II. DOCTRINA
Se trata de una actividad procesal exclusiva del juez, como lo vimos al tratar de los
sujetos de la prueba, pues las partes o sus apoderados tienen únicamente una
función de colaboradores, cuando presentan sus puntos de vista en alegaciones o
memoriales. Es el momento culminante y decisivo de la actividad probatoria; define
si es el esfuerzo, el trabajo, el dinero y el tiempo invertidos en investigar, asegurar,
solicitar, presentar, admitir, ordenar y practicar las pruebas que reunieron en el
proceso, han sido o no provechosos o perdidos e inútiles; si esa prueba cumple o no
el fin procesal al que estaba destinada, esto es, llevarle la convicción al juez. Implica a
un mismo tiempo una revisión de las decisiones adoptadas por el juez en las fases
anteriores, porque, como dijimos al estudiarlas, en el momento de decidir la causa o
el incidente, puede el juez separarse de esas decisiones y negarle valor a un medio
admitido y practicado, por considerar que no debió admitirse o que no se
cumplieron los requisitos intrínsecos o extrínsecos para su práctica.
La actividad valorativa de la prueba es una función exclusiva del juez, quizás la más
importante de las actividades probatorias, y una de las principales del proceso. Por
regla general le corresponde al juez de la causa, pero en la práctica de ciertas
diligencias por comisionados (como entrega de bienes o secuestros, cuando surgen
oposiciones de terceros que deben ser resueltas allí mismos) y cuando se separan
las funciones del juez instructor y juez fallador, la actividad valorativa la ejercen
Cuando existen jueces de hecho o jurados, como en el proceso penal nuestro para
ciertos delitos y en el civil en Inglaterra y Estados Unidos de Norte América, esos
jurados son sujetos principales de la actividad valorativa de la prueba y el juez de la
causa tiene una facultad de apreciación limitada cuando se le autoriza a rechazar el
veredicto si lo considera contrario a la evidencia o a aceptarlo si esto no ocurre,
como sucede en Colombia. Si esta facultad no existe, el jurado resulta único sujeto de
esa actividad.
estos dos actos cuando el juez debe admitir y valorar la prueba en el curso de una
diligencia, aunque resulten casi simultáneos.
Desde otro punto de vista puede decirse también que el fin de la prueba es la
comprobación de los hechos, que será real o formato según el sistema que la rija;
pero una y otra se consigue cuando el juez adquiere el convencimiento sobre ellos.
Sin embargo, debe tenerse en cuenta que, si a pesar de los medios allegados al
proceso, no puede el juez adquirir el convencimiento sobre los hechos, el resultado
de la prueba será negativo, no se habrá conseguido para ese proceso el fin que en
abstracto le corresponde, no obstante que la actividad valorativa haya cumplido
plenamente su función.
Los hechos que aparezcan debidamente probados y que apenas sirvan como
elementos incompletos de convicción, deben ser clasificados y ordenados con lógica
rigurosa, teniendo en cuenta sus concordancias y discrepancias, para que no haya
oposición entre ellos, sino que unos sirvan de base a los otros. De ahí las varias
maneras como suele concebirse este trabajo del juez.
Otros lo conciben como una cadena, cuyos eslabones son los diversos hechos
probados, que se apoyan mutuamente, en un orden sucesivo; pero BENTHAM critica
esta metáfora, porque no representa la unión de los diversos elementos, que a pesar
de provenir de fuentes distintas forman un cuerpo homogéneo, y porque, agregamos
nosotros, no da la imagen exacta de la múltiple conexión de los unos con los otros,
pues generalmente concurren varios a darle fundamento a un mismo punto y no en
orden sucesivo. Más exacta nos parece la imagen, acogida por GORPHE, de un
conjunto de hilos que forman un cable, y que se dan mutuo apoyo en cada uno de sus
puntos, pues "más bien que una línea de hechos continuos, la prueba forma líneas de
conexión procedentes de puntos diversos, en posiciones colaterales", de modo que
cierto número de líneas entrelazadas forman un nexo poderoso.
Por lo tanto, fuerza o valor probatorio es la aptitud que tiene un hecho (sólo o en
concurrencia con otros) para demostrar judicialmente otro hecho o para que el
mismo hecho quede demostrado. Si un medio aducido por las partes o el hecho que
constituye carece totalmente de tal aptitud, no tiene fuerza o valor probatorio
alguno; si por sí sólo demuestra el hecho investigado, tendrá un valor o una fuerza
probatoria plena o completa; si apenas sirve para llevar al juez ese convencimiento,
en concurso o colaboración con otros medios, su valor o fuerza probatoria será
incompleto, considerado aisladamente, pero lo tiene de todas maneras. No todos los
medios producen un mismo convencimiento por sí solos, y generalmente para
llegar a él se requiere el concurso de varios; por eso una de las clasificaciones de la
prueba es la de simple y compuesta. Otra cosa es hablar de prueba plena, en el
sentido de que tiene valor suficiente para producir el convencimiento en el juez,
porque entonces se contempla el acervo o la masa de pruebas allegadas al proceso.
También se habla de plena prueba en relación con un medio determinado, cuando la
ley le otorga fuerza probatoria o completa por sí solo, como sucede con la confesión
judicial respecto de hechos que no exigen solemnidad escrita ni están exceptuados
expresamente por norma legal, y con la escritura pública o el documento privado
Naturalmente, no todo hecho o cosa o documento aducido por las partes goza de
fuerza o valor probatorio. Para que exista se necesitan ciertos requisitos de forma y
de fondo, sin los cuales la ley, previamente (en el sistema de tarifa legal) o el juez,
conforme a su libre criterio (en cuando a los de fondo) le niegan todo mérito
probatorio.
Los requisitos de forma varían según el sistema legal imperante. En primer lugar, es
indispensable que el medio mismo sea legalmente admisible como tal, ora porque se
encuentra entre los taxativamente autorizados por la ley, o ya porque se haya
dejado a los jueces libertad de acoger los que consideren aptos conforme a su buen
criterio y los encuentren aceptables (sistemas de la prueba legal y de la prueba
libre), si la ley los enumera exhaustivamente y el propuesto o presentado no está
entre esos, es obvio que carece legalmente de valor probatorio. En segundo lugar,
están las formalidades prescritas por la ley procesal para su producción (solicitud o
presentación, decreto o admisión, recepción o práctica), que existen aun en los
sistemas de prueba libre y de valoración libre y que se refieren al tiempo y
oportunidad, a la forma o modo y al lugar que rigen para cada medio y proceso, lo
cual estudiaremos más adelante. Estas formalidades varían según el medio y el
proceso de que se trate, y son indispensables aun en los sistemas de libre
apreciación, para una eficaz garantía de las libertades individuales, de la igualdad de
las partes y de la contradicción o audiencia bilateral.
Los requisitos de fondo atañen al contenido del medio, lo que él relata o indica o
pone de presente al juez (su autenticidad y sinceridad, su exactitud y verosimilitud,
que constituyen los diversos aspectos de la crítica objetiva o extrínseca y subjetiva o
intrínseca; su conducencia y pertinencia o relevancia, su utilidad, la ausencia de
prohibición legal, la legitimación y postulación y la capacidad para el acto de prueba,
la competencia del juez y la ausencia de impedimentos y de vicios de voluntad en los
sujetos u órganos.
No deben confundirse los requisitos de forma con los extrínsecos, porque entre
éstos existen varios de fondo, ya que son todos los que contemplan circunstancias
separadas del medio, en oposición a los intrínsecos, que atañen al medio mismo; así
son requisitos extrínsecos, pero de fondo, la legitimación o postulación para la
prueba, la competencia del juez, la capacidad del funcionario y de los órganos de
prueba (testigos, peritos, intérpretes, partes) y la ausencia de impedimentos legales.
Los requisitos intrínsecos son siempre de fondo (conducencia, pertinencia o
relevancia, utilidad y ausencia de prohibición legal de investigar el hecho).
Es muy importante evitar el error de creer que el juez puede basar su sentencia en
cualquiera de los cuatro grados del valor probatorio de la prueba aportada al
proceso; esto es, que el juez pueda decidir en favor de una de las soluciones que
considera dudosas o de aquélla que cree más probable. De ninguna manera.
Esa convicción o certeza es necesaria tanto para el proceso penal como para el civil.
Si el último está regido por la tarifa legal, se tratará de una convicción o certeza
formal, impuesta por el legislador al juez (en vez de la convicción o certeza real que
el juez obtiene con la libre apreciación), pero de todas maneras será indispensable
llegar a esa convicción o certeza. Claro está que debiera ser siempre subjetiva y real,
para lo cual debe eliminarse la tarifa de los códigos que todavía la consagran.
Incurre en grave error el juez civil que condena o absuelve al demandado con base
en lo que cree más probable, sin tener certeza de su conclusión, porque su deber
consiste en recurrir, como hemos dicho, a la regla sobre carga de la prueba.
Tampoco vale la falta total de prueba, ni la prueba incompleta (entendida en
conjunto, naturalmente, porque varios medios incompletos, considerados
aisladamente, pueden formar certeza o prueba completa ya reunidos).
La certeza judicial no es la metafísica, que se aplica únicamente a las ideas puras por
obra exclusiva de la inteligencia, ni es puramente física, vale decir, basada sólo en las
sensaciones, porque aun en el caso en que el juez se fundamente sólo en hechos
percibidos directamente por él, es indispensable que de ellos induzca una
conclusión, y para hacerlo debe recurrir a la ayuda del razonamiento. Por
consiguiente, la certeza judicial es histórica, porque se trata de reconstruir hechos
pasados o de llevar al proceso la exacta representación de los presentes, para lo cual
se utilizan los sentidos, el razonamiento, la crítica sicológica y científica. El juez
depende no solamente de sus sentidos y de su inteligencia, sino de la colaboración
de otras personas (partes, testigos, peritos), de cosas creadas por éstas
(documentos, huellas o rastros de actos humanos) y de cosas o hechos naturales.
Por esto debe examinar no sólo la autenticidad y sinceridad de las pruebas, sino su
credibilidad. Disentimos en este punto de ELLERO, quien considera que cuando los
hechos ocurren en presencia del juez o dejan rastros materiales, tiene lugar la
certeza física; nos apoyamos en los autores citados atrás, que incluyen la operación
mental o el razonamiento en toda apreciación de hechos, así sea directa del juez.
Esta certeza judicial no significa que el juez está en posesión de la verdad, sino que
cree haberla encontrado, y es por lo tanto, relativa o sujeta a error. Por ello, al tratar
del fin de la prueba judicial, dijimos que consiste en llevarle al juez el
convencimiento de que se le ha demostrado la verdad y no en probar ésta, pues bien
puede suceder que tal convencimiento no corresponda a la realidad.