1. Planteamiento
Como ha hecho notar acertadamente María Rosa Lida ' «las imitaciones
de la Celestina constituyen un verdadero género literario, el de la larga
acción dialogada en prosa». Siendo así, queda abierta para los estudiosos
la posibilidad de desentrañar cómo revive la «materia celestinesca», a lo
largo del siglo xvi, en cada una de sus manifestaciones; de hacer ver en
qué sentido y con arreglo a qué criterios estéticos e ideológicos se reelabora
el gran modelo. La presente comunicación se sitúa en esta línea. Me
propongo una consideración de la Comedia Thebaida encaminada a precisar
la índole de sus relaciones con la Celestina. Ello me ha venido sugerido
por la lectura reciente de la edición y estudio que ha hecho de la Thebaida
el hispanista inglés Keith Whinnom, continuando la labor iniciada antes
de su muerte por G. D. Trotter 2 . En una reseña de la misma (para la
Zeitschrift für romanische Phiíologie) he intentado destacar lo que este
trabajo tiene de valioso y apuntado también algunas discrepancias.
A mi juicio, en el análisis de la Thebaida, desde el punto de vista
literario que figura en el estudio introductorio de Whinnom 3 , se deslizan
algunas afirmaciones precipitadas. Se dice allí que, excepción hecha de al-
gunas coincidencias concretas, lo que la Thebaida debe a la Celestina no
pasa de ser una forma y una técnica, pero que la ausencia en ella de
rasgos celestinescos notables (magia, carácter trágico, Celestina misma) le-
gitimaría el que se prescindiese de la etiqueta «imitación» para calificarla
1. Cf. su libro ]uan de Mena poeta del prerrenacimiento español, México 1950, p. 483.
2. La Comedia Thebaida (Edited by G. D. Trotter and Keith Whinnom), London, Ta-
mesis Books Limited, 1969.
3. Cito, en lo sucesivo, Introd., por razones de brevedad.
2. Coincidencias
4. He aquí las palabras exactas (Introd., pp. XXXI-XXXII): «what the author of the
Thebaida has borrowed from Rojas is primarily a form and a technique. It is necessary to
emphasize (...) that the author of the Thebaida rejected, and that utterly and completely, some
of the most important and distinctive elements in the Celestina: there is no witchcraft; he has
eliminated the tragedy; and he has discarded the unsavoury (if impressive) character of Celes-
tina herself». Y a continuación (p. XXXII): «my main point is that we should stop talking of
the Thebaida (and the Seraphina) as "imitations of the Celestina" and label them instead simply
as "Spanish humanistic comedy"».
5. Los juicios de Menéndez Pelayo están en sus Orígenes de la novela, IV, Madrid,
C. S. I. C , 1943, pp. 36-44. Los de María Rosa Lida, diseminados en su estudio La originalidad
artística de la Celestina (2." ed.), Buenos Aires, Eudeba, 1970. Lo cito, desde ahora, Orig.
6. Véanse sus argumentos, que me parecen convincentes, en Introd., pp. XXVIII-XXXI.
7. En adelante los números entre paréntesis, tras las referencias al texto de la Thebaida,
indican las líneas, siempre por la ed. de Whinnom, que las marca al margen.
8. La que precede a la llegada de Sempronio a casa de Celestina.
9. M. R. Lida (Orig., p. 394) afirma que en Berintho «la melancolía y el ensimismamiento
llegan a extremos ridículos»; a mi juicio, esta observación no tiene en cuenta el hecho de que,
junto al retoricísmo de lenguaje, cabe también otro de situación.
3. Discrepancias
21. Analizo aparte a los principales de ellos. Por cierto que su número está algo aumen-
tado. M. R. Lida lo explica así: «por no compartir la honda atención de la Tragicomedia a los
personajes bajos y creerlos meras figuras de donaire, los imitadores (nótese que la autora habla
en general) se sienten autorizados a introducir otros nuevos» (Orig., p. 242).
22. Cf. P. E. Russelí, La magia como tema integral de la Tragicomedia de Calixto y Meli-
bea, en Homenaje a Dámaso Alonso, III, 1963, pp. 337-354.
23. Sobre la ausencia de la magia en la Thebaida llama justamente la atención Whinnom
(cf. nuestra nota 4). Tampoco pasó desapercibida a la sagacidad de M. R. Lida, que la menciona
(Orig., p. 245) refiriéndose a las imitaciones en general.
24. En algún caso, como en la reacción de Calisto cuando le matan a sus criados, estos im-
pulsos egoístas articulan decisivamente la Celestina.
25. En ello reside, para mí, la mayor eficacia y acierto del desastrado final.
26. Los personajes añadidos (el padre, Paulina, Tiburnina, una vecina) sólo tienen una
aparición fugaz y no llegan a perfilarse. En cuanto a los criados, en la Celestina, muertos Sem-
pronio y Pármeno, Calisto se sirve de Sosia y Cristanico. En la Thebaida hay también cuatro
servidores, lo que coincide con el modelo, pero de ellos son Galterio y Aminthas los que se
destacan. Simaco y Evaristo (sobre todo éste) apenas si son más que nombres y no hacen sino
subrayar a los personajes principales.
27. Para Whinnom (Introd., p. XLII): «the character of Galterio is likely to be misun-
derstood if one insists on harking back to Centurio».
28. Grosso modo porque la Thebaida recarga la crudeza en las situaciones heroicas y entre-
cruza en este sentido a los personajes.
29. Véanse los puntos c y d de este apartado.
30. Acaso pudo nacer como desdoblamiento de la dimensión moraiizadora de Sempronio,
antes de corromperlo Celestina.
31. Cf. nota 10.
32. La Thebaida no da pie, sin embargo, para esbozar una caracterización de Berintbo como
personaje burgués. Cf. nuestro párrafo 3 b. Sobre et carácter aburguesado de Calisto, y de la
obra en general, véase J. A. Maravall, El mundo social de la Celestina (2.a ed.), Madrid,
Gredos. 1968.
33. «It is the figure of Aminthas who links all these levéis and who could well be regarded
as the centra! character oí the entire work» {Inlrod., pp. XLVI-XLVII).
34. Cf. el acto XVIII de la Celestina.
35. La rapacidad aflora por un momento en él cuando en la escena X (5334 y ss.) se alegra
de la confusión que ha originado en casa de Berintho el enamoramiento de éste (a río revuel-
to...), pero no pasa de ser un atisbo. En otra ocasión (7887-7916) alude a la infidelidad de los
que sirven y, cuando Franquila le pregunta si éí defraudaría a su señor, responde: «peor es
hurgalle» (7920). Pero, aun con estas reticencias, no quedan dudas de su lealtad.
con todas estas cualidades tiene un lado negativo complejo: ha sido padre
de mancebía y el ambiente prostibulario no parece tener secretos para
él 36 . En la escena VI (2.942-99), él mismo enumera sus habilidades: alca-
huete, delator, adulador, chantajista. En él se localiza la experiencia des-
engañada, el conocimiento de las bajas pasiones y la pericia en su mani-
pulación. En este sentido es en el que su personalidad recoge parte de
la herencia de Celestina. Pero —hay que insistir en ello— sólo parte. Lo
que encontramos en él es, por otro lado, antes escepticismo de picaro
(vivir como se puede) y afirmación primaria de erotismo que encarnación
rigurosa de un principio maligno o corruptor. Es, en lo que se me alcanza,
el único personaje de la Thebaida que supera en complejidad a su corres-
pondiente de la Celestina, si, aun con reservas, se acepta como tal a
Centurio.
f) Menedemo: Personaje por cuya boca se expresa la moral37. Actúa
en cierto modo como contrapartida de Galterio. Entrado en años, filoso-
fador, severo y sentencioso. Aludiendo a la filosofía del amor le dice
Berintho: «éstas son las materias que tú a la contina andas investigando»
(4.407-08). Cuando en la escena IX Franquila quiere desengañar a Be-
rintho, que se cree en posesión del sumo bien, a él se recurre como arbitro
para decidir la cuestión. «Se tiene por medio letrado» (4.429) y en otra
ocasión se dice de él: «sin dubda es Menedemo hombre prudente, y no
sin causa de todos está por tal comúnmente reputado» (4.493-94). Es él
quien en la escena IX define el concepto de amistad y quien, en la XIV,
como consejero prudente, disuade a Berintho de divulgar su amor. En
esa misma escena lleva la batuta en una disquisición sobre cuál sea la
verdadera nobleza. Se lo califica de experto en la «moral philosophía». En
la ciudad es loado como persona sabia (8.260). A su cargo corre la extensa
perorata religioso-moral con la que se cierra la obra. Su carácter austero
y moralizador puede, pues, considerarse enterizo y prácticamente sin fi-
suras. 38
g) ¿Ausencia de Celestina?: Deliberadamente, por parecerme lo más
notable y significativo, dejo para el final la consideración de la presunta
ausencia o vacío de Celestina en la Comedia Thebaida. Para Whinnom 39 ,
se trataría de una obra celestinesca sin Celestina. A mi juicio, lo que hay
36. En ello hemos de ver una coincidencia notable con el carácter de Celestina.
37. «Portavoz moral del autor» le llama M. R. Lida. Cf. Juan de Mena poeta del prerrena-
cimiento español, p. 487, nota 38.
38. Si admitimos la intención moralizadora en la Celestina, ésta vendría dada por el desen-
lace catastrófico. En la Thebaida, en cambio, por la presencia de un personaje «especializado»
en moral, lo que es menos operante desde ei punto de vista de la intensidad.
39. Cf. nuestra nota 4.
en ella es más bien una fragmentación, desde luego inhábil, de este per-
sonaje básico. Al iniciarse la obra, es Franquila la persona a cuyo cargo
corre el quehacer celestinesco. Pero, al ser joven y sujeta ella misma de
pasión amorosa, Franquila se va a apartar de Celestina para asimilarse a
las pupilas de ésta: Elicia y Areúsa. En las cuatro escenas primeras le
falta además todo rasgo expresivo de la ambición, lo que vuelve a apar-
tarla de Celestina. Cuando llega por primera vez a casa de Berintho (2.119-
42) se une de buena fe al coro de los que elogian el talento poético de
éste en lugar de pensar en su propio provecho. El que crea realidades las
bravuconadas que le cuenta Galterio (en la escena III) implica también
una ingenuidad que desvirtúa gravemente lo que ha de ser una tercera.
Se llega así a la escena VI sin que Franquila llegue a perfilarse como per-
sonaje celestinesco. Se trata más bien de una mujer burguesa40 y licen-
ciosa, atenta a satisfacer la propia sexualidad en vez de manipular la ajena
para lucrarse con ella. Su escaso carácter celestinesco se debilita aún más
en la escena IX, cuando adopta un tono moralizador y se pone a reprochar
a Berintho el que se haya dejado dominar por el amor.
Se ve, pues, que la Thebaida empieza por confiar a Franquila una
función celestinesca, manteniendo así un paralelismo con su modelo. Pero
Franquila sucumbe en cuanto Celestina. Su juventud, su naturaleza de
enamorada y su falta de ambición la inhabilitan como tal. En la segunda
mitad de la obra, Celestina reencarna en otro personaje: Veturia, antigua
criada de Cantaflua. Veturia tiene de común con Celestina la experta y
desengañada ancianidad. Su actuación recoge, al final del libro, lo que de
celestinesco había en la de Franquila. Su comportamiento en la escena
XIII, yendo y viniendo de una a otra de las parejas que se solazan, es
inequívoco en ese sentido. En esta misma escena, como en la Celestina
también, los personajes se dirigen a ella llamándola «madre». Pero Vetu-
ria también moraliza, lo que de nuevo introduce contradicción en su
personalidad 41 y también adolece de ambición escasa 42. Celestina vuelve,
pues, así, a esfumársenos.
Pero aún hay más. El quehacer de Celestina pasa de Franquila a
Veturia, pero sin agotarse en estas dos. Quedan su amoralismo, su expe-
40. Aunque fue en tiempos criada de Cantaflua, cuando transcurre la acción de la Thebaida,
está casada con un mercader, que se encuentra ausente por sus negocios. Cf. líneas 612-617.
41. Lo que de ella dice Claudia (7172-7178) expresa bien esta contradicción: «péssale en
demasiadamente de todo acto contrario a la honestidad y de toda voluntad desordenada. Pero
tanbién, deque más no puede, como persona discreta ha procurado de encubrir nuestras faltas,
y de verdad le somos en mucha obligación».
42. La idea de lucrarse a costa de los amores de su señora sólo se le ocurre fugazmente
Í6796-6798).
5. Dramatismo
de que Cantaflua sufre por el amor de Berintho tanto como éste por el de
ella. El proyecto de matrimonio no es, pues, resolución feliz de un con-
flicto, sino que viene dado, por así decirlo, gratuitamente, desde un prin-
cipio. Se trata de unos amores aquejados de un «estancamiento» que no
alcanza una justificación dramática suficiente. Al final ya, nos enteramos
de la existencia de una oposición, por parte de los parientes de Cantaflua,
a las relaciones de ésta con Berintho, circunstancia que da sentido a la
paralización en el curso de los amores y al carácter clandestino de los
encuentros, pero que no llega a compensar el grave defecto señalado.
b) La ambición, móvil decisivo de las conductas en la Celestina, no
hace sino esbozarse45. Faltan asimismo el primado universal del egoísmo
y la presencia de un gran poder o principio corruptor.
c) El amor de Aminthas y Claudia pasa tan a primer término (desde
la escena XII) que llega a oscurecer el de Berintho y Cantaflua. La cosa
se refuerza porque ambos participan en buena medida de la condición
noble y acaudalada de la pareja principal. Este desdoblamiento contribuye
notablemente a hacer la obra difusa; constituye un factor de disgregación
y de desvaimiento. En otro orden de cosas, hay que hacer constar que
este paralelismo entre el enamoramiento de los señores y el de sus criados
anticipa una solución que va a ser característica de nuestro teatro clásico.
d) En la Celestina hay una proporción apreciable de retórica, pero
ésta se hace compatible con la tensión interior de los personajes y acierta
a insertarse en el devenir del proceso dramático en cuanto tal, cualidad
positiva que se esfuma en la Thebaida.
e) La Celestina presenta al hombre como un ser sin asidero y, por
ello, se erige en un núcleo conflictivo susceptible de todo un despliegue
de posibilidades. La Thebaida, obra de ortodoxia más estrecha, se ordena
en cambio a una solución establecida a priori46. De ahí su considerable
aplanamiento dramático.
f) Como factor adicional en este sentido cabe alegar, pienso, el influjo
de la novela sentimental, intenso en las imitaciones celestinescas de la
primera época47. En él hemos de ver un factor secundario, pero no des-
deñable, de «desdramatización».
Aun con las reservas expuestas, hay que mantener, sin embargo, para
la Thebaida la adscripción al género dramático. La retórica amorosa de los
personajes (sobre todo la del protagonista) es normal en la comedia huma-
6. Moralismo
48. Bien es verdad que esto se consigue trasladando, de una manera bastante mecánica, la
estructura del modelo.
49. Las escenas de la Thebaida, salvo la XI y la XII (que se distribuyen entre dos lugares),
se desarrollan en un escenario único (aunque vaya flanqueado por soliloquios y diálogos de
camino) que sirve de núcleo. Para M. R. Lida (Orig., p. 242, nota 35) las escenas V, VI, VIII
y X de la Thebaida son parasitarias. Ello es cierto en la medida en que se apartan de la acción
principal (amor de Berintho a Cantaflua), pero no en el que señalo aquí.
50. Introd., p. XXXIX: «what the Thebaida offers us is a new and more humane attitude
to love».
51. Cf. o. c, pp. 37-38.
52. Introd., p. XXXIV: «"obscenity" in the Thebaida is medieval: it is intented to be
funny, and not pornographic». Y más adelante (p. LII): «in an older tradition, eclipsed by the
Reformation and the Counter-Reformation, human sexuality was accepted either as a simple fact
oí life or as a comic comment on the human condition».
7. Recapitulación
55. Cf. su estudio El lenguaje del siglo XVI, en el vol. La lengua de Cristóbal Colón,
Madrid, Espasa-Calpe, 1968 (5.' ed.), pp. 48-62. El «período de Nebrija» abarca hasta 1525.
La primera ed. conocida de la Thebaida es de 1521, pero la redacción ha de situarse unos años
antes. Cf. sobre ello Whinnom, Introd., pp. XXIII-XXVIII.
56. Valdés se refiere a «el amontonar de vocablos algunas vezes tan fuera de propósito
como Magníficat a maitines» y a «algunos vocablos tan latinos que no s'entienden en el caste-
llano, y en partes adonde podría poner propios castellanos, que los ay». Cf. Diálogo de la
lengua, ed. de José F. Montesinos, Madrid, Clás. Cast., 1953, p. 183.