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EL MUNDO MÍTICO EN LA NUEVA NOVELA


LATINOAMERICANA

«Hoy —dice Carlos Fuentes— la novela es mito, lenguaje y estructura.


Y al ser cada uno de estos términos es, simultáneamente, los otros dos...
Paradójicamente, la necesidad mítica ha surgido en Occidente sobre las
ruinas de la cultura que negó el mito... ' Octavio Paz, en el contexto de
su discurso sobre Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo, escribe
que los "poemas y mitos coinciden en trasmutar el tiempo en una cate-
goría temporal especial, un pasado siempre futuro y siempre dispuesto a
ser presente, a presentarse"».2
En la década de los 50, los narradores latinoamericanos buscan situar
a la novela en la línea y en las proyecciones universales de la novela
europea y norteamericana, despojándola para ello de su forma documental,
realista-naturalista.

La novela actual ha profundizado las raíces comunes de mito, poesía y len-


guaje —según Pages Larraya— y por medio de la intrusión de lo fantástico
ha alterado los supuestos convencionales del vivir; ha empleado los mitos en
función de un sondeo crítico del hombre... La aventura humana, los sím-
bolos, los objetos, aparecen en función de valores religiosos, poéticos o
míticos de esencial importancia para el hombre. Ya sea a través de la pro
fundización de lo ancestral americano o de la búsqueda humana o de la
profundización metafísica, el novelista de hoy trabaja en una dimensión
óntica.3

1. Carlos Fuentes, La nueva novela hispanoamericana (México: Editorial Joaquín Mortiz,


1969), p. 20.
2. Octavio Paz, Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo (México: Editorial Joaquín
Mortiz, 1967), p. 57. Véase también Arte, lenguaje, etnología, entrevistas de Georges Char-
bonnier con Claude Lévi-Strauss, traducción de Francisco González Aramburu (México: Siglo
Veintiuno Editores, 1968); John Middleton, Myth and Cosmos (New York: The Natural History
Press, 1967); Joseph Campbell, The Flight of the Wild Gander (New York: Viking Press, 1969);
G. S. Kirk, Myth Its Meaning and Functions in Ancient and Other Cultures (Berkeley: Univer-
sity of California Press, 1970); Claude Lévi-Strauss, Anthropologie structurale (New York:
Adler, rev. ed., 1968).
3. Antonio Pages Larraya, «Tradición y renovación en la novela hispanoamericana», Mundo
Nuevo (Buenos Aires), 34 (abril, 1969), p. 78.

AIH. Actas IV (1971). El mundo mítico en la nueva novela latinoamericana. RUTH S. LAMB
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Novelistas como Asturias, Carpentier, Yáñez, Rulfo, Fuentes, Vargas


Llosa, García Márquez, Guimaraes Rosa, vuelven al mundo mítico, ances-
tral e histórico en Latinoamérica, con otra perspectiva real y mágica. Obras
como Los pasos perdidos, de Carpentier; Cien años de soledad, de García
Márquez; La casa verde, de Vargas Llosa, no son una evasión, sino una
búsqueda de un mundo del cual sus autores fueron espiritualmente des-
gajados.
Los escritores no rechazan a América, como puede comprobarse en las
teorías de Alejo Carpentier, sino la técnica de la novela criollista, donde
él afirma «que el método naturalista-nativista-típicísta-vernacular aplicado,
durante más de treinta años, a la elaboración de la novela latinoamericana
nos ha dado una novelística regional y pintoresca que en muy pocos casos
ha llegado a lo hondo —a lo realmente trascendental— de las cosas».4
A esta novelística oponen la de una nueva técnica narrativa. Una de
las dimensiones renovadoras se expresa en el registro de z.onas temáticas
que no habían recibido antes adecuado tratamiento. Por eso, los narradores
se valen de la mitología y otros aspectos inexplorados del escenario ame-
ricano:

...por la virginidad del paisaje por la formación, por la ontología, por la


presencia fáustica del indio y del negro, por la revelación que constituyó su
reciente descubrimiento, por los fecundos mestizajes que propició, América
está muy lejos de haber agotado su caudal de mitologías. ¿Pero qué es la
historia de América toda sino una crónica de lo real-maravilloso? 5

Hay entre los novelistas contemporáneos una búsqueda de alternativas


capaces de resolver el enigma moderno de una civilización trastornada y
perturbada. Según Julio Cortázar, «...una literatura que busca internarse
en territorios nuevos y por ello más fecundos, no puede ya acantonarse en
la vieja fórmula novelesca de narrar una historia, sino que necesita tramar
su estructura y su desarrollo de tal manera que el texto de lo así tramado
alcance su máxima potencia gracias a ese tratamiento de implacable exi-
gencia». 6
Miguel Ángel Asturias descubre la nueva universalidad por medio del
mito y del lenguaje. Su manera de personalizar a los hombres anónimos

4. Alejo Carpentier, «Problemática de la actual novela latinoamericana», en Tientos y dife-


rencias (Montevideo: Editorial Arca, 1967), p. 10.
5. Alejo Carpentier, «De lo real maravilloso americano», en Tientos y diferencias, p. 121.
6. Osear Collazos, Julio Cortázar y Mario Vargas Llosa, Literatura en la revolución y revo-
lución en la literatura (polémica) (México: Siglo Veintiuno Editores, 1970), p. 73. Los ensayos
incluidos en este volumen fueron publicados por Marcha de Montevideo a partir del 29 de
agosto de 1969.

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de Guatemala consiste en dotarlos de sus mitos y de su lenguaje mara-


villoso. En Hombres de maíz hablan el señor Nicho Aquino y la famosa
María Tecún:

—¿Conque usté es la famosa María Tecún?


—Hágame favor... —le pudo lo que le dijo, pero le contestó de buen
modo—... ¿famosa, por qué?
—Por la piedra, por la cumbre, por las «tecunas»... —se apuró a decir
el correo de San Miguel Acatan, hoy convertido en un nadie; ...pero un gran
nadie desde que dejó de ser correo.
—También usté sabe lo de la piedra, pues... Entonces, según, ésa soy
yo; piedra allá y gente aquí...
El señor Nicho navegaba en el mar junto a María Tecún, tal y como él
era, un pobre ser humano, y al mismo tiempo andaba en forma de coyote
por la Cumbre de María Tecún, acompañando al Curandero-Venado de las
Siete-Rozas. Dos animales de pelo duro cortaban la neblina espesa por la
tierra de poro abierto que rodea la gran piedra. Volvían de las grutas lumi-
nosas, de conocer a los invencibles en las cuevas de pedernales muertos,
conservándose la conversación para no disolverse, el venado-curandero en la
mansa oscuridad blanca de la cumbre, tan igual a la muerte, y el coyote-
correo en la caliente y azul oscuridad del mar, donde estaba en cuerpo
humano. Si no se conversan, el Curandero-venado se habría disuelto en la
neblina, y el Correo-coyote habría vuelto por entero a su auténtico ser, a
su cuerpo de hombre que navegaba al lado de María Tecún.7

Escribe Asturias sus Leyendas de Guatemala y Hombres de maíz enfo-


cando el tema de los mitos y de las tradiciones guatemaltecas. En su
trilogía bananera, donde reacciona frente a ciertas condiciones de vida en
las plantaciones bananeras, indica que no se ha distanciado del todo de
los mitos. Y en una entrevista con Gunter Lorenz, reafirma Asturias que
todas sus novelas son realistas porque tienen en cuenta este aspecto mí
tico, «porque el mago o el dios Huracán conforman una realidad en la
mente de los hombres de nuestros país, están omnipresentes...» 8
Los novelistas escriben a través de mitos inéditos y fórmulas nuevas,
buscando «cierto americanismo de las esencias, no tanto temático cuanto
interior» 9. Carpentier, al considerar la cuestión de los contextos precisa-
mente latinoamericanos que pueden contribuir a una definición de los
hombres latinoamericanos, incluye entre otros, los contextos ctónicos: «Su-

7. Miguel Ángel Asturias, Hombres de maíz (Buenos Aires: Losada, 5.a ed., 1967), p. 266.
8. Gunter W. Lorenz, «Diálogo con Miguel Ángel Asturias», Mundo Nuevo (Buenos Aires),
43 (enero, 1970), p. 41..
9. Juan Loveluck, «Gabriel García Mázquez, narrador colombiano», en 9 Asedios a García
Márquez (Benedetti, Carballo, Lastra, Loveluck, Ortega, Oviedo, Rama, Vargas Llosa) (Chile:
Editorial Universitaria, 1969), p. 58.

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pervivencias de animismo, creencias, prácticas, muy antiguas, a veces de


origen cultural sumamente respetable, que nos ayudan a enlazar ciertas
realidades presentes con esencias culturales remotas, cuya existencia nos
vincula con lo universal-sin-tiempo» 10. En Écue-Yamba-Ü, Carpentier des-
arrolla la novela del mundo mágico-primitivo en que vive una sección de
la población negra en Cuba. Los protagonistas —Menegildo, Salomé y
Beruá— tienen una concepción ancestral del universo que acepta la po-
sible índole mágica de cualquier hecho.

...Y en esto radicaba su confianza en una lógica superior y en el poder de


desentrañar y de utilizar los elementos de esa lógica, que en nada se mos-
traba hostil. En las órficas sensaciones causadas por una ceremonia de bru-
jería volvían a hallar la tradición milenaria... que permitió al hombre, des-
nudo sobre una tierra aún mal repuesta de sus últimas convulsiones, encontrar
en sí mismo unas defensas instintivas contra la ferocidad de todo lo creado. "

El protagonista de Los pasos perdidos remonta el Orinoco en un viaje


regresivo a través del tiempo, buscando ese mismo americanismo de las
esencias. Llega hasta sus fuentes y descubre que cada año, al dividirse las
aguas, este Edén desaparece y, con él, toda memoria humana anterior a
esta catástrofe natural. Esta novela «presenta una cosmogonía al revés, y
una plasmación de temas y experiencias americanas a través de mitos clá-
sicos —Jasón, Ulises, Prometeo— que concretizan valores americanos; lo
clásico se transforma por vía de la magia poética en una mitología ame-
ricana...» 12
La realidad que registra Mario Vargas Llosa en La casa verde alberga
varios niveles, e incluye el nivel mítico. «Todo aparece —según José Mi-
guel Oviedo— relativizado dentro de un orbe propuesto con entidad
ficticia aunque se nutra de elementos que pertenecen al mundo objetivo;

10. Alejo Carpentier, «Problemática de la actual novela latinoamericana», en Tientos y dife-


rencias, pp. 20-21.
11. Alejo Carpentier, Écue-Yamba-Ó (Madrid: Editorial España, 1933, p. 63). En Tientos
y diferencias, Carpentier escribe de esta novela: «En una époa caracterizada por un gran interés
hacia el folklore afrocubano recién "descubierto" por los intelectuales de mi generación, escribí
una novela —Écue-Yamba-Ó— cuyos personajes eran negros de la clase rural de entonces. Debo
advertir que crecí en el campo de Cuba en contacto con campesinos negros e hijos de campesinos
negros, que, más tarde, muy interesado por las prácticas de la santería y del "ñañiguismo",
asistí a innumerables ceremonias rituales... Pues bien: al cabo de veinte años de investigaciones
acerca de las realidades sincréticas de Cuba, me di cuenta de que todo lo hondo, lo verdadero,
lo universal, del mundo que había pretendido pintar en mi novela había permanecido fuera del
alcance de mi observación. Por ejemplo: el animismo del negro campesino de entonces; las rela-
ciones del negro con el bosque; ciertas prácticas inicíacas que me habían sido disimuladas por
los oficiantes con una desconcertante habilidad. Desde entonces desconfío... de toda literatura
que solían presentarnos, hasta hace poco, como la más auténtica de América», pp. 11-12.
12. Ivan A. Schulman, Manuel P. González, Juan Loveluck y Fernando Alegría, Coloquio
sobre la novela hispanoamericana (México: Fondo de Cultura Económica, 1967), p. 29.

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El mundo mítico en la nueva novela latinoamericana

todo está tamizado por la ambigüedad de la visión mítica y nada se nos


manifiesta como una presencia unívoca» 13. Vargas Llosa sostiene la pers-
pectiva mítica de La casa verde porque se apropia de una realidad múltiple
sin sacrificarla a su paso por la literatura. Trata de captarla de un modo
intuitivo e irracional tal como entró en su experiencia. Dice Vargas Llosa,
en cuanto a esta interpretación de lo real como algo indiscernible de lo
imaginario, que

...toda la hitoria de la Casa Verde y de Anselmo —esa serie de episodios


que conforman el nivel mítico de la novela— están vistos a una cierta
distancia y siempre a través de un intermediario, de una conciencia colectiva,
que filtra, diluye, «poetiza», los hechos, distorsionándolos sin duda, mitifi-
cándolos: «realizándolos. ¿Quiénes forman esta conciencia colectiva? Los
piuranos en general, los mangaches en particular. Son ellos los que cuentan
la historia de la llegada de Anselmo a Piura, la fundación de la Casa Verde,
el incendio que encabeza el Padre García.14

En La casa verde el interés por los mundos materiales es sólo el co-


mienzo de una indagación en otras zonas, que exceden los límites del
realismo literario: «de la representación, su obra se eleva al planteo de
una problemática trascendente, a la interpretación mítica, a la parábola
moral...» 15. La existencia aparece en la obra de Vargas Llosa

como una gran aventura de cuyo significado profundo el hombre no es del


todo consciente, pero cuyo dinamismo cobra un valor y una fuerza transfor-
madora que supera los límites personales y deja una huella persistente en la
realidad exterior. La esencia humana le interesa al autor como una posibi-
lidad de afirmación en medio del caos, no como un simple instrumento de
sus ideas o como vehículo de sus creencias. 16

Vargas Llosa incorpora a La casa verde la dimensión mítica para com-


poner su doble imagen fabulosa de un Piura rufianesco y una selva de
señores feudales, y la emplea no sólo como equivalente de la verdad, sino
como complemento de la verdad histórica.
En Cien años de soledad, de García Márquez, las relaciones entre
distintos mundos y tiempos crean la estructura de la novela. Esta estruc

13. José Miguel Oviedo, Mario Vargas Llosa: La invención de una realidad (Barcelona:
Barral Editores, 1970), p. 139.
14. Mario Vargas Llosa, Carta citada por Wolfgang A. Luchting, «Vargas Vicuña, a technical
predecessor of Mario Vargas Llosa?» (conferencia), en Actas de la PNCFL (Massachusetts), XIX
(1968), p. 128. Cf. Oviedo, p. 135.
15. Oviedo, o. c, p. 242. Véase también Wolfgang A. Luchting, «Los mitos y lo mitizante
en "La Casa Verde"», Mundo Nuevo (Buenos Aires), 43 (enero, 1970), pp. 56-60.
16. Oviedo, o. c, p. 242.

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tura abarca a lo menos cuatro secuencias de mundo y tiempo: 1), el mundo


y el tiempo mítico de los fundadores; 2), el mundo y tiempo histórico
que presenta el coronel Aureliano Buendía y sus guerras; 3), el tiempo
cíclico en la vida de los primeros protagonistas, y su mundo transformado
por la inserción de Macondo en una realidad más vasta; y, 4), la destruc-
ción de Macondo y el agotamiento del linaje de los Buendía.
El mundo y el tiempo mítico de la fundación de Macondo anuncian
un arquetipo de búsqueda del paraíso perdido. José Arcadio Buendía,
patriarca y fundador, ha emprendido con varias familias un éxodo a través
de la sierra buscando una salida al mar. Una noche cuando acampan junto
al río sueña que

en aquel lugar se levantaba una ciudad ruidosa con casas de paredes de


espejo. Preguntó qué ciudad era aquélla, y le contestaron con un nombre
que nunca había oído, que no tenía significado alguno, pero que tuvo en el
sueño una resonancia sobrenatural: Macondo. Al día siguiente convenció a
sus hombres de que nunca encontrarían el mar. Les ordenó derribar los
árboles para hacer un claro junto al río, en el lugar más fresco de la orilla,
y allí fundaron la aldea. 17

Esta búsqueda de un paraíso anuncia el reencuentro con el mundo, la


necesidad de conquistar este mundo en una identidad primordial. Viene
del sueño del hombre contemporáneo para resolver esa crisis de identidad
y de restablecer una realidad original. En los episodios se nota el origen y
el desarrollo de un mito arquetípico: la culpa del amor, la expulsión y la
búsqueda de otro mundo. Dos veces se habla del paraíso en las primeras
páginas:

...Varios amigos de José Arcadio Buendía... desmantelaron sus casas y car-


garon con sus mujeres y sus hijos hacia la tierra que nadie les había prome-
tido... Los hombres de la expedición se sintieron abrumados por sus re-
cuerdos más antiguos en aquel paraíso de humedad y silencio, anterior al
pecado original.18

En esta zona primitiva la presencia del mundo está representada mito-


lógicamente: los objetos imponen su presencia por primera vez, y José
Arcadio Buendía descubre por sí mismo que la tierra es redonda: «El
mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para
mencionarlas había que señalarlas con el dedo». Una gran añoranza por

17. Gabriel García Márquez, Cien años de soledad (Buenos Aires: Editorial Sudamericana,
1967), p. 28.
18. Cien años de soledad, pp. 17, 27.

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conocer lleva al patriarca a experimentar constantemente con imanes, lupas


y mapas. «Esta añoranza —dice Julio Ortega— es otro sueño mítico: la
necesidad de la ciencia, del conocimiento...» 19
José Arcadio Buendía indica que el tiempo mítico ha concluido cuando
dice que «es lunes» un día martes y lo sigue afirmando aún el viernes.
«De pronto me he dado cuenta de que sigue siendo lunes, como ayer.
Mira el cielo, mira las paredes, mira las begonias. También hoy es lunes»,
dice. 20

Desde el punto de vista de los otros personajes, en efecto, no es lunes; pero


en un mundo mítico el tiempo no es lineal: José Arcadio Buendía, por eso,
será amarrado al castaño, como loco, y morirá luego pero en realidad no
morirá: amarrado al árbol de la vida el enorme anciano seguirá siendo el
fundador, el Padre. 2l

Las guerras del coronel Aureliano Buendía denotan que Macondo ha


entrado a formar parte de un tiempo histórico. La segunda generación de
Macondo asiste a la extensión de su mundo, e ingresa ya a una situación
histórica. A la plenitud temporal del mundo mítico, al tiempo más con-
creto del mundo de la historia, prosigue «el adelgazamiento de la reali-
dad», donde el tiempo se hace una espiral, y Macondo y la familia Buendía
van paulatinamente hacia la destrucción. Pilar Ternera, una de las prota-
gonistas importantes de la novela, reconoce el advenimiento de esta des-
trucción:

...No había ningún misterio en el corazón de un Buendía, que fuera impe-


netrable para ella, porque un siglo de naipes y de experiencia le había
enseñado que la historia de la familia era un engranaje de repeticiones irre-
parables, una rueda giratoria que hubiera seguido dando vueltas hasta la
eternidad, de no haber sido por el desgaste progresivo e irremediable del
eje. *

Los novelistas contemporáneos no pueden enfrentarse a una sociedad


transmutada con conceptos y procedimientos artísticos que guiaban a los
escritores de otras generaciones. Con el fin de sustituir a los antiguos
modelos, los novelistas introducen, entre otros elementos, el monólogo
interior, el fluir psíquico, patrones espaciales y temporales desconectadas,

19. Julio Ortega, «Gabriel García Márquez, Cien años de soledad», en 9 Asedios a García
Márquez, p. 77.
20. Cien años de soledad, p. 73.
21. Ortega, o. c, p. 77.
22. Cien años de soledad, p. 334.

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historias fragmentarias, y emplean mitologías indígenas, como en Hombres


de maíz, griegas, como en Los pasos perdidos, o bíblicas, como en Cien
años de soledad.

...estos novelistas se esfuerzan... por ordenar la experiencia confiriéndole un


sentido estético y ético. La mayoría se acerca a los mitos de la Antigüedad,
pagana o indígena y en ellos vuelcan el caos de la vida contemporánea para
arrancarle a ella un significado universal y permanente. u

Estos artistas ven en las técnicas de escritores extranjeros un ejemplo


y un guía. Así, buscan el apoyo de los experimentos de novelistas como
Joyce, Faulkner, Dos Passos, Kafka, Mann, Camus y Proust, y exploran
el estructuralismo europeo de Lévi-Strauss y otros.
Para encontrar una solución universalmente aceptable, los escritores
han optado por la de una síntesis cultural, donde se identifican con el
pasado, resuelven los problemas planteados por la imposición de la civi-
lización hispánica sobre la autóctona, y emplean construcciones mitológicas
y símbolos arquetípicos dentro de las nuevas técnicas narrativas. No habría
sido posible la síntesis crítica de la sociedad y la imaginación en la nueva
novela sin la profunda revolución en la prosa que realizó Borges, donde
él «confunde todos los géneros, rescata todas las tradiciones, mata todos
los malos hábitos, crea un orden nuevo de exigencia y rigor sobre el cual
pueden levantarse la ironía, el humor, el juego...» 24
Esta síntesis crítica de la sociedad y la imaginación provee una visión
más amplia, dramática y compleja del hombre como criatura indescubierta
y contrasta con los personajes cerrados de la novela tradicional. El hombre
de la nueva novela ha rescatado su índole apelando al recurso de su mundo
mítico.

DRA. RUTH S. LAMB


Scripps College
Claremont (California)

23. Fernando Alegría, «Estilos de novelar o estilos de vivir», en Schulman..., Coloquio


sobre la novela hispanoamericana, p. 143.
24. Fuentes, La nueva novela hispanoamericana, p. 26.

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