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TRABAJAR EN LA INDUSTRIA DEL SEXO

Laura Mª Agustín
laura@nodo50.org

Educadora en programas populares de América Latina y con migrantes. Investigadora


y candidata doctoral en Estudios Culturales de la Open University del Reino Unido.
Especializa durante años en migraciones relacionadas con la industria del sexo.

Los migrantes que vienen a trabajar en la industria sexual europea son de toda clase, color,
edad, etnia, nacionalidad, y no sólo son mujeres sino hombres y transgéneros también.
Llegan por incontables rutas — solos, con amigos, en pareja o en grupos acompañados.
Algunos tienen dinero para gastar, otros llegan endeudados. Su documentación puede ser
verdadera o falsa; algunos llegan con visados de turista. Muchas de estas personas han
planificado sus viajes personalmente durante largo tiempo, mientras a otras se les ha
presentado una oportunidad con poco tiempo para planificarlo. Algunos de estos viajeros y
viajeras potenciales ya ejercían prostitución en su país. La gran mayoría, concuerdan fuentes
por todos lados del mundo, ha entendido que su trabajo futuro o será directamente
prostitución o que tendrá un aspecto sexual. Es decir, ha optado por hacer un trabajo sexual.

Antes de continuar, quisiera destacar que el tema de este ensayo no es intentar explicar por
que existe prostitución, buscando sus causas; ni es definirla ni juzgarla dentro de ningún
marco teórico como sería el feminismo, el posmodernismo, etc. Tampoco voy a identificar
qué grupos o individuos se encuentran más en esta industria y cómo funcionan las redes
migratorias involucradas. Sobre todo no voy a abordar la cuestión de si algún ser humano
pueda ‘elegir’ realmente cómo trabaja, sea prostitución u otra cosa.

Parto del hecho de que muchos migrantes con trabajos sexuales no se describen como
‘forzados’ ni sin otra opción en la vida. Tendrán menos opciones o menos opciones
agradables que otras personas, pero las tienen. Es también importante señalar que entre los
que sufren de la pobreza, malos matrimonios y todo el abanico posible de factores
causantes, no todos optan por el trabajo sexual, como no todos optan por migrar. Ningún tipo
de determinismo explica por completo el fenómeno humano de la elección. Toda opción es
intervenida por cuestiones de clase, género, etnia, nivel económico y las condiciones
sociales del momento en su tierra (guerra, dictadura, hambruna, violencia, paro, etc).

Los migrantes actúan dentro de estas estructuras y dinámicas geopolíticas y


económicas
Los países ‘subdesarrollados’ sufren la bien conocida política del ‘ajuste estructural’ impuesta
por el Fondo Monetario Internacional. Existe una feminización de la pobreza y de las
migraciones. Además se disminuyen cada vez más las oportunidades, incluso para gente con
título universitario. Sin embargo, dentro de todo esto, los migrantes toman acciones y
decisiones motivadas por las ganas de vivir mejor. Son decisiones vitales que toman cuando
se arrancan de sus casas, considerándose personas de valor y espíritu de aventura,
incluyendo cuando el futuro implica trabajo sexual.
Mientras la mayoría de trabajadores sexuales es femenina, cada vez hay más hombres,
transgéneros, niños y niñas. Servicios sexuales son deseados también por mujeres y
transgéneros, y no sólo por hombres. En una industria que se caracteriza por sus
ambigüedades, es conveniente no perpetuar el supuesto clásico de mujer-prostituta/ hombre-
cliente. Hablaré en términos neutros cuando sea posible.

Migrantes múltiples veces


Estos migrantes desempeñan un papel transnacional dentro de los procesos de
globalización. Estudios de migraciones entre, por ejemplo, el Caribe y el ‘primer mundo’
describen la potente mentalidad de los migrantes transnacionales: la convicción de un
jamaiquino de los años 50 que Londres era su ‘capital’; el esfuerzo que los migrantes de
Nevis hacen para conservar la isla como su ‘país’ aunque viven en Brooklyn; la gran
capacidad de existir en dos lugares a la vez de los ‘dominican yorks’ (Hall, Fog Olwig,
Guarnizo y otros). Los negocios de aviones charter, de mensajería, de locutorios telefónicos,
de Internet y de transferencias electrónicas de dinero tienen mucho que contarnos de estos
fenómenos.

El hecho de tener un trabajo dentro de la industria del sexo no le quita al migrante su papel
transnacional. Además, los prostitutos y las prostitutas migrantes son un fenómeno especial:
es normal que no se asienten en un lugar a vivir. Siguen migrando o, mejor dicho, siguen
viajando. A la trabajadora sexual que hoy encuentras en Madrid puedes encontrarla mañana
en París, el próximo mes en Amsterdam y al año otra vez en España. Y no es el resultado
sólo de esfuerzos de esquivar los controles policiales; existe una cultura en la que se quiere
conocer Europa y en la que se tiene sus sitios preferidos. Aunque son a menudo pobres e
ilegales, muchos viajan de manera cosmopolita.

La prensa europea casi siempre presenta el tema de sus viajes en términos de víctimas
engañados. En este ensayo planteo el tema de los que sí han optado, dentro de sus
posibilidades, por un viaje o ‘arreglado’ o hecho por cuenta propia. Algunos han optado por
trabajos arreglados también; han buscado activamente ofertas en sus países. También hay
los que les han buscado para venderles viajes y situaciones en Europa: en este grupo están
agentes (buscones, coyotes), empresarios, prestamistas, novios y novias turistas que les han
conocido durante vacaciones y personas de sus propias redes de familiares y de amigos.
Cuando estos viajeros se sienten engañados, lo más usual es que se quejen de las
condiciones laborales que tienen que aceptar. A menudo han firmado un contrato sin
entender la mucha vigilancia y poca libertad que implique. Es decir, alguien que conoce
algunos tipos de prostitución en su país (por ejemplo bailar con clientes en un bar y
acostarse con dos o tres durante una noche) no puede saber de antemano cómo se va a
sentir enseñándose desnudo en una ‘vitrina’ de Amsterdam durante doce o catorce horas
diarias, o estando de pie al lado de un camino en la Casa de Campo de Madrid. Son formas
de prostitución que pueden describirse como ‘industriales’.

Ya estamos hablando de la prostitución como un trabajo. ¿En qué consiste este trabajo?
Primero hay que plantear: ¿Cuál?
El mercado del sexo
Existe en España, igual que en toda Europa, una gran industria del sexo. Este término
incluye burdeles o casas de citas, clubes de alterne, ciertos bares, cervecerías, discotecas,
cabarets y salones de cóctel, líneas telefónicas eróticas, sexo virtual por Internet, sex shops
con cabinas privadas, muchas casas de masaje, de relax, del desarrollo del ‘bienestar físico’
y de sauna, servicios de acompañantes (call girls), unas agencias matrimoniales, muchos
hoteles, pensiones y pisos, anuncios comerciales y semi-comerciales en periódicos y revistas
y en formas pequeñas para pegar o dejar (como tarjetas), cines y revistas pornográficos,
películas y videos en alquiler, restaurantes eróticos, servicios de dominación o sumisión
(sadomasoquismo) y prostitución callejera: una proliferación inmensa de posibles maneras
de pagar una experiencia sexual o sensual. Está claro entonces que lo que existe no es ‘la
prostitución’ sino un montón de distintos trabajos sexuales.

La palabra prostitución puede impedirnos el entendimiento de que hay un mercado del sexo,
distraernos de la demanda — es decir, los deseos diversos de los que buscan servicios
sexuales. Hace unos años, un artículo en El Mundo se tituló “Un millón de hombres al día va
de prostitutas”; hablaba sólo de España (Hernández Velasco 1996). Esa cifra seguramente
no pretendía incluir todas las formas mencionadas arriba dentro de la industria sexual.
Aunque nadie puede saber nunca las cifras totales y correctas, es un número impresionante.
Hay que tener en cuenta también que no serán los mismos que van todos los días: habrá los
que van una vez a la semana y otros más o menos, con una suma mucho más grande de
personas al año que buscan servicios sexuales en España. Y buscan servicios diferentes,
porque son ellos personas de todo tipo, edad, nivel económico, etnia, región y gusto.
Migrantes son clientes, también. Clientes son homosexuales, travestis, transexuales y
mujeres, también.

Se dan entonces bastantes y diversas oportunidades para trabajar en esta industria. Para
migrantes que encuentran sus otras opciones desagradables, difíciles o mal pagadas
(limpieza, servicio doméstico, cuidado de ancianos o niños), encontrar una situación en la
industria sexual puede resultar interesante. Ya que muchas veces no tienen los papeles en
regla, o que sus permisos de trabajar (como doméstica, por ejemplo) pueden estar basados
en documentos falsificados, trabajar en un mundo lleno de irregularidades puede no
parecerles más arriesgado. Los que vienen a buscar una mejor vida en Europa pueden tener
que empezar en una situación en que no se sienten cómodos; como con todo trabajo, el
primer año es el más desconcertante. En este caso lo que le importa muchas veces no es
dejar la industria sino cambiar por otra situación dentro de la misma.

Si revisamos la descripción de lo que constituye la industria, encontramos posibles trabajos


como telefonista, en el que ni siquiera se ve al cliente. O como bailarín o bailarina de
striptease, que en muchos lugares significa moverse desnudo y nada más. Incluso si
hablamos de ‘sexo completo’, no es lo mismo actuarlo para una película pornográfica que
hacerlo en un burdel (o, por ejemplo, con clientes de sexólogos). Evidentemente, son
trabajos distintos, desempeñados unos en bares, otros en casas, oficinas o consultorios. En
unos el trabajador controla más la situación y la jornada; en otros carece de control. Unos
son bien pagados, otros no. Algunos servicios parecen fáciles a ciertas personas, mientras a
otras difíciles. El jefe o dueño del sitio puede ser el elemento más significativo en unos
puestos. En fin, todo depende de la situación específica.
Es igual si miramos las muchísimas formas de contacto físico/sexual, de servir al cliente.
Evidentemente, hacerle sexo oral a clientes en un coche o callejón bajo la lluvia no es lo
mismo que pasar una jornada dentro de un club con calefacción donde conversas y tomas
copas además de acostarte con clientes. Podemos, sin embargo, destacar unas habilidades
necesarias para desempeñar estos trabajos bien, es decir, de manera más eficaz y menos
problemática. En términos generales:

• La esencia del trabajo es dar placer a otros. El que no quiere o no puede hacer eso, por
muy guapo que sea, va a fracasar. El cliente quiere sentir placer de algún tipo.

• Como en otros trabajos de servicio, la capacidad de relacionarse es lo más importante.


Saber escuchar ‘activamente’, negociar, animar, leer los signos corporales del otro, captar lo
no dicho y la sicología del otro. Juzgar cuando el otro no está bien, cuando ‘huele’ a
problemas (y no confundir eso con apariencia física.) Capacidad de calmar situaciones y
tranquilizar a personas violentas, confrontándoles o manipulándoles. También necesario para
quien trabaja por teléfono.

• Capacidad de relacionarse con (y llegar a apreciar) gente de otras culturas o etnias o de


valores ajenos a los de uno. Diplomacia. Se puede rechazar a clientes, pero se pierde
ingresos. Poder imaginarse la situación del otro, tanto por lo que quiere disfrazar como por lo
que enseña. Entender más de un idioma.

• Conocerse bien es importantísimo en el trabajo sexual. Saber usar el cuerpo sexualmente y


cuidarse, minimizando infecciones, lesiones y agotamiento físico, emotivo o espiritual. Se
necesita saber cuando se está cansado o con poco ánimo de trabajar, porque de ahí vienen
a menudo los peligros del descuido. La autoestima es imprescindible.

• Se necesita una falta de pudor con el cuerpo, tanto suyo como de otros. Poder hablar del
sexo, enseñar cosas sexuales. Ayuda un buen sentido de humor.

• Como con los trabajos de enfermeros o azafatas, es esencial dar la sensación al cliente de
que realmente es deseado, que darle placer o cuidarle importa. También esto es necesario
para cultivar una clientela leal, que vuelva.

• Muchas veces el cliente quiere contar cosas de su vida: problemas matrimoniales, de sus
hijos o de su trabajo. Puede haber perdido a su esposa o necesitar consejos. La habilidad de
satisfacer este tipo de deseo o de querer ayudar a resolver problemas de otros es parte del
trabajo sexual. Incluso a veces el cliente da menos importancia al sexo que a recibir este tipo
de atención.

• Saber poner límites, controlar lo que sucede y protegerse de demandas excesivas. Poder
mantener las fronteras con clientes, que pueden tener muchas necesidades emocionales.

• Poder vender es clave, incluyendo por teléfono y en mensajes escritos (correo electrónico,
chat, teléfonos móviles). La seducción es un arte que pocos dominan; de ahí el alto status de
las cortesanas y las geishas en el pasado. Hoy en día son las transexuales las que tienen
más fama de saber seducir.
• Para personas que trabajan por su cuenta o que tienen un negocio es imprescindible poder
manejar fondos: seguimiento, contabilidad, impuestos e inversiones. Saber negociar, poner
precios.

• La capacidad de management, de organizar y gestionar un negocio es necesario no importa


en qué escala está el trabajador. Trabajar por cuenta libre lo puede hacer con éxito sólo
quien tiene la disciplina de evaluar sus esfuerzos y manejar su tiempo.

• Cuando se está empleado en un negocio de otro, se necesita el talento de poder complacer


tanto al jefe o dueño como al cliente, que a menudo exigen cosas contrarias (por ejemplo, al
jefe le importa que el trabajo se haga más rápido, mientras el cliente quiere más atención
personal).

• Si se baila o se hace espectáculo, es esencial estar en forma y de buena salud y actuar con
confianza. Saber sacar provecho de sus propios atractivos. Saber vestirse, peinarse y
maquillarse según la situación.

• Mucho del trabajo sexual es performance: es necesario saber presentarse, proyectarse y


jugar papeles. Un ejemplo: existe el estereotipo de la asiática ‘pasiva’; entonces para una
asiática el saber desempeñar el rol pasivo puede ser un talento clave. Si se trabaja en
dominación o en sumisión, hay que saber crear escenarios, actuar, involucrar y convencer al
cliente. Saber coquetear.

• El cliente a quien se ofrece servicios no necesariamente es del mismo género u ‘orientación


sexual’ que el trabajador quiere para su pareja. Pensado de otra manera, el gusto personal
del trabajador no tiene que cuadrar con lo que hace en el trabajo: una lesbiana puede
trabajar con hombres heterosexuales, un heterosexual con gays, una transexual con
heterosexuales, un homosexual con mujeres y así. En el mundo de la industria sexual se
encuentra flexibilidad y ambigüedad en términos de gustos y deseos; las visiones
dicotómicas (como masculinidad/feminidad o pasividad/actividad) dejan de valer mucho.

• Ya que es un mercado, se necesita la capacidad de competir, ofrecer novedades y cambiar


de oferta. Inventar nuevas formas de cobrar, utilizando las nuevas tecnologías e intentando
ofrecer servicios adecuados a los deseos.

• Los conocimientos sexuales son imprescindibles para desempeñar el trabajo. Saber


estimular cuerpos para producirles placer, demorar o precipitar orgasmos, juzgar la
capacidad sexual del otro. Además hay muchos trucos que hacen el oficio más fácil para la
persona que los domine: poner condones sin que los clientes se percaten, fingir penetración
y muchos más. A menudo hay que enseñar principios de salud sexual para mejorar la
experiencia del cliente: técnicas masturbatorias, de auto-control o de permitirse cosas
‘prohibidas’. Es importante señalar que no todo cliente es el hombre confiado del estereotipo
machista; muchos se sienten tímidos, avergonzados o incapaces. Existen prostitutas y
prostitutos que se especializan en servicios terapéuticos con personas discapacitadas. En
cuanto a la educación para evitar enfermedades sexuales, el poder convencer a clientes de
que se puede ‘gozar’ con preservativo es un talento importante.

• Se puede escoger los servicios que se quiere ofrecer, entre ellos sexo oral o manual,
penetración vaginal o anal. El trabajador decide. Además, en épocas del ‘sexo más seguro’,
se están aceptando formas menos ‘clásicas’ dentro del trabajo sexual, como la masturbación
mutua.

• Poder ofrecer masaje, reflexología y otras terapias da más posibilidades económicas.

• Si se trabaja en la producción de pornografía, hay posibilidad de aprender técnicas de


fotografía, de rodaje, de video, etc.

• Si se trabaja por Internet, hay necesidad de conocimientos de computación, del correo


electrónico, de chat, de bases de datos y de la construcción de páginas web.

• Si se llega a ser responsable o hasta dueño de un club o agencia, se aprende a tratar las
necesidades del personal, animándole a trabajar bien.

La lista de arriba (que nunca va a ser completa) resume habilidades útiles para trabajar en la
industria sexual europea. En otras culturas la industria tiene otras facetas, por lo que el
trabajo puede requerir otras capacidades. En Japón, por ejemplo, existe un trabajo de
‘anfitriona’ (hostess, en inglés). A unos bares, vienen grupos de hombres que trabajan en la
misma empresa, acompañados por su jefe. Pasan la noche hablando y bromeando, con el
propósito de relajarse con el jefe, algo prohibido dentro de la empresa. El trabajo de la mujer
es estar a su lado, encender cigarillos, asegurar que las copas estén siempre llenas y animar
a los hombres para que se sientan bien. Para esos clientes, hacer comentarios sexuales
sobre las acompañantes les permite sentirse bien. Los clientes no pueden pedir ‘la salida’ a
la mujer; eso se hace en otro tipo de lugar (Allison 1994).

En la ciudad de Nairobi durante la época colonial, una forma común de trabajo sexual
consistía en poner una casa y ofrecer servicios domésticos a migrantes del campo. El
migrante podía pedir que se lavara y se planchara su ropa, que se le preparara comidas o tés
y que la mujer se acostara con él. Podía dormir también en la casa. Las mujeres cobraban
cada servicio por separado (White 1990). Este fenómeno se da en todos lados del mundo
donde hay una migración masculina que vive en habitaciones alquiladas sin facilidades
domésticas (o ellos sin conocimientos domésticos). Alrededor suyo llegan personas a
venderles servicios domésticos/sexuales.

Y eso sólo para empezar; las posibilidades son infinitas. Hay que tener en cuenta también
que si estas formas no son bien conocidas en Europa, los que vienen de otros continentes sí
las conocen. Siempre es posible que combinen algunas de esas costumbres con lo que es
usual aquí en los trabajos sexuales. Muchas veces se nota en conversaciones con prostitutos
y prostitutas que el concepto de la prostitución, o del trabajo sexual, o del trabajo en sí o del
mismo sexo no significa lo mismo para todos. A menudo se dan confusiones cuando
personas occidentales parecen ver sólo el sexo en estos trabajos, mientras los migrantes no
lo experimentan así.

Condiciones laborales para migrantes


Cuando en España se menciona ‘la prostituta migrante’ es automático pensar que su única
opción es ‘hacer la calle’, estereotipo bien reforzado por la prensa con sus sempiternas fotos
de mujeres que hablan con hombres en coches. Por razones personales, algunos migrantes
sí prefieren hacer prostitución callejera. Sin embargo, otros muchos lo consideran mejor estar
en clubes, pisos o lugares menos visibles que la calle (o los bares céntricos) donde están
más expuestos a la mirada pública. Cuando están más controlados por empresarios, éstos
también pueden preferir que trabajen dentro y en sitios más anónimos, como son las
carreteras. Además, se ha demostrado en numerosos estudios que la proporción callejera de
prostitución total ni llega a ser la cuarta parte del todo.

Otro estereotipo es pensar que hay sólo dos posibilidades: o ser libre o ser semi-esclavizado.
El caso es que hay una gama muy variada de estados entre estos extremos. Entre personas
que trabajan por su cuenta, algunas tienen ‘chulos’ y otras no. Muchas dan dinero a su novio
o novia libremente, como muchos hombres lo dan a sus novias o esposas. Hay familiares
que comparten pisos e ingresos y amigas que trabajan juntas. Existen personas contratadas
para clubes que casi no tienen vida fuera, incluso son trasladadas de sitio en sitio sin ser
consultadas. Sin embargo, algunas de éstas se conforman con esta situación porque así
ahorran más dinero y se sienten más seguras. Otras están atrapadas de verdad. Hay que
hablar de situaciones específicas.

Ventajas laborales
¿Qué ventajas laborales puede brindar un trabajo sexual? Primero, ofrece flexibilidad: se
puede trabajar tiempo completo, tiempo parcial u ocasionalmente, que lo hace conveniente
para muchas madres. Puede ser un segundo trabajo. En el caso de la prostitución callejera,
es una de las pocas maneras de ganar dinero, comprar comida y llevarla a casa el mismo
día; también el lugar de trabajo puede ser elegido, lejos o cerca de casa. Son trabajos que se
puede probar y dejar si no gustan; si gustan pueden ser el camino a la independencia.
Muchos de los trabajos sexuales no requieren formación formal. Son ventajas características
del ‘sector informal’, donde los migrantes tienen posibilidad de ser beneficiarios igual que los
nativos. Muchos migrantes destacan también las posibilidades que el trabajo da de ‘ver
mundo’ y conocer a europeos; también que no se sienten tan solos como en otros trabajos.

El supuesto usual es que el migrante va a estar en el nivel más bajo de cualquier industria,
pero se encuentran en todo nivel de la industria del sexo. Además a muchos migrantes no les
falta formación formal, incluso universitaria. Si son estudiantes en Europa, el trabajo puede
ser una manera de pagar las carreras. Como en todo trabajo, el trabajador tiene más
oportunidad de poder elegir, controlar y ascender después de estar cierto tiempo y encontrar
su nivel preferido, siempre dependiendo de sus capacidades individuales. Es un período de
aprendizaje, quizás de un año.

Los migrantes también pueden tener unas ventajas dentro de la industria, donde sus
fenotipos les hacen exóticos (quizás más excitantes) a los europeos. Si saben sacar
provecho de esta ventaja, podría darles más o mejor clientela. Otra cosa es que migrantes
pueden tener más voluntad de trabajar con clientes migrantes, de su propia u otra etnia. Es
posible que esta voluntad les dé un nicho dentro del mercado. En el caso de los
transgéneros, el tener cuerpos ‘distintos’, equipados de órganos de ambos sexos, les
proporciona una clientela que exactamente busca esta ambigüedad.

Desventajas laborales
La peor de las desventajas laborales de los trabajos sexuales es su carácter clandestino. No
existen protecciones laborales: ni contratos, ni beneficios, ni seguridad social, ni los
sindicatos para exigirlos. Ya que la industria no es legal en sí (aunque los bares, clubes,
restaurantes, agencias etcétera sí lo son), sus trabajadores con pocas excepciones no
reciben unos de los más básicos servicios, como protección policial, incluso cuando son
violados, robados o coaccionados. En esta situación el jefe o dueño del negocio tiene libertad
para imponer cualquier condición injusta a los empleados, y si protestan pueden ser
simplemente echados a la calle. Es muy común que empleados de casas de masaje digan
que les vigila demasiado el jefe, o que no tienen derecho a rechazar a clientes que no les
gustan. En lugares de baile exótico, se queja mucho de jornadas demasiado largas con poco
descanso.

Estos comentarios se escuchan tanto entre migrantes como entre nativos, con el agravio de
que aún menos van a pronunciarse para reclamar derechos laborales mientras carecen del
permiso básico de ganar dinero. En investigaciones hechas en muchos países, la querella
más importante son los abusos de la policía, de hacer redadas sólo para cumplir sus
requerimientos de arrestos, de chantajear, de pedir servicios sexuales gratuitos, de perseguir
a las extranjeras, las negras o las transexuales. Los trabajadores se quejan mucho más de
policías que de clientes y ‘chulos’.

Parece que el trabajador vive un proceso de ‘aprendizaje’ durante está más expuesto a
violaciones, golpes y robos; luego ha aprendido a esquivar o manejar a clientes
problemáticos. El trabajar en parejas, por ejemplo una persona de más edad o experiencia
con otra más joven, puede ayudar en este proceso. Sin embargo, dada la falta de protección
policial, la posibilidad de violencia practicada por clientes siempre existe.

Otra desventaja importante es la dificultad de mantener un sano estado emocional. Muchos


se sienten culpables de relaciones pecaminosas; otros describen un peso grande en el
corazón. Sobre el sexo en sí, muchos dicen que ‘no sienten nada’ cuando están con clientes,
mientras otros sienten asco, miedo, soledad o tristeza. Ya que no gozan de protección
policial, están expuestos a todo tipo de engaño, confusión, peligro y problema. A pesar de
que no siempre pasa lo peor, conservar el ánimo positivo es un gran reto.

Trabajos ambiguos
El servicio doméstico es considerado uno de los trabajos que puede llevar a la prostitución.
Las domésticas internas comparten situaciones íntimas con familias que no son las suyas;
cuidan niños, ancianos y enfermos; les falta intimidad. Están en casa por la mañana, cuando
la familia se levanta, y por la noche, cuando se acuesta. Unas tienen relaciones sexuales con
alguien de la familia, bajo coerción o por soledad, amor, deseo o para obtener ventajas,
beneficios o un dinerito extra. También hay domésticas que hacen un trabajo sexual en otro
lugar, como segunda fuente de ingresos. Por supuesto son muchas las domésticas que no
tienen nada que ver con estas posibilidades. Es mejor no pensar que hay una línea divisoria
entre el servicio doméstico y el servicio sexual. Aquí existen muchas ambigüedades.

Lo mismo pasa con las agencias matrimoniales del tipo ‘novias por catálogo’ (mail-order
brides). Algunas sí arreglan matrimonios de verdad; hay personas satisfechas por haber
encontrado a su esposo o esposa de esta manera. A la vez, algunas agencias utilizan las
mismas técnicas para ‘vender’ personas que las que usan las empresas directamente
involucradas en la industria sexual. Muchas mujeres son casadas así directamente para
trabajos domésticos/sexuales, es decir, para desempeñar el papel de esposas ‘tradicionales’,
por lo cual es común el matrimonio entre un hombre del ‘primer mundo’ con una mujer del
‘tercero’. Se dan auténticos desastres en estas situaciones, pero también se dan éxitos.
Muchas mujeres casadas por agencia rechazan la etiqueta que reciben de ‘pobres víctimas’.

En muchos estudios de prostitutos y prostitutas, se ha evidenciado que no siempre existe


una línea clara entre el trabajo y el cliente, por un lado, y el amor y el amante, por el otro. Es
decir, puede existir el aspecto comercial junto a sentimientos de amor o cariño. Ya que eso
puede presentar tanto ventajas como desventajas, no lo incluyo en ninguna categoría.

Unos trabajadores se sienten confundidos, otros disfrutan de la confusión


Con excepción de las personas que sienten que tienen ‘oficio’ para el trabajo sexual, las que
están ahora trabajando en la industria casi siempre dicen que es temporal. Muchas salen de
la industria para volver en otra ocasión. Le guste el trabajo o no, la mayoría no se identifica
como prostituta o trabajadora sexual. Otra vez nos encontramos con situaciones equívocas,
en las cuales el deseo de ‘saber todo’ e imponer claridad no llega a ningún lado. Preguntas a
trabajadores sexuales tales como si les gusta ser prostitutos/as o por qué no dejan el trabajo
sexual pueden recibir respuestas extrañas. Es posible que no se consideren prostitutos. O
por ser una situación transitoria u ocasional no les importa tanto. O que cuando ven caras de
pena en quienes hacen preguntas prefieren decir cualquier cosa menos la verdad. Una vez
que se han ido, alguien siempre comenta que los que dicen que uno es victimizado y
miserable seguramente nunca han limpiado los retretes de servicios públicos o aguantado el
acoso sexual que acompaña a mucho trabajo doméstico — los oficios supuestamente más
dignos que la prostitución.

Para quienes sólo pueden imaginarse desempeñar un trabajo sexual con asco, sería una
opción terrible. Resulta que no es la reacción universal; o que el ‘asco’ es solamente un
componente o momento entre muchos, algunos neutros o positivos. Visto así es cómo todos
los trabajos del mundo.

Para quien quiere cifras


No resulta útil intentar dividir esta industria por país. Si todavía hay rasgos típicos del
mercado español, hay muchos más que se comparten con otros países europeos. El
mercado europeo goza de redes de telecomunicaciones y de transporte de alta calidad,
además de la política incompleta pero extensa de ‘fronteras abiertas’. Todos coinciden en
que la industria sexual crece de manera impresionante, pero cuantificarla es difícil: ¿Qué es
lo que se tiene que contar, exactamente? ¿Los ingresos de los dueños de negocios? ¿El
número de personas empleadas en todo lo relacionado a la industria (es decir ¿él que te
lleva al sitio en taxi, él que te cuida el auto, él que te trae la bebida, él que te protege en la
puerta, él que te cobra, él que te limpia el sitio?) ¿No habría que incluir también a los que
producen las ‘herramientas’ necesarias como la ropa, el maquillaje, los productos para el pelo
y las pelucas, las bebidas, las comidas, el tabaco y los preservativos? ¿Y por qué no a los
abogados que arreglan las escrituras y los permisos de todo tipo, los contables, los médicos
que hacen chequeos a los empleados y los que alquilan cuartos por horas?

La Oficina Internacional del Trabajo (OIT) ha publicado cifras sobre Tailandia que indican que
de un total de 104.262 empleados/as en 7.759 establecimientos donde se podía conseguir
servicios sexuales, 64.886 vendían tales servicios mientras 39.376 era ‘personal de apoyo’,
término que también incluye a los propietarios, gerentes y proxenetas. Más de un tercio de
los empleados no eran trabajadores sexuales pero vivían de la industria. (Lin Lean Lim
1998).

Casi siempre se intenta contar sólo la cantidad de trabajadores sexuales, pero esto tampoco
da resultados fiables y comparables. Dada la problemática de lo ‘irregular’, criminalizado,
indocumentado o estigmatizado de la industria, cada proyecto de contar a prostitutos y
prostitutas ha contado de manera distinta. Por ejemplo, no se puede comparar la cifra de
“23% (412) y 14% (117) de las mujeres con visados para trabajar como bailarinas en Suiza
fueron de Dominicana y Brasil” (Oficina Internacional de Migraciones) con la de “75% de
prostitutas/os extranjeras/os en Alemania son de América Latina y el Caribe” (AGISRA —
Arbeitsgemeinschaft Gegen Internationale Sexuelle und Rassistische Ausbeutung). Ni
siquiera se puede comparar sus métodos de contar.

Un estudio del proyecto TAMPEP (Transnational AIDS/STD Prevention Among Migrant


Prostitutes in Europe Project) ofrece cifras sobre los porcentajes de migrantes entre
prostitutos y prostitutas por país europeo. Son números muy esquemáticos, ya que vienen de
proyectos participantes que no han contado de la misma manera, que no tienen el mismo tipo
de contacto con la prostitución (muchos por ejemplo conocen sólo a trabajadores de la calle,
o sólo a personas que asisten a ciertos servicios sanitarios), que no hablan todos los idiomas
necesarios para comunicarse con los migrantes o que operan sólo en las ciudades grandes.
Sabemos también que pedir a un migrante detalles personales de su vida no asegura una
respuesta verídica. Para colmo, ya que estos migrantes están en movimiento, contarlos por
país resulta de utilidad temporal.

Las cifras del porcentaje migrante entre los prostitutos y las prostitutas son: 90% en Italia,
25% en Suecia y Noruega, 85% en Austria, 62% en el norte de Alemania y 32% en el sur,
68% en Holanda y 45% en Bélgica. La cifra española de 50% incluye sólo prostitución
callejera en Madrid (Tampep 1999). Desde 1997 cuando se hizo el último estudio de este
tipo, el porcentaje de migrantes en la industria sexual ha aumentado en todos los países
europeos.

Propuestas laborales relacionadas a la industria sexual


El informe publicado por la OIT en 1998 (The Sex Sector) recomienda la inclusión de la
industria sexual en cuentas oficiales gubernamentales. La OIT opina que el reconocimiento
significa contribuciones enormes a economías regionales y nacionales en términos de
impuestos y permisos, pero además que es la única manera de mejorar la situación de
quienes son empleados como trabajadores sexuales. Si los gobiernos reconocen el sector
sexual, se verán obligados a extender derechos y protecciones laborales a las personas que
trabajan en ello. En el caso de los cuatro países del informe (Indonesia, Malasia, Filipinas y
Tailandia), el reconocimiento del sector mejoraría las vidas de entre 800.000 y un millón de
personas que reciben pago por servicios sexuales.

Aunque el informe de la OIT se basa en estudios de la industria en países del sureste de


Asia, advierte que ésos, en vez de tener un peor problema con la prostitución, son
‘ilustrativos’ de un fenómeno mundial. Su planteamiento es altamente pragmático, fijado en
asuntos laborales. Hoy en día, Holanda es el país que más atención presta al asunto de la
‘legalización’ de los negocios del sexo, buscando la situación que menos perjudique a los
empleados. Su nueva ley permite y regula el funcionamiento de burdeles de igual manera
que otros negocios, con los propósitos de legalizar la organización de la prostitución
voluntaria y de aumentar la penalización de la organización involuntaria (por violencia, fuerza,
coacción o fraude y con menores). Ya que la ley deja decidir los detalles a las
municipalidades, puede haber diferencias de sitio en sitio. Mejora la situación de miles de
trabajadores sexuales pero no de los migrantes ‘ilegales’, quienes siguen trabajando sin
protecciones laborales.

Aunque Alemania tiene un sistema donde los trabajadores sexuales ‘se inscriben’, trabajan
legalmente y pagan impuestos, no reciben los beneficios laborales normales como la
seguridad social. El país se encuentra ahora en el proceso de cambiar por un modelo como
el holandés, donde se reconoce la prostitución como trabajo para que los trabajadores
reciban derechos laborales e igual tratamiento jurídico.

Propuestas abolicionistas no tienen la intención de mejorar la vida laboral del trabajador


sexual. La nueva ley sueca criminaliza al cliente, llegando a empujarle a buscar el comercio
sexual en espacios menos visibles. Como ocurre con las redadas policiales, cuando el
comercio se esconde, puede correr más peligro el trabajador.

Los sistemas de ‘regularización sanitaria’ suelan fijarse en chequeos médicos y pruebas


forzadas para los trabajadores, estigmatizándoles como ‘fuentes de contagio’ de
enfermedades de transmisión sexual. Algunas regiones de Alemania todavía imponen
frecuentes chequeos. No etiqueto esta propuesta como ‘laboral’, porque ha quedado claro
durante doscientos años que el propósito de este tipo de reglamentación nunca es cuidar la
salud del trabajador; en cambio, le culpa de enfermedades que no pueden nunca ser
transmitidas sin la actuación de dos personas — una de ellas, el cliente.

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Notas

[1] El término transgénero reúne las posibilidades entre travestis y transexuales, cuyas
apariencias pueden mirarse masculinas, femeninas o ambiguas. También se usa la palabra
intergénero. Estudios actuales de sexualidad evitan los supuestos usuales; en el caso de la
prostitución el supuesto automático es que son mujeres.

[2] Turistas sexuales hablan de esta diferencia así: que mientras en Europa las prostitutas
valoran la eficiencia y la rapidez, en el ‘tercer mundo’ toman más tiempo con el cliente, le dan
más servicios y parecen involucrarse más. Sería entonces un trabajo más ‘artesanal’.

[3] No ‘oficio’ o profesión, que puede implicar más intención o conciencia ‘profesional’.

[4] Los términos para estos trabajos varían de sitio en sitio, los madrileños distintos a veces
de los de otras partes de España. Los migrantes vienen con sus propios términos, de varias
lenguas, que luego se mezclan con los demás.
[5] Hay las que se dicen sexoservidoras en México.

[6] Hay también personas que hablan del asco o de la tristeza que sienten cuando limpian
baños o cuerpos. Muchas experimentan peligros ‘emocionales’ al trabajar como internas,
viviendo en situaciones íntimas con familias que no son las suyas.

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Tomado de https://www.nodo50.org/mujeresred/laura_agustin-1.html (Diciembre 31 de 2017)

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