torres, se encargará de decimos lo contrario.
No obstante ello, quitados los subjetivismos del caso, cabe preguntarse cuán complicado
lingüísticamente es el uro, y concretamente su variante moderna, el chipaya. Como se verá
más adelante, todo no pasó sino de una falsa impresión, prejuiciados como estaban los
evangelizadores de la Colonia frente al carácter especialmente indómito de los uros 15.
12 Lo del "milagro" del himno, "hecho en puntual compostura", se probaría, según Ramos, "porque otro
autor no se le halló, que en aquella tierra no avía dos que en aquella lengua lo pudieran componer, ni
se halló que otra persona fuera de aquel Indio, letra, ni tonada supiese, ni aun la aprendiera (según era
rudo) de otro Maestro, que de la que milagrosamente le dio entera salud" (cf Ramos, op. cit., 363).
13 Sobre la existencia real del anónimo uro, que de tullido e incapaz de aprender siquiera un par de
oraciones cristianas, devino en inspirado poeta, no cabe la menor duda, pues, según el mismo histo-
riador de la virgen de Copacabana, luego de haber sido objeto del milagro de poder caminar, hecho que
habría ocurrido en 1587, se fue a vivir a Juli, dejando su aldehuela, "connaturalizandose" en dicho
pueblo, según lo referirían también los padres de la Compañía en sus anales (ver Ramos, op. cit., 365).
14 Lo cual calza perfectamente dentro del contexto en el que se cita aquella expresión: un "fiscalejo
ladino" le espetó dicha expresión a una india enferma, a quien estaba por confesar el propio Alvarez,
gran amigo de garrotes y de palizas en tales menesteres, y que el clérigo no entendió, "por ser lengua
que éstos solos hablan [el uro]", aunque declara haber comprendido la respuesta de la india al fiscal
diciéndole "así lo haré", "en lengua que yo lo entendí" (el Alvarez, ibídem). Ciertamente, de
interpretarse la frase mencionada como quechua (pues tampoco se aviene con una lectura a partir del
chipaya por lo menos), no hay duda de que el declarado enemigo de la catequización de los indios, por
considerarb contraproducente, prácticamente ignoraba el quechua. De manera que esto corrobora lo
que el mismo Albó sospechaba en el estudio introductorio citado: para Alvarez no sólo el uro sino
también el quechua eran lenguas qu<! escapaban a su entendimiento.
I5 Sobre la fama que se ganaron los uros como seres "brutales", obviamente como consecuencia de no ser
sujetados fácilmente para tributar y ser evangelizados, se puede escribir toda una antología del
4.1. Dentro de la primera etapa, debemos destacar que, no obstante haber estado más
alejados que los demás grupos uros respecto de su hábitat original, los chipay~s han sido
los primeros en tener registrada su lengua, aun cuando dicho registro permanezca hasta
ahora inédito. En efecto, fue Max Uhle, el fundador de la arqueología andina, quien en 1894,
ingresando a Oruro por Talina y Lipes, tuvo noticias de la existencia del chipa ya de labios de
un cura que había estado en el pueblo. Presuroso se dirige a Santa Ana, pero eran tiempos de
lluvia y el río Lauca había inundado todo el territorio chipaya. Frustrado, el investigador
germano no tuvo otra alternativa que quedarse en Huachacalla, donde afortunadamente
encontró personas que le proporcionaron materiales léxicos de la lengua. De esta manera,
Uhle recogió no solamente quince palabras, como sostiene un investigador mal infonnado ,
sino alrededor de doscientos vocablos, material que, como dijimos, permanece aún inédito ,
pero que está siendo transcrito y analizado por nosotros (cf Uhle 1894, 1895). La segunda
persona que se interesa por la lengua es Arthur Posnansky, quien , aparte de ofrecemos
datos etnográficos, recoge y publica, por primera vez, materiales léxicos y fraseo lógicos de la
lengua, ordenados por dominios semánticos y lingüísticos (e/ Posnansky 1915, 1924). El
tercer investigador que realiza trabajos de campo de manera prolongada con los chipayas
(por espacio de dos meses, febrero-marzo de 1931) es el etnógrafo suizo Alfred Métraux ,
quien publica sus materiales tanto etnográficos como propiamente lingüísticos algunos
años después (e/ Métraux 1935, 1936; cf también Pauwels 1998). Un cuarto investigador, que
dejó valiosas informaciones acerca del pueblo y la lengua chipayas, como parte de sus
estudios sobre los uros en general, fue Jehan Vellard (op. cit.: cap. Xlll). Breves apuntes
sobre la lengua, esta vez debido al esfuerzo nacional , también los encontramos en Bacarreza
(1910), que es más bien un informe sobre la realidad socioeconómica del cantón de Santa
Ana. Tal es, que sepamos, todo el material lingüístico chipaya disponible hasta la primera
mitad del S. XX.
En un esfuerzo objetivo por evaluar dicho material , valiosísimo sin duda alguna (tan-
to desde el punto de vista estrictamente lingüístico como desde la vertiente de la literatura
oral), comenzando por su venerable antigüedad, podemos señalar que éste se caracteriza, en
escarnio, como intentó resumirlo en su momento don José Toribio Polo, en el artículo citado . Baste
con mencionar aquí dos perlas. Una de ellas es el refrán que el propio de la Ca lancha oyó decir: "Del
Indio Uro, ningún onbre esté seguro" (cf op. cit. , 1468). La otra nos la proporciona nada menos que
el primer gra mático aimara , el padre Ludovico Bertonio, quien registra dos signific ados para la voz
<Vru>: (a) "Yna nacion de indios despreciados entre todos, que de ordinario son pescadores, y de
menos entendimiento": y (b) " Di zen a vno que anda sucio handraJ OSO, o ~afio, Sayagues, rustico" (cf
Bertonio [ 16 12] 1984: 11 , 380). Sobran los comentari os.
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Roda/fo Cerrón-Palomino: El chipaya: relicto idiomático uro
16 A esto deben agregarse, en el caso de los materiales publicados (Posnansky y Métraux), las erratas,
unas veces obvias, y otras no tanto, en que incurrieron los editores de los trabajos mencionados.
En relación con Liliane Porterie, debemos señalar que esta investigadora, que había
conducido in situ un extraordinario y exhaustivo trabajo de campo, tuvo sin embargo la mala
suerte de no analizar sus propios materiales, pues, aquejada de una enfermedad incurable,
dejó de existir en diciembre de 1988. Hacia fines de 2001 tuvimos la ocasión de13preciar, en el
local del CNRS donde se encuentran depositados, los ficheros y los cuadernos de trabajo
dejados por la investigadora, con bosquejos y anotaciones que delatan el trabajo inconclu-
so. Una muestra del ingente material recogido, y parcialmente analizado por la autora, fue
editada por Rosaleen Howard (cf Porterie 1990). De las transcripciones, así como de los
apuntes inconclusos que nos ha dejado, puede colegirse que la hoy difunta investigadora
no tenía muy claros aún ni el sistema fonológico ni la morfosintaxis de la lengua 17 •
De esta manera, por razones de preferencia en el caso de Olson y por motivos inexo-
rables de salud en el de Porterie, los estudios propiamente lingüísticos del chipaya han sido
relegados hasta la fecha , y es dentro de este contexto que iniciamos el " Proyecto Chipa ya",
cuyo objeto principal es precisamente cubrir el vacío mencionado. Para un adelanto de
nuestras pesquisas en la materia, sujeto a revisión, pueden verse Cerrón-Palomino (2001) y
Ce1Tón-Palomino (2002a), el segundo de los trabajos redactado exclusivamente a partir de las
informaciones proporcionadas por Olson, es decir sin haber tenido acceso directo aún a la
lengua en uso.
5.1. Fonología
5.1.1. Consonantismo
Dentro del consonantismo del chipaya hay que destacar: (1) la serie de africadas, (2) la
serie de sibilantes, (3) la serie de labiovelarizadas, y (4) el registro de la lateral fricativa. En
relación con el primer punto, llama la atención la extraordinaria riqueza en el registro de hasta
17 De paso, nuestro el " Proyecto chipaya" contempla también la edición , analizada y anotada , de los
textos de tradición oral andin a recopilados pacientemente por la hoy difunta investigadora.
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Roda/fo Cerrón-Palomino: El chipaya: relicto idiomático uro
tres tipos de consonantes africadas, que se distribuyen en tres series, a saber: (a) simples: /ts/
(alveolar), /ch/ (palatal no-retroflexa) y /tri (palatal retroflexa), como en tsawa 'granizo menudo' ,
chara ' cabello' y trara 'piedra esponjosa' , respectivamente; (b) sus respectivas aspiradas: /
tsh/, /chh/ y /trh/, como en tshiwi ' parcela de terreno ' , chhiwi 'pelvis' y trhikz ' peinar'; y (c)
sus correspondientes glotalizadas: /ts' /, /ch'/ y /tr' /, como en ts 'iru 'firme' , ch 'iwz ' helarse los
sembríos ' y tr 'iwu 'vena ' . Como se sabe, el quechua y el aimara sureños sólo registran la
palatal no-retrofleja /ch/, en sus tres series; sin embargo, el aimara central (hablado en la sierra
de Lima) consigna también las africadas /ts/ y /tri, en sus tres series. Así también, algunas
variedades del quechua norteño-central, hablado desde Cajamarca hasta Junín, registran am-
bas africadas, aunque sólo en su modalidad simple. De manera que, si bien resulta impactante
el sistema de africadas del chipaya, en contraste con lo que ocurre con el quechua y el aimara
sureños, no lo es tanto si tomamos en cuenta las variedades congéneres centrales de estas
mismas lenguas. En una palabra, sólo desde la perspectiva de las variedades sureñas del
quechua y del aimara puede decirse que el chipaya resulta fonológicamente inusitado. Y, como
quiera que los investigadores de esta lengua no estuvieron familiarizados con las variedades
centro-norteñas del aimara y del quechua, es comprensible hasta cierto punto la dificultad con
la que tropezaron a la hora de representarlos, pues no contaban con elementos lingüísticos de
referencia previos. Por lo que respecta al segundo punto, llama la atención también que el
chipaya registre cuatro sibilantes, aunque funcionalmente ellas se reduzcan a tres fonemas, a
saber: (a) ápico-dental /z/, (b) dorsal Is/, y (c) retroflexa /zh/. La cuarta sibilante, de naturaleza
palatal (es decir [sh ]), es en verdad una variante de la primera. Son ejemplos: zezi 'tarde ' , sani
'telar' y zhewa ' viudo', respectivamente. Dentro del contexto de las lenguas andinas, sólo la
primera sibilante resulta novedosa, pues la retroflexa no es extraña por Jo menos al quechua
central. Obviamente, estas dos sibilantes, ajenas a la experiencia de las lenguas de Occidente,
desorientaron a los investigadores tempranos de la lengua, quienes se muestran muy insegu-
ros en cuanto a su notación . En relación con el tercer punto, o sea el registro de segmentos
labiovelarizados, en efecto, el chipaya cuenta con las consonantes /k.w/, /qw/, /hw/ y /jw/, que
constituyen unidades segmentales y no secuencias de consonantes, siendo por tanto fonemas
completamente ajenos al quechua y al aimara. Los vocablos ofrecidos ilustran la aparición de
tales segmentos: zkwerz 'ventear en distintas direcciones' , qwazi 'cuello', hwerz 'desatar' y
jwarz 'romper'. Ocurre, sin embargo, que estos segmentos son de limitada distribución, y es
muy probable que sean el resultado de la concurrencia del elemento oclusivo con el labial
debido a la elisión de una vocal que antes los separaba; de otro lado, es de advertirse que tales
segmentos se van simplificando en favor de la oclusiva de base: una palabra como *qwayqa
'nervio ' casi se pronuncia por lo general [qayqa]. Finalmente, en cuanto al cuarto punto, o sea
el registro de la lateral fricativa /lj/, igualmente de distribución limitada, ella constituye un
segmento enteramente novedoso dentro del conjunto de las lenguas andinas (con excepción
del mochica, lengua muerta ya) , y ciertamente respecto del castellano, y se da en oposición a la
IV simple, como en ljoki 'barro' frente a loki ' mucho ' .
5.1.2. Vocalisnio
Una de las notas más saltantes de esta lengua es su pentavocalismo, que la aparta
nítidamente de sus vecinas quechua y aimara, aunque la coloca junto al puquina, que tam-
bién distinguía cinco vocales. No sólo, pues, se registran /i, a, u/, sino también las medias /
e, o/, y estas últimas, a diferencia de lo que ocurre en el quechua y el aimara, no sólo son
meras realizaciones fonéticas de /i, u/, respectivamente, sino que tienen pleno estatuto
fonológico. Así, pues, mientras que en estas lenguas andinas [e, o] só lo se dan en contacto
directo o indirecto de una consonante postvelar ( como, por ejemplo, en [qollqe] ' plata') , en
el chipaya aparecen libremente, sin estar sujetas a la presencia de una postvelar: ejemplos
como los de ewu 'nuevo', chhep 'tres', owa ' rodilla', chama ' lana' , etc., prueban lo señala-
do1 8. Pero, además, no solamente se registran vocales breves, sino también largas, exacta-
mente a como ocuITÍa con el puquina. Estas, sin embargo, tienen una ocurrencia bastante
restringida, y todo indica que son el producto de desarrollos propios de la lengua, cuya
fuente es la compensación vocálica por desgaste de una semiconsonante. Son ejemplos:
qaaz ' llorar', trheetz 'estirar ', tshii 'uno' , tooje 'hoy', uuza 'oveja', etc. Otra particularidad
que debemos mencionar en este punto, aunque se trate de un fenómeno de naturaleza
puramente fonética, es la existencia de vocales sordas, hecho que le imprime a la lengua una
pronunciación extrañamente susurrante, y notoriamente ajena a la experiencia lingüística de
los hablantes de quechua y aimara, por no mencionar a la del hispanohablante.
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5.2. Morfosintaxis
donde puede verse que la marca-i codifica, en forma abierta, el femenino, siempre y
cuando el sufijo esté precedido de dos consonantes o de una vocal larga, pues en caso
contrario, o sea cuando va antecedido de una sola consonante o de una vocal breve, la marca
es elidida. Es decir, en los cuatro primeros ejemplos hay que postular formas abstractas del
tipo uz-i, piz-i, zhoñ-i y zhew-i, respectivamente. En cualquier caso, sin embargo, las formas
femeninas se t1Jxionan a partir de las masculinas, como en: uza-i ? uz-i? uz, aznu-i ? azn-i,
donde el sufijo exige caída de la vocal radical. Nótese, sin embargo, que la supresión de -i no
se da en ciertos nombres propios, por razones pragmáticas, pues de lo contrario se crearía
ambigüedades: de este modo, al lado de Huwan-i 'Juana', luwis-i 'Luisa', Manuwil-i 'Manuela',
etc., tenemos Sar 'Sara', Mariy 'María', etc. Advié11ase, as imismo, que los seres inanimados,
pero que por razones culturales tienen sexo, se rigen por las mismas reglas; de este modo , se
tienen, por ejemplo: kuru 'cerro macho', quta 'laguna macho', versus kur 'cerro hembra ' y
qut 'laguna hembra', respectivamente. Nótese, finalmente, que en el caso de los sustantivos
no-humanos, así como en el de los inanimados, la distinción de género se neutraliza en el
masc ulino, a menos que el hablante quiera resaltar el sexo, natural o cultural, del referente. De
manera que, por ejemplo, en un relato, sólo cuando se quiera destacar que el zorro (qiti) o el
pinzón (zqayta) eran en verdad hembras se dirá qit y zqayt-i, respectivamente.
donde, como se dijo, las formas femeninas se fl ex ionan a partir de las masculinas,
mediante procesos de contracción y asimilación vocálicas; es decir, postulamos los siguien-
tes procesos: tii-a ? taa, nii-a ? naa y tshii-a ? tshaa, respectivamente.
En el sistema de casos, el chipaya hace di stinción de género en las terceras personas
del genitivo, el dativo, el benefactivo y el comitativo. En este caso, el masculino tiene su propia
marca, que es -zh, la misma que se opone a -a, como lo ilustran los siguientes ejemplos:
Ello no ocurre, sin embargo, en el comparativo, ya que, en este caso, la marca no exige
distinción de género. Así, se tienen indistintamente: Piru-ki Hilimin-zhta-qaz(a) 'Pedro es
como Filemón nornás', am mat-ki Wirunik-zhta-qaz(a) 'tu hija es corno Verónica nomás ' ,
donde la marca -zhta no supone mareamiento de género para el modelo de la comparación.
Otra de las notas idiosincráticas del chipaya es el empleo de marcas que hacen refe-
rencia al sujeto de la oración. En virtud de este procedimiento, el elemento focal izado de la
oración recibe una marca que se corresponde con el sujeto de la misma. Se trata, como se ve,
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Roda/fo Cerrón-Palomino: El chipaya: relicto idiomático uro
donde -1, -m, -zh hacen referencia a la primera, segunda y tercera personas, respecti-
vamente. Nótese cómo, para la tercera persona femenina, se echa mano de la misma marca
que la de la primera. El carácter relievador de tales sufijos se puede mostrar en los siguientes
ejemplos:
donde la marca concordante de sujeto, aparece ahora enfocando a éste, tras el marca-
dor de tópico, cuya forma es -ki. Una de las particularidades en el empleo de la marca de
concordancia es que ésta no suele darse normalmente en las formas del presente habitual. De
esta manera, mientras que las oraciones de (a) son perfectamente aceptables, las de (b)
resultan menos usuales :
En el segundo caso, las oraciones afianzan su aceptabilidad con sólo suprimir las
marcas concordantes, obligatorias en el primero; por lo demás, aquí, como en el anterior, tales
marcas buscan destacar el objeto afectado por el sujeto de la oración.
6. Aimarización
En la sección inicial del presente ensayo dejamos dicho que, en general, las variedades
del uru fueron desapareciendo absorbidas por el aimara y el quechua, luego de la aimarización
y quechuización de sus hablantes. En dicho proceso de intenso bilingüismo, sustractivo las
más de las veces, pero también estable en otras, el idioma local fue aproximando sus estructu-
ras a las de las otras lenguas, y, como resultado de ell o, comparte con ellas muchos rasgos en
común, en todos los niveles de su gramática. El chipaya no podía sustraerse a dicha tenden-
cia, aunque, en este caso, gracias a la lealtad idiomática de sus hablantes, logró sobrevivir un
largo período de bilingüismo estable 20 . Y, si bien en la década del treinta de\ siglo pasado
Métraux consideraba inminente su extinción, hoy la situación parece haberse revertido, de
suerte que es más bien el castellano, no ya el aimara, la lengua que podría suplantarlo.
Ahora bien, como resultado de la hegemonía previa del aimara sobre el chipaya, la
lengua ha asimilado no solamente un buen porcentaje del léxico de aquél, lo cual ciertamente
no sorprende, sino que también, de manera más interesante, ha adquirido elementos grama-
ticales (sufijos flexivos, derivativos e independientes), pautas fonológicas (procesos de
contracción vocálica), y estrategias sintácticas (subordinación) propias de la lengua domi-
nante . Todo ello, sin embargo, al lado de la preservación reacia de su fisonomía lingüística,
hecho que se manifiesta en la persistencia de rasgos propios reñidos con los del aimara,
algunos de los cuales (género y concordancia de sujeto) fueron señalados en las secciones
precedentes.
7. Inteligibilidad iru-wit'u-chipaya
Sostenía Uhle, el iniciador de los estudios de la lengua, que "el idioma de [los chipayas]
casi no difiere del que se habla todavía en Iruito" (cf Uhle 1922: 8). Sin embargo, se ha llegado
a sostener que tales variedades serían, en verdad, lenguas diferentes, y, por consiguiente
ininteligibles entre sí (cf Torero 1992). En efecto, Torero pone en duda el testimonio ofrecido
por Wachtel ( 1990: I, cap. VI, 280), según el cual el etnógrafo francés habría propiciado un
encuentro feliz entre chipayas e iru-wit'us, que habrían entablado un diálogo, luego de
superar algunas dificultades iniciales, habl ando cada uno en su propia variedad, cuando en
verdad se habrían limitado a conversar empleando el aimara como lengua de relación. Lo
cierto, sin embargo, es que no faltan testimonios similares a los ofrecidos por Wachtel. Uno
de ellos nos lo proporciona Ban-ientos Ignacio (1990: 20-22), autor de una monografi a sobre
los chipayas, quien refiere que Olson había propiciado un diálogo semejante entre ambos
grupos en la década del sesenta, y en este caso, nadie podrá dudar del conocimiento que el
investigador norteamericano tenía por lo menos del chipaya. Fuera de ello, contamos tam-
bién con el testimonio de Germán Lázaro 21, uno de nuestros asesores en la lengua, quien nos
refiere el encuentro que sostuvieron en la década del noventa, en el pueblo de Chipaya, con
delegados procedentes de lru-wit'u, y con los cuales, aunque tenían diferencias, se podían
entender. Como se puede apreciar, la coincidencia entre tales testimonios es demasiada como
para desconfiar de los mismos, de manera que debe haber un fondo de verdad en todo ello.
Por lo demás, no es dificil imaginar que, en cualquier caso, no se trataría de un diálogo fluido
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Roda/fo Cerrón-Palomino: El chipaya: relicto idiomático uro
sino más bien interferido de vacíos y desencuentros que conceptuamos como resultado no
tanto de la distancia estructural entre ambos dialectos sino de la falta de práctica en el uso de
la lengua por parte de los iru-wit'us, cuyo idioma predominante hace ya tiempo que dejó de
ser el uru .
8. A manera de resumen
En las secciones precedentes hemos buscado ofrecer, de manera general, una carac-
terización rápida del chipaya. Desaparecidas las variedades capillo y ch'imu, que todavía se
hablaban hasta mediados del siglo pasado en la parte peruana del gran lago, habiéndose
igualmente extinguido el uru murato del lago menor de Poopó hacia la misma época, y
estando en vías de extinción irreversible el uru de lru-wit'u, queda el chipaya como la única
variedad sobreviviente de una familia lingüística otrora ampliamente difundida a lo largo del
eje acuático Titicaca-Poopó. El sometimiento y la marginación del pueblo chipa ya por parte
de los aimaras han sido, sin duda alguna, los factores que contribuyeron a neutralizar la
tendencia hacia su inevitable extinción por aimarización, tal como ocurrió con sus vecinos
muratos 22 •
Desde el punto de vista de su estudio, si bien hasta hace poco parecía irremediable
abordar esta lengua únicamente a través de los materiales existentes, y que fueron reseñados
en § 2, como ocurre cuando queremos averiguar algo acerca del ch 'imu, para el cual apenas
contamos con listas de palabras y algunos fragme ntos de gramática proporcionados por
Lehmann (1929), gracias al trabajo de campo que venimos efectuando, asesorados por los
propios hablantes de la lengua, nos es posible ahora no solamente describirla de manera
directa sino también, en función de ello, hacer uso provechoso, previo control y examen
interno, de los valiosos materiales dejados por quienes nos precedieron en el intento por
consignarla y estudiarla. De esta manera, las generaciones chipayas del futuro no nos echa-
rán en cara la negligencia y el descuido que nosotros les achacamos a nuestros predeceso-
res por haber dejado escapar de sus manos la posibilidad de registrar y estudiar las otras
variedades del uru hoy extintas. Después de todo , como sabemos, la extinción de una lengua
no sólo significa la desaparición de la cultura que la subyace, sino también la pérdida de una
visión especialmente rica y sui generis del universo.
Finalmente, ¿qué debemos decir de la tan mentada dificultad de la lengua, de "esca-
brosa pronunciación"? En verdad, según hemos procurado demostrarlo, ella no pasa de ser
un mito . Toda lengua es más o menos dificil, según la experiencia que uno haya tenido con
ella en su aprendi zaje. Acostumbrados mal que bien como estaban los evangelizadores a
tratar con el quechua y el aimara, toda otra lengua les parecía "oscura" y "bárbara", propia de
22 Oigamos lo que nos decía al respecto en fecha temprana el despechado clérigo Alvarez: "Yo vi habrá
cinco años [ ... ] los de Chip aya, que decían que no conocían amo, que no querían pagar tasa y debían
cinco tercios; decían que no tenían rey y que, si su cura iba a su pueblo, lo habían de ahogar en el río"
(el Alvarez,\op. cit .. cap. XX , 399). El arri nconami ento de los ch ipayas por parte de los ai maras a
zonas más inh ós pitas y estéril es se convirtió en arma eficiente para exacerbar su autoafirmaci ón
étni ca. Aun así, no es de extrañar que hubi era momentos en los cua les la lealtad li ngüística ch ipaya
flaqueara. Posnansky ( 19 15: 3) refiere que sus entrevistados exclamaban: "queremos olvidar nuestra
lengua y hablar aimara".
gente "sin policía", que en buen castellano debe entenderse como no sujeta a la autoridad
política y religiosa de entonces. De manera que todo no pasaba de ser puro prejuicio; de allí
que, mientras que a los españoles la pronunciación de la lengua les parecía "gutural y
desabrida", al conocido etnógrafo Vellard, quien escribiera brillantes y entusiastas páginas
sobre los urus, le parecía una de las más dulces que en su vida había escuchado (cf Vellard,
op. cit.: cap. V, 100).
Rodolfo Cerrón-Palomino
Pontificia Universidad Católica del Perú
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Rodolfo Cerrón-Palomino: El chipaya : relicto idiomático uro
Mapa 1. Ubicación del cantón de Chipaya en el departamento de Oruro. Fuente: Wachtel , 1990
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